En un camastro desvencijado, Joel jugaba con un roído antifaz. Era el último vestigio de una noche que igualaba a todos, el recuerdo de una anhelada vida ficticia. Todo a su alrededor lo devolvía cruelmente a su cruda realidad; el papel ajado de las paredes mohosas, el mugriento suelo de baldosas desiguales, el deteriorado espejo sobre el oxidado lavabo, el goteo incesante de un grifo cansado... En su vieja casa del barrio judío veneciano, testigo de su infancia y ahora dueña de su vida, guarida de sus lamentos, Joel se refugiaba del pesimismo sombrío que lo embargaba. Se tumbó sobre aquella cama de sonido lastimero y recordó la imagen de aquella chica de elegante antifaz, purpúreo y llamativo. Aquella sonrisa de ángel había bailado con él la noche pasada, donde todo eran máscaras y todo el mundo jugaba a ser quien no era. Se miraron a los ojos en un eterno segundo, atrapados por la magia del momento, y el temió que ella descubriera en su mirada que estaba nadando en un mar que no le pertenece, viajando en un mundo que no es el suyo. Huyó. Quiso dejar atras las luces, los fuegos artificiales, la alegría desenfrenada del gentío junto al Puente Rialto, las góndolas iluminando el Gran Canal...quiso huir de todo aquello y refugiarse en su camastro polvoriento y aislado, y llorar por un mundo lleno de clases sociales y peldaños imposibles de escalar para un joven criado en la pobreza. Atrapado por el recuerdo de su sonrisa, Joel deseó que siempre fuera carnaval para vivir su vida ficticia que sólo duraba una semana al año... Mientras, en una casa perdida en un callejón del mismo barrio, Esther guardaba el antifaz de color púrpura que una señora rica le había regalado cuando era pequeña y pedía limosna junto a su madre en las húmedas calles venecianas. Se acordó del chico de roído antifaz y mirada humilde con el que bailó anoche y se maldijo por seguir creyendo en cuentos de hadas y príncipes azules. Los príncipes en la vida real salen huyendo cuando se dan cuenta que la chica no es de su clase social y que sólo pretende vivir una vida ficticia durante el carnaval...
Me he emocionado mucho con tu escrito, una vista distinta de una típica historia de cuento de hadas. Mas apegada a una realidad donde ante los ojos de la sociedad siempre va a haber clases sociales y donde el mundo tiene que ser dividido por esta clase de trivialidades absurdas, en vez de mirar más a fondo para encontrarse con algo más bello que una clase social. La forma en la que lo relatas es hermosa, como describiste las sensaciones del momento en otro, como lo bello también tenía su gota de tristeza y el final, fue lo mas impresionante de todo, pues ambos guiados por ilusiones de etiquetas no han visto que el mundo es un pañuelo, un pañuelo bastante melancólico diría. Esa diferencia en el final le dio mucho toque de originalidad a lo que relatas y muy en el fondo contiene algo más: débilmente se ve una reflexión bastante cruda y cierta. No he visto detalles, y no pediría más extensión, en tan pocas palabras has sido muy claro, e incluso ha quedado precioso. Hay, que se me sale una lágrima con esto. ¡Te felicito! Saludos~
Muchas gracias, cuando alguien lee tus escritos y describe precisamente lo que has querido transmitir, dan más ganas de seguir contando historias Intentaremos seguir creando historias diferentes y finales inesperados