FanficsLandia Nori Norita: Role-ggaetonera (El Final Es En Donde Partí)

Prólogo: “Invitación de Liones”

InunoBancho se acomoda prolijamente su blazer, observando a la cámara luego del aviso de grabación. Detrás de ella puede verse un paisaje medieval, consistente en un castillo imponente rodeado de montañas.

—Buenas tardes, querida audiencia. Antes del show que verán a continuación, se me ha pedido hacer una breve introducción al respecto —el fondo cambia, a razón de un efecto digital, ahora la escenografía tiene tintes futuristas; hay autos voladores moviéndose entre edificios con luces de neón—. Según el célebre Bill Gates, la llegada de la computación y la consecuente masificación de la internet cambiaron radicalmente las formas de comunicación, los hábitos y el pensamiento general de toda la humanidad. Y para bien, beneficiándonos de manera inimaginable.

Nuevamente se produce otra transición, InunoBaiko empieza a caminar en una galería cuyas níveas paredes están llenas de cuadros con imágenes de hechos y personalidades reconocibles.

—Pero me cago soberanamente en lo que haya declarado Bill Gates. La popularización de la internet también tuvo una consecuencia negativa: la proliferación de personajes tragicómicos, tales como la youtuber WindyGirk, la cosplayer Momokun o los infames furros —en ese mismo momento la orientadora oteó una imagen donde se apreciaba un conjunto de fursonas en el marco del evento RainFurrest, arrugándosele la cara por el asco—. Tampoco podemos dejar de mencionar a los role-ggaetoneros, un grupo humano cuya razón de ser deja mucho que desear y que están emparentados con lo antedicho. La historia que sigue es un ejemplo idóneo para esta misma afirmación. Y a los que dejen comentarios del tipo “ok boomer”, les romperé el alma a madrazos. Están advertidos.



Acto I: “Ser role-ggaetonero es como ser un rockstar”

El crujir de los cereales azucarados era el único sonido perceptible en el comedor. PonMoke paladeaba lentamente cada generosa cucharada proveniente de su tazón de leche, mientras recorría con la mirada las novedades del día en la pantalla de su celular.
Ingenuamente creía que esa mañana sería tan amena y rutinaria como las demás, pero se equivocaba. Se sorprendió mucho al escuchar cómo su puerta cancel se venía abajo por una fuerte patada que alguien había dado para irrumpir en la comodidad de su hogar.

Unos pasos recorrieron la casa hasta apersonarse frente a él: era la Nori Norita.
El muchacho, ante aquella escena, tuvo sentimientos encontrados. Nori era alguien a quien tenía en alta estima, y por ello verla allí le era muy grato. Sin embargo, ella solía tener buenos modales, y no podía creer que fuera capaz de haber derribado su puerta de esa manera.
La niña sonrió, abrió el cierre de su chaqueta y dejó al descubierto la inscripción de su camiseta:

«I ♥ Rock & ‘Rol’»

Eso solo podía significar una cosa: Nori se había vuelto role-ggaetonera. PonMoke tragó el cereal que momentos antes estaba masticando, con la preocupación invadiéndole el rostro. Ya consideraba que esta aventura sería peor que un fanfic promedio de Wattpad.



Acto II: “It’s a long way to the top (If you wanna rock n ‘rol’)”

La desconfianza inicial fue convirtiéndose en zozobra. Los días pasaban y el pobre PonMoke estaba harto de estar leyendo historias con personajes y situaciones cuquis por coacción. Sencillamente no podía oponerse a las demandas de su amiga. Y para colmo, tenía que estar soportando las canciones de artistas mediocres como Billie Eilish o Cuco.
Norita no perdía ocasión de comentar los pormenores de sus nuevas y emocionantes experiencias.

—Las fichas de personaje, qué despropósito —la jovencita saboreaba un caramelo de fresa, a la vez que apoyaba los pies sobre la mesa, sin importarle lo más mínimo tal falta de educación—. Una se pasa toda una tarde viendo miles de ejemplos y pensando en cada detalle, hasta el más insignificante, para conseguir un concepto elaborado. La idea de dotarle a tu creación una personalidad única se torna una meta obsesiva. Todo eso para darte cuenta, a la larga, que tu esfuerzo fue algo pueril. Nadie lee las fichas de personaje —entonces Nori cayó en un silencio de impotencia.

PonMoke contuvo un bostezo inoportuno. Buscaba insistentemente una razón, cualquiera sea, que lo distrajera de ese letargo, pero en cambio tuvo un sobresalto.

—¡¡NADIE LEE LAS PUTAS FICHAS DE PERSONAJE!! ¡¡SOLO YO!! ¡¡ÚNICAMENTE YO!! ¡¡FADSFADSFSHGSK!! —la niña parecía tener la mirada perdida y llena de rabia, su pecho se dilataba y contraía intermitentemente.

El joven a su lado se alejó un poco como acto reflejo. Por fortuna, ella no tardó en tranquilizarse. Pero la suerte de PonMoke no fue para mejor. Esa tarde lo obligaron a ver “el mejor animé del momento”, según las palabras de la propia Norita: Beastars.
Una porquería aburridísima. Él se quedó dormido durante los primeros siete minutos del episodio inicial, por lo que Nori Norita aprovechó para vaciarle la heladera.



Acto III: “No preguntes sobre mis negocios, PonMokín”

PonMoke había perdido completamente la percepción sobre sí mismo. Solo le quedaba sentir, no sin cierta angustia, cómo sus preferencias y gustos iban perdiendo su color, siendo reemplazados por otros. Quería escapar de eso. Quería gritar que detestaba profundamente las obras de autores cuestionables como John Green o Suzanne Collins.
Las preocupaciones que lo atenazaban eran tan intensas, que empezaba a tener pesadillas sobre dados, personajes con un carácter plano y ese youtuber insufrible, Logan Paul.


La Nori Norita tenía toda la culpa, ella y sus manías de influenciar a la gente con sus ocurrencias apasionadas. Su amiga no podía contener tales inquietudes, y él tampoco podía menospreciarlas a la primera.
Una mañana, el muchacho se despertó con una desagradable sensación. Sintió una humedad inusitada que se extendía sobre su cama, entre los cobertores. Sus manos palparon la superficie del colchón, para luego ser examinadas y percatarse de que la sustancia era de color rojizo. Su corazón latía aceleradamente, su frente se perló de inmediato.

Era sangre, estaba muy claro. Siguió el rastro del líquido carmesí, hasta darse cuenta de un gran bulto que se hallaba a sus pies. Corrió el cobertor y vio la cabeza cercenada de un caballo. El animal tenía los ojos en blanco y su lengua oscura sobresalía mortecinamente desde sus fauces. Pero esa visión aborrecible no lo asustó. Lo que verdaderamente impactó a PonMoke fue un fanart de los personajes principales del juego Doki Doki Literature Club. Se estremeció súbitamente y lanzó un grito de horror.

«AAAAAAAAAAAAAAA»

El muchacho se pasó el resto del día reflexionando sobre cómo podía ser posible que un videojuego cutre como ese se volviera popular. También elucubró puntillosamente sobre el hecho de que una role-ggaetonera incipiente pudiese ser capaz de referenciar tan ingeniosamente a la saga de El Padrino, tal cosa le pareció sencillamente inconcebible.



Acto IV: “El PonMoke huía a través del desierto y la pequeña role-ggaetonera iba en pos de él”

El planteárselo al principio fue como una idea descabellada, pero no tardó mucho en considerarlo lógico. Se acercó a la ventanilla con un aire de desesperación, como quien está a punto de tener un colapso nervioso. PonMoke se encontraba tembloroso y le sudaban las manos.

—Por favor, quiero comprar un boleto —miraba hacia un lado y otro, parecía sufrir de delirios de persecución—. Necesito viajar, no me importa el destino. No me importan las escalas. Cuanto más lejos, mejor. Debo viajar ahora, en serio es urgente.

La mujer del otro lado del cristal le tuvo lástima. Tecleó un par de veces, buscando las salidas más próximas en relación al horario actual. Al cabo de unos minutos que para él fueron eternos, ella levantó la mirada para comunicar los resultados. El gesto en su semblante no era muy alentador que digamos.

—El siguiente vuelo es hacia las Islas Galápagos, pero el avión despegará en unos veinte minutos, joven —declaró, y estuvo a punto de chequear otro resultado, pero él no la dejó.

—¡Tomaré ese vuelo! Deme un boleto, se lo ruego —el chico estaba por arrodillarse para puntualizar su creciente estado de impaciencia—. No se imagina… no tiene idea de cuánto necesito irme de aquí. Es como que no soy el mismo, ella me está volviendo loco, ¡parezco un demente! I mean, ya no me comporto como antes. Puede ser que suene tonto, idk. Pero es la verdad. Really, esto me está destruyendo por dentro. Es exasperante, you know.

PonMoke acababa de descubrir que estaba empleando ese slang ridículo casi por inercia. Esa era la gota que había rebalsado el vaso. Perdió la cordura, se llevó ambas manos a la cabeza y se frotó el cabello rápidamente, una y otra vez. Hasta empezó a golpear su frente contra el vidrio que estaba delante de él, tratando de deshacerse de esa costumbre malsana. La mujer llamó a seguridad por su micrófono, y dos hombres no demoraron en llegar a fin de encargarse de aquel alborotador.
No fue difícil para ellos identificarlo, llevaba una camiseta con la imagen de La Casa de Papel, después de todo. Una característica propia de un indeseable, era obvio.



Acto V: “El final es en donde partí”

El pobre PonMoke no pudo hallar consuelo. La Nori Norita lo arrastraba sin piedad hasta arrojarlo al centro de una espiral desenfrenada, yendo cuesta abajo a una velocidad vertiginosa. La amargura terminó por consumirlo, nunca podría recuperarse. Las consecuencias fueron inequívocamente irreversibles.
El muchacho se había convertido en un ser vacío, con pensamientos genéricos e ideas acartonadas. Usaba con frecuencia la aplicación TikTok y apoyaba fielmente a influencers patéticos, como Belle Delphine o Chaoko.

A la encantadora Nori Norita, por el contrario, se le pasó las ganas de ser role-ggaetonera apenas transcurridas unas dos o tres semanas, fiel a su actitud hiperactiva. Ahora se le dio por disfrutar de fanfics eróticos sobre Patana y Guaripolo, “el favorito de los niños de 31 Minutos”.
Además de dedicarse de lleno al contrabando de alcohol etílico y papel higiénico, una actividad francamente rentable dados los tiempos que corren. Debido a su eficiencia en el crimen sindicalizado, se ganó el mote de “La Patroncita”, al ser comparada con el capo mafia Pablo Escobar.

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