Nunca dijiste adiós.

Día 1:


Me recuesto sobre las frías sabanas blancas y el olor a suavizante se expande por todo mi cuerpo, mis ojos se encuentran contemplando los colgantes sobre la pared, el café sobre la mesa es la única cosa que me acompaña, mientras sobrevivo de recuerdos, las cartas que me obsequiaste se encuentran rotas sobre el piso; mi corazón también.
Observo como cae la nieve, nosotros deberíamos estar juntos decorando el árbol de navidad o preparando un rico pavo, quizá ni mirando la televisión olvide esto. En la pequeña habitación me encuentro sola, como un alma sin dueño, con un gran vacío y quemándose por dentro.

— ¿Escuchas el eco de mi voz? —¿puedes verme aún? —me pregunto, abrazando fuertemente la almohada.

Si tan sólo siguieras aquí, es como si nunca te hubieras ido.
Salí a caminar cabizbaja, no me gustaría mirar enfrente, tengo miedo de encontrarte y que estés con alguien más. Desde tu partida me volví inmensamente fría y sin ninguna intención de enamorarme.

— ¿Dónde diablos quedaron las promesas que me hiciste? —aún me pregunto eso desde hace 3 años, como todos los días, no hay ninguna respuesta. — ¿Qué pasa con los chicos ahora? dicen palabras preciosas, te enamoras y pierdes, ese fue mi caso.

Hace 3 años me enamoré, en ese entonces cumplía los 15, ese día todo sería perfecto, amigos, ropa nueva, fiesta, bebidas alcohólicas, cigarros y mucho baile, al menos eso pensé, pero todo salió mal. Nadie tuvo ni la más mínima intención de asistir a mi fiesta, después de todo era una maldita antisocial, sin amigos, sin novio, era gorda y fea, pero ahí estaba él. Fue la única persona que asistió, esa noche fue mi mayor temor. —No creo que se sienta a gusto en la fiesta de una gorda, estaría mejor con las chicas de la escuela, todas son guapas y tienen un cuerpo ''envidiable'' en cambio yo... soy un tomate —repetía refunfuñando. Estaba segura, era él, al abrir la puerta sentí su mirada en mi rostro, él me veía de una manera diferente de los demás, algo que me hizo sentir muy especial e insegura, pero eso era lo de menos. —Enseguida vuelvo, iré por unos refrescos a la cocina. —Le dije.

—No, espera, olvidaba darte tu regalo —dijo, mientras acercaba sus labios a los míos, apenada antes esta situación decidí bajar la mirada y correr a la cocina, pero era demasiado tarde, me jaló del brazo y me dio un fuerte abrazo. —¡Feliz cumpleaños, mi querida Aisha! lamento haber sido el único en llegar, todos son unos completos idiotas al no haber venido.

—No te preocupes, no le he tomado tanta importancia a eso, es bueno que por lo menos una persona me recuerde.

—Siempre lo haré. —Decía, expresando en su mirada una gran calidez y nobleza. Él era así, tan perfecto, tan dulce, tan diferente, tan malo.

Después de 3 horas, al final fue divertido, para mí fue mágico.

—Es hora de irme son las 3:00 de la mañana, nos vemos en la escuela.

—Por supuesto.

—Cuídate, te deseo buenas noches.

—Yo también digo lo mismo.

Creo que lo peor apenas acaba de comenzar, me enamoré, desde ese instante en el que asistió a mi fiesta, ese momento en el que hablamos por primera vez, no quería que esto acabará nunca. Al fin, un chico me dirigía la palabra, — ¿quién dijo que las gordas no tenemos suerte? —exclamé, para luego dirigirme a mi habitación y descansar un poco. No podía dormir, preferí estar despierta, sólo faltaban unas cuantas horas y como era de esperarse el ir a la preparatoria. Tanto deberes escolares como del hogar eran mi responsabilidad, mamá viajaba mucho por negocios u otros asuntos importantes y papá, él murió en un accidente, aunque era el único que se preocupaba por mí y por mamá también.
Todas las tardes llegaban cartas al buzón, era de mamá, en ellas escribía:

Viernes 18 de octubre del 2015​

Pequeña Aisha...
​

De: Mamá.
Para Aisha.

​

Lamento la demora al enviar esta pequeña carta, no podré ir está noche, cada vez se ponen peor las cosas aquí, el trabajo es eterno y mis esperanzas más. Espero que te esté yendo bien en el colegio y que te encuentres bien de salud también, espero que nos veamos pronto.

Tú mamá.
¡Besos!​

​

Era de esperarse, las cartas eran y seguían siendo de ella, tenía que seguir pasando largas noches sola, aunque me sentía bien estando así. Mamá es una persona muy responsable a la que admiro mucho, dedicada a su trabajo y papá siempre fue admirable, lleno de amor y compasión, mi vida era maravillosa, hasta que me enamoré de una persona a la que jamás volví a ver. Pensé que mi historia sería diferente a la de las demás parejas que se suben juntas al metro, caminan por el parque abrazados o viven en la misma casa, pero no fue así.

Pasaron 2 horas más y el reloj marcaba las 5:30 de la mañana, me desperté y enseguida mojé mi cara, el agua estaba fría y al observarme en el espejo pude ver que mi piel era un tono pálido —debe ser por el frío —Dije mientras observaba algo más, que llamo mi atención, eran mis labios, resecos, mis ojos, se volvieron en tono gris, mi cabello, cada vez estaba más maltratado que de costumbre, y mi cuerpo, no había adelgazado ni un kilo, mi peso no era ideal, con mi estatura tampoco estaba conforme, no tenía novio ni enamorado, nadie jamás se fijaría en mí, mis estudios eran lo más importante y después de eso encontrar el amor de mi vida.​

 

Día 2:


Dejé de observarme en aquél espejo y me dirigí a la cocina a preparar una taza de café y tomé un panqué, me lavé los dientes y vestí con el uniforme escolar, el reloj marcaba las 6:30 de la mañana.

Caminé a la puerta y tomé un taxi que estaba pasando por la dirección en la que vivo, dentro de media hora llegué al colegio, mientras caminaba por los angostos pasillos pudé notar que muchos estudiantes, tanto chicos como chicas desprendian amor, abrazos y miradas llenas de ese sentimiento. Después de tanto caminar por los pasillos al final llegué a mi salón, todos estaban haciendo tareas atrasadas, unos con sus parejas y otros con el celular, me senté en un rincón que había en la última fila; es mi lugar favorito. El maestro entró al salón saludando a todos los alumnos presentes, con un típico ''buenos días chicos'' a lo cual no le dí la menor importancia y voltié hacía la ventana, los chicos de la clase ''B'' estaban jugando fútbol en la cancha, las chicas practicaban danza o quizá el taller que ellas hayan elegido, el maestro daba explicaciones absurdas, más bien, contaba su vida, lo que le disgusta y lo que no, lo que hizo en vacaciones y otras cosas más. Me pareció muy interesante que después de poco tiempo de escuchar sus relatos inecesarios y cosas de su vida, pronunció: —necesito de su atención en este momento, la directora me aviso cordialmente esta mañana que tendrán un nuevo compañero, quizá esté en este salón o en algún otro grupo, por favor sean respetuosos con él si se incorpora a nosotros.


—Usted no se preocupe maestro —decían todos en coro.


Después de platicar y contar historias poco interesantes la directora tocó la puerta del salón.


—Puede pasar señora directora ¡saluden chicos!

—Buenos días, señora directora. —Decían todos.

—Buenos días alumnos —dijo, entrando al salón.
—Como sabrán, o quizá su maestro les haya avisado tendrán un nuevo compañero se integra a este grupo, pasa muchacho ¡por favor!

—¡Hola chicos! mi nombre es Daniel, vengo de Argentina y tengo 16 años, espero que nos llevemos muy bien.

——Que bello es, me gustaría salir con él. —Gritaban las chicas del salón.

—Típico chico nuevo en el salón. —Pensé.

—Bueno, los dejo seguir con la clase alumnos, integren a su compañero para que se sienta a gusto. —Dijo la directora retirándose.

—Daniel sientate en el lugar vacio de atrás.


En ese momento me apené al saber que un chico se sentaría en el lugar al lado mío, pero a la vez me sentí triste, recordé que ese lugar nadie lo ocupaba, al no querer sentarse a mi lado.


—Hola, disculpa por molestarte, pero ¿podrías pasarme los apuntes de esta semana?

— ¿Eh? el chico nuevo me habló. —Pensé.

—Entonces me los pasas ¿o no?

—S-sí, no te preocupes por eso, toma mi cuaderno, devuelmelo mañana. —Respondí, sentando el cuaderno en su lugar.

—Muchas gracias. —Dijo el chico, tomando el cuaderno.


El timbre sonó y todas las chicas de la clase se acercaron a Daniel para pedirle su número teléfonico, darle mensajes o poemas en hojas de papel y gritarle piropos, salí corriendo lo más rápido posible, mi programa favorito empezaría en unos minutos, pero de repente empezó una fuerte llovizna que parecía aumentar cada vez más y más —¡carajo, no traje ningún paraguas! —exclame, sentándome en una pequeña banca que se econtraba en un parque cerca del colegio.


—No tengo idea de las chicas del colegio, las del salón, todas despistadas por el chico nuevo, aunque debo admitir que es muy guapo.

—Hola de nuevo ¿hablabas de mí? —dijo un joven, ofreciendo un paraguas.

—P-por supuesto que no. —Dije volteando hacía él, arepentida de lo dicho anteriormente, recibiendo el paraguas que ofrecía aquél joven llamado Daniel.

—Sabes, eres una chica muy interesante, respecto a las otras, simplemente las ignoro.

—Me parece muy gracioso que sea el primer día que estás en nuestra clase y muestren tanto interés en ti.

—Siempre ha sido así, pero jamás he salido con ninguna.

— ¿Es encerio? digo, después de todo ellas son muy guapas y tu no estás atrás, seguro te encantará una.

—Ellas no me interesan, son demasiado diferentes a ti.

— ¿Diferentes? no quiero ser grosera contigo, pero si estás refiriendote al físico, estás en lo cier...

—Jamás vuelvas a decirlo ¿sí?

—P-pero es la verdad, yo no soy así como ellas lo son, bonitas, guapas, preciosas o que se yo...

—Mira lamento esto, pero, debo irme, alguien está esperándome.

—¡Ve! lamento robar tu tiempo.


Daniel corrió lo más rápido posible, ese chico era muy misterioso, pero lo que más llamo mi atención fue que en toda la mañana nunca me encontré con Eric, después de asistir a la fiesta que organizé ayer. Debió pasar muy rápido la clase, después de todo no esperaba encontrarme con él. —¿Quién se fijaría en una gorda como yo?


—Tal vez debió faltar por algún asunto importante, no creo que el sea de las personas que una noche se divierten contigo y a la otra ya no quieren saber ni lo más mínimo de ti. —Dije caminando a casa.


En el camino a casa me sentí fatigada, quizá mi estomago estaba vacío y le faltaban unos cuantos ''kilos'' más de comida. Opté por comer una hamburguesa en un restaurante que se encontraba cerca de un gimnasio, me pareció espectacular ver a chicas y chicos con algo que llamarán ''el cuerpo perfecto'', me llamó tanto la atención que me atreví a preguntar cuales eran los entrenamientos básicos que se requerían para alguien de mi edad, puesto que todavía tenía 15 y jamás había hecho ejercicio. El dueño me dijo que podía iniciar el entrenamiento cuanto antes, pero que debía comer más saludable, lo cual se me hizo algo tan desagradable, dejar pizzas, queridas hamburguesas, hot dogs, pasteles de chocolate con nuez, panqués, gelatinas y demás.


—Gracias por su amabilidad. —Dije retirándome de aquél lugar.

—No es nada pequeña. —Respondió el dueño, con una sonrisa en su rostro.


Llegué a casa después de media hora de caminar y preparé un almuerzo rápido. Después me acosté a mirar la televisón, mi programa favorito ya había finalizado, por lo cual decidí dormir hasta despertar la mañana del día siguiente.


Cinco treinta de la mañana, como de costumbre, lavarme la cara y demás aseos personales, al finalizar tomé un taxi y llegué con mucha anticipación. Crucé los pasillos de la angosta escuela y me encontré con ese chico de nombre Daniel, me esperaba con el fin de devolverme el cuaderno prestado.


—Siento haberte causado molestias, gracias por prestarmelo. —No es nada Daniel, con su permiso, iré al baño. —¡Adiós! nos vemos en el salón, por cierto ¿cuál es tu nombre? —Mi nombre es A-aisha. —Dije apenada, ante aquella situación. —Lindo nombre Aisha, debo irme, nos vemos.


Entre al salón con la esperanza de que el estuviera ahí, fue así, leyó mis pensamientos, estaba ahí. Él había llegado antes que yo y siguió en el mismo lugar que ayer, no decidió ir a otro.


—¡Aisha!

— ¿Eh? esa voz es de...

—Necesitamos hablar. —Dijo, jalando del brazo a Aisha.

—Sí, vamos. —Respondí sorprendida.

—¡Qué estúpido es Eric! ¿cómo puede ser amigo de la cerda?

—Señoritas, ¿pueden hacerme un pequeño favor? —preguntó Daniel satisfecho.

—¡Por supuesto Daniel! ¡a ti nadie te rechazaría favores!

—Dejen de hablar mal de esa chica.

— ¿Estás hablando encerio? ¿qué? ¿acaso te gusta o son novios?

—Sólo no me gusta el escuchar a personas hablar mal de otras sin saber sus propios defectos.

—Bueno, está bien, por esta vez te daremos la razón.

—¡Qué chicas más intrepidas! —pensó el joven.


En otro lugar, no tan lejos de ahí...


— ¿Podrías decirme lo que está sucediendo Eric?

—¡Perdoname! seguro habrás pensado lo peor de mí al no asistir ayer al colegio, pero tuve algunos problemas y eso fue todo.

—Tomate las cosas con calma, para nada me molestó el que no hayas llegado al colegio ayer, de hecho se me hizo extraño el no verte antes.

—Fue por tal problema, de hecho quería invitarte a salir esta noche.

— ¿Hoy?

—¡Por supuesto! ¿o caso te parece mala idea?

—Es que hoy tengo pendientes, iré a visitar a una amiga.

—Bueno ¡pues! será la próxima semana entonces ¿aceptas?

—¡Acepto! ahora sí, te dejo Eric. —Dije dando media vuelta.

—¡Cuídate Aisha! —gritó el joven Eric.


Caminaba tan despistada hacía casa de mi amiga Avery que de pronto escuché a una persona llorando y enseguida voltié, llevándome una gran sorpresa. Era un chico, él también volteó al mismo tiempo en el que yo lo hice, su mirada y la mía se encontraron, enseguida pude notar aquellos ojos verdes que llebava en la mirada y su rostro tan elegante, digno de admirar. Por lo que me sonrojé enseguida, ni con Daniel ni Eric había pasado algo así, me centré tanto en su mirada que enseguida pregunté.


—¿Te ha sucedido algo? digo, por si necesitas ayuda.

—No ha pasado nada, es mejor que te vayas.

—Lamento molestarte, es que me encanta ayudar a las personas. —Respondí algo tensa.

—Bueno, es que aún no eres de mi confianza, no nos conocemos ni nada, pero, ella se marchó con alguien más.

—¿Estás hablando de tu novia? ¿esposa? ¿mmm?

—La chica con la que anduve se fue con alguien más, me ha dejado hundido en la soledad.

—No quiero ser entrometida ni intento ofender a nadie, pero ella no tiene la razón, menos tú, se que duele, pero con el pasar del tiempo y los años irás superándolo.

—No puedo, no podré nunca... nunca.

—Vaya, no tienes remedio, quizá no pueda darte los mejores consejos del mundo, puesto que nunca he tenido una relación.

—¡Oh! siento la ofensa.

—No es para tanto, no todos corremos con la misma suerte, de echo, hay alguien que me gusta.

 

Día 3:



—No es para tanto, no todos corremos con la misma suerte, de echo, hay alguien que me gusta.


—Él debe ser muy afortunado, mira que tener a una chica muy guapa como tú. —Exclamó el joven con una bella mirada en el rostro.


—No lo creo. —Dijo Aisha bajando la cabeza.


—Es extraño, me hablaste de la nada y ahora que lo recuerdo no me has dicho tu nombre. —Respondió el chico riendo levemente.


—Es verdad, hace media hora que estamos hablando y no te he dicho mi nombre, tampoco sé el tuyo —me llamó Aisha.


—Bonito nombre, el adecuado para alguien como tú, me llamó Blake. —Respondió el chico.


—¡Eh! ¿eres de aquí? ese nombre jamás lo había escuchado. —Gritó la chica, pues en su vida jamás había conocido a una sola persona con ese nombre.


—Pues... supongo que mis papás querían ponerme un nombre especial y diferente a los típicos. —¿No crees?


—Es verdad, los nombres como el tuyo son demasiado originales. El mío también me gusta, mi mamá se esforzó por encontrar un nombre que ninguna chica en este país tenga.


—Eso debe haber pasado por la mente de mis padres también.—Dijo el chico riendo.


Aisha revisó el reloj de su teléfono celular y éste marcaba las cinco con trenta minutos. Él tiempo había pasado volando. —Necesito regresar a casa, es demasiado tarde, nos vemos después ¿sí? Espero volver a encontrarte y me dio muchísimo gusto hablar contigo, espero que mi compañía te haya sentido sentir por lo menos un poco mejor. —Dijo la chica retrocediendo.


—Debería ser yo en decirtelo, gracias por preocuparte por mí, ¡espera! al menos ¿podrías darme tu número? —Gritó fuertemente Blake para que Aisha pudiera escucharlo, pues la chica había caminado más de un paso.


—Anotalo, es 581234, adiós, nos veremos después. —Dijo la chica con una voz fuerte y dando media vueta, retirándose del lugar.





Camino a casa...



—¡Qué día el de hoy! Me preguntó si ese chico realmente me hablará o solo quizo mi número para un mal motivo.


Aisha camino a casa y durante todo el trayecto estuvo pensando si al menos Blake la llamaría más tarde.

No era de menos el recordar el día en que Eric asistió a su cumpleaños y ella dejó de sentirse tan sola. Esto se debe a que durante las clases no había encontrado a alguien con quien hablar, no había hecho amigos y de igual manera nadie se acercaría a ellas sólo por su físico. Aquél recuerdo se mantuvo en la mente de la chica durante un mes ¿cómo es posible esto? Había pasado un mes desde que se llevo a cabo la fiesta de cumpleaños, había pasado un mes en el que Eric había llegado de la nada y le había dado la mayor de las sorpresas con su asistencia. Ahora no sabía nada acerca de él.

Finalmente llegué a casa, el trayecto cada vez se hacía más largo y el fin de curso se acercaba, las vacaciones llegarían y nosotros cursaríamos el ultimo año de preparatoria, para eso debía estudiar mucho y prepararme para los exámenes finales, inluso debía alcanzar mis metas y una de ellas era el estar delgada. Muchas veces he estado soñando con tner un peso adecuado a mi edad, es tiempo de lograrlo y por supuesto, la próxima semana empezaré a asistir al gimnasio.


Sabía que nadie abriría la puerta, pero eso no era motivo para deprimirme pues mamá dejaría la siguiente semana otra maravillosa carta al buzón.
Almorcé y resolví los ejercicios de matemáticas que el maestro había dejado, leí un rato y finalmente me dormí.

A la mañana siguiente llegué al colegio y me dirigí al salón, Daniel estuvo durante un rato esperándome porque debía darme una noticia. El me había mandado un mensaje está mañana y dijo que me esperaría en la puerta del salón.

—¿Pasa algo Daniel? —Dije con mucha curiosidad.

—Bueno, dejame contarte, ayer fui a la cafetería por unos refrescos y miré al frente, había una chica muy bonita, me gustaría poder hablar con ella.

—¿Te habrás enamorado? —Reí.

—No lo creo o tal vez tengas razón, esto es confuso, necesito que me ayudes a buscarla. —Dijo el chico muy apenado.

—Lo haré, llevamos muy poco de conocernos pero estoy segura de que nos hemos vuleto grandes amigos.

—Yo también estoy seguro de eso, de hecho me gustaría preguntarte algo.

—¿Qué cosa? —Respondió Aisha.

—¿Supiste el rumor de Eric? —Preguntó Daniel, Aisha le había contado acerca de él y Eric no dejaría que su amiga salga lastimada.

—¿Qué rumor? Estos días Eric no me ha hablado, no hemos vuelto a encontrarnos. —Dijo Aisha en tono un tanto extraño.

—Él...