Ojos de agua.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por KimikoKagome, 8 Octubre 2011.

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    KimikoKagome

    KimikoKagome Entusiasta

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    Miembro desde:
    25 Julio 2011
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    Escritora
    Título:
    Ojos de agua.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    528
    Prólogo:

    Todo hombre tiene tres vidas: la que vivió, la que está viviendo y la que está por vivir, él es el único que puede decidir en cuál puede sentirse más cómodo, pero es un hecho que todos añoran su pasado, esperan con ansias el futuro y dejan que su presente se vaya de largo sin disfrutarlo como lo que es, un regalo.

    Pero, ¿Cómo reaccionar cuando el destino te juega una mala pasada arrebatándote tu presente, volviéndole un tormentoso pasado? ¿Acaso existirá para ti el futuro? Son las preguntas que se hace Ferdinand Baker cuando sale a las calles del majestuoso París, cumpliendo con su rutina, buscar entre las calles una inspiración para la única pasión que le queda con vida, el arte. El dibujo y la pintura, sus únicas compañías después de que su hermosa esposa Paulette cayera en la decisión de abandonar la vida humilde que le ofrecía y unirse a los gitanos, loca, así la describieron sus conocidos y ciertamente así era, Paulette había perdido el contacto con la realidad desde años atrás.

    Han pasado diez años desde entonces, no ha vuelto a saber de ella, ahora sólo puede verla en los cientos de retratos que ha hecho en su nombre, todos remarcando sus rizos dorados, piel pálida y cálidos ojos ámbar, recordándola como la hermosa hija del Duque Raoul Bessette que se fugó con el artista que había sido contratado para hacer su retrato el cuál adornaría el salón de honor de la estirpe.

    Ha perdido la cuenta de cuantas veces cruza por las mismas calles francesas, siempre mirando a la misma gente, lo único que cambia con el día a día es la cantidad de monedas en su bolsillo, casi siempre en disminución. Viviendo de pequeños dibujos que hace para los transeúntes simplemente firmando como Baker, su nombre ha quedado marcado de por vida después de robarse a la hija del duque, nunca más nadie de la nobleza volvió a contratarlo, en aquel entonces no veía tan estúpido haberlo hecho, en aquel entonces juró que había valido la pena.

    Atormentado por el recuerdo, el talentoso Ferdinand Baker, ha perdido lo tan poco que tenía, preguntándose qué fue lo que hizo mal, cómo fue que permitió que aquella mujer perdiera la razón y terminara en un mundo de alquimistas y hechiceras exiliados por la iglesia, si Baker tuviese un deseo sería volver a ver a su amada Paulette, aunque solamente fuera para pedirle perdón, perdón por no poder evitar que su mente se desconectara de la realidad, por no haberla llenado de las riquezas a las que, su padre, la tenía tan bien acostumbrada y no era para menos, de verdad se las merecía.

    Las fechas del festival de París están por llegar, la ciudad se llenará de ese pueblo nómada, que no busca otra cosa más que ser aceptado, y Baker no pierde la esperanza, antes de morir ha de encontrar a Paulette, ha de recuperar su vida perdida en el pasado.

    ¿Hasta dónde puede llegar la obsesión de un hombre por alcanzar aquello que tanto quiere? ¿Vale la pena dejarlo todo por perseguir un futuro incierto sino es que vacío?
     
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    KimikoKagome

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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    2534
    El sol se asomaba por la ventana alumbrando una habitación vieja y polvorienta, tanto el suelo como las paredes apenas y podían distinguirse de tantos dibujos y pinturas al óleo que les decoran atosigando el ambiente, todos teniendo como modelo a la misma mujer de rizado y dorado cabello. La madera vieja crujió al soportar el peso de unas ligeras pisadas que se acercaron sigilosamente hacia la cama de Ferdinand Baker, reposando su femenina mano sobre la ancha espalda del hombre.

    Baker le llamó una voz dulce pero firme —.Te has quedado dormido.

    Ferdinand se revolvió en su cama para poder ver a la mujer que le llamaba, era su amiga, Julie, mujer alta, ojos marrones y cabello castaño claro.

    ¿Y acaso importa?preguntó el joven sintiéndose molesto por la intromisión de su amiga, había estado soñando con su esposa, de nuevo, cuando Julie le despertó.

    Deberías estar agradecido que mi padre te ha conseguido empleo retratando a esa familia de clase media alta respondió Julie mientras retiraba uno de los tantos retratos de Paulette que obstruían la entrada del sol a través de la ventana, lo miró con algo de rencor y lo colocó sobre la enorme pila de hojas que amontonaban el escritorio , en fin, mi padre me ha mandado por ti, y pide que no lo dejes en vergüenza

    Ferdinand le miró aún molesto, pero decidió aceptar el mandato de su amiga ¿Podrías entonces salir de mi habitación?, no es correcto que me mires levantarme.

    Iré a atender la panadería, te preparé algo de desayunar se despidió Julie saliendo de la habitación mientras sonreía sinceramente.

    Respiró profundamente, al hacerse presente el silencio, contó pausadamente hasta tres y se levantó de su cama, vistiendo únicamente con unos pantalones de tela color blanco, caminó hasta el espejo colgado en la pared y observó su rostro, muy atrás estaba el joven de veinte años que una noche entró a la casa del duque de LaFontaine, Raoul Bessett, para llevarse a su más joven hija, y que seis años después el destino le cobraría su falta alejando de él a tan hermosa mujer; el espejo no mentía, los años también comenzaban a cobrarle factura mientras más se acercaba a los cuarenta.

    Suspiró resignado y dirigió su vista hacia una de las esquinas de su descuidada habitación, donde se ubicaba la tina de baño, caminó a paso lento hasta ella observándola llena con agua caliente, esto lo hizo sonreír vagamente, su amiga Julie en realidad era atenta con él pero, aún así, llegaba a ser bastante molesta algunas veces. No perdió más tiempo, se aseo lo más rápido que pudo y se vistió con un sobrio pantalón negro y gabardina del mismo color, no se molestó en desayunar, tomó sus utensilios de dibujo y se disponía a marcharse.

    Padre… le detuvo una voz que reflejaba algo de sueño debido a lo temprano que era.

    Baker giró la mirada y vio a su hija, Annelise, una joven de quince años idéntica a él, misma piel y color de cabello, castaño oscuro, lo único heredado de Paulette fueron sus ojos ámbar .

    Annie le llamó de forma cariñosa, la forma en la que la solía llamar Paulette ¿No me digas que Julie te despertó?

    Annelise negó con un movimiento de cabeza Ella le preparó el desayuno ¿No comerá? preguntó curiosa

    Baker sonrió de manera fugaz y se acercó a su hija, la abrazó despacio y le besó la frente.

    Ya se me ha hecho tarde, por la noche cenaremos juntos le dijo mientras le soltaba, Annie sonrió con desgana y afirmó moviendo su cabeza .Que vaya con Dios, padre se despidió regresando a paso tranquilo a su habitación. Baker sonrió, de nuevo fugazmente, y se encaminó hasta la puerta.

    Paulette, no tienes idea de lo mucho que te necesita tu hija…

    Cuando salió de su casa observó hacia la calle de enfrente, donde se ubicaba la panadería del padre de Julie, ella se encontraba acomodando el pan recién horneado sobre los cestos de mimbre para que los vecinos comenzaran a acercarse, le dulce chica al mirarlo le sonrió y él, para no ser grosero, le devolvió, vagamente, la sonrisa. Regresó su mirada hacia el camino de piedra y se dispuso a seguirlo, las mismas calles de todos los días, la única diferencia sería que, ahora, tenía un destino, la casa de aquella familia a la que retrataría.

    Las calles de parís aún lucían bastante lúgubres; apenas superando los estragos de la revolución francesa que había terminado cinco años atrás con el golpe de estado que dio Bonaparte, haciendo renacer el poder de los burgueses y dando inicio al primer imperio. Todo esto, en parte, hacía reír a Baker, se imaginaba que su suegro había alcanzado nuevamente la gloria, ahora, haciendo amistades con el emperador de los franceses, repudio, sintió por unos segundos.

    Tener que llegar a su nuevo trabajo le resultaba agobiante, pero tenía que hacerlo, después de todo no podía ser un ingrato con Julie y su padre. Llegó hasta un pequeño parque, donde el canto de los pájaros comenzaba a saludar a la mañana, se sentó en una de las bancas y observó su entorno, todo estaba tan tranquilo que sentía, de nuevo, su pasado visitar su cabeza.

    Tomó una ligera tira de carboncillo y una hoja de papel amarillenta, siempre escogía un recuerdo para plasmar en el papel, comenzó a dibujar a la misma mujer de siempre, sólo ahora la bella mujer cargaba en sus brazos a una pequeña figura y le sonreía con alegría mientras sujetaba su pequeña mano, Paulette y Annelise a los tres años de nacida.

    El presente te golpea con fuerza cuando no le haces caso, una repentina brisa voló de sus manos tan precioso dibujo alejándolo de él, por más que quiso alcanzarlo le fue imposible. Suspiró con pesadez, era una señal, debía retomar su camino.

    La hoja de papel voló hasta aterrizar bajo los pies descalzos de una persona desconocida, que ocultaba su figura con largo hábito color negro, se arrodilló para tomar el dibujo con sus manos, lo observó detenidamente para después alzar su mirada para localizar al dueño del dibujo, para su mala suerte, éste ya se había marchado.

    Baker caminó hasta los barrios un poco más acomodados de la ciudad, donde ya comenzaba a hacerse notar la presencia de dinero, este era uno de los poco pasos largos que daba desde hace diez años y, aún así, no podía sentirse emocionado. Se colocó frente a la casa de tamaño mediano, color blanco perla y tocó la gruesa puerta de roble duro anunciando su llegada, un hombre alto y tez clara le abrió la puerta.

    —¿En qué puedo ayudarlo?— preguntó el hombre educadamente.

    —Soy el maestro Baker, he venido al trabajo de retratar a la familia Valme— contestó divagando un poco al intentar recordar el apellido de la familia, sólo esperaba que el que había mencionado fuera el correcto.

    —Baker, ¿Es ese tu apellido? — Preguntó el hombre de edad madura —¿Cuál es tu nombre de pila?

    — Ferdinand, señor…— odiaba dar su nombre, normalmente era por él que le relacionaban con el duque de LaFontaine y le negaban el empleo.

    El hombre le observó arqueando una ceja al notar la ligera inseguridad del artista, pero al final le dio el paso, Baker suspiró aliviado y entro al hogar.

    En los barrios medios, los niños jugaban a lo ancho de la calle disfrutando del bello día, Julie Leblanc continuaba atendiendo la panadería de su padre, se sentía intranquila pues las celebraciones de la epifanía serían poco menos de tres meses y sabía lo que eso se significaba, Baker iría todos los días al festival con la única intensión de encontrar a Paulette entre los gitanos. Recordar el nombre de esa mujer le producía retortijones en el estómago, odiaba el hecho de que esa burguesilla se hubiese sentido con el derecho de meterse en sus vidas, sólo para destruirlas para después marcharse sin más remordimiento.

    ¡Julie! escuchó el grito de su hermana menor, Grace, sacándola de su ensimismamiento, quien corría hacia ella con el diario en la mano ¡Tienes que ver esto, el suegro de Baker está en la portada del diario, Julie!

    Julie recibió a su hermana con un abrazo y le arrebató el diario para leer el encabezado, al hacerlo su corazón brincó por la impresión ¿De dónde sacaste esto? preguntó sujetando el diario, Grace agachó la cabeza en señal de culpa.

    Vi la foto del duque y quería saber que decía, aproveche que el chico que vende los diarios estaba distraído para tomar uno y correr…

    Julie hizo una mueca en desaprobación, buscó una moneda en su delantal blanco y se la entregó a su hermana Anda y págalo le mandó .¡Ah!, no le dirás ni una sola palabra a Annie, ¿Entendiste?

    Grace obedeció y corrió a toda prisa de regreso por el camino que había tomado, Julie suspiró pesadamente y volvió a leer el encabezado para cerciorarse que lo que acababa de leer no era producto de su imaginación.

    Raoul Bessette, duque de LaFontaine, ha muerto víctima del Cancrum

    — Ferdinand Baker, ¿Por qué su nombre me suena conocido?— preguntó el jefe de la familia Valme

    Baker sonrió educadamente —Mi nombre es bastante común, mi señor— contestó con algo de alivio en sus palabras.

    ¿Y tiene familia, señor Baker?

    Una hija, señor…

    ¿Viudo?

    Baker tragó lento sintiendo su garganta cerrarse Sí, mi señor respondió secamente.

    La mañana continuó su curso normal, Baker pasó la mayor parte del tiempo completando los bocetos para retratar a la familia Valme, disponiéndose a hacer el mejor trabajo posible, siempre respondiendo educadamente a todas las preguntas que los miembros de la familia le hacían. A pesar de su esfuerzo, tenía que admitir que los Valme le fueron todo un reto, años sin trabajar formalmente para una familia y ahora, gracias al padre de Julie, tenía la oportunidad de retomar su vida, claro, mientras encontraba a Paulette.

    Mientras detallaba en el dibujo el largo cuello de ganso y puntiaguda nariz de la única hija de los Valme, suspiraba con pesadez para poder encontrar la paciencia necesaria, esa chiquilla estuvo quejándose más de una vez de los dibujos, alegando que su cuello no era tan largo, o que sus ojos no eran tan pequeños. Esa niña tenía la misma edad que Annelise y agradeció a Dios, aunque no creyera mucho en él, que su hija no fuera un manojo de caprichos y sandeces como lo era la joven Valme. Pasando el medio día, y después de recibir su respectiva paga por el primer día de trabajo, se dirigió de regreso a su hogar.

    Caminando por las calles, observó a todos los hombres regresando a sus casas para la hora de la comida, todos siendo esperados por sus amadas esposas, un golpe en el pecho fue lo que sintió al pensar en ello. Pero no lo podía evitar y, después de todo, él no iba a cambiar esa manera de pensar, así había sobrevivido durante todos estos años. Llegó hasta la séptima calle, dónde se ubicaba su casa, dirigió su mirada hacia la panadería, Julie se encontraba muy ocupada atendiendo a un cliente así que prefirió no molestarla.

    Caldo de gallina, fue lo que decidió Annelise preparar esa tarde para su padre, desde muy pequeña tuvo que aprender a salir adelante ella para poder mantener con esperanzas a Baker, él siempre hablando de su madre con añoranza en sus ojos y ella apenas podía recordarla. Para ella, Paulette simplemente se había encargado de traerla al mundo, siempre sintió más apego hacia Julie, a quien veía como su segunda madre.
    Escuchó la puerta abrirse, así que por impulso dirigió su mirada hacia ella, viendo entrar a su padre, Annie sonrió de manera confortante, Baker sólo le dirigió una mirada y se dispuso a dejar sus utensilios de dibujo a un lado de la puerta, cuando escuchó un par de golpes en esta, anunciando a un visitante.

    ¿Baker? se escuchó la voz de Julie, por lo que Baker abrió la puerta

    ¿Qué sucede Julie?

    Necesito hablar contigo…

    Te escucho contestó Baker de manera seria.

    Julie volteó su mirada hacia Annelise, sabía que Baker no quería que ella supiera acerca de los Bessett, cuando Paulette aún vivía con ellos, el padre de esta había intentado arrebatarles a la pequeña niña.

    ¿Julie? preguntó Baker desentendido.

    Julie se disponía a hablar cuando escuchó a su hermana menor gritar, tanto Julie como Baker dirigieron su mirada hacia la panadería, de donde venía el grito.

    ¡¿Qué pasa, Grace?! gritó Julie

    —¡Un…un gitano me acaba de robar dinero y piezas de pan! contestó Grace señalando la dirección que el ladrón había tomado.

    La palabra gitano retumbó en Baker, así que corrió en la dirección que Grace señaló

    ¡Baker, espera! le intentó detener Julie, sabía lo que pretendía el tan obsesivo hombre, pero fue en vano, él no la escuchó

    Baker corrió tanto como sus pies le permitían, quizá ese gitano era la pieza que le hacía falta para encontrar a Paulette, divisó a la persona que vestía con un hábito negro corriendo entre la gente, Baker le gritaba para que se detuviese, pero el ladrón se negó a obedecerlo.

    Varias monedas se le resbalaron al ladrón, pero el joven pintor no les prestó importancia, logró darle alcance y le tomó de la mano, para su sorpresa, una mano pequeña y delicada, la de una mujer, su corazón dio un brincó…

    ¡Espera! Le detuvo jalando a la mujer con fuerza, atrayéndola hacia él —.Sólo deseo preguntarte algo…
    Por fin logró que la joven se diera a la vuelta debido a la fuerza con la que la había jalado, haciendo que la capucha del hábito se levantara, la mujer alzó su mirada con una expresión furiosa, Baker quedó atónito, la mujer se soltó de su agarre y emprendió su huida.

    El artista quedó petrificado en su sitio, esa mujer era hermosa, cabello negro azabache y piel morena, pero no fue eso lo que lo había dejado sorprendido, sino sus profundos y expresivos ojos azules.

    Azules cual agua, unos bellos ojos de agua.
     
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  3.  
    Kohome

    Kohome Fanático Comentarista destacado

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    Escritora
    hola amiga, bueno me gustó mucho ¿quien pensaria que esa gitana sera parte importante de la historia?, mejor dicho ni siquiera sabía que apareseria pero ya lo hico...
    por un momento pense que era la esposa de Baker, pero nop
    tienes algunos errorsitos de dedo pero nada grave

    avisame cuando este la conti
     
  4.  
    Naru-Chan

    Naru-Chan Usuario popular

    Aries
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    Hola ^^ Gracias por la invitación a leer tu fic, y lamento la demora de la respuesta U.U
    Ahora concentrándonos en los primeros capítulos (va solo uno jeje), la historia llamo mi atención, siempre los gitanos me dieron mucha curiosidad, y al estar en una sociedad que apenas se reestablecia de la revolución, ah de haber sido difícil tanto para ellos como para las personas humildes, en fin lo que mas llamo mi atención fue la ultima parte, el encuentro de la morena con Baker, que por un momento yo también pensé que era Paulette, ¿la misma chica fue la que recogió el dibujo no?
    Bueno avísame cuando subas la conti, Matta ne ^^
     
  5.  
    sayberak

    sayberak Iniciado

    Tauro
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    satisfecha con su trabajo Kimiko-Sama, como siempre.
    apenas leí el prologo y rápidamente comencé a leer el primer capitulo que me dejo sorprendida, en mi pequeño cerebro del tamaño de una nuez (o menos) lo primero que se me vino a la mente fue...
    Otra historia de Kimiko-Sama que me va a deleitar.
    Esta vez no la voy a apresurar, porque yo se que tiene otros fics y ademas lo se yo como experiencia.
    hasta luego.
     

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