One-shot Noche de Halloween [Katrina x Rachel | BTOOOM!]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Hygge, 3 Noviembre 2019.

  1.  
    Hygge

    Hygge Game Master

    Acuario
    Miembro desde:
    17 Junio 2013
    Mensajes:
    14,207
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Noche de Halloween [Katrina x Rachel | BTOOOM!]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3464
    Esto debería haberlo escrito para el 31 pero la vida me pudo y shoro ;_; Aún así Yáahl here you are cutie, no podía no hacer un especial de Halloween después de compartir avas todo el mes <3

    They are so gays for each other and you can't convince me otherwise!






    —¡Muchas gracias, señora Weyler! ¡Que pase una buena noche!


    Rachel cerró el portón del hogar con delicadeza, recargándose con cuidado sobre el mismo y tomó una bocanada de aire cuando se supo completamente sola, llenando sus pulmones del frescor y del tenue aroma a dulce que desprendían las calles aquella hermosa noche de Halloween. Había necesitado armarse de valor para llamar a las casas ajenas y tratar con desconocidos, pero su respiración se fue sosegando a medida que comprendió que no era tan difícil como creyó en un principio. Se permitió cerrar los ojos durante escasos segundos, y a sus oídos llegaron de nuevo los gritos y las risas de multitud de niños, ataviados en disfraces de lo más variopintos que en lugar de asustarla, suscitaron en ella un sentimiento de júbilo que llenó de calidez su pecho. Extendió la palma de su mano, donde reposaban tres solitarios dulces, y los introdujo en el interior de la pequeña calabaza de plástico que portaba en su mano libre.


    El sonido hueco que llegó hasta sus oídos captó la atención de alguien más.


    —¿Y bien? —Rachel se volvió hacia el origen de aquella voz, y su mirada se cruzó con los preciosos ojos dispares de la joven que caminaba hacia ella con calma. Apartó el cigarillo de sus labios, permitiéndose lanzar una pregunta al aire camuflada entre el humo—. ¿Cómo ha ido esta vez?


    La chiquilla de cabello dorado abrazó la calabaza contra su pecho, apartándose del portón para ir hacia su encuentro. El gracioso sombrero negro que reposaba sobre su cabeza se tambaleó y Katrina creyó que acabaría echando a volar en cualquier momento.


    —¡Conseguí tres dulces! Al menos es más de lo que logré hasta ahora —de sus labios brotó una risa fresca, tranquilizadora como toda ella, y alzó sus hombros sin darle mayor importancia—. ¿Te he hecho esperar mucho, Kat?


    —No realmente —dio una última calada al cigarrillo antes de apagarlo por completo. Se detuvo frente a ella y ajustó el sombrero de bruja sobre su cabeza, colocando los pliegues doblados en su lugar con el cariño y la dedicación de una madre—. Quizás si cambiamos de barrio tengas más suerte, por aquí ya han pasado muchos grupos de niños antes.


    —Esa es una gran idea —asintió con vehemencia, emocionada ante la sola idea de conseguir más dulces, y reanudó la marcha calle abajo bajo la atenta mirada de la mayor, quien apenas acababa de llegar a su encuentro—. ¡Vamos allá!


    Y una vez más en lo que llevaban de noche, la joven volvía a quedarse atrás.


    Katrina suspiró, alzando la mirada hacia el extenso cielo estrellado antes de comenzar a seguir sus pasos, con una sonrisa enternecida asomando en sus labios. Lo cierto era que apenas se reconocía a sí misma; tantos años evitando aquella festividad, para encontrarse ahora tratando de alcanzar el ritmo que aquella chiquilla de sonrisa encantadora y aroma a flores silvestres había marcado sin apenas darse cuenta.


    No supo discernir en qué momento había aceptado su propuesta de acompañarla a pedir dulces, después una enorme insistencia por su parte, ni por qué razón lo había acabado haciendo, pero allí estaba. Siendo incapaz de decirle que no a una jovencita tan inocente e ingenua como lo era ella. Se vio a sí misma observándola destellar bajo las luces de las farolas como la estrella más brillante de la noche, correteando entre los niños como uno más, su vestido negro meciéndose con la fresca brisa nocturna. Contemplar aquella hermosa estampa hacía que todas sus dudas e inquietudes se esfumasen, dejando en su lugar una tranquilidad que le resultaba tan ajena.


    El corazón le dio un vuelco en el pecho al notar cómo giraba sobre sus pasos, clavando su mirada azul ahora en ella. Aquella mirada paciente y sumisa que desataba tantas emociones desconocidas hasta ahora para Katrina.


    Nunca era consciente del tiempo que pasaba observándola.


    —Lo sé, es un disfraz ridículo, ¿no es así? —la joven detuvo sus pasos, un par de metros por delante de ella, malinterpretando quizás su mirada. Colocó un mechón de cabello rebelde tras su oreja, apartando la vista algo avergonzada. No alcanzó a ver cómo su acompañante fruncía el ceño ante sus palabras—. No tenía nada mejor en casa y creí que disfrazarme de bruja sería lo más fácil. Qué tontería, ¿verdad?


    >>Quizás ya sea algo mayor para estas...


    Pero Katrina no le permitió seguir hablando. Antes de poder percatarse de ello había alcanzado sus pasos, resuelta, y la acercó hacia sí para estampar un beso sobre su frente, entre su flequillo dorado, enmudeciéndola en el acto. Rachel sostuvo con torpeza su sombrero, tambaleándose ligeramente, y sintió un suave rubor teñir sus níveas mejillas. Toda la inseguridad y el temor que se arremolinaban en su pecho se desvanecieron sin dejar rastro. El tacto de los labios de la mayor sobre su frente se había sentido cálido, muy cálido, y se sorprendió al notar su corazón acelerarse con aquel simple gesto.


    Estando tan cerca, ¿Katrina podría llegar a escucharlo?


    —A ti nada te queda ridículo, muñeca tonta —bufó, sin apenas ser consciente de las palabras que escapaban sin permiso de su boca. Rachel abrió los ojos, apartándose ligeramente de ella, pero se tranquilizó al notar cómo la mayor suavizaba su expresión al percatarse de ello. No era un regaño, lo supo cuando notó el color subir por su rostro al comprender el significado de sus propias palabras.


    Fue demasiado tarde cuando Katrina sintió que la menor la atravesaba con la mirada, iluminada por el creciente interés y la curiosidad que parecía despertar siempre en ella.


    ¿Qué tenía Katrina que la hacía tan especial a sus ojos? Aquella pregunta solía rondar por su cabeza, y ni siquiera la chiquilla parecía ser consciente de ello. Quizás era su heterocromía, aquellos orbes felinos que tanto habían llamado su atención desde la primera vez que los vio brillar, y que hicieron que ahogase una exclamación de asombro cuando le devolvieron la mirada. Quizás era su cabello, teñido de oscuro y decorado con aquellas mechas rojas que tan especiales le parecían, y que ella jamás reuniría el valor para hacérselas en su lugar. O quizás era el hecho de cómo la miraba y cuidaba, como si fuese una muñeca de la más fina porcelana que podría fracturarse con el más mínimo golpe. Tan solo sabía que no había nadie en el mundo que le generase la misma seguridad y confianza que Katrina le brindaba con su sola presencia.


    ¿Qué pensaría la mayor si le dijera que nunca antes había reunido el valor para ir a pedir dulces por culpa de su timidez? ¿Que agradecía con todo su corazón que estuviese allí, siguiendo sus pasos allá por donde iba, a pesar de saber que prefería estar en otro lugar? ¿Que nunca alcanzaría a poder agradecerle todo lo que hacía por ella?


    Movida por un arranque de valentía ajena en ella, como solo aquella que la presencia de Katrina le brindaba, se adelantó un par de pasos hasta detener su avance por completo. La mayor entreabrió los labios, confusa, pero las palabras fueron arrastradas por el viento y sustituidas por una pregunta en su lugar.


    —¿Acabas de hacerme un cumplido, Katrina Akaisa? —murmuró, con un tinte de diversión adornando su dulce voz. Se inclinó sobre sus pies, peligrosamente cerca de su rostro, pero apenas pareció darse cuenta de ello. Sus miradas se cruzaron, reflejándose la una en los ojos de la otra y Katrina contuvo la respiración, abrumada por la calidez y el suave aroma a jazmín que llegó hasta ella.


    Los gritos de unos niños a su lado les hicieron volver a la realidad tras segundos que se sintieron eternos. La mayor notó el calor subirle al rostro con violencia y tan solo atinó a bajarle el sombrero hasta cubrir sus ojos, reanudando una vez más la marcha al verse libre de aquella profunda mirada azul, que tanto la abstraía de la realidad.


    —¡Oye! —se quejó, apartando el accesorio de su rostro con rapidez antes de seguirla con la mirada.


    —Puedes tomarlo como prefieras —fue todo cuanto dijo, pero aquello pareció ser suficiente para Rachel. Dibujó una sonrisa victoriosa en sus labios antes de echar a correr hasta alcanzar sus pasos.


    Caminaron bajo la luz de las estrellas y la fresca brisa de la noche, acompañadas por las melodiosas voces de los niños y los adultos que mantenían vivas las calles con el mejor espíritu de Halloween. Las hojas de los árboles que aún permanecían entre sus ramas se mecían con el vaivén del viento, generando una atmósfera de paz únicamente opacada por el murmullo de la ciudad insomne. Sus ojos se pasearon entre las casas con admiración, decoradas con hermosas luces y distintivos de aquellas fechas tan señaladas, sorprendiéndose con cada elemento que parecía escapar a su comprensión. Se vio a sí misma compartiendo la alegría de los más pequeños al conseguir sus primeros dulces, y la diversión de aquellos que conseguían darle un buen susto a los más rudos de cada grupo.


    De vez en cuando se giraba hacia Katrina con disimulo, buscando comprobar si se sentía incómoda entre el gentío, y la guiaba con excusas pobres entre calles desiertas y atajos desconocidos por la mayoría, donde no tuviese que lidiar con congregaciones de personas demasiado agobiantes para ella.


    —Siento haber insistido tanto en que vinieses, Kat —dejó escapar al fin, notando el perpetuo ceño fruncido de su acompañante al abrirse paso entre un grupo de jóvenes con cierta dificultad. La tomó de la mano al temer que acabase perdiéndola de vista, acariciando el dorso de la misma mientras pedía con amabilidad al resto que se apartase, intentando transmitirle la calma que necesitaba en aquel instante—. Puedes volver a casa si quieres. Yo acabaré enseguida, ¿sí?


    A pesar de no estar acostumbrada a aquel tipo de gestos, la mayor fue incapaz de hacerse a un lado. En su lugar acomodó el agarre y apretó su mano con suavidad. Pidiéndole en silencio que no la soltase al ser su única fuente de tranquilidad en medio de aquel mar embravecido, que tan solo le provocaba ansiedad. Y sin mediar palabra alguna, supo que Rachel comprendió el mensaje al dirigirle una sonrisa como toda respuesta.


    El tumulto quedó atrás cuando sus manos se soltaron, pero ninguna se separó de la otra durante el resto de la caminata.


    —Cariño, no voy a dejar que vuelvas a casa sola —sentenció cuando se supo libre del gentío, introduciendo las manos en los bolsillos de su chaqueta negra ante la atenta mirada de la menor—. Y no, no vas a hacer que cambie de idea.


    Rachel arrugó la nariz, colocando los brazos en jarra ante aquella repentina respuesta.


    —Oh, vamos… Estoy cerca de casa, Kat. ¡No me pasará nada! —exclamó entonces, intentando sonar convincente, pero Katrina negó con la cabeza. Tan tozuda como ella sola—. Entonces yo tampoco dejaré que te vayas sola.


    —Yo tengo más soltura para vagar por las calles, Rach, no tienes por qué preocuparte —la rebatió, buscando entre sus bolsillos la cajetilla de cigarillos para abrir uno más—. Estoy acostumbrada. Las chicas que huelen a humo lo están.


    —¡Pero yo también quiero cuidarte! —dejó escapar casi sin pensarlo, haciendo un mohín que pareció divertir a la mayor, quien soltó una risa genuina por la nariz—. ¿Por qué nunca me dejas hacerlo? No es justo.


    —¿Pero qué dices? ¡Si has sido tú la que querías que volviese a casa! —exclamó, contagiada por la emoción que desprendía la rubia, su rostro amenazando con hacer un mohín como ella.


    —¡Pues lo retiro! ¡Déjame retirarlo!


    Ambas se sostuvieron la mirada, en una batalla por ver quién fruncía más el ceño que Rachel estaba claramente destinada a perder, y al cabo de unos segundos toda la tensión del momento acabó convirtiéndose en una melodiosa carcajada que compartieron al unísono. Tan inmersas habían estado en aquella conversación que apenas se percataron de que habían llegado a su destino. La chiquilla se secó las lágrimas de los ojos y le dirigió una amplia sonrisa a la mayor que no tardó en corresponder, surgida desde lo más profundo de sí misma.


    —Bien, veamos si esta vez tengo más suerte —tomó una bocanada de aire, dirigiéndose con lentitud hacia la puerta de la nueva casa a la que habían llegado. Se volvió sobre sus pasos una última vez, alzando una mano hacia Katrina—. ¡Deséame suerte!


    —Lo harás bien, como siempre —respondió, agitando suavemente su mano mientras la seguía con la mirada, hasta que se perdió de vista tras el portón.


    Los alrededores parecieron quedar desiertos y aprovechando aquel breve momento de paz se dejó caer sobre el bordillo de la acera, soltando un pequeño suspiro que había estado conteniendo hasta entonces. Perseguir a Rachel entre casa y casa era una tarea agotadora, sí, pero cuando volvía a estar a solas con sus pensamientos se daba cuenta de lo extrañamente feliz que se sentía al hacerlo. Y no comprender el origen de aquel sentimiento la asustaba en cierta medida.


    Agitó su cabeza, dejando a un lado sus inquietudes para distraerse con el teléfono hasta que la rubia acabase de pedir dulces, y tan distraída pareció estar que no notó cómo una pequeña figura se deslizaba hacia donde se encontraba, asomándose por sobre su hombro para observarla con ojo crítico.


    Contuvo una exclamación ahogada al toparse con dos ojillos curiosos que la miraban fijamente, y al apartarse notó al fin que se trataba de un niño de no más de diez años, disfrazado aparentemente de fantasma. Se llevó una mano al mentón ante su reacción, reflexivo.


    —Uhm, creo que es el disfraz de vampiro más extraño que he visto hasta ahora —comentó, con cierta decepción en su voz. Dio media vuelta hasta colocarse frente a Katrina, quien frunció el ceño ante aquella repentina intromisión—. Aunque es la primera vez que veo esas lentillas, normalmente se suelen poner de color rojo. Supongo que es original.


    —¿De dónde demonios has…? —quiso saber, buscando con la mirada por los alrededores a sus padres o a cualquier grupo de niños al que perteneciese. Pero la realidad era que solo estaban ellos dos bajo la atenta mirada de las estrellas. Alzó una ceja al percatarse de algo, volviéndose hacia el niño una vez más—. Espera, ¿disfraz?


    Pero el niño no pareció escucharla. En su lugar comenzó a dar vueltas a su alrededor, atendiendo a todos los detalles, haciéndola sentir extrañamente expuesta.


    —¿Y qué me dices de esas mechas? ¿Representan la sangre o algo así? ¿Son de verdad? —pregunta tras pregunta la adulta fue perdiendo el hilo de la conversación, y tan solo deseó que aquel crío se marchase con sus amigos para poder descansar durante aquellos escasos minutos que tenía de paz.


    —Sí, son de verdad. Y no, no representan nada —se llevó dos dedos al puente de su nariz, inspirando con fuerza, en un intento por conseguir la paciencia necesaria para comprender la situación—. ¿Te has perdido, niño? ¿Dónde están tus amigos?


    —¿Y dónde has dejado tu capa? Está bien que vistas toda de negro, eso es muy de vampiro, pero sin capa no tiene mucho sentido. ¿O es que vas de vampiro camuflado? —insistente, el pequeño dejó de dar vueltas y se cruzó de brazos frente a ella. No había respondido ninguna de sus preguntas, y tampoco parecía intención de hacerlo—. ¿Y tus colmillos? Eso sí que no puede faltar, tienes que ir ahora mismo a por unos.


    Katrina abrió los ojos y se miró a sí misma, para luego volver su mirada hacia él, contrariada. ¿De verdad aquel niño pensaba que estaba disfrazada de algo? ¿Cómo se suponía que debía tomarse algo así? No tenía la menor idea. Se levantó del bordillo, sintiendo los inicios de una de sus migrañas amenazar con arruinarle el resto de la noche, y se preguntó con un rápido vistazo si sería demasiado tarde para alcanzar a Rachel tras el portón.


    —Mira, chico, yo no voy disfrazada de… —quiso decir, intentando aclarar la situación con notoria exasperación en la voz. Pero ver la mirada atenta de aquel niño sobre ella, brillando con la misma ilusión que cierta rubia, hizo que las palabras muriesen poco a poco en su garganta. Bufó, desviando la mirada con cierto color en sus mejillas—. ...no voy de vampiro tradicional, tú lo has dicho. Los colmillos los tengo guardados para cuando pida los dulces.


    Silencio. El niño abrió la boca, como si de repente todo se aclarase en su cabeza, y asintió más convencido para el alivio de Katrina. ¿Eso significaba que se marcharía ya?


    —Eso tiene más sentido. Pero… ¿Dónde están tus dulces? —buscó con la mirada, sorprendido. Contuvo una risa al comprender la situación en su cabeza—. Ah, claro, como no das miedo con ese disfraz no te han dado ninguno.


    >>¡Ya sé! Si me demuestras que sabes asustar te daré algunos de los míos, ¿vale?


    La mayor no daba crédito a lo que escuchaba. Dio media vuelta, dándole la espalda con claras intenciones de marcharse de allí.


    —¿Y por qué iba a querer yo…?


    Pero no finalizó. Ni siquiera se movió un ápice del lugar. A su cabeza acudió la desilusión en el rostro de Rachel por los pocos dulces que había conseguido, y comprendió que aquella era la oportunidad perfecta para poder ayudarla. Se enjuagó los ojos con algo de fuerza, sin creer lo que estaba a punto de hacer, y tras unos segundos armándose de paciencia se volvió hacia él, con una sonrisa demasiado forzada para su gusto.


    —Bien, acepto —el niño pareció emocionado ante sus palabras—. Solo dime qué tengo que hacer, y acabemos de una vez con esto.



    ***



    Rachel caminó hacia la salida con ánimos renovados. Los vecinos de aquella casa habían sido muy amables, y se sintió cómoda gracias a su trato atento y servicial. A pesar de haber conseguido tan solo dos dulces más, no se arrepentía de haber escogido aquella casa. Cerró el portón tras de sí y notó que Katrina se giraba hacia ella al escuchar sus pasos, haciendo que acelerase el ritmo hasta llegar a su encuentro.


    —¡Ya estoy aquí, Kat! —saludó con alegría, feliz de que la joven hubiese esperado en el mismo lugar por ella. Abrió los ojos al percatarse de que tenía algo entre sus manos, captando su atención por completo—. ¿Tú también has conseguido dulces? Eso es genial, ¡estoy orgullosa!


    Katrina asintió, abriendo su mano para dejarle ver todos aquellos envoltorios que brillaban sobre su palma. Dejó que se acercase para verlos, y antes de que se diese cuenta los introdujo dentro de su calabaza de juguete. Su contenido aumentó considerablemente, y Rachel soltó una exclamación ahogada, mirándola a los ojos en busca de respuestas.


    —Ahora son todo tuyos, Rach —comentó, y al adivinar la duda en su expresión añadió—. A mí no me gustan, tú les darás mejor uso.


    —¿De verdad? ¿Estás segura? —exclamó, con una emoción infantil que enterneció a la mayor a su lado.


    —De verdad —le aseguró, tomando su mano esta vez antes de que acabase echando a correr de nuevo, dejándola calles atrás una vrz más. Fue ella quien inició la marcha en ese momento, sacando de su estupor a la rubia—. Vamos, conozco una casa donde puedes conseguir muchos más.


    Rachel asintió tras unos segundos, dejándose guiar por ella por primera vez, y la observó sonreír con cierto asombro. Quizás fuera por la emoción que sentía burbujear en su pecho, quizás fuera por la luz del momento que incidía sobre ella, pero Rachel sintió que aquella fue la sonrisa más brillante que había visto nunca.


    En un arranque de emoción se adelantó un par de pasos, caminando de espaldas frente a ella, y las palabras escaparon sin permiso de sus labios.


    —Tienes una sonrisa muy bonita, Kat —murmuró, apretando con suavidad su agarre—. Deberías sonreír más.


    Katrina sintió que su rostro ardía con violencia, tomada por sorpresa, y una extraña calidez colmó cada fibra de su ser. Notó cómo la chiquilla daba media vuelta y tiraba ahora de ella, ocultando quizás su evidente sonrojo, y mordió su labio inferior al contener una respuesta.


    Una respuesta que no se atrevió a decir, quizás por el temor que le generaba asimilarlas, pero de la que no eran necesarias las palabras para reflejarla en la otra. Lo supo bien cuando se vio reflejada en la mirada azul de la otra, sus fuegos fatuos brillando con más intensidad que nunca.


    “No más bonita que tú, Rach”.
     
    • Fangirl Fangirl x 2
  2.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    9,901
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    ESTOY CHILLANDO, AYUDA, PERO QUÉ ES ESTO KASBDJABEHASDAJS

    Gosh, es que Rachel es una cinnamon roll hermosa. Cada vez que la leo se me forma una sonrisa en el rostro, porque es tan dulce y tan inocente, por dios, mira yo me muero tbh.
    La aparición de Kat en este fic me hizo cierta gracia, porque idk fue digna de animación (?) this salty queen, apareciendo para hablarle a Rach en medio del humo.

    Como siempre, adoro esos pequeños momentos de introspección de cada en la narración, cuando se dan cuenta que junto a la otra se sienten seguras y tranquilas, pero sobre todo cuando señalan esa calidez que encuentran en la compañía de la otra.
    Kat medio en modo tsundere, diciéndole a Rach que tome lo que le dijo como quiera cuando claramente fue un cumplido is my mood tbh xDDDDD
    Ay y cómo siempre, siguiéndola con la mirada y tratando de seguirle el paso además, aunque no se siente del todo cómoda, pero lo hace porque en el fondo adora a Rach como a nada en este mundo y mira, mejor paro que ya me suelto a llorar por estas dos xdxdxd Y al final la baby diciéndole que tiene una sonrisa bonita AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA *c muere*

    La interacción entre Kat y el mocoso es tan random que gosh me encanta (?) Reflexionando al respecto, yep, lo de Kat parece y viene siendo una suerte de disfraz xDD así que fue hilarante y sad a partes iguales.
    Una parte de mí me hace pensar que de verdad asustó al niño o de plano le robó los dulces, pero ya no sé xDDD

    Mujer, muchísimas gracias por esto, de verdad fue hermoso. Te amo ;o;
     
    • Adorable Adorable x 2
Cargando...

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso