Snack Falcon

—Oh, supongo que por la tarde ya tendremos la mercadería de esta semana organizada —dice luego de dar otro trago y al escuchar tu siguiente pregunta se rasca la mejilla, pensativa—. Pues es un pueblillo, hombre, no es que haya mucho que hacer. Mucho menos ahora que la niña Hackett desapareció y están cerrando todo más temprano. Pero supongo que puedes ir al Miller's a tomar algo o a lo mejor tienen café, vete tú a saber, a veces Billy prepara su café en el bar.

 

Se te restan $3 y obtienes un boleto para la lotería de Possum Springs.

En la pantalla de la máquina aparece un mensaje: ¡Gracias por participar en la lotería del pueblo! ¡Suerte!

 

William Baxter

Entro al local y, parecía estar vacío, volteó alrededor confundido por la escena. Aunque decido no perder mas tiempo y no tardo en hallar la máquina, por lo que me dirijo a ella y veo la información. Al final opto por sacar mi billetera y sacar los últimos tres billetes de un dólar que poseo. No sé porque presiento que no debo hacer esto, pero hay algo raro que me dice que debería intentarlo igual. Por lo que, pese a quedarme reflexivo, al final me decido. Y meto los tres dólares a la máquina, al final. Me quedo esperando por cualquier reacción de la misma.

 

Se te restan $3 y obtienes un boleto para la lotería de Possum Springs.

En la pantalla de la máquina aparece un mensaje: ¡Gracias por participar en la lotería del pueblo! ¡Suerte!

 

William Baxter

No evité reír un momento para después ver el boleto, tomarlo y guardarlo. En la misma nota había algo que todos estaban recompensados por algo, pero decidí esperar por la sorpresa.

El sitio tan tranquilo solo me ponía algo nervioso, por lo que me giré con calma y traté de buscar a Luna.
—¿Hola?—. Pregunté al aire, lo cierto es que pasar mucho tiempo desde que entré a cuando interactué con la máquina no eran exactamente normales, como para que no hubiese actividad alguna. Eso o me estaré poniendo paranoico.

 

Brooklyn Lester

Alcancé el Snack Flacon y no tardé en entrar al mismo. Vi la máquina de lotería en una esquina y recordé entonces haber leído algo sobre ello hacía unos días, pero lo cierto era que en ese instante no era lo que más me interesaba.

—¿Hola? Venía por el anuncio buscando ayuda...

 

Luna saca la cabeza de debajo del mostrador, atenta, y sus orejas giran en dirección a tu voz. Está bebiendo un refresco de un brillante tono de azul que, al igual que los bocadillos de queso de hace unos días, seguramente tomó del negocio.
¿Es sano consumir esa cantidad de colorante? Vete tú saber, pero lo cierto es que no luce mal.


—Oh, buenas tardes, Brooklyn —saluda mientras deja el envase sobre el mostrador. Tiene la lengua teñida de azul—. ¿Dices el anuncio ese de mierda que publicaron hoy en la mañana? Creo que es solo para ayudar con labores de inventario y con el cierre del local, para que no lo haga yo sola, imagino que no deben pagar ni siete dólares por la hora.

 

Brooklyn Lester

Luna no tardó en recibirme, saliendo de detrás del mostrador bebiendo un líquido azul que, pude comprobar después, le había dejado la lengua del mismo color. Sonreí con cierta ternura al verlo, aunque ciertamente aquello no podía ser bueno para su salud... y tampoco para el negocio, suponía.

—No importa, me gustaría ayudarte si te parece bien —respondí, aun con la sonrisa, después de encogerme de hombros.

Miré alrededor de la tienda, las patas metidas en la chaqueta.

>>¿Qué... tal todo? —pregunté, con cierto tono tímido.

 

Bobby Jum

Se había dirigido directo al Snack Falcon. La puerta corrediza se deslizó ante su presencia junto a un suave pitido de bienvenida y arrastró las patas dentro, echándole un vistazo alrededor con una de sus típicas miradas ceñudas. Los resquicios de una conversación llegaron a sus oídos y distinguió, en la caja registradora, a Crangler junto a una cachorrita. No la ubicaba del todo bien, pero tenía pinta de niña bien.

Menudo combo.

Gruñó, arisco, y fingió estar revisando las góndolas mientras le daba un tiempo a las chicas de que terminaran de charlar, aunque impaciente como era ya estaba golpeteando el suelo y chasqueando la lengua. Puta suerte la suya. No sólo detestaba a ese tipo de gente, sino que encima eran dos chicas de su edad y... bueno.

Me cago en la puta.

No era muy bueno hablando con chicas.

 

Le da otro trago a su refresco, saca el móvil y marca con rapidez.

—Dame un momento, Lester —dice mientras atienden su llamada—. ¿Jefa? Sí... Sí... No... ¿Los bocadillos de queso? No. Jefa, que Brooklyn Lester vino por el anuncio de hoy en la mañana.

—¿Lo del empleo? —Se escucha desde el otro lado de la línea y Crangler se aparta el aparato de la oreja.

—Sí. —La chica guarda silencio mientras escucha a la mujer.

—Cielo, dile que sí. No quiero que cierres esa pocilga sola, te puede pasar algo.

—De acuerdo —responde y la mujer al otro lado vuelve a hablar en un tono más normal y ella se pega el móvil a la oreja de nuevo—. Ajá. Hasta luego, jefa.

Finalmente, Luna vuelve tu atención a ti.

—Bienvenida al barco, Lester —suelta dedicándote una sonrisa de colmillos descubiertos—. Puedes ayudarme un rato con algunas cosas, luego irte y volver para el cierre. Solo déjame tu número, aquí.

Te extiende su móvil, con el teclado numérico abierto. Luego su vista pasa a Bobby.

>>¡Hey, Jum, ¿qué haces en mi pocilga?! —dice alzando un poco la voz, robándose las palabras de su jefa. No lo dice con mala intención realmente, ni pensando en que Bobby ande buscando qué levantarse, aunque conoce sus costumbres de sobra.

 

Brooklyn Lester

Tan metida estaba en la conversación que realmente no me di cuenta de la aparición de alguien más en el establecimiento. Pero, tuve motivos para ello, porque la jefa del Snack Flacon aceptó mi ayuda así que podía decirse... ¿que tenía nuevo trabajo? Bueno, a decir verdad, solo quería entretenerme con algo los días y ciertamente no sonaba a buena idea dejar a Luna cerrando sola.

Cogí el móvil que me estaba ofreciendo y saqué el mío, pues no quería equivocarme en ningún número. Fue en ese momento que escuché el grito de la gata y me giré para ver al chico que había entrado. Le dediqué una sonrisa amable, a modo de saludo, y volví a centrarme en la tarea que se me había asignado.

Así pues, registré mi número de teléfono en el móvil de Luna y, de paso, vi también el mensaje de William. En el "Inframundo", ¿eh? ¿Se habría llevado a Mar o habría preferido quedarse en la Biblioteca? Como fuese, le escribí una rápida respuesta para saber que había recibido el mensaje y le entregué su móvil a Luna, girándome entonces para entrar aun más en la tienda y mirar los estantes.

¿Quizás era mejor dejarles solos para hablar por el momento...?

 

Bobby Jum

El timbre de voz de Luna no sólo era harto reconocible, sino ligeramente chillón. Fue fácil oír la conversación que mantenían desde algunas góndolas de distancia. Bobby frunció el ceño, ¿así que el anuncio era verdad? Bueno, no es como si eso fuera a cambiar algo. La dueña del Snack Falcon jamás aceptaría a un Jum en su tienda.

Era sentido común.

Dio un respingo cuando Luna se refirió a él y su actitud, ya por reflejo, mutó. Chasqueó la lengua, visiblemente molesto, y arrastró las patas hasta la caja registradora evitando la mirada de ambas. Lester, al menos, se había adentrado en la tienda. Eso le crispaba un poco menos los nervios.

—Eh, Crangler —espetó, mostrando los colmillos—, me mandó Hartley. Dijo que sabías de esto.

Le indicó el casco que llevaba en la cabeza, golpeándolo suave con la punta de su garra, y luego lo arrojó sobre la mesa que los separaba con poco cuidado. Su ceño estaba arrugado y el hocico contraído en una mueca agria cuando alzó la vista a Luna por primera vez.

—¿Quién podría querer esta cosa?

 

Luna toma el móvil cuando Brooklyn se lo regresa, a pesar de tener su atención enfocada en ti, se le guarda en el bolsillo y levanta su bebida del mostrador adelantándose a tus movimientos, para que el golpe del casco al caer no la tire.
Soltó una risa floja al ver que evitaste su mirada y se limitó a escucharte.

Da uno de los últimos tragos al refresco, mientras se inclina sobre el casco para examinarlo. Finalmente deja el refresco sobre el mostrador, toma el objeto con ambas patas y se lo calza entre las orejas, imitando cómo lo traías puesto.
Suelta una risa suave, con cierto aire infantil.

—Jum, esta cosa apesta. Lo sacaste del canal, ¿no? —A pesar de todo, se lo deja puesto y cruza las patas sobre el pecho—. Como sea, creo que puedo ayudarte. A la jefa le gustan estas cosas, aunque no las compra, desde que le vio uno hace años a Gregg Lee. Solía hablar con él cuando era una cría, cuando venía al Snack con mi abuela porque él trabajaba aquí, lo malo es que dejó el pueblo hace un par de años ya pero...

Se pone a esculcar entre las cosas bajo el mostrador de nuevo y el bate hace ruido al resbalársele. Murmura un leve "Lo siento~" y se incorpora con una vieja libreta en las patas. Pasa las páginas con rapidez y se detiene abruptamente.

—Creo que puedo contactarlo por ti, si es lo que quieres, a ver si tu casco le interesa. —Alza su mirada hacia ti, a pesar de que no la estás viendo, en espera de tu respuesta.

 

Bobby Jum

Lo único que alteró brevemente su semblante de viejo mal llevado fue el ruido seco y hueco del bate contra el suelo. Frunció aún más el ceño, echando un vistazo hacia el objeto por sobre el mostrador. Debía tenerlo ahí para defensa personal o parecido; era una chica de su edad, después de todo, y Crangler lucía aún más infantil que él. El escenario, sin embargo, le hizo bastante gracia y soltó algo similar a una risa corta.

—¿Un paralizador o algo así no pegaría mejor contigo, gatita? —ironizó, con las patas en los bolsillos y viéndola de costado; tenía el cuerpo en dirección a la salida—. No te imagino usando esa cosa como el Diablo manda con tu tamaño de ardilla.

La mama le habría dado un coscorrón por hablar así, con lo religiosa que era la condenada, pero ahí no podía oírlo.

Luego, cuando Luna le ofreció la ayuda que podía darle, se encogió de hombros y apoyó un codo sobre un mostrador cercano.

—Sí, ¿por qué no? No pierdo nada.

Hoy la gente estaba comportándose extrañamente amable con él. ¿Qué mierda le pasaba al mundo? ¿Acaso andarían todos asustados por la desaparición de Hackett, con la cola entre las patas, creyendo que era hora de saldar cuentas y redimirse? Ya saben, por las dudas. Uno nunca sabe.

Cuando anda un loco de mierda suelto, cualquier cosa puede pasar.

 

Luna alza las cejas al escucharte reír y luego su semblante cambia a uno más desafiante.

—Si quieres lo pruebo contigo. No necesitas ser un gigante para saber usar un bate mientras logres levantarlo, Jum, y tu cabeza podría ser la bola. —Lo cierto es que con todo y su cuerpo pequeño y personalidad media inocentona, Crangler no duda en aflojarle los dientes a nadie con el bate. De hecho había sido Gregg, antes de irse del pueblo, quien le había enseñado a batear y había aprendido jodidamente bien.

Toma el objeto con la pata derecha, levantándolo del suelo y lo deja caer pesadamente sobre el mostrador, haciendo que el envase vacío de su refresco se vuelque.

Sea como sea, ya te ha ofrecido su ayuda y no dará marcha atrás así que se quita el casco de la cabeza, dejándolo junto al bate, para luego volver a sacar su móvil y marcar los números que estaban en la libreta. Ojalá tuviera el mismo número que había anotado el día en que trabajó por última vez en el Snack Falcon, si no Bobby estaba cagado hasta las patas.

—¿Hola? —pregunta dudosa—. ¿Hablo con Greggory Lee?

En cuanto la respuesta llega a su oído, su rostro recuperar el aire infantil.

—¡Gregg, es Luna de Possum Springs?

—¡¿La nieta de la infinita Crangler?! —La energía que desborda esa sola pregunta y que se escucha desde el otro lado de la línea deja en claro que definitivamente no podría ser nadie más—. ¡Pulga, no te he hablado en siglos! ¡¡¿Cómo va la escuela?!! Maldita sea, dime que has hecho muchos crímenes.

Luna suelta una sonora carcajada.

—Estoy trabajando en el Snack, Gregg. ¡Soy la Señora de los Snack Falcons ahora! ¿Cómo estás tú? ¿Qué tal Bright Harbor?—suelta con la misma energía. Parecen la definición de libro de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad y ella inmediatamente salta a otro tema—. Un día le solté un batazo a un tipo, te juro que fue glorioso. Pero espera espera espera, no era por eso que te estaba llamando. Saqué tu número de la libreta mugrosa esa que usa la jefa bajo el mostrador, resulta que alguien aquí llegó con otro casco de la guerra, como ese cargabas encima todo el tiempo. ¿Crees que te interese?

—¡¿Cómo el del abuelo?! ¡¿Tiene un agujero de bala también?! ¡Dime que sí, pulga! —Definitivamente no parece muy capaz de contener sus impulsos.

Luna regresa su vista al objeto.

—No, pero casco fascista es casco fascista —dice, cometiendo el mismo error que Mae Borowski años atrás, confundiendo la Primera con la Segunda Guerra—. ¿Crees poder venir al pueblo a echarle un ojo?

Gregg por fin baja el tono de voz y Luna asiente un par de veces con la cabeza.

—¡De acuerdo, se lo diré! ¡Pasa por el Snack! —dice para luego terminar la llamada y volverse hacia ti de nuevo—. Guarda el casco hasta dentro de unos días, tu posible comprador vendrá al pueblo la próxima semana. Ten, Jum, anota tu número también y como salgas corriendo con él de verdad te probaré que puedo usar el jodido bate. Te llamaré en cuanto él esté aquí, ¿de acuerdo?

Te extiende el móvil inmediatamente después.

Desbloqueado.
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Greggory "Gregg" Lee
Original Gang


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Dueño original de la ballesta y la flecha, junto a las demás desperdigadas por el pueblo, que ahora cargan William Baxter y Margarita Nieves.

Gregg estará disponible a partir del día nueve.

William Baxter Margarita Nieves Drey Duzz