Amelie :] La música sonaba fuerte dentro de la casa, Alexandra se encontraba sentada en la mesa del salón, justo frente la hoguera interna de la chimenea, la cual resplandecía con crujidos cuando las llamas devoraban la leña. Velkan estaba sentado en el sofá, justo al lado de la silla donde la mujer se encontraba. Alexandra anotaba las frases que podía recolectar con esmero en el papel. Velkan, en cambio, bebía de su lata de cerveza con las piernas subidas a la mesa ratona que separaba el sofá de la chimenea. —Old, but i'm not that old... young, but I'm not that bold... and I don't think the world is sold... I'm just doing what we're told. —Alex sonrió al cantar al unísono de la canción y miró a Velkan. Le empujó las piernas de la mesa ratona. —Saca los pies de ahí. Ni siquiera lo intentas, cariño. —Nena, es mucho más fácil estudiar idiomas con los insultos de esos idiomas. —se justificó él, arrugando la lata de cerveza y poniéndose en pie. —Créeme. Sé mucho mejor inglés que ti por los insultos. —Oh, ¿really? —Yeah, fuck you. —¡Oye! —gritó en complicidad la mujer mientras le lanzaba con la tapa del bolígrafo en la espalda. —Te lo dije, tengo mejor inglés por los insultos. —Velkan buscó en la nevera otra lata de cerveza y volvió a sentarse en el sofá, junto a ella. Destapó la lata con una mano y bebió. —Nos estamos complicando, debe haber un puto científico viejo que haya creado un aparato que nos permitan a todos hablar el puto mismo idioma. ¡Están haciendo robots, por todos los cielos! —Es una buena oportunidad para aprender, anda. Un poco más y luego te toca a ti. —Okey, bien. Así estuvieron un año completo, del cual Velkan nunca se olvidará. Estudiaban idiomas a través de canciones. Se obligaban a poner emisoras en distintos idiomas: inglés, español, italiano, francés, alemán... querían ir a la misión con una mínima idea de un multilenguaje general. Velkan odió el proyecto ideado por Alexandra, pero ella se lo pasó muy bien, hay que decirlo. Por lo general siempre terminaban borrachos, cantando incoherencias o inventando palabras sobre otras, hablando realmente un idioma único entre ellos; la complicidad era tanta que el aire estaba cargado de electricidad. Fuera había una tormenta, olor a tierra mojada, hojas secas moverse con rapidez por el suelo, un frío invernal repentino de la tormenta de verano. Un trueno cortó la noche. Pronto llovería. —¿Última canción en inglés? —inquirió Velkan, arrugando su quinta lata de cerveza, que se iban acumulando a un lado del sofá, sobre la alfombra. Ahogó un eructo. —Y luego japonés. —se tocó la frente; no había forma de aprender ese condenado idioma. —En ese tengo un problema. —Oh, no, pastelito. El problema lo tienes ahora. La radio crepitó y la canción cambió a la seleccionada por él. Las ventanas comenzaban a empaparse, cayendo gotas con fuerza e intensidad, golpeando como una lluvia tropical. Velkan sirvió la cuarta copa de vino de Alexandra mientras imitaba ser un camarero. —¿Le traigo algo para acompañar la copa, señorita? —Un poco de buena compañía estaría bien. Velkan rompió a reír y ella por igual, se besaron y él, siempre tan bruto, empujó con el talón las latas, manchando la alfombra. Alexandra se levantó rápido para evitarlo pero él la sujeto y ambos se resistieron entre risas, finalmente ella cediendo. —Amor, la alfombraaa. —hizo un mohín encantador, escondiendo la cara justo en el pecho robusto de su amante, abrazando su cuello con ternura, poniéndose en puntillas de pie. Velkan la ciño de la cintura con una suavidad increíble y apoyó su mentón sobre la cabeza de ella, escondida en el centro de su cuerpo. Se movieron suavemente, al ritmo del blues de la canción, siguiendo el suave bajo marcando el ritmo. Giraron sobre su eje muy despacio, como si el cantante estuviera ahí en vivo y en directo, tocando para ellos en una velada mágica. —Dice que eres suave como un whisky de Tennessee... —buscó la oreja para susurrarle despacio. —Que eres dulce como un vino afrutado. —metió la nariz más y buscó el lóbulo de su oreja para morderlo, ella se dejó hacer con un estremecimiento que él detecto en la piel. —Que eres caliente como una copa de brandy... —y la separó suavemente con su mejilla izquierda para verla a los ojos. —Y que me tienes drogado todo el puto día, nena. —ambos se sonrieron y se dieron un beso despacio, aún al compás de la música. Usaron lengua, muy despacio, saboreándose, encontrándose. Un relámpago de unos pocos segundos. Al poco tiempo, un trueno desgarrador hizo temblar las ventanas y ambos se sobresaltaron un poco, aún abrazados, rieron. Velkan empujó suavemente la bata de dormir que traía Alexandra y ésta se deslizó suavemente por un hombro. El hombre vio la piel blanca y su ritmo cardíaco se aceleró. Ella lo notó, tanto en los latidos del pecho, como en la erección. Volvieron a besarse, esta vez con más pasión. La bata cayó al suelo, al igual que las gafas de Velkan. Olor a humo. Luego a quemado. —¡El horno, cariño! —Alexandra se separó para poder gritar. —¡El horno, nena! —Velkan giró hacia atrás, viendo el humo salir de la cocina. Ambos corrieron a la cocina y abrieron la tapa, el calor se extendió por todos ellos. —¡Agua, tírale agua! —No, no. ¡Vuelve a cerrarlo, cojones! —¡Que no! ¡Mete agua ahí dentro, ostias! —Me cago en la puta madre, Alexandra. —Y yo no, no te jode. Decidieron pedir pizza por delivery. Después de todo, el pollo en Navidad no era algo muy usual.
Insisto en que haces una escena cotidiana una lectura muy amena :3 ya me encanta este dúo y aun nos falta mucho por conocerlos. Me gustó esta manera en la que ambos aprenden otros idiomas, me inspira a ya terminar mi ficha *-*
