Microrrelato Onírico

A veces un escritor es portador de otros, dando vida y voz a los sentimientos que tienen, este relato es producto de eso, pues quienes me conocen sabrán que no suelo escribir cosas así.



Permaneció frente a él un instante, había tanto que quería decirle, tanto que quería hacerle, tanto que hubiese querido escuchar de sus labios. Dando un suave respiro se aproximó a su cuerpo sintiendo instantáneamente su calor lo rodeó con sus brazos dejándose llevar por el sueño que le producía el cansancio oprimía tenuemente cada parte de él.

En ese mismo instante, el giró su cuerpo hacia ella, sus miradas de encontraron a una distancia intima, la tomó de cintura, esto a ella que siempre se mostraba como una mujer dura le provocaba que tu piel se erizara y entonces se volvía suya, tantos sentimientos viajaban por sus miradas en ese momento, se entrelazaban también ellos danzando en el aire ante aquella melodía invisible a la que ahora sus labios se movían cada vez con más intensidad.

Le hablo de cuanta falta le había hecho en cada segundo del día, le susurró al oído su canción, entre cada beso escapaba de él una palabra llena de dulzura y cariño que la hacían volar tan lejos entre las estrellas y sentirse tan cálida como el mismo sol. Era uno de esos instantes eternos en los que la vida tiene solo el nombre del ser amado escrito en ella y con eso tener para que la eternidad de un beso y el universo formado por sus sueños se llene.

Despertó a las tres de la mañana, una especie de zumbido próximo a ella, estiró su mano rasgando la sabana hasta que tomó entre sus manos el móvil y lo dirigió hasta su rostro adormilado, suspiró bajando la mirada, acaricio con melancolía su cama, una vez más no llegaría a casa.

Esa era la diferencia entre sus sueños y la realidad.