Para que el Sol renazca...

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por MrJake, 15 Agosto 2013.

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    MrJake

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    Título:
    Para que el Sol renazca...
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    5502
    No dejen engañar por el título: este fic no es ninguna clase de historia de aventuras de fantasía ni nada extraño. Es una historia "normal", que relata y analiza desde diversas perspectivas los sucesos relacionados con un joven de nombre Elio.

    La historia contará con siete "Partes" y un brevísimo epílogo; por lo general irá cada parte en un capítulo. Cada una de las partes será algo diferente, quiero decir, en una parte veremos conversaciones, en otra cartas, etc... todo, claro está, con el toque personal que suelo dar a mis fics. Así que, allá vamos:

    PRIMERA PARTE DECLARACIÓN

    —¿Y qué quiere que le cuente? Bastante tengo ya con todo lo que ha sucedido. Ha pasado lo que ha pasado, y ya está, ¡todo esto es absurdo!

    —Que sea absurdo o necesario es decisión de la policía. Limítate a responder, si eres tan amable. Cuéntame, ¿qué sabes de él en los últimos días?

    —En fin… está bien. Le contaré todo lo que pueda, pero sigo viendo innecesario todo esto.



    ¿Cómo empiezo? Supongo que lo más lógico sería contarle la última semana. Unos siete días eternos, así se me pasaron. Pero ahora estoy convencido de que los días me serán mucho más eternos. Y además, ¿cómo viviré sin él, que era mi otra mitad, mi “cerebro” con patas, mi sensatez hecha carne…? Él era quien me frenaba, quien me advertía de que iba por mal camino, el que me aconsejaba. Después de todo, él era mi mejor amigo.

    El pasado viernes fue un día bastante corriente. Como todos los viernes por la noche, Elio y yo salimos de fiesta. Aunque él nunca ha sido muy marchoso. Ya he dicho que era ese punto de sensatez que a mí me falta. En cierto modo, nos complementábamos a la perfección.

    Fuimos a la discoteca de siempre, a tomar lo de siempre, a hacer lo de siempre: olvidarnos del condenado instituto y empezar con buen pie el fin de semana. Pero esa noche Elio estaba más apagado que de costumbre.

    —Un vodka con limón para mí y —le dije al camarero tras la barra, pasando mi mirada rápidamente hacia Elio, justo a mi lado— un whisky con Coca-Cola para éste.

    —No; —interrumpió él— Coca-Cola sola, si es tan amable —pronunció con tono sereno y despreocupado.

    El camarero se puso a ello y yo miré a Elio extrañado.

    —¿Sola? ¿¡Sola!? ¿Para eso salimos de fiesta?

    —No hace falta beber para divertirse —dijo, mientras pagaba su copa y la agarraba, haciendo yo lo mismo.

    —La verdad, no veo que estés muy dispuesto a divertirte —y entonces supuse— ¿Algún problema con Selena?

    —No, sabes que con ella nunca hay problemas.

    —Tal vez es ese el problema, que no los hay —me miró extrañado—. Sí, ¡que tu relación no es normal, tío! A ver, ¿cuántas parejas no discuten nunca? Siempre hay algún desacuerdo, algo por lo que discutir, pero es que vosotros dos sois tan… tan…

    —Perfectos es la palabra —dijo sonriendo levemente—. Si no discutimos es porque somos la pareja ideal.

    Sonreí yo también.

    —¿Y bien? Entonces, ¿qué falla en tu mundo de perfección? —comenté irónico.

    —Aunque ya nos estemos repitiendo un poco, lo que falla es precisamente eso, que es demasiado perfecto.

    Reí.

    —No te entiendo. ¡Nunca te he entendido! Anda, baila y relájate, ¿quieres?



    No bailó, no se relajó. Algo le remordía la conciencia. Esa noche se recogió muy temprano, demasiado temprano, aludiendo a que no “le apetecía” trasnochar. Raro, viniendo de alguien que se queda hasta las tantas oyendo música o leyendo.

    Elio siempre fue un celebrito, ¿sabe usted? Sus notas fueron excelentes siempre… rozando la perfección. ¡Todo en él era perfección! Tenía una novia que era un monumento, un futuro asegurado, amigos que le quieren, familia… aún no me explico por qué, la verdad.

    —Para eso investigamos, para averiguar por qué.

    —Creía que la policía investigaba casos en los que existe un culpable.

    —Y en este caso hay un culpable, y el culpable es la víctima misma. Sigue, por favor. Eso fue el viernes noche, ¿qué hay del sábado?



    ¿El sábado? El sábado tampoco tuvo nada de especial. Solo que seguía tan distante como la noche anterior. Allí estaba, en el muro en el que siempre nos sentamos, con su chupa de cuero negra, sus pelos de un raro color chocolate de punta, esa barbilla de tres días tan cutre que a él le gustaba… tenía la mirada perdida, y en sus oídos se sostenían unos cascos que dejaban oír ya desde lejos una fuerte música que debía dejarle sordo.

    Me acerqué y trepé al muro, que era de unos cuatro metros de alto, pero con varias hendiduras que permitían escalarlo con facilidad. Solíamos subirnos allí y ver la ciudad desde lejos, en lo alto de aquella colina de las afueras, sobre ese muro que debió de pertenecer a una gran casa de la que ya no queda casi nada. Veíamos los coches pasar, los edificios a lo lejos. Podíamos pasar una tarde entera charlando en lo alto de ese muro.

    —Pensaba que estarías con Selena —le dije.

    —Ella acaba de irse hace un rato —me contestó cuando ya me acomodaba a su lado sin apartar la vista del infinito, únicamente con un auricular descolgado.

    —¡Eh, que el muro es nuestro! Iros a otro sitio —dije sarcástico, pero apenas le arranqué una media sonrisa.

    Seguí su ejemplo y miré al horizonte. Sin apartar la vista, dije:

    —Bueno, ¿vas a contarme ya lo que te pasa? ¿O piensas seguir haciéndote el loco?

    —Te he dicho que no me pasa nada. Oye, ¡estás muy pesado! —su tono de voz trataba de parecer tranquilo, pero no me engañaba, sabía que algo le sucedía.
    Lo miré.

    —Escúchame, puedes confiar en mí, soy tu mejor amigo.

    Se lo pensó un rato, y finalmente concluyó:

    —Tengo… un problema muy serio con mi hermano.

    —Ya veo. ¿De qué se trata?

    —Prefiero no hablar de ello —se negó a hablar.

    —Está bien, está bien —volví a dirigir la mirada al frente—. Oye, ¿te importaría venir mañana a mi casa a ayudarme con el examen del martes? Tío, no tengo ni idea, y tú dominas las mates…

    —Lo siento —negó rápidamente—, mañana me es imposible.

    —¿Y qué tienes mañana?
    —Asuntos míos, no seas cotilla. ¿El lunes mejor?

    —De acuerdo —acepté de cierta mala gana.

    Y entonces se dejó caer, apoyando su pie en una de las hendiduras del muro y después cayendo de golpe al suelo, de pie, con un solo pie como soporte al tocar tierra. Me hizo un gesto de despedida militar, sonriendo, y se fue alejando poco a poco.

    Esa fue la penúltima vez que le vi sonreír.



    —¿Entonces no lo viste el domingo?

    —No. No le vi el pelo a Elio en todo el domingo.

    —¿Qué asuntos eran esos que le ocupaban tanto?

    —Nunca lo supe.

    —Bien. Continúe con el lunes, entonces.



    Pues como ya le he contado, el lunes él vino a mi casa a explicarme las condenadas matemáticas que me tienen loco. Elio era muy puntual, nunca lo he visto llegar tarde o faltar a alguna cita. ¿Qué le faltaba en su vida? No puedo entenderlo, ¡lo tenía todo! Ojalá tuviese yo su intelecto, su capacidad para estudiar. Ojalá tuviese yo su novia, ojalá tuviese yo su vida... en fin, la vida es así, supongo. En cualquier caso, ya digo que Elio siempre rozaba la nota perfecta en todas las asignaturas. Bachillerato para él fue un paseo. Cuando acabamos segundo y yo repetí, porque yo no soy de notas altas, precisamente, pensé que ya iría a estudiar sin mí, y nuestros planes de irnos juntos a un piso de estudiantes, de ir a la misma universidad, de seguir saliendo de fiesta cuantas noches pudiésemos, a discotecas, tendrían que esperar un año más, si es que llegaban. Pero no, él no se fue. Repitió voluntariamente. Para subir nota, decía. En el fondo, creo que lo hizo por mí.

    —Despejas “x” y ya lo tienes —dijo, demasiado tranquilamente.

    —Como si me hablases en chino, la verdad.

    —¡Pero bueno, ¿sigues sin entenderlo?! No sé ya cómo explicarlo.

    —¡No todos tenemos ese coquito, Eliodoro!

    —Mi nombre es Elio. Eliodoro es un nombre distinto —comentó muy serio.

    Me eché atrás en mi silla.

    —¡Joder! Suspendo seguro. Otra vez a repetir por las condenadas matemáticas.

    El giró sus ojos en círculos.

    —Que no… —dijo con desdén—. De aquí no me muevo hasta que no te entre en la cabezota, ¿de acuerdo?

    Sonreí.

    —Aunque no debería de costar mucho que se te queden unas cuantas de formulitas en tu cabeza, al fin y al cabo la tienes vacía.

    —Sí, sí, lo que tú digas, pero yo el examen lo suspendo.

    —Bueno, si tan claro lo tienes, me voy —se levantó y yo dije en voz alta:

    —¡Eh, eh! Vale, me lo curro, pero vuelve a explicármelo.

    —¡La última vez! —dijo con tono de broma—. Dentro de poco tendré que irme.



    Pero no se fue hasta la noche. Se quedó ayudándome con el examen hasta que pude entenderlo todo. Y ese examen lo aprobé, con un notable.

    Elio era tan buena persona… sin duda, la mejor persona que conocí, muy por encima de todos los demás. Éramos inseparables, los mejores amigos.



    —¿No tenían más amigos?

    —Claro que sí. Pero nuestra amistad no era comparable con la amistad que teníamos con otras personas. Yo era el negro, él el blanco. Juntos, hacíamos el gris, la unión, la perfección. Las dos caras de la moneda. Y ahora… siento que una parte de mí se ha ido.

    —¿Pertenecía Elio a alguna secta o algo similar?

    —¡No, menuda estupidez!

    —¿Era religioso, creía en Dios?

    —¡Qué tiene eso que ver con…!

    —Mira, David, estoy cansado de repetírtelo: yo soy la policía, y es la policía quien decide qué es importante y qué no lo es. Así que limítate a responderme y punto.

    —Tche… no, no lo era. Él tenía sus creencias particulares…

    —¿Qué creencias?

    —Era todo un filósofo…



    Recuerdo todas esas teorías que tenía sobre la vida, sobre la muerte. Un día me lo explicó, hace ya mucho. Aún me acuerdo de su curiosísima idea:

    —Las almas no son como las concebimos —decía—. Cuando los primeros hombres y mujeres evolucionaron del mono, sus almas se formaron en ellos. Y eran solo unas pocas de almas, nada que ver con el gran número de almas que actualmente existen. Pero al tener contacto con otra persona, parte de su alma se mezcla con la tuya. Por eso, cada persona que se cruza en tu camino es importante, deja su huella.

    —¡Estás como una regadera! —solía reprocharle, riendo.

    —¡No es ninguna tontería! Cuando morimos, esa alma, un alma ahora nueva, alterada por las almas de otras personas, se fragmenta y queda incompleta, entrando en niños recién nacidos. Estos niños y su alma incompleta van creciendo, poco a poco, y sus almas tienen contacto con otras, hasta lograr formar un alma completa, una nueva.

    Me reí.

    —¿Cómo piensas esas cosas?

    —Las ideas le vienen a uno solas. Piénsalo: dos personas que suelen convivir acaban pareciéndose el uno al otro. Una pareja de novios, por ejemplo. “Dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma opinión”, dice el refrán. Lo que realmente pasa es que el alma de ambos se mezcla, y evolucionan como personas nuevas. Así, las almas se expanden y están en continuo cambio, por eso nunca hay, ni habrá, dos personas con idénticas personalidades, gustos y creencias.

    —Entonces, según tu teoría, ¿tú y yo compartimos almas?

    Suspiró con energía.

    —Por desgracia, sí —dijo irónico, y luego rió a carcajadas.

    —¡Eh! ¡Serás…! —le grité entre risas.

    Y ese mismo día, recuerdo, subidos en nuestro muro, hará algo más de un mes, apareció ella. La chica nueva, la chica que se había mudado a la ciudad hace poco: Selena era su nombre. Ella encandilaba, su belleza era enorme. No es de extrañar que desde el primer momento todos los chicos la pretendiesen. Yo el primero, debo reconocer. Pero ella parecía tener muy claro sus deseos… ¡y vaya elección más complicada hizo!

    —Hola. ¿Qué hacéis aquí, en las afueras? —dijo ella, hablando desde abajo. La miramos algo sorprendidos.

    —Solemos venir por aquí. ¿Quieres subir? —pregunté.

    —Oh, no, gracias. Tengo vértigo —pero ahora sube sin problemas, será que su alma se ha mezclado con la de Elio.

    Entonces miró fijamente a Elio. Le brillaban los ojos, pero él pareció no percatarse de nada. Estoy seguro de que simplemente se hizo el loco.

    Puedo parecer un tanto espeso, pero aseguro que soy muy avispado.

    —¿Nos has seguido, Selena? —dije.

    Ella rió de forma pícara. Siempre ha sido muy provocadora.

    —Un poco —afirmó con naturalidad—. ¿Queréis ser mis amigos?

    La proposición más rara que había oído en mi vida. Así, de repente. Miré a Elio, que se reía.

    —Me siento un poco sola. No conozco a nadie por aquí y cuando os vi pasar por mi ventana… —rió de nuevo de esa manera seductora— parecéis majos.

    Estaba claro que él le interesaba desde un principio, todo eso era una excusa, bastante mala, por cierto.

    Y en ese momento, ella lo miró con esos ojos verdes que hipnotizaban. No pudiendo evitar darse cuenta, Elio
    se ruborizó casi al instante (nunca se le han dado muy bien las chicas), y no me preguntes como, pero…



    —¿Se cayó del muro?

    —Sí, se cayó. Fue gracioso, la verdad. Pero se hizo daño: luxación débil en la rodilla. Aún estaba en rehabilitación, aunque ya estaba casi perfectamente recuperado.

    —Curiosa manera de empezar una relación, supongo. Porque algo me dice que poco después empezó su relación, ¿no?

    —Justamente a los dos días después de eso.

    —Ya veo, ya. Bueno, hemos divagado mucho, continúa con… ¿el martes?


    Pues el martes no lo vi en toda la mañana. Recuerdo que ni siquiera fue al examen de matemáticas, y era raro en él que faltase así, de repente, a clases. Sin duda algo le pasaba.

    En el recreo me fijé en Selena, a lo lejos, sentada en unas escaleras. Leía una carta o algún tipo de papel.

    —¿Qué tal estás? —le pregunté, acercándome.

    —Bien, muy bien —sonrió mostrando sus blancos dientes.

    —Oye, ¿dónde está Elio?

    —No lo sé…. Pensé que tú lo sabrías. No ha venido en toda la mañana, es raro —su rostro mostraba preocupación.

    Miré al papel que había entre sus manos, y en cuanto se percató lo dobló rápidamente.

    —Esto, esto es una carta de mi familia de fuera, nada especial —dijo con sonrisa forzada.

    —Vale, vale, no pasa nada.

    “Excusatio non petita, acusatio manifesta”, solía decir Elio. Es latín, algo así como que si te excusas cuando nadie te ha pedido que lo hagas, es porque escondes algo. Y ella se justificó cuando yo ni siquiera pregunté.



    —¿Leíste algo de la carta?

    —Sí, apenas una línea. “Querida Selena. Gracias por tu ayuda”. No es una información muy reveladora, ya lo sé.

    —No, no mucho. Bueno, quiero acabar esto cuanto antes, así que vayamos al grano: ¿viste a Elio la tarde del martes?

    —Claro que sí. Y de nuevo me parecía que le pasaba algo, pero esta vez… esta vez ya era demasiado. No parecía él mismo.



    Quedamos para variar donde siempre, un par de horas más tarde de lo habitual, puesto que, después de todo, él necesitaba tiempo para su novia.

    —¿Dónde te has metido esta mañana, tío? —le reproché en cuanto lo vi llegar, mientras él subía el muro con lentitud, pero de manera firme.

    —Tío, tengo asuntos de los que ocuparme —dijo de manera serena y sin preocupaciones cuando se acomodó junto a mí. No era el típico tono de Elio.

    —¿No me vas a contar nada? ¿Ni un mísero detallito? ¡Joder, soy tu mejor amigo! ¿O no?

    Él miró al horizonte, sentándose de forma extraña, colocando su pierna derecha bajo su cuerpo, y dejando colgando la izquierda.

    —Quizá otro día. Ahora no me apetece hablar de eso.

    —¿Los problemas con tu hermano, otra vez? —supuse, algo desconcertado por la extraña aura que emanaba Elio.

    —Sí… en serio, en otro momento hablaremos de eso, ¿vale? —evitó; debía ser algo gordo.

    —Vale —dije—. ¿Te duele la rodilla?

    —¿A qué viene eso?

    —Es que —dije, mirando el punto de su cuerpo al que me refería— has subido el muro bastante lento, con lo bruto que sueles ser normalmente. ¿Te ha vuelto a doler la rodilla?

    —Un poco… nada serio, tranquilo—exclamó.

    Entonces comencé a reírme, de manera descarada.

    —Te pegaste un golpe tremendo —reí—. ¡Madre mía! Fue graciosísimo, pero me pegaste un buen susto. ¡Podrías haberte quedado cojo para toda la vida!

    —Tal vez este muro sea un poco peligroso —dijo, sin sonreír con más de la mitad de su boca—, pero las vistas lo merecen, ¿no crees?

    Asentí, mientras mi vista se hundía en las profundidades de esa ciudad que se divisaba al fondo, en el horizonte, cercana pero distante. Los coches bordeaban la carretera cercana, y así lo hacían en el núcleo de la ciudad. Parecían pequeñas hormigas de colores, pequeñas canicas que rodaban, cada una camino de su hoyo.



    —¿Llegaste a saber cuál era el problema que tenía Elio con su hermano?

    —No.

    —¿No se lo preguntaste? Al hermano, quiero decir.

    —No. Ni si quiera me lo planteé. Paulo es un chiquillo con un problema bastante grave, una enfermedad. Sus padres lo sobreprotegen mucho, y no lo dejan salir excepto para ir al colegio y poco más. Aún es pequeño, dicen, que cuando sea mayor ya se valdrá por sí mismo. Así que ni se me ocurriría ir a hablar con él en persona sobre algo tan… no sabría si llamarlo trivial o serio. El pobre chaval está muy encerrado en su propio mundo, y en gran parte la culpa la tienen sus padres.

    —¿Qué enfermedad tiene el chaval?

    —Hemofilia. Si se hace algún corte, sangra exageradamente, además de continuas hemorragias internas. Además, no lo sé con certeza pero puedo afirmar que tiene la cepa más agresiva.

    —Vaya. ¿Y qué edad tiene?

    —15 ó 16 años.

    —Supongo que ya es mayorcito para valerse por sí mismo. Pero en fin, cada padre es un mundo. De todas formas, ¿qué “problema” tan grave se puede tener con un chaval de 15 años?

    —No lo sé; ya se lo he dicho.

    —Está bien. Continúa.

    —¿Iba por el miércoles, verdad?



    Como dije antes, Elio estaba muy extraño esos días. Desde que apareció en el muro el martes, ya se veía desde lejos lo raro que estaba. Demasiado, y eso que antes ya mostraba que le pasaba algo. De verdad no sé de qué se trata ese problema; pero ahora creo que tal vez solo era una excusa para no decirme lo que realmente le sucedía.

    En la mañana apenas hablé con él. Se aisló un poco, y yo por mi parte pasé los ratos libres con otros compañeros y amigos. Estaba algo distante con Selena, también. Parecía como si tuviese miedo de hablar con nadie… únicamente se ensimismó con su teléfono móvil y ahí se quedó. Supuse que tenía algún problema con Selena, pues la evitaba, prácticamente. Aunque era raro que ellos dos discutiesen. No los había visto hacerlo nunca. En fin, no es que la relación durase mucho… se conocían desde hacía menos de un mes. Pero en fin, ya me entiende.

    El caso es que hasta el profesor de Literatura, que por cierto tenía a Elio en un altar, su ojito derecho, vaya, se dio cuenta de que algo le pasaba.

    —Muy bien —dijo el profesor—. ¿Qué podéis decirme de Unamuno?

    Hubo un incómodo silencio, que no rompió Elio, como era costumbre. Sí, era un cerebrito, ya lo he dicho, y la literatura era lo suyo. Bueno, y la filosofía, las matemáticas, todo se le daba bien. Siempre respondía a todo, siempre destacaba entre el resto. Pero esa vez no dijo nada, no alzó la mano.

    —¿Nadie sabe nada? —su mirada incrédula buscaba la de Elio, anhelaba ver esa mano suya deseando que dijese su nombre—. ¿Nadie se ha estudiado los apuntes?

    Otro silencio, nadie había siquiera leído esos apuntes.

    —Elio, ¿tú no? —le preguntó directamente—. Si hace apenas unos días te sabías la lección al dedillo.

    Él se encogió de hombros, mirando el pupitre.

    —No lo recuerdo —dijo indiferente.

    El profesor no daba crédito. Su mejor alumno había “olvidado” todo lo que hace poco sabía. Sin duda, algo sucedía.

    Indignado con la clase, comenzó a asentir repetidamente, al tiempo que decía en voz baja “muy bien” una y otra vez, irritado. Al final, acabó por decir:

    —¡Mañana, examen sobre la Generación del 98!



    —Vaya, estáis bombardeados de exámenes.

    —Es curioso, pero Elio aprobó por los pelos ese examen. Tan raro todo… en fin, su cabeza era un misterio, a saber qué pensaba, qué se le pasaba por la cabeza. Podía ser muy desconcertante cuando se lo proponía.

    —Lo que está claro es que a Elio le sucedía algo grave. Ahí podría estar la clave de todo.

    —Sí… si al menos en la nota hubiese aclarado algo…

    —Al menos, dejó una nota. Podría ser más complicado si no la hubiese dejado. Aunque la nota no tiene por qué significar nada… En fin. Miércoles tarde, vamos.

    —Pero, ¿qué cojones crees que hice esa tarde? ¡Estudiar! Tenía el examen al día siguiente, y ni si quiera sabía si la Generación del 98 era de 1898 o de 1998… no le vi el pelo a Elio.



    Así que… continuaré con el jueves.

    Por la mañana tan solo lo vi cuando fue a hacer el examen. El resto de la mañana no apareció, no asistió a ni una sola de las otras clases.

    Y por la tarde, quedé con Selena para hablar de él. Los dos estábamos preocupados, parecía estar profundamente herido por algo, estaba muy cambiado. Así que la esperé en lo alto del muro, el lugar de encuentro, el lugar de reunión, nuestro lugar.

    Nunca, hasta entonces, había pensado en darme la vuelta y ver qué había al otro lado del muro. Pero ese día, mientras la esperaba, se me ocurrió hacerlo.

    Al otro lado, la vista era muy distinta. La colina seguía en una verde explanada, con algunos árboles y poco más; al fondo, como perdida en la distancia, como olvidada, se divisaba una ciudad. Más allá de las colinas. Atravesando kilómetros de vacío camino. Era una ciudad distante, muy distante. Pero si te fijabas, era igual que nuestra ciudad. Con edificios igual de grandes, con su colina más allá. Tan solo estaba más lejos. Más distante.

    Entonces, me sorprendió ella.

    —¡David!

    Me volteé con cuidado de no caer; no quería sufrir yo otra luxación. Y de repente, hasta me mareé del brusco cambio de paisaje. De repente parecía como si el mismo paisaje que veía antes, aquella ciudad lejana, se había acercado bruscamente a mí; en cuestión de segundos, como si el muro fuese una separación que dividía dos dimensiones iguales y a la vez distintas. En fin, no quiero andarme por las ramas.

    —¿Hace falta que suba? —dijo ella desde abajo, con algo de miedo.

    —¿No te ves capaz de subir, o qué? —pregunté entre risas.

    Ella pareció molestarse, y quiso demostrar que no tenía miedo. Comenzó a subir, apoyándose torpemente en las hendiduras del muro, hasta que, con esfuerzo y mi ayuda, logró quedar sentada a mi lado.

    —Creía que quedabas aquí con Elio.

    —A veces, pero quedamos a los pies del muro —explicó.

    —Qué tontería. Venir aquí y no subir arriba es como comer sin saborear la comida. ¡Le quita toda la gracia! Mira que vistas, ¿no merece la pena subir?

    Ella sonrió mientras miraba al horizonte. Asintió serenamente.

    —Es precioso. La ciudad se ve tan bonita, tan llena de movimiento.

    Y en cambio, aquella lejana ciudad parecía desierta. Solo parecía, claro. Aquí los coches, autobuses, la gente, se veían transitar, pero mi vista no alcanzaba a ver movimiento en aquel lugar a kilómetros de aquí.

    Selena agachó la cabeza.

    —¿Qué le pasa a Elio, David?

    Yo hice lo mismo que ella.

    —No lo sé. Pensé que te habría contado algo, eres su novia.

    —Y tú su mejor amigo.

    Reí.

    —Lo único que me ha contado —dije— es que tiene un “problema muy grave” con su hermano. Dice que por eso está tan raro, tan decaído. Tan distante.

    —Ya veo —su mirada se agachó aún más al oír mis palabras.

    ¿Le he dicho ya que soy avispado? Me doy cuenta de esas cosas con facilidad.

    —¿Sabes algo del tema?

    Ella me miró y permaneció quieta un rato. Luego negó con la cabeza.

    —No es eso. Es solo que… podía imaginarme algo así. Aunque no lo entiendo.

    —Ya —supuse—, es raro que tenga un problema tan serio con alguien como su hermano, ¿no? Yo también lo veo así. No me explico qué puede haber pasado.

    Ella, de manera muy desconcertante, rió.

    —Sí, su hermano es muy bueno, el pobre —dijo sonriente—. Lástima que sus padres lo tengan encerrado como si fuese a morir en cualquier momento. Para ellos es como si corriese peligro constante estando en la calle.

    Había algo raro en las palabras de Selena. Pero no le di mayor importancia.

    Pasamos el resto del día hablando. Ella me contó que era muy feliz con Elio, que era un buen novio. Pero me daba a mí la sensación de que empezaban a tener algún tipo de problema; en su mirada, Selena no estaba siendo sincera.

    Pero la cuestión es que ninguno sabíamos lo que le pasaba a él. No respondía a llamadas, ni a mensajes, a nada.



    —¿Piensas que Elio también tenía problemas con su novia?

    —Puede ser; esa es la sensación que me daba a mí. Además, el primer viernes él mismo me dio a entender que quizá era todo “demasiado perfecto”.

    —Ajá. Bueno, nos acercamos al final. Tan solo falta el segundo viernes.

    —Solo de pensarlo, me entra un escalofrío por todo el cuerpo.



    Pero supongo… que debo contarlo.

    A los profesores comenzaba a preocuparles que aquella mañana de viernes Elio tampoco apareciese por clase. Y a sus amigos, a mí sobre todo, más aún.

    No fue al instituto, ni si quiera una hora. Y él no solía faltar, ¿dónde demonios estaba?

    Recuerdo que el de literatura me llamó en privado para preguntarme por Elio. Ya sabe, Elio era su ojito derecho.

    —¿Por qué no ha venido? —me preguntó.

    —No lo sé —contesté—. No contesta al móvil, está muy raro.

    —Me preocupa mucho —afirmó—. Faltar al instituto sin dar señales de vida, sacar un suficiente en literatura. Me preocupa que le suceda algo grave. No suele descuidar así las cosas, menos aún sus estudios.

    ¿Qué sabrá él? Si sólo lo conocía del instituto, y de apenas un año. No tenía ni idea.

    Aquella tarde, llamé a Elio, y de nuevo no daba señal. La verdad, comenzaba a extrañarme sobremanera.

    Así que sin pensarlo más, fui a su casa, a buscarle. Si no contestaba a las llamadas, al menos contestaría al timbre. Eso pensé.

    Y allí me abrió su madre. Aquella mujer era imponente; siempre me lo pareció. Era alta, muy alta, calculo que mediría aproximadamente 1’80. Era joven, de unos 40 años. Su pelo, corto y cayendo sobre los hombros, era de un rubio ceniza bastante exótico; y sus facciones, finas y delicadas, recordaban más a las de un adolescente que a las de una mujer de su edad. Esos ojos que ella tenía eran el espejo de los ojos de su hijo, y su complexión delgada recordaba también a la de Elio. En definitiva, una mujer bandera en la que apenas se notaban los años, salvo por alguna arruga natural entre la nariz y la boca.

    —Buenas tardes, ¿está Elio? —dije con educación forzada. No voy a negar que ella me daba algo de miedo, por su aspecto de madre severa y su increíble altura.

    —Sí, hijo, sí —me dijo con cierta irritación—. Acaba de llegar ahora de Dios sabe dónde.

    —¿Ha estado fuera?

    —Sí; tú que eres su amigo deberías saberlo, porque a mí no me ha contado nada. Pero está muy raro, sale por la mañana al instituto y no vuelve hasta que no le apetece, sin pasarse si quiera a comer. Que haga lo que quiera, sus mundos me superan— comentó con preocupación algo disimulada—. Pero bueno, pasa, está en su habitación.

    Lo curioso es que ella creía que su hijo iba al instituto…

    Entré en la casa, aquella casa de estilo rústico, con esas típicas cortinas de dibujos abstractos y color verde apagado en cada ventana, aquellos jarrones sin utilidad aparente en cada mesilla, esos muebles desgastados a conciencia para dar apariencia de antiguo…

    En fin, subí hacia arriba y en el camino de las escaleras me crucé con un callado Paulo, un niño de quince años que bajaba aislado en su mundo.

    Paulo, con su pelo cortado al estilo seta y de un color idéntico al de la madre, era el hermano hemofílico y sobreprotegido de Elio. Bastante escuálido de naturaleza, se le notaba aburrido cuando dijo:

    —Hola —sin más.

    Llegué frente a la puerta de Elio y la golpeé suavemente. Él me indicó que pasase desde dentro.

    Entrar en aquella habitación era como cambiar de casa. Totalmente desacorde con el estilo antiguo del resto de la casa, tenía muebles de estilo moderno y color blanco, una televisión de plasma colgando de la pared, escritorio igualmente futurista y sobrias paredes de tonos grises. Sobre su cama estaba Elio, sentado con las piernas extendidas, con prominentes auriculares y sosteniendo un enorme libro. Me miró.

    Quitándose los cascos poco a poco, dijo:

    —¿Qué te trae por aquí? —me preguntó, indiferente.

    —Vaya, ¿te haces el loco? ¡No has ido al instituto! ¡Y no te he visto el pelo! ¿Qué ha pasado contigo, eh?

    —Ah —dijo, indiferente, aún aguantando su libro.

    Quedó callado unos segundos, hasta que finalmente sonrió sin sentido alguno, incluso riendo un poco. Esa vez fue la última en que le vi sonreír, y la verdad es que aún no entiendo que le hizo tanta gracia.

    —¿Qué te hace tanta gracia? —le pregunté, de hecho.

    —Nada. Tío, me apetecía tener un rato para mí, ya está.

    —¿Ya está? —no lograba comprender nada—. ¿Y dónde has estado, entonces? Tu madre dice que has llegado hace un rato, y que no viniste ni a comer. Llevas algunos días muy raro, especialmente estos últimos días. ¿Qué es eso de sacar un suficiente en literatura? ¿Eso de no aparecer por el instituto? —me estaba alterando un poco—. ¿¡Tú no pretendías subir nota!?

    —Bah, David —me dijo, para mi sorpresa—. Sinceramente, no me apetece dar explicaciones.

    Me quedé de piedra; la actitud pasota de Elio no era nada propia de él.

    —Tu hermano Paulo… —recordé—. Me lo he cruzado ahora, ¿habéis estado hablando? Tenía la cara bastante larga.

    —No —rotundamente lo dijo.

    —Pensé que estaríais discutiendo sobre el tema ese de vuestro enfado.

    —Pues ya te digo que no es así —de nuevo, con indiferencia.

    Entonces se oyó la voz de la madre desde abajo, gritando que se marchaba a hacer la compra, que volvería en unas horas, y que Paulo iba con él. Su padre estaría trabajando, supuse. Le preguntó si quería acompañarles, pero su respuesta fue negativa. Entonces, cuando se oyó la puerta principal cerrarse, Elio me dijo.

    —Bueno, ahora… me gustaría quedarme solo. Si no te importa… —me estaba echando, sí.

    Yo, mostrando claramente con mi cara mi indignación y asombro, salí de su habitación, no sin antes decir:

    —Tú sabrás lo que te pasa… pero sabes que yo estoy aquí siempre, en las buenas y en las malas. Y creo que me merezco una explicación de todo esto. Hasta luego.

    Ni siquiera me devolvió la despedida.


    —Y ya no lo volví a ver más… vivo, quiero decir. Para mí fue un shock muy grande verle muerto, con aquella soga al cuello…

    —Ya me lo imagino. ¿Cuándo fue que supiste la noticia?

    —A las tres horas o así de marcharme de su casa. Se ve que ya lo tenía pensado… Fue su madre quien lo descubrió, en su cuarto, ahorcado. Y la nota de suicidio, a sus pies. En cuanto me enteré, fui corriendo allí; la puerta estaba abierta, y la gente alborotada alrededor de la casa. No dudé en entrar… y encontré a su madre arrodillada frente a él, llorando.

    —Ya veo.

    —¿Qué pudo empujarle a hacer eso? ¡¿Cómo se puede ser tan idiota…!?

    —No llores; si de verdad se suicidó es porque él quiso. Fue su decisión.

    —“Si de verdad se suicidó”, dices… ¿es que crees que no fue así?

    —No lo sé, pero algo me llama la atención de todo esto. Tú mismo te preguntas por qué lo hizo, ¿y si no lo hizo?

    —Es absurdo; la letra de la nota era suya, lo aseguro.
    —En fin, posiblemente esté sospechando más de la cuenta. Ya hemos terminado aquí. Gracias por tu declaración, David.

    —De nada… espero que, si su absurda teoría de un asesinato o lo que sea que cree que pudo pasar sea cierta… el culpable pague caro lo que hizo.

    —Tranquilo, que así será.
     
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    SEGUNDA PARTE – EXPEDIENTES

    (En aras de llevar un seguimiento a fondo de mis alumnos, acostumbro a llevar un elaborado expediente de cada uno de ellos, siendo llamado por ello “maniático”. Tal vez sí que sea un poco maniático.
    Entre todos mis alumnos, jamás tuve a ninguno como Elio, cuyo trágico suicidio me desoló. De él recopilé información en abundancia, incluyendo opiniones de viejos profesores, entre otros datos relevantes. Conseguí, al final, tener un informe completísimo de la evolución académica del chico)


    Alumno nº 12, 2º Bachillerato Ciencias Sociales – ELIO JIMÉNEZ HERNÁNDEZ

    · Expediente Primaria:

    Demuestra un razonamiento lógico y espacial muy superior al de los niños de su edad. Notas sobresalientes en su mayoría; especial capacidad para el desarrollo de problemas matemáticos, gran expresión escrita.

    CI a los 6 años: 99

    CI a los 7 años: 99

    CI a los 8 años: 104

    CI a los 9 años: 105

    CI a los 10 años: 104

    CI a los 11 años: 106

    CI a los 12 años: 106

    Presenta unos buenos niveles de Coeficiente Intelectual en cada una de las pruebas anuales a las que se sometió. Sin embargo, no supera en gran medida los niveles comunes de CI de niños de su edad; por lo cual, en un principio no sería superdotado.

    Es extraño que un niño con tanto potencial no demuestre signos de superdotación.

    Opiniones de sus profesores:

    “Es un niño especial: siempre saca sobresalientes; ha sido capaz de desarrollar problemas pensados para cursos muy superiores. Planteé subirle de curso, pero la propuesta fue denegada por sus normales niveles de CI. En cualquier caso, es excepcional: suele ir por delante de la mayoría de sus compañeros en la clase. No solo eso, sino que muestra una actitud agradable y amistosa con los demás. Tiene asimismo cierta autoridad y capacidad de liderazgo, aunque no le gusta actuar como líder.

    Como anécdota particular, recuerdo un día en que su hermano pequeño, jugando en el recreo, fue empujado por accidente y éste cayó al suelo, rasgándose el brazo izquierdo con una piedra afilada. El corte fue algo profundo, y Paulo comenzó a sangrar en exceso, debido a su hemofilia. Ningún profesor andaba cerca en ese momento, y el niño que le empujó salió corriendo a buscar ayuda, mientras Paulo lloraba y sangraba. Entonces, Elio, que andaba cerca, acudió presto a ayudar a su hermano. Cogió un par de hojas largas de una planta cercana y usó una para limpiar ligeramente la sangre sobrante de su hermano recién desmayado, y con la otra hoja hizo una improvisada venda alrededor de su brazo. Luego lo cogió en brazos aún inconsciente, y lo llevó a la enfermería lo más rápido que pudo, antes incluso de que ningún profesor llegase.

    Lo sorprendente no es solo su capacidad de decisión, sino la tranquilidad y sangre fría que demostró. Estaba completamente sereno y sin alterarse. Sabía perfectamente lo que debía hacer y lo que no. Gracias a él, el niño no perdió más sangre de la cuenta. Tuvo, sin duda, una reacción mucho más eficaz y rápida que la que tendrían bastantes adolescentes, e incluso adultos”.

    Eugenio Fuentes, profesor de Matemáticas de Elio a los 10 años.



    “Desde que sucedió lo de Paulo, Elio estuvo día tras día con su hermano, vigilándolo constantemente. Fue a petición de sus padres, por lo visto. La madre de los hermanos, sobreprotectora, tuvo un ataque de nervios cuando se enteró del suceso. Nunca se había visto en una situación así, y el hecho de que ningún profesor estuviese presente en ese momento la indignó más aún. Desde entonces, Elio estaba “obligado” a no separarse de su hermano durante la mañana, y por la tarde, según el propio Paulo, la madre no le permitía salir apenas.

    Pero Elio estuvo con su hermano de buena gana, siempre con él, sin quejarse ni un minuto. Lo quería muchísimo, desde luego. Elio siempre fue un niño muy responsable, más que cualquiera de su edad.

    Otra cosa que me llamaba la atención del chico era los amigos que tenía. Irónicamente, solía preferir niños completamente opuestos a él como amigos. En vez de juntarse con gente como él, con niños inteligentes, responsables, “superiores”, él prefería amigos más “normales”, incluso con problemas para llevar los estudios primarios. Un ejemplo es su gran amigo David, quien, desde que se conocieron, mejoró mucho en sus estudios.

    Lo más interesante es que Elio nunca pretendía, y de hecho no solía hacerlo conscientemente, destacar entre los demás. Probablemente, al hacer amistades normales, simplemente pretendía ser o aparentar ser un niño “normal”. Pero no, Elio no lo era. Nunca fue normal; él era excepcional”

    Amanda Reyes, profesora de Lenguaje y Música de Elio a sus 11 años.




    “A mí nunca me simpatizó la personalidad del niño. Es cierto que como alumno era brillante, pese a su edad. Para él eran triviales las clases que se impartían. Pero, en cuanto a personalidad, siempre noté en él un cierto recelo hacia sus semejantes (los niños más brillantes). Considero que prefería la compañía de otros niños para resaltar más y mostrar su superioridad, para sentirse más importante. Era presuntuoso, aunque mostraba esa característica con actos y no con palabras. No era hablador; era reacio a conocer gente nueva, reservado y en cierto modo manipulador. Características inofensivas en un niño, pero que yo mismo observé como se incrementaban a medida que crecía.

    En cualquier caso, mi opinión es minoritaria. También tengo que admitir que el niño tiene un trato agradable con la gente cercana a él, y suele ayudar a quien realmente lo necesita. Especial vínculo le une a su hermano, con quien parece tener más una relación paternal que fraternal, según pude apreciar en los años que los tuve a ambos como alumnos”.

    Federico García, profesor de Conocimiento del Medio y Tutor de Elio durante toda su enseñanza Primaria.

    En resumen, y en vista del expediente y los comentarios, Elio despuntó desde pequeño por su inteligencia. Su personalidad, y yo llegaría más allá: su mente, es distinta a la de los demás niños. Y es lógico pensarlo; una mente tan brillante tiene, por necesidad, que ser complicada.




    · Expediente Secundaria:

    Sobresale en la mayoría de las asignaturas, destacando entre sus compañeros. Demuestra capacidad para las matemáticas, el lenguaje, la música, y la mayoría de ramas de la enseñanza. Su promedio de notas es de sobresaliente, con una media en la ESO de 9.6. Demuestra mucha más concentración y madurez que el resto de sus compañeros.

    CI a los 13 años: 105

    CI a los 14 años: 109

    CI a los 15 años: 108

    CI a los 16 años: 111

    Los niveles de CI siguen en aumento progresivo con la edad, alcanzando los valores medios-altos comunes de la gente de su edad. Sigue siendo un misterio por qué sus resultados en los test no cuadran con sus evidentes características de superdotado.

    Opiniones de sus profesores:

    “Es un alumno brillante. El más excepcional que he tenido en mucho tiempo. Sin duda, sus calificaciones son casi perfectas; no alcanza la perfección, eso opino yo, porque él no lo quiere así. Resulta obvio que está desesperado por integrarse en la normalidad de su entorno. Falla a posta en algunas preguntas, preguntas cuya respuesta sabe a la perfección.

    Eso sí, no muestra mucho interés en sus compañeros, aunque resulte paradójico con lo que dije anteriormente. Quiero decir, se esfuerza por ser normal, pero la normalidad le es reacia. Tal vez porque los otros chicos no lo tratan como un semejante.

    Muchas veces, sus preguntas me dejan sin palabras. Un joven de su edad no reflexiona de la manera en que él lo hace. Ni muchos adultos llegan a donde él llega. Todo le aburre, porque para él, es trivial. Signos característicos de un superdotado”.

    Margarita Martínez, profesora de Biología y tutora de Elio en 1º de ESO.


    “Una mente que es como un laberinto, pero en el cual lo complicado no es salir, sino entrar. ¿Qué estará pensando? Muchas veces se abstrae de la clase, mirando al infinito, sin, aparentemente, oír nada de lo que sucede a su alrededor, meditativo. Pero, en cuanto hago un alarde de llamarle la atención, él me responde, demostrando que ha llevado a la perfección el transcurso de la clase. Así también actúa en su tiempo libre: cuando les dejo a mis alumnos tiempo para sí mismos en mi clase, él se dedica a leer en lugar de estudiar o charlar, como sus compañeros. Pero no solo lee, sino que escucha música y presta atención a todo lo que a su alrededor sucede. Su capacidad de concentración es excepcional.

    ¿Por qué esa contradicción? Atiende en clase, pero a la vez no muestra interés. Se relaciona con sus compañeros, pero a la vez prefiere la soledad. Busca integrarse, pero de nuevo a veces suele quedarse solo en los recreos, evitando, eso parece, compañías que no le sean muy allegadas.

    Mi conclusión personal es que hay algo con lo que el chico no está contento. Algo no le agrada, algo le perturba. Quizá no quiere tener esa mente tan especial. Quizá le gustaría ser normal, pero por el hecho de no ser así, le cuesta querer serlo. Una paradoja tan paradójica como su propia mente”

    Carlos Álvarez, profesor de Filosofía y Ética de Elio en su segundo año de 2º de Bachillerato; impartió también Educación para la Ciudadanía a Elio en 3º de ESO


    “Desde que conocí al hermano de Elio y la relación que ambos mantenían, comprendí qué es el verdadero sentido de ser hermanos. Aquel paternalismo era algo precioso; Elio cuidaba a Paulo siempre, le ayudaba cuando lo necesitaba… actuaba como todo un padre para él. Tal vez Paulo tenía alguna carencia de amor paternal; en lo personal ya no puedo entrar.

    En definitiva, Elio trataba a Paulo como a ninguno de sus amigos. Él no solía tomar confianza con facilidad, luego su hermano tenía que ser muy especial para Elio. Era… como si le faltase una parte de su “yo”, y Paulo la rellenase.

    A parte de su hermano, no tenía muchos amigos de verdad. Aunque era muy bueno y agradable con todos, no solía sincerarse, no solía confiar. Excepto su amigo David, con quien tengo entendido mantenía una relación de amistad desde muy pequeños. Dos personas tan opuestas… supongo que cada uno buscaba en el otro lo que a él le faltaba: a David, esa mente brillante, ese saber estar y concentración; y a Elio, espontaneidad y alegría natural. Lo curioso es que parece que solo a David se le estaba pegando lo bueno de Elio”.

    Candela Arroyos, profesora de Inglés de Elio durante los cursos de 3º y 4º de ESO.

    La opinión general es clara: Elio es brillante, con gran capacidad de razonamiento, concentración y saber estar. Es amigo de sus amigos, pero algo reacio a lo nuevo. Pero con la opinión con la que no estoy de acuerdo es con aquella bastante común de que Elio “ansía ser normal”. Creo que esto no es así exactamente: es algo más profundo, algo que va más allá. ¿Por qué esa actitud de Elio de querer “normalizarse”…? No lo sé, pero bien seguro hay un motivo que va más allá de lo que podamos imaginar.




    · Expediente Bachillerato.

    Excelentes notas, con una media de 9’5. En los cursos de Bachillerato, Elio repitió segundo. No por malas notas, naturalmente, sino porque, según él, quería “subir nota”.

    Prácticamente ninguno de sus compañeros ni de sus profesores vieron eso lógico. Está claro que había un motivo más allá de las notas. Unos afirman que lo hizo por su amigo David, quien repitió curso. No estoy de acuerdo. Lo que yo creo es que pretendía “ganar tiempo”. Elio no tiene aspiraciones, a él no le llama la atención ninguna profesión, ningún tipo de estudios superiores. ¿Qué haría, entonces? ¿Nada?

    Por eso, opino, quiso repetir, para ganar, o más bien perder
    , tiempo. Aunque quizá el tema sea demasiado trivial para alguien como él… en cualquier caso, carece de lógica que lo hiciese para subir nota, ¿qué pretendería subir?

    Es más; de haber seguido vivo, sus notas finales podrían incluso haber bajado. En los últimos días de vida del chico, mostró una negativísima actitud. Incluso pasó del sobresaliente al suficiente en algún examen, incluyendo el de mi asignatura. El repentino cambio de esos dos o tres días antes de morir tal vez se relacionase con el porqué se suicidó. Pero resulta ilógico pensar en algo que pueda cambiar tanto la actitud de un chico de forma tan repentina, mucho más tratándose de un chico como él, con tanta templanza y entereza.

    CI a los 17 años: 108

    CI a los 18 años: 107

    CI a los 19 años: 107

    Como se aprecia, disminuye ligeramente su CI respecto al de los cursos de secundaria obligatoria. Analizando las pruebas que ha hecho durante su evolución, me di cuenta de que las preguntas que falla Elio son recurrentes: siempre son del mismo tipo. Depende del año, falla más o menos de esas preguntas.

    Parece que lo hace a propósito. Salta a la vista que falla a posta las preguntas que le interesa para no sobresalir demasiado. Por eso, su CI verdadero no es para nada común, nada mediocre. De seguro, si hubiese hecho los tests correctamente, su CI habría sido el de un superdotado. Pero, ¿por qué fingir tener menos inteligencia de la que realmente tiene? ¿Acaso es cierto su empeño en “normalizar” su vida? No tengo claras las respuestas.

    Opiniones de sus profesores:

    “No me reiteraré en lo que dije sobre su evolución en la ESO. Sólo comentaré detalles que noté que cambiaron al entrar en Bachillerato

    Lo más llamativo es sin duda la relación con su hermano. En un principio todo siguió tan normal; pero, aproximadamente en la última semana de vida de Elio, la relación cambió drásticamente. Elio se mostraba distante, evitaba a Paulo. No sé si esto se debe a esos problemas que lo empujaron al suicidio… pero es bien posible.

    Y por otro lado, algo completamente contradictorio: la relación con esa chica, Selena. Aquella chica nueva que se mudó a la ciudad un mes antes de su muerte. Al poco tiempo de llegar, ya empezaron su relación de pareja. Es muy extraño que Elio tomase tal confianza en tan poco tiempo.

    ¿Por qué ese cambio de actitud con su hermano? Y si tan mal estaba como para dejar de lado a quien tanto quería, ¿cómo es que sustituyó a su hermano por una desconocida?”

    Carlos Álvarez, profesor de Filosofía y Ética de Elio en su segundo año de 2º de Bachillerato; impartió también Educación para la Ciudadanía a Elio en 3º de ESO


    Personalmente, como profesor de Literatura del segundo año de segundo de Bachillerato de Elio, afirmo que es con diferencia la persona más interesante que he conocido en mi vida. Es una mina en explotación, una mente enigmática a la par que brillante. Lo que realmente piensa, lo que le preocupa y lo que no, lo que quiere… todo eso no son más que misterios que nunca sabremos, ahora que ha fallecido. Y es una lástima que en su carta de suicidio no aclarase nada del motivo que lo arrastró a ello. Aparentemente, tenía una gran vida. Pero, ¿quién sabe? Creo que nunca nadie llegó a entender su situación y sus preocupaciones. La relación con su hermano resentida, la bajada de notas… y el suicidio. Lo más lógico es pensar que todo radica en el mismo origen, un origen que nos resulta incierto. Todo lo que podamos deducir no son más que teorías.

    Lo único cierto es que el mundo ha perdido un gran joven cuya mente y cuyo futuro eran prometedores. Es una pena pensar que, posiblemente, si hubiese comentado sus problemas, ahora mismo Elio Jiménez seguiría vivo.
     
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    TERCERA PARTE – CONVERSACIONES

    Un chico flacucho, de aspecto débil y cansado, con el pelo de un color rubio ceniza y profundos ojos, escuchaba con lágrimas en éstos cómo sus padres lloraban desesperadamente en la planta baja de la rústica casa. Encerrado en su habitación, temía salir de allí; toda aquella casa le recordaría a él, a su hermano, a su querido hermano.

    A pesar de ser tratado como un crío por sus sobreprotectores padres, Paulo Jiménez ya tenía 16 años y era lo suficientemente mayor como para entender todo lo que estaba pasando.

    Sabía muy bien que su hermano se había suicidado, ahorcado. Lo que sí que no entendía, ni él ni nadie, era por qué. ¿Por qué hacerlo? Incluso dejó una nota tirada en el suelo, junto a aquel taburete que apareció caído de una patada. Elio se había colgado con una soga corta en una de las anillas olímpicas que tan poco utilizaba, colgantes del techo de su habitación.

    El problema es que la nota no aclaraba nada. “No me siento con fuerzas par continuar viviendo. Quiero dejar de vivir. Mi decisión está tomada. Siento el daño que pueda causaros. Elio”.

    Paulo nunca la leyó, pero le fue fácil enterarse de su contenido; sus padres la repitieron hasta la saciedad.

    En los días posteriores a la tragedia, el silencio imperaba en la casa la mitad del tiempo. Las lágrimas corrían la otra mitad.

    Paulo solo veía a sus padres cara a cara a la hora de comer y poco más. Lo único que quería era estar solo; ahora, siempre tendría en la conciencia la pena de haber perdido tan repentinamente la relación con su hermano. La duda de si fue por algo que tal vez hizo él por lo que Elio se mantuvo tan distante en los últimos días de su vida. Casi se podría decir que cambió al poco tiempo de conocer a Selena…

    Esa chica no le cayó nunca bien. Fue aparecer ella y distanciarse progresivamente su hermano de él. Paulo siempre sintió resquemor hacia la hermosa joven, quizá injustificado. Tal vez esa sinergia que sentía Elio por él la reemplazó Selena. Esa “parte de sí mismo” que Elio siempre atribuyó a Paulo, quizá pasó a rellenarla Selena. La cuestión es que su hermano, aquel que tanto le cuidó y quiso desde siempre, había muerto sin explicar el porqué de su actitud con él.



    Fue al día siguiente del entierro cuando Paulo escuchó a sus padres hablar entre lágrimas en la planta inferior, siempre refugiado en su cuarto.

    —¿Y qué vamos a hacer ahora, eh? —sollozaba su madre—. Mi niño…

    —Cálmate, Valeria —replicaba su padre con apenas varias lágrimas en sus ojos.

    —¿¡Qué me calme!? ¿Es que no te das cuenta que nuestro hijo se ha suicidado? ¡Se ha suicidado! ¡¡Suicidado!!

    —No es necesario que me grites.

    —¡A ti nunca te importó tanto como Paulo! —se quejó la mujer.

    Esas palabras marcaron a Paulo. Nunca se sintió más querido que su hermano por sus padres. Tan solo sobreprotegido, y en especial por su madre, desde el incidente en el colegio. Su enfermedad puede ser un grave riesgo, pero de ahí a estar casi encerrado en su habitación…

    No, Paulo no pensaba que su padre le quisiese más a él que a Elio. Ni su madre tampoco lo quería más.

    —Paulo es distinto —volvió a replicar el padre.

    ¿Distinto? “¿Por la hemofilia?”, pensó. No comprendía como para sus padres puede ser tan trascendente una enfermedad a la que ni él mismo otorgaba tanta importancia como ellos.

    Algo extrañado, salió de su cuarto y se acercó a las escaleras, buscando oír mejor la conversación.

    —¡Los dos son nuestros hijos! Sé que no es lo mismo… ¡pero…! Elio no merecía morir tan joven —lloraba su madre.

    —Elio eligió morir joven —mencionó con tono frío el padre—. Se suicidó. ¡La culpa es suya!

    Un fuerte sonido de una bofetada resonó en la casa.

    —No digas que tu hijo tiene la culpa. ¡Elio no tiene la culpa! —gritó histérica la mujer.

    Entonces el padre, llevándose una mano al pómulo dolorido, comenzó a llorar.

    —A mí también me duele que Elio haya muerto. Eso no lo olvides. Pero… no deja de ser su elección morir. Si no, no se habría suicidado.

    —Estoy segura de que había algo, nadie hace eso sin motivos —sospechó la madre, algo más tranquila—. El solo pensar que ese motivo lo he podido provocar yo…

    Y volvió a llorar.

    Entonces Paulo, que no pudo evitar derramar lágrimas al pensar en ello, sospechó que quizás fue su culpa que su hermano se suicidase. ¿Y si hizo algo que provocó que se enfadase con él, y eso fue a más? ¿Y si eso fue el motivo?

    —No llores, cariño —el marido abrazó a su mujer.




    El día pasó, y con él los siguientes días, como eternos remansos de silencio y pena. Poco a poco, las lágrimas desaparecían y las cosas volvían a la normalidad. Hasta que un día, estando Paulo recostado en su cama, a punto de dormir, oyó en el cuarto contiguo, perteneciente a sus padres, como ella comentaba algo.

    —Mira. ¿Recuerdas esto? —dijo, sonriendo con pena—. Es el babero de Elio. El que tenía desde que llegó a la familia. Desde pequeñito.

    El padre la miró. Su sonrisa de ternura comenzó a tornarse en lágrimas, otra vez.

    —Mi niño —lloraba ella—. ¿Por qué lo hizo, Paulo? ¡¿Por qué?!

    El padre no lo sabía. Nadie lo sabía.

    —No lo sé —dijo Paulo padre—. No lo sé…

    —¿Tendríamos la culpa nosotros?

    —No pienses en eso ahora —pidió él.

    —No puedo evitarlo, Paulo. ¡Era mi hijo!
    —Aún tienes a Paulo… tenemos que aprender a vivir sin él.

    Ella se mordió el labio de rabia. Toda su pena, toda la rabia acumulada en su interior, la iba a liberar contra su marido en ese mismo instante.

    —Eres un insensible. Nunca has querido a Elio como quieres a Paulo. Para ti son totalmente distintos.

    Guardó silencio.

    —¿Acaso me equivoco, Paulo? ¡¿Me lo vas a negar?! ¡Para ti Elio no fue un hijo como tal! ¡Solo te importaba Paulo!

    —¿Es que tú no quieres a tu hijo, Valeria? ¿No quieres a Paulo tanto como yo? ¿¡Preferías a Elio!? —el hombre comenzaba a exteriorizar toda su rabia también.

    —¡Yo los quería a los dos por igual! ¡Los dos son mis hijos!

    —Puede que para ti sí, ¡pero entiende que para mí no es lo mismo! No puedo compararlos, y aunque los quisiera a los dos, para mí, ¡Paulo es especial!

    —¡Pues no lo entiendo! —replicó a voz de grito la mujer.

    —No grites. Vas a despertar al niño —el hombre se tranquilizó, y su mujer comprendió que tenía razón.

    Pero lo cierto es que Paulo Junior estaba despierto, escuchando la conversación, sin terminar de comprender que tenía él de “especial”.

    —Acaso —siguió la madre, ya hablando con un tono más bajo y calmado—, y contéstame con sinceridad; acaso si el tratamiento no hubiera funcionado, y Paulo hubiese sido como Elio, ¿habrías querido menos a Paulo? ¿Habrían sido iguales para ti tus dos hijos?

    El padre tardó en contestar, pero al final dijo:

    —Sí.

    ¿Tratamiento? Paulo no sabía si de nuevo se referían a la hemofilia. ¿Un tratamiento que, de no haber funcionado, habría hecho que él fuese como Elio? Tal vez se refiriesen a alguien “normal”, sin hemofilia. Pero entonces no tendría sentido… ese tratamiento, ¿fue lo que le causó la hemofilia? No tenía lógica.

    Dándole vueltas al asunto, y llegando a conclusiones absurdas, Paulo se quedó dormido.
    Al día siguiente, la tensión en la casa Jiménez-Hernández se podía cortar con un cuchillo. La madre no olvidaba las palabras del padre, y en cuanto este volvió de su largo trabajo y el niño se fue a la cama, la conversación volvió a surgir. Y Paulo, una vez más apostado en las escaleras, volvió a oír con más curiosidad que otra cosa las palabras de sus padres.

    —El tratamiento funcionó —dijo la madre, iniciando la conversación de la noche anterior como si ésta continuase desde el punto en que se quedó—, pero Paulo nació con una gravísima enfermedad. Ahora es muy frágil, y le espera una vida en la que tendrá que prestar atención a todo en todo momento. ¿En serio me estás diciendo que prefieres que Paulo tenga hemofilia a que sea como era Elio?

    —Simplemente—replicó algo cansado Paulo padre— me hubiese gustado que hubiese nacido sin ninguna enfermedad. Pero aun así, para mí es especial. Porque ha nacido de mí, tiene mi sangre —paró un momento. Luego siguió—. Elio no.

    Él tiene su sangre… ¿y Elio no? Paulo comenzó a asustarse. No estaba seguro de si quería conocer la verdad, pero en cierta manera se sentía obligado a hacerlo.

    —Cuando intentamos tener un niño —empezó la madre a hablar—, no podíamos tenerlo. Por mucho que lo intentamos, nunca me quedé embarazada. Todo era por el bajo REM de tu esperma. Y otros recursos como la fecundación in vitro se nos salían del presupuesto. Así que los dos estuvimos de acuerdo en adoptar. ¡Estabas encantado con Elio! —sonrió mientras lo decía—. Los dos lo estábamos. Nuestro sueño, nuestro niño, tan indefenso, con apenas seis meses. Un niño que se quedó sin padres prácticamente al nacer. Tú lo querías como a nada en el mundo.

    Paulo Jr. no daba crédito a lo que oía. Su madre continuó relatando la historia.

    —Y entonces, nos enteramos de un nuevo tratamiento con el que quizá podríamos tener un niño de manera natural. Te empeñaste tanto en tener un niño, sangre de tu sangre. Así que lo probamos; ¡y funcionó! Y entonces, fui la mujer más feliz del mundo por segunda vez. Nació Paulo, nuestro segundo hijo.

    Paulo padre permanecía callado mientras oía atentamente.

    —Desde ese momento —continuó ella—, empezaste a olvidar que tenías otro hijo. Solo te centrabas en Paulo, al que te empeñaste incluso en llamar como tú. Creo que era más una obsesión por poder tener hijos que el cariño que le tenías. Para ti, Elio era la prueba de tu fracaso; un niño al que adoptamos porque tú no podías tener hijos. Y Paulo, la prueba de tu éxito, tu hijo natural. Así que no me mientas: tú no los querías igual. Si hubiese sido Paulo el que hubiese muerto… ahora mismo aún estarías llorando. ¡Y no entiendo por qué eres así! Para mí, que lleve mi sangre o no es indiferente. Un hijo es un hijo, y a los dos les he dado cariño a partes iguales.

    —Cariño…—el hombre fue bruscamente interrumpido por la mujer.

    —¿Es que no veías como se querían tus dos hijos? ¿No veías el fortísimo vínculo que les unía? Ellos eran como hermanos de sangre. Y de hecho, ¡ambos creyeron siempre serlo! Y aunque se lo hubiésemos contado, ¿crees que habrían dejado de ser uña y carne?

    Agachó la cabeza, sabiendo que todo lo que ella decía era cierto.

    —¿Por qué no supiste nunca actuar como ellos y querer a tus hijos por igual, tengan la sangre que tengan…?

    No hubo respuesta.

    La casa quedó en silencio sepulcral; solo se escucharon, pasados unos segundos, el llanto de una madre por impotencia; el de un padre por darse cuenta de que no actuó como debería; y el de un joven por descubrir una verdad que le hirió profundamente.

    Sintió que su hermano nunca fue en realidad su hermano… pero aun así, lo seguiría queriendo como si lo fuese.

    Tan solo una idea flotaba en las mentes de todos los que en esa casa lloraban: ¿debería haber sabido Elio, antes de morir, la verdad? ¿Habría eso provocado que su suicidio se diese antes? ¿Tal vez sospechaba algo?

    Nunca nadie supo por qué Elio se suicidó. Y nunca los padres tuvieron el coraje de contarle a Paulo la verdad, algo que ya sabía: su hermano nunca tuvo su misma sangre.
     
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    CUARTA PARTE – ENTIERRO

    Cuando llegó el ataúd, supe definitivamente que todo era verdad. Que no era un mal sueño, como me hubiese gustado que pasase. Que Elio había muerto.

    Cuando lo metieron en aquel agujero, me di cuenta de que nunca más le vería. De que él mismo había decidido que todo acababa. De que no pensó en su familia, en su novia… en mí, cuando se suicidó.

    Cuando vi a esa pobre madre llorando, y a su hermano, mostrando valentía al acudir al entierro, destrozado, supe que Elio era un cobarde que decidió hacer sufrir a sus seres queridos para aliviar su “sufrimiento” antes que contarnos sus problemas para ver si podíamos ayudarle a superarlos.

    Cuando me encontré allí, en el entierro de mi mejor amigo, supe que era el final, nunca más volvería a verlo.

    No derramé una sola lágrima, porque en ese momento estaba abstraído. Mi mente no estaba en aquel lugar, a pesar de que mi cuerpo sí. No quería asumir aquello, no podía asumirlo. Pero era la verdad.

    Aún a día de hoy me pregunto por qué lo hizo. Y eso será algo que nunca sabré, porque él ya no está para decírmelo. Ya no está para contarme qué le pasó, qué narices le pasó con su hermano.

    Tan solo sé que, vivo o muerto, como él bien decía, una parte de su alma estará siempre dentro de mí. Y al mismo tiempo, con él se va una parte de mi alma.



    Tal vez no nos conocimos por mucho tiempo, pero yo le quise. O al menos eso quiero creer. ¿Qué sentí yo por Elio en el mes escaso en que estuvimos juntos? ¿Se le puede llamar amor a lo que siento? ¿Sentía él amor por mí…?

    No lo sé. Solo sé que fui feliz el tiempo que estuve con él. Fue una suerte conocerle, y sé que más personas se alegraron de conocerle. Porque él es especial, eso es un hecho.

    Puede que si mostré interés en acercarme a él fue por egoísmo propio. Por hacer realidad, de algún modo, lo que no me veo capaz de cumplir.

    En cualquier caso, hoy, frente a la tumba de Elio, puedo decir que me siento orgullosa de haber sido su novia.



    No sé de dónde podría sacar fuerzas para vivir sin mi niño. Sin mi hijo, al que quise siempre como si fuese mío. Ver el entierro de un hijo es algo que no se merece nadie. Me quedé sin lágrimas. Ahora mismo, si pudiera, me cambiaría por él.

    Pero, ¿por qué lo hizo? ¿Por qué mi Elio quiso quitarse la vida? Mi niño, con toda una vida por delante, y ahora está enterrado.

    Nunca encontraré palabras para explicar la pena que sentí al ver cómo le enterraban. Todavía hoy, y por el resto de mis días, sentiré esa pena que me mata por dentro.

    Ahora yo estoy tan muerta como Elio. Porque al morir mi hijo, yo muero con él.



    Tal vez no fui un buen padre. Quizá mi mujer tiene razón, y no le di todo el cariño que se merecía. Después de todo, qué más da la sangre que corra por sus venas; es mi hijo, y lo será siempre.

    Cuando presencié su entierro, deseé que un rayo me partiese en dos. Deseé que la tapa se abriese y Elio se levantase, que empezase a andar y empezásemos de cero. Tener otra oportunidad para demostrarle lo que puedo llegar a quererlo, para enmendar mi error.

    Ahora… ya es demasiado tarde.



    ¿Y qué haré sin él yo ahora? Sin el que no solo fue mi hermano, sino también mi padre y mi amigo. Sin aquel que me hizo reír tantas veces, sin aquel que hizo que dejase de llorar cuando estaba triste.

    Los lazos de sangre no importan. Siempre será mi hermano.

    Tan solo me lamento de no haber pasado los últimos días de mi vida con él. Me lamento de ese distanciamiento al que nunca encontré explicación, pero que quizá hubiese podido solucionarse si hubiésemos hablado las cosas. Sé que no pasará un solo día de mi vida en el que no me arrepienta de eso.

    Cuando lo vi enterrado… solo pensé en que, al menos, me hubiera gustado despedirme.



    A lo largo de mi extensa trayectoria docente, he tenido algunos alumnos, por suerte no muchos, que, trágicamente, han acabado como Elio: suicidándose. A la mayoría de ellos les azotaban terribles problemas familiares, o de otra índole, que les hacían insoportable su vida. No tenían madurez suficiente como para resistir, y esa fue para ellos la única salida.

    Pero Elio era diferente. Su entereza era formidable; él no se habría achantado por problemas simples. Algo muy serio debía pasarle para tomar tal decisión.

    Fue, con diferencia, el alumno más fascinante que tuve. Me sentí en la necesidad de ir a su entierro y darle el pésame a su familia. Fue una terrible pérdida; así lo juzgo yo profesionalmente hablando, y así lo juzgaría cualquier conocido suyo en cuanto a lo personal.





    QUINTA PARTE – NOTICIAS

    (Varios días después del entierro, telediario informativo en un canal “x” de la televisión)

    Programa 1:

    —Selena Vázquez, una joven de dieciocho años, lleva más de diez días desaparecida. La policía ha iniciado la búsqueda intensiva de la joven. La familia descarta la posible fuga, y no rechaza la hipótesis de que hayan podido secuestrarla.

    —Así es; la joven, por lo visto, partió, según su madre, de vuelta a su ciudad natal. En ningún momento dio detalles de qué pretendía hacer allí. La policía ya está recorriendo las calles y afueras de la ciudad en busca de la joven y los ciudadanos se han volcado en su busca.

    Programa 2:

    —Aún a día de hoy, no se ha encontrado a la joven desaparecida hace más de un mes, Selena Vázquez.

    —La joven se llevó su teléfono móvil, pero cuando se intentó contactar con ella, éste no daba señal. La familia sigue insistiendo en la idea de un secuestro, esperanzados de que Selena sigue con vida.

    —Por su parte, la policía ha comenzado a plantearse la hipotética muerte de la joven. Ésta no se ha divisado aún en las calles de la ciudad adonde supuestamente se dirigía, y ningún ciudadano afirma haberla visto.

    Programa 3:

    —Noticia de última hora, se ha descubierto el teléfono móvil de la joven desaparecida hace más de dos meses, Selena Vázquez.

    —El aparato se encontraba desprovisto de batería y tarjeta de memoria. Fue encontrado sumergido a las orillas del río, a las afueras de la ciudad, completamente destrozado e inservible.

    —Se ha comenzado a registrar el río, bajo la creencia de que el cuerpo de la chica puede encontrarse en alguna parte de éste.

    —La madre de la joven ha querido responder ante nuestras cámaras.
    (Entre sollozos, la madre de Selena aparece en pantalla, hablando con dificultad)
    —Si mi niña, por cualquier motivo, me estuviese viendo… por favor, Selena, vuelve a casa, estamos muy preocupados. Yo… yo solo espero que todo esto no sea más que una equivocación. Mi niña… mi niña no puede estar en ese río. Queremos dar las gracias a la policía por su excelente labor. No vamos a perder la esperanza, nunca.
    (Selena no volvió a aparecer. Su paradero quedó en misterio, y nunca se supo si realmente estaba viva o muerta. La policía desistió en su búsqueda, y la creencia popular fue que su cuerpo había sido arrastrado por la corriente hasta el mar, tras haber sido asesinada. Unos afirman que fue un violador, otros que se trató de un asunto personal. Los más morbosos hablaban de cuentas pendientes por temas de drogas o similares. La cuestión es que el caso de Selena pasó al olvido popular, como tantos otros, y nunca se supo su desenlace)
     
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    Ay. ay, ay. Demasiado misterio para mí y conforme los días pasan y nos das a saber los diferentes puntos de vista relacionados con Elio, más especulaciones (que son prácticamente las mismas que muestras aquí), llegan a mi mente.

    Jejeje, bueno, antes que nada, hola. Ya tenía pensado leer y dejarte comentario desde antes, pero pones los capítulos muy rápido y cuando quería comentar, zaz, ya había otro. Ni modo, para que se me quite la pereza de leer XD. Hm, me está encantando cómo estas llevando este misterio del suicidio de Elio. Cuando explicaste cómo funcionaría cada parte, no lo comprendí del todo, hasta que después leí las siguientes, entendí y me gusta. El suspenso está a flote o por lo menos en mí. No sabes el deseo que tengo de saber cómo continúa esto. Desafortunadamente mi espíritu de detective es muy pobre, razón por la que no se me dan esta clase de historias y casi no he leído por mi parte; pero es obvio que a ti se te dan y bastante bien. Lo mismo con la escritura, es sencilla y fácil de leer por lo que en realidad ni noté lo largo del primer capítulo n.n

    Ahrora bien, como principio, la delcaración de David a la policía en el interrogatorio es una buena introducción. Allí se descubre que Elio se mató y que todo girará en torno a él y sus posibles razones de por qué lo hizo (la suposición de una clase de asesinato me resulta un tanto fuera de lugar dada la evidencia mostrada, pero no puedo asegurar nada). Estas razones comenzon a desvelarse a partir del capítulo dos con los informes de los profesores que estuvieron a cargo del muchacho en diferentes etapas de su vida como estudiante y que otro mismo docente recopiló.

    Aquí me lo pensé bastante. La alución de que se suicidó por no poder encajar con los demás por mucho que lo intentara haciéndose pasar por un chico normal cuando en realidad era una clase de genio, yo me la descarto. No sé por qué, pero para mí no sería el motivo de mayor peso en su decisión. Si me piden algo relacionado con esto, diría que él se reprimía y mucho. Tal vez sí, para parecer "normal", pero el asunto es que se reprimía y pues no se puede meter el océano en un vaso de cristal sin que este termine por explotar, ¿verdad? Siento que llegó un punto en la vida de Elio que simplemente ya no pudo contenerse y optó por ¿la salida fácil? :/ Asimismo, puede que parte de la presión aumentara con eso de Paulo y su condición. Que su madre lo pusiera tan al pendiente de él (casi obligado), yendo de aquí pa' allá, detrás de él para cuidarlo todo el tiempo, pudo poner su gotita en ese vaso lleno y a punto de colpasar. Tendría que reconocer que el amor por alguien puede llevarte a hacer por él lo que sea, pero actualmente todo el mundo se cansa y fastidia. Podría ser que lo mismo le sucediera a Elio.

    ¡Pero!, y este es un gran ¡pero!, llegan más posibles causas en este último capítulo de las conversaciones que vuelven a hacerme pensar y dudar ._. Algo tremendeamente revelador se nos hace visible a nosotros los lectores, como a Paulo; ocasionando (estoy casi segura) en todos el mismo sentir: sorpresa total; estado de shock catatónico. Adoptado; palabra absolutamente nada agradable para cualquier hijo que cree ser parte (sangíneamente hablando XD) de una familia. Y las dudas invaden mis pensamientos. ¿Realmente Elio supo de alguna manera que era adoptado? Si lo hizo, ¿recordaría alguna vez en la que su padre lo trató diferente a Paulo, demostrando lo relativamente poco que pudiera importarle? ¿Eso fue lo que lo llevó a actuar tan cegado de la realidad? Hum, supongo que debe ser terriblemente doloroso enterarse de algo como esto; es decir, su a Paulo le impactó, que no era el afectado por derecho, ¿qué pudo causar en Elio si llegó a enterarse? No obstante, este asunto por sí solo me parecería una exageración. Tampoco considero que fuera el principal fundamento de su resolución a quitarse la vida; uno más, sí, pero no el principal.

    Ahora bien, me tienes sospechando sobremanera de la novia, esta tipa Selena. Que Paulo nos hiciera saber que desde que Elio la conoció iniciaron sus actuares raros, diferentes y distantes ya me preocupa; todavía más si él no confió nunca en ella. A veces los instintos o intuiciones hay que seguirse, ¿no? Hasta este punto la muchacha no ha salido mucho; no cumple un papel trascendental en la historia salvo el de ser la reciente novia del difunto, que sufre tanto como los otros y que aparentemente está tan ignorante en cuanto al detrás de todo como los demás. ¿Pero qué tan cierto es eso? Tengo la impresión de que puedes darnos bastante sorpresas. ¿Qué me garantiza a mí que Selena no tiene un doctorado en extorción o es demasiado persuasiva? ¿O qué me asegura que Elio no fuera un tanto sugestionable? Es decir, por muy cerebrito que sea una persona, siempre tendrá una debilidad. ¿Demasiadas congeturas que ni al caso? Tal vez, pero tenía que expresarlas. Me pregunto qué nos tendrás preparado en los consecutivos episodios. Los espero con ansias y nada, me despido que volví a dejar testamento acá. Ojalá no te aburras de leer tanta incongruencia XD. Te cuidas.

    Hasta otra.

    P.D. Psss..... Luego edito para el cuatro ._. o el quinto a ver quién gana XD

    Editando...

    ¿Eh? Lo de Selena no me lo esperaba para nada o.o ¿Pasar al olvido? No puede ser. ¿Qué tan conectado puede estar esto que le pasó a ella con lo de Elio? ¿Asesinatos? ¿No podría ser algo deliberado, planeado astutamente por ella de igual forma? Aunque tendría que habérselo planificado a lo bien, sin duda, y no estoy segura de que el tiempo le alcanzara, por lo que puede que en verdad fuera secuestro u homicidio. Vaya, una verdadera sorpresa; es una pena que no se tomara tan en serio el asunto después de hallarse el celular. Desafortunadamente eso pasa con incontable cantidad de secuestros o asesinatos; se cierran sin ser resueltos verdaderamente. Igual, yo insisto en mi idea que quizás fue una liberación para ella (?) No sé, al leer su opinión con respecto a Elio a la hora de su entierro me la imaginé, sospechosa o muy arrepentida por algo, ¿con cargos de conciencia? :/ Ah, estoy acabando mis neuronas de tanto pensar.

    Me gustaron estas dos parte; la cuarta sobre todo, por el sentimentalismo que se demuetra. Hay varias reacciones por parte de todos los conocidos. Es verdad que el dolor predomina en los seres cercanos a Elio, pero se mezaclan con otros. En el caso de David está la insertidumbre de no saber por qué su amigo hizo lo que hizo y claro, quizás algo de rencor por dejarlo solo o por ateverse a cometer semejante acto de cobardía. En el caso de su padre, al dolor se le suma el arrepentimiento, el que normalmente llega cuando no ha vuelta atras -.- La madre, esa si es puro sufrimiento y de Paulo, hm, otro sospechoso. ¿Así que en verdad se vieron envueltos en una clase de distanciamiento? Aunque parece que al mismo chico le parece confusa la situación. Me pareció lindo que también pensara en arreglar las cosas, cuando ya no se pudo hacer nada al respecto, pero la intención es lo que cuenta.

    Jajaja, ¿sabes? Creo que en lugar de que en mi cabeza se resuelva el misterio, más dudas y conjeturas me llegan XD Igual, reitero que la historia está increíble y menos mal que ya me puse al tiro con todos los capítulos. Gracias por esperar. Creo que ahora sí me despido o no me iré de aquí nunca. Nos estamos leyendo. Te cuidas.

    Hasta otra, de nuevo XD
     
    Última edición: 23 Agosto 2013
  6.  
    Kaladin

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    ¡WHOA~! (<-- A partir de ahora así comenzaré mis comentarios :3)

    ¿¡QUÉ!? ¿¡YA ESTÁ!? ¡Rayos! Me lo he leído demasiado rápido... y eso que las historias de más de un capítulo y que son bastante largos me cuesta ¡HORRORES! leer, pero en esta historia es un caso diferente. Tal vez porque amo las historias, series o pelis de este tipo, no lo sé, pero me has tenido atrapada desde el primer párrafo del primer cap. Aquí tienes lectora de esta historia *O*.

    Bueeenuuu~, al caso: ¡Meencantameencantameencantameenecantameencantaaaaaa~! (<---Espero que se pueda entender, son solo dos palabras repetidas muchas veces (?)) ¡KYAAAA! No noté faltas, enhorabuena :DD *celos y envidia mode: ON (?)* (¡Eres el señor de la ortografía! (?) Okno ._. Me he emocionado xDDD) y tu narración está perfecta *O*

    Te admiro. *o* *se lo apunta en una lista de la gente que admira a la hora de escribir(?)* Y una pregunta: ¿La definición esa de las almas de Elio te lo has copiado de algún sitio, no? Porque la primera vez que lo leí no me quedó claro, tuve que releérmelo varias veces y me dije si en verdad te lo has inventau o no xDD

    Ah, y lo de Paulo y Elio me dio pena... eran hermanos adoptivos D': Es bastante triste saberlo después de años y de que tu hermano se suicide D:

    Buenu, aquí ta el comentario :3 (espero que no me lo eliminen ._.)

    ¡Sayonara~!
     
    Última edición: 21 Agosto 2013
  7.  
    MrJake

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    Sé que este capítulo es corto; de hecho, lo iba a unir con la última parte, que es más larga, pero preferí dejarlo así para generar más intriga y no revelarlo ya todo :D Lo sé, soy cruel >:D

    SEXTA PARTE – MENSAJES

    Mensaje de texto por telefonía móvil, 27 de mayo (una semana después del entierro)

    Tengo algo importante que decirte. Me gustaría que volvieses a la ciudad para hablar. Avísame cuando estés llegando; te espero en la orilla del río. Ven sola y no llames mucho la atención, si es posible.

    Germán.



    Carta, 17 de abril.

    A Selena:

    ¿Qué tal todo por tu nueva ciudad? ¿Has hecho nuevos amigos?

    Por aquí todo sigue como de costumbre. Es un rollo, toda esta ciudad en sí es aburrida. Ahora te voy a echar de menos, créeme. Sin ti los días pasarán muy lento.

    ¿Recuerdas aquella tarde que pasamos los dos en las orillas del río? Nos lo pasamos estupendamente, con aquel sol que tanto calor daba… esos momentos los echaré de menos.

    Eh, pero, ¿vendrás a verme, no? ¿O piensas dejar tirado a tu amigo?

    Es una pena que tu madre no encontrase trabajo por aquí. Pero en fin, la vida, ¿no?

    No se me ocurre qué más decirte. Que te echaré de menos y tal, ya sabes que escribir no es lo mío. Así que nada más: espero verte pronto.

    Un beso. Germán.



    Conversación por mensajería instantánea, teléfono móvil; 10 de abril.

    ¡Hola!
    ¡Hola! ¿Qué tal todo?

    Pues… no sabría decirte si bien o mal.

    ¿Y eso? Mira que te gusta hacerte la interesante…

    ¡No seas bobo! Es el tema de mi madre. Ha encontrado trabajo.

    ¡Pues eso es maravilloso! ¿…No?

    No tanto. Resulta que le ofrecen un puesto de trabajo en otra ciudad. Aquella que se ve a lo lejos tras la colina a la otra orilla del río, ¿sabes? No está muy lejos… el problema es que, por carretera, se tardan unas cuatro horas.

    ¿¡Cómo!? ¿Te marchas? ¿Te mudas?

    Sí. Me encantaría quedarme, Germán, pero mi madre no puede rechazar esta oportunidad. Necesita el trabajo.

    ¿No dices nada…?

    Es que… no sé qué decir.



    Carta, 18 de abril.

    Germán:

    Me ha alegrado mucho recibir tu carta. ¡Que sepas que no te olvido! ¿Cómo te voy a olvidar? Eso nunca.

    Aún no he conocido a nadie aquí. Estos tres días los he pasado encerrada en casa. Pero la ciudad es bonita, ¿eh? Al menos, lo que he podido ver en el coche y desde la ventana.

    Mañana me incorporo al instituto. La verdad es que estoy bastante nerviosa. Sabes que hacer nuevos amigos nunca ha sido lo mío.

    Oye, ¿y esto de escribirnos cartas? ¿Olvidaste que existe el móvil? Bueno, supongo que así es más divertido. Siempre te ha gustado hacer las cosas de forma diferente, ¿eh?

    Me pregunto qué tipo de gente conoceré. Me da miedo pensar que no encuentre ningún amigo aquí. Aunque supongo que los amigos tampoco se buscan, sino que surgen solos.

    Bueno, me alegro de que todo siga bien por allí. Mi madre se quedó con las ganas de conocerte, nunca os presenté, y eso que eres mi mejor amigo. Siempre estoy hablándole de ti. Ella te llama “el chico diez”, ¿sabes? Es que te pongo siempre por las nubes. Ya sabes que para mí eres el chico perfecto, mira qué gusto tengo, oye.

    En fin… hasta pronto, espero. Y hazme una visita un día de estos, ¿no?

    Atte., Selena



    Carta; 25 de noviembre, año anterior al suicidio.

    A Germán:

    Lamento lo sucedido ayer. No me atreví a contártelo, hasta ahora. Pero quiero que sepas que ante todo, quiero que mantengamos nuestra amistad. No me gustaría que por esta tontería dejásemos de ser amigos.

    Fui una tonta al creer que tú sentirías algo por mí. Sé que no debí besarte tan repentinamente… ahora lo recuerdo y me avergüenza mirarte a la cara.

    No tengo valor para decirte esto cara a cara, y por eso te escribo. No me gustaría que por mis sentimientos no volvamos a ser amigos.

    Contéstame, por favor. Eres demasiado especial para mí.

    Firmado: Selena



    Carta; 26 de noviembre, año anterior al suicidio.

    Para Selena:

    No te preocupes; en ningún momento pensé en dejar de ser tu amigo. Lamento de verdad no compartir tus sentimientos. Pero no por eso tenemos que dejar de ser amigos.

    Así que, por favor, no quiero que tengas miedo a mirarme a la cara. Prefiero que sigas sonriendo al mirarme.

    Hagamos como si nada de esto hubiese pasado, ¿te parece?

    Siempre seremos amigos, eso seguro.

    Germán



    Carta, 20 de abril.

    Selena:

    Me alegro de que te guste la ciudad, pero, oye ¡deberías salir y tal! Para hacer amigos, hay que salir. Sé que eres muy tímida para conocer gente nueva, pero tienes que intentarlo.

    Además, ¡quién no querría ser tu amigo! Seguro que mucha gente mataría por una amiga como tú.

    Así que ya sabes, ¡ve a ese instituto y demuestra lo que vales! No te cortes ni un pelo, habla con la gente… muéstrate como realmente eres, que vales muchísimo.

    Seguro que cuando leas esta carta ya habrás hecho buenos amigos. Y si no los has hecho, tranquila, que no tardarás en hacerlo. Eh, ¡pero no me busques un sustituto! Que nadie me quite el puesto de mejor amigo.

    ¡Y a ver cuándo te pasas por la ciudad!

    De: Germán




    Conversación por mensajería instantánea, teléfono móvil. 22 de abril.

    Hola.

    ¡Hola, Selena! ¿Y eso? ¿Has leído ya mi carta?

    Sí… pero no es por eso por lo que te estoy hablando ahora mismo.
    Dime una cosa…
    ¿Ayer estuviste en la ciudad?

    ¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Claro que sí!

    Te refieres a la ciudad donde vives… nuestra ciudad de siempre… ¿no?

    Claro. ¿A qué ciudad me estaría refiriendo, si no?
    Oye, estás muy rara. ¿Ha pasado algo?

    Eh… no estoy segura. Quizá fuesen imaginaciones mías. Pero creo que no.

    Pero, ¿me vas a decir de una vez qué es lo que sucede?

    Tienes que verlo con tus propios ojos. No vas a creerlo… ¿cuándo te viene bien quedar?



    Carta. 30 de abril.

    Querida Selena.

    Gracias por tu ayuda. Quería agradecerte que me hayas presentado a Elio.

    ¡Como es la vida! El mundo es un pañuelo, que gran verdad. Que estuviésemos tan cerca, al otro lado de la colina, en esa lejana ciudad en la distancia…

    Gracias, sé que te cuesta mucho hacer amigos, y tuviste el valor de acercarte descaradamente a Elio, por mí. Te estaré eternamente agradecido por ello.

    Germán.



    Carta. 2 de mayo.

    Germán:

    No tienes que darme las gracias por nada. ¡Es lo que tenía que hacer! Es más, me siento feliz de haber sido la que ha hecho que os encontréis. ¡Imagínate mi sorpresa, cuando lo vi a lo lejos! Tuve que acercarme a hablar con él. ¿Cómo no iba a hacerlo?

    Oh, y, ¿sabes qué? En realidad tengo que darte las gracias yo a ti. Gracias a que te conocía, tenía la excusa perfecta para presentarme a él. Y hoy… hoy puedo contarte, orgullosa, que por fin tengo novio.

    Sí, Elio y yo hemos empezado a salir. Es un chico muy interesante, y no para de preguntarme cosas sobre ti. Es natural, claro.

    Sabes, en el fondo Elio es justo lo que necesitaba. Puede que… en realidad lo use como sustituto, ya que no te puedo tener a ti.

    No te lo tomes a mal; ya sé que tú y yo somos solo amigos, y respeto tus sentimientos, pero…

    En fin, no quiero ponerme cursi. Elio me pregunta cuando volveréis a veros; está deseando quedar contigo otra vez, e imagino que tú también. ¡Tendréis tanto que contaros!

    Y por favor, no cuentes nada de esto. Creo que será mejor que llevemos este asunto con discreción por el momento. Opino que es lo mejor para todos… aunque al fin y al cabo, si quisieses estarías en tu derecho de contar lo que quisieses.

    Un abrazo muy fuerte, Selena.
     
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    ¡¿Qué?! :eek: y más ¡¿qué?! O.O
    Oh Dios, oh Dios. Creo que definitivamente mi cerebro explotará. Cielos, ¿cuántas más sorpresas nos tienes? Nuevas escenas se develan y u nuevo personaje aparece que me ha dejado con la boca abierta. No sé si mis congeturas son demasiadas precipitadas o de a tiro están erradas, pero tengo que sacarlas. ¿Germán pordría, de casualidad, ser hermano sangíneo de Elio? ¿O alguna clase de pariente al menos? Creo que la idea no es tan desacabellada, teniendo en cuanta que Elio es adopatado; además si es así, encajarían muchas cosas. Por ejemplo, aquí vimos que Selena al mudarse y ver de pasada a Elio, de inmediato mandó un mensaje a este Germán preguntándole si estaba en su ciudad (¿esta ciudad es la misma que se veía desde el muro?) natal y cuando le dijo que sí y entonces... ¿Ambos, Selena y Germán sabrían de la existencia de Elio y quizás desde ya mucho antes lo buscaban en su ciudad, esto claro, suponiendo que realmente son hermanos o algo? Eso fue lo que me pareció a mí.

    Creo que con esto también me queda claro por qué Selena dijo que había sido por egoísmo que se acercó a Elio; tal vez encontró una parte de Germán en Elio, como dice su última carta... aunque supongo que no del todo igual... ¿Qué tanto se parecen esos dos? Porque me da la impresión de que al verlo por priemra vez Selena, se le afiguró exactamente a su mejor amigo ¿o no? ¿Gemelos? Con todo, si ambos se encontraron gracias a Selena o si ella le habló de Germán (insisto, suponiendo que fueran realmente hermanos), es evidente que Elio descubriría que era adoptado, lo que ya mostraría un buen fundamento del porqué esa actitud rara que tenía y que declaraba Paulo era culpa de la novia. Asimismo, recordando el capítulo uno, habría un motivo de las desapariciones consecuentes de él (¿por algunos encuentros entre ambos?) y de esas excusas de tener asuntos que arreglar y claro, el famoso problema con el hermano. ¡Oh, Dios! ¿En verdad no son hermanos? Tienen que serlo u.u

    Sin embargo, este Gemán me ha hecho sospechar con ese mensaje que le dio a ella una semana después del entierro. Recordemos que Selena se vio envuelta en un asunto de secuetro u homicidio, ¿qué papel podría cumplir este nuevo personaje? No imspiran confiaza esas palabras de "ve sola y no llames mucho la atención". ¿En qué me baso para tacharlo de sospechoso? Que no quería ser desplazado por nadie; que quería ser el mejor amigo de Selena para siempre y, que ésta le declaró en la última carta que ya había encontrado un sustituto que aceptaba sus sentimientos en el ámbito romántico. ¿Qué me asegura que los celos no tomaron el control en Germán? Algo más, ¿qué me garatiza que no es Germán la mentre maestra detrás de todo el asunto del suicidio de Elio? ¿Qué tal si de alguna manera lo amenazó (quizás con hacerle daño a Selena :/)? Es decir, podría ¿o no? Es que necesito una razón de mucho peso para perdonar que Elio se matara ._.

    Ah, ¡ya no sé qué pensar! Tu historia hace que me exprima el cerebro, pero es interesante, me gusta. Nuevamente, acá te dejo mis extrañas suposiciones, que igual están súper exageradas. A veces como demasiado chocolate y me pongo rara XD. Espero ansiosa la próxima actualización. Nos estamos leyendo y te cuidas.

    Hasta otra.;)
     
  9.  
    MrJake

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    PARTE FINAL – DIARIO

    Mi nombre es Elio Jiménez, aunque sabe Dios qué nombre fue el que me pusieron mis padres biológicos.

    Me he criado y he crecido en una ciudad relativamente pequeña, y se podría decir que he tenido una vida tranquila y feliz. Muchos la hubiesen querido en lugar de la suya.

    ¿Por qué escribo esta especie de diario? Ni yo mismo lo sé. Supongo que es una manera de hablar conmigo mismo. Una manera de plasmar mis pensamientos y mis inquietudes.

    Desde pequeño, he sido un niño especial. Todos me lo decían, mis “padres”, mi “hermano”, los profesores, mis amigos… pero a mí nunca me gustó destacar.

    Sin embargo, y por mucho que siempre me esforcé en mantenerme al margen de la gente y sus miradas de asombro y alabancia, siempre acababa como objeto de su estudio y de su admiración.

    “¡Oh, eres un niño especial! ¡Eres un alumno excepcional! ¡Tienes que ser superdotado!”, como si fuese una estatua de mármol a admirar. Yo tan solo quería pasar desapercibido, pero cuanto más lo intentaba, más observado me sentía. Siempre fingí tener menos inteligencia de la real en las absurdas y sencillas pruebas anuales que esos profesores obsesionados con mi capacidad de razonamiento me hacían periódicamente. Sí, lo reconozco, fallaba en las preguntas a conciencia. No quería ser tratado como un superdotado. Tampoco como uno más. Simplemente, no quería ser tratado.

    Pero cuando uno es especial, por mucho que trate de disimularlo, siempre destacará entre los demás. Y las personas comunes siempre mirarán a los especiales como algo, o bien sobrenatural, o bien antinatural.

    Y yo ya tengo colgado el San Benito de chico especial.

    Resulta muy difícil encontrar la soledad, que te dejen tranquilo y no se te acerquen cuando eres así.

    Y los amigos, otro ejemplo más. Un ejemplo de intentos fallidos por mi parte de integrarme en la normalidad que me rodea para pasar lo más desapercibido posible: hacerme amigo de la gente normal.

    Tampoco funcionaba. Haciendo eso solo conseguía que investigasen más sobre mí, buscando una explicación lógica de por qué no me relaciono con otras personas “especiales”. Fue un error por mi parte hacerme amigo de esas personas normales, pues no tuve en cuenta que, al lado de personas distintas a ti, tú destacas más de lo normal.

    Pero ya, a estas alturas, es demasiado tarde. Ya no puedo deshacerme del pesado de David, que parece tener una relación de dependencia hacia mí. ¿”Mejor amigo”? Así me llama él, y así se considera él para mí. Ahora, convence a un cabezahueca de que llevas siendo su “amigo” más de quince años por conveniencias propias, y que ya no es útil.

    En fin, cargar con David sería algo que tendría que aguantar mientras viviese allí, en aquella ciudad. O mientras viviese, a secas.

    Resulta tan difícil vivir en la sociedad sin que personas que no te interesan te estorben…

    El colmo fue cuando decidí repetir voluntariamente el último curso del instituto. ¿Qué por qué lo hice? Para separarme de mi carga, claro. Y con mi carga hablo de David. Si hubiese aprobado las asignaturas que tenía pendientes a recuperar, habría venido conmigo a la universidad… más años aguantándolo. Pero hice mal en confiar en que sería capaz de aprobar las asignaturas suspensas, y la vida me jugó otra mala pasada: ¡él también repitió! Así que me tocaba un año más de monótona compañía.



    La gente trata de buscar explicación a todo. Trata de encontrar siempre un por qué para todo lo que sucede a su alrededor. Pero a veces no es fácil encontrar un por qué. Yo, por ejemplo, nunca entendí por qué sentía tanto cariño hacia el que yo creí siempre mi hermano de sangre, Paulo. Y sí, le quise, sin existir una explicación lógica para ello. Sentía como si me faltase algo, y él rellenaba esa carencia.

    Más tarde lo entendería todo.



    Sentarme en el muro de las afueras me relaja mucho. Y más aún mirar a aquella ciudad a lo lejos, de espaldas al muro, esa que es tan similar a la nuestra, pero a la vez tan distinta.

    Fui yo quien descubrió el muro, y quien empezó a subir a lo alto de éste. Luego, claro está, David se uniría y bautizaría el muro como “nuestro” sitio.

    A veces me superaba mi vida. Nada de lo que desde pequeño planeé me salió como quería. Yo tan solo quería pasar desapercibido, ser invisible. Creo que no pedía mucho. Me irrita la compañía de la mayoría de la gente, tal vez por notar que son tan simples…

    A veces, pensaba seriamente dejar esta vida. Darme un golpe mortal, ahorcarme o cortarme las venas y morir tranquilo y en paz. Total, en la vida no esperaba nada interesante, eso seguro.

    Pero todo cambió cuando apareció ella. Su nombre era Selena, y no tenía nada de especial. Era tan común y tan corriente como la mayoría de personas. Era nueva en el instituto, pero nada en ella me llamó la atención. Sin embargo, parece ser que yo sí que desperté la atención en ella. Tanto fue así que apareció un día sin previo aviso frente al muro, estando allí David y yo, y dijo una ridícula frase: “Quiero ser vuestra amiga”, o algo así. La situación me pareció tan ridícula que me caí del muro, mostrando una torpeza impropia en mí, y haciéndome una luxación en la rodilla. Nada demasiado grave.

    En fin, al día siguiente del incidente, ella insistió mucho en hablar conmigo. “Otra que se me va a pegar a la chepa”, pensé. Pero no. No era eso lo que quería.

    Lo primero que me dijo cuando quedó conmigo fue: “No eres Germán, ¿verdad?”. La pregunta más absurda que me hizo nadie nunca. El caso es que, cuando le dije, obviamente, que no era ese tal Germán, ella siguió mirándome petrificada, como si tuviese delante un fantasma.

    Y entonces fue cuando me lo contó todo: ella provenía de aquella ciudad tan distante que se divisaba al otro lado del muro, y se había mudado con su madre aquí por motivos de trabajo. Allí en su ciudad natal, ella tenía un amigo de nombre Germán. Afirmó rotundamente que ese chico y yo éramos exactamente iguales. Pero no podía ser, a no ser que fuese mi “alter ego” o alguna barbaridad parecida.

    Lo era. Exactamente igual a mí. No daba crédito cuando me enseñó una foto de él. Era como mirarme en un espejo.

    Pronto deduje de qué iba todo el asunto, pero, no confiando aún del todo en su palabra, le pedí que nos presentase.

    Y entonces, acordamos un día para reunirnos los tres: el tal Germán, Selena y yo.

    Al final, fuimos a aquella lejana ciudad, y quedamos a las orillas de un río, lejos de miradas indiscretas. Lo vi llegar caminando a lo lejos, y ya mi corazón tuvo una extraña reacción. Cuando lo tuve cara a cara, entendí todo.

    Entendí por qué existía ese vacío, esa parte que me faltaba en mi interior. Aquel chico era mi hermano gemelo.

    Tras una escena de película en la que los tres presentes no hacíamos más que alucinarlo, pusimos en claro todo lo sucedido.

    Era obvio que Germán y yo éramos gemelos. Pero claro, eso implicaba que ni sus padres eran sus padres ni los míos los míos. Entonces, lo tuvimos claro: fuimos separados y adoptados de pequeños tras sucederle cualquier cosa a una carente de importancia madre biológica.

    Cuando acabó aquel raro día, llegó uno nuevo. Germán había hablado con sus padres y éstos le revelaron lo obvio: que no era su hijo biológico. Yo no hablé con nadie, porque no necesitaba que me confirmasen nada, lo tenía todo bien claro.

    Pero la verdad es que todo aquello me superaba. Mi “hermano” Paulo dejó automáticamente de tener esa especial importancia que yo le daba, tal vez porque había cumplido su función como pieza de repuesto, al encontrar al fin a la original que me faltaba.

    Mi curiosidad por conocer a mi verdadero hermano creció más y más, y a él le pasó lo mismo, o eso creo.

    Volví a hablar con Selena con objeto de que ella me proporcionase contacto con mi hermano. Pero me calló con un beso en los labios. Algo bastante repugnante que ni si quiera imaginé que podría pasar en un momento así. En cualquier caso, supuse que era mejor seguirle el juego, para así tener una vía de contacto entre mi hermano y yo. Así que empezamos una “relación” bastante absurda basada en el egoísmo: ni yo la amaba a ella, ni ella me amaba a mí. Simplemente, yo la necesitaba para llegar hasta Germán, y ella, saltaba a la vista, me utilizaba a mí para sustituir a mi hermano. Saliendo conmigo se sentía como si saliese con mi hermano, su verdadero amor platónico.

    En fin, que ella me dio su teléfono y volvimos a quedar, esta vez solos. Por primera vez me sentí a gusto con alguien, a excepción de con mi hermano falso Paulo, que solo fue un sustituto temporal.

    Nos contamos muchas cosas; como vivíamos, como éramos, qué pensábamos, qué nos gustaba… reconozco que me decepcionó ver que era tan vulgar como cualquier otra persona. Nada tenía que ver conmigo. Tan solo físicamente nos parecíamos.

    Él era un chico normal, de pocos amigos (únicamente, Selena), cuyos padres lo ignoraban completamente y que pasaba desapercibido de todo el mundo. A nadie le interesaba precisamente por la razón contraria a la que provocaba que todos se interesasen por mí: por ser demasiado corriente.

    Él anhelaba ser reconocido, que la gente se interesase por él, es decir, vivir como yo. Y yo anhelaba vivir al margen de la gente, ser “invisible” como él. Así que el trato estaba claro: acordamos cambiarnos y suplantar uno la identidad del otro por dos o tres días.

    Fueron los días más tranquilos de mi vida. Esa tranquilidad era lo que yo había buscado por mucho tiempo. Entrar en la casa de Germán y que su “madre” me dijese un simple “Hola”, sin interesarse por el examen de tal, mi amigo cual, o como me había ido el día; ir a su instituto y que nadie me mirase, sentarme atrás en las clases y que el profesor no se dirigiese a mí… era maravilloso.

    También a Germán le pareció maravilloso sentirse el centro de atención por unos días. Pero él tuvo que hacer un esfuerzo extra: tenía que evitar, en medida de lo posible, acercarse a Selena. Ella era la única que podría distinguirnos, porque era la única que nos conocía a ambos.

    Durante su estancia en mi ciudad, suplantando mi identidad, mi hermano hizo estragos en mis notas de clase. Nada que me importase demasiado, tengo que decirlo.

    Pero llegó el día en el que, supuestamente, debíamos cambiarnos de nuevo, volver a nuestros roles habituales. Le pedí a mi hermano por teléfono mantenernos así por un tiempo más, pero se negó. Aunque disfrutaba siendo yo, prefería ser él mismo, después de todo. Yo no. Yo prefería ser él.

    Quería la vida de mi hermano.

    El día en que debíamos cambiarnos, acordamos quedar por la parte de detrás del muro, para que nadie viese a dos Elios deambulando por la ciudad. Yo llegué e ignoré completamente donde habíamos quedado. Directamente, y corriendo el riesgo de que Germán estuviese en mi casa aún, me dirigí allá. Por suerte, por lo visto hacía algún tiempo que se había ido; ni siquiera había ido al instituto esa mañana. Así que perfecto.

    Mi madre falsa me dijo que se marcharía a comprar con mi hermano falso, pero justo antes de que se fuese, llegó el pesado de David. No me dijo nada interesante, para variar. Tan solo insistió como un tonto en que le contase qué me pasaba. Lógicamente, se dio cuenta de que mi vida dio un cambio importante al conocer a mi hermano verdadero, y más raro le pareció “mi” comportamiento en esos días cuando con el que estaba hablando era en realidad Germán. La mentira que le conté de que “tenía un problema con mi hermano” no era del todo una mentira. Sí que sucedía algo con mi hermano, pero no con el que él pensaba.

    En fin, que le eché de mi casa en cuanto pude. Casi me había olvidado de Germán, cuando me mandó un mensaje al móvil, preguntando dónde estaba. Entonces, en mi mente se debatió una lucha interna. Una idea me voló por la cabeza repentinamente, una idea que parecía ser la única manera de cambiar definitivamente de vida, la única manera de ser feliz y vivir como yo ansiaba vivir.

    Entonces, actúe rápido. Mandé un mensaje contestándole a Germán, diciéndole que volviese a mi casa cuanto antes, que era urgente. Que no había peligro, puesto que en casa no había nadie a excepción de yo mismo.

    No tardó mucho en venir. Le abrí la puerta, y mi corazón comenzó a latir con fuerza. “¿Qué sucede?”, me preguntó. Le dije que subiera, que lo entendería arriba.

    Cuando entró en mi habitación, no lo pensé dos veces: cogí la cuerda que había dejado en mi mesita y la usé para estrangularlo. Fue una visión extraña; era como matarme a mí mismo.

    Germán opuso toda la resistencia que pudo, pero acabó asfixiándose. Poco a poco, mis constantes se estabilizaron; pero al momento, volvieron a acelerarse, ante la adrenalina de haber cometido un crimen. Había matado a mi propio hermano, a quien tanto tiempo anduvo buscando mi corazón. A esa parte de mí que me faltaba. Pero la elección, aunque difícil, estaba hecha: era o eso, o seguir viviendo como Elio Jiménez, el chico especial al que todos admiran, quieren y que tan especial es. Y elegí la primera opción.

    No me demoré ni un minuto; desvestí el cadáver de mi hermano y le cambié su ropa por la que llevaba yo puesta, poniéndome yo la suya. Cogí su teléfono y me lo guardé en mi bolsillo. Hice lo contrario con mi teléfono, lo guardé en sus pantalones, borrando antes el número de Germán y todos los mensajes que me había enviado. Escribí una “nota de suicidio” y la arrojé al suelo. Luego até la cuerda a las anillas de ejercicios y dejé suspendido el cuerpo de mi hermano. Cogí un taburete y lo pateé cerca del cadáver.

    Todo estaba en las condiciones propicias para que pensasen que me había suicidado. Así que sin más que hacer allí, me marché, ahora con la identidad y la vida de mi hermano Germán. Al fin tendría la vida que tanto buscaba.

    Tomé el autobús en la parte más lejana de la ciudad que pude, para evitar que me viese demasiada gente conocida. Y marché a la ciudad de más allá del muro, mi nuevo hogar.

    Cuando entré en mi nueva casa, allí no había nadie. Ni una triste nota de la madre falsa de Germán diciendo “volveré en 30 minutos”, como solía hacer mi madre falsa. Ni un hermano pequeño gritando y corriendo para venir a jugar conmigo, como hacía Paulo. Ningún amigo hablándo por el móvil o llamando a mi puerta, como lo hacía David.

    Aquello era paz…

    Pasaron algunos días, y Selena no tardó en llamarme, o mejor dicho, llamar a “Germán” para decir que “Elio” se había suicidado. Fingí una pena terrible, fingí llorar.

    Pero esa llamada me sirvió para darme cuenta de que me había dejado un cabo suelto: Selena. Tarde o temprano, vendría a visitar a su amigo “Germán”. Y me reconocería, se daría cuenta de que yo no soy Germán.

    Tenía que atar ese cabo. Así que cuando decidí qué hacer, envíe un mensaje a Selena afirmando que había algo importante que contarle. Que viniese sola y con la máxima discreción posible a las orillas del río de su antigua ciudad. Todo, obviamente, desde el móvil de Germán.

    A la hora y el día citados, me vestí con una horrenda sudadera negra que tenía mi hermano en su destartalado armario, poniéndome su capucha para evitar posibles miradas de transeúntes; aunque cerca del río no había nunca nadie, ya que éste se encontraba fuera de la ciudad, en medio de un pequeño bosque. Cuando Selena apareció, me preguntó por qué la había llamado. Yo, sin contestar, comencé a andar, hasta que el agua del río me cubría los pies. Selena hizo lo mismo, colocándose a mi lado.

    “¿Estás bien?”, me dijo. “No sabría qué decirte”, le dije, y me agaché, supuestamente para acariciar el agua, de modo que pude agarrar disimuladamente una piedra. “Lo siento”, dije. “No es nada personal, Selena”. Tras decir estas palabras, la golpeé con fuerza con la piedra en la cabeza, cayendo Selena de bruces al río. La corriente comenzó a arrastrarla con gran fuerza, mientras la sangre roja se limpiaba poco a poco con el agua que se renovaba. Cuando quise mirar por dónde iba el cuerpo, las profundidades del río ya habían empezado a devorarlo.

    Me fijé en que el móvil de Selena se había caído antes del golpe. Por si acaso, lo rompí, saqué su batería y su tarjeta de memoria y lo arrojé todo al río.

    Esta vez sí, podría empezar por fin la vida que tanto buscaba. Sin nadie que pudiese estropeármelo.



    Cualquiera que me conociese, que conociese a “Elio” habría jurado que es un sol, que es un cielo. Un chaval especial, buena persona, amigo de sus amigos y siempre dispuesto ayudar. Pero la gente no tiene en cuenta que el cielo, a veces, está nublado. Y el sol, pese a ser tan brillante, también se pone, se apaga… muere. Detrás de todo día, hay una noche. Y, para que el sol pueda volver a nacer… la luna debe morir.



    EPÍLOGO

    El inspector que interrogó a David hacía ya la friolera de treinta años era en esos entonces un hombre ya de cincuenta y seis años que había sido cruelmente retirado de sus oficios.

    ¿Lo que le costó el juicio? El caso del suicidio de Elio. Archivado ya por los policías, nunca quiso ninguno de sus superiores darle más vueltas; pero él, que siempre creía en su intuición por encima de todo, siempre pensó que se escondía algo detrás del suicidio de ese joven. Y su insistencia le llevó a investigar por su cuenta, a desobedecer, a incluso robar los expedientes.

    Claro, eso le costó su placa.



    Como residente de la ciudad donde el propio chico una vez vivió, paseó por sus calles. Ninguna ocupación tenía, pues vivía solo. Nunca se casó, nunca volvió a ver a sus amigos. Toda su vida perdió su sentido cuando perdió su trabajo. Todo, después de todo, por culpa de ese caso. Un caso que nunca olvidaría.

    Tal vez por eso, cuando se encontró por la calle con un hombre de unos cuarenta años, calvo y algo rechoncho, permaneció mirándolo fijamente. ¿Era ese…?

    Volteó bruscamente cuando se cruzaron ambos.

    Estaba seguro. El cambio era enorme, por los años pasados, pero aquel chico era David, el chico al que interrogó. Verle, cruzárselo, alicaído y cabizbajo, como cuando perdió a su mejor amigo, hizo que toda la declaración del joven se dibujase en su mente.

    Lentamente, subió las escaleras de su apartamento. El expolicía, al abrir la puerta, quedó parado mirando un cajón de una mesita.

    Una vez más, como tantas veces lo hizo, lo abrió y sacó de allí los informes que fotocopió hace tantos años, a escondidas, aquellos que le costaron la profesión: informes sobre el caso de Elio.

    Él mismo solicitó una autopsia del chico aun sin consentimiento de los padres, que nunca quisieron darle más vueltas al asunto. Él mismo se las arregló para que su colega forense, el que por su culpa y su insistencia también perdió el trabajo, le hiciese el “favor” de, en clandestinidad, investigar aunque fuese por encima el cadáver. ¿Pero qué quería encontrar? Ni él lo sabía.

    El informe no quedó completo, pues apenas tiempo de abrirlo tuvo cuando fueron descubiertos. No fue prudente su acto, no fue profesional. Pero aún así lo hizo. Y aún así, aún incompleta la autopsia, allí tenía, entre todos los papeles fotocopiados de lo que nunca la policía quiso hacer un “caso” en sí, pero que él tanto insistió, un “informe” a mano de lo poco que pudo dilucidar su amigo el forense. Después de todo, ¿qué iba a haber en las escasas seis líneas de informe?

    Lo leyó, sin saber bien por qué. Cruzarse con ese David había hecho que sintiese tal necesidad.

    Y leyó, leyó todo, lentamente, como si quisiese descubrir algo, cuando, aunque lo hiciese, ya era más que tarde.

    “Marcas en el cuello, señal de que murió ahogado. No hay rasguños visibles, no hay daños internos aparentes en el cuerpo. Los huesos aparentan estar en perfecto estado, tanto en tren inferior como superior”.

    Cesó de leer. Sus ojos se abrieron mucho, y entonces releyó.

    “Los huesos aparentan estar en perfecto estado, tanto en tren inferior como superior”. “Tanto en tren inferior”. “Tren inferior”, piernas.

    Inclinó la cabeza, queriendo hurgar en su memoria más de lo que podía.

    Cuán imbécil había sido. Retrocedió sorprendido de sí mismo y de lo que acababa de descubrir. Tantos años, con una nimiedad tan grande, tantos años perdidos, todo por no fijarse en una maldita frase con suficiente atención.

    Tenía razón, todos estos años años él tuvo razón: algo raro sucedía con ese suicidio, aunque no supiese qué. Y fuese lo que fuese… David le dio la clave. Y él, él no supo verlo.

    —¿Se cayó del muro?

    —Sí, se cayó. Fue gracioso, la verdad. Pero se hizo daño: luxación débil en la rodilla. Aún estaba en rehabilitación, aunque ya estaba casi perfectamente recuperado.

    Una luxación. Las luxaciones y las fracturas, tardan un tiempo en dejar de ser visibles en los huesos. Puede notarse una luxación que aún está en tratamiento si se analiza el tejido óseo.

    Y si esos huesos estaban en perfecto estado, si esa pierna estaba en perfecto estado es porque esa pierna no sufrió ninguna luxación. Y si no la sufrió… esa no era la pierna de Elio. Ese no era Elio.

    Repentinamente, negó bruscamente con su cabeza. ¿Pero qué majaderías estaba pensando? Ese chico debía ser Elio, ¿quién si no? Posiblemente, su amigo se precipitase al suponer el estado óseo del cuerpo, o simplemente David se equivocó y su rehabilitación acabó hacía tiempo.

    De todas formas, ¿qué más da? El daño ya estaba hecho; nada podría arreglar, pasase lo que pasase.

    Suspiró con profundidad, y con sus dos manos comenzó a cortar en dos los informes del caso.

    Elio se suicidó, no había que darle más vueltas. La desaparición de Selena no tenía nada que ver con el asunto.

    Pensó que todas esas suposiciones… no eran más que hipótesis absurdas de un policía que tuvo más que bien merecido su despido.
     
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    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
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    Ahora lo sé: ¡Cuídate de los genios! XD

    ¡Dios! Yo... no sé qué decir. Me encantó el fic, de verdad. Me dejaste con un sabor de boca... no sé, medio amargo sí, porque la verdad está medio trágico, ya que Elio se salió con la suya, pero no sé, me gustó bastante. Se las ingenió bien el muchachito. Esa idea no me la esperaba para nada. Me alegra saber que acerté en que eran hermanos, jajaja; aunque te diré que sí pensé que intercambiarían papeles por un tiempo, pero no imaginé que el deseo de Elio de ser normal, pasar desapecibido y vivir en pas fueran tan grandes. Mira nomás hasta donde llegó. Asesinar a dos personas y uno de ellos su hermano y gemelo; a quien siempre se sintió ligado. Increíble. Me sorprende la frialdad con la que relata todo en su diario; un verdadero sujeto a quién tener en cuenta. ¿Y no quería detacar? Ja, si claro, como si fuese posible.

    Me desesperó el insepctor :P Técnicamente llegó al mehoyo del asunto, pero lo descartó sin más posibles suposiciones ¬¬ Con razón lo despidieron. Que aprenda de mí que echo volar la imaginación XD Es verdad, eso de los huesos y la luxación que se había hecho Elio. No sabía que le habían hecho una autopsia con esas declaraciones, si no, yo habría dado en el clavo de inmediato XD Ok, la verdad es que no, jejejeje, pero insisto, me ha encantado la historia. Suspenso y misterio hasta el final. Buen trabajo, a ver si aprendo yo. Ya pues, debo retirarme ahora, así que me despido, nos estamos leyendo y que estés bien.

    Hasta otra.
     

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