Noche sin estrellas

[Actividad] Sentimientos melodiosos

Canción: Talking to the moon
Intérprete: Bruno Mars
Nota del autor: No hay nombres ni nada de eso, sólo el joven y la muchacha. (Perdonen mi poca imaginación y sensibilidad)

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Noche sin estrellas​

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El ulular del viento se incrementaba poco a poco, las hojas de los árboles rebosantes de vida se agitaban aceleradamente, su vestido se oleaba con el soplar del viento junto con su cabello.

El humo de su cigarrillo salía por sus fosas nasales y boca mientras su mano trataba de acomodar su cabello revuelto por el tibio pero fuerte viento.

A pesar del viento el sol le elevaba en lo más alto del cielo, irguiéndose presumida y orgullosamente, pequeños rayos de luz lamían su blanca piel descubierta.

Una sonrisa se alojó en sus labios al divisar su figura en medio de la calle.

El tiempo transcurrió entre risas y besos faltos de castidad, la tarde comenzó a llegar poco a poco llegando al momento de decir adiós.


–¿Te acompaño a tu casa? —preguntó el joven.


—Gracias pero hoy no. —respondió con una sonrisa en su cara.

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El espejo yacía en el suelo hecho mil pedazos.

Un hilo de sangre resbaló por su mano, poco a poco el hilo comenzó a caer en gotas en su zapato de gamuza negra, apretó más fuerte su puño. Entre pedazos rotos del espejo logró divisar su rostro…

Jamás se lo perdonaría, nunca, siempre cargaría con ese peso sobre su consciencia.

Bajó las escaleras con el dolor en su corazón, con sus manos temblando y una de ellas sangrando.


—¿¡Qué te pasó!? —Interrogó preocupada la madre de ella —Déjame ver…


Se acercó a ella tembloroso, culpable. Dejó que sus manos curasen su herida y pronto estuvo listo.


—Perdón —susurró entre lágrimas.


—No fue tu culpa cariño, esas cosas pasan —respondió con la voz agrietada.


—Yo no quería que su hija…—no pudo terminar la frase.


—Calla cariño –contestó abrazándolo. —No nos atormentemos más.


A diferencia de otros días, el sol se escondió detrás de los nubarrones negros, dejando a todos en la oscuridad.

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Antes de que cruzara la avenida le robo un beso y la dejó ir.

En el pequeño transcurso de su abrir y cerrar de ojos la tragedia estaba hecha: la sangre escurría manchando el piso, enmarcando la redondez de su cabeza, había sido atropellada.

Gritos, llanto, suplicas se escuchaban a lo largo y ancho de la avenida: el amor de su vida moría en sus brazos y nadie pude hacer algo para salvarla, nadie, ni siquiera el amor.

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Todo había acabado.

El mundo se le estaba cayendo encima pero al tiempo no le importó, siguió su curso natural.

Prendió el encendedor y puso el cigarrillo sobre sus labios embriagándose de nicotina, dejando de sentir ese sabor amargo al pasar saliva.

Uno, dos, tres, sabrá él cuantos cigarrillos fumó en esa noche porque ninguno pudo lograr que la olvidara.


—Te amo. —dijo en voz baja, cubierto por la luz de la luna.


Dejó caer su consumido cigarro y lo aplastó la colilla con la punta de su zapato de gamuza.

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