Explícito Ojos de bruja

La verdad es que deliré y por eso esto va en este foro. Para la actividad Someone... Somewhere.
Usa personajes de Cielo Nocturno, qué decir.
Narrado por Dhaval Krall.

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Ojos de bruja









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Desliza sus manos frías debajo de mi ropa, rozando la piel de mi espalda con las yemas de sus dedos y antes de darme cuenta está repartiendo besos en mi cuello, allí donde sabe que me causará escalofríos.

Un pesado suspiro escapa de mis labios y ella ríe, una risa grave, aterciopelada, con un toque malévolo que no le había escuchando nunca antes.

Su lengua recorre mi piel y el suspiro amenaza con convertirse en un gemido, otra risa escapa de su boca y se me eriza cada vello del cuerpo.

Trepa a mi regazo, rodeándome de repente con la calidez de sus muslos, y abrazo sus caderas con fuerza, uniéndola aún más a mi cuerpo. Desliza su lengua húmeda en mi cuello de nuevo, dejando un suspiro junto a mi oído en cuanto siente mi cuerpo reaccionar en medio de sus piernas.

¿Ángel? Por apariencia, quizás.

Enreda sus dedos en mi cabello y tira con fuerza hacia atrás, para exponer mejor mi cuello antes de repartir una nueva serie de besos en mi piel.
Dominar. A veces es esto lo que le gusta.

Busca mis labios para unirlos con los suyos y en cuanto lo hace soy yo quien enreda los dedos entre la mata oscura de su cabello. Siento los rizos hacerme cosquillas en las manos, como víboras, mientras reajusto su posición con fuerza, haciendo que me dé completo acceso a su boca, para saborear cada centímetro de ella.
Ser dominada. Eso es lo que le gusta la mayoría del tiempo.

¿Demonio? Eso es lo que creería un porcentaje de desinformados.

Ahoga un gemido en mi boca mientras sus caderas se mueven en respuesta, presionándose aún más contra mí.
Se deshace de mi agarre, separándose, y clava sus ojos ámbar en mí. Opacos, convulsos, tormentosos, cargados de deseo puro… son ojos de bruja. Ojos de ave.

Sus delgadas manos desabrochan mi cinturón con fluidez, abren el cierre de los pantalones, y antes de que siquiera me dé cuenta, me envuelve con una de ellas, arrancándome un nuevo suspiro.
No me quita su profunda mirada de encima, observando cada gesto que su delicada mano provoca, satisfecha consigo misma.

¿Bruja? Sí.

Sus rizos le rodean el rostro, levemente enrojecido, como un velo oscuro y cuando un gemido amenaza con surgir de mi boca, lo calla con la suya.

Me embrujó, lo supe desde el maldito principio.
Me haría daño cuando le diera la gana, ¿no es cierto? Tiene ese poder.

Oh, mi bruja, ¿soy acaso tu sacrificio?

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Se sentó al borde de la cama, dándome la espalda, para colocarse el sostén nuevamente. La observé en silencio y antes de que lo abrochara, deslicé mi mano por su piel desnuda, sobre el tatuaje, justo en medio de donde sabía surgían sus alas.
Volteó levemente su rostro, mostrándome su perfil y posando su vista dorada en mí a través de sus víboras oscuras.


—Te amo —murmuré y la sonrisa que surgió en su rostro fue abismalmente distinta de la risa casi diabólica que le había escuchado antes—, mi bruja.


Terminó de vestirse y abrió la ventana de par en par, recibiendo la leve brisa. Sus alas surgieron despacio de su espalda, como un par de amalgamas oscuras, y ella subió al borde.


—Te amo —respondió por fin—. Hasta luego, Hidra.


Se dejó caer al vacío y lo último que vi fue un ave oscura graznar mientras se alejaba.
Había brujas para las que era un gusto ofrecerse como carne para el matadero.