Horror Un destino resignado

Tema en 'Relatos' iniciado por George Asai, 4 Marzo 2017.

  1.  
    George Asai

    George Asai Maestro del moe

    Aries
    Miembro desde:
    15 Mayo 2011
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    Título:
    Un destino resignado
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    1
     
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    3149
    Un destino resignado


    Jamás podrás ser feliz”


    Las palabras de mi mentora resonaron una y otra vez en lo más profundo de mi subconsciente, quería negarlo con todas mis fuerzas, darle a entender que se equivocaba, que yo era más poderoso que esa tonta maldición milenaria. Claro, estaba siendo iluso, en el fondo sabía la verdad, desde el momento en que nací me vi condenado por un estúpido legado que cargaba sobre mis hombros.


    La familia Casanova tenía el increíble poder de acceder a los recuerdos de sus antepasados y de traer al mundo actual las armas o hechizos de estos individuos fallecidos. No obstante, nuestro clan cargaba una maldición, una que terminó conmigo…


    Sí, definitivamente no había ningún error, mi mentora no mentía. La maldición de los Casanova desapareció luego del año 1980, todos los miembros nacidos luego de esa fecha estarían exentos de este mal. Si tan solo hubiese nacido antes tal vez mi vida habría sido diferente, quizá me hubiese convertido en un héroe o solo habría ignorado mi legado.


    —Entonces, ¿no puedo sacarme este instinto que crece dentro de mí? —susurré con desesperación en mi voz.


    Cada día me levantaba con ganas de hacerle daño a la gente, de querer matar personas, era un sentimiento horrible, me veía a mí mismo cometiendo crímenes inhumanos, al punto de considerarlo hermoso. Pero no, mi mente no era tan débil para caer, llevaba resistiéndome a este impulso desde mi infancia, evitaba pelearme y por ende, mi personalidad se volvió tímida. Todo con la esperanza de encontrar la cura y por fin, vivir una vida normal.


    Pero el mundo no fue amable conmigo, nadie lo fue, ni siquiera mi mentora o mi familia.


    —No, lo siento tanto, Gilberto, pero tu maldición es incurable.


    —E-Eso quiere decir que, ¿me esforcé en vano?, tantos años de martirio desperdiciados para nada. Jamás seré feliz, nunca podré amar a nadie y en el peor de los casos, ¿acabaré siendo un monstruo sin importar el camino qué tome? —Poco a poco fui comprendiendo porque mis padres no me prestaban atención, ellos sabían desde que estaba en el vientre de mi madre que yo iba a nacer con esta maldición. Pero no me mataron, ellos resultaron ser unos asquerosos debiluchos que solo pensaron en sus estúpidos egos y no en cómo viviría yo, manchado de por vida por un capricho del destino.


    —Sí. —La madre Joaquina no dijo nada más, su semblante continuó caído, como si estuviese ahogándose en la vergüenza del momento.


    —Entonces que así sea, si el maldito mundo quiere volverme un monstruo se lo permitiré, ya no viviré más con la angustia de hacer el bien, aquello solo me trae problemas. No hay salvación, nunca la hubo desde un inicio, entonces… ¿Por qué no darle a mi cuerpo placer?, tanto que lo deseé, tanto que lo busqué, ¿no merezco ya una pobre recompensa?


    —No tengo derecho a detenerte, Gilberto, pero si te rindes a tus impulsos ya no habrá marcha atrás, ¿seguro qué quieres hacerlo?


    —Si vivo de acuerdo a la moral me arrepentiré, lo supe desde que tomé consciencia… La felicidad me enferma, todas las emociones positivas me provocan repulsión, es asqueroso, indigno y aburrido, de vivir así toda mi vida habría acabado vacío, como un caparazón carente de caracol que viviese dentro. Al final, no sé si es la maldición o mi propia personalidad, pero de nada sirve preguntárselo ahora. Eso si, te daré una oportunidad, mentora, si me matas ahora tal vez salves muchas vidas en el futuro., tú decides….


    —¡Idiota!, ¿cómo podría matarte? —La madre Joaquina cometió el peor error de su vida, en ese momento me di la vuelta y abandoné la capilla.


    Lo que pasó después fue un concierto increíble, al menos para mí, entraba a comandancias policiales y le disparaba a todos lo que veía, como poseía el hechizo de viento reflexivo, las balas eran incapaces de pegarme, lo mismo con los explosivos o armas de asalto. Nadie podía vencerme, después de todo, yo era un hechicero que había roto el voto secreto solo para su placer.


    Herí, maté y humillé a todos esa noche, las noticias se aterraron al extremo, pues también entré a las celdas cercanas y en vez de liberar a los criminales también los exterminé. Pronto me aburrí de estos ordinarios y dejé que los cazadores y agentes me encontraran.


    Ya no tenía nada que perder, rompí mis lazos con la familia Casanova y mis amigos de la escuela, todo para poder emprender esta cruzada suicida. Los primeros cazadores pensaron que sería fácil, en lo que ellos sacaron sus rifles yo ya los había decapitado de un solo tajo con mi espada, los siguientes dispararon sus estúpidas balas y al final, los acabé matando justo igual que los primeros policías que ataqué.


    Pero esto no era suficiente, cazadores venían y me rodeaban con sus armas baratas, no era suficiente, no era suficiente, ¡no era suficiente!, quería pelear contra enemigos más fuertes, que me matasen de una buena vez para poner fin a mi existencia tan patética. Pero… Pronto me di cuenta de que me gustaba vivir así, encontré un nuevo valor a la vida viviendo de esta forma, haciendo daño a las personas, escuchando sus llantos, sus lamentaciones antes de morir. Todo era tan genial que por fin encontré un sentimiento nuevo para mí… La felicidad.


    —¡Gilberto Casanova! —Una voz femenina me llamó por detrás, al parecer los paladines por fin se dieron cuenta de mi amenaza y decidieron mandar a una de sus mejores peleadoras solo para matarme. Oh, me sentí halagado por ese detalle, pues hace apenas un mes solo me consideraban una molestia que podía ser aplacada con unos cuantos agentes normales.


    —¿Puedo ayudarle? —respondí con cinismo y falsa educación. La mujer tenía una túnica repleta de cruces cristianas y una máscara dorada que cubría su rostro, salvo su boca. Era el atuendo típico de un paladín, los soldados de élite que cuidaban los blasones del Vaticano. A diferencia de los agentes normales, los paladines nacían siendo súper humanos y por consecuente, poseían habilidades superiores.


    —¡Te voy a matar!, ya mataste a muchos de mis camaradas, sus muertes no quedarán en vano.


    —No es la primera vez que peleo con un paladín, pero sí la primera que uno desea vengarse de mí. No lo hagas, la venganza nunca es buena. —De nuevo mi falsa humildad volvió a sacarla de sus casillas, a decir verdad, podía sentir su instinto asesino desde aquí, pero ya me había acostumbrado a esta sensación que no me molestó en lo absoluto.


    Ya ni se molestó en hablarme, la guerrera cargó contra mi humanidad e invocó al mismo tiempo una espada ropera en su mano diestra. Menuda diversión, por fin alguien que no moriría al primer golpe.


    Yo también invoqué mi gladius romana para bloquear su primer corte, de inmediato nuestras armas chocaron en un total de diez ocasiones, todas a una velocidad tan rápida que mis ojos no fueron capaces de percibirlos del todo. No obstante, mi experiencia y espíritu de lucha pudieron seguir el ritmo sin necesidad de usar el hechizo de refuerzo.


    Si lo usaba la pelea no tendría sentido.


    —¡Cuchillas llameantes! —La espada del paladín brilló con un resplandor rojo, aquella técnica se parecía a la que usó mi ex compañero de armas, Silver, pues concentró la energía mágica del medio ambiente con la suya, el llegar a moldearlo dentro de un objeto (en este caso, la espada) era una maniobra complicada de realizar, hasta para mí. Pero esto solo incrementaba más la diversión del combate.


    —¡Escudo de legionario! —Detuve su impacto con mi reliquia sagrada, este escudo perteneció a uno de mis antepasados romanos, el cual formó parte del cuerpo de legionarios, de inmediato, usé mi gladius para contraatacar con un corte directo al pecho.


    —¡Muy lento! —Pero la mujer fue más rápida, ella no tardó menos de un parpadeo en dar un salto sobrehumano sobre mi cabeza y de inmediato, contraatacar con otro corte al cuello. Cada uno de sus movimientos estaba diseñado para asesinarme, no había otro pensamiento en su mente que no fuera ese.


    Genial, genial, ¡genial!, la sensación de estar acorralado como un animal era increíble, esta tipa estaba confiada de sus habilidades, sin miedos ni temores, cargaba contra mí con un valor digno de halagar. Aun así, aquella fuerza tan increíble solo me hacía desear más hacerle daño. Me resultaba más placentero lastimar a un guerrero que a un civil, quizá porque este último sabía de antemano que no iba a sobrevivir, ante el dolor o la muerte, las personas ganan una fuerza de voluntad que les hacía brillar en sus últimos momentos.


    Odiaba eso, yo quería verlos morir como ratas envenenadas, eso de recibir su final con una sonrisa me desagradaba en gran medida.


    Pero un guerrero era diferente, en sus cabezas jamás entraba la idea de morir, sobretodo aquellos que tenían gran fe en sus poderes. Esta chica había vivido como una peleadora desde el día en que nació, jamás conoció el miedo ni la inutilidad de no poder hacer nada para salvarte a ti mismo o a una persona amada.


    Sí, lo que yo quería en verdad no era matarla, sino torturarla, hacerla sentir como una civil aterrada por su propia existencia.


    Fue en ese instante, donde encontré una nueva motivación… El dolor, matar era fácil y sencillo, la persona no sentía nada luego del tiro final, pero en cambio, una herida permanente jamás sanaba, las memorias de una experiencia aterradora cazaban a todos, incluso el más curtido de los soldados caía víctima de los miedos básicos del ser humano. Y yo quería ser el causante de ello, la razón por la cual no pudiesen dormir todas las noches, el tener mi recuerdo sobre sus mentes… ¡Me resultaba tentador!


    —Maldición. —Nuestra pelea no llegó a ningún rumbo, ella no podía romper mi defensa y yo no me molestaba en pelear en serio, a pesar de sus grandes poderes la desesperación y el odio hacia mi persona le estaban nublando el juicio. Una pena, si ella estuviese concentrada del todo habríamos tenido una pelea pareja, pero en su estado, simplemente me bastaba con un contraataque básico para terminar todo.


    No deseaba apresurarme, a lo mejor algo decente salía de sus manos, alguna técnica que valiese la pena disfrutar.


    —¿Es qué no sabes hacer algo más? —cuestioné un poco decepcionado.


    —¡Maldita sea! —La joven paladín perdió por completo la calma, sus pasos comenzaron a volverse cada vez más erráticos y su mente ya no estaba del todo confiada. Menuda decepción, vine aquí buscando una pelea interesante y solo me topé con una niña caprichosa. De nada servía tener esos poderes tan sorprendentes si su mente no era capaz de asimilarlos del todo.


    —¡Gladius dorada! —Mi arma resplandeció con un hermoso color oro, a diferencia de sus técnicas la mía consistía no en cortar el cuerpo, sino el alma del rival, disminuyendo así su capacidad mágica y por ende, la resistencia física. Cargué con toda mi velocidad hacia el frente, sabía que no era lo bastante rápido para alcanzarla con mis estocadas, pero mi verdadero plan era otro.


    —¡Muy lento! —volvió a exclamar.


    Justo como esperé, la cuchilla dorada pasó de lago gracias al salto sobrehumano que mi adversario realizó, de inmediato, la desesperada jovencita lanzó un contraataque brutal, el cual consistía en aprovechar el salto realizado para lanzarme una lluvia de cuchillos que iba invocando paulatinamente. Su bombardeo no me pareció muy intimidante, pero luego vi de cerca el metal de sus proyectiles.


    ¡Runas mágicas!, cada uno de los cuchillos lanzados contaba con la runa de fuego, un poder especial que le permitía la manipulación de los elementos. ¡Por fin la pelea se puso buena!, en vez de evadirlos decidí bloquearlos con el filo de mi gladius. Contra todo pronóstico logré repeler sus veinte disparos, a la chica no le sorprendió mucho, después de todo, enfrentaba al grandioso Gilberto Casanova.


    Una leve sonrisa apareció sobre mis labios, tras escanear un poco el campo de batalla pude apreciar los agujeros calcinados que dejaron los cuchillos llameantes. Si uno de aquellos proyectiles me hubiese tocado, habría perdido una extremidad o incluso pude haber muerto. Sí, definitivamente estaba en lo cierto…


    Una pelea contra un rival fuera era mejor que asesinar debiluchos a diestra y siniestra.


    Por desgracia, la cosas no podían durar para siempre, cada momento por más hermoso que fuese debía terminar y además, deseaba disfrutarlo. Mi plan poco a poco se completaba y al parecer, la chica paladín no lo había descubierto aún.


    Luego de haber intercambiado golpes por otros dos minutos finalmente encontré la abertura que tanto deseaba, ¡ahora!, lancé una puñalada hacia el pecho de la chica sin descuidar mi defensa, pues todavía cargaba conmigo el escudo romano. Claro, ella lo evadió sin ningún problema con un desplazamiento en reversa, pero al hacerlo, dejó descubierto su flanco izquierdo.


    —¡No! —Ella se dio cuenta demasiado tarde, cuando notó la abertura mi gladius ya había triturado sus costillas y atravesado su blanca piel. La pelea terminó con ese golpe —. N-No puede ser, ah… —Mi víctima cayó de rodillas con la mirada baja, no sabía que le dolía más, si su orgullo por haber perdido de una manera tan patética o su cuerpo sangrante.


    —¿Qué sucede, paladín? —Mi parte favorita por fin llegó, el tener que joder la vida de una peleadora tan fuerte me llenó de entusiasmo. No podía ocultar lo feliz que estaba, ¡maravilloso!, ¡impresionante!, su semblante cabizbajo comenzó a temblar, ella dejó de ser un paladín imponente y ahora solo era una chica asustada por su propia vida.


    —N-No voy a ceder —susurró, más por compromiso que por convicción.


    —Me decepcionas, creí que los paladines eran más fuertes, ¿o tú eres demasiado débil?, no lo sé, ¿qué piensas? —Mientras decía eso empecé a patear su cara con una carcajada siniestra, mis patadas no eran fuertes, pero sí humillantes, hice que su boca saboreara por completo la suela de mi zapatos.


    —Y-Yo… —No la dejé responder, le di una patada mucho más fuerte que acabó por tirarla al piso —. N-No me rendiré… —A pesar de la paliza recibida, la jovencita se aferraba a su alma como guerrera como si su vida dependiese de ello. Pude haberla matado desde que iniciamos la pelea, pero quise darle falsas esperanzas, la ilusioné con una posibilidad de victoria invisible para después humillarla como una perra callejera.


    —¿No te rendirás?, tú misma estás en este apuro por tu sed de gloria. Si no hubieses tomado este camino sangriento, estarías en casa disfrutando de una comida amorosa con tus compañeros de clase. No creas que lo ignoro, pero tú te convertiste en paladín para ser alguien especial, para sobresalir de las masas y forjarte un nombre en el mundo de lo sobrenatural. Tienes miedo a ser olvidada y quedar sin una huella en la historia, pero que irónico, ¡qué irónico!, no sabes lo divertido que me parece verte, imbécil, ¡desperdiciaste tu vida!, ahora estás frente a mí, tu peor pesadilla. —Al escuchar mi discurso la jovencita por fin rompió en llanto, sus ojos se llenaron de lágrimas y por primera vez intentó arrastrarse hacia atrás.


    —¿C-Cómo lo sabes?


    —Tu cara lo dice todo.


    Coloqué mi gladius sobre su garganta para ver la reacción que tenía.


    Justo como pensé, al parecer ella suprimió su miedo con el entrenamiento mental y simplemente cerró sus ojos, esperando el momento de su final. Esto no era divertido, aún con su verdadera cara descubierta la joven paladín continuó siendo firme en sus creencias. Si no temía a la muerte… Entonces…


    Tal vez tema a la vida


    —No te mataré, pequeña, haré algo peor. —Ella estaba desangrándose y con dolores por todo el cuerpo, apenas le quedaban fuerzas para mantenerse consciente y cualquier indicio de resistencia había desaparecido. Sin ninguna prisa le sujeté del cuello y la levanté unos pocos centímetros del piso, por un instante ella contuvo su respiración pensando que la iba a estrangular. Aunque hacerlo resultaba tentador, no iba a ser tan doloroso a largo plazo. Llegó la hora de convertirme en algo más que un oponente, sí, su estúpido orgullo no podría soportar lo que iba a realizar.


    —Despídete de tu carrera. —Levanté a la guerrera con todas mis fuerzas y posteriormente azoté su cabeza contra el suelo, ella no dijo nada, no podía hacerlo, su consciencia se apagó de golpe cuando su cráneo casi se rompe por el impacto. Pero aquello no la mató, de repente me empecé a reír…


    Carcajada tras carcajada presencié el hermoso panorama que ocurría bajo mis pies. La chica sangraba sin parar, su cuerpo lentamente perdía color, sin embargo, el proceso regenerativo la mantenía con vida de alguna manera. Era mejor así, ella sentía dolor, aún desmayada podía oler su sufrimiento, la humillación y el miedo.


    —Sé que puedes escucharme, pequeña, ese golpe que te di probablemente borrará tus recuerdos o peor aún, quedarás paralitica. —Le di una patada al rostro para que me respondiese, pero no lo hizo, sus ojos continuaban cerrados y su boca se llenó de saliva, probablemente porque intentaba hablar pero no era capaz de hacerlo —. Veo que no podrás levantarte, me gustaría quedarme a ver si me recuerdas o si aún puedes caminar, pero tengo cosas que hacer, nos vemos.


    Dejé a la jovencita agonizante y sufriendo, a pesar de la gravedad de sus heridas ella no iba a morir, ni siquiera por el escandaloso sangrado. Mi objetivo por fin se cumplió, ella jamás va a olvidarme, de hoy en adelante recordará (si es que no le borré la memoria con el golpe) mi rostro y será incapaz de pelear nuevamente. Ya no podrá pertenecer a los paladines, su único lugar a donde ir y de hacerlo por algún milagro las cosas ya no serán como antes.


    Sentirá miedo, el valor que mostró antes de la pelea solo será una amarga memoria para ella. Por otro lado, el mejor resultado es que perdiese la capacidad de caminar, así cargaría con una herida incurable el resto de su vida, ¿y quién se la hizo?, por mí, que me recuerde o no sería bueno, la primera opción porque el nombre de Gilberto Casanova le daría el mayor escalofrío de su vida, no obstante, de no recordarme también estaría bien, después de todo, ¿no debía ser frustrante vivir sin saber quién te quitó las piernas?, la desesperación de no recordar el incidente que te marcó para siempre también era satisfactoria.


    Sí, definitivamente no había ningún error…


    Hacerle daño a las personas era divertido, un placer que no debía ser subestimado de ninguna forma. Matar ya no me divertía, quería causar dolor, arruinar vidas, mantener el odio en sus corazones dirigido hacia mi persona, solo así podría darle placer a la maldición de los Casanova. Una maldición que murió conmigo.


    FIN.
     
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  2.  
    Elliot

    Elliot Usuario común

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    Pluma de
    Escritor
    Muy chula la historia, teniendo el punto de vista de la insana mente de un villano, y como este marca a una heroína para siempre. Se sintió un poco como el inicio de un anime o el trasfondo de dos personajes de este.

    Un saludo!
     
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