Hagrid levantó la mirada con ojos brillantes, presionó con fuerza los dos pequeños objetos que tenía en su mano, recordó entonces su fuerza y la relajó para evitar aplastarlos, avanzó decidido, olvidó del todo las heridas que ocultaba bajo su traje elegante pero peludo como toda la ropa que portaba siempre, ese día lleno de luz no era tiempo de dolor y de igual manera, había valido toda la pena. Llevaba su típica sombrilla en la mano izquierda un tanto más destartalada que de costumbre, obtener los materiales necesarios para forjarlos no había sido sencillo, las criaturas mágicas, desde aquellos enanos salvajes que resguardaban la mina, los trolls que custodiaban el pantano donde estaba el herrero que los forjo, Albus siempre había puesto su confianza en realizar las tareas más arriesgadas, este día el anciano director coincidiría con él que había cumplido con creces esta, la más importante de todas. Apenas conteniendo el llanto extendió su enorme mano hacia ellos dos, Ginny lucía hermosa, radiante, Harry era la misma imagen de James que lo transportaba unos 20 años cuando también había estado presente en su día especial. Harry tomó con delicadeza uno de los dos aros que permanecían en su mano, el labio menor del muchacho tembló un poco y sus ojos se cristalizaron sonriendo nostalgicamente, mientras que tenía contacto con el anillo entre sus dedos y lo acercaba al índice de Ginny mágicamente se forjaba en un halo luminoso, una inconfundible figura para él, con sus alas extendidas de forma majestuosa. —Pienso que a Hedwig no le hubiera gustado faltar a tu boda Harry…— murmuró el guardabosques.