—Tú no confías en mí. —Me espetó. El mismo reclamo como tantas otras veces... Las lágrimas ardían en mis ojos, ¿acaso era tan difícil de entender? No siempre son celos tu desagrado por una persona. Sí, la odio. No hay nada más difícil que aceptar que la persona que amas tiene un largo pasado. Uno en el que no estás tú, ni estarás. Algo que no puedes borrar ni diluir. Que no puedo hacer simplemente que la olvides y que ya no te preocupes por ella. Pero aunque los años en casos dismuniyen el amor, fomentan la amistad. Sé que no hay más allí que la preocupación por una persona a la que aprecias mucho. ¿Y? ¿Por ello me tiene que gustar? Por supuesto, puedes tomar tus propias decisiones, son tus amistades, no puedo obligarte. Pero tampoco puedo obligarme a sonreír cuando quiero llorar. Al final todo queda en eso, discusiones y peleas, no más de ahí. Ni tú me has fallado, ni yo te abandono. Eres mío y yo soy tuya. No quiero a más nadie con un pasado contigo. Y espero no ser una más de tu pasado nunca...