One-shot No digas tonterías [Persona | Nagi&Hiroki | HirokixShiori]

Pues nada, las etiqueto porque aquí están sus niños y muero.
Yugen y Mori
La canción solo me gusta mucho y me dio vibes de día de verano en el parque (?)

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No digas tonterías
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El sol brillaba con fuerza en Hanazawa, en pleno verano no se podía esperar otra cosa después de todo.
Nagi Watanabe había decidido ir al parque luego de haber ido a comprar algunas cosas al distrito comercial. Al llegar, se dejó caer a la sombra de un árbol, esperando que la brisa refrescara su rostro.

Había entreabierto los ojos cuando una silueta de colores cálidos prácticamente se le había arrojado encima, lamiéndole el rostro. Los ojillos de la chica se humedecieron y trató de retroceder a pesar de que el tronco del árbol se lo impedía.


—¿De nuevo? —Reconoció la voz ronca que había hablado con evidente hastío—. ¡Ike!


El can atendió de inmediato al llamado de su dueño, separándose de Nagi y dejándola respirar.


>>¿Watanabe? —Se rascó la nuca, nervioso—. Joder, siempre es contigo precisamente.


No era una disculpa, pero en sus facciones toscas había algo parecido a la vergüenza, que Nagi no supo identificar muy bien. Solo Kurosawa parecía poder descifrar a ese perro tonto.
La menor inhaló con fuerza, intentando recuperar la compostura.


—S-senpai, creí que estabas con Kurosawa —murmuró con un hilo de voz.


—¿Ah? —Un ligero rubor le subió al rostro y desvió la mirada, mientras se sentaba junto a su kohai—. ¿Qué cojones dices? Si siempre está contigo.


Nagi se pasó las manos por el rostro, quitándose un par de lágrimas nerviosas que se le habían escapado. Era… ¿por qué sonaba a reclamo?
Lo escuchó gruñir, aunque últimamente lo hacía con menos frecuencia.


—No la vi a la salida de la escuela, i-imaginé que estaría contigo. —Ike volvió a acercarse, más calmado esta vez, y se tumbó frente a ambos agitando suavemente la cola. Nagi le dedicó una mirada ansiosa.


Lo vio encogerse de hombros, como si quisiera restarle importancia.


—Con lo rara que es debe estar en la biblioteca con Shimiki —dijo, acariciando a su mascota entre las orejas.


La rubia guardó silencio, pensando en lo que pasaría si su senpai escuchara al torpe lobo, ¿cómo lo había llamado ella? Cachorro.
Daba igual, si lo escuchaba iba a volver a molestarse, pero no se atrevió a decírselo, ya suficientemente nerviosa la ponía el que el chico hubiera decidido sentarse a su lado. La docilidad que había provocado Kurosawa en él a veces todavía la desorientaba.


>>Hey, Watanabe —la llamó y ella lo miró por fin, aunque fue un instante antes de desviar la vista de nuevo—. ¿De verdad no quieres ni intentar acariciarlo? No va a morderte ni nada.


Cuestionable cuanto menos, siempre le acercaba el hocico al rostro, eso daba toda la pinta de que la iba a morder.
Arqueó una ceja, los intentos de conversación de Hiroki siempre eran de lo más raros y aún así decía que la rara era la chica de la mecha azul.

Dudó muchísimo, pero había visto a Kurosawa acariciarlo como si nada y jugar con él, aunque bueno, había que admitir que parecía entenderse especialmente bien con bueno… animales. Hiroki era prueba de eso. Ike solo parecía un cachorro grande al que le agradaba todo el mundo.

Extendió despacio la mano, tan lentamente que parecía que nunca iba a alcanzarlo, y finalmente le dedicó una breve caricia en el lomo, retirando la mano casi en el mismo instante. Suspiró aliviada, no pasaba nada, ¿cierto? Si tan solo no fuese tan eufórico.

Observó al muchacho con el rabillo del ojo, aún sin saber cómo mirarlo realmente y notó que tenía la vista posada en algún punto frente a ellos. Al seguir su mirada, notó algunas aves revoloteando entre las ramas de los árboles.

Aves.


—Senpai.


—¿Qué quieres, Watanabe? —No apartó la vista del frente y sonó tan hosco como era normal.


¿Tal vez Shiori lograba congeniar con él porque le gustaban los pájaros? Y ella era algo así como eso, ¿o no?


—Entonces… ¿Te gustan los pajaritos? —La pregunta no parecía tener ningún otro sentido, era como cuando él le había preguntado si le gustaban los perros, pero aún así lo escuchó gruñir y lo vio voltear el rostro bruscamente.


Pero qué le pasaba a Watanabe, por dios, haciendo esas preguntas tan de repente. Podía ser lo más inocente del mundo, o no, porque era él quien se había dirigido a Kurosawa como pajarito en el parque de diversiones. Se rascó la nuca, tenso, con el rostro tan rojo que no sabía realmente si la menor se daría cuenta aunque no le permitiera mirarlo.


—Me gustan los perros, niña, no digas tonterías.