Hetalia Axis Powers [One-shot] Gifts for Christmas (-Secret Santa-)

A-Anno...Hola? Hehe, bien, sé que es raro, primer día, primer fanfic, pero quería empezar ahora, qué ansias >7<
No sé si alguien conozca un poco esta serie, pero me basta con esto ^^U! Ok, espero que les guste, aunque
no soy muy buen escritor, pero bueno, ya, los dejo tranquilos para que lean ^^ (es un Secret-Santa)

Alfred = América (Estados Unidos)
Arthur = Inglaterra (O bien, el Reino Unido)
Matthew = Canadá

Gifts for Christmas

Faltaban aún unos días para que llegara navidad, y Alfred, Arthur y Matthew corrían de aquí para allá viendo qué comprar para decorar la casa. Piñas doradas para colgarle al arbolito, luces brillantes y alegres tal cual estas bellas fiestas, turrones, sidra para el mayor, pan dulce para los niños, el pavo y la leña para la cena, todo esto y más debían comprar. Alfred saltaba de alegría, él amaba las fiestas, los colores, la alegría, la unión que se lograba en estas fechas, parecía un milagro. Matthew estaba igual de emocionado, tanto, tanto, que no paraba y no paraba de meter decoraciones y comida al carro de Arthur.
Tanta emoción por las fiestas que tenían los niños, también se le había contagiado al mayor a cargo de ellos, tantas cosas lindas que iban a poder hacer juntos. Ya habían cumplido 12, estaban bastante grandes, pero Santa seguía trayéndoles regalos, cada año, sin fallar ninguno. En realidad, Santa les traía un regalo a cada uno, pero siempre había uno extra, uno que dejaba el "Santa secreto".
Cada año, las enormes listas de cosas que Alfred quería, eran entregadas, año por año, uno por uno los regalos, pero esta navidad, Alfred había pedido algo...que para Arthur era algo realmente...extraño.

- ¡Arthur, Arthur! - Corría el pequeño Alfred hacia el carro en el cual llevaban la decoración. - ¡Mira! ¡Se parece a ti! - Le mostró entonces, un ángel navideño, rubio, de ojos verdes generosos, grandes cejas, la habitual vestimenta, más la aureola que llevaba sobre la cabeza y las blancas alas. Arthur rió un poco.

- Mira nada más, tienes razón. - Dijo sonriente, mientras observaba cuidadosamente al muñeco. - ¿Lo quieres llevar a casa y lo cuelgas tú en el arbolito?

- ¡Sí, sí, gracías, Arthur! ¡Eres el mejor! - Abrazó a su hermano con alegría, y fue a buscar a Matthew, con una sonrisa gigante en el rostro.

Así estuvieron un par de días, cada vez más impacientes porque llegara esa fecha. Cada hora, cada minuto, cada segundo, la impaciencia los inundaba. Llegaba ya el día, era 24, la emoción, la alegría, todo se sentía en la sala de estar de aquella casa, donde Arthur bailaba con los niños, donde el aroma a galletas impregnaba la habitación. La alegre música acompañaba los cantos de los hermanos, y llegando las 10, Arthur comenzó a preparar el pavo. Dan las 11, el pavo esta hecho...aunque algo quemado, como era de esperarse, quizá
Arthur no era el mejor cocinero, pero la intención es lo que cuenta. Comieron, y salieron al festival que se había hecho en el centro de la ciudad. Cantaron, bailaron, Arthur bebía sin pasarse de la raya como solía suceder, todo estaba en una paz, una armonía tan bella, todos tan unidos como hermanos, que en el aire podía sentirse el regocijo de estar todos juntos. Sí, podría decirse que es el milagro navideño que cualquiera quiere tener. Pasadas las 12, Arthur acostó a los niños, quienes se durmieron de inmediato. Arthur vio que Alfred conservaba el muñeco en sus manos, ese angelito de ojos esmeralda, aún le miraba, mostrando felicidad. Arthur tomó al muñeco en sus brazos, y lo colgó en el arbolito, y dadas las 2:00 AM, Arthur se quedó dormido en el sillón, mirándole. Santa pasó y dejó sus regalos, y Arthur se levantó. Tomó un par de regalos que él había hecho, se vistió de Santa Clauss, y subió al cuarto. Alfred estaba hablando con el cuadro que estaba sobre su mesita de luz, pidiendo con inocencia aquel regalo imposible que Arthur le iba a dar mientras durmiera. Se percató de que la puerta estaba abierta, y encendió una vela, Arthur estaba sentado al borde de la cama, sonriendo mientras lo miraba, con ternura y cariño. Alfred de inmediato se sonrojó.

- ¿E-Escuchaste? - Preguntó, algo avergonzado y con un tierno rubor en sus mejillas.

- Sí, y no tienes por qué sentirte avergonzado...es normal que pidas eso... - Sonrió, con una sonrisa dulce, comprensiva. - Después de todo, nunca tuviste ni uno solo de mi parte, ¿No es así? - El niño asintió, con su carita ruborizada por semejante petición que había hecho a Santa. Bueno, para ellos, esto estaría mal de no ser porque Arthur se dio cuenta, de que necesitaba darle algunos al niño, que nunca, desde que los encontró, les había dado ni uno, a ninguno. Tomó del mentón al pequeño y le dio un dulce beso en la mejilla, provocando
un mayor sonrojo en el niño. Alfred sonrió, contento, no había sido nada malo después de todo. Una muestra de afecto, vale más que cualquier otra cosa. Matthew se despertó, frotándose los ojitos.

- ¿Qué sucede? ¿Qué hacen despiertos? - Preguntó el pequeño, sosteniendo a su osito de peluche, algo adormilado.

- Nada - El pequeño Al se rió. - ¿Tú también quieres un beso, Matt? - Se abalanzó contra el pequeño, y entre los tres, se rieron un buen rato, luego la noche siguió tranquila, mañana habría que abrir los regalos, aunque Al ya había "abierto" su regalo, tenía otro esperandolo abajo. ¿Quién sabe? Quizá la próxima navidad le pidiera que Arthur aprendiera a cocinar a Santa Clauss.