Noche de Lobos

El joven empresario, esposo y padre de veinticuatro años, Magnus, regresa a casa luego de un largo día de trabajo, que desearía no hubiera ocurrido. No le gusta dejar que su esposa cuide ella sola a su hijo de tan solo un mes y medio de edad, no es que no confíe en ella, al contrario, es porque ella se esfuerza de más y termina exhausta.


Va pensando que, si el bebé está tranquilo o durmiendo, podría llegar a jugar ese nuevo juego que lo tiene a él, y a su esposa por igual, muy enviciado, el cual trata sobre la paradisíaca vida en una isla tropical, dirigida por un mapache capitalista. Hace poco pudo conseguir a un personaje con el mismo nombre que su esposa, Alice, una koala. Y ahora intentará conseguir al toro que se llama igual que su bebé, Angus, o ese es el plan al menos.


En cuanto llega a casa, encuentra a la prima adolescente de su esposa, Mana.

—¡Ali, ya llegó Magnus! —grita la joven.

—Oh, me alegra llegaras, amor —saluda Alice, llegando a recibirlo —. Te esperábamos para que cuidaras a Angus mientras voy a la tienda con Mana. Tenemos visitas y necesito comprar mucha comida.

—¿Quién nos visita? —cuestiona él, interesado en saberlo.

—Son unos amigos que no veíamos hace meses. Sé que te alegrará verlos de nuevo —dice su esposa, sonriendo.

—Eso me da aún más curiosidad.

—Mejor nos vamos yendo, Mana —dice la joven mujer, mirando el reloj en su muñeca —. Angus duerme en nuestro cuarto, lo acabo de dormir hace como diez minutos.

—Está bien —dice él, aún preguntándose quién podría estar de visita.


Las dos chicas salen juntas, dejando a Magnus solo con las visitas y el bebé. Va hacia la sala, donde el relleno del sofá comienza a salir despedido en todas direcciones. Sobre el mismo, se encuentra una elegante loba que es mucho más grande que él, y eso tomando en cuenta que él es bastante alto, la cual destroza el sofá con sus enormes fauces y garras. Por su agraciada figura, orejas puntiagudas y hocico angosto, reconoce a la loba como Delta, una de los tres lobos que conoce desde que eran cachorros, y que han sido parte familia para él y Alice.

—Hola, Delta —saluda él. La can detiene su inclemente ataque hacia el indefenso sofá, ladra al ver a Magnus, mueve la cola rápidamente, haciendo ver que está feliz de verlo —. Me alegra verte de nuevo. Y veo que estás igual de traviesa que siempre.


Delta continúa destruyendo el sofá.

—Te detendría, pero detesto ese sofá. Alice lo eligió y la verdad nunca me ha gustado. Si lo destruyes, no quedará de otra que comprar nuevos muebles. Ya que estás en eso, aquel de allá es parte de un juego de dos con este, así que si pudieras destruirlo también, estaría agradecido. —La loba levanta la mirada hacia el otro sofá, moviendo la cola por la ansiedad de irlo a destruir —. Y como último favor, ¿ves ese cuadro de allá? —la can vuelve la cabeza hacia el cuadro que le señala el chico —. Si “accidentalmente” lo rasguñaras, no sería una tragedia. Fue un regalo de bodas, pero la verdad, nunca entenderé quién puede pensar que una enorme pintura de un payaso triste podría ser un regalo aceptable.


Magnus va en busca de los otros dos lobos. Está convencido que los tres deben estar aquí, ya que ese trío de hermanos jamás se separa por nada. Entra en la cocina, sabiendo que ahí al menos encontraría a uno de los canes. Y efectivamente, el menor de los hermanos se encuentra ahí, mirando el refrigerador, como si acechara a una presa. Es tan grande como su hermana, pero mucho más relleno y con grandes cachetes.

—Hola, Épsilon, veo que tienes hambre, como siempre. Alice anda comprando la comida para la cena, que supongo es un montón de carne. Espera un poco más para que podamos cenar todos.


El lobo comienza a chillar, con las orejas hacia abajo y una mirada suplicante.

—Bien, pero solo un bocado pequeño. —Abre el refrigerador, saca un pollo entero y lo coloca frente al lobo —. Esto debería llenarte hasta la hora de la cena.


Con un lobo faltante, se comienza a preguntar dónde podría estar este metido. Una idea lo inquieta, y corre hacia el cuarto principal, donde duerme el bebé. Y tal y como temía, el tercer hermano se encuentra gruñéndole ferozmente al bebé, aunque el pequeño está tan profundamente dormido que esos amenazantes gruñidos no lo despiertan.


De los tres hermanos lobos, Gamma es el más peligroso. Le gusta meterse en peleas cada vez que tiene la oportunidad, y es más que capaz de vencer a sus dos hermanos al mismo tiempo sin sudar una sola gota. Tiene varias cicatrices en el cuerpo y cara, con orejas angostas y llenas de cortes, su cuerpo es bastante corpulento, sin mencionar que es el más grande de los tres.

—¡Gamma! —reprende Magnus con firmeza, tratando de distraerlo. El lobo ignora por completo el llamado y continúa gruñéndole al indefenso niño —. ¡Gamma!


El lobo finalmente nota al humano, y le comienza a gruñir con mucho más enojo que antes. Muestra sus enormes colmillos en un intento de intimidar a Magnus. Pero este, lejos de retroceder, avanza un par de pasos, sacando pecho y levantando los hombros.

—Gamma, abajo —ordena, frunciendo el ceño. El can retrocede un paso, pero no cambia su actitud desafiante —. Abajo, ahora mismo. —Esta vez, la orden la da con todavía más fuerza y aparentando una mayor autoridad.


El lobo se rinde y se echa, mostrando la barriga. Magnus se la acaricia y va de inmediato a revisar al pequeño niño en la cuna. Continúa bien dormido, como si nada hubiera ocurrido a su alrededor.

—Gamma, ven a verlo. —El lobo se levanta y se asoma por encima de la cuna, mirando fijamente al pequeño humano que descansa en ella —. Este es mi hijo, es el miembro más nuevo de la jauría, ¿lo entiendes? —El lobo le presta atención a lo que dice —. Ustedes tres son como los hermanos mayores de él. Tienen que cuidarlo mucho, ¿entendiste?


Gamma ladra una vez, dando a entender que lo comprendió y que está de acuerdo con eso. El ladrido acaba por despertar al pequeño Angus, quien suelta en llanto de inmediato.

—Ya, pequeño, ya, ya. —Comienza a arrullarlo, con Gamma aullando levemente —. No entiendo una cosa, mi bebito, ¿el lobo te gruñe durante quién sabe cuánto tiempo, y tú como si nada, pero ladra una vez y lloras como si se acabara el mundo?


Luego de varios minutos, que le toma a Magnus calmarlo, lleva al bebé a la sala, en un moisés, con el gran lobo siguiéndolos de cerca. Cuando llega a la sala, ve que ya los dos sofás están completamente destruidos, pero el cuadro está intacto. Deja el moisés un momento en el suelo, saca una navaja suiza de su bolsillo y le hace cuatro largos cortes a la pintura.


Luego de ese acto de auto vandalismo, se sienta sobre los restos del sofá más largo, con Angus a su lado. Enciende la consola de videojuego y comienza a jugar.


Cuando Alice y Mana vuelven de la tienda, encuentran la sala en ruinas. Los dos sofás destruidos, un valioso cuadro con un zarpazo, un jarrón destrozado y marcas de colmillos en la alfombra. Magnus se encuentra jugando, con Angus, Delta y Épsilon prestando atención al televisor, todos estos muy concentrados en los llamativos personajes del juego. Gamma, por su parte, hace guardia al lado del bebé, tomando muy en serio su papel como hermano mayor protector.

—¿Qué pasó aquí? —cuestiona Alice, horrorizada del desastre.

—Bueno, lo intenté, en serio que sí, pero no pude conseguir al personaje que se llama igual que nuestro bebé. Nos tendremos que conformar con este oso de peluche que habla —explica él.

—¿Qué? No me refería al juego, hablo de la sala, ¿qué pasó aquí?

—Tuvimos una fiesta salvaje, Angus estaba muy violento y los lobos trataron de detenerlo, pero no pudieron salvar los muebles, ni el cuadro aquel del payaso —explica Magnus, sonriendo.

—¿Qué? —pregunta su esposa, comenzando a enojarse.

—Ya sabes como se porta este trío. Me parece que no hicieron tantos destrozos como otras veces. Por cierto, ¿quién los trajo? —cuestiona él.

—Yo los traje —confiesa Mana —. Quería que conocieran al bebé —dice, aguantando la risa. Ella sabía perfectamente que algo como esto ocurriría, y hasta quizás que se desharían del usurpador del cariño de su prima, el terrible y malévolo Angus.

—Debe haber sido una imagen muy cómica, una chica tan baja de estatura como tú, llevando a estos tres enormes lobos por la calle —se ríe Magnus.

—¡Qué cómica ni que nada! —grita Alice, asustando al bebé. Los tres lobos se ocultan tras Magnus, dejando al descubierto mucho de sus enormes cuerpos.

—No grites así, asustas al bebé —dice él, arrullando al niño. Los tres lobos aúllan al unísono, ayudándolo —. Además, son solo cosas materiales, podemos comprar nuevos sofás. Mañana mismo vamos al centro comercial a comprar nuevos. Y podemos poner otra cosa en lugar de ese cuadro.

—Es cierto —acepta Alice, tomando al bebé para arrullarlo ella —. Son solo cosas. Por suerte mi bebito guapo y precioso está bien.

—Ese cuadro de payaso siempre se me hizo horrible —menciona Mana.

—Igual a mí —dicen Alice y Magnus a la vez. Se ríen al darse cuenta que a ninguno le gustaba el cuadro, y lo tenían ahí colgado, pensando que al otro le agradaba.

—Bueno, es momento de cenar —dice la más joven —. Tenemos veinticuatro kilos de carne de res para los lobos y pollo frito para nosotros.


Esa noche, cenan sobre los restos de los sofás, comiendo frente al televisor. Magnus se encarga de regresar a los lobos a su propio hogar en cuanto amanece.