No moriré si...

No moriré si...

Okey, yo de nuevo con este drabble. Va dedicado a un amigo que le hace de mi loquero particular. Él es JoseIto, mejor conocido como Moreno. TQM tío. Y mil gracias por escucharme. Le agradezco a mi beta Mica, quien se toma la molestia de revisarla y leer cada cosa que hago por más tonta que sea.


No moriré si...

Me torturaban. Ambos me torturaban. Ella y ellos, todos con el mismo objetivo, él. Ella me jalaba, me gritaba, me repetía una y otra vez que le fuera a hablar. Y ellos; mis pensamientos, se preguntaban que era lo mejor, si decirle o no. Se cruzaban unos entre otros, formando en mi cabeza un lío, cada vez me confundía más. Me levanto del arriate en el que estaba sentada. Camino hacia él, mientras que detrás de mí estaba mi amiga.


El sentido común me dice que no lo haga, que aborte. << ¡Eso es lo mejor!>> pienso dentro de mi. No le quiero decir, ni a él ni a mi mamá. Mi madre es una persona muy estricta, no me ha dado permiso de tener novio, si quiera de enamorarme. ¡Y ahora salgo con esta pendejada!


Llego hasta él, está con sus amigos. Soy débil, me regreso; pero ella está ahí para apoyarme. Me empuja de nuevo hacia él. Se percata de mi presencia y no puedo evitar que la sangre se me suba a la cabeza. Siempre me pasa eso, y por ser de piel clara se me nota aún más. Se percata que mi destino es él. Y me lleva consigo para que podamos hablar más en privado.


—E-E-Emmanuel… —balbuceo. Me miras con tus ojos cafés que penetran en mi mirada.

—Si, ¿Qué necesitas, Lidia? —me dices con esa voz tan tuya.

—Yo–yo te quiero decir algo muy importante para mí —te digo. —¡Estoy enamorada de ti! —grito. Te espantas al escuchar esas palabras, o tal vez debido al tono que usé. Miro a mi amiga y ella sólo se ríe aunque su risa me da confianza, esa risa significa ‘bien hecho’. Te volteo a ver y sigues perplejo. Estás en otro mundo.


Desvías tu mirada. Sé que significa, no soy correspondida. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, y unas cuantas lágrimas comienzan a brotar; pero no son de tristeza, si no de felicidad. De superar ese miedo que tenía de ser rechazada. Y ahora que lo soy, no siento que el mundo se va a caer y tampoco que moriré.


Te miró una vez más. Me miras y sonrío. Camino hacia ella, está esperándome con los brazos abiertos y una sonrisa en su rostro.


—¿Viste? No te convenía abortar tu misión…— me dices para tratar de reconfortarme.

—Si, y no me arrepiento de haberte hecho caso, porque sé que para la próxima no moriré.


Caminamos hacia la siguiente clase. Juntas, cómo dos buenas amigas, cómo aliadas y compañeras, casi cómo hermanas.