One-shot de Naruto - One Shot: Proof Of Life (SasuSaku)

Este es el primer One Shot que escribo. Me inspiré en el video (que de allí provino el nombre) Proof of life de Vocaloid. Realmente es muy lindo, espero que le guste n_n Ah y recuerden dejar sus comentarios please!​

Proof of life​

Todo comenzó aquel día, cuando me encontraba recostado de la ventanilla del avión observando el hermoso y distante paisaje, perdido en mis ideologías. Faltaban tan sólo horas para presentarme ante cientos de personas en un importante teatro de Francia. Sin embargo, no podía apartar mis pensamientos de aquella mujer, aquella que por primera vez había logrado cautivar mi corazón. En ese momento entendí lo que significa esa palabra tan popular e importante, esa de cuatro letras, que los jóvenes de mi misma edad suelen ver como una prioridad en sus vidas.

Muchos me reconocían como “un artista con un gran potencial”. Otros decían que tenía mucho talento para tan sólo tocar un piano; otros que no tendría éxito en mi carrera musical. Una vez llegué a escuchar en la TV que yo ¡hasta podía ser la reencarnación del mismísimo Ludwig van Beethoven!, pero yo nunca lo asimilé de ese modo. Para mí, tocar el piano era mi pasión, un pasatiempo, más no lo veía como un trabajo o sustento de vida.

Las horas pasaron, hasta caer la noche. Me presenté en el recital y todo fue un éxito, las personas aplaudían, sonreían, se sentían a gusto con mi dulce melodía. De vuelta en el hotel, me armé de coraje y decidí marcarle a aquella pelirosa en la que no podía dejar de pensar. Coloqué el auricular en mi oído y para mi sorpresa se escuchó del otro lado la voz de la contestadora automática. Decidí no insistir más, ella era una importante médico de Japón, de seguro estaba en una conferencia de prensa o en quirófano atendiendo a algún paciente, tal vez.

Mi carrera como pianista se encontraba en su máximo punto, “en la gloria” como dicen muchos. Me sentía feliz, por fin había podido cumplir el sueño de mi padre, aquel que él nunca pudo realizar: convertirse en un músico de importancia en la historia. Desde ese día, me siento satisfecho conmigo mismo.

Pasaron los días, las semanas, los meses y yo sin tener contacto con aquella hermosa chica de ojos jades que tanto me cautivó e impulsó a escribir mis dulces partituras. De vez en cuando intentaba llamarla, pero siempre solía tener el mismo resultado: oía la misma vocecita molesta al otro lado del aparato. A pesar de tener tanto tiempo conociéndola, nunca la vi como algo más que una simple amiga, con la que compartí alegrías, tristezas, miedos, entre otras cosas. Debo admitir que siempre fui un egoísta inmaduro incapaz de darme cuenta de cómo me veía, me sonría y me hablaba… siempre con dulzura y comprensión. En pocas palabras, siempre me entregó su apoyo y cariño y yo nunca hice ni el más mínimo esfuerzo por corresponderlo. Ahora podía darme cuenta… esperando no fuera demasiado tarde para devolverle todo lo que ella me brindó en tantos años de amistad.

Las estaciones pasaban con gran rapidez, invierno, primavera, verano, otoño… estuve tan ocupado dando vueltas por Europa que no pude darme cuenta de lo rápido que corrió el tiempo.

Me sentí aliviado cuando abordé un avión de vuelta a Japón, por fin podría volver a verla y contarle todo lo acontecido en mi viaje por los países Europeos, de seguro ella me escucharía con gran atención como siempre solía hacerlo.

Fueron unas cuantas horas de viaje, hasta que aterrizamos en el aeropuerto japonés. De inmediato le indiqué a mi chofer que se dirigiera a la casa de la Haruno, muy acogedora por cierto. En el camino no hice más que pensar en cómo reaccionaría, ya no podía aguantar tanta curiosidad. Unos minutos antes de llegar, me detuve en una dulcería, donde le compré unas cajas de su chocolate favorito, unos cuantos bombones y un gran ramo de rosas.

Bajé del auto y me posé ante la puerta de su vivienda. Tardé unos segundos en organizar mis pensamientos, pues no sabía qué iba decirle exactamente. Con los regalos en mano, presioné el botón del timbre entusiasmado, por primera vez en mi vida me sentía tan ansioso por verla, por estar con ella y charlar un rato.


La puerta se abrió lentamente, permitiéndome divisar a Sakura justo frente a mí. Ella me recibió con un fuerte y largo abrazo, para luego invitarme a entrar en su casa, y yo por supuesto, acepté gustoso. Nos sentamos en el sofá de su sala, que se mantenía cálida estando en una estación tan fría como el otoño. Recibió mis regalos y charlamos sobre mi largo viaje, ella siempre se mantuvo atenta asintiendo de vez en cuando. Estuve tan ocupado hablando de mí, que hasta había olvidado preguntarle cómo se encontraba y todo lo que había hecho en los 12 meses en los que me ausenté.

Pasaron las horas hasta caer la noche. Debido a compromisos que debía cumplir al día siguiente, me vi obligado a despedirme más temprano de lo usual. Llegué a la mansión en la que vivía, tumbándome en mi cama del cansancio. En eso, mi móvil comenzó a sonar. Al ver que era Sakura, contesté sin dudar.

— ¿Hola? —se escuchó su débil voz del otro lado de la línea— ¿Sasuke?

— Si Sakura, soy yo —le afirmé sonriente— ¿Qué pasa?

— Sé que no me lo has preguntado, quizás tampoco te interese… —decía con su voz temblorosa. Luego de una pausa prosiguió— Sasuke… me detectaron una enfermedad incurable y… los médicos afirmaron que… no me queda mucho tiempo de vida…

Mis pupilas se dilataron, mi corazón latía fuerte y con gran rapidez. Me faltaba el aire y sentía un fuerte dolor en mi pecho y estómago. ¿Era esa sensación parte de lo que significa amar? Pues en ese momento no podía asegurarlo. Mantuve silencio por unos cuantos minutos que parecieron eternos. Sin embargo, ella seguía allí, en un total silencio. Respiré profundo y por fin me dispuse a continuar.

—¿Puedo verte mañana en el parque a las 8:00 a.m.? —le cuestioné con un tono de voz bajo, intentando no demostrarle lo que sentía.

—Por supuesto que sí. Allí estaré —y sin decir más, colgó la llamada.

Recuerdo que aquella noche lloré como nunca lo había hecho. Sí, sé que suena extraño ¿yo, Sasuke Uchiha llorando?, pues por primera vez, así era. No lloraba por lástima, más bien sentía rabia conmigo mismo. Ahora que por fin podía entender el significado de la palabra amor, era demasiado tarde para ponerlo en práctica con esa hermosa chica de cabello rosa; ella era la única con la que me sentía dispuesto a intentarlo.

La noche se fue para darle paso a un nuevo día. El cielo estaba nublado, las aves no cantaban y el ambiente estaba más frío de lo normal. Cancelé todo lo que tenía planeado realizar ese día y llegué más puntual de lo habitual al parque, donde estaba ella, esperándome. Se dirigió hacia mí con una sonrisa en sus labios, como siempre solía hacerlo. También dibujé una sonrisa forzada en mi rostro, para ocultar todo lo que sentía por la Haruno en ese momento. Un incómodo silencio reinó en ese momento, ninguno de los dos se atrevía a romper el hielo. Sólo nos mirábamos a los ojos, sin dejar de sonreír.

—Sasuke… —murmuró desviando la mirada al piso— acepté venir aquí porque… yo… yo tengo algo que decirte. —dicho esto, volvió el incómodo silencio. Me mantuve callado, hasta que respiró profundo y prosiguió— desde hace mucho tiempo he sentido algo aquí adentro, que ya no puedo hacer como si no estuviera allí —explicaba colocando su mano derecha sobre su pecho— ¿sabes? Yo nunca me atreví a decirte nada por miedo a que me rechazaras… pero ahora que no me queda mucho tiempo, necesito que sepas que yo… yo… —gagueaba nerviosa, sin atreverse a mirarme a los ojos— te amo…

La miré asombrado, después de tantos años por fin se atrevió a decirme aquello que siempre mantuvo oculto, hizo lo que yo no fui capaz de hacer. Le sonreí nuevamente, pero esta vez no era una sonrisa falsa ni forzada, sino una que se había dibujado en mis labios inconscientemente. Alzó nuevamente su rostro, mirándome a los ojos reiteradamente. Fue en ese momento cuando divisé unas cuantas lágrimas salir de sus ojos para luego rodar por sus mejillas.

Me quedé mirándola, sin poder confesarle lo que sentía por ella. Por más que quería hacerlo, no podía. Me sonrió medio de lado, para luego desplomarse en mis brazos. La sostuve fuertemente, recostándola en el banco más cercano. La llamé unas cuantas veces sin tener éxito. La cargué como una princesa, llevándola a mi auto y recostándola en la parte trasera. Encendí el vehículo y manejé lo más rápido que pude, sin importarme algunas señales de tránsito. Por suerte llegamos de inmediato al hospital más colindante, donde la atendieron sin dudar.

Tras una larga espera, el médico encargado de atenderla se acercó a mí y me enunció lo peor: la chica había sufrido un derrame cerebral y había quedado en coma. Me desmoroné en la silla que tenía justo tras mío. Por más que me abstuve, no pude evitar que mis lágrimas salieran de mis ojos sin permiso.

Durante los días siguientes, no me aparté de su lado, esperando que despertase. Culminado el otoño, llegó el invierno. Fue un día de aquella estación cuando ella despertó, pero con una terrible consecuencia: había quedado en estado vegetal, es decir, no podría volver a hacer nada por sí sola.

Mis compromisos laborales me quitaban demasiado tiempo, por lo que tomé una decisión: dejaría mi carrera musical para dedicarme a cuidarla, así le devolvería todo el cariño y lo que hizo por mí por tanto tiempo.

Unos días después, me dieron la autorización de llevarla a casa, donde yo tomaría toda la responsabilidad de asistirla.

Desde hace ya dos meses me he quedado a su lado, asistiéndola y protegiéndola de todo. Una de las mejores médicos de Japón muriendo a causa de una enfermedad incurable, qué ironía. De vez en cuando, justo antes de dormir, suelo tocarle una que otra melodía en el piano de la sala, tal como le gustaba oírlo. Hasta hoy no sé si ella me escucha, pero durante todo este tiempo me he asegurado de decirle que la amo y que siempre lo haré sea cual sea su estado.


—¿Y esa es toda la historia, tío Sasuke? —me preguntaba la pequeña con curiosidad— ¡Pero qué tonto eres! ¿Por qué no le dijiste que la amabas? —me reprendía casi que gritándome.

—Pues porque… ¡Cuando seas mayor lo entenderás chiquilla! —contesté sin querer darle explicaciones— tú ahora duerme, de seguro que Itachi pasará por ti temprano —agregué saliendo de la habitación.

—¡Pero tío…! —gritaba armando un puchero sobre su cama.

—¡Buenas noches! —le interrumpí cerrando la puerta.

Al instante me dirigí a la habitación de Sakura, que se encontraba profundamente dormida. Me recosté a su lado, acaricié su cabello rosa y le susurré…

—Te amo… buenas noches.