Novia abandonada

Novia abandonada

Novia abandonada​

Recuerdo haber escuchado el último campanazo de la iglesia adyacente al parque del pueblo. Escuché revolotear varias palomas mientras abrían sus alas y emprendían un largo o cercano vuelo, todo dependía de lo que ellas querían.

No le tomé mucha importancia y concentré mi atención en encontrar mi pequeña pelota naranja; que por culpa de aquel improvisado bate había salido volando lejísimos; ni siquiera mi papá, quién es muy alto, pudo divisarla cuando supusimos había tocado el piso.

Frustrada recorrí los rinconcillos del parque… claro los rinconcillos en dirección al norte; hacia donde había salido la pelota. Por su color pensé no me sería difícil encontrarla, pero vaya que me estaba causando histeria; era mi preferida y no podía darme el lujo de perderla.

Seguí con cuidado una maltrecha y deforme senda, mientras agudizaba mi sentido de la vista y husmeaba por detrás de los arbustos que lograban taparme la vista. Sentí como si alguien pasara detrás de mí, y cabe mencionar que escuché sollozos. No quise ponerme paranoica y seguí con mi fallida búsqueda.

La senda se partía en dos, o eso creí yo, ya que pude ver una vía de arena hacía la derecha, así como una igual pero direccionada hacia la izquierda. Sin pensarlo tomé la de la izquierda y seguí con mi búsqueda.

Pude notar que había llegado al otro extremo del parque, ya que volvía ver bancas de color marrón y un claro, donde habían juegos, diferentes a los que había estado hacia unos minutos atrás. Inmediatamente pensé que ya me había alejando mucho de mis padres y que seguramente ellos estarían preocupados en estos instantes; además de que mi pelota tampoco pudo irse tan lejos, y de verdad, ahí era muy lejos. Di media vuelta dispuesta a volver, cuando escuché un tremendo “¿Por qué?” que me pareció uno de los chillidos más desgarradores que había escuchado en mi vida. Sinceramente me asusté y corrí al árbol más cercano para ocultarme. Posé mis manos en la corteza y me recliné para tratar de distinguir a la persona que había soltado tal grito.

Y me encontré con una mujer quien me daba la espalda. Más rápido que nada supuse que era una novia, pues llevaba un largo vestido color blanco con encaje, que de seguro era nuevo porque no tenía ni un solo rasguño (bueno no, si lo observabas desde donde yo) y un tocado en su cabello de color negro, que estaba finamente arreglado para la ocasión. No parecía vieja, pero tampoco muy joven y su tez era blanca, como los copos de nieve. Podía verla temblar mientras que con sus manos se tapaba su rostro y se inclinaba hacia delante.

—Yo lo amaba —dijo con su voz entrecortada.

No sabía si ir y hablar con ella o salir corriendo de ahí; la segunda opción me parecía la más racional, pero sentí mis piernas como de plomo cuando traté de irme. Sollozaba fuertemente y tuve que apretarme la quijada y cerrar los ojos para no llorar; sentía como si la tristeza se la transmitiera a todo aquel ser vivo a su alrededor y obvio, yo era una afectada por igual.

Me pegué al árbol y mi pie, accidentalmente, rompió unas ramillas que se habían caído del árbol… haciendo que la mujer volteara en mi dirección, cuando la vi (porque el árbol tenía un agujero deforme, de tamaño de una pelota de beisbol, donde podía ver unas que otras cosas), noté cómo el maquillaje se había corrido de su lugar, dándole un aspecto lúgubre, pero sentí la mirada muy esperanzada, como si creyese que allí estaba el que ocasionó su dolor.

—¿Allan? ¿Eres tú? —preguntó. Hice un mohín, ahora qué debía hacer—. Sal si eres tú, por favor. Podríamos darnos un tiempo más… pero no me dejes, Allan, no lo hagas.

Así suplicó un poco más, pero yo no quise escucharla porque volvería a llorar si notaba que sólo era una chiquilla con la que estaba hablando.

Después de unos 10 minutos dejé de escucharla sollozar, así que asomé la cabeza y noté que no estaba… pero me era imposible concebir eso, ya que a su alrededor había muchas hojas sueltas y muchas ramas que habían caído de los árboles, así que tendría que haberle escuchado partir.

Me acerqué a la banca y me encontré con que estaba recostada, profundamente dormida. Junté mis cejas, de verdad arrepentida, si se despertaba volvería a llorar y me vería correr. Me puse en cuclillas y comencé a soplar a mi alrededor, haciendo que una que otra hoja se esfumara de mi camino, y así me arrastré hasta toparme con varias flores, muy bellas debo decir. Corté una, la más bella de ahí y regresé a la banca. Me levanté y la coloqué al lado de ella, casi por su cuello.

Y así volvía a arrastrarme lejos de ahí. Hasta que estuve segura de que no me escucharía, me puse de pie y emprendí mi camino de regreso.

No sabía si la flor la reconfortaría, la engañaría o la volvería más miserable, pero estaba segura de que quizá, por una fracción de segundo, ella olvidaría todos sus problemas y se concentraría en aquella bella flor y olvidaría que seguramente era una novia abandonada.

FIN​

Bueno, esto lo hice para Retos Ilustrados.
Ojalá les guste. No está checado a fondo, así que disculpen las faltas.

Saludos

Ale Whitlock