No tengo miedo

Tema en 'Relatos' iniciado por Fénix Kazeblade, 3 Enero 2017.

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    Fénix Kazeblade

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    Escritor
    Título:
    No tengo miedo
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1242
    Me encontré un cuadro de retos por títulos y este es el primero, no habrá día en que no falte un escrito aquí.




    Marcos era un chico bajo para su edad, delgado y algo miope lucía débil y aunque no su apariencia fuese otra, seguro muchos lo catalogarían así, era de esa clase de personas con un sistema inmunológico tan endeble que un resfriado los ponía en cama en un estado de muerto vivo por días. Sin embargo, en situación tan llena de incertidumbre y temor había pronunciado con tanta convicción.


    No tengo miedo.

    Provocando que un hombre cabizbajo y sometido, alzara por unos segundos la mirada con determinación.

    En realidad, lo tenía y bastante, apenas se resistía que sus rodillas tambaleantes no cedieran ante su peso y fuera de narices al piso inconsciente.

    Repisas iluminadas mostrando productos en oferta, maniquís de proporciones irreales luciendo soberbios prendas de liquidación de la temporada que terminaba, en la segunda tienda de la entrada justo en frente de una isla comercial de fundas para celular, había un par de ellos que de acuerdo a su posición, parecían estarse diciendo un secreto y a Marcos esto le había parecido divertido.

    Murmullos, la mano de su madre presionando la suya sumergida tanto en desasosiego que era inconsciente que le causaba daño. Todos se observaban con temor, guardias de seguridad superfluos y risibles más rellenos de la rodilla para arriba que los panecillos del piso superior temblaban provocando un efecto gelatinoso en sus mejillas inapropiadamente cómico para la terrible situación, hombres armados habían tomado control del centro comercial.

    Marcos y su familia se encontraban de vacaciones en el extranjero, los hombres armados eran dos grupos de mafias rivales en una nefasta habitualidad de disputa de territorio.


    No tengo miedo.

    Dos chicas jóvenes intercambiaron miradas inquietas en esta ocasión.

    Repetido de nuevo cuando su madre lo acercó a ella abrazándolo temblorosa entre lágrimas silenciosas mientras tres hombres comenzaban a acarrear a las personas al otro extremo del complejo comercial.

    Un cachorro en la bolsa de una anciana comenzó a ladrar en ese momento, cada sonido estridente y agudo del inconsciente canino tensaba más aquello que de por sí ya era precario.

    La madre de Marcos lo consolaba titubeante, miraba nerviosa como un hombre con gafas oscuras los acechaba.

    La mujer pegaba un grito ahogado, el pequeño animalito se retorcía mientras uno de los del bando derecho lo tomaba de la piel de su cuello arrancándole lastimeros lloriqueos. Cada movimiento significaba un roce a las armas que portaba cada uno, esperaban la excusa propicia para disparar.

    La anciana suplicaba, los ánimos se calentaban mientras el bisbiseo general se acrecentaba, sonidos metálicos de perdición, sus dedos impíos tan próximos al disparador.

    La madre de Marcos alcanzaba un punto de histeria irreversible, deseaba como nunca estar en casa segura, tranquila y jamás, jamás volver a salir de ella, el mundo le parecía demasiado peligroso ahora, ese día había comenzado tranquilo, casi perfecto, ella, su esposo y su hija, tenían su primer vacación en familia, era algo que recordarían de por vida, un tema recurrente en las cenas cálidas previas a la navidad cuando sus hijos ya tuvieran hijos y ellos fueran abuelos, todo eso parecía tan distante y estúpidamente onírico en ese momento, tal vez jamás salieran de allí.

    La familia de Marcos quería ir al hotel donde se hospedaban, habían comprado algunas golosinas y se dedicarían a atiborrarse de estas mientras que veían películas hasta la madrugada, ese había sido el plan desde que habían salido de la zona arqueológica, pero a Marcos precisamente fue quien se vio seducido por aquellos helados de más de cuatro sabores que había escuchado de otro niño en el avión antes de arribar, así es como habían terminado allí.

    No tengo miedo…

    Declaró con voz temblorosa pero intensa mientras se separa de su mamá mirándola a los ojos, sin saber por qué lo hacía, sin entender del todo el alcance que estas palabras tenían, la magnitud que rayaba oscilante entre la valentía y la idiotez. Sin embargo, otra voz lo repitió.

    Yo tampoco, tengo miedo.

    Declaró un guardia físicamente un tanto más apto para el trabajo mientras adelantaba unos pasos para no recibir otro empujón por parte de la cacha del arma de uno de los capos.

    Yo tampoco tengo…

    Agregó una mujer con porte completo de una secretaria ochentera con el pelo recogido en una coleta elevada y los ojos reducidos por los cristales de sus gafas, un hombre moreno oscuro en extremo alto puso su mano en su hombro en señal de apoyo y ella sintió más seguridad.

    Las voces crecieron una manera exponencial e incontrolada, un hombre barbado maduro de unos 45 años de edad se despidió sonriendo de su hija y fue el primero que se lanzó contra uno de los captores con la esperanza que esta y su amada esposa saldrían sanas y salvas si le daban tiempo, estuvo a punto de ser golpeado en la nuca mientras forcejaba por otro de ellos que como la mayoría aún observaba incrédulo este levantamiento imposible, entonces una chica vestida con traje deportivo aún con una toalla en los hombros le saltó encima por la espalda cubriéndole los ojos y haciendo su cabeza para atrás, descontrolado y furioso accionó así su arma comenzando el fuego cruzado.

    La mayoría de la gente se arrastrada por el suelo, algunos más se unían a la insurrección, algunos más lamento decir se movían apenas por voluntad, heridos, con lágrimas en los ojos mientras la sangre brotaba de algún sitio de su cuerpo o el aire comenzaba a entrecortarse, no lamento para nada sin embargo decir, que muchos otros más con un valor increíble volvían a adentrarse al infierno luego de poner a los suyos a salvo para asistir a los caídos y devolverlos a los que esperaban afuera volverlos a ver.

    Marcos abrazo a su padre siendo casi quemado por la calidez de su piel dándose cuenta en ese momento que era él quien estaba helado, notando que su madre sangraba del hombro y que él se encontraba sujeto a su torso con tanta fuerza que necesitaron a dos paramédicos para separarlo en lo que la llevaba a darle asistencia y él lo revisaban de cualquier herida, en un estado catatónico ignoraba todo lo que su hermana mayor y su padre le decían viendo como las expresiones en sus rostros cambiaban tanto pasando de furia, tristeza a una inmensa alegría en segundos. En cuanto su voz volvió se puso a llorar, lo hizo por un largo rato sin saber cuánto había pasado exactamente, mirando el traslado de los heridos, el arresto de algunos cuantos mafiosos que habían salido ilesos, vio a un cachorro pequeño salir a puertas abiertas meneando la cola.

    A lo lejos uno de los guardias de seguridad se reunía con su novia que lo envolvía en sus brazos besándole el rostro, el hombre cojeaba y llevaba vendada la cabeza, pero sin duda se encontraba bien, mientras le acariciaba su larga cabellera castaña lo observó por un momento dedicándole una breve sonrisa, moviendo sus labios, diciendo algo que dada la distancia era imposible entender. Pero, ¿acaso había sido un “gracias”?

    Era aquel guardia de seguridad que había secundado su demente declaración ¿acaso había sido él quien le había infundado el valor? ¿Acaso lo había hecho así con todos?

    Marcos decidió soñar que era así, decidió no sentirse débil nunca más.
     
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