Pasillo (1º piso)

Un poco de curiosidad sí que me daba averiguar hasta dónde sería capaz de llegar. No sentía apuro de ningún tipo por nada en particular, en ese sentido me movía con una parsimonia que muchas veces se malinterpretaba con desinterés. Me tomaba mi tiempo para todo, pero eso no quitaba que la chispa permaneciera allí. Nunca me rechazaba, ni a mí ni mis acercamientos, los asumía con una naturalidad absurda y, qué va, los disfrutaba. Pero ¿hasta dónde? ¿Dónde trazaría la línea? ¿Cuánto me permitiría alcanzar?

Quedaría averiguarlo.

Se subió a mi comentario con la naturalidad de siempre y me limité a sonreír en respuesta, avanzando hacia las escaleras. Fue más o menos a mitad de ellas que volví mi atención en su dirección. Me aceptaba siempre, sí, pero ¿sólo sería eso?

Como una muñequita de trapo.

—Tú sólo me avisas que lo has olvidado y yo te ayudo sin problema.

Quería más.

Y si tenía que jugar con ella para conseguirlo, bueno, no era nada que no hubiera hecho en el pasado, ¿verdad? Moviéndome a mi ritmo, acomodando las piezas con el único objetivo de divertirme o satisfacerme. Y quién sabe, quizá lograra convertirlo en algo sumamente interesante, incluso para Cathy.

De repente quería verla tomando la iniciativa.

O pidiéndomelo.​

Le dediqué una sonrisa suave, apenas oscura, y acentué el agarre de mi mano en la suya, de mis dedos entrelazados con los suyos. No podía importarme menos el teatro que nos estábamos montando desde los casilleros.

—¿Tienes planes para hoy? En el receso~

 

Era un evitativo de campeonato, eso lo tenía en común posiblemente con un gran porcentaje de la manada de infelices que conocía, muchos seguro no dijéramos qué nos ocurría realmente de no ser que nos pusieran un arma en la cabeza y aún así no era una certeza. Nunca se tenían certezas con los que rechazábamos las emociones con tanto ímpetu, como si, no sé, tuviesen veneno o quién sabe qué.

Lo mío discurría por dos canales, una parte de mí consideraba que la emocionalidad era una debilidad, de allí que me sintiera atacado por Sonnen hace unos minutos, y la otra sentía cada cosa con tal intensidad que me daba la sensación de que iba a reventarme por dentro. Mis sentimientos y los ajenos tenían la fuerza para aplastarme los órganos y lo sabía. Aún así encerraba todo, lo guardaba y lo dejaba rebotar hasta que estallaba como había estallado el sábado en la madrugada y ayer. No tenía ira, eso estaba claro, no había violencia natural en mi persona, pero no quitaba que tuviese poder destructivo y en general lo volcaba sobre mí mismo para sacar a los demás del campo de tiro.

Quizás estaba haciendo exactamente eso con Aleck.

Por alguna razón no me sorprendió que el invernadero le llamara la atención, culo inquieto y todo no se me dificultaba el imaginar a Aleck cuidando plantas por alguna razón, igual y tenía que ver con que tenía metida en la cabeza todavía su naturaleza amable. Este mocoso parecía una luminaria, brillaba un montón y casi sentía que iba a dejarme ciego, pero a la vez daba por sentado que su luz tenía la capacidad de llevar a los pobres diablos perdidos a casa y cuidarlos.

Algo con lo que yo solo podía soñar, por eso la gente se me escapaba a cada rato y luego andaba sufriendo como un perro abandonado al lado del camino.

—Lo tiene de hecho, un amigo mío está en ese club. —Fue involuntario, pero un poquito de emoción genuina se me coló en la voz al mencionar a Ko, nada que hacerle. Giré ligeramente el rostro para mirarlo cuando preguntó por mi madre y se me aflojó una risa un poco sin gracia, ayer cuando Yuzu me dejó en casa había seguido llorando como imbécil en los brazos de mi madre así que solo añadía culpas a la lista—. ¿Preguntas si mamá sigue siendo un ángel caído del cielo? Si es eso, la respuesta es sí. Está bien, seguro se alegra cuando le cuente que volviste.

Como se alegraba por el simple hecho de que tuviese amigos de alguna clase.

Asentí con la cabeza cuando preguntó si subíamos, así que me dirigí a las escaleras sin prisa y ya arriba me detuve en el pasillo de nuevas cuentas.

—En esta planta tienes los salones de primero, obviamente. Luego... Enfermería, el club de cocina y la sala de arte, creo. De nuevo, baños, y te informo tarde que hay ascensor, pero la verdad no me hace mucha gracia usarlos así que harás ejercicio conmigo. —Conecté neuronas un poco tarde, no se me podía culpar de ello con el cerebro derretido como lo tenía—. Eh, Akkun, ¿cómo está tu abuelo?

 

Contenido oculto: hold my tochos con música

I'll be the first to tell you
I'm a bad, bad man.
Watchin' memories fade
and melt away in the sand.
.
All the fire escape,
looking over the edge.
.
I drink 'til I hit the floor,
smoke weed 'til I can't think no more.​

No tenía ni la más mínima idea de los problemas que Aleck arrastraba consigo, vamos, si lo había conocido siendo un crío de metro cincuenta ya lo había dicho él y se había desvanecido cosa de uno o dos años después de eso, como un fantasma. Incluso si sus broncas se arrastraban desde que era un mocoso yo no tenía idea, porque los críos no hablábamos de problemas familiares.

De hecho su recuerdo parecía haber sido invocado por la inminencia de su llegada, no que yo creyera en el destino o esas mierdas, si acaso me tragaba lo de la buena fortuna y ya, pero que hubiese caído exactamente un día después de haberlo recordado era casi creepy. Como invocado de los muertos, por un genuino nigromante. Se había aparecido en mi cabeza de la nada, la idea de haberlo solo dejado irse me perseguía y fundía con otras situaciones parecidas, que al final solo me cagaba hasta las patas porque no sabía qué diablos se suponía que hiciera realmente.

Ámanos, Cayden.

Ámanos con todas tus fuerzas y estaremos a tu lado hasta el fin de los días.
​

Tomé aire despacio por la nariz, liberándolo de la misma forma y me detuve en el pasillo para echarle un vistazo al paisaje por la ventana. Todavía había gente llegando, normal por otra parte, no había pasado demasiado tiempo, y repasé siluetas desde allí, todavía a esa altura de distinguían los rostros y tal. Imaginaba que podría decirle a Kohaku que había otro interesado en el club o enviarlo con alguien más, que realmente ni idea de quién era el presidente ni nada ahora que lo pensaba.

—Creo que se puede —respondí a lo de meterse a dos clubes, todavía prendado a la vista desde la ventana—. Te pega eso de la jardinería y la cocina, ¿no? Al menos invítame a comer si haces algo bueno.

Una sonrisa ligera se me formó en los labios cuando lo escuché decir que mi madre no lo recordaba y negué suavemente con la cabeza, incrédulo.

—Mamá se graba en la cabeza el nombre, apellido y cara de cada persona que le parece es cercana a mí. —Los recordaba incluso cuando desaparecían, cuando yo dejaba de hablar de ellos y ella se veía en la obligación de hacer lo mismo—. Quizás le cueste un poquito reconocerte de primeras, pero no significa que se haya olvidado de tu existencia.

La risa apagada que soltó Aleck me hizo saber que mi pregunta no había sido la más acertada y quise meterme bajo una roca, porque una tensión de lo más jodida me cayó encima. Pasé saliva, hundí más las manos en los bolsillos y giré apenas el rostro para encontrar sus ojos, solo para darme cuenta que rehuía mi mirada y me di cuenta que por eso era que no preguntaba una mierda nunca. No sabía qué se suponía qué debía hacer con eso y ahora mismo, con mi llama casi apagada, estaba todavía más perdido.

¿Qué no sabía si estaba muerto o no? Joder, Happy Meal.

Aún así no podía hacer otra cosa, era ver a alguien en la mierda y tratar de hacer algo al respecto, lo que fuese, así que aunque tuviera que hacerle viento con un plato de cartón a mi fuego tenía que darle fuerza de alguna maldita manera. Era eso o levantar las paredes de tierra helada con tal de crearle una cueva, pero allí en medio pasillo, con gente yendo y viniendo, estaba difícil.

Saqué una mano del bolsillo, le pasé el brazo sobre los hombros y prácticamente lo arrastré hacia mí, le encajé la mano en un costado de la cabeza, entre la mata de cabello castaño y lo atraje hasta que encontrara mi hombro.

—Lo siento, enano —dije en un murmuro acariciándolo con mimo, había que ver cómo había pateado mis mierdas al costado por él en dos segundos—. De verdad.

 

Quizás no se esperara la movida, es decir, llevaba sin verme, ¿siete años? Y en ese período de tiempo, para sacarle a lo malo lo menos peor, había encontrado una familia. Mis chacales eran eso, una familia, unos me cuidaban a mí, a otros sentía que podía cuidarlos yo y aunque no me ataba a nada, había desarrollado con ello un sentido de familia y lealtad marcadísimo. Como había dicho Sonnen, si me ponían a jugar a los bandos era posible que me diera un venazo y me lanzara de la azotea, porque no podía elegir bandos en mi propia familia.

Recordé la estupidez de Yuzu de anoche, antes de que me fuese a la puta mierda, y como me había dicho que a ese paso iban a tener que comenzar a llamarme Aniki. Un poco era cierto el complejo de hermano mayor, me salía con frecuencia, que con Ko, que con este idiota, hasta con la amabilidad con Eun-bi. Quisiera o no amaba a la gente, Dios, la amaba tanto como la evitaba y aunque mi moral fuese dudosa, aunque le vaciara los bolsillos a los ricachones de Chiyoda, le sacara filo a los cuchillos que vendía Arata, vendiera hierba, colara armas... En el fondo no quería nada más que el bien de las personas que tenía más cerca.

Ese era el verdadero núcleo de mi personalidad.

Aleck acabó por reflejar un poco la movida, me pasó el brazo por los hombros y luego me soltó un par de palmadas en la espalda y otro golpe en el hombro luego de separarse. Quizás me devolvieron el foco, no lo sé, pero me pude permitir una sonrisa algo más genuina, aunque no menos cansada, y me incliné hacia él invadiendo un poco su espacio.

—¿En el almuerzo? Akkun~ ¿no me estarás pidiendo una cita? —La sonrisa se ensanchó un poco, a ver si no me habría fusionado de repente con el estúpido de Arata o algo, y quizás recuperé apenas una chispa de brillo en la mirada. Fue cosa de unos segundos, le regresé su espacio y volví la vista a la ventana otra vez—. Está bien. Puedes contarme lo que quieras cuando tú decidas.

Me controlé solo porque me había agradecido y no lo sé, sentí que había logrado hacer algo, por mínimo que fuese y solté una risa baja al escuchar que sí me prepararía algo. El pobre iba tener que preparar una cena familiar eso sí, que comía como un descosido, bueno igual podía acompañarlo a comprar las cosas de la comida o algo, para que no todo corriera de su billetera. Total con la gracia de Roppongi había recuperado la pasta perdida el sábado.

Comencé a seguirle los pasos cuando noté que se puso en movimiento otra vez y me ajusté mejor la chaqueta, aunque en sí no se había salido de lugar ni nada, era pura manía.

—¿Me pusiste cámaras remotas desde Irlanda o qué cojones, Galletas? —Tomé aire, me llené los pulmones y por alguna razón me picaron las manos por meterme al baño a pegarle aunque fuese un jalonazo un porro, pero de nuevo me lo aguanté—. El sábado hubo una fiesta en casa de una chica de tercero, fui y me bebí hasta el agua del florero. I'm not proud of myself but whatever. Luego... no he tenido los dos días más sanos de mi vida, debería parar el carro hoy.

Sin duda debía.

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respondí aquí porque idk (??? pero ya has visto lo que vamos haciendo y de todas formas lo hicimos en pokémon una vez igual, cuando Cay se llevó a los niños con su Arcanine luego de lo del Valhalla. Si quieres me contestas aquí o contestas en el pasillo de la segunda planta, obviamente te llevas al pelo de fuego contigo uwu

Also no pude mantener a raya su gayness por un instante JAJSAHJEH

i'LL BE THE FIRST TO TELL U, I'M A BAD, BAD MAN

 

Pestañeé un par de veces al escuchar la respuesta de Anna, porque no parecía haber captado la idea de que, bueno, eran amigos desde hacía un tiempo y parecían llevarse tan bien, y me pregunté en ese momento si no estaría subestimando mi relación con Kohaku y resultaría que al final sí que éramos más amigos de lo que podía parecer. No que me fuese a hacer ilusiones al respecto, y quizás tampoco era algo de lo que tendría que sentirme super orgullosa ni nada, pero igual la idea me llenó de cierta calidez que tampoco pude controlar.

Cuestión de que simplemente asentí con la cabeza a ambas preguntas de la chica y lo dejé estar, porque vaya, tampoco era que conociese mucho a Cayden aparte de haber acabado almorzando juntos el otro día un poco por casualidades del destino y ya.

También acabó reflejando la picardía de mi sonrisa, lo que acabó que soltase una risilla y relajase la expresión apenas un segundo después, y me encogí de hombros mientras alcanzábamos las escaleras para subir.

—Te debo un almuerzo, ¿cierto? Podemos terminar de montarnos el equipo de fútbol y hablar un poco, ¿qué te parece~? —le dediqué una sonrisa suave al proponerle el plan, si en definitivas cuentas solo quería pasar tiempo con ella, pero justo entonces me di cuenta de algo y busqué de nuevo la mirada del mayor con algo de preocupación o vergüenza, no sé—. Ah, senpai... supongo que almorzarás con tu hermana, ¿no?

No era que no quisiese invitarlo en sí, seguía creyendo firmemente que los almuerzos eran más divertidos entre más personas, pero lo cierto era que la conversación con Annie podía ponerse algo personal y podría acabar poniéndose incómodo para todos, o algo por el estilo me temía. ¡Tampoco podía quedarme tranquila si parecía que lo estaba ignorando a propósito! Así que, no sé, solo esperaba no quedar de maleducada o algo.

 

El chico hablaba que daba gusto y fue justo en ese momento que me pregunté cómo sería tener toda esa energía, todas esas ganas de moverse y hablar en el cuerpo. Me lo pregunté porque yo era todo lo contrario, era una persona extremadamente tranquila, y me costaba concebir un mundo en el que estuviese todo el rato de acá para allá hablando sin parar en lugar de escuchar como estaba haciendo en ese momento.

Supuse que nunca lo sabría y acabé pensando que también estaba bien, que había que tener de todo en el mundo, y que al final del día era lógico que los que hablaban mucho se acabasen amistando con los que escuchaban, como era mi caso con Ri, porque uno buscaba lo que le complementase.

Así que lo escuché con atención, sin poder esconder algún gesto de sorpresa o de diversión según ciertas partes de su discurso, y apenas cuando terminó simplemente asentí con la cabeza y comencé a caminar hacia el interior de la Academia.

—El acento va en la segunda sílaba en gomen, sí. Y lo de las inclinaciones lo has entendido bien, en realidad casi siempre puedes pasar por un gesto simple y ya. Normalmente la gente de occidente cree que nos inclinamos a 90º siempre, pero eso no es así, tienes que haber hecho alguna ofensa nacional o algo por el estilo par alcanzar los 90º. Si quieres ser muy formal, con unos 45º es suficiente.

Igual que era una persona calmada, pues lo cierto era que solía hablar con bastante tranquilidad y hasta a un ritmo lento, sobre todo en comparación al torpedo que podía llegar a ser el chico que me acompañaba, pero esperaba que tuviese la suficiente paciencia para seguirme el hilo a pesar de ello. Todo eso venía a que, en lo que le respondía a tan solo la primera parte de sus dudas, ya habíamos alcanzado las escaleras y estábamos subiendo hacia el primer piso.

>>Es todo un honor que hayas pensado en mí para ayudarte, Jack —le dije, un poco avergonzada a decir verdad pero realmente agradecida—. Y no tengo ningún problema en ello. Si quieres invitar a Meyer-san o a la otra chica para que sea más llevadero, también suena divertido. ¡Ah, ya sé!

Me paré en seco cuando llegamos al primer piso y rebusqué un rato en mi maletín hasta dar con el móvil, extendiéndoselo después con una sonrisa amable.

>>Intercambiemos números, así será más fácil quedar.

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No sé si ya se lo dieron, pero hagamos como que no(?)

 

Apenas salí de los baños reconocí a Sanji sin tardanza y enderecé mi camino en su dirección. Vi que hacía la mímica de unos aplausos a medida que me acercaba, acompañado de las felicitaciones en cualquier cantidad de idiomas, y con una sonrisa amplia en el rostro crucé un pie detrás del otro e hice una inclinación, como si él fuera todo mi público. De repente me sentía estúpidamente contenta o algo.

—¿Pompa? —Arrugué un poco el ceño luego, de curiosidad más que otra cosa, y le dejé recoger mi mano como si nada. Relajé el semblante e incluso solté una risa liviana—. Bueno, si el dichoso sensei lo dice, deberé hacerle caso, ¿no~? Lo del abrigo fue un éxito, after all.

Luego me soltó y preguntó lo que, supuse, llevaría picandole un buen rato. Regresé la mano a mi espacio lentamente y suspiré, aunque apenas notar que estaba mostrando el móvil a ojos de todo Dios se lo arrebaté de un manotazo y lo fulminé con la mirada, guardandolo esta vez en uno de los bolsillos con botón del montgomery.

Igual fue más lo repentino del movimiento, la verdad, la molestia me duró de poco a nada. Le eché un vistazo a las escaleras antes de responder y enganché mi brazo con el suyo para arrastrarlo en dicha dirección. A la pasada noté la presencia de Maze, pero estaba hablando con una chica de mi clase y no tuve oportunidad de saludarlo.

—Hay una razón, sí, pero tampoco que lo justifique como tal —le conté a Sanji en un tono de voz moderado, subiendo las escaleras sin prisa—. Vamos a decir que esa rubia es un poco cabrona y que me estuvo jodiendo un tiempo, ella y su amigo, y la semana pasada se comieron mi almuerzo. Así que estaba ahí y cuando quise acordar estaba pensando en formas de joderlos, pero no quería nada directo y entonces me iluminé.

Le concedí una sonrisa victoriosa, a sabiendas de lo puto hipócrita que podía llegar a ser, pero Sanji se tomaba el asunto con tanta ligereza que me permitía apoyarme en esa liviandad y no cuestionarmelo demasiado.

—Ahora sólo me falta el del otro cabrón, ya sabes. El de esta mañana.

 

Solamente lo estaba molestando al tratarlo de galán, por supuesto, no con malicia pero venga, no sería yo si no colara una broma palabra por medio. Igual vio de explicarse, cosa que no era necesaria pero lo dejé correr y ya.

Jack era una radio, me recordaba a mí en mis mejores momentos, el caso era que, al parecer, cuando daba con otro culo inquieto no me potenciaba la energía como tal, sino que buscaba equilibrar la balanza. Bueno, o eso se me ocurrió mientras lo escuchaba parlotear, ni idea. No era tan inteligente como para desentrañar los motivos y razones detrás de mi comportamiento, menos con mi tendencia a fluir y hacer cuanto me saliera de los cojones sin pararme a pensar al respecto. De la forma que fuera, vi de responder sus preguntas en algún que otro silencio.

—Sip, con Matty. Es mayor que yo, ya está en la universidad. De hecho él se mudó a Tokyo para estudiar y yo aproveché la volteada y me le colé en el piso, pobre diablo. Papá tiene una casa de campo y odia las capitales, así que nosotros vamos a visitarlo de vez en cuando.

No vi necesidad alguna de hablar concretamente de mamá, pero tampoco iba a andar mintiendo por la pura gracia. Quedaba en Jack la oportunidad de pillar la situación o seguir preguntando, ni idea. Tampoco iba a condenarlo si le daba curiosidad, no era de esos tíos enfermos de su privacidad y, bueno, la vida era la vida. Y las mierdas a veces pasaban.

Me hizo bastante gracia imaginarlo recorriendo la ciudad con un bastón, y de hecho fruncí un poquito el ceño porque sonaba cansador a cagar. No, si ya estaba confirmado, este chico tenía muchísima más energía que yo acumulada en el culo. Su anécdota, la forma en que la contó, me arrancó alguna que otra risa ligera.

Ah, Alethea. Así se llamaba la chica que se había quedado con Jez.

—¿Y por dónde anduviste? Qué barrios y tal. Porque no te creo que hayas tenido tiempo de recorrer toda la ciudad.

Jack pareció recordar algo y pestañeé, regresando la atención hacia él con calma. Recordaba lo de salir a tomar algo, sí, lo habíamos hablado en la cafetería la semana pasada pero quedó en eso, un plan super vago. Bueno, me alegraba que hubieran retomado el tema porque sonaba divertido.

—Claro, suena divertido. ¿Sábado, entonces? Me lo anoto. —Un poco porque sí se me cruzó una idea por la cabeza y la solté por la misma razón—. Ah, medio que siento que debo agradecerle algo a una amiga, ¿está bien si la invito también?

Y ni siquiera sabía que Jack ya la conocía, venga. Si el mundo era un pañuelo de verdad.