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    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

    Géminis
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    12 Febrero 2015
    Mensajes:
    60
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    Título:
    Nosferia
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    2162
    Capítulo I:
    “Contratrampa”.

    Más allá del hermoso y próspero reino de Adanto, ahí donde habita todo lo que toca las sombras, existe una tierra llena de odio y oscuridad a la que llaman Nosferia.

    Muchos viajeros han descrito Nosferia como un llanto inaudible y desesperado de la madre naturaleza suplicando piedad, claro, los escasos viajeros que salieron sanos y salvos de ese horrendo terreno. La razón es que Nosferia es el reino que domina la raza vampírica, ahí es donde nacen y crecen para después devorarnos, mutilarnos y alimentarse de nuestra alma que vaga en pena ante su presencia.

    Los hombres y vampiros han estado en guerra desde hace miles de años, ¿es extraño? Después de todo, su coexistencia es inconcebible. Los hombres temen a los vampiros y los vampiros matan hombres. Pero mucho más allá de la leyenda, existe una historia impresionante que abarca ésta eterna contienda y, sencillamente, vale la pena contar.


    Año 321 de la tierra de Evanelia.

    Melisa Roy era una chica poco convencional, ¿por qué? Bueno, a ella no le gustaba a hacer lo que a las demás señoritas de su edad sí. Por ejemplo: a Melisa le disgustaba usar vestidos hermosos e ir a fiestas elegantes, cosa que en ocasiones hacía por obligación porque sus padres eran de una familia de un muy alto estatus. Además, Melisa no tenía interés alguno en apuntarse en asistencia médica, ¿para qué? ¿Para asistir un montón de cuerpos desconocidos y ser usada como objeto de fantasía sexual? Y es que precisamente esas no eran sus intenciones.

    Para disgusto de sus padres, Melisa compartía la afición por la espada que tiene su abuelo paterno, Isaías Roy. Quien, desde muy pequeña, le contaba historias fascinantes sobre caballeros y dragones, historias que fueron los padres del espíritu aventurero de la, en ese entonces, pequeña Melisa Roy.

    Todos quienes hayan sido testigos de las habilidades que Melisa adquirió con la espada estarán de acuerdos en que es un prodigio. Tanto así, que, a la edad de catorce años Melisa ya había vencido a varios de los maestros que tuvo en su infancia y a todo aquel que la retara a un duelo.

    En poco tiempo, Melisa ya se había ganado el reconocimiento de la Corona Adanesa y fue entrenada de la mano y obra del Capitán Jeremías Cervantes.

    Melisa se había convertido, tal y como tenía destinado, en una formidable guerrera. Ágil, veloz y letal. Un arma de lo más poderosa, pero aún le faltaba experiencia militar. Y sería precisamente dentro de poco tiempo en que la adquiriría, pero a un alto costo.

    El “Día 1 en el Mes del Ciervo del año 321”, la Octava División del Ejército de la Corona Adanesa empezó su ataque contra un refugio nosferiano ubicada en una ciénaga que se hallaba en las lejanías del reino. Aunque los vampiros tengan ventaja en un terreno semejante, ciertamente, el ejército venía preparado.

    El Capitán Cervantes avanzaba en frente de todos sus soldados con aire de liderazgo y con paso decidido. No sabían muy bien donde estaba el dichoso refugio, pero sí que habían sacado bastante información de un rehén que todos y cada uno de los soldados, armados con una armadura de hierro ligera hasta donde le fue lo más humanamente posible atareado herrero, habían memorizado.

    Los vampiros no se inquietan ante pérdida de sangre, no la necesitan y es difícil que sientan dolor; los vampiros tienen largas orejas lo suficientemente sensibles para detectar minúsculas emisiones sonoras, esto los beneficia en contiendas a oscuras; los vampiros no se cansan así que no intentes agotarlo a base de evasiones, sólo te dañarás a ti mismo; y por último y más importante: la única forma de matar a un vampiro es cortando su cabeza, tampoco pueden estar ante altas temperaturas de calor por un prolongado tiempo.

    Pero a pese a todo, pese a estar armados y tener la información que necesitaban saber en cuanto a su oponente. El ejército del Capitán Cervantes seguía con una importante desventaja: el terreno. Y si llegaban a acorralarlos o amontonarlos se daría inmediatamente la misión por fallida. Para evitar esos posibles inconvenientes, el Capitán Cervantes optó por separar el ejército en varios grupos de cuatro a seis hombres liderados por lo soldados más destacados e inteligentes.

    — ¡Jonás! ¿Hueles a sangre inmunda por aquí?—preguntó un soldado a uno de sus compañeros, precisamente al que hacía de líder.

    —La única sangre inmunda que huelo aquí es la tuya, Silvio, ya deberías de darte un baño, imbécil—contestó el soldado en tono de burla, provocó una risa en grupo que molestó al idiota que lanzó la pregunta.

    —Tal vez sea tu madre la que deba bañarse, Jonás—soltó, pero no consiguió risa de ningún tipo, en lugar de eso se presento un silencio incomodo—. Estoy empezando a sospechar que favorecen a Jonás por hacer de líder—dijo Silvio, pero no era su mala broma lo que generó silencio. Evidentemente él fue el único que no notó la inquietud en los árboles. Algo de lo que se percató cuando Jonás lo obligó a callarse.

    —Jonás, ¿no creerás que justo en este lugar se halla un va-va…?

    —¿Vampiro? —contestó uno que estaba justo detrás de Silvio.

    —¡Raimundo! ¡Cristóbal! —llamó Jonás— ¡Preparen sus arcos! —ordenó.

    Éste vampiro en especial, era un ser nauseabundo. Sus ojos estaban abiertos como platos y el ser en sí estaba poseído por una locura que se notaba en su macabra voz. Su cabello desastroso y largo hasta los codos y su falta de prendas, además claro, de su posición jorobada y sus largas uñas negras eran de esas características que infundían más temor en los soldados de lo que ya tenían hacia los vampiros. Esto se notaba, tanto Raimundo y Cristóbal vacilaron cuando sacaron sus flechas.

    —No, no lo creo…—dijo el repugnante demonio, y al parecer, Jonás obvio que el vampiro tenía de rehén a Silvio gracias a la adrenalina—. No querrás que haga daño alguno a uno de tus hombres, ¿verdad?

    —¿Qué mierda quieres, bestia? —interrogó Jonás.

    —He oído por ahí que quieren dañar a mis hermanitos…—informó el vampiro—. Sería una lástima que yo no fuera el único que lo sepa…—se lamentó falsamente.

    —¡No me digas que…!

    —Ya es tarde, soldadito de plomo, ahora mis hermanitos están esperando el momento adecuado para cazar la cena…—anunció el demonio para luego arrancar brutalmente la cabeza de Silvio frente a sus perturbados colegas—. Hace mucho que no pruebo la sangre humana—dijo en un tono lúgubre mirando el cadáver con su característica locura y prosiguió a probar las gotas de sangre con la punta de la lengua. Éstas caían de la cabeza que tenía aferrada a su mano derecha.

    —¡Maldito monstruo! ¡Me las pagarás, bastardo infeliz! —gritó Jonás desenvainando su espada en ambas manos hacia el demoniaco ser. Estaba por iniciar un ataque cuando…

    —¡Jonás! —gritó Raimundo—. Baja tu arma. Nosotros nos encargaremos de él, tú ve a avisar al Capitán Cervantes de nuestra situación.

    Jonás vaciló por un momento, en la caballería le habían entrenado para manejarse ante las ideas vengativas y la ira en sí. Pero Silvio era un gran amigo, se enlistaron en la caballería el mismo año. Mientras Silvio era un sujeto de malas bromas, Jonás era un sujeto firme y decidido, no obstante, eran muy buenos amigos. No se mostraban el afecto mutuo la mayoría del tiempo, pero cada quien los miraba y estaba seguro que cada quien daría su vida por el otro. No le extrañaba, pero en lo absoluto, que el Capitán Jeremías Cervantes, los haya puesto en el mismo grupo para su primera misión.

    Jonás cerró sus ojos al borde de dejar caer una lágrima y cerró sus puños, lleno de impotencia.

    —De acuerdo, les confío este imbécil a su espada—dijo Jonás y corrió saliendo a buscar a su célebre capitán.

    Pero desgraciadamente, no había mucho que informar. El Capitán Cervantes ya se había enterado del plan vampírico hace ya rato. Perdió a dos de sus soldados y estaba con Tomás Marruecos, un formidable guerrero que mataba a base de dos pesadas hachas y, por supuesto, Melisa Roy o Lisa, como prefería que la llamen. El trío ahora se encontraba en una contienda de más de treinta seres demoníacos atacando en grupo contra ellos.

    —¡Lisa, Tomás! ¡Hay una salida en ese lugar! ¡Si avanzamos rápidamente lograremos salir de ésta! —propuso el Capitán Cervantes siguiendo con la lucha.

    —¡Hay demasiados, mi capitán! ¡Uno de nosotros debería quedar…!—aconsejó Lisa para luego ser interrumpida.

    —¡Me quedo yo! —anunció Tomás, asesinando a una gran cantidad de vampiros en el acto.

    Tanto Lisa como Cervantes estaban de acuerdo con que era mejor dejar a Tomás contra el grupo. Era el que mejor podía ingeniárselas en combates de varios y era el que había asesinado a más vampiros. No los extrañaría, pero eso sí, ambos velaban por su vida.

    El Capitán Cervantes fue dirigiendo a Lisa por el desagradable terreno pantanoso. Afortunadamente no se fueren encontrando con más de esos seres vampíricos por el trayecto, aunque eso no quiera decir que no se encontraron con nada desagradable…

    —No…, no… ¡Esto es imposible! —afirmó el Capitán Cervantes cayendo de rodillas—. ¡Estos son más de veinte cadáveres!

    —Capitán…—susurró Melisa poniendo su mano sobre su hombro izquierdo a modo de consuelo.

    El capitán reflexionó unos instantes. Nunca en todos sus años de guerra le había pasado algo semejante. Nunca podría cargar con tantas vidas en su alma, y todo se debía a su fracaso. Debió haberlo adivinado, un vampiro caminando por las lejanías del reino como si nada y dejándose atrapar por caballeros de rango tan bajo, era todo una trampa muy obvia pero que no pudo percibir por culpa de su instinto asesino, y gracias a ello, ahora varias familias perdieron a padres e hijos.

    —Melisa, nos separaremos. Tú irás junto al rey y le avisarás de lo sucedido, yo buscaré a los hombres que queden con vida—ordenó Cervantes.

    —Pero Capitán…

    —¡Es una orden!

    Melisa asintió y se dirigió lejos de esa horrenda escena. Con cautela, por supuesto, no quería que las orejas puntiagudas de esos demonios perciban su presencia, y de percibirla, rogaba por estar en una posición ventajosa. Por ello, optó por moverse bajo el agua, a pesar de lo sucia y repulsiva que pueda resultar, era el único lugar en el que no esperaba encontrarse con alguno de esos demonios y funcionaba como camuflaje. Además, en el manual no decía nada sobre que los vampiros no pudieran ahogarse, es más, parecían querer evitarla a toda costa, cosa que notó en su anterior combate.

    Fue incómodo y el bucear no era el terreno de Lisa, pero era ventajoso, en cierta manera, que la zona acuática se extendiera a tantos metros. Lisa necesitaba información sobre su actual ubicación así que optó por tomar aire y mirar a su alrededor.

    Lo que vio le sorprendió. Estaba nada más y nada menos que frente a lo que parecía ser el refugio vampírico. Era una caverna con muy escasa luz y poblada de murciélagos aparentemente en horas de sueño. Fue saliendo de la zona acuática para ponerse de pie en suelo rocoso y adentrarse por la caverna, tomó su espada con ambas manos asegurándose que no había ningún vampiro protegiendo el refugio, y a decir verdad no había mucho que proteger. Era sencillamente un terreno rocoso sin nada de valor.

    Lisa se sentó en una roca, se apoyó de su espada y prosiguió a despojarse de su armadura, le resultaba muy molesta a la hora de pelear. Obstruían el movimiento y por lo tanto perjudicaban su velocidad, una de sus características más resaltantes a la hora de la batalla.

    Debajo de su armadura, afortunadamente, tenía puesta una camiseta sucia y vieja, y unos pantalones largos y holgados que eran sujetados por un cinturón color negro. Tanto la camiseta como sus pantalones eran de color crema.

    Sin más que hacer, Lisa toma una roca y empezó a afilar esa pesada espada de caballería. La verdad es que ella hubiera preferido una espada más ligera y de mayor alcance, pero la caballería adanesa no contaba con ese tipo de armamento.

    Ah... Esta horrenda situación le hacía extrañar los días que pasaba en las praderas del pueblo de Adanto junto a los demás chicos jugando a ser caballeros. Cada uno debía elegir entre ser un vampiro y un caballero, cualquiera sea el bando, todos la querían de su parte, siempre resultaba vencedora en los conflictos ficticios con varas de madera.

    Lisa suspiró al ver que su espada ya estaba en condiciones nuevamente, pero decidió dejar su armadura donde estaba. Tomó su pálido cabello rubio y lo cortó con su espada porque resultaría una molestia moverse con él, a estas alturas, debía estar lo más cómodamente posible en el campo de batalla.

    Lisa empezó a salir de la zona continuando con su propósito de salida, pero se percató de algo: no estaba sola.
     
    Última edición: 31 Octubre 2015
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    Hola Andy, un placer. Bien, el título es muy atrayente y esas líneas a manera de introducción son magistrales, una vez que comencé a leer no pude parar y creeme, no leo cualquier cosa. Es un mundo fascinante el que has creado aquí, se nota tu trabajo en algunos pormenores de la trama como si hubieras pensado bien en cada detalle y al menos a mi parecer me gusta el resultado, digo que por el momento porque habrá que ver cómo muestras el resto del lugar, sus espacios, reinos o aldeas, recovecos, misterios, sé que definitivamente mejorará con el paso de los capítulos.
    Me ha llamado más la atención el toque que les diste a los vampiros que la misma protagonista, los quise ver como una especie de vampiros versión Blade. Respecto a ella seré un poco más reservado y esperaré al próximo episodio para expresar mi parecer.
    Es una lástima que un grupo de élite haya sucumbido ante la trampa de los vampiros, se han confiado y les ha costado muy caro pero presiento que los que salven la vida obtendrán un aprendizaje de esto que sabrán materializar, porque es obvio que los combates entre ambos reinos seguirán a lo largo de la historia.
    Me ha gustado mucho, Andy, veamos qué nos ofreces para la próxima, estaré al pendiente. Hasta pronto, que estés muy bien.
     
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    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Capítulo II:
    “Los ojos del príncipe”.

    Melisa tomó su espada con ambas manos y miró al ser con precaución. Fácilmente podía ser una trampa, los vampiros se movían a velocidades increíbles y sabía que podía matarle en un abrir y cerrar de ojos aún estando acostado. Pero… ¿Era ese un vampiro? Es decir, no tenía todas las cualidades que diferenciaban un vampiro de un hombre visualmente.

    Estaba recostado y aparentemente desgastado. A diferencia del resto que había visto, éste llevaba una armadura negra, no tenía orejas puntiagudas y lo único que le hacía falta comprobar eran sus ojos, una movida demasiado arriesgada. Pero si los tenía de algún color que compartiese con la humanidad, tal vez sólo padezca alguna enfermedad que dejó su piel en ese estado.

    —¡Lisa! Lisa!

    Ésa voz pertenecía a un hombre de cabellos rubios y de semblante serio. No podía ser otro que Jonás, uno de los tantos hombres que se había enlistado en la caballería el mismo año que ella fue reconocida por la Corona Adanesa.

    —¿Jonás? ¿Qué haces aquí? ¿Y por qué estás gritando de esa manera? ¡¿Qué no ves que él podría ser un…?!

    —¡No es un vampiro! —exclamó Jonás velozmente dejando a Lisa intrigada— No podría serlo…

    —¿A qué te refieres? —preguntó Lisa.

    —Él me salvó la vida…—informó Jonás.

    —Pero no puedes negar que guarda cierto parecido—agregó Lisa mirando el cuerpo.

    —¡Escúchame! ¡Me niego a aceptar que uno de esos seres podría tener un gramo de nobleza en sus corazones! ¡Él es humano!

    Lisa lo miraba atentamente. Podía sentir que algo estaba mal con Jonás, algo terrible y agonizante perturbaba su alma, y no es que ella podía percibir eso en cualquiera ni que tuviera un don. Todos los que viesen sus ojos, lo comprenderían.

    —Jonás, ¿dónde está Silvio?

    Esa pregunta era la última que Jonás hubiera querido que le hagan, el dolor que había estado guardando en todo su recorrido seguía ahí en el fondo de su corazón y esa pregunta había calado ahí y mucho más allá, Lisa no necesitó que Jonás diga nada para comprender lo que había pasado.

    —¿Qué sucedió exactamente con él? —interrogó Lisa señalando al posible vampiro con sus ojos, dando a entender que no se refería a Silvio.

    Mientras Jonás proseguía a contarle lo sucedido a Lisa Roy, el cuerpo inmóvil en su estado inconsciente, estaba cavando cada vez más y más en lo profundo de sus memorias.

    Año 295 de la tierra de Evanelia.

    Muchas dudas pueden surgir alrededor de la niñez. Hasta la más diminuta estupidez es material para realizar una pregunta que hace generar más de un dolor de cabeza a quien es interrogado, pero casi nadie o muy pocos son los que deben preguntarle a un adulto por qué debía abandonar su hogar, a su familia y a su antigua vida.

    —¡Ión! ¡Ión! —exclamó el pequeñín de piel pálida intentando llamar la atención al sujeto de encapuchado que lo cargaba en los hombros por un terreno desierto pero abundante en vegetación—. ¡Respóndeme! ¡¿Por qué no puedo ver a papá?!

    El pequeñín de piel pálida empezó a golpear la cabeza de quien lo cargaba de forma consecutiva hasta que los brazos se le cansaron y curiosamente, fue en ese momento en que el encapuchado decidió hablar.

    —Lo lamento, amo Kalem, se me exigió ocultarle cualquier tipo de información referente a nuestra partida—aclaró Ión.

    —¡No es justo, no es justo! ¡Quiero ver a papá! ¡¿Por qué me abandonó?!

    —Su padre jamás le abandonaría, amo Kalem, su padre lo ama más que cualquier cosa en el mundo, debe de entender que él sólo desea protegerle.

    Kalem que ya se había cansado de quejarse y alzar tanto la voz, se recostó en la cabeza de Ión mirando con melancolía el bosque por el que caminaban.

    —Ión.

    —¿Sí, amo Kalem?

    —¿Por qué mataron a Salia? —preguntó Kalem con infinita curiosidad y con cierta melanconlía en su voz, aunque ésta no sea demostrada visualmente.

    Ión mantuvo un silencio prolongado, sabía que a Kalem aún le dolía la muerte de su mejor amiga y no quería echarle sal a su herida. Al cabo de un rato se dio cuenta que Kalem no iba a insistir y era mejor así, solamente eligió por seguir su camino sin decirle absolutamente nada hasta que el pequeño se durmió.

    Durante las horas de la noche, Ión se internó en un bosque que prometía estar repleto de oscuridad a semejantes horas y el solo entrar confirmaba lo anterior dicho. Apenas podía divisarse algunas lianas y unos matorrales. Pero al cabo de unos minutos de seguir caminando esto cambio y fueron apareciendo ojos que emitían un brillo escarlata entre los matorrales.

    —¡Lud’arón! ¡Requiero su presencia! —comunicó Ión arrodillándose en medio de todos esos ojos y con Kalem aún en sus hombros.

    “¿Es Ión? ¿Ión Saragad? ¿La mano derecha del rey?...”, esto entre muchas oraciones similares sonaban entre los matorrales, el bullicio desapareció una vez que una de esas voces se acercó a estar cara a cara con Ión.

    —Un placer, Saragad…—dicho esto, Ión dejó al niño cuidadosamente en el suelo.

    Ión prosiguió a pararse y ni más ni menos que frente a Lud’arón, jefe del Clan Faulen, uno de los muchos que conformaban la raza de los licántropos, seres antropomórficos con aspecto de lobo que medían como mínimo, metro sententa. Y este de dos y medio no era un chiste, era bestial no sólo por su tamaño, sino también por sus fieras mandíbulas y afiladas garras, además claro, los ojos escarlata que compartía con el resto de su clan.

    —No nos vayamos con rodeos, Lud’arón, tú sabes que tienes una deuda pendiente con mi señor—le recordó Ión a Lud’arón, el cual se limitó a lanzar unas leves carcajadas.

    —Sé muy bien que tu señor se abstiene al olvido, pero esperaba que nunca llegará el día en que tuviera que pagar mi deuda—dijo honestamente Lud’arón.

    Fue en ese entonces que Ión dudó un segundo, no sabía cómo iba a reaccionar Lud’arón ante la petición que iba a realizar. No era que Lud’arón o los licántropos tuvieran un muy buen genio. Sin embargo, Lud’arón era muy leal en cuanto a su alianza con su señor, aunque no daba por seguro que aceptaría.

    —¡¿QUE TÚ QUIERES QUE HAGA QUÉ?!

    —Solamente hasta que cumpla catorce o quince años, cuando pueda defenderse por sí mismo—aclaró Ión.

    —¡¿Sabes que me estás pidiendo?! ¡Me estás sugiriendo que ponga en peligro a mi familia, a mis hijos, a mis hermanos!

    —¡He tenido en cuenta eso! ¡Pero no tenemos otra alternativa, no tenemos nadie más que esté de nuestro lado! ¡Ni siquiera los néfilim! —le recordó a Lud’arón.

    —¡Los piel rosa buscan al príncipe nosferiano en cualquier rincón! ¡Cuando sepa que está aquí nos mataran a todos!

    —Los humanos no conocen de nuestra alianza, Lud’arón—informó Ión—. Escúchame, los hombres les temen y con razón, no se atreverían a generar un conflicto innecesario en sus tierras. Es el único lugar donde Kalem permanecerá a salvo.

    Lud’arón meditó unos momentos.

    —Tengo mis condiciones…—dijo casi como afirmativa.

    —¿Cuáles?

    —Olvida el hecho de que trataremos al “príncipe de las tinieblas” como tal, en mi terreno, tendrá el mismo trato que mis hermanos. Nada de nobleza vampírica—contestó Lud’arón con mucha seriedad.

    —De acuerdo…

    Una vez hecho el trato Ión decidió marcharse, dejando a Kalem en brazos de Lud’arón. Mientras tanto en la mente del niño existía el infinito y desesperado deseo de haberse quedado dormido durante toda la estadía en el Bosque Faulen.

    Año 298 de la tierra de Evanelia.

    El reino de Adanto estaba cada vez más en apuros. La Corona Adanesa había perdido a su bondadoso rey, Gerardo De La Colina, pero además, estratega sin igual que, aunque no haya infundido superioridad ante los nosferianos, sí que infundió temor y respeto, cosa que es de por sí es muy difícil de conseguir hablando de Nosferia. Pero eso no era lo peor de todo, sino más bien el hecho de que el mando le sucedía a la Orden de los Elegidos, una orden que actuaba independientemente de la Corona Adanesa y estaba compuesta por paladines.

    Los paladines eran un tipo de soldados que aseguraban tener “la bendición del Señor” para explicar sus sorprendentes habilidades, en especial aquellos que gozaban de mayor rango. Sin embargo, los Elegidos estaban plenamente convencidos de que el mundo era impuro y ellos eran los soldados que fueron encomendados por Dios para purificarlo. Uno de sus mayores objetivos era Nosferia y la consideraban como el “padre de todos los males” y debía ser eliminado cuanto antes y a cualquier costo, y de eso se trataba precisamente su mayor problema, no les importaba la cantidad de soldados que haya que sacrificar, niños, ancianos o mujeres. Los vampiros tenían que ser eliminados a toda costa.

    No obstante, la presencia de los Elegidos no supuso mejora alguna en la contienda, los vampiros seguían masacrando y degollando hombres aún peor que cuando el rey Gerardo estaba en vida. Pero esa no era la principal preocupación de los Elegidos, su principal objetivo era encontrar a Kalem Macbás, legítimo heredero del trono nosferiano.

    Mientras que para Kalem las cosas no habían sido tan fáciles, había tenido que aprender a cazar, a correr y a pelear como lo hacían los licántropos. Bueno no de la misma forma, pero sí al mismo nivel para poder contribuir al Clan Faulen quienes cada vez más lo rechazaban y discriminaban, casi podía decirse que estaba sólo.

    —¡Colega! ¿Cómo te encuentras, eh? —Sin embargo Kalem era firme ante su silencio—. ¡Vamos, colega! ¿De qué trata el humor que tienes?

    —No es problema tuyo, Gorruc—contestó Kalem.

    Gorruc era un licántropo adolescente que fue asignado para custodiar a Kalem (debido a que Lud’arón tenía preocupaciones más importantes), era, junto al mismísimo Lud’arón, a quien mejor se le daba hablar adanés y tenía cierta facilidad para socializar y comunicarse con las crías licántropas, tal vez se le daría de igual manera en el caso de Kalem. Además no era ni de asomo tan grande y atemorizante como Lud’arón.

    —¿Es por lo de la primera cacería? —preguntó acertadamente para sentarse al lado de la roca en la que Kalem estaba llorando.

    —Y-yo no…—empezó a decir con un nudo en la garganta—. ¡Quería matar a nadie!

    Kalem rompió en un llanto, Gorruc se percató de las lágrimas que salían y salían sin parar, jamás en toda su vida pensó que vería a un nosferiano llorar y mucho menos haber tenido piedad.

    —¿Sabes, Kalem? —Empezó a contar Gorruc—. Eres el vampiro más noble que he conocido.

    —Pero ni siquiera sé si soy uno, no soy como Ión o papá. No tengo orejas largas y soy el único vampiro que conozco que tiene este color de ojos.

    —Es porque has salido deforme—bromeó Gorruc provocando que el niño le dé un puñetazo en el hombro derecho—. Sólo bromeo, colega. De hecho he conocido a vampiros que no tienen ni ojos ni orejas.

    Kalem sonrío haciendo que Gorruc logrará su cometido; ambos vieron la hermosa puesta de sol.

    —¿Sabes que te hace especial, colega? —preguntó Gorruc sabiendo que el chico no sabía la respuesta—. Tú puedes ver la puesta del sol…

    Ese día Kalem tenía planeado irse de nuevo al Bosque Faulen y daba por seguro el hecho de que iría con el alma en buenas condiciones a pesar de que todas las crías le odiaban porque por su culpa el venado que tenían como objetivo para su primera caza, se había escapado. Aún así tenía alguien ahí que lo hacía sentirse especial y querido.

    —Volvamos—decidió Gorruc, Kalem se limitó en mover la cabeza como diciendo que “sí”.

    Ni el Diablo tiene la creatividad ni la imaginación para establecer un infierno de semejante calibre. El Bosque Faulen ardía en cenizas y a lo lejos se escuchaba el sonido de los licántropos aullando de dolor, se oían pisadas, sables atravesando carne y la imponente y poderosa voz de un hombre que exclama:

    —¡¿En dónde está el hijo de la sangre inmunda?!

    Natalio Escobar, paladín de rango A de la Orden de los Elegidos, amenazaba con su mortal sable dorado al jefe del Clan Faulen, Lud’arón, para que le informé sobre la ubicación del príncipe nosferino.

    —¿Y ahora…? ¿Qué se supone que piensas quitarme ahora?

    —¿El dolor no te hace hablar, impuro?

    —Ya no tengo que perder… Al menos voy a mirar siendo fiel a mi palabra…

    El paladín lanzó una risa inaudible que demostraban sadismo y satisfacción a la vez.

    —¡Entonces muere! —sin más que decir el paladín enterró su espada en el corazón de la bestia mientras dibujaba una sádica sonrisa en su rostro.

    —¡Capitán! —nombró un soldado interrumpiendo la diversión de Natalio—. ¡Hemos visto al príncipe junto a un hombre lobo corriendo en dirección al desierto!

    —No te preocupes, hijo mío—dijo Natalio apartando su espada para luego dirigirse hacia subordinado—. Los impuros jamás podrán escapar de aquellos que son elegidos por Dios—dicho esto esbozó una sonrisa más tétrica y macabra que la que había hecho anteriormente.

    Mientras Natalio se dirigía en busca de Kalem, Gorruc lo cargaba mientras iba corriendo a cuatro patas a una velocidad indescriptible hacia ninguna parte.

    —¡Gorruc, tengo miedo! —comunicó Kalem bastante asustado.

    —¡Tranquilízate, colega! ¡Esa mierda jamás nos alcanzará! —aseguró Gorruc mintiendo en el acto, se había dado cuenta por su olfato que los hombres no estaban muy lejos de ellos y estaba empezando a sentir el cansancio, nada más su fuerza de voluntad le permitía proteger al niño.

    —¡Preparen sus arcos! —ordenó Natalio que iba a caballo en medio de dos arqueros que estaban en las mismas.

    —Gorruc, ¿qué fue eso?

    —¡No te preocupes, colega, no pasa nada! —mintió el licántropo nuevamente, pero lo cierto es que en el fondo el miedo estaba consumiendo su cuerpo—. Escúchame, colega—empezó a decir Gorruc—. Si algo llegará a pasarme, ¡prométeme por todos los dioses que nos están vigilando ahora mismo, que sobrevivirás!—Kalem vaciló un momento—¡PROMÉTELO! —Kalem sólo asintió muy inseguro con la cabeza y con lágrimas en los ojos—.Gracias y adiós, colega…—susurró Gorruc cuando sintió una flecha atravesar su desgastado cuerpo.

    Los dioses apartaron la vista, el viento cesó, los mares se salieron de control. Gorruc Ha’enord del Clan Faulen, la última persona que podía proteger a Kalem había caído y a partir de ese entonces la vida del chico cambiaría totalmente. A decir verdad, éste no recuerda muy bien que pasó luego, sólo recuerda que nunca más tuvo que ver a semejanza de infeliz en su vida.

    Año 321 de la tierra de Evanelia.

    —¡Jonás! ¡Está despertando! —anunció Lisa.

    Tanto Lisa como Jonás que estaban alrededor de una fogata cuidando del cuerpo, empezaron a mirarlo atentamente cuando éste empezaba a abrir los ojos. Lisa quedó asombrada, eran los ojos azules más bellos que había visto en toda su vida.
     
    Última edición: 31 Octubre 2015
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    Hola Andy, yo de nuevo viniendo a visitarte ¿qué te puedo decir? Este capítulo aunque me pareció revelador también me ha parecido confuso, veamos... Digo revelador porque habla mucho acerca de Kalem (excelente nombre), especialmente de su origen y las pérdidas de los que le protegían pero no entendí algo ¿él es vampiro? Si es así él no pertenece al pueblo de Jonás y Lisa, éstos sí son humanos ¿verdad? pero ellos tampoco comparten vida con los Elegidos ¿o sí? Esto es por lo que me ha parecido confuso ¿son tres pueblos (vampiros, humanos como Lisa y humanos como los Elegidos) diferentes coexistiendo o algo así? Por favor si puedes aclararme ese punto te lo agradeceré.
    Al margen de ello la historia es muy buena, ese elemento de los Paladines me ha encantado, genial en verdad, al más puro estilo caballeresco, sólo que al parecer aquí tienen un aspecto maligno pero igualmente poderoso, caray, ni siquiera los licántropos han conseguido contenerlos, respecto a estos últimos es una lástima que hayan perecido, esa raza siempre pinta para más, ojalá que alguno haya sobrevivido y aparezca más adelante, tienen mucho pero mucho potencial, no es como para usarlos de relleno.
    A lo que veo Lisa fue hechizada por Kalem y se advierte la primera relación amorosa, muy bueno, el romance correspondido o trágico siempre hace falta y le da sabor a la historia.
    Finalmente agrego que me gustó el sentido de camaradería entre los guerreros del rey pues Jonás en verdad que ha sufrido por la pérdida de su gran compañero de batallas y parrandas; ha llorado y está sufriendo y ese dolor sólo es provocado por el adios de alguien muy especial, ahora ya tiene una razón para vivir y esforzarse.
    Bueno Andy, continuaré aquí hasta que me lo permitas y sólo te encargo esa pequeña aclaración ¿ok? Gran historia, insisto. Que estés muy bien, hasta luego.
     
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    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Gracias, Víngilot por estar siguiendo mi historia y comentandole de manera tan completa hasta el momento, no te miento al decirte que cada vez que cuando comienzo a leer un comentario tuyo me da ánimo para seguir la historia. Bueno, al fin y al cabo ese es el objetivo de un comentario. En fin, en cuanto a tus confusiones debo decirte que fueron puestas allí a propósito para expandir el mundo de Nosferia y generar esa intriga. Sí, ya sé, tampoco abusaré de ello, pero sí lo que yo consideré necesario. Así que no puedo decirte mucho, vendrían a ser dos reinos principales: Adanto y Nosferia, eso sí. Aunque haya más razas de por medio en el futuro, ya sea, a favor o independientemente de ambos bandos. En el caso de los Elegidos vendría a actuar independientemente de acuerdo a sus normas e ideales pero sin estar en contra de Adanto (¿se entendió, verdad?). Bueno, en este caso tomaron el poder sobre Adanto, por ello, por ser lo más cercano a un aliado que tienían en ese entonces. Y porque eran los únicos que podían hacerse cargo de Adanto, caso contrario: un pueblo sin gobierno y un pueblo sin gobierno...

    Y lo mismo con el personaje de Kalem, lastimosamente eso deberás descubrirlo con el progreso de la historia, no puedo decirte más :(

    Bueno, los licántropos, no te preocupes que ni borracho pondría a una de mis razas fantásticas favoritas como mero relleno ;)

    Y bueno, por segunda vez: gracias por comentar, me ayuda mucho continuar escribiendo el saber que a alguien le interesa y lo analiza.

    Un abrazo.
     
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  6.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Título:
    Nosferia
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    2213
    Capítulo III:
    “Maldición”.

    Tan pronto como el hombre de piel pálida abría los ojos, la noche caía sin previo aviso. Mala suerte para Jonás y para Lisa que estaban sedientos y hambrientos, pues, no habían saciado estás necesidades desde que inició la travesía.

    —Oye…—susurró Lisa sonrojada—. ¿Cuál es tu nombre?

    El hombre poco a poco empezaba a ser consciente de su situación. Observó de lado a lado sin girar la cabeza hasta que pudo toparse con la imagen de Jonás que estaba tan atento como Lisa a los movimientos del hombre.

    —Soy Jonás—se apresuró el mismo extendiendo su mano para que se generé un apretón, que se consiguió, pero con cierta timidez en conjunto—. Tal vez debería darte las gracias por lo de hace un momento, debido a que te pusiste en medio de mí y ese demonio para protegerme pude asesinarle segundos después. Me alegro que estés bien.

    El hombre empezó a ponerse de pie sin soltar una sola palabra. Jonás y Lisa que estaban arrodillados frente a él lo imitaron. El sujeto miró a Lisa fijamente.

    —Kalem—espetó—. Puedes decirme Kalem—aclaró—. Jonás, ¿tienes alguna idea sobre el terreno? Debemos salir de aquí en cuanto podamos.

    Lisa se indignó.

    —¿Pero qué…? ¡Acabaste de despertar, acabamos de conocerte y empiezas a lanzar órdenes! ¡¿Sabes?! ¡Aún tenemos sospechas de que eres un vampiro!

    —No lo soy—dijo muy cortantemente.

    Lisa no sabía cómo contestarle a ello, pero aunque seguía indignada, no podía negar el hecho de que si fuera un vampiro los hubiera mutilado en cuestión de segundos. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Sin embargo, todavía había una cosa que no encajaba…

    —¿De dónde se supone qué eres y cómo rayos llegaste aquí?—preguntó Lisa mientras ambos caballeros seguían a Kalem.

    —Me encantaría poder responderte—dijo con un frío sarcasmo—. Pero creo que deberías saber que esas ratas pueden escuchar nuestra voz a varios metros de distancia por más bajo que hablemos, así que mejor sería permanecer callados.

    Lisa se había frustrado mucho más que antes, pero en este caso era porque Kalem tenía la razón absoluta, si quería respuestas debería esperar. Mierda… Su semblante serio y esa fría forma de hablar le recordaba de cómo se dirigía Jonás a Silvio o a los demás caballeros en entrenamiento, ese liderazgo autoimpuesto y ése complejo de superioridad… Pero éste caso era totalmente distinto, además de sonar mucho más frío que Jonás, ella no compartía ningún lazo afectuoso con Kalem ni pensaba tenerlo, lo único que esperaba de él era información, respuestas a sus preguntas.

    Mientras, en el Castillo de Adanto, no todo iba tan bien como parecía. Había varias familias preocupadas por padres e hijos que parecía que nunca iban a llegar. El rey Ricardo recibía al menos dos visitas la hora y todas y cada una de ellas eran sobre el tema anterior mencionado. Ciertamente empezaba a ser agotador, y mucho. Aunque ciertamente, el rey, compadecía a todos y cada uno de los ciudadanos preocupados (en su mayoría mujeres), así que decidió sacar aún más información al rehén, sobre los peligros adicionales y demás que abundaban en la ciénaga a la que les había mandado. Para ésa labor, encomendó al Coronel Eugenio García a llevarlo a la sala de torturas a realizar dicho trabajo.

    Ni quien como él. Un veterano que ya había superado los cincuenta años pero que seguía tan fuerte y ágil como hace veinte. Y no en vano, el Coronel García había sido sobreviviente en varias de las contiendas que Adanto se había topado contra el gobierno nosferiano durante el gobierno de Gerardo De La Colina. Sin duda, alguien como él era de temer hasta para el demonio más frío. O al menos eso creía.

    La sala de torturas era un lugar tenebroso. Por si la luz que era emitida por unas pocas velas y los cráneos que colgaban de aquí para allá no eran suficientes. Había que ver las máquinas de torturas que completaban aquel lugar, esos artefactos que le daban nombre. Un artefacto que se utilizaba para aplastar la cabeza, o elementos simples, como agujas, sierras o mástiles. Pero que eran usados para torturas complejas y depravadas.

    Luego había otro más en el montón, una silla de hierro que contenía un montón de pinchos del mismo material en el lugar donde se ubicaban los brazos, piernas y la espalda. Resulta que el rehén estaba ubicado en ése mismo artefacto y estaba sujetado de tal forma que no pueda escapar ni con su sobrehumana fuerza. Eugenio García estaba sentado en otra silla frente al nosferiano, en efecto, pero claramente ésta no era ningún artefacto de tortura.

    —Escucha—empezó a decir—. La Octava División partió a las dos de la mañana de Adanto hasta el pantano al que nos habías recomendado ir—le recordó al rehén—. Entre Adanto y dicho lugar, según figura tu descripción, hay siete horas de viaje a pie. Eso quiere decir que debieron llegar a las doce de la maña o una de la tarde, a juzgar por el estimado tiempo de descanso y por el hecho de que vinieron en grupo—poco a poco se empezaba a notar cierta frustración en la voz del Coronel—¿Sabes? Sabiendo que nos hablaste de un pequeño grupo de vampiros inferiores, se supone que nuestros hombres deberían haber llegado al amanecer de éste día…

    De improvisto, el Coronel García saltó de su silla para ejecutar un puñetazo rotundo y poderoso en el rostro del nosferiano que hasta entonces no había movido un solo músculo.

    —¡¿QUÉ TIPO DE TRAMPA NOS HAS JUGADO, ESCORIA?! —interrogó el Coronel, de sobra indignado.

    El nosferiano, totalmente indiferente y con una expresión en el rostro que de igual manera, contestó:

    —Creí que les había aclarado que no podemos sentir dolor…—dijo con una voz que sonaba como espectral, como susurrando en voz alta. Evidentemente parecía más indignado por la falta de imaginación para poder sacarle respuestas.

    —Creí que habías dicho que no toleras el calor…—susurró García dando una patada a una palanca que estaba al lado izquierdo de su silla, luego volvió a sentarse plácidamente.

    —¿Qué quieres dec…?—el nosferiano no pude terminar su frase, pues empezó a sentir como los pinchos empezaban a arder, de tal forma, que emitía unas leves luces rojas en la oscura sala.

    —Ya va siendo hora de que hables…—dijo el Coronel cruzando las piernas y mirando fijamente al sujeto que no dejaba de aullar del dolor.

    Y así era, los escasos sobrevivientes de la Octava División seguían atrapados en aquel laberinto sin escapatoria alguna. Y, aunque el sol empezaba a cubrir Evanelia con su manto de luz, no entraba ni un pequeño rayo de esperanza en la ciénaga. Era un lugar en el que sólo había odio y oscuridad.

    En cuanto al Capitán Jeremías Cervantes, que había acordado hace no mucho con Lisa Roy que se encargaría de rescatar a los supervivientes del infierno en el que se vieron envueltos, no encontraba más que una oleada de decepción. Con la única mosca con la que se había topado era con esos demonios sedientos de sangre, pero las cosas empezaban a cambiar.

    —¡CAPITÁN…!

    El Capitán Cervantes giro la cabeza para atrás para encontrarse con Raimundo, en ese momento sintió como lentamente la esperanza había renacido en su alma.

    —¡Raimundo! ¡Qué suerte que sigues vivo! —exclamó alegremente el capitán poniendo sus manos en los hombros del agotado muchacho—. Dime… ¿Jonás y los demás están por aquí?

    Raimundo sembró un rostro melancólico que apenas podía notarse debido que llevaba sudor y agotamiento en conjunto. Pero el Capitán podía notarlo, era fruto de la experiencia de un viejo lobo de mar.

    —Están muertos, todos, capitán…—informó Raimundo—. ¡Yo no pude hacer nada! —se lamentó entre lágrimas y sollozos.

    —No te preocupes, Raimundo. Lo importante ahora es que estás bien—dijo el Capitán de una manera consoladora—. Ahora vamos…

    Dicho esto, el Capitán se había dispuesto a seguir con su meta: buscar una salida. Fiándose de que Raimundo iba a seguirle, pero luego de unos cinco, seis pasos adelante, se dio cuenta de que no era así. Giró la cabeza para atrás para echarse para atrás casi inmediatamente. Se había topado con una figura tétrica y oscura, a decir verdad, era el vampiro que habían confrontado Cristóbal y Raimundo el día anterior.

    —¡Maldición! —exclamó Cervantes tomando su espada con ambas manos y poniéndose en posición de combate—. Ciertamente no esperaba toparme con estos trucos nuevamente y en un lugar como éste—admitió—. Magia negra…

    —¡Guau! No sabía que Adanto tuviera conocimiento sobre este tipo de arte…—dijo el nauseabundo demonio con su inseparable sádica sonrisa de locura.

    —¡Ja! Me gustaría que sepas que este viejo lobo de mar sabe más que sólo cortar cabezas—dijo Cervantes con una sonrisa en el rostro—. Ahora…—susurró apartándola—. Tú te llevaste la vida de cinco de mis hombres… ¡ Vas pagármela con el sufrimiento de tu alma inmunda!

    Una vez dicho esto, Cervantes se abalanzó con su pesada espada en ambas manos, el vampiro había sonreído. Algo dentro suyo le decía que quitarle la vida a éste hombre no sería el juego de niños que fue con ese par de soldados que lo habían confrontado previamente.

    —Interesante…—dijo para sus adentros.

    El demonio se acercó velozmente al capitán para dañar sus manos, cosa que logró, pero no pudo dejarlas inutilizables debido a que casi el mismo tiempo el capitán ya había dejado caer su espada que chocó contra el piso porque el demonio pudo esquivarlo por los pelos. Ambos se dedicaron una mirada de confrontación que duró unos instantes, pues, ambos se acercaron a toda velocidad el uno con el otro. Era extraño realmente, ¿cómo era posible que el Capitán Cervantes se moviera casi a la par que el demonio?

    Pero mientras esas dudas seguían en pie sobre la arena, Jonás y Lisa permanecían con hambre y se notaba aunque Kalem, a diferencia, no había mostrado signo de agotamiento, sed o de estar ligeramente desgastado. Sólo seguía caminando en busca de una salida, lo más rápidamente que le permitía el sigilo y las cosas seguían así hasta que Lisa había mostrado estar más desgastada que de estar hambrienta o sedienta, cosa que se notaba a medida seguía su búsqueda y cada vez era mayor hasta que, sin previo aviso, cayó de rodillas en el fango.

    —Jonás… Ya no puedo seguir caminando…—dijo Lisa—. Me siento mareada…

    —¡Vamos, Lisa! ¡Sé fuerte, sólo un poco más! —dijo Jonás en un intento de aliento mientras se acercaba a Lisa para luego tomarla por debajo de sus brazos intentando levantarla y poner su brazo derecho sobre su cuello. Kalem no había hecho más que observarla atentamente.

    —Dime…—le dijo a Lisa—. ¿Te has sumergido o has hecho un contacto prolongado con el agua del pantano? —preguntó a lo que Lisa asintió con la cabeza—Predecible…

    Dicho esto, Kalem se acercó lentamente a Lisa, alzó su mano izquierda hacia el cielo y con la palma abierta endurecida le propina un golpe por debajo de la nuca con la suficiente fuerza para dejarla inconsciente.

    —¡¿Pero qué cara…?!

    —El agua del pantano está hechizada para hacer agonizar el cuerpo—comenzó a decir—. Cómo el hechizo tiene presencia física necesita penetrar en el interior del cuerpo por medio de la boca o los orificios nasales por ejemplo—Kalem hizo una pausa para saber si Jonás le estaba entendiendo—. Lisa debió sumergirse en el agua del pantano y por menor que sea la gota, debió acceder en el interior de su cuerpo.

    —¿Pero de qué demonios estás hablando? ¿Magia, hechizos…? ¿Qué clase de truco barato es éste? Y además, ¿qué tiene que ver eso con qué dejes inconsciente a Lisa?

    —Verás, que no te quepa duda de que yo puedo sanar a tu amiga, pero perdería unas horas y esas alimañas se ocultan en cualquier rincón. La magia actúa con mucha más lentitud si lo hace mientras el cerebro no es consciente.

    —¡¿Pero a ti qué mosca te picó?! ¡Lisa se quedó así por hambre y sed, imbécil!

    —Me gustaría que me digas a qué tipo de ser humano se le ponen las manos verdes por hambre y sed—Jonás entró en pánico al ver que Kalem estaba en lo cierto—. Verás, este lugar es conocido como la Ciénaga de los Exiliados. Aquí es donde van a parar todas aquellas ratas que atentan en contra el Señor de las Tinieblas, Alucard Macbás. El agua, como te había dicho, está maldita por medio de magia negra. Los exiliados intentan evadirla porque una vez ocurra lo que ocurrió con Lisa entran en lentamente en un estado de locura, pero al cabo de un tiempo pierde importancia y lo hacen una y otra vez volviéndose cada vez más locos y sanguinarios. Con los humanos sucede igual...

    En cuanto al Coronel García, él había salido de la sala de torturas para hablar cara a cara con el rey Ricardo. Parecía asustado, eso se notaba bastante por la velocidad con la que se fue a hablar con su señor.

    —Su alteza—dijo de rodillas—. Le ruego que me perdoné, pero…

    —¿Pasa algo, Eugenio?

    —Sus hombres van a morir todos…

    —¿De qué me estás hablando…?

    —Me lo confesó el rehén… ¡El lugar a donde fueron está maldito!
     
    Última edición: 31 Octubre 2015
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    Víngilot

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    Virgo
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    Hola Andy, paso para leerte y comentarte. Y mira, ya no sé cómo decírtelo, pero sigo teniendo mis dudas, no sé si de plano soy muy bruto o qué onda o definitivamente tengo que esperar a leer más; he tenido que releer los capítulos anteriores para entender mejor y sólo aparecen nuevos personajes que no consigo definir, pero bueno, sólo diré una cosa: creía que Nosferia era todo el planeta, ya vi que no, y aún no me queda claro quiénes son los vampiros pues ahora ya estoy pensando que los nosferianos lo son pero no ¿verdad? Ya iré entendiendo cada vez más.
    Es un buen episodio, ha aportado su dosis de misterio con la "entrevista" entre el rehen y el Coronel García y con la formación de ese grupo peculiar entre Lisa, Jonás y Kalem, ya quiero verlos en apuros. Por cierto, respecto a la sala de torturas te ha quedado de maravilla, no soy sanguinario pero sé que no pueden faltar ese tipo de lugares en estas historias y lo has descrito muy bien, sólo me faltó enterarme de los lamentos y aullidos de dolor de los presos...
    La Ciénaga de los Exiliados también es infaltable como escenario de penitencia y tristemente para los guerreros nosferianos en su tumba, quiero verla más adelante en una nueva aventura, espero que no sea la única vez que aparece en la historia.
    Finalmente, no entiendo cómo se salvarán Lisa y sus acompañantes de ese tétrico lugar en las condiciones en que están ¿será que un grupo de rescate los encuentre? Algo me dice que saldrán avantes por las habilidades de Kalem quien ya creo que es el protagonista de la historia.
    Lo siento, Andy, espero que mis dudas no te desanimen porque a mí no me desanima tenerlas, sé que se irán disipando conforme esto avance, pero si ves que estoy en algo muy alejado por favor aclárame y dale a este tonto lector la oportunidad de seguirte con toda la luz posible. Es una gran historia, no dejes que te digan lo contrario. Que estés muy bien, hasta pronto.
     
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    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    ¡Hey! Hola de nuevo, Víngilot. Paso para responderte nuevamente.

    Bueno, sobre tu primera duda sólo puedo responderte que no. Nosferia no es todo el planeta, todo gira alrededor de Nosferia, aunque pensé que había quedado claro con "de la tierra de Evanelia" y con "los escasos viajeros que salieron de ese horrendo terreno". Nosferia es más un menos sólo un terreno, un país, por decirlo de una manera... No sé si ha quedado claro o soy solamente yo, malinterpretando tu duda (si es así hazmelo saber).

    Sobre tu siguiente duda, creo que viene siendo Kalem quien te está confundiendo ya que creo que si captaste la idea de la Ciénaga de los Exiliados. Bueno, sobre eso vengo a pedirte paciencia, habrá un capítulo no muy distante en el que Kalem explica todo el asunto de Nosferia, los vampiros y cosas sobre sí mismo, más o menos cuando terminé el asunto de la Ciénaga de los Exiliados. Así que tan sólo disfruta lo que pueda ofrecerte por el momento hasta entonces, si es que tienes más interrogantes hazmelas saber para solucionarlo todo allí. Y aunque no me lo hayas dicho igual te lo digo, los cambios en Adanto y el asunto con la Orden de los Elegidos queda pendiente para después, por el momento debo dejarte, lastimosamente, con la duda.

    Un abrazo.
     
    Última edición: 17 Agosto 2015
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  9.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Nosferia
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    Fantasía
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    Capítulo IV:
    “El relato del rehén”.

    Lisa Roy estaba siendo cargada, inconsciente, en la espalda de Jonás mientras que su reciente compañero, Kalem, caminaba frente al mismo para guardarles del peligro. Sin embargo, tanto Jonás como Kalem se habían dado cuenta que éste era cada vez menor y cada vez que pensaban haberse encontrado con un vástago resultaba ser un mero cadáver.

    Ésa no era su mayor preocupación, era un dudosa ventaja, la mayor preocupación eran los estruendos causados en quién sabe qué lugar del pantano que los mantenían a ambos en alerta. Esos estruendos eran causados por el Capitán Jeremías Cervantes y su adversario sediento de sangre.

    —¡¿ESO ES TODO LO QUE TIENES, SANGRE INMUNDA?! —dijo el capitán a gritos sujetando su espada con firmeza y con dos hilos significativos de sangre en las comisuras labiales. Estando así y acabando de lanzar un llamado de provocación, el capitán aguzó el oído miro a ambos lados y puso absolutamente todos sus sentidos en alerta, cosa que solamente le sirvió para escuchar la siniestra risa de su adversario haciendo eco en el pantano.

    —¡Lastimosamente tengo mucho para dar! —exclamó con una voz que se oía cada vez más cercana—. ¡Pero dudo que me puedas retribuir! —una vez dicho esto, el vampírico adversario apareció frente al capitán como si hubiera salido de un salto del agua del pantano, pero la zona en la que se hallaban no contaba con aguas lo suficientemente profundas para sumergirse así que el capitán asumió al instante que era otro de sus muchos trucos bajo la manga.

    Lastimosamente ese truco bajo la maga había sido de sobra oportuno, el capitán recibió un significativo arañazo en el rostro que casi da con su ojo izquierdo lo que termino por desangrarle. A continuación, el demonio, le propino una potente patada en el estómago que lo mando al menos a seis metros de distancia entre ambos guerreros.

    —Quítate la armadura—aconsejó el vampiro con su inseparable sádica sonrisa de locura y provocando una ligera confusión de parte de su adversario—. Durante todo el combate ha limitado tu velocidad y te ha hecho más daño del que te hubiera hecho sin ella…

    Cervantes sonrío.

    —Veo que la locura no te quito tus años de guerra, sangre inmunda…—dijo mientras se quitaba lentamente su armadura dejando ver unos pantalones sucios y desgastados color cian y una espalda desnuda que enseñaba unos tatuajes sumamente peculiares.

    —Ya veo… Justo como sospechaba—pensó el vampiro al ver los tatuajes—. Sabía que un hombre común y corriente no podía cargar con tales habilidades. Tú hiciste el pacto de sangre con un espíritu familiar, ¿no es así?

    —Lo que te sobra de guerrero también lo tienes de observador.

    —Bueno, este viejo lobo de mar sabe mucho más que sólo cortar cabezas…

    Cervantes lanzó unas leves carcajadas cuando tomó su espada con su brazo izquierdo y lo puso delante de sí mismo, había puesto una típica posición de combate.

    —¡Lucas! ¡Juan! ¡Seleccionen diez hombres de la Primera, Cuarta y Séptima División! ¡Diez de cada división no diez por total!

    —¡Pero señor! ¡La Cuarta División ha ido a una misión de…!

    —¡ENTONCES QUIERO QUINCE HOMBRES DE LA PRIMERA Y SÉPTIMA DIVISIÓN!

    —¡Como diga, señor!

    Por si las cosas no estaban lo suficientemente feas ya para la Octava División, las cosas ya estaban lo suficiente movidas en Adanto. Tras enterarse de la situación de su ejército en el pantano en el que estaban ubicados, el rey Ricardo De La Colina empezó inmediatamente con los preparativos de un equipo de rescate, esperaba hacerlo lo más rápido posible con tal de que su gobierno no se enteré de la situación actual, pero ciertamente le faltaba disimulo, gritar por aquí y por allá fueron los responsables del chismorreo de las ancianas del pueblo.

    Y mientras el rey hacía los preparativos, el Coronel García estaba encerrado en su vieja choza que se negaba abandonar (y eso que le sobraba dinero) por motivos personales, normalmente se quedaba allí a beber una botella de ron bastante grande y proseguía a perderse en sus pensamientos. Así como el rey hacía los preparativos para su rescate, García hacía preparativos emocionales.

    —Así que así están las cosas, Jeremías…—dijo hablando con una pared que ya estaba en sus últimas—. No sé a qué te estás enfrentando allá afuera ni que te depara segundos, minutos u horas más tarde, sólo espero y rezo porque no necesites hacer “eso”, confío en tu destreza y honor como caballero…—bebió un trago de su botella—. Pero si el camino te aguarda recurrir al fantasma de tu pasado y romper tu promesa, que así sea, pero que sea protegiendo aquello por lo que siempre hemos luchado…

    Luego tomó su botella con la intención de tomarla toda ya, pero se dio cuenta que estaba vacía luego de medio minuto de tenerla contra sus labios. A continuación escuchó como alguien tocaba con fuerza la puerta de su casa, a duras penas se levantó para atender a quien sea que esté detrás de ella. Cuando la abrió, vio la imagen de un soldado firme y con la vista cubierta por el casco caballeresco que ya era considerado uniforme.

    —¿Qué quie…?

    —¡El rey solicita su presencia! ¡Los preparativos ya están listos!

    —Dame un momento…—dijo con las mejillas sonrojadas y con los ojos entrecerrados producto de su borrachería. Acto seguido cerró su maltratada puerta de un portazo que casi termina con ella.

    Como el Coronel García había sido asignado como líder para el equipo de rescate, la custodia del rehén había pasado a Raúl Tejeda, un soldado por debajo de los treinta bastante alto y delgado. Fiel a su rey, no había movido un solo músculo desde que entro en la Sala de Torturas y estaba parado en una posición bastante firme.

    —¿De veras piensas seguir así todo el día? Vamos… Allá hay una silla—dijo el vampiro a modo de sugerencia—. ¿No piensas dirigirme la palabra verdad…? ¿Sabes? Aunque sea un demonio soy un ser inteligente, no es que sea pecado conversar un poco.

    —Mi señor me ordenó vigilarte. No me dijo que…

    —Acatarás otras órdenes, ¿verdad? —Raúl se calló en el acto—. Tal vez no seamos tan diferentes después de todo, humano.

    —¡Nosotros no somos bestias sedientas de sangre! —contestó Raúl indignado.

    —Tampoco es que hayamos pedido nacer así, somos simplemente una travesura de Dios…

    —¡No cuestione la sabiduría del Padre!

    —Si tuviera un poco de esperanza, me arriesgaría a decir que el Padre no existe, pero sólo un ser así de poderoso puede engendrar tanto dolor.

    Raúl había perdido la cordura instantáneamente y dirigió su lanza contra el vampiro mientras le dirigía una mirada de amenaza.

    —¡Ustedes se buscaron ser así! ¡Lo cuenta El Gran Libro!

    El vampiro lanzó unas breves carcajadas.

    —El Gran Libro… Capítulo de Arus, relato del hijo, versículo de quince y yo que sé..., ¿verdad? Y Sorac fue seducido por la belleza de los males, por el sabor de la sangre. Y fue Sorac verdugo de su hermano, la envida fue el padre de todos los males. Y yo Arus padre, maldije a Sorac hijo. Y maldición de maldiciones fue trasportador, Sorac fue obligado a caminar de rincón en rincón en busca de sombra pues ya nunca más vería el sol. Y yo Arus padre me apiadé de Sorac hijo y dibujé La Marca en la frente de Sorac para protegerle de los males extranjeros y de los hijos tramposos. Es muy peculiar, sinceramente, la forma en la que se acomplejaban nuestros antepasados para comunicar un mensaje.

    —Ahí lo tienes, Sorac los maldijo a todos ustedes—dijo Raúl con una triunfadora sonrisa en el rostro—. Así que no te andes con cuestionamientos, sangre inmunda.

    —Sin embargo—le interrumpió el rehén—. En Nosferia cuentan otro relato…

    «Cuenta la leyenda que había dos hermanos. Sorac, grande, alto y fuerte; era el hijo bastardo del rey Arus y parte de la Subdivisión Terrenal, el conjunto de hombres que se encargaban de la construcción de Primer Poder (el antiguo Adanto) a órdenes del rey Arus. Lebán, hijo del rey Arus y de la reina Nessal, legítimo heredero de Primer Poder.

    «Sorac tenía un lugar en la Casa del Rey (así es como llamaban antes a los castillos) por tener sangre real, pero aún así, permanecía la mayor parte de sus días edificando Primer Poder para que sea un lugar seguro y próspero para vivir.

    —¿Pero a qué tipo de peligro debería haberse enfrentado la primera civilización—preguntó Raúl, un poco más calmado pero con fe aún en El Gran Libro. Apartó su lanza y escuchó lo que el rehén tenía qué decir.

    —Ustedes no lo vieron…, no… Antes eran un fenómeno en masa, eran gigantes y poderosos. No tenían mucha inteligencia pero tampoco la necesitaban, ya que de un manotazo podían derribar medio año de construcción. Todas las civilizaciones creen que son los hijos del Seurr, el titán rebelde.

    —¿Hablas de los néfilim? —Raúl río burlonamente—. Vamos… No se avistado ninguno en años.

    —Pronto lo harán—repuso—. Se esconden en las sombras del olvido esperando que llegué el ocaso y la luz del caos se alcé ante sus pasos que hacen temblar muros.

    —¡Se acabo, sangre inmunda! —sentenció Raúl volviéndole a apuntar con su lanza—. ¡No hay nada que diga Nosferia que no le cuente también El Gran Libro! ¡Sorac mató al heredero a la corona!

    —Pero por alguna razón El Gran Libro obvia demasiado la perspectiva de Sorac…

    Año 67 de la tierra de Evanelia

    “Querido diario:

    Hoy ha sido un arduo día de trabajo, como todos, realmente no pienso descansar. No hago esto por mi padre, lo hago por mi gente, todos los días despiertan con el miedo que sienten a esas bestias. Vienen acechándonos día y noche y no fue hasta ahora que nuestro nefasto rey obró sabiamente ubicando nuestro reino en el Monte Ralos.

    He estudiado a esas bestias en secreto antes de empezar con la construcción de Primer Poder, a decir verdad no los encuentro tan inteligentes, constantemente pelean entre ellos y los he visto devorar muy neciamente árboles y lodo para enterarse más tarde que no eran comida. No tienen intelecto, táctica, estrategia ni los poderes de los que goza mi padre. Pero no lo necesitan, vi a mi estúpido padre y a parte de sus colegas pelear contra ellos usando sus exuberantes poderes y dio el mismo efecto que el de haberse quedado en su habitación real con la perra de su esposa todo el día.

    Lo que me cita aquí es una cosa en concreto, cuando mi jefe, Redén, anunció la hora del descanso decidí ir a la taberna Enigma, no está muy lejos de nuestra zona de laburo (por el momento) así que los demás colegas optan por imitarme. Iba a pedirle un vaso de ron mayrense a Jodarr, el tabernero cuando escuché ruidos extraños. Eran gemidos.

    Escuchar gemidos era algo que acostumbraba, pues, Jodarr solía prestar la habitación que hay en la taberna para tener relaciones a cambio de un buen precio. Era ilegal hacerlo sin el consentimiento de mi padre, Arus, y no era secreto entre los hombres de la taberna las segundas intenciones de Enigma. Pero a nadie le importaba, realmente servían un buen ron.

    Pero es que esos gemidos eran bastante normales hasta que pude distinguir una voz cuando soltó una frase. Era la insoportable voz de Nessal. No sé qué medidas tomar ante esta situación, pero cuando lo sepa volveré a escribirte.

    Año 321 de la tierra de Evanelia.

    —¡¿Insinúas que la difunta reina Nessal le fue infiel a nuestro rey Arus?! —exclamó Raúl con la lanza tocando la manzana de Adán.

    —Exacto… Nessal descubrió el diario de Sorac y ordenó a su presumido hijo para matarle, Sorac sólo se había defendido. ¿Pero a quién iba a creerle Arus? ¿Al hijo bastardo que fue fruto de una prostituta? ¿O a su hermosa y bondadosa reina?

    —¡Cállate!

    —Gracias a nuestro difunto señor de las tinieblas, Sorac, que en paz descanse…

    —¡Cállate!

    —Los nosferianos tenemos la verdadera versión de la historia…

    —¡CÁLLATE! —gritó Raúl con todas sus fuerzas y enterró su lanza en el pecho de su rehén con tal fuerza atravesó el hierro de la silla de su rehén. Extrañamente, los materiales que mantenían al rehén aferrado a su artefacto de torturas se deshicieron. En ese instante, el rehén soltó una carcajada bastante débil pero sumamente tétrica que la hacía mientras se levantaba a los ojos de su custodio y apartaba la lanza de su pecho para que su herida se regeneré inmediatamente.

    —¡Lo sabía…!—admitió el rehén—. Éste artefacto lo obtuvieron en el asalto a Nosferia del año doscientos noventa y cuatro. Está encantada para que los nosferianos no puedan liberarse de ella, pero como es un material sólido, el encantamiento se deshace con cualquier alteración—el vampiro se detuvo una vez que ya estuvo parado y esbozó una sádica sonrisa en su rostro—. Escucha, humano, no te mataré, pero debes ir junto a tu rey y decirle…—dio unos pasos para adelante, se arrodilló y se acercó lentamente al cuerpo que estaba tirado al suelo y se arrastraba lenta y dudosamente con la espalda al suelo pero que se detuvo cuando los labios del vampiro estuvieron muy cerca de su oreja derecha—. Que el ocaso se acerca…

    —S-sí…—dijo Raúl muerto de miedo.

    —Ahora…— empezó a decir el vampiro dándole la espalda a Raúl—. Dije que no te mataría, pero no me puedo ir de aquí sin hacerle honor al nombre de este lugar—concluyó mirándole a los ojos al cabo dibujaba una sádica y tétrica sonrisa.

    Mientras, en la Ciénaga de los Exiliados, las cosas para Kalem, Jonás y Lisa seguían como antes. Sin acción o algo por el estilo hasta que, sin previo aviso, Jonás se percató de un cuerpo que se acercaba a su actual posición.

    —Kalem, alguien se acerca…

    —Lo sé—contestó Kalem.

    Escuchaban como los pasos se hacían significativos y poderosos mediante se acercaban.

    —Kalem, lamento no poder ayudarte, sólo ten cuidado—dijo Jonás a lo que Kalem asintió con la cabeza.

    La figura que era desconocida se hizo aparecer para enseñar a algo que ciertamente no era ni un vampiro ni un hombre. Tenía la piel verde, era grande, como poco menos de dos metros, pero robusto y cargaba con dos pesadas hachas que manejaba con bestialidad. A decir verdad, llevaba una armadura parcialmente destrozada. Jonás lo reconoció al instante, era Tomás.
     
    Última edición: 31 Octubre 2015
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    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Nosferia
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    Fantasía
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    Palabras:
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    Capítulo V:
    “Presos de la locura”.

    Jonás se apartó de inmediato observando el cuerpo entero con cuidado. ¿Era Tomás? ¡Era Tomás! No podía negarlo, desde su prominente barba roja, hasta sus dos pesadísimas hachas que levantaba como si fueran hojas de papel, él y la figura presente eran iguales. Lo único que no compartía era su cálida sonrisa de afecto y su gentil mirada que se contrariaban con su aspecto, aquello se lo llevó la locura.

    —Esto es lo que pasará con Lisa si no la curamos a tiempo…—dijo Kalem.

    —Kalem, eso es…—dijo Jonás tembloroso—. ¡Él es…! ¡Él es Tomás Marruecos, un caballero al servicio de la corona!

    —¡Pues ya no! —sentenció Kalem.

    —¿Qué estás dic...?

    —Un loco es lo que es sin importar quien fue. ¡Así que no intentes rememorar su pasado!

    —¡Kalem! ¡Dijiste que podías curar a Lisa! ¡¿Por qué no a él?!

    —¡ABAJO!

    Jonás, aunque con una reacción ligeramente tardía, logró esquivar a tiempo el hacha que Tomás arrojo hacia él. El hacha cortó en dos un árbol y hubiera hecho lo mismo con otros de no ser porque inmediatamente volvió a manos de Tomás y corriendo con dificultad se acercaba lentamente a Kalem y a Jonás que afortunadamente seguían a varios metros de él.

    —¡Vete! ¡Hazlo rápido! ¡Yo me encargaré de él!

    Jonás iba a obedecer cuando…

    —¡NO!

    —¡¿Qué?! —exclamó Kalem un poco confuso.

    —¡Tú llévate a Lisa y yo me quedo aquí con Tomás!

    —¡JONÁS!

    —¡Eso fue lo que habían dicho Cristóbal y Raimundo y terminaron muertos!

    —¡JONÁS, ESO NO LO…!

    —¡HE ESTADO AQUÍ LO SUFICIENTE PARA DARME CUENTA QUE ASÍ ES!

    Kalem lo entendió de alguna forma. Después de todo, él también era un guerrero y de alguna forma, él entendía lo que sentía.

    Hablando de guerreros, un pequeño grupo de ellos marchaba en dirección a la Ciénaga de los Exiliados tramando un rescate a los colegas que anteriormente habían marchado hacia el terreno. Encabezados por el Coronel García, iban con paso decidido montados en sus caballos hasta que el Coronel García decidió que era tiempo de descansar y sustentarse.

    Se hallaban en un bosque poblado de árboles y una laguna ubicada en un terreno pequeño en comparación que estaba libre de ellos. Por órdenes del Coronel García, el descanso sería lo más breve posible.

    —¡Roberto Ramírez!

    El soldado recién nombrado por el Coronel García apareció inmediatamente.

    —¿Sí, señor?

    —Dime, ¿cuántos años tienes?

    —Veintiuno, señor.

    —¿Años en el ejército?

    —Diez, mi señor.

    —Vaya, eras muy joven en aquel entonces, ¿no es así?

    —Necesitaba alimentar a mi familia, mi señor.

    —Mmm… ya veo…—el Coronel hizo un gesto con su mano derecha y un soldado que no estaba muy distante uso todas fuerzas para mover la pesadísima hacha que tenía en manos de forma vertical, de tal manera que su cabeza de Roberto quedo rodando en el suelo como consecuencia.

    —¡Mi señor…!—gritó indignado uno de los soldados que presencio ese hecho.

    —Espera…—ordenó cortantemente el Coronel.

    Lentamente, la tez blanca del muchacho asesinado pasaba a ser pálida y sus hermosos cabellos azabaches parecían ser tragados por su cabeza a la vez que sus ojos pasaban de verdes a amarillos. Era un vampiro.

    —Lo sabía—declaró el Coronel con ira contenida y poniéndose de pie—. ¡Estábamos siendo espiados! ¡Le pedí a Juan De La Rosa que me traiga treinta de los mejores soldados! ¡No una manga de soldados de plomo que no pueden reconocer a un impostor con sus propios ojos! ¡Los ojos de Roberto eran azules, no verdes!

    Todos los soldados se quedaron atónitos ante las declaraciones del capitán.

    —¡Se acabó el descanso! ¡Quiero seis de los hombres más pequeños! Necesitaremos pasar desapercibidos…

    En la sala real. Decorada con majestuosas obras de arte que representaban poder y conquista, con una majestuosa escalinata de mármol cubierta con una reluciente alfombra roja que conducía al trono de su majestad, David Del Valle, se acercaba temblorosa y temerosamente (pero con velocidad) a su rey para comunicarle un mensaje. Está bien, el rey Ricardo puede ser un rey gentil que vive para su pueblo, pero dentro de todo, tiene un muy mal genio cuando se presenta la ocasión.

    —Mi señor, perdoné que le interrumpa, pero…

    —¿Y ahora qué? ¡Todo el día me han venido con malas y malas noticias! ¿Qué sucede ahora? ¿El rehén ha escapado? —propuso sin intención de afirmar nada, el rey. Pero ante los temblores y la indecisión de su súbdito, el rey comprendió enseguida que tenía la lengua muy larga—. ¡Váyanse todos al carajo! ¡¿Quién mierda permitió que esto ocurriese?! —preguntó el rey perdiendo todo lenguaje noble y levantándose de su trono con ira en cada célula de su cuerpo.

    —Se-señor, es Raúl, quiere hablar con usted, en persona—tartamudeó el soldado.

    El rey manoseó la melena negra que tenía por barba y se levantó dejando salir un suspiro. David le iba conduciendo hasta aquel lugar que el rey esperaba no volver a ver jamás en su vida.

    Resulta ser que, a la corta edad de diez años, el rey Ricardo había despertado a medianoche buscando al Coronel García, quien se encargaba de custodiar al joven príncipe de aquel entonces. Lo buscaba cada vez que sentía algún temor, más o menos, siempre. Y es que el príncipe tenía un muy insano miedo a la oscuridad e iba a hacer aquello con la intención de que el Coronel logré acostarlo.

    ¿Pero qué sucedería si hubiese algo peor que la oscuridad? ¿Algo mucho, pero muchísimo peor? Esas respuestas fueron respondidas tan pronto el rey Ricardo se percató de un extraño cuadrado de acero en un rincón del corredor, oculto entre las sombras (que favorecía el hecho de que esté oculto), el príncipe lo había visto varias veces y estaba intrigado por saber que había ahí pero la interrogante desaparecía con la atractiva idea de ir con sus amigos a ver a los soldados de la Novena División salir de Adanto para cumplir una misión.

    Pero esta vez era diferente, esta vez oía voces, voces y ruidos extraños de los cuales no tenía conocimiento alguno. Recordaba que alguna vez intentó abrirlo, pero era inútil, estaba sellado. Pero esa vez no, de hecho, esto se notaba por lo ligeramente levantada que estaba aquel cuadro. Lo levantó lenta y cautelosamente para encontrarse con una escalara de piedra tan negra como el cuadro de acero y que conducía a la lejana oscuridad. Oscuridad… si no fuera porque su curiosidad era más poderosa que su miedo se habría ido de allí tan rápido como cualquier infante debajo de la pollera de su madre.

    Caminaba con cautela, con sigilo hasta que se daba cuenta de que los sonidos previamente escuchados eran cada vez más poderosos, hasta que pudo ver que había luz al bajar las escaleras, en frente, debajo del techo que estaba más hondo que las escaleras, luces débiles, pero luz al fin y al cabo. El niño terminó por descender y ver con dificultad lo que se hallaba difícilmente iluminado por lo que eran velas con llamas en constante movimiento.

    Veía a dos paladines de la Orden de los Elegidos, veía a un hombre atado a una tabla de piedra que tenía la estructura de una cama, pero cualquiera afirmaría que nadie querría acostarse ahí. El paladín era Natalio Escobar, ojos de serpiente y corazón de diablo, miraba al hombre con sadismo mientras introducía una fina y corta aguja para cocer en la oreja del individuo atado en la tabla de piedra.

    Oía preguntas y gritos de agonía que desaparecieron como por arte de magia de la mente del niño cuando éste sacó una pequeña navaja con una dudosa capacidad para el asesinato y empezó a utilizarla.

    Y ahí estaba, reviviendo el recuerdo como si estuviera pasando ahora mismo frente al rey. Natalio Escobar y el desafortunado hombre atado a la tabla de piedra en la Sala de torturas. Tanto era el trauma que el rey apenas si notó al moribundo Raúl observándole.

    Grandes fragmentos de su piel habían sido arrancados del rostro dejando ver nauseabundas heridas que derrochaban litros de sangre. Se había quedado tuerto ya que su ojo izquierdo corrió la misma suerte que los fragmentos de su cara. Su armadura estaba hecha trizas y llena de abolladuras sin mencionar que tenía clavada una lanza en su pierna derecha.

    —Mi señor…

    —¡¿Pero qué demonios?! ¡¿A QUIÉN CARAJOS SE LE PASA POR LA CABEZA DEJAR A UN HOMBRE MORIBUNDO SIN ASISTENCIA MÉDICA?! —exclamó el rey indignado a gritos.

    —Mi señor…, Raúl me exigió verlo a usted antes que a cualquiera—declaró David revelando las intenciones de su colega.

    —Mi señor…, el rehén me ha dicho…—empezó a decir Raúl para ser interrumpido por un colérico gobernante.

    —¡AL DIABLO CON EL REHÉN! ¡TODO LO QUE SABEMOS DE ÉL ES QUE ES UN MUY BUEN MENTIROSO!

    —Señor…, por favor… Escuche…—esta vez Raúl fue interrumpido por un vomito de sangre—. Néfilim. Dice que se levantaran…, dice que arrasaran con toda la civilización humana…, dice que vendrán más grandes y fuertes que nunca.

    —¡Raúl…!

    —Dice que el ocaso se acerca…

    Esto, por alguna razón, dejó atónito al rey. Había oído esa frase en algún otro lado, sí, sí, lo había hecho. A principios de su adolescencia, cuando éste tenía quince o dieciséis años.

    Recordaba que durante esa época la mayor parte de su tiempo aprendiendo a ser un rey, aprendiendo a trazar tácticas y estrategias, a leer libros aburridos pero “necesarios” según las palabras del Coronel García. Era un poco estresante para un adolescente vivir con semejantes preocupaciones. Desde que la Orden de los Elegidos llegó a Adanto para ejercer su gobierno sólo implantaron obediencia a través del miedo y condenaban con muerte toda actitud que vaya en contra de las enseñanzas del Padre.

    Su labor era estudiar y estudiar para convertirse en un buen rey, el Coronel García se ocupaba de que fuera de buen corazón, pero todo este asunto había hecho de que Ricardo nunca hubiera tenido la oportunidad de ser un infante. Presenció el infarto que mató a su padre cuando tenía siete, presenció la lenta muerte de un pobre hombre a los diez, y ahora, que estaba cerca de los quince años, presenció un intento de asesinato hacia su persona.

    Natalio Escobar fue claro ante el asunto, el hombre sería colgado en medio de la plaza de Adanto frente a todos los civiles como testigos. En palabras suyas, nadie le tocaría un cabello a nuestro futuro rey, pero él mismo estaba convencido de que fue Natalio Escobar el que había planeado el asesinato y afortunadamente García concordaba con él, pero no tenían nada que hacer al respecto. El coronel le había dicho una vez que lo único que saca la verdad de los labios de los hombres son, o una buena bebida, o el miedo. Y no estaba seguro, pero Ricardo creía que el hombre que intentó matarlo mientras dormía estaba atemorizado y no paraba de gritarles a los guardias reales que fue una orden de sus superiores.

    Era tradición que, antes de cumplir su pena de muerte, un hombre debía decir sus últimas palabras y las de éste hombre fueron particularmente peculiares, de hecho, el rey las recuerda hasta hoy en día.

    ¡Ellos, las bestias, duermen…! ¡Ellos lo saben! ¡Saben que necesitan un reino para cuidarse de ellos! ¡Los néfilim! ¡Están asustados porque el ocaso está cerca!”, el príncipe Ricardo estaba seguro de que quería seguir hablando, pero a juzgar que su cabeza fue cortada inmediatamente con un hachazo en vez de ser colgado, parecía ser que Natalio no quería que transmita del todo su comunicado.

    ¿Pero qué era el ocaso realmente? No es que el rey fuera muy culto en historia o mitología, pero conocía a alguien que sí lo era y ahora mismo estaba en un pantano sin nada que comer y peleando por salir sano y salvo de aquel lugar que los nosferianos pronunciaban con miedo. La Ciénaga de los Exiliados.

    —Vamos…, capitán, esos tatuajes no los tienes para enseñar. ¿Vas a quedarte ahí parado blandiendo una inútil arma humana para siempre? —dijo el nosferiano reprendiendo al capitán.

    —Hace tiempo hice una promesa, sangre inmunda.

    —Ah, ya entiendo…, así que aún en estos tiempos eres un hombre de honor… Bueno, eso es admirable pero lastimosamente puede ser tu perdición—declaró el vampiro.

    —Tal vez sea esa arrogancia tuya la que te llevé a la perdición…—dicho esto, el capitán dirigió su espada hacia el vampiro preparándose para atacar nuevamente.

    —Bueno… Yo diría lo contrario—añadió el vampiro esbozando una sonrisa de oreja a oreja, se percató del sonido de unas pisadas firmes y tenía toda la intención de ir hacia allá. Cervantes se percató de esto un poco después, es decir, demasiado tarde. El buen Jeremías planeaba correr con todas sus fuerzas para por lo menos alcanzar a su adversario pero vio como inmediatamente era expulsado de la zona adonde se dirigió.

    Jeremías Cervantes nunca había visto algo parecido. Eran un montón de cuerpos verdes y moribundos que caminaban sin dificultad alguna, inclusive, parecían hacerlo mucho mejor que en vida, porque sí, habían corrido la misma suerte que Tomás Marruecos.

    —¡Vaya, vaya! ¡Así que esto es lo que sucede con los humanos cuando beben el agua de la ciénaga! —comentó el vampiro asombrado.

    —Estos eran mis hombres, sangre inmunda—dijo un melancólico capitán.

    —Escucha, haremos un trato—propuso el demonio haciendo que lo observe un capitán sumamente confuso—. Te ayudaré a terminar con esta plaga, pero…—hizo una pausa poniéndose serio por primera vez desde que la Octava División pisó la Ciénaga de los Exiliados— ¡Me enseñarás la salida!

    —¿Pero por qué debería confiar en ti?

    —No te traicionaré, después de todo, ellos también mataron a mis hermanos.

    —¡Ja! ¡Buen punto!

    Mientras, en algún punto del pantano, un frío hombre de piel pálida cargaba con una bella mujer con un cabello rubio tan pálido como quien lo cargaba. El hombre de piel pálida se percató de voces y pisadas que se acercaban a ellos lentamente. Kalem dejó a Lisa recostada en algún árbol porque llegó la hora que tanto se había prolongado, llegó el momento en qué debería pelear.

    Quien ya lo estaba haciendo desde hace rato, Jonás, se enfrentaba con fiereza contra Tomás Marruecos quien, aunque ya no era el mismo, seguía blandiendo sus dos pesadas hachas tan bien como lo hacía anteriormente. Las cosas se hacían difíciles para Jonás, era pero muchísimo más rápido que Tomás, pero sus necesidades fisiológicas estaban de por medio. Necesitaba comida, agua y poco a poco se le nublaba la vista, pero permanecía de pie pensando en sus compañeros caídos, pensando en Silvio y en Kalem y Lisa que lo habían dejado hace rato.

    Y para el Coronel García, las cosas parecían estar un poco más favorables que el resto. Tenía a varios de sus hombres espiando a una caravana de seres encapuchados, que caminaban así sin más. No tenían armas, vehículos o animales. Todos los miembros del equipo de rescate se percataron de que evidentemente eran nosferianos, ¿pero qué hacían exactamente en un lugar como ese?

    García, que observaba atentamente notó que un hombre se dirigía a quien parecía ser su superior. Luego de una breve charla de poco menos de un minuto, el superior alzó la voz de modo que toda la caravana puedo oírlo.

    —¡Escuchen, hermanos míos! ¡Estamos siendo espiados!
     
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    Víngilot

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    Yey. Muchos personajes, muchas miradas al pasado y retornamos al presente... No me quejo, en serio, la historia me gusta mucho, sólo que me cuesta trabajo digerirlo y constantemente regreso en la lectura para reafirmar quién era un personaje u otro. Tal vez así continúe unos capítulos más pero sé que valdrá la pena, tú no te desanimes, llegaremos al final juntos, ya lo verás.
    Respecto a los hechos que sí domino quiero referirme a la que sin duda fue la escena más impactante de este par de episodios: cuando Raúl está cara a cara con el rehén... Éste último siempre estuvo jugando con el pobre chico, mental y después físicamente. Me siguen encantando los ambientes tan tenebrosos y los comportamientos y diálogos de los vampiros, esas sonrisas escalofriantes y ese aura de estar jugando con la presa como un gato se divierte con un ratón. Es admirable ese aspecto de la trama y a mi parecer el mayor de tus aciertos.
    En cuanto al rey pues vaya que le ha tocado una vida dura dentro de las comodidades propias de la corte, no sólo se impone la disciplina necesaria para forjar al soberano si no que le toca presenciar acontecimientos traumáticos que de alguna manera han dejado una profunda y oscura huella en su vida, así que en algo es comprensible su forma de ser.
    El coronel García me está quedando a deber, siento que es uno de los militares más destacados, si no es que el mejor, y pareciera que también juega una partida muy astutamente en contra del enemigo, todo un viejo lobo de mar al que no se le escapa nada ¡pero ya lo quisiera ver en acción, me encantaría que combatiera! Entonces quizá se note la verdadera fuerza de que son capaces los nosferianos.
    Finalmente me referiré a Kalem, Jonás y Lisa, sufriendo su propia batalla por salir de ese miserable y maldito lugar. Están en un auténtico nido de víboras, rodeados por enemigos y peligros y pareciera no verse la salida por ninguna parte, veremos si sus aliados les brindan una pequeña luz en esa oscuridad que despedaza voluntades y ejércitos enteros, pero, auch, Jonás enfrentándose en un duelo "a muerte" con su propio amigo, eso es cruel y aunque advierto que el primero sobrevivirá, será una marca dolorosa en su intachable trayectoria, eso no lo olvidará jamás porque ¿no vas a matarlo, o sí? Él es uno de los héroes, no me imagino yéndose de la historia tan pronto.
    Bueno, pues ha sido un placer volver a leerte, aquí estaremos para el próximo episodio, no digo que puntualmente porque he regresado a clases y el tiempo disminuye pero estaré, ya verás. Que estés muy bien, cuídate mucho, hasta pronto.
     
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    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Capítulo VI:
    “El bastardo sin nombre”.

    Una lluvia de flechas surgió de entre los matorrales sin dar a los vampiros, pero sí a sus capuchas de algunos nosferianos lo que los dejo expuestos a los rayos del sol. Algunos vampiros iban en dirección a ayudar a sus hermanos agonizando cuando…

    —¡Hermanos! ¡Fíjense! ¡Es una trampa! —empezó a decir y sus hermanos se detuvieron ante sus intenciones—. ¡Pero gracias a ello han revelado su clara ubicación! ¡Hermanos, dispónganse a atacar!

    Los vampiros de la caravana tenían sus capuchas color azabache, sus guantes y botas eran de cuero y del color de las capuchas, su rostros estaban cubiertas por vendas lo que hacía que solamente enseñen sus ojos que solían ser amarillos, rojos, purpuras o grises. Dichos ojos, junto a sus sensibles oídos, buscaban con decisión el cuerpo de algún soldado al mando del Coronel García. Esto no les fue muy difícil e inmediatamente consiguieron dar con tres hombres ocultos entre los matorrales, a una velocidad equivalente a la del rayo, dos de los tantos nosferianos se dirigieron hacia donde estaban los matorrales imaginando que en esa zona se hallarían con más cantidad de soldados de la que estimaron.

    —Cuarenta y dos, cuarenta y uno—se dijo a sí mismo un coronel oculto en el árbol más alto del bosque.

    Los encapuchados en busca de hombres no regresaron, en definitiva había dos hombres ahí, pero también arqueros con una puntería lo suficientemente buena para dar con la nuca de sus adversarios de un solo tiro que atravesó completamente el cráneo de los nosferianos.

    —¡¿Pero qué…?!—exclamó el superior al percatarse de que sus hermanos no retornaban.

    —¡CUARENTA! —anunció un soldado que al igual que García estaba en un árbol bastante cercano y dio un salto empuñando su espada en dirección al piso. Varios vampiros se dirigieron hacia él en el aire pero fueron presas de un conjunto de flechas que dieron con ellos lo que le permitió al buen hombre dar con el cráneo de un vampiro y matar a una pequeña cantidad de ellos. Casi de inmediato, un nosferiano lleno de ira atravesó su armadura con un puño que emanaba llamas negras asesinando al hombre en el acto, sin embargo no fue en vano, ya que uno de los “colegas” del nosferiano le cortó la cabeza al instante provocando confusión en la caravana.

    —¡SE HAN INFILTRADO! —anunció el superior provocando que los nosferianos pierdan toda seguridad en sus movimientos y se muevan lentamente, en un intento desesperado, empezaron a matarse entre ellos buscando a los impostores—¡NO! ¡HERMANOS MÍOS!

    —Veinte, dieciocho, catorce…—contaba García en su cabeza rápidamente mientras veía los vampiros matarse entre ellos—. ¡Veintitrés contra diez! —anunció, se refería al número de hombres con los que él contaba y con los que contaba su adversario, una vez dicho esto, los veintitrés soldados ocultos salieron de su escondite para cortar cabezas aprovechando a los aún confundidos nosferianos.

    Fue como en el reinado de Gerardo De La Colina, hacía tiempo que el Coronel García no veía a tantos vampiros temiendo a los hombres e inclusive haciendo su esfuerzo por huir de una masacre. No era sorpresa, Eugenio García fue influenciado totalmente por Gerardo ya que él fue un gran participe en la mayoría de sus batallas así como un buen amigo suyo.

    García había partido con treinta hombres hacia la Ciénaga de los Exiliados, perdió a uno debido a un infortunio con un espía, siete a modo de sacrificio y tres cuando atacaron a la caravana, eso quería decir que ahora le quedaban diecinueve y en el momento en que enterraron sus respectivas espadas en los cuerpos de los soldados enterrados, el coronel se acercó al único nosferiano que torturaban haciéndole mirar el sol.

    —Sangre inmunda…—dijo el coronel de manera despectiva cuando se arrodilló frente al ser moribundo.

    —¡MÁTENME…! ¡YA NO LO SOPORTO! —exclamó el nosferiano a gritos agonizantes. De sus ojos emanaban sangre mientras que su piel estaba calcinándose.

    —¡Escucha! ¡Escucha! ¡Mírame!—exclamó García con el fin de llamar su atención, de acuerdo con la orden del coronel, el nosferiano lo miró los ojos—. ¡Dime hacia donde se dirigían tú y tus hombres!

    —¡Araghia (arayia)! ¡Nos dirigíamos hacia Araghia!

    —¡¿Qué demonios es ese lugar?!

    —¡No lo sé! ¡Sólo sabemos que debíamos dirigirnos hacia Aguasmuertas!

    García se levantó lentamente, observó al soldado más cercano, le asintió con la cabeza y éste le cortó la suya al nosferiano finalizando con su agonía.

    —Coronel…—empezó a decir un temeroso soldado—. ¿Qué es Aguasmuertas?

    —No lo tengo muy claro, pero mi experiencia me dice que está en…—el capitán dejó salir un suspiro—. Nosferia…

    —Pero, capitán… ¿Realmente piensa ir hacia…?—el soldado tragó saliva—. Nosferia…

    —¡¿Realmente pensabas ir hacia un lugar en el cual un grupo de élite continúa sin retorno?! —preguntó el coronel dejando perplejo al soldado—. Será mejor que se preparen porque habrá un cambio de planes, aparentemente los nosferianos están moviéndose en nuestra contra, debemos actuar.

    —¿Pero quién nos liderará? —preguntó uno de sus hombres.

    —¿Quién preguntó por Aguasmuertas?

    —Yo lo hice, capitán—respondió el respectivo soldado.

    —¿Cuál es tu nombre?

    —Ronaldo, señor… Ronaldo Modesto.

    El coronel García lo tomó de los hombros sacudiendo su esqueleto esperando que todo el grupo centrase su atención en él.

    —Perfecto… A partir de ahora quedan al mando de Ronaldo Modesto—anunció el Coronel García—. Ahora, ¿algún voluntario para ir a Aguasmuertas?

    Se presentaron dos soldados. Uno de ellos era grande y robusto pero no muy alto, al contrario de su compañero que era bastante alto pero escuálido y enclenque.

    —Bien…

    El coronel dio como aceptable a los soldados que se presentaron pero se vio en disgusto al ver que ninguno de los soldados mostró algún signo de querer ofrecerse siquiera. Observó con atención al grupo que iba en dirección a aquel lugar conocido por los nosferianos como la Ciénaga de los Exiliados, sólo que ellos no lo sabían, ¿pero quién sabe? Quizá el Padre se apiadé de ellos y los dejé vivir luego de pisar el terreno.

    Pero el problema es que esa mano de ayuda todavía no había pisado ese terreno. Varios soldados murieron a manos de los vampiros y otros habían pasado a convertirse un intermedio entre la vida y la muerte que iban de la mano de un mal llamado “locura”. El Capitán Cervantes luchaba codo a codo con aquel vampiro que le había causado bastantes problemas, Kalem seguía esperando el momento adecuado para atacar a esa horda de seres demoníacos, y Jonás, bueno, por si el pobre no había sufrido bastante ya, ahora estaba entablando combate con quien, hacía varios años, fue un colega y un buen consejero en la caballería. Maldición, no podía olvidar a ese guerrero de buen corazón que siempre fue una mano de ayuda para ellos, cada vez que se disponía a dar el golpe de gracia se le venía su recuerdo a la cabeza y fracasaba en lo que parecía ser una inminente victoria.

    —¡Tomás, escúchame! —exclamó Jonás esquivando cada hachazo haciendo que choquen contra el fango—. ¡ESTE NO ERES TÚ! —le dijo a Tomás, pero él seguía blandiendo esas hachas con fiereza y Jonás, con necedad, se limitaba a esquivarlas en vez de contraatacarlas.

    —¡PER…! ¡…DÓN! ¡PER…! ¡…DÓN! —decía una y otra Tomás como si fuera un gigante con retraso mental.

    Jonás quería ayudarlo, en serio, pero Kalem fue claro en qué él no tenía cura alguna posibilidad de curarlo y si no hacía algo pronto, Jonás caería en las garras de la muerte tarde o temprano, pero siempre que reunía coraje, frenaba en el acto y es que lastimosamente no podía.

    Año 314 de la tierra de Evanelia.

    El Castillo de Adanto era una estructura colosalmente grande y alta y una obra de arte en sí misma, sus altísimas torres que permitían ver lo que sucedía allá donde nuestros ojos no podían ver sin ellas, sus paredes grises con constante cuidado , sus numerosas escaleras que conducían a tantas habitaciones que tomarían vidas conocerlas todas. Pero eso no era lo importante allí, sino más bien, el hecho de que en sus jardines se hallaban los soldados en entrenamiento y hoy venía un chico de enmarañados cabellos rubios y ojos pardos a caminar entre esos tantos hombres.

    —Mi señor…—dijo el soldado que llevaba al niño frente a Tomás Marruecos, caballero condecorado que se encargaba de entrenar a futuros soldados al servicio de la corona, claro, las veces que no iba encargado a una misión con su respectiva división.

    —¿Pero qué tenemos aquí? —dijo Tomás con aire paternal al cabo sacudía la melena del chico.

    —Mi señor, he de decirle que hemos encontrado a esta rata robando en los almacenes del castillo. Es joven aún, por eso decidimos que podría ser utilizado de alguna forma en la caballería.

    Marruecos no respondió, en su lugar se arrodilló frente al chico que evitaba mirarle a sus ojos a cualquier costo, sólo en esa posición conseguía estar por debajo del muchacho.

    —Dime, renacuajo, ¿cuántos años tienes?

    —¡Tengo quince! ¡Y no soy un renacuajo!

    —Ah, está bien, está bien... —dijo Tomás, irónicamente, como si se tratará de un niño—. Ya me di cuenta de que ya estás hecho un hombre.

    El joven lo ignoró.

    —Muy bien…—dijo Tomás aparentando resignación—. Báñenlo, vístanlo y… ¡Por favor! ¡Córtenle esa melena! ¡Parece una chica! —ordenó en tono de broma, pues claramente, estaba obviando la suya. Esto hizo que varios soldados comenzaran a reírse de él, pero el rubio sólo centro su atención en un niño de cabello azabache y una niña con pelo rubio tan pálido que parecía plateado; eran los únicos de ése lugar que tenían más o menos su edad.

    Las prácticas en la caballería podían ser agotadoras y exigir más de ti mismo de lo que das habitualmente, pero para él, era cosa sencilla. Bueno, en cierto modo, es que en los rincones de Adanto tenía que vérselas con ladrones o niños y niñas que estaban en las mismas que él para poder comer un día más. Pero esas pesadas armaduras obstruían el movimiento, “Bueno, no importa”, se repetía hasta que pudo adaptarse con facilidad a los movimientos y acrobacias que le permitía ahora su nuevo equipamiento que además consistía en una pesada espada, que según le habían dicho, al enlistarse en la caballería y ser asignado a una división contaría con espadas mucho más grandes y pesadas que las que llevaba ahora mismo.

    Una de las pocas cosas que disfrutaba realmente (aunque nunca lo admitiría) era el pasar tiempo con aquel muchacho llamado Silvio Tejeda, a menudo se quejaba por lo molesto que podía llegar a ser pero era la única compañía en el Castillo Real y era algo que apreciaba mucho. A decir verdad, nadie entendía cual era la razón por la que Silvio prefería estar con aquel bastardo sin nombre llamado Jonás.

    Con el poco tiempo, Jonás aprendió a ser un gran espadachín y en un futuro, un soldado con la mente rígida y actitud fría, además de ser una persona amargada y seria. Realmente el ego de Jonás había escalado montañas pues nunca pensaría que alcanzaría tal estatus entre aquellos que antes repudiaba. Pero había una persona que simplemente tenía un disgusto con su soberbia, Melisa Roy, y es que cuando Jonás se pasó de la raya humillando a la mayoría de los soldados en entrenamiento en enfrentamientos recreativos, Lisa lo dejó en ridículo con dos simples movimientos. No debía sorprenderle, pero le frustraba el hecho de que sin importar cuánto se esfuerce, el seguiría siendo el bastardo sin nombre al lado de la primogénita de la familia Roy.

    —¿Con qué te ha derribado una niñita, renacuajo? —comentó Tomás en tono de burla mientras bebía ron de una vaso de madera.

    —¡Ya deja de llamarme así! —imploró Jonás, sentado en las afueras del castillo observando despectivamente la puesta del sol.

    —Un renacuajo es un renacuajo hasta que le salgan patas y empiece a saltar.

    —Lo siento, pero usar un viejo refrán no te da el derecho a ponerme apodos.

    —Veo que no sabes mucho, renacuajo—dijo Tomás y se sentó al lado del chico.

    —¿Y qué puede saber un borracho gigantón como tú? —preguntó Jonás, Tomás en lugar de enojarse lanzó una estridente carcajada—. ¿De qué te ríes? —preguntó el muchacho extrañado.

    —¡De ti, renacuajo! ¡Nadie me había dicho así en años! —una vez terminada la frase, Tomás volvió a reír más calmadamente hasta que su risa se apagó y bebió un trago de su vaso de ron.

    —A lo mejor porque eras un borracho gigantón.

    —Sí, puede ser—admitió Tomás con suspiro alegre de por medio—. Ser un borracho gigantón te da ciertos privilegios.

    —Como lo es ser de la familia Roy—añadió Jonás causando cierto disgusto en Tomás, esto se notó porque su rostro pasó de ser uno alegre con aire paternal a uno serio con un ambiente disciplinario.

    —Si piensas eso, debes ser el mayor idiota que pisó Adanto en su vida—dijo Tomás tomando otro vaso de su querido ron—. Lisa Roy nació como una señorita de la familia Roy, ella no tenía futuro en la caballería. Todo lo que ella tiene se lo ganó ella misma, a su linaje siempre le valió un comino sus habilidades con la espada.

    —Pero es que…

    —Tú no eres un bastardo sin nombre, ¿tienes uno, no es así? —Jonás no sabía cómo responder exactamente a eso—. Te llamas Jonás, no tienes el nombre de tus padres, y de sus padres, y de sus padres antes que ellos, pero tienes el tuyo y eso es algo que nadie puede quitarte. Entonces hazlo lucir, haz que los demás lo conozcan en todos los rincones del mundo y deja de guardarle rencor a una muchacha porque es demasiado linda para fijarse en ti.

    —¡Pero ni siquiera…!—dijo Jonás con los colores subidos al rostro e intentando buscar una excusa.

    —Tranquilo, muchacho, no se lo diré a nadie. No intentes ocultármelo, sé perfectamente como la miras, lo que si debes cuidar es tu disimulo porque aparentemente ella también lo sabe—Tomás le guiñó un ojo al final de la oración y decidió volver a entrar en el castillo mientras Jonás disfrutaba de la verde pradera a los alrededores del reino mirando a la puesta del sol.

    Año 321 de la tierra de Evanelia.

    Jonás cerró los ojos por un momento, temblaba de ira, sus pensamientos lo torturaban mental y, de alguna forma, físicamente. Para cuando los abrió, vio su espada enterrada en el cuello de aquel gentil hombre que alguna vez había sido una cálida compañía en el ejército y un gran amigo. Volvió a cerrar los ojos, agachó la cabeza, lágrimas corrieron de su rostro y dejó salir un grito desgarrador fruto de su dolor sin importar una mierda lo que fuere ocurrir a continuación.
     
    Última edición: 12 Septiembre 2015
  13.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Nosferia
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    Fantasía
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    Palabras:
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    Capítulo VII:
    “Un viejo amigo”.

    Kalem Macbás había dejado a Jonás a su suerte hace poco más de media hora contra un bestial hombre que tuvo la desdicha de sustentarse del agua de la Ciénaga de los Exiliados. Agua encantada que asesina poco a poco las neuronas de quien la consume en un proceso muy lento que lo lleva a la agonía. Con los vampiros se vio que el resultado era hacerlos más sanguinarios y bestiales que antes, pero con los humanos. Con los humanos era distinto.

    Tanto Kalem, como Cervantes o Jonás, fueron testigos de sus efectos, los humanos pasaban a ser una especie de monstruo con la piel verde sin un pensamiento inteligente en sus neuronas y sin ningún control en sus movimientos, esto, junto a su desmedida fuerza e incapacidad al agotamiento, engendraban un rival que no tenía par. Y para colmo, se presentaban en hordas.

    Lisa Roy ahora estaba corriendo la misma suerte. Pero gracias a la experiencia de Kalem en el campo de la hechicería, los efectos pasaban con más lentitud mientras ella estaba inconsciente. Kalem podía curarla, en efecto, pero necesitaba salir de aquel nido de víboras para hacerlo. Y ahora eso empezó a tornarse un poco más complicado ya que más de treinta hombres con las cualidades anterior mencionadas se acercaban a paso lento hacia él, tuvo que dejar a Lisa recostada en un tronco mientras él se preparaba para combatir.

    Por alguna razón, Kalem no demostró indicios de estar un poco asustado siquiera. De hecho, por primera vez desde que se encontró con Jonás y Lisa, esbozó una sonrisa, una sonrisa que podía compararse a la del rehén cuando quedó a solas con Raúl en la Sala de torturas, o cuando el tenaz adversario del Capitán Cervantes asesinó a Silvio despojándole de su cabeza. Una sonrisa sádica y tétrica que significaba poder, poder hacia aquellos rivales que se presentaban…, y no podían ganar…

    Sus ojos azules miraron de lado a lado examinando su situación. Cerró sus puños con fuerza y estos fueron envueltos con espirales de viento que llegaron a tomar la forma de una esfera, eran tan potentes que empezaban a tornarse de un leve color gris. Las esferas de viento cada vez se hacían más fuertes, sin embargo, los antiguos miembros de la Octava División seguían con la intención de degollar al hombre de piel pálida.

    Mala decisión.

    A una velocidad que humillaría al más veloz de los guepardos, Kalem se dirigió hacia ellos en conjunto. Todos ellos eran desfigurados por las esferas de viento y derribados al instante, incapacitados. Eran cientos de ellos y aún así, en cuestión de minutos, Kalem acabó con todos ellos. Una vez hecho eso, puso sus manos a sus rodillas y empezaba a respirar lentamente, siendo el primer signo de cansancio que se vio de su parte.

    —Maldita sea…—dijo Kalem a medias, se repuso de su cansancio y se dirigió hacia Lisa con la intención de cargarla nuevamente, no iba apurado, cosa que cambió inmediatamente cuando sus sentidos le alertaron de algo, tomó a Lisa y en un pestañeó se ubicó lejos de lo que parecía ser una roca, roca que de haber dado con Lisa a semejante velocidad le hubiera partido el cráneo en el peor de los casos.

    Kalem escuchó una risa lenta y tétrica no muy lejana de él acompañada de unos sarcásticos aplausos.

    —Miren con quien nos encontramos aquí…—Kalem buscaba con sus ojos en donde podría hallarse el respectivo sujeto—Kalem Macbás, hijo del señor de las tinieblas, príncipe de las tinieblas, primogénito de Alucard Macbás y heredero al trono de sangre—dicho esto, la voz lanzó una estridente carcajada—. ¡Hermanos! ¡Miren eso! ¡Está con una humana! —dicho esto la voz volvió a reír, pero ahora con compañía, era comparable a un grupillo de hienas.

    —Maldición—susurró Kalem más alerta que nunca—. Podría acabar con ellos en cuestión de segundos, pero no puedo dejar a Lisa sola...

    —Oye…—dijo uno de los vampiros una vez piso tierra—. No hemos oído mucho de ti desde que tenías ocho años… ¿lo recuerdas, Jador?

    —¿Recordarlo? —contestó el vampiro que inmediatamente ya había bajado—. ¿Cómo olvidar esa noche?

    —La noche que el nuestro señor Alucard nos exilió de Nosferia…—dijo otro que había imitado a sus compañeros

    —¿Pero cómo culparnos? ¿Cómo aceptar que nuestro próximo rey sería un mediasangre? —dijo finalmente el que inició la conversación entre los árboles.

    —Hemos esperado este día, toda nuestra vida…—dijo Jador tronando sus dedos.

    —El día que nos vengaríamos de aquel que nos condujo a este repulsivo sitio…

    Todos tenían pensado abalanzarse sobre Kalem, pero éste era más rápido que ellos y sus pies tocaron la rama de un árbol antes de que el grupo de vampiros pudiera ejecutar su siguiente movimiento. Kalem de inmediato, empezó a saltar de rama en rama a salir de la zona de peligro.

    Pero las cosas no estaban feas solamente para Kalem y Lisa, el Capitán Jeremías Cervantes, quien recientemente pactó una tregua con el vampiro que mató hace no mucho, a tres de sus hombres, todo esto con el fin de salir de la Ciénaga de los Exiliados con vida. Pero esos monstruos que gozaron alguna vez de ser hombres, iban en manada y cada vez les dificultaba más su escapada.

    —Capitán…—empezó a decir el vampiro—. Sé cuán importante debe ser para ti el honor, pero si no hacemos nada nos mataron a todos, ¿qué es lo que te preocupa? —preguntó un ocasionalmente serio demonio.

    —¡TÚ NO LO ENTIENDES! —exclamó el capitán cortando con ira la cabeza de uno de esos seres—. ¡Dime! ¡¿Alguna vez supiste lo que es amar, amar de verdad, y qué te lo arrebaten?!

    El vampiro despedazo a tres bestias que se acercaban con un movimiento invisible.

    —Tal vez… Pero no lo recuerdo…—respondió para después enseñar su habitual sonrisa.

    —Lo dudo, después de todo, la sangre inmunda corre por tus venas.

    —Sí, después de todo…—dijo con una mirada melancólica hacia el fango y matando con un reflejo involuntario a seis de los seres que se acercaban, segundos después, el vampiro se percató de un sonido, con los sentidos alerta, tomó al capitán de la cabellera y desprendió un salto a la copa de los árboles con la intención de ocultarse.

    —¿Qué ha…?—iba a preguntar Cervantes cuando fue interrumpido por el vampiro inmediatamente.

    —Escucha, capitán…, tenemos que huir—propuso.

    —¿A qué te refieres?

    El vampiro simplemente lo ignoró, lo tomó de la cabellera nuevamente y empezó a saltar de copa en copa, tal como lo hacía Kalem en este instante. ¿Cuál era la razón? Bueno, no se sabe a ciencia cierta qué peligro había detrás de un rostro femenino, pues era más o menos lo único que podía distinguirse de la figura encapuchada que pasaba de los hombres de piel verde, bueno, no del todo.

    Es decir, dicha chica pasaba en medio de esa horda de muertos vivientes como si nada. Pero era como si una extraña fuerza los perjudicase en cualquier intento de infligirle algún daño. Con estas cualidades avanzaba con tranquilidad, inmediatamente después de ella apareció otro ser encapuchado al que no se le veía ni siquiera el mentón o los tobillos.

    —Mi señora, ¿está segura de que él está aquí? —preguntó el hombre montado a caballo.

    —No me molesté en dudarlo, señor Alord—contestó la mujer—. Mis oídos no me han fallado nunca, puedo oír la voz de Ión Saragad a kilómetros y kilómetros de Nosferia…—presumió la mujer.

    —¿Dónde cree que está ahora?

    —No muy lejos. Siempre fue una rata escurridiza, aún antes de ser exiliado de Nosferia—una vez dicho esto ambos empezaron a caminar de manera tranquila hacia donde se había dirigido el vampiro.

    —Es una lástima…, Ión fue un servidor leal al Trono de Sangre, todavía no entiendo porque se negó a jurarle lealtad. Nadie lo dudo una vez que mostró su valía.

    —Una vez que sintieron miedo, señor Alord, los vampiros son ratas sucias e inmundas que se regocijan de los dones que nos regaló mi antepasado, Sorac Macbás—dijo la mujer—. Pero una vez que los haces saborear al miedo son tan mansos como los soldados de cada una de las nueve divisiones de Adanto.

    —Yo creo que en toda civilización es igual. Los licántropos, los vampiros y hasta los demonios del norte.

    —Todos temen a los demonios del norte.

    —Supongo que tú no, por eso haces lo que haces.

    —Porque les temo hago lo que hago—corrigió la mujer, que ya había llegado al pie de un árbol, lo miró con un semblante serio acompañado durante unos segundos. Acto seguido, saltó sobre él y empezó a correr de rama en rama tal como lo hacía el vampiro con Cervantes, pero a una velocidad más impactante.

    Pero aunque la mujer allá alcanzado una velocidad increíble, el demonio ya iba viendo como el fango era cada vez menos abundante. Se diría que hasta estaba feliz por salir del pantano, pero sentía que la presencia de la mujer se hacía cada vez más notoria. Debía abandonar la idea de huir.

    Kalem, sin embargo, aunque más veloz, corría la desdicha de que iba perseguido por una multitud y estaba a cargo del cuerpo inconsciente de Lisa Roy en brazos. Observaba de lado y aguzaba sus oídos hasta donde podía con el fin de escapar del pantano con Lisa intacta.

    No obstante, no todo salió tan bien como había previsto y es que uno de los vampiros se cruzó con él entre los árboles, luego otro y al final con los dos últimos haciendo que tenga que alternar continuamente de dirección y dirección hasta que se vio acorralado por la banda que lo andaba amenazando desde hace ya rato.

    —¡Al carajo! ¡Escúchenme! ¡Yo no tengo la maldita culpa de que ustedes hayan venido a este putrefacto pantano hediondo! ¡Pero sí me dejan salir de aquí, les prometo que…!

    —No hay nada que prometer, mediasangre, estamos al día con lo que pasó en Nosferia—comunicó uno de los vampiros—. Su hermana mayor es ahora propietaria del Trono de SangreUsted ya no tiene derechos sobre Nosferia.

    —¡Espera! ¡¿De qué estás hablando?! ¿Qué pasó con mi padre?

    —Tu padre murió en Aguasmuertas…

    La banda de vampiros cada vez hacía más pequeño el espacio de Kalem. Kalem seguía angustiado por lo que le habían contado acerca de Nosferia, pero si hay algo que Kalem aprendió de los nosferianos, de su padre o de Ión, es a convertir la angustia en ira, y la ira en poder…

    Unos ojos azules empezaron a emitir un destello de lo más intenso. Como si nada, el propietario de estos ojos soltó a Lisa en el fango y ni siquiera los vampiros pudieron ver el momento exacto en que tomó al que hacía del líder del cuello. Esos ojos lo miraron por unos segundos, con pizca de miedo dentro de él, el líder observó a los de su banda como para pedirle que ataquen, pero sus cuerpos estaban extrañamente congelados.

    Sin piedad alguna, el hombre de piel pálida estranguló a aquel hombre lentamente, haciéndolo agonizar, sus ojos se volvieron blancos y un color azul brillante se mezclaba con la pálida piel del hombre hasta que su cabeza cayó y el puño de Kalem se vio cerrado en la zona donde debería estar sujeta la cabeza.

    Kalem soltó de inmediato el cuerpo y sus ojos volvieron a la normalidad, tan pronto sucedió eso, cargó a Lisa por los hombros y continuó su camino. Se encontraba un poco agotado y con ligeros dolores de cabeza, pero seguía caminando y para su suerte, el agua y la tierra de la ciénaga era cada vez más escasa hasta que pasado unos quince minutos de caminata pisó tierra sólida y pudo contemplar el suelo árido y a la distancia vio una verde pradera y una laguna a lo lejos y se dispuso a caminar hacia la laguna.

    —Kalem…—dijo una Lisa despertando y llamando la atención de Kalem—¿Qué es un mediasangre? —preguntó, de no estar cansada, seguramente hubiera aparentado su mal carácter.

    —¿Cuánto tiempo estuviste despierta?

    —Lo suficiente para saber que eres un vil mentiroso.

    —Nunca dije que fuera humano.

    —¡Sabes a lo que me refiero! ¡Quiero respuestas! ¡¿A qué viniste en ese lugar para comenzar?! —dijo exigiendo respuestas con todo la fuerza que le disponía su estado.

    Kalem hizo una pequeña pausa, dirigió la vista al suelo y sin dejar atrás su rostro serio y su ambiente de frialdad, lágrimas empezaron a correr de sus ojos.

    —Yo sólo…—empezó a decir—. Vine a buscar a un viejo amigo…
     
    Última edición: 19 Septiembre 2015
  14.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Escritor
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    Nosferia
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    Capítulo VIII:
    “Nunca llames a un loco por su nombre…”.

    Kalem llegó a la laguna y una vez allí, Lisa se encargó de saciar su sed mientras Kalem fue por un jabalí con la intención de saciar su hambre. Kalem le había dicho que necesitaba estar en condiciones para que pueda curarla, Lisa, consciente de su ignorancia en el campo de la hechicería, decidió seguir sus instrucciones a pesar de sus dudas. Kalem encendió una fogata de manera manual.

    —¿Por qué no la incendias con magia? He visto…

    —La magia no funciona de esa manera, Lisa—contestó Kalem.

    —¿Pues cómo debería funcionar? —inquirió Lisa parcialmente incrédula.

    —Hay hechizos sencillos, o como le dicen en Nosferia: magia de clase baja. Los encantamientos, transformaciones, ilusiones…—explicó Kalem—. Pero que no te engañé el nombre, es realmente compleja y tediosa de usar.

    —¿Y cómo se llama la que usaste con esos bastardos?

    —La magia noble…, resulta que sólo somos unos pocos la que la adquieren, naturalmente la nobleza vampírica. Consiste en el alterar y manejar elementos de la naturaleza. Tales como el fuego, el agua… En mi caso es el viento.

    —¡Pero te he visto congelar a esos vampiros!— agregó Lisa.

    —Esa magia no fue mía, fue la de mi espíritu familiar—aclaró Kalem—. Son seres abstractos, los cuales, por medio de un ritual podemos hacer un pacto que nos permite hacer uso de sus poderes, ese proceso es llamado pacto de sangre. Consiste en que, cuando llegue la hora de tu muerte, te llevará contigo y serás parte de su familia en lugar de descansar en paz.

    Lisa lanzó un suspiro.

    —Vaya, me consta, pero eres de fiar—admitió Lisa—. Pero aún así, ¿eres de Nosferia, no es verdad?

    —Soy el heredero a la corona, pero la gente de Nosferia no parecía aceptarme como su legítimo rey…

    Lisa, quedó un poco impactada. Obviando el linaje real del hombre que tenía en frente, exigió una razón por la disconformidad que tenía la gente de Nosferia con su futuro soberano.

    —Soy un bastardo de media sangre—. Kalem observó la mirada de intriga en Lisa y prosiguió a explicar— Cuando era un niño, mi padre mordió el cuello de una mujer para hacerla su amante, el problema viene a ser que…—Kalem suspiró—. Esa mujer estaba embarazada.

    Lisa quedo perpleja, miró a Kalem de forma prolongada y tragó saliva.

    —¿Hay otros como tú?

    —Por supuesto que si los hay pero los matan a todos, un bastardo de media sangre es considerado un insulto a Sorac, padre de Nosferia.

    Lisa tenía un vago conocimiento sobre Sorac. Sabía que tenía su aparición el Gran Libro que debía estudiar por obligación, pero poco y nada le importaba y prefería salir a jugar con sus amigos o centrarse más en las clases de Marión, su maestro espadachín. Pero lo poco que sabía era que Sorac era el vil ser que asesinó al príncipe de Primer Poder para apoderarse de éste y como castigo fue condenado. Realmente le parecía una historia ridícula, pues era absurdo que alguien dotara de poderes a alguien que había cometido traición a la corona.

    Aunque realmente, Lisa no creía mucho en las estupideces del Gran Libro o el Padre, de quienes sus maestras enseñaron que los grandes reyes son iluminados por el Padre y plasman su conocimiento en el Gran Libro. Entonces… ¿por qué Arus tenía su capítulo en él? Además de ser un pésimo gobernante que pasaba su reinado en un prostíbulo, es el que fundó la Orden de los Elegidos que sólo trajo problemas para Adanto. Por cierto, lo de pésimo gobernante y pervertido lo cuentan el Capítulo de Zanarr, el rey que le sucedió.

    —Eh… Por cierto, ¿quién es ese viejo amigo tuyo? —preguntó Lisa intentando cambiar de tema, no debió.

    —Su nombre es Ión Saragad…

    Ese era el nombre del sujeto que buscaba la mujer de piel pálida que hizo su presencia en la Ciénaga de los Exiliados hace no mucho y ahora, con suma velocidad, perseguía al vampiro que huía con Cervantes con él, pero su velocidad no era casi nada comparada con la de la vampiresa y tuvo que descender de la copa de los árboles.

    —¡¿Qué diablos estás haciendo?! —exclamó indignado el capitán.

    —¡No es tiempo, capitán! —advirtió el vampiro—. ¡Debe huir ahora mismo!

    —¿Estás seguro que podrás salir sin mi ayuda?—dijo el capitán levantándose.

    —¡Sólo vete! —imploró.

    El capitán Jeremías Cervantes asintió a duras penas con la cabeza y, disconforme con las órdenes recibidas, corrió fuera de la ciénaga a toda velocidad. El vampiro, sin embargo, miró hacia el frente y vio como por arte de magia a la vampiresa que lo andaba persiguiendo cómodamente sentada en la cima de una roca.

    —¿Quién lo diría? Ión Saragad, la mano derecha del señor de las tinieblas salvándole la vida a un cordero del rey.

    —De nada te sirve dar nombres, ni siquiera sé quien era esta mañana…—informó, al parecer, Ión Saragad con su típica sonrisa en el rostro.

    —¡Por supuesto! ¡Casi lo olvido! —dijo con tono inocente la mujer—. A ratas como tú la mata el agua sucia…—dijo, esta vez, con un tono despectivo y de asco.

    —¿Qué tal si mejor hacemos algo más que charlar? —propuso el vampiro, que se había aparecido como por arte de magia frente a la vampiresa y habló con un tono extrañamente sensual.

    —¿Por qué no? —dijo la vampiresa sólo para sacar una espada con más de dos metros de largo y bastante fina por debajo de su capucha y blandirla de lado a lado con la intención de darle al vampiro de ojos purpura.

    —¡No te escondas, Ión Saragad! ¡Toda inmundicia merece morir! —exclamó al ver que Ión ya no estaba en frente de ella.

    —Al parecer sí—dijo el vampiro que estaba sentado en la rama de un árbol ubicada encima de la cabeza de la vampiresa.

    —¡HIJO DE PERRA! —exclamó la vampiresa blandiendo su espada hacia la rama de aquel árbol pero aquel vampiro ya no estaba ahí.

    —¿Sabes? Si te hubieras dedicado a aprender a usar la magia de clase baja en vez de valerte únicamente de tus cualidades físicas o tu arma encantada podrías derrotarme…

    —¡NO NECESITO NADA DE LA CLASE BAJA! —aclaró la mujer agitando su espada de lado a lado mientras ésta era rodeada por espirales de fuego cuando se percató de que Ión estaba corriendo hacia las afueras del pantano, con una sádica sonrisa en el rostro corrió hacia él, pero antes de tomar siquiera un poco de velocidad, cayó al fango de un puñetazo.

    Atrás estaba Ión con un puño envuelto en llamas negras.

    —Por lo menos, hubieras aprendido a engendrar llamas negras. No es tan difícil, hasta tú podrías hacerlo—le dijo Ión a la vampiresa con su inseparable sonrisa.

    —L-las únicas llamas que n-necesito son las de mi espada…—contestó la mujer extendiendo su mano hacia el larguísimo sable.

    Ión recogió aquel sable.

    —Vamos, engendra todas las llamas que quieras, incendia el pantano si quieres, sólo moriremos con el calor en nuestra piel, la peor de las muertes—le advirtió.

    —¡Alord!

    Como si nada, apareció un hombre de entre los matorrales acercándose velozmente hacia Ión, era el mismo hombre que acompañaba a la mujer hace poco ya que se veía que su capucha había caído por debajo de la nuca. Era un hombre de cabeza rapada y con la particularidad de contar con un tercer ojo, bueno, al menos eso parecía, ya que estaba cerrado.

    Cuando dicho hombre estuvo frente a Ión se detuvo en seco y pronunció una palabra que no pertenecía a ninguna lengua conocida por el continente. Cuando hizo esto, el vampiro soltó el sable inmediatamente, liberó a la vampiresa de su opresión y cruzó sus muñecas poniéndolas detrás de su espalda. Ión parecía estar esposado o algo por el estilo, dado el hecho de que, parecía hacer un esfuerzo por separar sus brazos. Se levantó lentamente al compás de que el ser de tres ojos alzaba su mano izquierda hasta que Ión ya terminó por enderezarse.

    Una vez hecho esto, la vampiresa, se levantó poco a poco reponiéndose de la opresión que le supuso Ión hace un rato.

    —Vaya, al parecer no eres tan invencible como creías—dijo entre risas la mujer.

    —Soy tan invencible como yo quiera…—repuso el vampiro aún con su sonrisa en el rostro.

    —Eso lo veremos…—agregó la mujer—. Señor Alord, nos lo llevaremos…

    A las órdenes de la vampiresa, Alord atrajo su brazo hacia mismo provocando que Ión se acerqué hacia ellos, una vez estuvo lo suficientemente cerca, tanto el ser de tres ojos y la vampiresa empezaron a caminar hacia el norte de la ciénaga e Ión también lo hizo, era como si el ser de tres ojos lo mantuviera atado con una correa.

    —Espero que estés cómodo, Saragad. Te llevaremos a Aguasmuertas—aconsejó la vampiresa.

    El vampiro río.

    —¿Al menos puedes decirme tu nombre, preciosa?

    —Mi nombre es Adalía Macbás, tal vez te suene…

    Como si las palabras de Adalía tuvieran vida propia, Ión empezó calar en sus recuerdos más profundos. Sí…, sí…, lo recordaba… Era tan sólo una niña cuando la conocía, una niña triste y solitaria que se dedicaba a mirar las noches tormentosas del Castillo de Sangre por las ventanas. Sus ojos eran de un intenso color escarlata, como los de su padre, Alucard Macbás. Su cabello azabache era idéntico al de sus hermanos y su voz era triste como si cada palabra viniera de una garganta seca.

    Ión tenía la labor de vigilar a Kalem, fue la misión, o mejor dicho, el castigo que le concedió Alucard por dejar vivir al mediasangre; los otros hijos de Alucard tenían otros guerreros como custodios, sin embargo, Ión la vigilaba, la vigilaba de cerca y constantemente, pues siempre percibía un aura oscura y malintencionada de su presencia.

    Pero el problema principal no era necesariamente ella, sino Gareus Zolafar, su custodio. Su diabólica sonrisa, su vulgar, y a la vez, culto lenguaje, sus ojos amarillos que resplandecían de odio. Recordaba, además, como vigilaba a Adalía, la miraba con celo y con codicia, como si el también pudiera ver a través de sus ojos.

    Para cuando Ión despertó de sus recuerdos, Adalía y Alord lo habían conducido al norte de la ciénaga con la ausencia de los muertos vivientes a su alrededor. Lo cual era extraño, Ión creía que lo más sensato era quedarse callado, pero es que él no era precisamente sensato y menos ahora.

    —Tres ojos, rígido… Vaya, y sumiso. He visto alguna vez a uno de los tuyos… ¿Eres un…?

    —Pertenezco a la Hermandad de los Iluminados—contestó de manera fría.

    —Vaya, vaya… Recuerdo eso… Algo como que la hermandad de no sé que vendría a darme caza. ¿Cómo se llamaba…? ¿Lunad, Goluz…?

    —No juegues conmigo, rata asquerosa. No caeré en trucos como esos, raras veces un hermano mío sale de nuestro refugio en el Oeste, y si lo hicieran no dejarían que alimañas como tú le matasen.

    —¿Y qué razón tendrías tú para venir al Continente del Este?

    —Eso no es de…

    —Ya déjalo, Alord. Aunque no lo quieras está jugando contigo.

    Alord se quedó callado, fruto de su humillación.

    —No pienso despertar a mi mascota hasta saber de mi situación, mi señora.

    Como una bofetada en el rostro, Adalía giró para observar a Ión con detenimiento. ¿Cómo sabía sobre sus intenciones en Aguasmuertas? ¿Es qué acaso le había vuelto la memoria?

    —La despertarás aunque tengamos que traer el infierno a tu presencia.

    —Que no se te olvidé, mi señora, estoy en el infierno, el infierno que su amado construyó, el infierno al que usted me mandó.

    —No me digas que recuerdas todo eso—dijo Adalía preocupada.

    El vampiro lanzó una estridente carcajada.

    —Nunca llames a un loco por su nombre, no querrás ver lo que pasa cuando se vuelva cuerdo.

    4 meses antes…

    El Castillo de Sangre era un lugar lúgubre y tétrico. Para empezar, por dentro, no había luz que iluminara el interior del castillo, ni siquiera del exterior, pues es bien sabido que en Nosferia es siempre de noche y que la luz era dañina para los nosferianos. Los siniestros cuadros de todos y cada uno de los hombres que alguna vez ocuparon el título de Señor de las Tinieblas, también cumplían con su deber.

    ¿Pero cuáles era la peor de las noches? Según los nosferianos lo eran las escasas noches de tormenta, pues, según el mito, ésta era un mal presagio. Y el de los peores, se decía incluso que antecedía la peor de las muertes, la peor de las guerras y la peor de las traiciones. Y es que Ión Saragad se encontraba frente al Trono de Sangre en donde estaba sentada Adalía Macbás en una noche tormentosa, frente a aquella persona que había tomado el reinado de su padre mediante métodos maquiavélicos e impronunciables.

    Todos miraban con atención aquel acontecimiento, los soldados de clase noble, los guerreros de clase baja, los jóvenes y niños. ¿Por qué no ser testigo de semejante acontecimiento? Después de todo, la fiel mano del rey, el honorable amigo de Alucard Macbás, el leal guerrero de la familia Saragad…

    Después de todo dicho hombre estaba siendo acusado por cometer traición.

    —Ión Saragad, de la familia Saragad, hijo único de Balor Saragad de la familia Saragad, anterior mano derecha de nuestro antiguo rey y capitán de la Armada Nosferiana—empezó a decir el mismísimo Gareus Zolafar ubicado a la derecha de Adalía—Se lo acusa de cometer traición contra su reina, Adalía Macbás.

    Ión, desnudo y encadenado dibujó una sonrisa en su rostro.

    —Le ruego que me perdoné, mi señor, pero mi verdadero rey está en algún lado y no logró divisarlo en el Trono de Sangre.

    Inmediatamente cuando dijo esto, Gareus le propinó una buena bofetada en el rostro a Ión. Fue extraño, pues, Ión parecía haber sentido aquel golpe, y vaya que le dolió. Le costó varios segundos reponerse de la sacudida, cuando lo hizo miro con atención el guante color azabache que tenía Gareus, además de tener un gema roja incrustada en la parte que cubría la muñeca.

    —Será la última vez que se dirija así a la reina, Saragad…—amenazó Zolafar mirándole a los ojos desde una cercanía notable.

    —¿Por qué debería de obedecerle? Después de todo, ya le dije que no es mi reina…

    Esperando otra bofetada de parte de Gareus, Saragad miró desafiantemente al hombre de ojos amarillos. Éste último sólo volvió a enderezarse, dio media vuelta y caminó unos pasos en dirección al trono para decir:

    —A través del uso del poder concebido por su majestad, la reina. Yo, Gareus Zolafar, de la familia Zolafar, sentencio a este traidor a la máxima condena.

    Todos los testigos observaron impactados la escena.

    —Te recomendaría que te retractes… No querrás encontrarte conmigo cuando me vuelva loco…—aconsejó Ión jadeante, pero sin miedo.

    —Llévenselo—ordenó Gareus, y tal cual sus palabras, dos soldados vestidos con armaduras negras tomaron a Ión por debajo de los brazos y se lo llevaron fuera del castillo. Ión no parecía tener la intención de resistirse, sólo parecía indignado.
     
    Última edición: 22 Octubre 2015
  15.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Nosferia
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    Fantasía
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    Palabras:
    2438
    Capítulo IX:
    “Elección divina”.

    “Somos hijos de luz, caminamos de la mano del señor; somos guerreros, nos mueve el corazón; somos ángeles, en presencia nuestra vive Dios. Porque hemos sido elegidos por el Padre, para salvar su mundo lleno de corrupción, para desterrar aquellos que considera abominación”.

    - Versículo 1 del Gran Libro, Capítulo de Arus, Manual de los Elegidos.

    —“Arus pudo haber sido un pésimo gobernante, un pésimo esposo y bastante promiscuo. Pero ciertamente, se llevaba los aplausos en el campo de batalla. Nadie se hacía una explicación sobre sus indescriptibles talentos, la gracia con la que manejaba su espada, la fuerza desmesurada de sus brazos y piernas. Y sobre todo, nadie podía explicar como hacía tal hombre para mover montañas, engendrar terremotos y levantar ejércitos a base del barro. Si él ejercía el puesto de gobernante es porque nadie tenía la lengua lo suficientemente larga para mandarlo al carajo.

    «Pero evidentemente Arus no peleaba sólo y hay decirlo, pero si bien Arus no fue quien conformó, especuló e ideó el nacimiento de la Orden de los Elegidos, si fue quien lanzó la orden para conformar una armada de guerreros de élite que, aunque no lo llegaban ni a los talones, si podían alcanzarle con el debido entrenamiento ya que contaban con sus mismos recursos.

    «La Orden de los Elegidos fue alcanzando poder junto al gobierno de Arus al punto que llegaron a controlar el gobierno de forma independiente a su gobernador que cada día se hacía más viejo. Tomando en cuenta que Arus era un pésimo gobernante que poco y nada se preocupaba por Primer Poder, ¿no era bueno qué el gobierno lo rigiera alguien más? Por supuesto que sí, pero hablando de los Elegidos hablamos de un conjunto de personas llena de codicia, sadismo y lo qué es peor de todo, contaban con el poder para satisfacer sus deseos.

    «Tras la muerte de Arus al alcanzar sus sesenta y tantos años, la Orden de los Elegidos instauró su gobierno y aunque en un principio haya sido un gobierno regularmente bueno, no tardó en mostrar su verdadera naturaleza que consistía en un gobierno basado en el miedo y la hostilidad. Pero gracias a un formidable guerrero que se reveló ante sus superiores llamado Zanarr, el pueblo adanés fue liberado de tal opresión expulsándolos de sus tierras.

    «Las décadas fueron pasando y el conflicto era cada vez más lejano para ambos bandos hasta que cada quien vivía tal cual sus costumbres sin importarle el otro, eso… Hasta la muerte de Gerardo De La Colina debido a enfermedades cardíacas, y sumando a un hijo incapaz de gobernar y ningún otro sucesor en el linaje de la familia, los Elegidos pasaron a tomar control de Adanto volviendo a los días más oscuros del reino de Arus.

    «Y entonces la historia volvió a repetirse días antes de la coronación de Ricardo De La Colina. Los Elegidos sembraron el temor, todo a costa de hacerse con la Corona Adanesa, sin embargo, los rayos de luz nunca son tan escasos como parecen y gracias a la valentía de tres guerreros extraordinarios, de los cuales, dos siguen con vida. Adanto pudo regocijarse en la paz nuevamente, hasta nuestros días…”.

    Y de repente, el hombre recostado en la cama empezó a toser alarmantemente y soltó el libro que portaba el título de “Desgracia Divina”, con su cara apenas visible de tantos vendajes, volvió a recostarse en su cama con total tranquilidad aunque esto le haya costado un poco. Se hallaba junto a un muchacho de los mismos cabellos castaños sentado en la cama donde el hombre se hallaba indispuesto. Estaban dentro de una débil casa de piedra.

    —Raúl, ¿te encuentras bien? Puedes dejarme de leer si quieres—sugirió el muchacho un poco atemorizado.

    —No, está bien—repuso Raúl—. Es lo único que hace sentirme mejor—le aclaró.

    —Hermano, ¿por qué decían ellos seguir la sabiduría del Gran Libro si sólo cometían atrocidades?

    —Verás, Simón, así como hay un dios de luz y creador de todas las cosas, padre de todos nosotros…—explicó Raúl—. Hay un dios, un hijo oscuro y rebelde que llena de maldad el corazón de las personas.

    —¿Pero ellos no decían ser hijos del Padre?

    —Simón, hay algo que necesito que sepas. No son los incrédulos los más cercanos a ser tentados por las mentiras del Oscuro, ni los ladrones o bandidos siquiera. Son aquellos que creen con fiereza en las palabras del Padre, ser un hijo del Padre es una tarea dura, pues todo el tiempo se está luchando contra las abominaciones de este mundo y muy pocos son los que logran salir victoriosos.

    El niño miró hacia el suelo unos minutos y luego volvió a mirar a Raúl.

    —¿Dónde están ahora los Elegidos?

    —En algún lugar de Evanelia, muy, muy lejos del reino para nuestra fortuna, pero que no te engañen, tan sólo esperan el momento adecuado para renacer de las cenizas…

    Y ciertamente, Raúl tenía toda la razón del mundo. La Orden de los Elegidos, la que antaño fue una armada llena de poder y gloria, ahora eran ni más de cincuenta hombres, o al menos eran ellos los que conformaban a los Elegidos. Ya que eran los únicos con esas características capas blancas y majestuosas armaduras, el resto, bueno, el resto era una enorme cantidad de hombres incivilizados, apenas vestidos, con dibujos simbólicos en la cara y el resto del torso desnudo. Con armas primitivas pero eficaces, con desenmarañadas y descuidadas cabelleras; una piel oscura desconocida para la tradicionalmente caucásica gente de Adanto. La legendaria tribu de Mayra, marchaba ahora junto a los Elegidos en caravana hacia, según parece ser, el reino de Adanto.

    —Mi señor—dijo un soldado menor a un superior, y el mayor de todos al parecer, pues iba en frente de toda la caravana con aires de grandeza.

    —Luis—le retribuyó el soldado.

    —¿Está seguro que debamos ir a Aguasmuertas?

    —¿Por qué te preocupa? ¿De qué otra forma quieres tú llegar a Araghia?

    —Pero, mi señor, Aguasmuertas está en…

    —Sigues teniéndoles miedo a la sangre inmunda, Luis, el Padre no estará contento con esa actitud tuya.

    —¡Pero hay miles de vidas en peligro!

    El hombre paró en seco y miró a Luis directamente a los ojos, esa fría mirada que enseñaba seriedad, pero que en el fondo ocultaba una insaciable sed de sangre.

    —Luis, ¿recuerdas qué pasó la última vez que la orden desobedeció las órdenes del Padre?

    —Mi señor…

    —¿Lo recuerdas o no? —cortó en seguida el superior.

    —Jeremías Cervantes asesinó a…, a…

    —Dilo…—ordenó con furia en su voz.

    —Natalio Escobar, su padre, mi señor—respondió sumiso el hombre, el superior, complacido, continúo su caminata, al cabo le seguía el hombre.

    —Oh… ¿Cómo olvidarlo? La noche en que Eugenio García y las tres primeras divisiones asaltaron el castillo destruyendo nuestras defensas. Entre ellos caminaba un vil traidor… Un hereje… la asquerosa rata de Jeremías Cervantes.

    —Dicen que contaba con un espíritu familiar, mi señor.

    —Pero no contaba con cualquier espíritu, Luis. Él tenía a Terra Olaqus, el que fue una vez el espíritu familiar de Arus Macbás. Mi padre se lo dio como un obsequio a Cervantes sabiendo que lo utilizaría para servir al Padre, era el único espíritu que guardaba el poder para hacerle frente al de mi padre.

    Luis y su superior pararon en seco, pues, se percataron de una perturbación en el ambiente. No porque fuera mínima, sino todo lo contrario, era un ruido estruendoso que hizo a parar en seco a todo el ejército de hombres. Unos pocos miraron el caballo del líder de la tribu, Talak’izí, luego a Talak’izí cayendo de él para que, una vez en el suelo, empiece a convulsionar de forma alarmante logrando que una gran mayoría lo mirase. El superior de Luis se acercó a él, su sorpresa fue mayor cuando tal hombre empezó a pronunciar unas palabras con una voz potente y autoritaria, pero ciertamente, inhumana.

    Maldito seas, ¡ESCOBAR…!

    —¡Padre!

    Al instante, el hombre de apellido Escobar, corrió hacia el cuerpo de Talak’izí.

    Has perdido demasiado tiempo… Venancio Escobar, creí haberte dicho que debías tomar Adanto antes del año trescientos veintitrés y traer al hijo de las tinieblas conmigo… ¿Qué te ha retrasado?

    —Padre, nos faltaban hombres, no íbamos a conseguir nada.

    O sea que no tiene fe en mí, Venancio… Es una pena…

    —¡No se trata de eso, mi señor! —pronunció Venancio postrándose frente al cuerpo que emitía tal voz.

    Aún estamos en el mes del Ciervo, y aún con el ejército que tienes no podrás conquistar Adanto… Tal vez lo mejor será hacer una parada en Cementerio de Ángeles y levantar a mis hijos caídos...

    —Sí, Padre…—contestó Venancio un poco dubitativo.

    Bien… Espero que no vuelvas a fallarme, Venancio… O te prepararé un castigo eterno…

    Cuando esa voz terminó de hablar, Talak’izí volvió a la normalidad y se levantó poco a poco reponiéndose de su impacto.

    —Mi señor, si el Padre nos pidió que vayamos al Cementerio de los Ángeles es para…

    —Así es, Luis. Nos uniremos con las gárgolas.

    Luis tragó un poco de saliva, Venancio se levantó y minutos después hizo los planes para cambiar el rumbo de la Caravana y en el menor tiempo que le fue posible. Venancio, los Elegidos y la reciente aliada tribu de Mayra pasaron de dirigirse a Aguasmuertas al Cementerio de los Ángeles ubicada un poco al sur de Nosferia, pero con una significativa cantidad de kilómetros de por medio.

    El viaje había sido muy regular, dentro de todo. Los cambios climáticos eran llevaderos, o al menos hasta que llegaron al pie del Monte Pétreo que contaba con una violenta brisa helada que supuso un desafío para los mayrenses que estaban acostumbrados a los climas cálidos del este de Adanto. A lo mejor, el haber viajado tanto desde sus tierras hasta aquel lugar hizo que el clima fuese más llevadero que a principios de año que fue cuando se aliaron con al orden, pero aún así, esto era torturante.

    —La montaña más alta del Continente del Este, Monte Pétreo… Si lo que buscas, comandante, es el Cementerio de los Ángeles, está en la cima—dijo Talak’izí mirando impactado semejante montaña.

    —Talak’izí—pronunció el superior.


    —¿Sí?

    —¿Es cierto lo que cuentan del Monte Pétreo? El Clan…

    —El Clan Worus… No puedo confirmarte nada, pero alguna vez he escuchado aullidos cuando huíamos de la guerra entre Adanto y Nosferia, poco antes del tercer siglo.

    Venacio suspiro levemente y reunió valor.

    —Comandante…—dijo Talak’izí.

    Venancio miró hacia Talak’izí con curiosidad.

    —Si yo y mis hermanos les estamos ayudando es porque prometieron terminar con la guerra y devolvernos la paz. Si nos fallan…—hizo una pausa y le dedicó una mirada de ira a Venancio Escobar—. Se volverán enemigos de la Tribu Mayra.

    —Mi estimado Talak’izí—dijo Venancio—, confié en mis palabras, nosotros fuimos elegidos por el Padre.

    —Espero no estar cometiendo otro de mis muchos errores, comandante.

    Sin más que decir, el hombre de cuidados cabellos castaños, incontables y grotescas cicatrices además de los ojos verdes característicos de Natalio Escobar, empezó su marcha en solitario a la cima del Monte Pétreo. Sabía que no volvería al menos hasta el día siguiente, así que sustento de provisiones y las debidas medidas para enfrentar las heladas cada vez más potentes de la montaña.

    Marchaba con decisión, algo lo movía y no lo detendría. Mientras avanzaba cada vez más en compañía de su dorado sable ocurrió algo que no podía describir.

    Era como un silencio, un silencio que se sentía, un silencio más importante que un sonido. Un silencio que tenía nombre, y Venancio Escobar lo conocía como ningún otro.

    Era el décimo séptimo día del Mes de la Bestia, la Orden de los Elegidos reimplantaron su gobierno en Adanto y liderados por su padre, un ejército de hombres de la orden marcharon hacia el Bosque Faulen. Un lugar temido por albergar a un clan de licántropos y tener junto a ellos a un espécimen merecedor de elogios, el célebre guerrero Lud’arón.

    Él y Jeremías Cervantes iban a la derecha e izquierda, respectivamente, de Natalio Escobar. Dicho trío buscaba al heredero al Trono de Sangre, al Príncipe de las Tinieblas, al hijo de la Sangre Inmunda, Kalem Macbás.

    La pelea fue concisa y la sangre de los hombres lobo fue esparcida por doquier, mostrando la superioridad de los paladines que conformaban la Orden de los Elegidos. ¿Pero era el derramamiento de sangre lo importante? La única respuesta era un rotundo no, Kalem Macbás era lo importante y Kalem Macbás no aparecía por ninguna parte.

    Astuto y con un cerebro que decía tanto como sus músculos, Cervantes se dirigió a buscar al hijo de la sangre inmunda a las afueras del bosque. Feliz por la audacia de su hombre, Natalio lo siguió y, movido por su descarada envidia, Venancio los imitó, llegando a ver al hijo de la sangre inmunda cabalgando en el lomo de un hombre lobo en dirección oeste.

    Cervantes tomó su arco y apuntaba aún en su caballo, Natalio los seguía con un sadismo que se sentía en toda su aura con la única intención de clavarle su dorada espada, Venancio imitó a Cervantes desesperado por enorgullecer a su padre. Cervantes falló a la primera y Venancio acertó a la segunda esperando un gesto de orgullo de parte de su padre, pero entonces sintió ese silencio.

    El licántropo cayó y Kalem, con sentimientos de angustia, temor y tristeza revueltos en su mente sufrió un desmayo. Cegado por la envidia, Venancio corrió hacia el cuerpo inconsciente de Kalem Macbás con el mismo sadismo característico de su padre sin darse cuenta siquiera que, Natalio y Cervantes se habían marchado, Venancio se hallaba solo con una minoría de licántropos vengadores y furiosos contra un solo hombre.

    Lo que aconteció fue una masacre, lo que le antecedió fue un silencio.

    Y por eso lo conocía, por eso conocía ese silencio. Un silencio que antecedería una masacre…

    Con una sádica sonrisa de acompañante.

    N/A: Estoy aquí para decir un par de cosas. Sé que en el primer capítulo dije que la Octava División marchó el 1 de Julio del año 321 (cosa que ya edité). Pero decidí cambiarlo para tener un sistema de calendario propio para el mundo de Nosferia, no lo sé, creo que para atribuirle más exotismo ?? Y creo que me ayuda a ubicarme mejor en cuanto al tiempo. Por ejemplo, de acuerdo a lo ocurrido hasta ahora sé que fecha es en el mundo de Nosferia hasta ahora.
     
    Última edición: 4 Octubre 2015
  16.  
    Víngilot

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    Hola Andy, qué tal. Regreso después de una larga ausencia para continuar con mis comentarios ¿Sabes? La única vez que llegué a sentir la sensación que siento con tu historia fue cuando leí El Silmarillion de Tolkien... Tantos nombres, una era tan larga en años, decenas de acontecimientos encadenados de una u otra manera... No pretendo fastidiar, creo que compararte con Tolkien es un buen aliciente. Esta historia es rica en personajes y me cuesta algo de esfuerzo ubicarlos y relacionarlos, además esos viajes al pasado además que aclaran cosas, también tienden a saturarme, debo releer ciertos pasajes para comprender mejor la trama, pero sí, aunque caminando lento creo que voy firme en la lectura de esta gran obra.
    A propósito, me encantan tus escenarios, son sencillamente magníficos, perfectos y los nombres que usas son tan adecuados para el toque dark y tenebroso del fic: Adanto, Evanelia, Nosferia, Aguasmuertas, Cementerio de Ángeles, Ciénaga de los Exiliados... me encantan. Los pecados y errores del pasado de algunos personajes también es un tema que aplaudo pues generan toda esta cadena de terribles acontecimientos que impactan a todos y los encierran en una guerra sin cuartel en los que ya dudo quiénes serán los héroes ¡lo dudo! Y es que conocer la manera como se involucran ciertos clanes o razas me hace pensar que de alguna manera todos buscan defender su territorio o bien abrirse camino en un mundo implacable.
    En cuanto a la lectura de los últimos capítulos debo mencionar que me ha agradado especialmente la aparición de Adalía, veo en ella a una especie de Perséfone, su forma impetuosa (o feroz quizá) y gélida de ser la convierten en una rival temible, sin embargo no es suficiente para contener a Ión, otro personaje sumamente interesante.
    En cuanto a la intervención de Kalem salvando a Lisa y a él mismo frente a los atacantes fue soberbia, se nota que decanta un gran poder este Príncipe de las Tinieblas y ya siento una especial preferencia por él, es del tipo de personajes que admiro, aparte que siempre me he decantado por los villanos, no por los héroes, Kalem viene a formar parte de ese selecto grupo de héroes oscuros que adoro, entre los que destacan Batman y Wolverine (espero no ofenderte), sujetos con un sentido de la justicia entendida de manera muy peculiar e implacable.
    Finalmente, me agrada este ¿Gran Libro? pues contiene aparte de la historia, las respectivas enseñanzas y consejos para no despertar nuevamente a los tan temidos demonios, su especie de biblia que no puede faltar en ningún pueblo de la clase profética, con maldiciones pesando sobre sí y con una sombra que parece no disiparse.
    Bueno, Andy, no sé si mi comentario te ayude en algo, igual aquí estaré reportándome de tanto en tanto para que veas que valoro una gran obra como sin duda lo es ésta. Que estés muy bien, hasta pronto.
     
  17.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Un saludo, Víngilot y gracias por haber pasado a leer estos últimos cuatro capítulos y dejar tu reseña, la cual aprecio bastante.

    Vaya... Cuando dijiste que comparabas Nosferia con una de las obras de alguien tan grande y reconocido en el género de la fantasía pensé que había leído mal y me lo leí dos veces más para asegurarme que mis ojos no mentían. Cada comentario tuyo y cada elogio me motivan a continuar con esta historia a la que ya le he agarrado mucho cariño además de ser la primera vez que me animo a publicar una de las tantas historias que maquiné en mis ratos de aburrimiento. Ahora ya deberás imaginarte mi sorpresa cuando leí tu reseña del primer capítulo, empezando por decir que considerabas mi trabajo de introducción a Nosferia como “líneas magistrales”, no perdí mi tiempo y comencé a desarrollar el segundo capítulo e ideas empezaron a brotar de mi mente, hasta que, ideé una situación, continentes y guerreros legendarios.

    Las comparaciones de hecho no me ofenden para nada, me parece incluso un gran cumplido que Kalem entré en ese grupo selecto de héroes por el que te inclinas y el hecho de ya empieces a sentir preferencia por alguno de los personajes también me da una sensación muy positiva. Batman y Wolverine también son de mis héroes preferidos, por cierto.

    Sin mucho que decir, salvo que haré lo posible para mantener el curso que está tomando la historia y el capítulo diez vendrá dentro de poco, no puedo decirte cuando porque se acercan los exámenes y no tendré mucho tiempo en mi computadora, pero dentro poco finalizarán las clases (aquí las clases empiezan en enero) y tendré mucho tiempo libre que invertir en escribir Nosferia, entre mis otros hobbys.

    ¿Sabes qué es lo más emocionante de todo? Es que ni yo sé que va a pasar, capítulos anteriores tampoco, nunca lo supe. Cada cosa se me ocurre en su momento (claro, tengo grandes acontecimientos y giros planeados, pero ya deberías entenderme). Así que podría decirse que este viaje es tan emocionante para mí como para ti.


    Un abrazo.
     
    Última edición: 22 Octubre 2015
  18.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Capítulo X:
    “De vuelta a casa”.

    —¡Sepárense! ¡Déjenlo respirar, está despertando!

    A una considerable distancia de la Ciénaga de los Exiliados, Jonás despertaba lentamente con un grupo de más de diez hombres a su alrededor en medio de una pradera despejada. Todos le daban espacio para que pudiera reponerse.

    —¡Agua! ¡Agua! —suplicó el hombre de cabellos rubios e inmediatamente uno de los hombres que le rodeaba corrió a la laguna, lleno una bolsa de cuero y se la entregó. Jonás se bebió toda el agua en cuestión de un trago y algunos litros se derramaron alrededor de su mejilla—. ¡Más!

    —No te preocupes, tenemos conejo asado listo—le dijo un pelirrojo bastante joven a Jonás dedicándole una gentil sonrisa de paso.

    —Sé más formal con él, Ronaldo, él es Jonás, era famoso por ser el preferido de Marruecos—comentó a lo lejos otro soldado un poco más veterano que el novato frente a Jonás que ya estaba tomando su segunda ración de agua.

    —No le hagas caso, Ronaldo, sólo está un poco frustrado porque no sabía usar una espada de manera decente hasta luego de haberme pedido cinco revanchas—dijo Jonás, más como un insulto que como burla.

    —Sigues siendo el mismo niño mimado de siempre, Jonás. Creí que la muerte de tus compañeros te cambiaría—dijo aquel soldado bastante frustrado hasta toparse con Jonás y dedicarse mutuas miradas desafiantes—. Ahora que lo pienso, no veo a tu novia por ningún lado.

    —Repite eso y empezarás a tenerle más valor a tu puta vida…—amenazó Jonás con total sinceridad.

    —¡Bueno, bueno! ¡Ahí traen la comida! —anunció Ronaldo intentando calmar la situación, el hombre sólo se marchó con una fea expresión en el rostro.

    —Estoy satisfecho—agregó para evitar “confusiones”.

    Una vez se había ido, Ronaldo le entregó una parte del animal a Jonás para que empiece a comérsela. Cosa que hizo sin ningún tipo de modal de por medio, cada bocado era una amenaza de terminar atragantado para el pobre hombre que poco a poco se recuperaba de su situación.

    —Así que eres Jonás, eh…—comentó Ronaldo mirando a Jonás con suma admiración—. Dicen que no había soldado que pudiera derrotarle, ni siquiera el mismo Cervantes.

    —Esos eran rumores—aclaró Jonás—. Cervantes me dio una paliza—dijo a lo que le sucedió unas breves carcajadas—. Además…

    Con sólo haber dicho estas palabras Jonás soltó la poción del animal que traía entre manos de forma inmediata. ¿Cómo pudo haberlo olvidado?

    —¡Lisa! ¡Lisa! ¡¿Dónde está Lisa Roy?!

    Todos miraron a Jonás extrañados. El silencio fue respuesta suficiente para darse a entender que no tenían la menor idea de lo que Jonás estaba diciendo.

    —Entramos en el pantano, Jonás, pero apenas hallamos un par de cadáveres de los fallecidos. Es como si se hubieran levantando de entre los muertos y se hubieran marchado—comentó un soldado cuarentón a lo lejos y con frialdad en su voz.

    —No será que Lisa…

    Y ahora fue el momento en que Jonás empezó a recordar. En el pantano había una especie de aguas encantadas con las que, desdichadamente, Lisa entro en contacto produciéndoles malestares que maximizaron los que tenía por el tiempo pasado en la Ciénaga de los Exiliados. Entonces… ¿Kalem no fue lo suficientemente fuerte para protegerla? ¿Entonces ella se convirtió en uno de ellos? ¡Maldición! ¡Lo veía en sus ojos! ¡Veía que Kalem era un hueso duro de roer! ¡Era un guerrero!

    —Jonás, has pasado por mucho ya. Será mejor que descanses—aconsejó Ronaldo viendo la perturbada expresión de Jonás.

    Para fortuna y desdicha de Jonás, Melisa Roy seguía viva y ahora partía hacia Adanto caminando a duras penas, pero de todas formas se negaba a que el hombre de piel pálida la cargase en su espalda.

    —He visto tuertos y ciegos caminando mejor que tú—se burló Kalem.

    —¿Quieres ver como caminas tú si te dejo tuerto o ciego?

    —Sería una experiencia interesante, pero de momento, necesito ambos ojos—contestó Kalem provocando la frustración de Lisa que de golpe cayó con todo contra el piso del bosque que atravesaban. Sin pensarlo dos veces Kalem se las arregló para cargarla mientras ella no propuso resistencia alguna esta vez.

    —¿No crees que deberíamos haber esperado a Jonás?

    —Si Jonás sigue con vida lo veremos en Adanto. Si no, significa que no fue lo suficientemente fuerte.

    —Lo dudo. Aunque me cueste admitirlo, las habilidades de Jonás con la espada son asombrosas. No importa si el enemigo lo dobla en tamaño.

    —Aunque sea este el caso, no estoy hablando de ese tipo de fortaleza.

    Lisa analizó sus palabras por un segundo.

    —¿De qué tipo de fortaleza me hablas entonces?

    —¿Qué es lo que mueve a un guerrero a la batalla?

    Lisa se quedo pensando unos cinco segundos y pasados esos cinco segundos frunció el ceño por el descontento.

    —Hay quienes los mueven las mujeres, la cerveza. Otros sólo bañar sus manos en sangre ajena—respondió Lisa con suma frialdad.

    —Los guerreros de verdad.

    —¿Eh?

    —¿Qué mueve a un guerrero de verdad al campo de batalla?

    Con estas palabras Kalem transportó a Lisa a su subconsciente. Nunca le importó su padre, eran un idiota; su abuelo Isaías había muerto. Entonces Lisa cayó en la única persona viva que aún le importaba, su madre, Elia Roy.

    Como de vuelta a su juventud, empezó a recordar esas tardes en que regresaba a casa después de un día entero de entrenamiento. Venía llena de barro y, de vez en cuando, heridas que pronto serían cicatrices. Y bueno, allí estaba ella, preparando quien sabe que con carne de buey. Sea lo que fuere, era muy delicioso. Se sentaba en la silla y miraba lo que servía Elia en la mesa con suma atención, luego le dedicaba una mirada a su progenitora quien le respondía con una tierna sonrisa maternal.

    —Son sus seres queridos…—respondió Lisa.

    —Ahora dime…—propuso Kalem parándose en seco—. ¿Qué harías si esos seres queridos fueran a hacerte daño?

    —Yo…

    —Jonás se vio envuelto en esa situación cuando se vio en un conflicto con aquel soldado, pero lo hizo con un buen motivo—dicho esto Kalem reanudó la marcha—. Fue para protegerte, para proteger a sus seres queridos, un guerrero así no caería en un lugar como ese, Jonás es un guerrero de verdad.

    Mientras el rumbo para los guerreros que se las había ingeniado para salir de la Ciénaga de los Exiliados, en Adanto las cosas se habían puesto un poco más difíciles para un gobernante como Ricardo De La Colina quien recibía varias demandas por la fuga del rehén. Información que fue delatada por un desconocido integrante de la Guardia del Rey. El pobre hombre se encontraba bebiendo una gran cantidad de alcohol mientras David Del Valle se ocupaba de vigilarlo, o más bien, de cuidarlo.

    —Todo está yéndose al carajo, David… Aldeanos enfurecidos, soldados fallecidos y Nosferia se hace más poderosa que nunca… Creo que ya no podré con esto…

    —¡Por supuesto que no, mi señor! ¡Verá como todo mejorará con el tiempo! —dijo David a modo de consuelo.

    —¡PATRAÑAS! —soltó el rey—. ¿No te has dado cuenta aún, David? Nosferia está ganando, toda esta guerra ha sido nada más que un sinsentido—dijo Ricardo dejando a David sin palabras—. No podemos ganarles, David, ellos son fuertes, poderosos. Esto es inútil…—confesó el rey con un sincero nudo en la garganta.

    David reunió su fortaleza y se puso serio.

    —Su alteza, será mejor que vayamos a sus aposentos, necesita descansar—propuso el joven.

    El rey Ricardo asintió y accedió a que David lo ayude a dirigirse a su recamara donde se tumbó con la botella y todo. David se encargó de retirar la botella y dejarlo solo por el momento, necesitaba un muy buen descanso.

    Al dejar al rey durmiendo David se encontró con un hombre viejo bastante agitado corriendo en dirección a la entrada de Adanto. David lo observó por fracciones de segundo y lo llamó haciendo que se detenga en seco.

    —¿Qué sucede? —preguntó.

    —¡Es Lisa…! ¡Lisa Roy está en Adanto! ¡Voy a avisarle a Daniel Roy! —contestó velozmente el hombre y continúo con su corrida dejando perplejo a David.

    Y tal cual las palabras del anciano, Lisa Roy, a hombros de Kalem Macbás, cruzaba la entrada de Adanto inmediatamente se echó la puerta abajo. A paso lento pero satisfecho de su hazaña, alzó la vista y observó a los ciudadanos de Adanto quienes los miraban intrigados y estupefactos a la vez. Lisa despertó poco después y observó a los habitantes dejando posadas, casas y chozas para ver entrar a la primogénita de la familia Roy con un acompañante desconocido que vestía una armadura negra pero que no portaba espada alguna.

    —Kalem…—nombró Lisa con una voz débil—. ¡Gracias…!—dijo en un llanto mientras se aferraba con fuerza al dorso de su compañero.

    —¡LISA!

    Esa voz pertenecía a Daniel Roy, el padre de Lisa, quien, tan pronto se enteró de la noticia, corrió de donde se encontraba para poder estar cara a cara con su hija.

    Era un hombre obeso, calvo y con un grueso bigote color gris. Vestía, tal cual como alguien de su estatus, con prendas elegantes hechas de seda y color azabache sujetadas por una faja escarlata única en su clase. Pero aún con la incomodo que suponía esa vestimenta y la obstrucción de su constitución física, Daniel se presentó frente a Melisa y Kalem cuanto antes pudo.

    —¡Lisa, ¿estás bien?!

    Ante la sorpresa del padre, no fue Lisa quien contestó, sino su acompañante, Kalem Macbás.

    —Tendrá que reposar durante semana, semana y media, pero con el tiempo se repondrá—dijo Kalem algo jadeante—. Soy Kalem, señor. Yo traje a Lisa hasta aquí.

    Daniel Roy se quedó estupefacto y reponiéndose de su sorpresa contestó:

    —¿Tú salvaste a mi hija…?

    En un movimiento repentino, Kalem vio a Daniel Roy arrodillado en frente de él con total muestra de agradecimiento.

    —¡Te estoy eternamente agradecido…!—exclamó Daniel para alzar su cabeza poco después con el fin de mirar los ojos del hombre—¿Qué deseas? ¿Oro, mujeres…?

    —Quiero un poco de agua…—pidió Kalem.

    Po-por supuesto—dijo extrañado Daniel.

    —Ahora…—empezó a decir Kalem—. Necesito que lleven a Lisa a un lugar donde pueda descansar.

    Tras decir estas palabras, y un poco avergonzado, Daniel llamó inmediatamente a un par de guardias para llevarse consigo a Melisa al Castillo Real.

    Huelga decir que la llegada de Lisa Roy al reino de Adanto supuso una gran conmoción en los habitantes, si sólo habían llegado ellos dos quería decir que realmente la Octava División se las tuvo que ver con un peligro importante que liquidó a casi todos ellos, salvo claro, Kalem y Lisa.

    Pero el bullicio tenía como base principal lo qué hizo tal hazaña, qué había más allá de Adanto, qué se les estaba ocultando al pueblo adanés. Todas estas preguntas permanecerían sin respuesta durante mucho tiempo, pero que al fin y al cabo serían respondidas, lastimosamente este no fue el momento todavía, así que el pobre Ricardo tenía que seguir lidiando con un pueblo enfurecido.

    Tan pronto los primeros rayos del alba iluminaron el reino, Kalem fue a visitar a Lisa Roy en el castillo de los Roy para seguir con sus tratamientos, Lisa encubrió los verdaderos motivos de la presencia del príncipe con una mentira elaborada. Kalem ya no llevaba su armadura negra por el momento, sino que estaba con una túnica bastante simple que le había concedido Daniel Roy para que el hombre que salvó a su hija esté más presentable.

    Tan pronto como Lisa vio entrar al pálido hombre estalló de risa

    —¡Te ves ridículo…! —soltó Lisa entre carcajadas en frente de una indiferencia y ligera frustración de Kalem (lo que era muy gracioso dado su personalidad).

    —Tu padre me exigió que “respiré de esa armadura un rato” —aclaró Kalem mientras Lisa dejaba de reírse.

    —¿Aún falta mucho?

    —Si dejarás de desconcentrarme, quizá no—dijo Kalem, quien, sentado al lado de Lisa en su cama, puso ambas manos en su abdomen y cerraba sus ojos pronunciando palabras en un idioma que Lisa desconocía.

    Era extraño ver a Kalem con sus ojos cerrados, claro, así lo conoció, pero durante el breve tiempo que pasó con él le empezó a coger un gusto a compartir miradas con ese par de ojos de zafiro incrustados en su cabeza. Eran exóticos y brillantes e hipnotizaban a cualquier individuo que los viese, era inevitable no dedicarle cinco minutos de atención a esos bellísimos ejemplares que eran dueños de una mirada de lo más helada capaz de congelar el alma más negra. Lisa no podía dejar de mirarlos y sentirse algo atraída, aunque jamás lo admitiría.

    —Ya está—sentenció Kalem dejando ver sus ojos nuevamente y ruborizando a Lisa—. Eliminé la presencia del encantamiento casi del todo, sólo habrá que revisarte un par de veces más y con un poco de reposo podrás volver a sujetar una espada—informó Kalem y luego se levantó con la intención de irse del lugar, lo que quedó a medias.

    —Kalem...

    —¿Eh?

    —¿Qué vas a hacer una vez que me recupere? ¿A dónde irás?

    Kalem cerró los ojos y reflexionó unos instantes, dio unos pasos atrás y volvió a sentarse junto a Lisa.

    —Me iré—sentenció Kalem—. ¿Por qué te preocupa? —preguntó.

    Lisa se puso ligeramente nerviosa pues ni ella sabía la respuesta a su interrogante.

    —Es que siempre eres tan misterioso… No sé ni quién eres o qué vas a hacer, no puedes culpar a nadie por sentir curiosidad—dijo Lisa con una respuesta un poco rebuscada, pero técnicamente no estaba mintiendo.

    —Tiene que ver con la Ciénaga de los Exiliados, creo saber quien está detrás de todo, quien envío a ese lugar a Ión y quien engañó a la Octava División—dijo Kalem—. Si las cosas van como planeo, él morirá para el Mes del Cuervo.

    —¿Por qué confías en mí? —preguntó Lisa un poco pensativa.

    —Porque eres la única que conozco que no confía en mí—contestó Kalem dejando a Lisa algo confusa—. Oye… ¿Crees que ya puedas levantarte?

    —¿Por qué lo dices?

    —Acaba de llegar un buen amigo tuyo, a lo mejor quieras recibirlo.
     
    Última edición: 22 Octubre 2015
  19.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Título:
    Nosferia
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    2250
    Capítulo XI:
    “Reunión en el consejo”.

    Los días en Adanto se habían vuelto agitados y agresivos para un gobernante estresado que tenía que separarse lentamente de un compañero como la bebida. Había un montón, o más bien, montones de individuos que exigían una audiencia con su majestad, ya sea para quejarse de los conflictos en los que se vieron envueltos el pueblo adanés, o específicamente, de la tragedia ocurrida en la Ciénaga de los Exiliados en la que se procuraba mantener a los adaneses informados omitiendo, claramente, el asunto de los muertos vivientes, por el momento, no podrían ocultarlo por siempre.

    En tanto Kalem se ocupaba de sus sesiones con Lisa para curar su malestar originada en la Ciénaga de los Exiliados, Jonás había llegado días antes recibiendo una bienvenida de parte de Lisa y algunos que otros más, pues a nadie le importaba mucho la supervivencia de un bastardo sin familia. Jonás fue provisto de una asistencia médica que no duró más de dos semanas para que pueda volver a poner sus músculos en forma agitando su espada de madera en las zonas de entrenamiento del Castillo del Adanto, pues claro, ya no tenía nadie con quien practicar.

    —¡Voy a matarlos a todos…!—repetía una y otra vez con furia y enojo pensando en la indigna muerte de Silvio, en el asesinato de Tomás Marruecos y en los muertos vivientes que se habían convertido sus entrañables compañeros—. ¡Lo haré! ¡Juro por el Padre que lo haré! —agregaba.

    Sin embargo, Jonás no solamente se la había pasado la vida maldiciendo a la raza vampírica desde su llegada a Adanto. Había una cosa muy importante que tenía que hacer.

    —Raúl, imaginaba que querías verme—dijo Jonás al cerrar la puerta de la choza de Raúl Tejeda.

    —¿Eres tú…, Jonás? —dijo Raúl con la voz de un anciano en sus últimas horas de vida—. ¿Has venido a verme?

    —Raúl…

    —Silvio ha muerto, ¿verdad? —planteó el cuerpo vendado con certeza.

    —Raúl, perdóname no he podido hacer nada…

    —¿Estuviste con él…?

    Jonás se tragó su ira y melancolía al ver el rostro maquiavélico del vampiro arrancando la cabeza de Silvio y probando con descaro su sangre. Jonás no tuvo de otra que decir un avergonzado “sí” con un nudo en la garganta.

    —Bien… ¿Al menos murió peleando?

    —¡Por supuesto! —exclamó un vivazmente falso Jonás—. Ojalá hubieras visto la manera en que hizo retroceder a tantos vampiros sin armadura y…

    —Nunca fuiste muy bueno mintiendo, Jonás—interrumpió Raúl—. Ni siquiera cuando éramos niños—recordó—. No importa… Me consuela saber que mi hermano murió a ojos de su mejor amigo y no en la soledad con su asesino…

    —Yo no pude hacer nada, Raúl... —dijo Jonás con un nudo en la garganta.

    —No te tengo aquí para perturbarte o reprimirte. Te tengo aquí para pedirte un favor—explicó Raúl—. Tengo un hermano menor, tiene doce años... Jonás, no me quedan más de dos semanas. Por favor, te suplico que te hagas cargo de él, llévalo a pasear, enséñale a leer, a usar una espada.

    —Raúl, yo... —Jonás tragó saliva—. ¿Vas a morir? —dijo incrédulo.

    —Tan cierto como que el Padre nos vigila, Jonás—admitió con melancolía.

    —No, no... ¡Tú no puedes morir...!

    —Todos nos reuniremos con el Padre algún día—dijo Raúl—. Yo viví una vida devoto a él, no me arrepiento de nada—confesó con sinceridad—. Sólo prométemelo, prométeme que serás su familia en tierra mientras que Silvio y yo lo vigilamos entre los muertos.

    Jonás dudó, era una responsabilidad demasiado grande y una pérdida demasiado chocante, pero no podía dejar al niño solo, él conocía la soledad, él conocía las calles y sus desventuras le decían que no era algo lindo. Después de todo, él era un bastardo, un bastardo sin padre ni madre. Miró directamente al ojo único de Raúl y presiono sus labios entre sí para luego abrirlos lentamente y dejar salir una voz bañada en seriedad que decía:

    —Lo prometo.

    El siguiente hecho relevante ocurrido en el hermoso y próspero reino de Adanto, es la reunión del consejo para platicar sobre un tema controvertido y conflictivo: Kalem Macbás.

    La sala del consejo era un lugar cerrado iluminado por escasas antorchas, tenía muros de piedra sólidos pero ancianos. A primera vista era dudosa la existencia de una entrada o salida. Estaba ubicada a más de quince metros bajo el castillo y tenía guardias reales ubicados cuidadosamente para que nadie sea testigo de los temas a discutir por el consejo. Los de mayor relevancia eran tres hombres ancianos con túnicas negras y mangas anchísimas que al tocarse conservaban los brazos de sus portadores como un misterio.

    El resto del consejo eran personas vestidas con túnicas marrones e igual de reservadas, estaban ubicados en tres filas de mesas de madera con algo más de siete metros. Todos prestaban atención al trío de ancianos con algo importante que decir.

    —Hermanos míos, hermanas mías, si ya están presentes todos aquellos con relevancia en este consejo, ¿me permiten...?

    —¡Aún no! —exclamó un hombre—. ¡Aún no ha venido Juan!

    “¡A la mierda!” pronunció desde sus adentros más de un miembro del consejo ante la recurrente llegada tardía de Juan De La Rosa, joven con poco más de veinte años, narcisista, inteligente y pedante que la cabeza del consejo consideraba como fundamental dentro de esos muros de piedra. Daniel Roy, quien formaba también parte del consejo, no faltaba en alzar la voz ante la prolongación de sus discusiones a causa de la incompetencia e irresponsabilidad de un número irrelevante. Pero con el pasar de los años ya se dio por vencido y se quedaba a maldecir desde sus adentros a Nicolás Merlín.

    —¡Estoy harto! —sentenció Claudio al despegar de su silla—. Todos los días, cada día, todos los miembros del consejo hemos asistido a estas reuniones SIN FALTA.

    —Siéntate, Claudio—ordenó Nicolás.

    —¡NO ME VOY A SENTAR!

    —¿Llegue un poco tarde? —preguntó sarcásticamente, ni quien otro que Juan De La Rosa—¿Ya han empezado sin mí, Claudio?

    Claudio miró despectivamente a ese cuerpo joven de cabellos castaños y claros, en forma a pesar de nunca haber sostenido una espada. Se sentó esperando una reprimenda de parte Nicolás, reprimenda que quedara en su memoria como una añorada fantasía.

    —Puedes sentarte, Juan—ordenó Nicolás.

    Juan asintió con la cabeza y se sentó en la única silla de madera vacía que quedaba en una mesa de madera al lado de Claudio, para más tormento.

    —Muy, hermanos, hermanas... Si me permiten—decía Nicolás—. Ronaldo Melgarejo estará encantado de comunicarles un asunto que él considera de urgente discusión. Así que si hay algo que quieran objetar les pido que lo hagan luego de alzar la mano con el fin de evitar un bullicio desagradable.

    Ronaldo respiró hondo y se levantó de la silla, tenía papel en su mano derecha y se paró con firmeza, estaba a la izquierda de Nicolás. Llenó de aire sus pulmones y prosiguió hablar con toda la fuerza que le permitía una voz con más de sesenta años de uso.

    —El pasado “día 3 del Mes del Ciervo”, Melisa Roy se presentó en el reino de Adanto con un desconocido cargándola. El individuo presente tenía como veinte, veinticinco años de estimación, cabello negro, ojos azules y llevaba una armadura negra, mas no portaba espada. Pero presente en este individuo teníamos otra característica que destaca sobre todas las demás. Y es que el caballero en cuestión tenía la piel blanca.

    —¿Sugiere usted entonces que es un vampiro? —interrogó Nicolás.

    —Y no cualquiera, hermanos, sino uno en el cuerpo de un hombre. Aquellos que tienen la piel de los hijos, que por sus venas corren la sangre de sus enemigos. Kalem, como se hace llamar, podría ser un mestizo de sangre inmunda.

    «Sólo piénselo, hermanos míos. Sus ojos eran de un azul intenso, sus orejas tenían forma humana. Pero su piel era tan pálida y blanca como la de nuestros enemigos. Y no hay hombre visto con una piel tan blanca como la suya.

    —Sea quien fuere—decía Juan—, no parecía estar en contra nuestra.

    —¡Toda la sangre inmunda está en contra nuestra!—exclamó Claudio.

    —Por supuesto, sí, sí... Lo que evidentemente explica totalmente porque trajo a Melisa Roy a Adanto.

    —¡Para infiltrarse, inepto! —repuso Ronaldo.

    —Los vampiros ya se han infiltrado antes a Adanto—recordó Juan—. Sí, ¿cómo olvidarlo? Era un hombre de cabellos descuidados y andaba desnudo. La patrulla adanesa no pudo escapar del futuro galardón que recibirían si capturaban a un ejemplar de la sangre inmunda. Y lo recibieron bañado en oro cuando se lo entregaron al Coronel García que no tardó en apresarlo en nuestra “máquina especial” e interrogarlo.

    «Y por supuesto, cuando se presento la información a los capitanes de las nueve divisiones, Jeremías Cervantes no dudo un segundo en dar un paso en frente para dirigirse con toda la Octava División a un pantano que no conocíamos ni en pintura. Muchos de los cuales eran novatos que no habían cumplido siquiera una misión.

    «Todo esto olía a mierda de la buena, yo lo sabía, me sentía indignado, porque yo era el único que lo sabía. Los demás, los demás seguían cegados por su sed de sangre. Yo se los dije, yo les dije que esto era un fatal error y no me escucharon, nunca me escucharon. ¿Qué paso? ¡Esto es lo que sucedió! Un rehén con sus mentiras, mentiras en forma de vampiros, vampiros que matan hombres. ¡La trampa más ridículamente obvia del tercer siglo! ¿Y qué paso entonces por obviar mi criterio, Melgarejo?

    Todos observaron a Ronaldo Melgarejo quien se hallaba en un estado nervioso ante tantas miradas que esperaban una repuesta que dejaría en ridículo al arrogante joven de Juan De La Rosa. Pero no, sólo hubo términos indescifrables de parte del superior.

    —Yo te diré que pasó, les diré a todos que pasó—anunció Juan—. ¡Adanto se ha ido a la mierda!

    —¡Ya basta, Juan! —exclamó Nicolás, quien había permanecido indiferente ante la reunión hasta el momento—. Ronaldo, he de decirte que hay cierta posibilidad que te encuentres en un error. Un informe nos ha revelado que los vampiros no toleran a los mestizos. Los mandan a matar inmediatamente por motivos religiosos. Sin embargo, Adanto no siempre se inclino hacia esa posición. De hecho, Kan Septimus era un mestizo y guío a Adanto a la Guerra de los Nueve Templos a mediados del primer siglo.

    —Pero el caso de Kan Septimus es distinto. Kan Septimus nació y se crío en Adanto. No tenemos idea alguna de donde viene ese tal Kalem—dijo uno de los consejeros.

    —No viene de Nosferia y no es un infiltrado—confesó inesperadamente Daniel Roy—. Perdónenme si me he adelantado, pero he puesto a varios espías vigilándolo y no hace más que recostarse en las praderas esperando la puesta del sol. Cuando termina se dirige a mi castillo a descansar, en otras ocasiones va a ver a mi hija. Repite la misma rutina todos los días y ni siquiera se acercó al Castillo de Adanto.

    —¡Es una trampa! —propuso Ronaldo—. ¡Sabe que le vigilamos!

    —Ya pensé en eso, Ronaldo. Pregunté a los pueblerinos y siempre lo encuentran ahí, en la pradera. Mucho antes de que yo me ponga a vigilar.

    —¡Bien! ¡He llegado a un veredicto! —anunció Nicolás—. Debido a las pruebas presentes, no tendremos a Kalem como amenaza de momento, sin embargo, mediante los hombres de Daniel Roy lo tendremos vigilado hasta que amerite un cambio de perspectiva. Levanten sus manos los que estén de acuerdo—pidió Nicolás a lo que sólo unos siete brazos no se habían levantado, entre los que se encontraba Claudio y Ronaldo—. ¡Bien! ¡La reunión se da por terminada! —sentenció Nicolás.

    Uno por uno, los miembros del consejo fueron conducidos por una puerta camuflada entre los muros de piedra, al pasar allí había una escalera en forma de espiral que se debía en varios caminos, estos conducían a aleatorios pasadizos del castillo. El salón estaba casi vacío, a excepción de Juan y Nicolás. Este último permanecía ahí porque tenía la costumbre de permanecer ahí hasta haberse retirado todos. Por fracciones de segundos observó a Juan y se acercó a él.

    —¿Pasa algo, Juan? —preguntó interesado Nicolás.

    —No... —respondió—. No es nada.

    Nicolás examinó su rostro de disconformidad y se preparó para formular su siguiente oración.

    —Puedes ser honesto conmigo, Juan—informó.

    Juan lanzó un suspiro.

    —Es que... —dijo—. ¿Ricardo sabe de esto? ¿De nuestras conversaciones? ¿Es acaso él un rey y nosotros el consejo? ¿O somos un consejo gobernando ante la confusión de nuestro rey?

    Nicolás tomó aire y se sentó en una silla al lado de Juan y la ubicó frente al hombre.

    —Juan, estamos en tiempos difíciles, lamento decírtelo, pero... —Nicolás cerró sus ojos y luego los volvió a abrirlos al tiempo que inhalaba y exhalaba—. Nuestro rey es incapaz.

    Contrario a lo que Nicolás esperaba, el joven de cabellos castaños permaneció sereno.

    —¿Están buscando un nuevo rey, verdad?

    Nicolás se levantó de la silla y, sin responder nada aún, se dirigió a la salida. No sin antes girar la cabeza y observar a Juan.

    —Tienes todo el derecho del mundo a juzgar mi criterio, pero si te opones a una decisión mía, como todo hermano nuestro, tienes todo el derecho a acompañarme a la salida—le dijo a Juan, a lo que el joven contestó con un silencio indiferente—. Pero recuerda, si osas traicionar el juramento del silencio, se te castigará con la muerte—y dicho esto se marchó.
     
  20.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

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    Fantasía
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    Capítulo XII:
    “Relaciones”.

    El Coronel García seguía su camino por el Bosque Faulen que suponía un camino más corto hacia Nosferia para él y sus hombres. García no se había molestado en hablar con ellos en ningún momento, pero eso no quitó el hecho de que los observaba cuidadosamente. Uno, bien, aparentaba fuerza y resistencia; el otro, en cambio, mostraba tener una velocidad apreciable pero no contaba con las características de su compañero que carecía de velocidad. Peculiar, a decir verdad, pues es de saber que al enlistarse a la Ejército Real de la Corona Adanesa y ser asignado a una determinada división, debía saber balancear todas las características que un hombre podía emplear en la batalla: fuerza, resistencia y velocidad como icónicos ejemplares.

    No podía negar que sentía curiosidad por sus allegados, pero algo tenían que saber de combate para ser seleccionados por Juan De La Rosa como destacables soldados que formarían un grupo de rescate para la Octava División o ser asignado a una división siquiera.

    Decidió entablar plática, pero el enclenque se le adelantó.

    —El Bosque Faulen, lugar en el que habitaban los licántropos del Clan Faulen. ¿Es cierto lo que dicen? ¿Qué aquí vagan “espíritus y almas en pena”? —preguntó sarcásticamente el enclenque provocando la risa de su compañero.

    —El Clan Faulen... Hace tiempo fueron de temer para la tierra de Evanelia, eran diestros en el sigilo y en la matanza, protegían su bosque con fiereza. Pudieron haber conquistado hectáreas y hectáreas de territorio si se lo hubiesen propuesto. Una vez el Clan Worus, que habita ahora mismo en Monte Pétreo decidió tomar la fauna y flora de aquel bosque pero retrocedieron al sur. Lud’arón debió haber sido un gran guerrero y buen líder para hacer retroceder a un ejército mayor al suyo. Pero hasta día de hoy, no sé muy bien que querían esos bastardos que tenían los Faulen.

    —¿Fueron los Elegidos, verdad? Dicen que fue Cervantes el principal responsable—preguntó nuevamente el enclenque.

    —Sí... —afirmó el coronel—. Hubo un tiempo en que Cervantes fue un hombre de temer entre los que caminaban en favor a los Elegidos, pues contaba con grandes poderes. Y afirmativamente, fueron esos grandes poderes los que acabaron con Lud’arón y sus hermanos.

    —Por favor, capitán. ¿Qué tipo de poderes pudo tener un hombre? —pregunto esta vez, el hombre robusto dejando a oídos su tosca voz.

    García cerró sus ojos levemente recordando... Es una mala pasada para un hombre viejo bromear con sus recuerdos, puede atraer a los demonios de su pasado, y una vez ahí, van a torturarlo. Con tridentes y lanzas bañadas en la sangre de sus errores y sus pecados. Y una vez ahí, en ese escenario infernal, era difícil poner pies en la tierra y abrir los ojos, García era un hombre viejo pero fuerte, pero nunca lo suficiente...

    Eres mi héroe, y pronto este pueblo también lo sabrá. Me protegerás a mí y a los demás y Adanto sabrá que eres SU héroe y que expulsarás a aquellos que nos han hecho tanto daño... Te amo...”, ¡CIELO! ¡¿Qué hiciste?! ¡La mataste, desgraciado! ¡LA MATASTE!”.

    Poco a poco fue abriendo sus ojos lentamente para escuchar las voces de sus hombres.

    —Perdonen... Yo... —dijo el coronel formulando una excusa que no llegó, sólo García titubeando. Finalmente el bajo y el enclenque permanecieron callados dejando a García respirar de los demonios de su pasado...

    —Mi nombre Emiliano Paredes—dijo el alto.

    —Yo soy Diego Torres—agregó el bajo.

    Las noche tocaba fondo en la tierra de Evanelia y Adanto era parte de ella, ahí los habitantes que no pasaban su vida en burdeles o asaltar a hombres borrachos, estaban en sus respectivas viviendas disfrutando del sueño. Bueno, todos, salvo uno.

    —¡A todos...! ¡Voy a matarlos a todos...! —repetía Jonás hasta el hartazgo mientras agitaba su espada a los muñecos de entrenamiento—. ¡A TODOS! —gritó con fuerzas contra el muñeco cuando su espada fue interceptada por otra.

    —¿Necesitas un compañero? —preguntó Kalem a modo de sugerencia mientras se retiraba unos pasos atrás luego de la reciente intercepción—. De donde vengo me enseñaron a realizar combate cuerpo a cuerpo así que no soy muy bueno con las espadas pero sí, tuve la oportunidad de aprender lo básico.

    —No importa—dijo Jonás con una ligera sonrisa—. Silvio tampoco era muy bueno—informó Jonás tomando postura mientras Kalem lo imitaba.

    —Lisa me habló al respecto—le dijo a Jonás—. Parecía ser un muy buen hombre, dijo que siempre andaba contento y que era muy vivaz, es una pena...

    Dicho esto Jonás blandió su espada con fuerza, Kalem la interceptó. Salto hacia atrás, agitó su arma en forma vertical y volvió a ser interceptada.

    —Silvio era huérfano, de padre y madre. Su padre murió en una batalla en el año trescientos cinco y su madre cayó enferma poco después de que nació su hermano menor, Simón—contó Jonás—. Nunca entendí como un hombre tan desdichado podía ser tan feliz.

    Esta vez no fue Jonás el atacante, sino Kalem, que trazó líneas horizontales, diagonales y verticales de forma consecutivas, todas las cuales Jonás interceptaba hasta que asumió que había un golpe que no podía interceptar y lo esquivó para después contraatacarle. De forma que retomó su ímpetu y e hizo retroceder a Kalem hasta que ambos se separaron para mirarse el uno al otro de frente.

    —Lo correcto sería imitarle—sugirió Kalem.

    —Ojalá fuera tan fácil como decirlo—dijo Jonás echando su espada al piso y sentándose en el pasto, Kalem se acercó a él y se sentó a su lado para observar las estrellas.

    —Silvio perdió a su familia, tú nunca tuviste familia. Sin embargo... —Kalem cerró sus ojos intentando manejar sus emociones ante sus recuerdos—Yo fui odiado por mi familia—le dijo Kalem—. Era una infancia que no desearía para nadie—agregó para un Jonás impactado.

    —Entonces técnicamente nunca tuviste familia, ¿qué hiciste? —le preguntó Jonás.

    Kalem sonrió.

    —Decidí elegir mi propia familia—con estas palabras la sonrisa de Kalem tomó fuerzas y las estrellas se reflejaron en sus ojos azules—. Decidí elegir por quien daría mi vida, por quien lloraría... Decidí tener amigos, hermanos, decidí construir mi propia familia.

    Jonás se había quedado sin palabras y miró al hombre de ojos azules con la piel erizada, Kalem le devolvió la mirada con una sonrisa.

    —Silvio te eligió a ti, ¿no es así? Y tú lo elegiste a él. Los dos se complementaron el uno al otro porque algo tenían en común, algo los unió y en ese momento ambos supieron que serían hermanos. Y que sufrirían si el otro cayese, pero que se amarían mutua e incondicionalmente.

    Ante las palabras de Kalem, se formó un nudo en la garganta de Jonás y quería romperse a llorar.

    —Una vez tuve algo así con alguien pero está muerto. Así que últimamente he estado solo, sin embargo, estoy a tiempo de cambiar las cosas—dijo Kalem—. Jonás, ¿quieres ser mi amigo?

    Jonás partió a su respectiva vivienda media hora más tarde. Esa noche se había liberado de algo que atormentaba su alma desde que pisó la Ciénaga de los Exiliados, pero ahí esa noche, se había librado de todo. Silvio fue una persona importante en la vida de Jonás, todos pierden a alguien importante alguna vez en su vida y cuesta superarlo, de hecho, decir que lo superaste es decir demasiado. Pero en determinado momento, empiezas a analizar cosas y vivir con ello. Obvio, la partida de Silvio marcó una huella honda y desagradable en la vida de Jonás, no será la única pero esa vez ganó un amigo, una felicidad impresionante embargó su alma y tampoco sería la última.

    Kalem por su parte también se dirigió a descansar al castillo de los Roy, la última familia noble de Adanto. A medio camino, en una zona arbolada, se encontró ni más ni menos que con Melisa Roy.

    —No eres tan duro como quieres que creamos, ¿lo sabías? —le planteó Lisa, quien estaba recostada de brazos cruzados en un árbol.

    —Ya es suficiente con que tu padre haya mandado a tantas personas a espiarme. ¿Ahora tú? —preguntó Kalem al cabo paraba en seco su trayecto.

    —Es muy noble lo que hiciste, te concedo eso—le dijo—. De seguro Jonás lo aprecia mucho.

    —Sí, de seguro lo hace.

    —¡Deja de hacer eso! —pronunció Lisa apartándose de su posición anterior para reemplazarla por otra que representaba totalmente su estado emocional. Los brazos extendidos hacia abajo con los puños cerrados, inclinada ligeramente hacia adelante y con los pies bien puestos en la tierra.

    —¿Hacer qué?

    —¡Eso! ¿Por qué eres tan introvertido? ¿Por qué no te abres más con la gente? ¿Qué tiene de malo eso?

    —No sé de que hablas.

    —¡Sí lo sabes!

    Kalem contestó simplemente con un silencio. Lisa se enderezó, dio media vuelta muy velozmente y cruzó sus brazos.

    —Si pudieras abrirte un poco más tal vez la gente confiara más en ti.

    —Tú eres la única que me hace tantas preguntas, eres la única que no confía en mí.

    —¿Y qué hay de los espías de mi padre?

    —Tu padre confía en mí, pero se ve obligado a tomar precauciones. El consejo confía en mí y los que no lo hacen es por necedad. Tú no confías en mí por intelecto, porque estás siempre atenta. ¿Sabes? Me recuerdas a una amiga que tuve en la infancia.

    —¿No que no tuviste amigos?

    —Tuve una—dijo y se sentó en el suelo pastoso—. Su nombre era Salia Zolafar. Las familias Macbás y Zolafar son las más importantes de Nosferia y ella y yo éramos los únicos niños en el Castillo de Sangre. Solíamos pasar tiempo en los alrededores del pueblo, aventurarnos por los bosques y ella siempre se la pasaba diciéndome “¡es muy peligroso!” o “¡Ión dijo que no nos acerquemos a ese lugar!” “¡Kalem, no te vayas!”.

    —Suena como una niña muy sensata—comentó Lisa y se sentó al lado de Kalem.

    —Lo era. Tuvo razón varias veces pero lo lindo de todo es que a pesar de todo siempre me acompañó en todas mis travesuras.

    Lisa iba a preguntar por ella pero lo cierto es que era tan obvio y doloroso que lo dejó pasar, Kalem no.

    —Un día murió. Era el año doscientos noventa y cuatro y unos paladines asaltaron Nosferia, la encontraron y la mataron. No la mataron por poder, no la mataron por riqueza, por seguridad o por conveniencia. La mataron por encontrar a una niña nosferiana, alguien de la raza vampírica que no podía defenderse. La mataron por el simple placer de matar—relató un encolerizado Kalem.

    —Kalem, vamos a casa, ¿sí? —propuso Lisa a lo que Kalem terminó por acceder.

    La travesía no continuaba únicamente para Eugenio García y el dúo de caballeros del que se sabe muy poco aún, sino también para Adalía, Ión y Alord que ya habían salido hace buen rato de la Ciénaga de los Exiliados y se encontraban en algún lugar desértico que debían tomar para llegar a Aguasmuertas. Técnicamente, Aguasmuertas no está en Nosferia pero sí es alcanzado por la eterna noche que lo rodea así que sería fácil saber cuando están ahí.

    Ión iba cubierto por una manta vieja y sucia que Alord había improvisado, mientras sus acompañantes estaban cubiertos por esas capuchas que mantenían de incógnita su identidad. Ión tuvo la intención de arrojarse al piso a descansar en más de una ocasión, pero no estaba a su voluntad hacerlo, aunque quisiese parar no lo hacía. Sí, los vampiros no sienten el cansancio o por lo menos hasta un determinado esfuerzo, pero que se vayan a la mierda. Él no quería seguir con esa mierda de travesía.

    —Mi señora... —llamó Ión jadeante—. El sol se pone y me han dicho por ahí que criaturas peligrosas abundan de noche en un desierto. Lo mejor sería encontrar una caverna en la que asentarnos.

    —¡Que se presenten! —exclamó impetuosa Adalía—. No hay nada más peligroso que yo, así que te recomiendo que cuides tu lengua, rata sucia...

    Ión cerró sus ojos y esbozó una sonrisa.

    —Zolafar te ha metido ideas en la cabeza, mi señora...

    Adalía paró en seco y se acercó con furia a Ión. Lo miró con una gélida mirada penetra corazones de parte de sus ojos escarlata.

    —En primera—decía—: no soy tu señora, soy tu reina. Así que más vale que empieces a referirte hacia a mi persona como “su alteza” —esto último lo dijo pronunciándolo lentamente—. En segunda, vuelves a hablar de esa forma de tu futuro rey y te condenaré a una tortura mucho peor de la que viviste en ese pantano—declaró.

    Ión hizo lo que acostumbraba cuando Adalía usaba su boca. Cerró sus ojos y sonrió, pero esta vez, la sonrisa se convirtió en una estridente carcajada.

    —Vaya que eres necia... ¿Cómo lo sabes? —preguntó Ión entre risas.

    —¿Saber qué? —dijo Adalía con un ceja arqueada.

    —¿Cómo sabes que tu condena es peor que la locura?

    —¿A qué te refieres?

    Ión volvió a reír.

    —Tu padre, Alucard, estuvo una vez nueve días y nueve noches bajo el agua en solitario, con el peso de cadenas encantadas en sus piernas. No podía nadar o escalar, no sentía la brisa del aire, olvidó como respirar. Ya no contaba con la compañía de sus más cercanos amigos. Yo lo busqué por días consumiendo todas mis horas, minutos y segundos... Entonces lo encontré, lo encontré bajo el mar. Pero no luchaba, sólo miraba el cielo a través de las olas moviéndose constantemente. No pestañeaba, sólo quedaba mirando con una mirada gris y vacía, sin vida. Cuando lo rescaté me dijo que solamente había visto “algo”. Intenté creerle en ese entonces, pero luego entendí, lo entendí perfectamente. Él había visto algo que la cordura ocultaba celosamente, cuidándonos de ese “algo” para que nunca lo viéramos. Ese “algo” que sólo puede verlo aquel que lo ha perdido todo menos su razón, su consciencia, porque estaba destinado, sentenciado, OBLIGADO a observar ese “algo”. Eso, su alteza, es la locura.

    Adalía hizo una mueca y sin dirigirle una palabra a Ión continúo su caminata. Ión se vio obligado a imitarlo por el encantamiento o lo que sea que esté empleando Alord en él.

    —Su alteza—dijo Ión—. ¿Sigue fiándose de lo “sumamente peligrosa” que es?

    —¿A qué te refieres? —preguntó indiferente la reina hasta que intentó dar un paso más y no podía, era como si su pierna hubiese quedado apresada a las arenas. Observó hacia sus lados sin éxito. Alord, atento, se preparó para un inminente combate mientras la arena estaba cubriendo totalmente el cuerpo de Adalía—. ¡¿QUÉ MIERDA ESTÁS HACIENDO, RATA SUCIA?! ¡YO SOY TU REINA!

    —Le ruego que me perdoné, mi señora, pero mi verdadero rey está en algún lado y no logró divisarlo enfrente de mí—repuso Ión con una sonrisa—. Terra Olaqus, ¿eh? Admito que no esperaba tanto, capitán.
     
    Última edición: 18 Noviembre 2015

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