One-shot de Pokémon - [OS] La Diosa Virgen

Tema en 'Hall de la fama' iniciado por LordKeNyi, 16 Febrero 2011.

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    LordKeNyi

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    [OS] La Diosa Virgen
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    Hola a todos.

    Esta historia la hice basada en una narración de mitología griega, puede que ha mucho se les haga conocida.

    Sin más preámbulos aquí se los dejo, espero sea de su agrado:

    "La Diosa Virgen"

    Basado en el mito de Orión y Artemisa

    Cuentan los cantares, que hace varias centurias, mucho antes de la edad Oscuro, en los más remoto de la oriental Sinnoh; existía una antigua y poderosa civilización. Aquellos que fueron famosos por sus grandes esculturas y estructuras; pero sobre todo famosos por su politeísmo, del cual se origino una rica mitología, apoyada con diferentes historias, que perduran hasta hoy.

    Una de aquellas, trata sobre la vida de una diosa, no de cualquier diosa. La protagonista de esta narración era la joven y hermosa diosa Harumisa, una de los astros gemelos: diosa de la noche y de la luna.

    Harumisa tenía una apariencia joven, de una piel blanca como la nieve, hermosos orbes azul zafiro, cuyo brillo era comparado por los antiguos, con el destello de la luna llena. Provista de un hermoso cabello castaño, corto hasta la altura de su cuello.

    Harumisa, como uno de los astros gemelos, tenía la tarea de dar luz a los mortales en las noches. Cuando su hermano gemelo, el dios del astro sol, llegaba al finalizar el día, ella preparada estaba, partía llevando el reluciente astro nocturno, en su carroza plateada, tirada por dos radiantes Altarias, de plumaje dorado y plumas plateadas.

    Llevando la preciada y brillante carga, la joven diosa surcaba los cielos alrededor del mundo, para dar luz a los mortales y a las muchas criaturas nocturnas que habitaban en el mundo terrenal.

    Cuando no estaba en su tarea cotidiana, Harumisa le gustaba pasar el tiempo empleando la caza, ya que los antiguos la consideraban una deidad acerca de tal actividad. Sin mencionar su puntería era algo impresionante de admirar, haciéndola la mejor entre los altísimos. O sino buscaba la tranquilidad y quietud de los bosques salvajes, donde le gustaba pasar un rato en paz, o darse un refrescante baño en privacidad.

    Fue uno de estos bosques a los que concurría la diosa, escenario que da al comienzo a esta historia.

    La diosa de la noche y de la luna, tomaba un baño en un tranquilo y cristalino lago, ubicado al centro de un basto bosque verde, ubicado cerca de una meseta, muy al sur del monte Corona, hogar de los dioses. El bosque era de difícil acceso para mortales y estaba lejos de la vista de sus congéneres, lo que le hacia atractivo para la privacidad y paz que deseaba la diosa.

    Solo las criaturas del bosque, habían sido testigos de la demostración de la belleza de Harumisa en ese tranquilo lugar; al menos hasta ese día, en el que inicio todo.

    Despreocupada tomaba su baño la diosa de la noche y de la luna, cuando unos gritos que rompieron la quietud del lugar, llamaron drásticamente su atención. Aquellos clamados pertenecían a una voz joven y varonil, lo que indicaba que andaba cerca del lugar un joven mortal.

    Harumisa, quien ya había tenido mala experiencia en más de una ocasión, tanto dioses como mortales y hasta con híbridos u otras desafortunadas criaturas, quienes la sorprendieron sin prenda alguna encima, en su forma mas pura. Todas ellas pagaron un alto precio por tal osadía, un terrible castigo que llevaba la muerte de la infortunada víctima como consecuencia. A pesar de ello, Harumisa odiaba llegar a esos extremos, pero no podía soportar ver la cara de lujuria y perversidad que presentaban sus indeseados espectadores; así que esta vez decidió irse del lugar, antes de que aquel ser ignorante, fuera una más de sus víctimas.

    Pero justo cuando se ponía de pie y con ansias de marcharse, sucedió lo indeseable: un grupo de roedores amarillos salieron de los matorrales, seguidos de un joven de cabellos azabache, que tenía como objetivo uno de esos seres. Ignorando la presencia de la avergonzada diosa, le joven siguió veloz su persecución, hasta que por fin logro capturar a su objetivo, echándose encima de el sin hacerle daño, valiéndose de una pequeña red.

    Alegre y victorioso, esbozo una gran sonrisa, símbolo de su júbilo por haber concluido su cacería. Gritaba a los cuatro vientos su hazaña y daba gracias al cielo el finalizar aquel drama. Por su parte la diosa estaba más que avergonzada por permanecer desnuda ante la presencia de aquel mortal, casi indignada por su júbilo ya que ignoraba el haberla visto.

    El siguió lleno de júbilo, a tal punto de querer ponerse a bailar en aquel sitio, pero en uno de sus giros abrió sus hasta hace poco cerrados ojos, y se topo con algo que nunca hubiera pensado encontrar en un remoto lugar como ese: una joven y hermosa damisela, tal y como el creador la trajo al mundo.

    Sus miradas se encontraron, sus rostros rojos se tornaron. El de él por la vergüenza y estar impresionado por observar semejante belleza; ella por la indignación y cólera que corría por sus venas, ante tal situación embarazosa.

    Paso solo un segundo, donde parece que el mundo se detuvo para ambos. Tiempo suficiente como para que ella tomara una decisión y sentenciar al joven como otra de sus víctimas; pero en ese instante, la acción que tomo el joven fue la más prudente, la que le salvo su vida, al menos por ahora.

    - Perdone mi lady – le hablo con respeto mientras desviaba la mirada hacia un lado – no note su noble presencia en el lugar – aquella respuesta detuvo las acciones de la diosa, más el joven prosiguió su explicación - Ruego me disculpe por mi ignorancia y torpeza… pero estaba tan alegre por finalizar mi tarea, que no me percate que una joven como usted estaría aquí… tomando un baño… le juro con toda sinceridad que no fue mi intención el ofenderla y producir esta incomoda situación.

    El desviaba el rostro, para no fijar su mirada en ella y esconder el notorio sonrojo. Más se dirigió hacia donde yacían sus cosas y saco un delgado manto azul entre las valijas. Después de titubear un rato, se acerco a paso lento hacia la diosa. Ella por su parte no articulaba palabra alguna, estaba impactada por lo sucedido y más por el hecho de que era la primera persona que no saliera corriendo del lugar… más que eso por otras razones más. A paso lento y dudoso, llego hacia la orilla del cristalino lago y extendió la mano en la que sujetaba aquel azul manto.

    - Por favor… use esto para que pueda secarse y cubrirse hasta que pueda vestirse nuevamente – artículo casi tartamudeando.

    Ella, dudosa en un principio, se acerco hacia el avanzando a través de las cristalinas aguas, siempre cubriéndose con ambos brazos, sus bien dotados atributos. Después de vacilar un momento, tomo aquel manto que el le había entregado, al momento de sentir el mínimo contacto de su brazo.

    - Es… esperare a que se vista, de seguro querrá una explicación de mi presencia aquí…

    El comenzó alejarse del lugar, hacia donde estaba el pequeño roedor amarillo, que estaba igual de perplejo por tal situación. Siempre con la cabeza desviaba de la vista de ella, el joven acomodaba sus pertenencias y preparaba todo para retornar a su hogar, no sin antes darle la merecida explicación a la damisela.

    Por su parte ella, no sabía el porque no le había dicho que se marchara, que quisiera estar sola, algo de el le intrigaba y ahora mismo averiguar que. Sin perder el tiempo, se seco su blanco cuerpo y comenzó a vestirse con las ropas que había dejado al lado del lago; cuando por fin termino de acomodarse su cabello, se acerco hacia él con el manto en mano. Cuando estuvo a su lado, extendió el brazo, en señal que tomara el objeto, el cual tomo lentamente.

    Un incomodo silencio los rodeaba, el tenia temor de mirarla, ella se indignaba por no hacerlo.

    - Ya estoy lista – dijo con firme voz Harumisa, exaltando un poco al joven, que cargaba suavemente al dócil roedor.

    - Eh… lo siento una vez más, es que… - boletándola a ver con duda, aunque se quedo mudo de debido a su hermosura.

    - ¡Sabes que! ¡Dejémonos de tanta cháchara y dime que pasa! – ordeno la diosa a punto de perder la paciencia.

    - Bueno – respondió el joven, respiro profundamente y prosiguió – ejerzo el oficio de cazador para ganarme la vida… y mi objetivo era este pequeño. Llevo persiguiéndolo tres semanas enteras a través de los bosques, hasta que me llevo hasta este lugar – esta respuesta casi le cuesta la vida al instante, ya que ella era también la diosa de las criaturas silvestres y de los bosques, y escuchar semejante cosa era algo indignante.

    - No se ofenda mi lady, pero no me logro explicar como una joven como usted ha logrado llegar a un apartado sitio como este – prosiguió el joven, ignorando los gestos de la diosa.

    Ahora la intriga aumento en ella, ¿acaso no la reconocía? ¿Con una mortal la confundía? ¿O acaso el mentía, para evadir castigo alguno?... estas eran algunas de las dudas que su mente formulaba, algo que la había dejado impactada.

    Ella decidió respirar hondo, calmarse y pensar mejor las cosas. De algo ella estaba segura: esa mirada, esa acción que hizo aquel joven, no era parecida en nada a la mirada de lujuria de sus antiguos “espectadores”… algo que le decía que estaba diciendo la verdad.

    Al final, no sabía si por la impresión o por la locura, soltó una pequeña risita, cosa que alarmo en cierta manera al joven, pero a la vez lo alivio un poco.

    - ¿Dije algo malo acaso? – pregunto intrigado el joven, mientras que ella seguía con su risita.

    - No es nada – le contesto alegre ella – son cosas mías – aquella respuesta hizo que el joven soltara un suspiro.

    - Ahora que me decías – prosiguió ella tornándose seria acordándose de lo dicho hace un momento – que eras un cazador, ¿no?

    - Bueno, se podría decir que si – contesto con risa boba – la verdad es que mi trabajo consiste en capturar criaturas mágicas como esta, para sacarlos de los lugares donde se les considera amenaza, para llevarlos a un lugar donde no les hagan daño ni causen problemas.

    - Entiendo – respondió impresionada Harumisa, por primera vez en su vida veía semejante cosa, un cazador que no mataba a sus presas, sino las atrapaba para después liberarlas.

    - ¿Pero que daño puede hacer un pequeño como este? – prosiguió Harumisa sin salir de su asombro.

    - El nada… nosotros, lo humanos, a él; mucho… - respondió el joven – como a el, a muchos le consideran amenazas, la mayoría los elimina, los liquida… pero para mi, son amigos, compañeros, seres tranquilos y enigmáticos – respondió mientras miraba al cielo, mientras que el viento agitaba suavemente sus cabellos.

    - Es impresionante lo que dices… la verdad nunca había conocido a alguien que tuviera tal pensamiento – respondió la diosa impresionada.

    - Bueno así soy yo, algunos me consideran algo raro – respondió el joven riendo alegremente.

    - Yo no te considero raro – interrumpió la diosa.

    - ¿Ah no?

    - No.

    - ¿Entonces?

    - Mmmm… eres interesante, pero no raro – contestarle con la mejor de sus sonrisas, cosa que hizo que el joven se sonrojara y ella se impresionara.

    Harumisa comenzó a sentir en su interior, algo nuevo, innovador… un sentimiento extraño, que ni ella sabía cual era la razón… pero antes de que siguiera con sus múltiples dudas, el joven la interrumpió con respeto, para sugerirle llevarla hasta su casa. Ella acepto sin vacilar, aunque no sabía que mentira se iba a inventar en un momento como tal…

    Después de treinta minutos, en los cuales fueron conociéndose cada uno, lograron salir del bosque hasta que llegaron hasta un cruce, donde se separaron. El hacia su casa, ella retornaba a la enorme y celestial montaña.

    Antes de irse, ella le pregunto su nombre, Satorion recibió como respuesta. El le hizo la misma pregunta, a lo que le respondió: Me llamo Haruka.

    Llego la noche, y el joven ya estaba en sus aposentos, tratando de caer en las manos de Morfeo, pero todo intento era vano de conciliar su sueño. En su mente se proyectaba la imagen de aquella joven, la imagen de la primera vez que la vio, fue solo un instante, que quedo impregnado para toda su vida.

    No la recordaba con lujuria ni codicia, sino que admiraba el ver tal demostración de pureza y belleza. Mujer de piel perfecta, brillantes ojos y hermoso cabello… era como haber visto a una diosa…

    De tanto pensar en el asunto, logro al fin quedarse dormido. Más a medianoche, la luna se poso justo encima de su casa, la luz de aquel astro nocturno le llegaba con fuerza directamente al rostro, pero en lugar de incomodarse, sentía gozo, como si fueran caricias. Esto era porque la misma Harumisa, se había quedado contemplando la imagen del cazador con gran ternura.

    Los días que pasaron, su ocio no era otro que observar lo que hacia el cazador… no sabía el porque, solo lo hacía.

    Esto atrajo la atención de su media hermana y mejor amiga, Hikarus, diosa del amor y de la belleza. La peli azul tuvo una charla directa con ella, ya que como autoridad en aquel campo, tenia el conocimiento de que debido a aquel sentimiento, traspasaran las fronteras. Le dijo en pocos términos, que aquel joven había logrado más que llamar su atención, había capturado su corazón.

    - Explícate mi buena amiga – clamo Harumisa.

    - Es simple mi inocente amiga… estas enamorada – le respondió con una sonrisa.

    ¿Acaso era posible? ¿La diosa de la noche y de la luna, ENAMORADA? ¿Era posible enamorarse y de un ser mortal?

    Dudas que se crearan en su mente, pero decidió bajar a la tierra, para resolverlas de una buena vez.

    Haciéndose pasar por la joven mortal Haruka, poco a poco comenzó a acercarse hacia aquel joven… poco a poco comenzó a conocerlo, poco a poco a seguir enamorándose de él.

    Así siguieron hasta que los dos tuvieron una relación, un romance… algo bello para ambos, dejar fluir un sentimiento que los hacia sentir bien, los hacia estar juntos.

    En el día, ella permanecía a su lado como la inocente Haruka; en las noches, velaba desde lo por el desde lo más alto del cielo, brillando con más fuerza la rayitos de luz de la luna, que caían hacia su rostro como si fueran tiernas caricias.

    Pero toda historia tiene su parte oscura, y la de esta era que todos no miraban con buenos ojos la relación entre la diosa y el mortal. En especial el dios que hacia ella la pretendía, el dios de las guerras y de las iras. Indignado de ver a su querida Harumisa, en los brazos de un simple mortal, planeo su terrible venganza.

    Un día la cito hasta un extremo del palacio celestial, para tener una amena charla y tal vez compartir una actividad. La diosa acepto, aunque no muy gustosa, ya que sabía de antemano las intenciones que tenia para ella.

    Después de conversar un rato, le hizo una loca proposición: le retaba a una prueba de tiro. Si el ganaba, aceptaría desposarse con el; pero si ella ganaba, el dejaba de insistir en el tema. Ella, orgullosa, acepto con burla tal apuesta, así que esperaba con ansias liberarse de tan pesada carga. Cabe resaltar que Harumisa era la mejor en lo que se trata de tiro, valiéndose de un solo arco y una flecha, podía asestar el dar en el ojo a un minúsculo pájaro en pleno vuelo. No importa que el lugar donde estaban estuviera lejos de la tierra, Harumisa iba a aceptar.

    - Dame el objetivo que quieras – ordeno de manera osada.

    - ¿Lo que sea? ¿Esta segura?

    - ¡Déjate de rodeos! y dime que es lo que tengo que atravesar.

    - Como ordene la diosa – respondió a burla fingiendo una reverencia – que te parece ese punto negro que esta ahí – respondió esbozando una sonrisa.

    - ¿Por qué ese? – pregunto dudosa.

    - ¿Por qué dudas? ¿Acaso no confías en tus habilidades? – se burlo el de cabello claro, causando la rabia de la diosa.

    Ahora lo hacía por su orgullo. Tenso el arco, fijo bien la mirada, jalo la plateada fecha, respiro hondo… zas! La flecha salió disparada a una impresionante velocidad, cayendo aparentemente en el objetivo.

    - Ahora veamos si has acertado – dijo el de cabello claro, mientras se tele transportaba hacia la tierra, seguida de la diosa de la noche y de la luna.

    Al llegar al lugar, el dios de la guerra se acerco hacia donde yacía el objetivo, al verlo, esbozo una sonrisa y paso a marchase.

    - Es oficial, he perdido… pero de cualquier forma… gane – dijo antes de partir.

    Harumisa le resultaba extraña esta respuesta, no era propio que aquel dios de cabello claro aceptara el perder de una manera tan correcta. Dudosa, decidió acercarse hasta el blanco. A medida que lo hacia, su corazón se aceleraba y no sabía la razón. A medida que acortaba la distancia, se daba cuenta de que aquel era un mortal, un joven mortal… su respiración aumentaba, el corazón más se le agitaba.

    Dio unos pasos más… y descubrió la terrible verdad. Aquel a quien había matado, era su joven amado. Sus ojos abiertos aún, su sangre esparcida por el suelo, su cuerpo yacía sobre el verde pasto, mientras que una flecha plateada estaba clavada en el centro de su corazón.

    La joven diosa no podía creer tal escena. Su maldito orgullo le llevo hacer lo impensable. Trataba de ayudarlo, socorrerlo, gritaba, lloraba; pero ya era tarde, ya las parcas habían cortado el hilo de su existencia, ahora pasaba a pertenecer al inframundo…

    Dolida la joven Harumisa, solo le quedo hacer una cosa, cogió el alma de su cazador amado y la inmortalizo en el firmamento. Un grupo de estrellas formaban su figura, presentando un pikachu en su hombre.

    La joven diosa, sabía que poder revivirlo no podía hacerlo, pero al menos su figura permanecerá para ella para toda la eternidad.

    Dolida y con el rostro lleno de lágrimas, hizo un juramento bajo el nombre del mismísimo río Estigia: Ella nunca sería tocada por ser masculino alguno, permanecería virgen, tal y como estaba, en honor a su cazador caído. Dios que juraba bajo ese nombre, no podía retractarse bajo ninguna circustancia.

    Por eso es que la jóvenes de aquella región, siempre le rezaban para que les ayude a permanecer vírgenes y puras, hasta que llegue el momento de sus nupcias.

    Siempre le rezaban, a Harumisa, la diosa virgen.

    FIN

    Esperto haya sido de su agrado.

    Gracias por leer.

    Kenyi se retira.
     
  2.  
    Robert Cross Kresnik

    Robert Cross Kresnik Entusiasta

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    me quito el sombrero, eres un dios en el arte literario aunque la historia ya la habia leido supiste trasladarla perfectamente eres mi idolo y eres mi maestro aora te prendere una veladora cada noche para a ver si llego ser como tu
     

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