Explícito de Naruto - NIEBLA DE LAS HIGHLANDS

Tema en 'Fanfics de Naruto' iniciado por quem, 20 Octubre 2021.

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    quem

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    Escritora
    Título:
    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    635
    BELTANE (Primavera)

    Ni serpientes de bífidas lenguas, ni erizos espinosos han sido vistos; Tritones y gusanos ciegos, no hagan mal: No dañen a nuestra Reina de las Hadas.
    Sueño de una Noche de Verano.

    William Shakespeare.



    Disclaimer: Esta historia pertenece a Karen M. Moning solo es una adaptación sin fines de lucro no quiero ganarme créditos de nada solo quiero divertirme escribiéndola y adaptándola para este fandom. Los personajes utilizados en la misma pertenecen a M. Kishimoto.

    Karen M. Moning © NIEBLA DE LAS HIGHLANDS

    M. Kishimoto © Naruto

    Adaptacion© Quem


    PRÓLOGO

    Escocia

    1° de febrero de 1513

    La fragancia de jazmín y sándalo flotó a través de los árboles de serbal. Entre las ramas recientemente mojadas de rocío, una solitaria gaviota fantasmal, desde un banco de niebla, voló para besar el alba sobre las arenas blancas de Morar. La marea turquesa brilló débilmente en las sombras de las colas de las sirenas contra la orilla de alabastro.

    La elegante corte real del Tuatha De Danaan se reunió en el esplendor de lujuriante verde. Los chaises sostenidos con almohadas de brillante color escarlata y limón adornaban la loma herbosa, esparcidos en una medialuna sobre la tarima al aire libre.

    —Dicen que él es aún más hermoso que tú —comentó la Reina al hombre que yacía indolentemente al pie de su pedestal.

    —Imposible. —Su risa burlona tintineó como los repiqueteos de un cristal roto en el viento feérico.

    —Dicen que su masculinidad a media asta daría envidia a un semental —La Reina derramó una mirada bajo los párpados entrecerrados a sus cortesanos extasiados.

    —Más probablemente a un ratón —sonrió con desprecio el hombre a sus pies. Los dedos elegantes mostraron un espacio pequeño de aire, y las risas disimuladas rebanaron la niebla.

    —Dicen que completamente alzado, roba la mente de una mujer de su cuerpo. Demanda su alma —La Reina dejó caer las pestañas orladas para escudar los ojos encendidos con el fuego iridiscente de su travieso propósito. ¡Qué fácilmente pueden ser provocados mis hombres!

    El hombre hizo rodar los ojos y el desdén se grabó en su perfil arrogante. Cruzó sus piernas a la altura de los tobillos y miró fijamente la extensión del mar.

    Pero no engañó a la Reina. El hombre a sus pies era vanidoso, y no tan indiferente a su provocación como fingía.

    —Deja de provocarlo, mi Reina —la amonestó el Rey Hashirama—. Sabes cómo se pone el Bromista cuando su ego está herido —Dio golpecitos a su brazo tiernamente—. Lo has fastidiado bastante.

    Los ojos de la Reina se estrecharon pensativamente. Consideró por un instante abandonar esa veta vengativa. Una mirada interesada a sus hombres derribó ese pensamiento, cuando recordó lo que los había oído por casualidad discutiendo la tarde pasada con detalle insoportable.

    Las cosas que habían dicho eran imperdonables. La Reina no era una mujer a ser comparada con otra mujer y encontrarse en falta. Sus labios se apretaron imperceptiblemente. Su mano exquisitamente delicada se rizó en un puño.

    Seleccionó sus siguientes palabras cuidadosamente.

    —Pero yo lo he encontrado ser como todos dicen —ronroneó.

    En el silencio que siguió, la declaración se demoró, irreconocible; para la corte, algo demasiado cruel de dignificar, que un mortal pudiera tener semejante talento. El Rey a su lado y el hombre a sus pies se movieron inquietos. Ella estaba empezando a pensar que no había hecho blanco lo bastante dolorosamente cuando, al unísono, ellos mordieron el cebo.

    —¿Quién es ese hombre?

    La Reina Mito de las Hadas enmascaró una sonrisa satisfecha con un bostezo delicado, y bebió profundamente de los celos de sus hombres.

    —Lo llaman Sasuke.

    Esta historia pertenece a Karen M. Moning. Los personajes utilizados en la misma pertenecen a M. Kishimoto.
     
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    CAPITULO 1

    Escocia 1° de abril de 1513

    Sasuke James Lyon Uchiha, tercer Conde de Dalkeith, se deslizó silenciosamente sobre el suelo. Las gotas de agua fluían de su pelo húmedo hacia su pecho ancho, uniéndose en un solo riachuelo entre las ondulaciones dobles de músculos en su abdomen. La luz de la luna brilló débilmente a través de la ventana abierta y lanzó una luminosidad plateada sobre su piel de bronce, creando la ilusión de que había sido esculpido en acero fundido.

    La tina detrás de él había quedado fría y olvidada. La mujer en la cama también estaba fría y olvidada. Ella lo sabía.

    Y no le gustaba ni un poco.

    Es casi demasiado hermoso para mí, pensó Kin. Pero por todos los Santos, si el hombre era un trago de veneno, otro sorbo fresco y largo de su cuerpo era la única cura para la toxina. Pensó en las cosas que había hecho para ganarlo, compartir su cama, y —Dios la perdonara— las cosas que haría para quedarse allí.

    Casi lo odiaba por eso. Sabía que ella misma se odiaba por ello. Debe ser mío, pensó. Lo miró pasear por el cuarto espacioso hasta la ventana, que abrió entre las columnas de granito acanaladas que se encontraban en un arco a una altura de veinte pies sobre su cabeza. Kin sonrió con desprecio a espaldas de él. Demasiado tonto —abrir esas ventanas sin defensa ni cuidado— o demasiado arrogante. ¿Para qué, si uno podía quedarse en la maciza cama con colchón de plumas, querría mirar fijamente a través del arco rosado un cielo aterciopelado agujereado de relucientes estrellas?

    Ella lo había sorprendido mirando fijamente de esa manera esa noche, cuando había entrado de golpe en ella y había excitado esa hambre sin fin en su sangre, con su virilidad dura como una piedra, que sólo él poseía. Había lloriqueado bajo él en el más grandioso éxtasis que alguna vez experimentara y él ahora estaba mirando fuera de la ventana, como si nadie más estuviera junto a él.

    ¿Había estado contando las estrellas?

    ¿Canciones obscenas silenciosamente recitadas para impedirse caer rendido y dormir?

    Lo había perdido.

    No, Kin se juró, nunca lo perdería.

    —¿Sasuke?

    —¿Hmmm?

    Ella aplanó la sábana de seda lavanda a través de sus dedos temblorosos.

    —Ven de nuevo a la cama, Sasuke.

    —Estoy inquieto esta noche, dulzura. —Él jugó con el tallo de una gran flor azul pálida. Una media hora antes había barrido los pétalos cubiertos de rocío a lo largo de su femenina piel de seda.

    Kin retrocedió ante su admisión de que todavía tenía energía para derrochar. Soñolientamente saciada, podría ver que el cuerpo del hombre todavía era atravesado desde la cabeza a los dedos de los pies con su vigor inquieto. ¿Qué tipo de mujer debería tomar —o a cuántas— para dejar a ese hombre adormecido en fascinada satisfacción?

    Más mujer que ella, y dioses, cuánto la indignaba eso.

    ¿Lo había dejado su hermana más saciado? ¿Su hermana, que había calentado su cama hasta que ella, Sarā, había encontrado una manera de tomar su lugar?

    —¿Soy mejor que mi hermana? —Las palabras se le escaparon antes de que pudiera detenerlas. Se mordió los labios y esperó su respuesta ansiosamente.

    Sus palabras distrajeron la mirada humeante del hombre de la noche estrellada, a través de la extensión ancha del dormitorio, para descansar en la acalorada gitana de cabellos como el ala de un cuervo.

    —Kin —él reprendió suavemente.

    —¿Lo soy? —Su tono de contralto se elevó a un diapasón malhumorado.

    Él suspiró.

    —Hemos tenido esta discusión antes.

    —Y nunca me contestas.

    —Deja de compararte, dulce. Sabes que es tonto…

    —¿Cómo podría no hacerlo cuando puedes compararme a cien, no mil, mujeres, incluso mi propia hermana? —las cejas bien formadas se arrugaron en un ceño sobre los ojos destellantes.

    Su risa masculina rodó.

    —¿Y a cuántos comparas conmigo, encantadora Kin?

    —Mi hermana no podría ser tan buena como yo. Ella era casi virgen. —Escupió la palabra con hastío. La vida era demasiado imprevisible para que la virginidad fuera una posesión apreciada entre su gente. La lujuria, en todas sus facetas, era un aspecto saludable de la cultura Rom.

    Él levantó una mano, advirtiéndola.

    —Detente. Ahora.

    Pero ella no pudo. El veneno de las palabras de acusación empezó a derramarse rápida y furiosamente hacia el único hombre que había hecho alguna vez cantar su sangre pagana, y el poder sobre ella que había sido cincelado entre sus muslos en granito, con su cara perfecta, esa misma víspera. En verdad, desde hacía muchas noches hasta entonces.

    Él sufrió su rabia en silencio, y cuando por fin la lengua de la mujer descansó, volvió a su ventana. El aullido de un lobo solitario rompió la noche y ella sintió un lamento parecido contestando dentro de sí. Supo que el silencio de Sasuke era su adiós. Herida por el rechazo y la humillación, se levantó temblando de su cama, la cama a la que sabía nunca le pedirían que entrara de nuevo.

    Mataría por él.

    Que precisamente fue lo que quiso hacer momentos después, cuando corrió hacia él con el dirk color de plata que había levantado de la mesa junto a la cama. Kin podría haber salido sin un juramento de venganza, si él hubiera parecido sorprendido. Momentáneamente alarmado. Afligido, incluso.

    Pero él no exhibió ninguna de estas emociones. Su cara perfecta se encendió con risa cuando la detuvo fácilmente, cogió su brazo y desvió el dirk, lanzándolo a través de la ventana abierta.

    Él se rió.

    Y ella lo maldijo. Y a todos sus hijos y cualquier descendiente futuro.

    Cuando él la calmó con besos, ella siguió maldiciendo a través de los dientes rechinantes, así como su cuerpo traidor se fundió con su tacto. Ningún hombre debía ser tan hermoso. Ningún hombre debía ser tan intocable. Y tan detestablemente intrépido.

    Ningún hombre debía tener el privilegio de abandonar a Kin. Él la tendría, pero ella no lo tendría a él. Ella nunca lo tendría a él.

    .

    .

    .

    —No fue tu culpa, Sasuke —manifestó Naruto. Estaban sentados en la terraza empedrada con guijarros de Dalkeith, bebiendo a sorbos oporto y fumando tabaco importado con una satisfacción completamente masculina.

    Sasuke James Lyon Uchiha frotó su mandíbula perfecta con una mano perfecta, irritada por la sombra perfecta que siempre aparecía sólo unas horas después de afeitarse.

    —Apenas lo entiendo, Naruto. Yo pensé que ella encontraría placer conmigo. ¿Por qué buscaría matarme?

    Naruto arqueó una ceja.

    —¿Qué haces con las chicas en la cama, Sasuke?

    —Les doy lo que ellas quieren. Fantasía. Mi carne y mi sangre para servir cada uno de sus antojos.

    —¿Y cómo se puede saber cuáles son las fantasías de una mujer?— se preguntó Naruto en voz alta.

    El earl de Dalkeith rió suavemente; un temerario, seguro retumbar, al recordar los ronroneos que conocía de las salvajes manadas de mujeres.

    —Ah, Naruto, simplemente tienes que escuchar con tu cuerpo entero. Con los ojos ella te lo dice, lo sepa o no. Con sus suaves gemidos te guía. En las contorsiones sutiles de su cuerpo, sabes si ella te quiere delante o detrás de sus curvas lujuriosas. Con apacibilidad o con poder; si desea un amante tierno o busca una bestia. Si le gustan que sus labios sean besados, o salvajemente devorados. Si le gustan que sus pechos...

    —Me hago una idea —interrumpió Naruto y tragó en seco. Cambió de posición en su silla y descruzó las piernas. Volvió a cruzarlas y enderezó su kilt. Las descruzó de nuevo y suspiró—. ¿Y Kin? ¿Entendiste sus fantasías?

    —Demasiado bien. Una de ellas incluía ser la señora de Sasuke.

    —Ella tenía que saber no podría ser, Sasuke. Todos sabemos que has estado casi como casado desde que el Rey James decretó tus esponsales.

    —¿Casi como casado? Como muerto. Y no quiero hablar de eso.

    —El tiempo casi termina, Sasuke. No sólo vas a tener que hablar sobre eso, vas a tener que hacer algo al respecto... como recoger a tu novia. El tiempo está corriendo. ¿O no te preocupa? —Sasuke dirigió una mirada salvaje a Naruto—. Sólo me aseguraba, eso es todo. Queda escasamente una quincena, ¿recuerdas?

    Sasuke miró fijamente la noche cristalina, iluminada con estrellas resplandecientes.

    —¿Cómo podría olvidarlo?

    —¿Piensas realmente que James llevaría a cabo sus amenazas si no te casas con la chica de Shimura?

    —Absolutamente —dijo Sasuke, rotundo.

    —No entiendo por qué te odia tanto.

    Una sonrisa sardónica relampagueó en la cara de Sasuke. Sabía por qué James lo odiaba. Hacía treinta años los padres de Sasuke habían humillado a James en el punto más flaco de su vanidosa alma. Puesto que el padre de Sasuke había muerto antes de que James pudiera vengarse, el rey había depositado en Sasuke el odio hacia su padre.

    Durante quince largos años, James había controlado todos los minutos de la vida de Sasuke. Días antes de que expirara su prenda de servicio, James ideó un plan para afectar cada momento futuro de él. Por decreto del rey, Sasuke estaba obligado a casarse con una chica que no conocía y no quería. Una solterona recluida que se rumoreaba era bastante horrorosa e indiscutiblemente loca. Era la idea retorcida del Rey James de una cadena perpetua.

    —¿Quién puede conocer la mente de los reyes, mi amigo? —evadió Sasuke, acabando significativamente con el tema.

    Los dos hombres pasaron un tiempo en silencio, ambos cavilando por razones diferentes mientras miraban fijamente el cielo aterciopelado. Un búho gritó suavemente en los jardines. Los grillos frotaron sus patas en un concierto dulce y ofrecieron tributo al crepúsculo de Dalkeith. Las estrellas pulsaron y brillaron débilmente contra el dosel negroazulado de la noche.

    —Mira. Una estrella fugaz. Allí, Sasuke. ¿Qué hay que hacer ahora? —Naruto apuntó una mancha blanca que caía de los cielos, dejando una cola láctea brillando en su estela.

    —Kin dice que si pides un deseo a esas estrellas fugaces, te será concedido.

    —¿Qué deseas justo ahora?

    —Tonterías —se mofó Sasuke—. Cuentos para tontas chicas románticas de mirada soñadora. —Por supuesto que él había pedido un deseo. Cada vez que había visto una estrella fugaz últimamente. Y siempre el mismo. Después de todo, el tiempo estaba acabándose.

    —Bien, yo probaré —refunfuñó Naruto, sin vacilar por la burla de Sasuke—. Deseo…

    —Dilo, Naruto. ¿Cuál es tu deseo? —preguntó Sasuke con curiosidad.

    —Ninguno que te concierna. Tú no crees en ellos.

    —¿Yo? ¿El eterno romántico que encanta legiones con su poesía y seducción, un incrédulo de todas esas encantadoras cosas femeninas?

    Naruto disparó a su amigo una mirada de advertencia.

    —Cuidado, Sasuke. Búrlate de ellos bajo tu propio riesgo. Realmente, puedes hacer un día enfadar a una chica. Y no sabrás tratar con eso. De momento, ellas todavía caen por tus sonrisas perfectas.

    —¿Quieres decir como esta? —Sasuke arqueó una ceja y esbozó una sonrisa, completándola con unos soñolientamente entrecerrados ojos que llenarían volúmenes acerca de cómo la chica que lo recibiera sería la única verdadera belleza de su corazón, un corazón que tenía lugar para sólo una. Y quienquiera que fuera, pasaba a estar en los brazos de Sasuke en ese mismo momento.

    Naruto agitó su cabeza en aversión simulada.

    —Lo practicas. Deberías. Ven, admítelo.

    —Por supuesto que lo hago. Funciona. ¿No lo practicarías tú?

    —Mujeriego.

    —Uh-hmm —Sasuke estaba de acuerdo.

    —¿Y recuerdas todos sus nombres?

    —Todos los cinco mil.

    Sasuke escondió su mueca detrás de una sonrisa torcida.

    —Sinvergüenza. Libertino.

    —Pícaro. Arrogante. Pecador. Ah, aquí hay uno bueno: 'voluptuoso'—proporcionó Sasuke servicialmente.

    —¿Por qué no ven tus verdaderas intenciones?

    Sasuke encogió un hombro.

    —Les gusta lo que reciben de mí. Hay muchas chicas hambrientas allí afuera. Yo no puedo, de buena fe, rechazarlas. Llenarían mi cabeza de preocupaciones.

    —Creo que sé cuál cabeza exactamente se preocuparía —dijo Naruto secamente—.
    La misma que va a meterte en un gran problema algún día.

    —¿Qué deseaste, Naruto? —Sasuke ignoró la advertencia con la actitud de demonio sin preocupaciones que era costumbre, y que tanto atraía a las mujeres.

    Una sonrisa lenta resbaló sobre la cara de Naruto.

    —Una chica que no te quiera. Una celestial… no, una chica terrenalmente hermosa, con ingenio y sabiduría para calzarse las botas. Una con una cara perfecta y un cuerpo perfecto, y un perfecto 'no' en sus labios perfectos para ti, mi amigo tan perfecto. Y también deseé que se me permitiera observar la batalla.

    Sasuke sonrió limpiamente.

    —Nunca pasará.

    El viento llevó una voz sin cuerpo, que flotó en una brisa de jazmín y sándalo, dulcemente a través de los pinos. Entonces habló en palabras risueñas que ningún humano podría oír.

    —Creo que eso puede arreglarse.
     
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    CAPITULO 2

    La mística isla de Morar se cubrió de eventide, la arena de sílice reluciente como plata, bajo las botas del Rey Hashirama mientras se paseaba de un lado a otro, esperando el retorno del Bromista de la corte con impaciencia.

    La Reina y sus cortesanos favoritos estaban celebrando Beltane alegremente en un pueblo de las remotas Highlands. Ver a su elfina Mito bailar y coquetear con los highlanders mortales había estimulado sus celos en una ira insomne. Había huido de los fuegos de Beltane antes de sucumbir al deseo de aniquilar el pueblo entero. Estaba demasiado enfadado con los mortales para confiar en sí mismo estando junto a ellos en esos momentos. El simple pensamiento de su Reina con un hombre mortal lo llenaba de furia.

    Como la Reina de las Hadas tenía sus favoritos entre sus cortesanos, también los tenía el Rey de las Hadas; el taimado Bromista de la corte era su compañero de copas y espadas desde hacía mucho tiempo. Lo había despachado para estudiar al mortal llamado Sasuke, para recoger información con la que pudiera preparar una venganza digna para el hombre que se había atrevido a entrar en territorio de las hadas.

    —Su masculinidad a media asta pondría envidioso a un semental… él exige el alma de una mujer. —El Rey Hashirama se burló de las palabras de su Reina en falsete acerbo, entonces escupió irritado.

    —Me temo que es verdad —dijo el Bromista rotundamente cuando apareció a la sombra de un serbal.

    —¿Realmente? —el Rey Hashirama hizo una mueca. Se había convencido de que Mito había embellecido un poco su historia; después de todo, el hombre era un simple mortal.

    El Bromista frunció el ceño.

    —Me pasé tres días en Edimburgo. El hombre es una leyenda viviente. Las mujeres claman por él. Pronuncian su nombre como si fuera alguna encantación mística garantizada para brindar el éxtasis eterno.

    —¿Lo viste? ¿Con tus propios ojos? ¿Es hermoso? —el Rey preguntó rápidamente.

    El Bromista asintió y su boca se torció amargamente.

    —Completamente. Es más alto que yo.

    —¡Tienes más de seis pies en todo tu esplendor! —objetó el Rey.

    —Es casi una mano más alto. Tiene el cabello color del cuervo, atado en una cola lisa; los ojos negros ardiendo sin llama; la perfección cincelada de un dios joven y el cuerpo de un guerrero vikingo. Es repugnante. ¿Puedo mutilarlo, mi liege? ¿Desfigurar su semblante perfecto?

    El Rey Hashirama ponderó esa información. Se sentía enfermo, con un hoyo en el estómago ante el pensamiento de ese oscuro mortal tocando los blancos miembros de su Reina, proporcionándole placer incomparable. Exigiendo su alma.

    —Lo mataré para ti —ofreció el Bromista con esperanza.

    El Rey Hashirama gesticuló con impaciencia.

    —¡Estúpido! ¿Y romper el Pacto entre nuestras razas? No. Debe haber otra manera.

    El Bromista se encogió de hombros.

    —Quizás debamos sentarnos y no hacer nada. El mortal Sasuke está a punto de ser dañado de la mano de su propia raza.

    —Dime más —pidió Hashirama, picada su curiosidad.

    —Descubrí que Sasuke debe casarse en unos días. Está comprometido por un decreto de su rey mortal. La destrucción está a punto de llegar. Verás, mi liege, el Rey James ha pedido que Sasuke se case con una mujer llamada Samui Shimura. El rey ha declarado que si Sasuke no se casa con esa mujer, destruirá a los clanes Uchiha y Shimura.

    —¿Y entonces? ¿Cuál es tu punto? —preguntó Hashirama con impaciencia.

    —Samui Shimura está muerta. Murió hoy. Hashirama se tensó al instante.

    —¿La dañaste, estúpido?

    —¡No, mi liege! —el Bromista le echó una mirada herida—. Murió a manos de su padre. Yo no le puse la idea en la cabeza, sólo la llave de la torre de ella en el sporran de ese hombre.

    —¿Significa eso que lo alentaste o no? —preguntó el Rey con desconfianza.

    —Vamos, mi liege —el Bromista puso mala cara—; ¿piensas que yo acudiría a tal engaño y nos arriesgaría a todos?

    Hashirama cerró y abrió sus dedos y estudió al Bromista. Imprevisible, hábil y descuidado, el Bromista no había sido todavía lo bastante tonto para poner en riesgo a su propia raza.

    —Continúa.

    El Bromista irguió su cabeza y su sonrisa brilló en la medialuz.

    —Es simple. La boda no puede realizarse por ahora. El Rey James va a destruir a los Uchiha. Oh, y a los Shimura también —agregó irreverentemente.

    —¡Ah! —Hashirama se debatió un momento, pensativo. Él no tenía que alzar un dedo y Sasuke moriría pronto.

    Pero no era suficiente, rabió. Hashirama quería su propia mano en la destrucción de Sasuke. Había sufrido un insulto personal, y quería una venganza íntimamente personal. Ningún hombre mortal burlaba al Rey de las Hadas sin retribución divina: y cuán divino se sentiría destruir a Sasuke. El vislumbre de una idea empezó a tomar forma en su mente. Cuando la consideró, el Rey Hashirama se sintió más vital de lo que se había sentido en siglos.

    El Bromista no se extrañó de la sonrisa arrogante que curvó los labios del Rey.

    —Estás pensando algo malo. ¿Qué estás planeando, mi liege? —preguntó.

    —Guarda silencio —ordenó el Rey Hashirama. Frotó su mandíbula pensativamente mientras se debatía entre sus opciones y refinaba su esquema cuidadosamente.

    Si el tiempo pasaba mientras Hashirama trazaba sus planes, ningún hada lo notó; el tiempo significaba poco para la raza de seres que podía moverse a voluntad a través de él. Las primeras llamas de alba pintaron el cielo sobre el mar cuando el Rey habló de nuevo:

    —¿Ha amado Sasuke alguna vez?

    —¿Amado? —el Bromista se hizo eco inexpresivamente.

    —Ya sabes, esa emoción para la que los mortales componen sonetos, pelean guerras, levantan monumentos —dijo el Rey secamente.

    El Bromista reflexionó un momento.

    —Yo diría que no, mi Rey. Sasuke nunca ha cortejado a una mujer que después no ganara, ni parece que alguna vez deseara a alguna en especial por encima de otra.

    —¿Nunca se le ha negado una mujer? —preguntó el Rey Hashirama con un rastro de incredulidad.

    —No que yo pudiera encontrar. Pienso que ninguna mujer que viva y respire en el sigo XVI podría negársele. Ya te lo dije, el hombre es una leyenda. Las mujeres se desmayan encima de él.

    El Rey sonrió perversamente.

    —Tengo otro mandado para ti, Bromista.

    —Cualquier cosa, mi liege. Permíteme matarlo.

    —¡No! No habrá ninguna sangre derramada por nuestra mano. Escúchame cuidadosamente. Pasa ahora a través de los siglos. Ve al futuro, allí donde las mujeres son más independientes y autosuficientes. Encuéntrame una mujer que sea irresistible, exquisita, brillante, fuerte; una que conozca su propia mente. Elígela bien: debe ser una mujer que no perderá la cabeza al viajar a través de tiempo, debe ser adaptable a los eventos extraños. Nada de traérnosla y confundir su cerebro. Debe creer un poco en la magia.

    El Bromista asintió.

    —Tienes razón. ¿Recuerdas a esa contadora de impuestos que devolvimos al siglo XII? Se convirtió en una loca delirante.

    —Exactamente. La mujer que debes hallar debe estar habituada un poco a lo extraño, para que pueda aceptar viajar en tiempo sin derrumbarse —Hashirama ponderó eso durante un momento—. ¡Lo tengo! Aparece en Salem, donde todavía creen en las brujas, o quizás en Nueva Orleáns, donde los antiguos sonidos mágicos aún suenan en el aire.

    —¡Lugares perfectos! —el Bromista se entusiasmó.

    —Pero lo más importante, Bromista: debes encontrarme una mujer que albergue un odio especial por los hombres guapos y mujeriegos; una mujer que garantice convertir en un infierno viviente esa vida mortal.

    El Bromista sonrió diabólicamente.

    —¿Puedo embellecer tu plan?

    —Eres una parte crucial de él —dijo el Rey con una promesa siniestra.

    .

    .

    .

    Sakura Haruno se estremeció, aunque era un extraordinariamente caluroso mayo en Seattle. Se colocó un suéter por la cabeza y cerró las puertas francesas. Miró fijamente hacia afuera a través del vidrio y observó la noche descender sobre los jardines en salvaje desorden más allá del sendero.

    En la luz penumbrosa, inspeccionó la pared de piedra que protegía su casa del 93 de Coattail Lane; entonces se volvió para realizar el escrutinio metódico de las sombras bajo los robles majestuosos, buscando cualquier movimiento irregular. Suspiró profundamente y se pidió a sí misma relajarse. Los perros guardianes que patrullaban las tierras estaban callados. Las cosas deben estar seguras, se aseveró firmemente.

    Inexplicablemente tensa, ingresó el código en el panel de la alarma que activaría los detectores de movimiento estratégicamente montados a lo largo de un acre de césped. Cualquier movimiento no previsto de más de cien libras de masa y tres pies de altura activaría los detectores, aunque la advertencia chillona no convocaría a la policía o a cualquier agencia de la ley.

    Sakura correría por su arma antes de correr hacia un teléfono. Convocaría al mismo diablo antes de soñar con llamar a la policía. Aunque habían pasado seis meses, Sakura todavía se sentía como si no pudiera vivir lo bastante lejos de Nueva Orleáns, ni aún cuando se distanciara a través de un océano o dos, algo que, sin embargo, no podía hacer; el porcentaje de fugitivos aprehendidos mientras intentaban dejar el país era espantosamente alto.

    ¿Eso era realmente ella?, se maravilló. Nunca dejaba de asombrarla, aún después de todos esos meses. ¿Cómo podía ella, Sakura Haruno, ser una fugitiva? Siempre había sido una ciudadana honrada, respetuosa de la ley. Todo lo que pedía de la vida era una casa y un lugar al que pertenecer; alguien para amar y alguien que la amara; niños algún día, niños que nunca abandonaría en un orfanato.

    Había encontrado todo eso en Sasori Akasuna, el soltero de oro de la sociedad de Nueva Orleáns, o eso había pensado.

    Sakura resopló cuando inspeccionó el césped una vez más antes de dejar caer las cortinas. Hacía unos años, el mundo había parecido un lugar diferente; un lugar maravilloso, lleno de promesas, excitación y posibilidades interminables.

    Sólo armada con su espíritu irreprimible y trescientos dólares en efectivo, Sakura Doe había inventado un apellido para sí misma y había huido del orfanato el día que había cumplido dieciocho. Se había asombrado al descubrir préstamos para estudiantes para los que prácticamente cualquiera podría calificar, incluso alguien tan poco seguro financieramente como un huérfano. Había tomado un trabajo como camarera, se había inscrito en la universidad y se había embarcado en la empresa de hacer alguien de sí misma. Había algo, no estaba segura, pero siempre tenía el presentimiento de que algo especial estaba esperándola a la vuelta de la siguiente esquina.

    Tenía veinte años, una estudiante de segundo año de la universidad, cuando esa cosa especial había ocurrido. Trabajando en Blind Lemon, un elegante bar y restaurante, Sakura había recibido la mirada, el corazón y el anillo de compromiso del oscuramente guapo Sasori Akasuna, el adinerado soltero de la década. Había sido el cuento de hadas perfecto. Había flotado durante meses sobre rosadas nubes de felicidad.

    Cuando las nubes habían empezado a fundirse bajo sus pies, se había negado a observar demasiado rigurosamente, negándose a reconocer que el príncipe de cuento de hadas podía ser el príncipe de cosas más oscuras.

    Sakura apretó los ojos deseando poder desterrar algunos de sus malos recuerdos de su existencia. ¡Cuán incauta había sido! Cuántas excusas había dado —para él, para ella— hasta que finalmente tuvo que huir...

    Un maullido diminuto la llamó al presente, y le sonrió a la única cosa buena que había llegado entre todo lo malo; su gatita, Moonshadow, una precoz minina extraviada que había encontrado en una estación de gasolina en su camino al norte. Moonie se frotó contra sus tobillos y ronroneó entusiasmada. Sakura acurrucó a la pequeña criatura peluda y la abrazó estrechamente. Amor incondicional, cosas como esa eran los regalos que Moonie le había dado. Amar sin reservas o subterfugios, el puro afecto sin sus aristas más oscuras.

    Sakura murmuró ligeramente cuando frotó las orejas de Moonie, pero se detuvo abruptamente cuando un sonido débil de rasguños atrajo su atención de nuevo a las ventanas.

    Perfectamente calmada todavía, asió a Moonie y esperó, conteniendo la respiración.
    Pero había sólo silencio.

    Debe de haber sido una ramita que rasca el tejado, decidió. Pero, ¿no había podado ella todos los árboles de la casa cuando se había instalado?

    Sakura suspiró, agitó la cabeza, y ordenó a sus músculos relajarse. Casi había tenido éxito cuando, sobre su cabeza, una tabla crujió. La tensión regresó al instante. Dejó caer a Moonie en una silla esponjosa y miró intensamente el techo cuando el crujido se repitió. Quizás era simplemente la casa asentándose. Realmente tenía que superar esa sobreexcitación. ¿Cuánto tiempo tenía que pasar hasta que dejara de estar asustada de darse vuelta y ver a Sasori de pie allí, con su débil sonrisa burlona y el arma brillando? Sasori estaba muerto. Estaba segura, sabía que lo estaba. ¿Entonces por qué se sentía tan horriblemente vulnerable? Durante los últimos días había tenido la sensación sofocante de que alguien estaba espiándola. No importaba con cuánto afán intentara tranquilizarse diciéndose que nadie podría desear dañarla o verla muerta —o no saberla viva—, porque todavía se consumía por una mórbida inquietud. Cada instinto que poseía la advertía de que algo estaba mal, terriblemente mal. Habiendo crecido en la Ciudad de los Fantasmas —la bochornosa Nueva Orleáns, supersticiosa y mágica—, Sakura había aprendido a escuchar sus instintos. Casi siempre daban en el blanco.

    Sus instintos incluso habían sido correctos sobre Sasori. Había tenido un mal presentimiento sobre él desde el principio, pero se había convencido de su propia inseguridad. Sasori era el mejor partido de Nueva Orleáns; naturalmente, una mujer podría sentirse un poco cohibida por semejante hombre.

    Sólo mucho más tarde entendió que había estado sola tanto tiempo, y había querido creer el cuento de hadas tan desesperadamente, que había intentado obligar a la realidad a reflejar sus deseos, en lugar de ser al revés. Se había dicho tantas mentiras blancas antes de enfrentar la verdad finalmente, que Sasori no era el hombre que había pensado que era... Había sido tan estúpida.

    Sakura respiró profundamente el aire de la primavera que pasó suavemente por la ventana tras ella; entonces retrocedió y giró abruptamente. Miró las temblorosas cortinas con cautela. ¿No había cerrado esa ventana? Estaba segura de que sí. Había cerrado todas antes de cerrar las puertas francesas. Sakura enfiló cautamente hacia la ventana, la cerró rápidamente, y la aseguró con llave.

    Eran nervios, nada más. Ninguna cara se asomó en la ventana, ningún perro ladró, ninguna alarma sonó. ¿Qué sentido tenía tomar tantas precauciones si no podía relajarse? No podía haber nadie allí afuera.

    Sakura se obligó a alejarse de la ventana. Cuando caminó por el cuarto, su pie tropezó con un objeto pequeño y lo envió deslizándose por la marchita alfombra de Oushak, donde chocó contra la pared.

    Sakura le echó un vistazo y retrocedió. Era una pieza del juego de ajedrez de Sasori, una que ella había sacado de su casa en Nueva Orleáns la noche que había huido. Había olvidado todo eso después de que se hubiera instalado. La había echado en una caja, una de aquellas amontonadas en la esquina que nunca se decidía a desempaquetar. Quizás Moonie había sacado las piezas, meditó, pues había algunas de ellas esparcidas por la alfombra.

    Recuperó la pieza a la que había dado un puntapié y la rodó cautelosamente entre sus dedos. Las olas de emoción la inundaron; un mar de vergüenza, enojo y humillación, mezclado con un implacable temor de que todavía no estuviera a salvo.

    Una ráfaga de aire besó la parte de atrás de su cuello, y ella se tensó, asiendo la pieza de ajedrez tan fuertemente que la corona de la reina negra se le clavó cruelmente en la palma. La lógica insistía en que las ventanas tras de sí estaban cerradas —sabía que lo estaban—; pero, aún así, el instinto le dijo otra cosa.

    La Sakura racional sabía que no había nadie en su biblioteca, solamente ella y una gatita roncando ligeramente. La Sakura irracional se balanceaba en el borde del terror. Riéndose nerviosamente, se riñó por ser tan asustadiza, y maldijo a Sasori por convertirla en eso. No sucumbiría a la paranoia.

    Dejándose caer de rodillas sin dirigir una mirada atrás, Sakura juntó las piezas de ajedrez esparcidas en un montón. No le gustó tocarlas. Una mujer no podía pasar su niñez en Nueva Orleáns —gran parte de ella a los pies de un cuentista criollo que vivía detrás del orfanato— sin volverse un poco supersticiosa. El juego era antiguo, un juego vikingo original; una vieja leyenda contaba que estaba maldito, y la vida de Sakura había sido bastante malhadada. La única razón por la que había hurtado el juego, era en caso de que necesitara dinero en efectivo. Tallado en marfil de morsa y ébano, valdría un precio exorbitante para un coleccionista. Además, ¿no se lo había ganado, después de todo lo que le había hecho pasar él?

    Sakura murmuró una vívida invectiva contra los hombres guapos. No era moralmente aceptable que alguien tan malo como Sasori hubiera parecido ser tan bueno. ¿No exigía la justicia poética, por otra parte, que no debían reflejar las caras de las personas sus corazones? Si Sasori hubiera sido por fuera tan feo como había descubierto tardíamente que era en su interior, nunca habría terminado en el extremo equivocado de un arma. Por supuesto, Sakura había aprendido de la manera más dura que cualquier extremo de un arma era el extremo equivocado.

    Sasori Akasuna era un hermoso, mujeriego, engañoso hombre, y había arruinado su vida. Asiendo a la reina negra herméticamente, se hizo una promesa firme: nunca saldré de nuevo con un hombre apuesto, en tanto viva y respire. Odio a los hombres guapos. ¡Los odio!

    Fuera de las puertas francesas del 93 de Coattail Lane, un hombre sin sustancia, una criatura que ningún artefacto hecho por el hombre podría detectar o contener, oyó sus palabras y sonrió. Su opción fue hecha con certeza veloz: Sakura Haruno era definitivamente la mujer que él había estado buscando.
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
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    2874
    CAPITULO 3

    Sakura no tenía ni idea de cómo había terminado en el regazo del hombre.

    Ninguna.

    En un momento era absolutamente sensata —quizás un poco neurótica, pero firmemente convencida no obstante de su cordura— y al siguiente momento la tierra desaparecía bajo sus pies y ella caía como en uno de los agujeros del conejo de Alicia En el País de las Maravillas.

    Su primer pensamiento fue que debía estar soñando: una impresionante, horrorosa correría subconsciente en una pesadilla bárbara.

    Pero eso no tenía ningún sentido; sólo momentos antes había estado acariciando a Moonshadow o había hecho... algo... ¿que? ¡Simplemente no podía dormirse sin darse cuenta!

    Quizá había tropezado y se había golpeado la cabeza, y esa alucinación era el resultado de una conmoción.

    O quizá no, se preocupó cuando echó una mirada alrededor del cuarto humeante y cavernoso lleno de personas extrañamente vestidas que hablaban en una versión mutilada de la lengua inglesa.

    Ahora la has hecho, Sakura, meditó sobriamente. Finalmente has caído por el borde, aunque todavía pataleando. Sakura se esforzó en enfocar los ojos, que se sentían extrañamente pesados. El hombre que la asió estaba levantándose. Era una bestia eructante con brazos gruesos y una barriga gorda, y hedía.

    Sólo hacía unos momentos ella había estado en su biblioteca, ¿no era cierto?

    Una mano grasienta apretó su pecho y ella exclamó sorprendida. El desconcierto fue vencido por el ultraje avergonzado cuando su mano rozó la cima de su pezón deliberadamente a través de su suéter. Aún cuando ése era un sueño, no podía permitir que esa clase de actividad pasara sin castigo. Abrió la boca para lanzar un acerbo latigazo de su lengua, pero él la pegó a su pecho. Su boca rosa en esa masa enredada de pelo extendida en una ancha O. Santos Cielos, pero el hombre no había terminado incluso de masticar, y no la sorprendía, pues los pocos dientes que le restaban estaban llenos de tocones y castaños.

    Con revulsión Sakura limpió pedazos de pollo y saliva de su cara cuando él rugió, pero se alarmó genuinamente cuando comprendió sus palabras, a través de su acento espeso.

    Ella era una merced divina, había proclamado el hombre al enorme cuarto. Era un regalo de los ángeles.

    Se casaría al día siguiente.

    Sakura se desmayó. Su cuerpo inconsciente sufrió un espasmo sólo una vez, pero después quedó flácido. La reina negra se resbaló de su mano, cayó al suelo y rebotó bajo una mesa al ser arrastrada por una bota de cuero.

    Cuando Sakura despertó, todavía estaba tendida, los ojos apretados y firmemente cerrados. Bajo su espalda sentía gruesos bultos amontonados. Podría ser su propia cama. Había comprado un colchón de resortes antiguos y lo había tenido guardado para ponerlo sobre su cama estilo Reina Ana. Estaba enamorada de las antigüedades, no había duda sobre eso.

    Olfateó cautamente. Ningún olor extraño del banquete que había soñado. Ningún zumbido de ese acento espeso que había imaginado antes.

    Pero ningún tráfico tampoco.

    Alertó sus oídos y escuchó intensamente. ¿Había oído alguna vez tal silencio?

    Sakura contuvo un roto suspiro y ordenó a su corazón tranquilizarse.

    Se estiró sobre el nudoso colchón. ¿Cómo había ocurrido esa locura? Había empezado con una vaga noción de inquietud, un presentimiento terrible de ser observada, y entonces... ¿una escalada rápida a plena locura, sólo para culminar en una pesadilla donde una bestia apestosa, peluda, le anunciaba nupcias inminentes?

    Sakura apretó los ojos más aún firmemente cerrados y oró por su retorno a la cordura. La silueta de un juego de ajedrez se dibujó en su mente; los alfiles listos para la batalla y las soberbias reinas se grababan en alivio severo contra el interior de sus párpados, y parecía haber algo urgente que necesitaba recordar. ¿Qué había estado haciendo?

    La cabeza le dolía. Era una especie de dolor sordo, acompañado por el sabor amargo de monedas viejas en el fondo de su garganta. Por un momento luchó contra ellos, pero los latidos se intensificaron. El juego de ajedrez bailó huidizamente en sus sombras de negro y blanco, y se disolvió después como un detalle distante. No podía ser demasiado importante. Tenía cosas más urgentes de qué preocuparse, como ¿dónde demonios estaba?

    Mantuvo los ojos cerrados y esperó. Unos momentos más y oiría el ronroneo de un BMW calle abajo de Coattail Lane o su teléfono repicaría enojadamente...

    Un gallo cacareó.

    Otro minuto y oiría que Moonie estaría pidiendo comida con su mer—ooow, y sentiría su cola paseando por su cara obligándola a levantarse de la cama. No oyó el chirriar de bisagras destempladas, la raspadura de una puerta demasiado alta contra un umbral de piedra.

    —Milady, sé que estás despierta.

    Los ojos se abrieron repentinamente para encontrar a una mujer corpulenta con pelo castaño y canoso y mejillas rosadas retorciendo las manos al pie de la cama.

    —¿Quién eres? —preguntó Sakura cautelosamente, negándose a mirar nada más del cuarto a excepción de esa última aparición.

    —¡Bah! ¿Quién soy yo pregunta ella? ¿La chica que aparece de ninguna parte, volando, como una bruja si se quiere, está deseando saber quién soy yo? ¡Hmmph!

    Con eso, la mujer puso una fuente con un peculiar olor a comida en una mesa cercana, y forzó a Sakura a incorporarse dejando caer las almohadas detrás de su espalda.

    —Soy Talia. Me han enviado a supervisar tu cuidado. Come. Nunca serás lo bastante fuerte para enfrentar la boda si no estás comiendo —reprendió ella.

    Con esas palabras y un vislumbre de las paredes de piedra llenos de tapices vivamente coloreados que retrataban cazas y orgías, Sakura se desmayó de nuevo, esta vez, con gusto.

    Sakura se despertó de nuevo ante una fila de sirvientas trayendo prendas de ropa interior, medias y un traje de novia.

    Las mujeres la bañaron en agua perfumada ante un hogar de piedra maciza. Mientras se sumergía profundamente en la tina de madera, Sakura examinó cada pulgada del cuarto. ¿Cómo podía ser un sueño tan vívido, tan rico en olores y tactos y sonidos? El agua de baño olía a brezo fresco y lilas. Las sirvientas charlaban ligeramente mientras la bañaban. El hogar de piedra era, fácilmente, tan alto como tres hombres, subiendo hasta besar el techo y tendiéndose a lo largo de la mitad del ancho de la pared oriental. Estaba engalanado con una serie de artísticos trabajos de plata; cestos delicadamente filigranados, rosas hechas a mano que brillaban como plata fundida, cada pétalo distinto y pareciendo aterciopelado de algún modo. Sobre la gran repisa de la chimenea trabajada en áspero roble color miel, colgaba una escena de caza que pintaba una victoria sangrienta.

    Su estudio fue bruscamente cortado por el chillido de la puerta. Jadeos asustados, e inmediatamente callaron las voces compeliéndola a alzar la mirada sobre un hombro desnudo, y ella, también, quedarse muda. ¡El bribón con la alfombra enmarañada en la cara!

    Con las mejillas ardiendo de turbación, se hundió más profundamente en la tina.

    —Milord, este no es lugar para usted —empezó una sirvienta.

    Una palmada rebotó a través del cuarto, imponiendo silencio a la protesta de la criada y deteniendo a cualquiera que considerara empezar también a hablar. La gran bestia grasienta de más temprano en su pesadilla se detuvo a la altura de sus caderas ante la tina humeante, una mirada de soslayo a su cara. Los cortantes ojos marrones se encontraron con el verde cuando Sakura sostuvo su ruda mirada sin parpadear. Los ojos del hombre bajaron, investigaron la línea de agua y sondearon debajo de ella. Sonrió abiertamente a la vista de sus pezones rosados antes de que ella cruzara sus brazos y se cubriera apretadamente.

    —Pienso que no le irá tan mal —murmuró el hombre. Entonces, arrastrando los ojos del agua hasta la cara inexpresiva de ella, le ordenó—: Desde este momento tu nombre es Samui Shimura.

    Sakura le lanzó una mirada orgullosa.

    —Mi nombre —espetó—, es Sakura Haruno.

    ¡Crack!

    Ella levantó una mano a su mejilla con escepticismo. Una criada clamó una embozada advertencia.

    —Prueba de nuevo —aconsejó él suavemente, y tan suaves como sus palabras eran, los ojos marrones brillaban gravemente duros.

    Sakura se frotó la mejilla ardiente en silencio.

    Y la mano del hombre se levantó y cayó de nuevo.

    —¡Milady! ¡Te lo imploramos! —Una pequeña criada se dejó caer de rodillas al lado de la tina y puso una mano en el hombro desnudo de Sakura.

    —Está muy bien, aconséjala, Bess. Sabes lo que hago con una chica lo bastante tonta para negarse a mí. Dilo—repitió dirigiéndose a Sakura—. Dime que tu nombre es Samui Shimura.

    Cuando la palma de su mano fornida cayó de nuevo, lo hizo sobre la cara de Bess, con furia. Sakura gritó cuando él golpeó a la criada repetidamente.

    —¡Deténgase! —gritó ella.

    —¡Dilo! —ordenó él cuando su mano subió y cayó de nuevo. Bess sollozó al acurrucarse en el suelo, pero el hombre la persiguió, su mano ahora en un puño.

    —¡Mi nombre es Samui Shimura! —gritó Sakura, medio levantada de la tina.

    El puño de Shimura se detuvo en mitad del aire, y lo hundió de nuevo en sus caderas, la luz de victoria brillando en los ojos. Victoria y esa lenta y repugnante inspección de su carne.

    Sakura vaciló bajo el puro libertinaje de los ojos marrones, y se sumergió de nuevo en el agua.

    —No, él no consigue un mal trato en absoluto. Eres mucho más bonita que mi propia Samui —Su boca se torció en una sonrisa—. Hasta me agradaría disfrutar de esas gordas almohadas yo mismo, pero llegaste justo a tiempo.

    —¿Llegado a dónde?

    —Venido de dónde es mi pregunta —replicó el hombre. Sakura comprendió en ese momento que infravalorar a ese hombre brutal sería un grave error. Porque detrás de los modales desastrosos y la apariencia desaliñada, había un temple de acero y la estocada de un marcado ingenio. El brazo flojo que había derramado los golpes tenía mucho músculo. Los ojos marrones pálidos que vagaban inquietos no erraban un golpe. Él no había castigado Bess con rabia. Le había pegado en un frío, calculado acto para conseguir lo que quería de Sakura.

    Ella agitó su cabeza, los ojos abiertos con confusión.

    —Realmente, no tengo la más mínima idea de cómo llegué aquí.

    —¿No sabes de dónde viniste?

    Bess estaba sollozando suavemente, y los ojos de Sakura se oscurecieron cuando miró a la criada acurrucada en una pelota intentando moverse poco a poco lejos de Shimura. La mano de él se estiró y apresó el tobillo de la criada. Bess lloriqueó desesperadamente.

    —Oh no, mi hermosa. Puedo necesitarte todavía —Los ojos la barrieron estremeciéndola con una mirada posesiva. Sakura abrió la boca cuando él rasgó el vestido de Bess y procedió a hacerlo tiras sobre su cuerpo. El estómago de Sakura latió en agonía cuando vio los grandes moretones que subían de los pálidos ijares y muslos de la criada. Moretones crueles, punzantes, de un cinturón o un látigo.

    Las otras criadas huyeron del cuarto y la dejaron sola con la sollozante Bess y el loco.

    —Este es mi mundo, Sakura Haruno —entonó él, y Sakura tuvo la premonición de que se tallarían profundamente, durante mucho tiempo, las palabras que estaba a punto de proferir. Él acarició el muslo tembloroso de Bess ligeramente—. Mis reglas. Mi gente. Mi voluntad para ordenar la vida o la muerte. La tuya o la de ella. Es una cosa simple lo que quiero de ti. Si no cooperas, ella muere. Entonces otra y después otra. Encontraré el mismo centro de esa tonta compasión que llevas como una mortaja. Te hace tan fácil de usar. Pero las mujeres son de esa manera. Débiles.

    Sakura se sentaba en silencio, su agitada respiración acompañando los sollozos cansados de Bess.

    —¡Quieta, chica! —Él palmoteó la cara de la criada, y ella se acurrucó más apretadamemente y lloró entre sus manos para sofocar el sonido.

    Un día lo mataré con mis manos desnudas, se juró Sakura silenciosamente.

    —No sé cómo viniste aquí o quién eres, y francamente, no me importa. Tengo un problema, y vas a arreglarlo. Si alguna vez te olvidas de lo que estoy a punto de decirte, si alguna vez fallas, si alguna vez me traicionas, te mataré después de que haya destruido todo lo que es valioso para ti.

    —¿Dónde estoy? —preguntó ella apagadamente y expresó renuentemente una de las preguntas que habían estado molestándola. Tenía miedo de que una vez que empezara a hacer preguntas, realmente pudiera descubrir que no era un sueño después de todo.

    —No me preocupa si estás loca —él se rió entre dientes apreciativamente—. El hecho es que prefiero saborear el pensamiento de que podrías tener palos batiendo en tu campanario. Dios lo sabe, mi Samui los tenía. Y eso es más o menos lo que él merece.

    —¿Dónde estoy? —insistió ella.

    —Samui tenía dificultades en recordar las cosas también.

    —Entonces, ¿dónde estoy yo?

    Shimura la estudió, y se encogió de hombros.

    —Escocia. Shimura Keep. Mi torreón.

    Su corazón dejó de pegar dentro de su pecho. No era posible. ¿Estaba de verdad desquiciada? Sakura endureció su voluntad para hacer la siguiente pregunta, la pregunta obvia, la pregunta espantosa que había estado evitando estudiosamente desde que había despertado por primera vez. Había aprendido que a veces era más seguro no hacer demasiadas preguntas, porque las respuestas podrían ser francamente enervantes. Obteniendo la respuesta a esa pregunta podría asirse frágilmente a la razón; Sakura tenía la sospecha de que dónde estaba realmente no era el único problema que tenía. Haciendo una respiración profunda, preguntó cuidadosamente:

    —¿Qué año es?

    Shimura se rió a carcajadas.

    —Realmente eres un poco tonta, ¿no es cierto, chica?

    Sakura le dirigió una furiosa mirada en silencio.

    Él se encogió de hombros de nuevo.

    —Es mil quinientos trece.

    —Oh —dijo Sakura débilmente. Oh Dios mío, se lamentó en los confines de su mente. Hizo una respiración profunda, lenta, y se dijo que empezara desde el principio de ese misterio; quizás podría ser desenmarañado—. ¿Y quién exactamente es usted?

    —Para todos los intentos y propósitos, soy tu padre, chica. Ésa es la primera de muchas cosas que nunca debes olvidar.

    Un sollozo roto distrajo a Sakura temporalmente de sus problemas. La pobre y abusada Bess... Sakura no podía ver a una persona dolorida, no, sin que ella hiciera algo al respecto. Ese hombre quería algo de ella; quizá ella podría negociar a cambio por algo.

    —Permite a Bess irse —dijo.

    —¿Confías en mí en este asunto? —Él tenía los ojos fijos de una serpiente, comprendió Sakura. Como la pitón en el parque zoológico de Seattle.

    —Permítele irse de este torreón. Dale su libertad —clarificó ella.

    —¡No, milady! —chilló Bess, y la bestia rió entre dientes calurosamente.

    Los ojos estaban pensativos cuando acarició la pierna de Bess.

    —Creo, Samui Shimura, que no entiendes mucho de este mundo. Líbrala de mí y la condenas a la muerte por inanición, violación o algo peor. Líbrala de mis atenciones amorosas y el siguiente hombre puede no ser tan amable. Tu propio marido puede no serlo.

    Sakura se estremeció violentamente cuando se esforzó en apartar la mirada de la gorda mano blanca que acariciaba rítmicamente. La fuente del dolor de Bess era la misma mano que la alimentaba. La protegía. La bilis subió a la garganta de Sakura y casi la estranguló.

    —Afortunadamente, él ya piensa que estás loca, por lo que puedes hablar cuanto quieras después de este día. Pero durante este día, desde el alba hasta el crepúsculo, jurarás que eres Samui Shimura, única hija de sangre del poderoso Danzō Shimura, novia jurada de Sasuke Uchiha. Verás este día a través de cuánto yo te diga.

    —Pero, ¿qué hay de la Samui real? —no pudo evitar preguntar.

    ¡Bofetada! ¿Cómo había conseguido el hombre pegarle antes de que ella pudiera poco más que parpadear? Cuando estuvo de pie, temblando de rabia sobre ella, él dijo:

    —Los siguientes golpes no serán en tu cara, perra, porque el vestido no te cubrirá allí. Pero hay maneras de pegar que hieren aún más y no dejan ninguna marca. No me obligues.

    Sakura se mantuvo callada y obediente a través de todas las cosas que él le dijo entonces. Su mensaje era simple. Si permanecía callada y obediente, viviría. Sueño o no sueño, los golpes le dolían, y tenía un presentimiento de que morir podría ser también posible.

    Él dijo sus cosas entonces. Cientos de detalles que esperó ella guardara en su memoria. Ella lo hizo con determinación; le impidió temporalmente contemplar la magnitud de su clara locura. Repitió cada detalle, cada nombre, cada recuerdo que no era suyo. De la observación cuidadosa de su padre, ella pudo adivinar muchos de los recuerdos que habían pertenecido a la mujer cuya identidad ella era ahora debía asumir. Y todo el tiempo un mantra suave zumbó en el fondo de su mente: esto no puede estar pasando. Esto no es posible. Esto no puede estar pasando. Aún así, en la vanguardia de su mente, realista como era, entendió que las palabras no pueden e imposible no tenían ninguna relevancia cuando lo imposible estaba pasando, de hecho.

    A menos que se despertara pronto de un pesadillesco y vívido sueño, estaba en Escocia, era el año 1513, y estaba a punto de casarse.
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    1587
    CAPITULO 4

    —Es alta como Samui.

    —No tan alta como ella.

    —¡Silencio! ¡Ella es Samui! O él tendrá nuestras cabezas servidas en fuentes.

    —¿Qué le pasó a Samui? —preguntó Sakura suavemente. No se sorprendió cuando las bocas de una media docena de criadas permanecieron cerradas y volvieron su atención completa a vestirla en un silencio acérrimo.

    Sakura rodó los ojos. Si ellas no iban a decirle nada sobre Samui, quizás hablarían sobre su novio.

    —Así que, ¿quién es ese hombre con el que debo casarme?

    —Sasuke Uchiha. —¿Qué tipo de nombre era Sasuke de todas maneras?

    Las criadas empezaron a reírse disimuladamente como un polluelo de codorniz sobresaltado.

    —La verdad es, milady, que nosotras sólo hemos oído historias de él. Estos esponsales fueron ordenados por el propio Rey James.

    —¿Cuáles son esas historias? —preguntó Sakura irónicamente.

    —¡Sus hazañas son legendarias!

    —Sus conquistas son legión. Se rumorea que ha recorrido el mundo acompañado sólo por las chicas más bonitas.

    —Se dice que no hay una sola chica bonita en toda Escocia que él no haya tumbado.

    —...en Inglaterra, también!

    —...y que no recuerda ninguno de sus nombres.

    —Se dice que tiene una belleza divina, y una cultivada mano en el arte fino de la seducción.

    —Es fabulosamente adinerado y los rumores dicen que su castillo es lujoso más allá de toda comparación.

    Sakura pestañeó.

    —Maravilloso. Un materialista, infatuado, apuesto y auto indulgente playboy, un hombre desconsiderado con una memoria mala. Y es todo mío. Dulce Dios, ¿qué he hecho yo para merecer esto? —se preguntó en alto. Dos veces, agregó privadamente.

    Lisbelle la miraba con curiosidad.

    —Pero los rumores dicen que él es un amante magnífico y muy guapo, milady.

    ¿Qué podría haber de malo en eso?

    Creo que no entiendes este mundo, Samui Shinura. Quizás él tenía razón.

    —¿Pega él a sus mujeres?

    —Él no las mantiene consigo el tiempo suficiente, o eso es lo que dicen.

    —Aunque he oído decir que una de sus mujeres intentó matarlo recientemente. No puedo imaginar por qué — agregó la criada, auténticamente confundida—. Se dice que él es más que generoso con sus damas cuando las consigue.

    —Puedo imaginar por qué —refunfuñó Sakura irritada, repentinamente impaciente con todo ese tirar, atar, adornar, y colocar de manos en su cuerpo—. Deténganse, deténganse —Ella palmoteó las manos de Lisbelle ligeramente de su pelo, que había sido lavado, rizado y peinado implacablemente, en una tortura lenta que parecía haber durado años.

    —Pero milady, debemos hacer algo con este pelo. ¡Es tan lacio! Debes lucir lo mejor...

    —Personalmente, preferiría parecerme algo más a un gato arrastrado. Mojado, despeinado, y oliendo como un viejo muladar.

    Los jadeos resonaron.

    —Chica, él será tu marido, y podría irte peor —una voz dura atravesó el cuarto. Sakura se volvió despacio y se encontró con la mirada sabia y mundana de una mujer con quien ella sintió una afinidad instantánea—. Podrías tener el mío, a falta de un ejemplo mejor.

    Sakura sorbió en una respiración áspera.

    —¿Laird Shimura?

    —Tu padre, mi querida hija —dijo lady Torune Shimura con una sonrisa ácida—. Salgan todas —Ella sacó a las criadas del cuarto con una mano regia, los ojos contemplando prolongadamente a Bess—. Matará a la chica un día, si quiere —dijo suavemente. Mantuvo los ojos cerrados herméticamente por un momento largo.

    —¿Te explicó él lo que debes hacer?

    Sakura asintió.

    —¿Y lo harás?

    De nuevo ella asintió. Lady Shimura expelió un suspiro de alivio.

    —Si en algún momento puedo devolver tu bondad...

    —No es bondad. Es para salvar mi vida.

    —...sólo necesitas preguntar. Porque salvas la mía propia.

    .

    .

    Sakura estaba de pie ante el hombre de sotana, cumpliendo su parte de la farsa.

    —Soy Samui Shimura —proclamó ruidosamente. El hombre de Dios palideció visiblemente y asió su Biblia hasta que sus nudillos parecieron hundirse en las costuras. Sabe que no lo soy, meditó ella. ¿Qué demonios estaba realmente sucediendo allí?

    Sintió una presencia cerca de su hombro izquierdo, y se volvió para enfrentar renuentemente al hombre con quien debía casarse. Los ojos se encontraron a la altura del área de debajo de su esternón, y cada pulgada de él parecía esculpida en acero.

    Sakura empezó a subir y mirar a su novio a la cara, cuando comprendió con horror que no estaba arrodillándose. Más allá de la mortificación, inclinó su cabeza hacia atrás y tragó mil protestas frenéticas que se coagularon en su garganta.

    El gigante la miró a su vez fijamente, con una expresión inescrutable, las llamas del fluctuar de las velas bailando en los ojos más azules que alguna vez viera.

    No puedo casarme con él, gritó ella silenciosamente. ¡No puedo hacerlo!

    Los ojos rehuyeron el semblante masculino y se desviaron ligeramente por el público, en busca de alguien que la salvara de ese desastre. Bess estaba sentada en el banco trasero, los ojos llenos de súplica.

    Sakura retrocedió y cerró los ojos. Por favor Dios, si estoy loca, por favor hazme sensata de nuevo. Y si no he enloquecido y de algún modo esto realmente está pasando, siento no haberte agradecido por el siglo XX. Siento haberle hecho lo que le hice a Sasori. ¡Lo siento por todo, y prometo que seré una persona mejor si me SACAS DE AQUÍ!

    Cuando abrió los ojos de nuevo, podría jurar que el hombre de sotana tenía un sabio y más bien divertido destello en los ojos.

    —Ayúdeme —dijo ella con voz hueca, quedamente. Rápidamente, él bajó los ojos al suelo. No los levantó de nuevo.

    A su pesar, Sakura arrastró la mirada renuente al tórax de su novio, entonces hacia arriba, aún más lejos, a su oscuramente guapo rostro.

    Él le arqueó una ceja cuando los flautistas empezaron a tocar más fuerte, en un ritmo que aumentaba en alegría y tempo.

    Fue rescatada de la considerable tensión cuando un alboroto hizo erupción y oyó la voz furiosa de su padre estrellándose contra las vigas.

    —¿Qué dices sobre que no podrá venir él mismo? —gritó Danzō Shimura al soldado.

    —Han habido algunos pequeños problemas en North Uster. Sasuke tuvo que irse a caballo a toda prisa, pero no ha deshonrado su palabra. No hace deshonor a los clanes. —El soldado entregó su mensaje ensayado.

    —¡Deshonra el troth no estando aquí! —rugió Lord Shimura. Entonces se volvió al hombre junto de Sakura—. ¿Y quién eres tú, para tomar su lugar?

    —Naruto Uzumaki, el capitán de guardia de Sasuke. Vengo a casarme con su hija como su apoderado.

    —¡Viruelas un apoderado! ¿Cómo se atreve a no venir a desposar a mi hija él mismo?

    —Es absolutamente legal. El rey lo reconocerá y de ese modo el troth se cumplirá.

    Sakura no pudo evitar la alegría que asomó en su rostro ante sus palabras. ¡Ese hombre no era su marido!

    —¿Soy tan ofensivo entonces, chica? —preguntó él y sonrió burlonamente, sin perderse una onza de su alivio.

    Tan ofensivo como una fuente de fresas zambullidas en chocolate oscuro y cubiertas con crema batida, pensó ella irónicamente.

    —Pronto me casaré con un sapo —dijo Sakura.

    La risa de él provocó una sonrisa renuente en sus propios labios.

    —Entonces definitivamente no tendrás suerte, milady. Sasuke no es ningún sapo con toda seguridad. Yo, chica, estando de pie al lado de Sasuke, soy de verdad un sapo. No, un troll. Peor todavía, un lagarto cornudo y verrugoso. Un...

    —Me hago una idea —Santo Cielo, líbrame de la perfección—. ¿Dónde está él, entonces, mi marido involuntario?

    —Manejando las consecuencias de un problema serio.

    —¿Y eso podría ser...?

    —Un grave y terrible levantamiento.

    —¿En North Uster?

    —Cerca. —Los labios del hombre tiraron bruscamente en sus comisuras, como reprimiendo una sonrisa.

    Sakura fue atrapada por un ataque de urgencia. No importaba cuánto arrastrara los pies, ese hecho se llevaría a cabo. Si tenía que enfrentar lo desconocido, le gustaría hacerlo cuanto antes. La espera sólo lo hacía peor, y el griterío de Lord Shimura combinado con la cacofonía salvaje de los debatientes flautistas le estaba arruinando los nervios. ¿Soy la loca Samui? Entonces lo demostraré. Enderezando sus plenos cinco pies y medio, buscó la figura todavía bramante de su padre y se sumergió en la refriega.

    —¡Oh, cállate, padre, y sigamos adelante con esto! Tengo una boda que debe hacerse y sólo estás retrasándola. ¿Y qué si él no viene? No puedo decir que lo culpo.

    La capilla quedó cadavéricamente inmóvil. Sakura podía jurar que sentía al hombre a su lado temblar con risa reprimida, aunque no se atrevió a encontrar su mirada de nuevo.

    Murmuraciones sobre Mad Samui rebotaron a través de la capilla, y Sakura sintió una ola de alivio. Esta fama de loca podría ser útil. En tanto ella obedeciera las órdenes de Shimura ese día, podría ser tan rara como una pelota cuadrada y nadie lo encontraría extraño.

    Sakura había estado angustiada de que no pudiera recordar todos los detalles que Shimura le había dicho; que se equivocaría y alguien en la casa de su nuevo marido descubriría que era una impostora. Una vez que empezara a hablar como un charlatán, los Shimura cumplirían su amenaza de matarla.

    De repente esa presión desapareció en un bollo esponjado de humo. En el aquí y ahora (y ella estaba muy aquí y ahora) era Mad Samui Shimura. ¿Cómo podría ser responsable por algo de lo que hacía y decía aunque no tuviera sentido? La locura era una licencia a la libertad. Una licencia para hacer y decir lo que quisiera sin repercusiones.

    Ningún Sasori, ningún arma, ningún recuerdo malo.

    Quizá ese lugar no era tan malo después de todo.
     
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    Escritora
    Título:
    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    773
    CAPITULO 5

    Sakura había estado vagando por las tierras de Dalkeith durante varias horas cuando tropezó con la herrería. Después de un agotador viaje de dos días desde Shimura Keep hasta su nueva casa en Dalkeith-Upon-the-Sea sobre un corcel quisquilloso, había planeado derrumbarse en la cama más cercana, dormir durante días, y cuando despertara (si todavía estuviera allí) encontrar una buena botella de whisky escocés y beberla hasta el olvido. Y entonces verificaría de nuevo si todavía seguía allí.

    No sólo no había podido encontrar una cama suave en el castillo alborotado, sino que no había habido ningún whisky, ninguna señal de un marido, y todos la habían ignorado sumariamente, lo que había hecho muy difícil hacerla sentir en casa. Naruto había huido de su compañía desde el momento en que habían atravesado la tapia de granito rosa de Uchiha Keep, aunque había parecido realmente un caballero durante la jornada.

    Pero ella no era ninguna estúpida. No tenían que pegarle en la cabeza con un palo para deducir que definitivamente no era una esposa querida. Casamiento por poderes, ninguna bienvenida, y ninguna señal de su marido. Definitivamente no querida.

    Sakura dejó su búsqueda infructuosa del marido, la cama y la botella y se fue de paseo para explorar la nueva casa.

    Y fue realmente por accidente que tropezó a través de los árboles de serbal con la forja al borde del bosque. Con el hombre, vestido sólo con un kilt, bombeando el fuelle y formando el acero de una herradura.

    Sakura había oído que su marido por poderes era demasiado hermoso para ser humano, pero ese hombre hacía de hecho al magnífico Naruto un verdadero sapo.

    ¿Por qué no habría un hombre tan recio en el siglo XX?, pensó ella con fascinación indefensa cuando lo miró trabajar. Para ver a ese tipo de hombre en el siglo XX, una mujer tenía que ganar entrada de algún modo en el sanctum interno de los físicoculturistas y los pesos libres, donde el hombre definía su cuerpo en homenaje a sí mismo. Pero en ese siglo, semejante hombre existía por simple obra de la naturaleza.

    Su mundo demandaba que él fuera fuerte para sobrevivir, ordenar, soportar.

    Cuando el herrero se inclinó para cambiar martillos, ella vio un riachuelo de perlado sudor iniciando una carrera desde la sien hasta su mejilla, dejándose caer con una salpicadura hasta su pecho, y goteando, oh, tan despacio a lo largo de los gruesos músculos en su abdomen. Hasta su ombligo, encima de su kilt, y más bajo todavía. Ella miró sus piernas con fascinación, esperando ver las gotas de sudor reaparecer en esas poderosas pantorrillas, y preguntándose delirantemente por cada pulgada entre ellos.

    Tan intenso era el calor brillando débilmente de la forja, tan extraña su necesidad, que Sakura no comprendió que él se había detenido por algunos instantes.

    Hasta que no levantó los ojos de su pecho para encontrarse sus pálidos, serios ojos.

    Ella abrió la boca.

    Él cruzó la distancia y ella supo que debía correr. Sin embargo, también supo que no podría correr aunque su vida dependiera de ello. Algo en esos ojos...

    La mano masculina fue áspera cuando se cerró en su mandíbula y empujó atrás su cabeza para encontrarse mirando unos relampagueantes ojos color de las esmeraldas.

    —¿Hay algún servicio que pueda realizar para ti, mi hermosa reina? ¿Quizás tienes algo que necesite ser calentado y amoldado? ¿O quizás podría reformar mi lanza de acero en el calor de tu forja, milady?

    Los ojos de Sakura investigaron el rostro masculino ferozmente. Calma, se ordenó.

    Él la agitó cruelmente.

    —¿Buscas mis servicios?

    —Es el calor, nada más —graznó ella.

    —Sí, es ciertamente el calor, Bella —Los ojos eran diabólicos—. Ven —Él la tomó de la mano y empezó a arrastrarla con un paso rápido.

    —¡No! —Ella golpeó con fuerza su brazo.

    —Ven —pidió él, y la muchacha sufrió la sensación misteriosa de que él estaba alcanzando algo dentro de ella con esos ojos, pidiendo a su voluntad acompañar los deseos masculinos. La aterró.

    —¡Suélteme! —gritó.

    Los ojos del hombre investigaron más profundamente, y aunque ella sabía que era ridículo, Sakura se sentía como si estuviera luchando por algo muy importante. Supo que no debía ir con ese hombre, pero no podría empezar a decir por qué. Se dio cuenta del peligro, oscuro y prístino. Peligro antinatural y antiguo más allá de su control. Si él abriera su cruelmente hermosa boca y dijera "ven" una vez más, ella podría hacer simplemente eso. Obedecer.

    Él abrió la boca. Ella se preparó para la orden que sabía seguiría.

    —Suelta a mi esposa —ordenó una voz profunda detrás de ellos.
     
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  7. Threadmarks: CAPITULO 6
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    4172
    CAPITULO 6

    Si ese hombre en la forja no era su marido, querido Dios en el cielo, ¿qué iba ella a encontrar cuando se diera la vuelta? ¿Se atrevería?

    Se volvió ligeramente, como si un pequeño atisbo pudiera ser más seguro, minimizando el impacto. Sakura descubrió pronto cuán equivocada estaba. Nada podría minimizar el impacto de ese hombre.

    Valhalla a la derecha. El paraíso recobrado a la izquierda.

    Atrapada entre una trufa de Godiva y un eclair de chocolate.

    Entre una roca y un lugar muy duro. Dos lugares muy duros hasta donde podía ver. Odio a los hombres guapos, se recordó internamente. Los odio. Los odio. Los odio. Todavía puedo resistirme...

    Unas manos sujetaron su cintura desde atrás mientras el herrero la empujaba contra su cuerpo esculpido.

    —¡Permite que me vaya! —gritó ella, la niebla extraña alzándose de su cerebro.

    El herrero la soltó.

    Y ese hombre muy grande, hermoso que la enfrentaba —el legendario Sasuke— estaba brillando como Odín, preparándose a desintegrarla con un rayo. Ella resopló.

    —No me mires a mí. No te molestaste en presentarte a nuestra boda siquiera —Sakura empezó furiosamente. Si ella realmente fuera Samui, ¿cómo se habría sentido? ¡Cuán terrible ser casada como un pedazo de propiedad y tratada tan miserablemente por los nuevos parientes!—. Me paso dos miserables y húmedos días en la parte de atrás de una jaca y... ¿deja de llover alguna vez en este lugar alejado de la mano de Dios? ¡Dos días nos tomó llegar aquí! El cortés Naruto se libró de mí al minuto que pusimos un pie en Dalkeith. No te molestas en saludarme siquiera. Nadie me muestra un cuarto. Nadie me ofrece algo de comer. O beber, ya que estamos —Ella hizo una pausa en su letanía y se apoyó contra un árbol, las manos en sus caderas, un pie tamborileando—. Y entonces, ya que no puedo encontrar ninguna parte donde dormir sin temer que pertenezca a alguien más, me marcho vagando finalmente, hasta que te molestas lo bastante para presentarte, ¿y ahora me miras así? Bien, quiero saber...

    —Silencio, chica.

    —No soy el tipo de mujer que puedes empujar a un lado y después tomar dócilmente. Sé cuándo no me quieren.

    —Te quieren, ciertamente —ronroneó el herrero.

    —No necesito que me peguen en la cabeza con una tonelada de piedras...

    —Dije que hagas silencio.

    —¡Y yo no me casé sin estar presente! —agregó ella, orgullosa de haber pensado en eso. Sí, Samui ciertamente se habría ofendido.

    —¡Silencio! —rugió Sasuke.

    —¡Y no recibo órdenes! ¡Ummmph! —Sakura gruñó cuando su marido arremetió la distancia que los separaba y la desplomó en el suelo. Una vez ella cayó a tierra, con la delicadeza de un rinoceronte pequeño, él rodó sobre ella varias veces, encerrándola en la curva de su brazo. Sakura pudo oír al herrero maldecir suavemente, entonces el sonido de pies corriendo, mientras ella luchaba poderosamente contra su abrazo acerado.

    —¡Cálmate! —gruñó Sasuke, su respiración cálida contra su oreja. Le tomó unos momentos comprender que él estaba sosteniéndola casi protectoramente, como escudándola con su cuerpo. Sakura levantó la cabeza para ver los ojos oscuros examinando intensamente el borde del bosque.

    —¿Qué estás haciendo? —susurró ella, con su corazón martilleando. Por dar volteretas tan bruscamente, se aseguró, no por ser acunada en los brazos poderosos de ese hombre. Se retorció.

    —Cálmate, he dicho.

    Ella se retorció una vez más, en parte para molestarlo y en parte para conseguir sacar la pierna de él de entre sus muslos, pero sólo alcanzó a terminar con sus nalgas apretadas contra su... oh, Dios, ¡ciertamente él no debía ser así todo el tiempo! Dió grandes tirones para deshacerse del contacto y oyó un porrazo embozado, el sonido de huesos que pegan contra huesos cuando su cabeza golpeó la mandíbula masculina con un sonoro thwack. Él maldijo suavemente, entonces el retumbar de su risa de barítono vibró tanto como sus brazos apretados alrededor de ella.

    —Una pequeña bruja, ¿no es cierto? —dijo él en su oreja.

    Ella se esforzó violentamente.

    —¡Déjame ir!

    Pero él no lo hizo. Sólo alivió su presión firme lo bastante para darse la vuelta y que ella yaciera encima de él y lo enfrentara. Un gran, gran error, pensó Sakura fúnebremente. Presentaba una nueva y completa serie de problemas, y empezaba con sus senos aplastándose contra él, su pierna atrapada entre las suyas, y sus palmas extendidas en su pecho musculoso. Su camisa de lino blanca estaba abierta y un puro calor masculino brotaba de su pecho ancho. Había una gota de sangre en su labio inferior arrogantemente encorvado, y por un momento desquiciado, ella consideró lamerlo realmente. En un movimiento veloz, elegante, el hombre la rodó bajo él y ella perdió la respiración. Sus labios se abrieron. La muchacha lo miró con muda fascinación y supo en ese momento espantoso, que el hombre con el que se había casado por poderes estaba a punto de besarla y estaba segura de que su vida nunca sería la misma si lo hiciera.

    Ella gruñó. Él sonrió y bajó su cabeza hacia la suya.

    Justamente entonces el herrero regresó corriendo al claro.

    —¡Ni una condenada cosa! —increpó—. Quienquiera que haya sido se marchó.

    Sasuke se irguió por la sorpresa y Sakura aprovechó el momento para empujarlo. Podría bien haber intentado empujar la Esfinge por la arena hasta el Nilo.

    Sólo entonces Sakura vio la flecha que todavía temblaba en el árbol donde ella había estado momentos antes de pie, riñendo a su nuevo marido seriamente. Los ojos se ensancharon cuando miró interrogante a Sasuke. Era todo demasiado raro.

    —¿A quién has ofendido? —Su marido la agitó con fuerza—. ¿Quién busca matarte?

    —¿Cómo sabes que ellos no te buscaban a ti, que no fue simplemente un mal tiro?

    —Nadie quiere matarme, chica.

    —Por lo que he oído, tu última amante intentó hacer justamente eso —replicó ella ofensivamente.

    Él palideció ligeramente bajo el profundo bronceado de su piel.

    El herrero se rió.

    El cuello de la muchacha estaba dolorido de tanto mirarlo hacia arriba.

    —Sal de encima de mí —gruñó a su marido.

    No estaba preparada para que los ojos de Sasuke se oscurecieran, rodaran sobre ella y la empujara contra sí.

    —Aunque persistes en rechazarme, esposa, creo que podrías necesitarme —dijo Sasuke suavemente.

    —No lo creo —ella se retorció furiosamente.

    —Estaré aquí, si lo reconsideras.

    —Me arriesgaré. Nadie había disparado algo en mi dirección hasta que te presentaras. Eso hace dos intentos que conozco en tu contra, y ninguna en la mía —Se puso de pie y sacudió su vestido. La suciedad y las ortigas se pegaban al tejido pesado. Se sacó unas hojas del pelo y desempolvó su trasero hasta que percibió una sensación incómoda. Despacio, levantó los ojos de su ropa para encontrar a ambos hombres mirándola con la intensidad de lobos. Lobos grandes y hambrientos.

    —¿Qué? —espetó ella.

    El herrero se rió de nuevo. El sonido era profundo, oscuro y misterioso.

    —Creo que la señora no ve qué dulcemente cruel es la llama de su belleza.

    —Ahórramelo —dijo ella cansinamente.

    —Pura como el alba de su rubor de muchacha, rica, madura y profundamente voluptuosa —Su marido no permitiría ser sobrepasado.

    Sakura golpeó un pie y miró furiosamente a ambos. ¿Dónde estaba su Shakespeare cuando lo necesitaba?

    —Por mí te ha jurado pura y te imagina luminosa, aquel de quien el arte es tan negro como el infierno, tan oscuro como la noche —ella murmuró.

    El herrero tiró su cabeza atrás y rugió de risa. Los labios de su marido se encorvaron en una sonrisa, apreciando su ingenio.

    Sasuke se puso de pie entonces y extendió su mano.

    —Imploro hagas la paz conmigo, chica.

    Implorar. El hombre podría hacer a un ángel llorar. Pero ella tenía hambre. Sed. Estaba cansada. Tomó su mano y se juró furiosamente no tomar nada más. Nunca.

    Cuando su marido la guió fuera del claro, la voz del herrero los siguió en una brisa perfumada de jazmín, y ella se sorprendió de que su marido no reaccionara. O no era un hombre posesivo, o simplemente no lo había oído. Pero claramente ella oyó al herrero decir:

    —Mujer que rinde a todos los hombres como débiles gatitos por la crema, puedo tomarte en lugares que sólo has imaginado en tus sueños.

    —Pesadillas —refunfuñó ella, y lo oyó reírse suavemente detrás de ella.

    Su marido la miró con curiosidad.

    —¿Qué?

    Ella suspiró pesadamente.

    —La yegua que anoche monté fue una pesadilla. Debo dormir un poco.

    Él asintió.

    —Y entonces nosotros hablaremos.

    Seguro. Si todavía estoy en este lugar perdido de la mano de Dios cuando despierte.

    Sasuke Uchiha rascó su mandíbula sin afeitar con una mano callosa. ¿Enojo? Quizás. Escepticismo, ciertamente. Pero posesividad... ¿De dónde infiernos había venido eso?

    Furia. Sí, ahí estaba. La furia fría y oscura estaba carcomiéndolo desde dentro y el espirituoso whisky escocés estaba ayudando sólo a mitigar el dolor.

    Él había estado de pie y había mirado a su nueva esposa con hambre en los ojos. Él la había visto sufrir el hambre cruda y primaria por un hombre... y no era él. Increíble.

    —Deja de beber o nunca llegaremos a Uster mañana — advirtió Naruto.

    —No voy a marcharme a Uster mañana. Mi esposa podría tener un bebé cuando volviera.

    Naruto sonrió abiertamente.

    —Está completamente furiosa contigo, sabes.

    —¿Ella está furiosa conmigo?

    —Estabas demasiado bebido como para casarte con ella, mucho menos para acostarte con ella, y ahora te pones nervioso porque miró con agrado a Neji.

    —¿Con agrado? ¡Da a la chica una cuchara y la habría resbalado sobre él, lamiéndose los labios para cenárselo!

    —¿Y?

    —Ella es mi esposa.

    —Och, esto está poniéndose demasiado profundo para mí. Dijiste que no te preocupaba lo que hiciera una vez que estuviera hecho. Juraste honrar el troth y lo hiciste. ¿Entonces por qué esta ira tonta, Sasuke?

    —Mi esposa no me hará cornudo.

    —Creo que un marido sólo puede ser cornudo si le preocupa. Y a ti no te preocupa.

    —Nadie me preguntó si me preocupaba.

    Naruto pestañeó, fascinado por la conducta de Sasuke.

    —Todas las chicas miran así a Neji.

    —Ella no me notó siquiera. Es a Neji a quien quiere. ¿Y quién en el maldito infierno contrató a ese herrero de todas maneras?

    Naruto meditó en su bebida.

    —¿No era Thomas el herrero?

    —Pensé que él, sí.

    —¿Dónde ha ido Thomas?

    —No lo sé, Naruto. Es por eso que te pregunté.

    —Bien, alguien contrató a Neji.

    —¿No lo hiciste?

    —No. Yo pensé que lo hiciste tú, Sasuke.

    —No. Quizá él es el hermano de Thomas y Thomas está enfermo.

    Naruto se rió.

    —¿Thomas el feo, su hermano? No hay una sola posibilidad de eso.

    —Líbrate de él.

    —¿De Neji?

    —Sí.

    Silencio.

    Entonces...

    —¡Por los santos, Sasuke, no puedes hablar en serio! No es propio de ti quitar el sustento a un hombre debido a la manera en que una chica lo mira...

    —Sucede que esa chica es mi esposa.

    —Sí; la misma que no querías.

    —He cambiado de idea.

    —Además, es quien mantiene a Kin bastante contenta, Sasuke.

    Sasuke suspiró profundamente.

    —Así que es eso.

    Él hizo una pausa de varios latidos celosos de corazón.

    —¿Naruto?

    —¿Humm?

    —Dile que mantenga la ropa puesta mientras trabaja. Y esa es una orden.

    Pero Sasuke no podía dejarlo en paz. Su mente percibió a dónde sus pies lo habían llevado cuando entró en el margen ambarino de luz del fuego de la forja de Neji, bajo los árboles de serbal.

    —Bienvenido, Lord Sasuke de Dalkeith-Upon-the-Sea.

    Sasuke giró hasta estar nariz con nariz con el herrero reluciente, que había conseguido llegar desde detrás de él de algún modo. No muchos hombres podían tomar a Sasuke por sorpresa, y por un instante Sasuke estuvo tan asombrado como irritado con el herrero.

    —Yo no te contraté. ¿Quién eres?

    —Neji— contestó el herrero fríamente.

    —¿Neji qué?

    El herrero lo ponderó, entonces encendió una sonrisa pícara.

    —Neji Hyūga.

    —¿Quién te contrató?

    —Oí que necesitabas un hombre para cuidar la forja.

    —Aléjate de mi esposa —Sasuke se sobresaltó al oír las palabras dejar sus labios.

    ¡Por los Santos, parecía un marido celoso! Había pensado lanzar la pregunta de quién había contratado al herrero, pero al parecer no tenía más control sobre sus palabras de lo que tenía sobre sus pies; por lo menos, no en lo que a su nueva esposa concernía.

    Neji rió perversamente.

    —No haré ninguna cosa que la señora no quiera que haga.

    —No harás ninguna cosa yo no quiera que hagas.

    —Oí que la señora no te deseaba.

    —Lo hará.

    —¿Y si no lo hace?

    —Todas las mujeres me desean.

    —Qué cómico. Yo tengo justamente el mismo problema.

    —Eres extrañamente descortés para ser herrero. ¿Quién era tu laird antes?

    —No he conocido a ningún hombre digno de llamar amo.

    —Qué cómico, herrero. Yo tengo justamente el mismo problema.

    Los hombres se mantuvieron nariz contra nariz. Acero contra acero.

    —Puedo ordenarte salir de mis tierras —dijo Sasuke rígidamente.

    —Ah, pero entonces nunca sabrás si ella te escogería a ti o a mí, ¿verdad? Y sospechando que haya un profundo grano de decencia en ti, algo que clama por cosas tan anticuadas como la honradez y la caballerosidad, el honor y la justicia... Sasuke tonto. Todos los caballeros estarán pronto muertos, como polvo de sueños que pasan por la imaginación inconstante del tiempo.

    —Eres insolente. Y a partir de este momento, estás desempleado.

    —Tienes miedo— se maravilló el herrero.

    —¿Miedo? —Sasuke se hizo eco incrédulamente. ¿Se atrevía ese estúpido herrero pisar en sus tierras y decir que él, el legendario Sasuke, tenía miedo?—. Yo no temo a nada. Ciertamente no a ti.

    —Sí lo haces. Viste cómo tu esposa me miraba. Tienes miedo de que no pueda mantener sus manos lejos de mí.

    Una sonrisa amarga, burlona, encorvó los labios de Sasuke. Él no era un hombre dado al autoengaño. Tenía miedo de no poder mantener a su esposa lejos del herrero. Lo mortificaba, lo incitaba, y encima el herrero también había acertado sobre su decencia subyacente. Decencia que exigía, como Naruto había sospechado, que no privara a un hombre de su sustento debido a su propia inseguridad sobre su esposa. Sasuke sufría el extraño defecto de ser noble, honrado hasta el final.

    —¿Quién eres realmente?

    —Un simple herrero.

    Sasuke lo estudió a la luz de la luna que clareaba a través de serbal. Nada simple. Algo se arrastró a su mente y flotó en su memoria, pero no podía acertar a descubrirlo.

    —Te conozco, ¿verdad?

    —Lo haces ahora. Y pronto, ella me conocerá también.

    —¿Por qué me provocas?

    —Me provocaste primero cuando agradaste a mi reina.

    Sasuke buscó en su memoria una reina a quien él hubiera agradado. Ningún nombre le vino a la mente; pero normalmente no lo hacían. Aún así, el hombre había puesto su juego en claro. En alguna parte, alguna vez, Sasuke había hecho volver la cabeza a la mujer de ese hombre. Y el hombre quería ahora jugar el mismo juego con él. Con su esposa. Una parte de él intentó que no le importara, pero desde el momento en que había puesto ojos en Mad Samui, había sabido que estaba por primera vez en su vida en problemas. Profundamente, en su cabeza, tenía el destello de los ojos color de las esmeraldas llamándolo hacia las arenas movedizas, y él habría ido de buena gana.

    ¿Qué decirle a un hombre cuya mujer has tomado? No había nada que decir al herrero.

    —No tenía ninguna intención de ofender —ofreció Sasuke por fin.

    Neji giró alrededor y su sonrisa se encendió demasiado brillantemente.

    —Ofensa por ofensa, todo es justo en la lujuria. ¿Buscas todavía sacarme de aquí?

    Sasuke encontró su mirada por largos instantes. El herrero tenía razón. Algo en él clamaba por justicia. Las batallas justas se luchaban en igualdad de condiciones. Si él no pudiera retener a una chica, si la perdiera ante otro hombre... Su orgullo ardió, caliente. Si su esposa lo dejara, más allá de si él la había querido desde el principio o no, y encima por un herrero, bien, la leyenda de Sasuke se cantaría en una runa inmensamente diferente.

    Pero peor incluso sería que, si él despidiera el herrero esa noche, nunca sabría con toda seguridad si su esposa lo habría escogido por encima de Neji Hyūga. Y le importaba. La duda lo atormentaría eternamente. La imagen de ella cuando había estado de pie ese día y se había apoyado contra un árbol, mirando fijamente al herrero... ¡ah! Eso le daría pesadillas de igual modo en la ausencia de Neji.

    Permitiría al herrero quedarse. Y esa noche Sasuke seduciría a su esposa. Cuando estuviera completamente convencido de donde descansaban sus afectos, bien, quizá entonces podría despedir al bastardo.

    Sasuke ondeó una mano desapasionadamente.

    —Como tú quieras. No ordenaré que te marches.

    —Como yo quiera. Me gusta eso —contestó Neji Hyūga sencillamente.

    Sasuke atravesó el patio despacio y frotó su cabeza, que todavía le dolía un poco de la embriaguez de tres noches atrás. El troth que el Rey James había ordenado estaba cumplido. Sasuke se había casado con la hija de Shimura, y así consumado el decreto final de James. Dalkeith estaba una vez más segura.

    Sasuke había esperado que fuera de la vista significara de verdad fuera de la mente, y que el Rey James se olvidara de Dalkeith-Upon-the-Sea. Todos esos años, había hecho la voluntad de James, sólo para tener una demanda más del rey para él: gracias al decreto real, James había tomado de Sasuke su última instancia de libertad.

    ¿Por qué lo había sorprendido? Durante quince años el rey había estado encantado apropiándose de sus libertades y las había calibrado bajo la única opción de obedecer a su rey o morir, junto con su clan entero.

    Recordó el día que James lo había convocado, sólo tres días antes de acabar su servicio.

    Sasuke se había presentado, picada su curiosidad por el aire de anticipación tensa que saturaba el espacioso cuarto del trono. Atribuyéndolo todavía a otro de los designios de James —y esperando que no tuvieran que ver con él o Dalkeith—, Sasuke se acercó a la tarima y se arrodilló.

    —Hemos arreglado un matrimonio para ti —había anunciado James cuando la habitación estuvo en silencio.

    Sasuke se envaró. Podía sentir los ojos de los cortesanos descansando pesadamente en él; con diversión, con burla y un toque de... ¿piedad?

    —Hemos seleccionado a la más conveniente... —James hizo una pausa y rió resentidamente— esposa para agraciar el resto de tus días en Dalkeith.

    —¿Quién? —Sasuke se permitió sólo una palabra. Decir más habría traicionado el irritado rechazo que se cocía a fuego lento en sus venas. No podía confiar en sí mismo para hablar cuando cada onza de él gritaba en desafío.

    James sonrió y convocó a Danzō Shimura para acercarse al trono, y Sasuke casi rugió de rabia. ¡Ciertamente no con la famosa Mad Samui! ¡James no le obligaría que a casarse con la solterona loca que Danzō Shimura mantenía en su torre lejana!

    La esquina del labio de James se torció hacia arriba en una sonrisa corva.

    —Hemos escogido a Samui Shimura como tu novia, Sasuke Uchiha.

    Una risa suave se desgajó a través de la corte. James frotó alegremente sus manos.

    —¡No! —La palabra escapó de Sasuke en un estallido de aire; demasiado tarde, él intentó evitarlo.

    —¿No? —se hizo eco James, su sonrisa al instante fría—. ¿Te oímos negarte a Nuestra orden?

    Sasuke depositó la mirada en el suelo. Hizo una respiración profunda.

    —No, mi rey. Temo que no me expresé claramente —Sasuke hizo una pausa y tragó duro—. Lo que quise decir fue 'No, ya has sido demasiado bueno conmigo' —La mentira quemó sus labios dejando el sabor del orgullo carbonizado en su lengua. Pero mantuvo segura a Dalkeith.

    James se rió entre dientes, grandiosamente divertido por la capitulación rápida de Sasuke, mientras disfrutaba de la magnitud de sus poderes reales. Sasuke reflexionó amargamente que una vez más, James tenía todas las cartas en su poder.

    Cuando James habló de nuevo, su voz goteaba veneno.

    —Falla en casarte con la hija de Shimura, Sasuke Uchiha, y Nosotros limpiaremos todo rastro de Uchiha de Escocia. Ni una gota de tu linaje sobrevivirá a menos que lo hagas.

    Era la misma amenaza que James siempre había usado contra Sasuke Uchiha, y la única que podía ser tan cruelmente eficaz, una y otra vez.

    Sasuke inclinó su cabeza para esconder su enojo.

    Él habría querido escoger a su propia esposa. ¿Era mucho pedir? Durante sus quince años de servicio, lo había mantenido el pensamiento de escoger a una mujer propia, de volver a Dalkeith y criar a una familia lejos de la corrupción de la corte de James; había guardado sus sueños intactos a pesar de los esfuerzos del malhumorado rey de destruirlos uno por uno. Aunque Sasuke no era un hombre que creyera en el amor, creía en la familia y el clan, y el pensamiento de pasar el resto de sus días con una buena mujer, rodeado de niños, lo atraía inmensamente.

    Él quería pasear por la costa y contarles historias a sus hijos. Quería hijas encantadoras, y nietos. Quería llenar la guardería de Dalkeith. Och, la guardería... el pensamiento lo picó; esta nueva imposición era la más amarga y dolorosa que el rey le había hecho alguna vez. ¡Nunca podré llenar ahora la guardería, no si mi esposa lleva en sí las semillas de la locura!

    No habría ningún pequeño —por lo menos legítimo— para Sasuke. ¿Cómo podría tener nunca un niño para proclamarlo como propio?

    Sasuke nunca había hablado de su deseo por una familia; sabía que si James lo averiguaba, erradicaría cualquier esperanza sobre eso. James lo había averiguado de algún modo, o bien había decidido que como él no había podido tener la esposa que había deseado, Sasuke tampoco.

    —Levanta tu cabeza y míranos, Sasuke —ordenó James.

    Sasuke levantó su cabeza despacio y fijó en el rey los ojos sin brillo.

    James lo estudió; entonces, volvió su mirada brillante hacia Danzō Shimura y añadió una amenaza final para asegurar su cooperación:

    —Destruiremos a los Shimura, también, si este troth es desafiado. ¿Oyes lo que decimos, Danzō Shimura? No nos falles.

    Laird Shimura parecía perturbado por la extraña orden de James.

    Arrodillándose ante el séquito de James, Sasuke dominó hasta el último de sus rebeldes pensamientos. Reconoció las miradas compasivas de los soldados con quienes había servido; la simpatía de la mirada de Naruto; el odio satisfecho y la burla arrogante de algunos lores que hacía mucho tiempo habían notado el éxito de Sasuke con las mujeres, y aceptó el hecho que se casaría con Samui Shimura aún cuando ella fuera una vieja arrugada y sin dientes, enferma, perturbada. Sasuke Uchiha siempre haría cualquier cosa para salvar a Dalkeith y mantener segura a su gente.

    El molino de los rumores había desprendido historias interminables sobre Samui Shimura, una solterona loca, encarcelada porque estaba incurablemente desquiciada.

    Cuando Sasuke pisó el sendero empedrado de guijarros de la entrada de Dalkeith, se rió en alto de la imagen falsa que había creado en su mente de Mad Samui.

    Él comprendió que James no había sabido obviamente mucho más de ella que otros, porque James nunca habría ligado a Sasuke a semejante mujer si hubiera sabido que ella le gustaba de verdad. Era demasiado hermosa, demasiado ardiente. James había pensado en hacer que Sasuke sufriera, y la única manera en que un hombre sufriría junto a esa mujer sería si no pudiera poner sus manos en ella, si no pudiera degustar sus besos y pudiera disfrutar su promesa sensual.

    Sasuke no había esperado nada como la luminosa criatura de seda de temperamento apasionado que había encontrado en la forja. Había enviado a Naruto en el último día a casarse con la chica por poderes, pensando ignorarla totalmente cuando llegara. Había aclarado expresamente que nadie debía darle la bienvenida. La vida seguiría en Dalkeith como si nada hubiera cambiado. Él había decidido que si ella estaba la mitad de loca como los chismes contaban, probablemente no podría incluso entender que estaba casada. Había concluido que podría encontrar alguna manera de tratar con ella, aún cuando significara confinarla en alguna parte, lejos de Dalkeith. James había pedido que se casara, no había dicho nada sobre compartir cuartos toda la vida.

    Y entonces, había puesto los ojos en Mad Samui Shimura. Como una diosa apasionada, ella lo había desollado con sus palabras y había evidenciado una unión de ingenio y de belleza no terrenal. Ninguna mujer que pudiera recordar había revuelto en él el firme, hondo apetito que había sufrido cuando la había acariciado con los ojos. Mientras ella había estado acariciando al condenado herrero con los suyos.

    Los rumores no podían estar más equivocados. Si Sasuke hubiera podido escoger una mujer, las cualidades que Samui poseía —la independencia, una mente rápida, un cuerpo delicioso y un corazón fuerte— hubieran sido todos los atributos que habría buscado.

    Quizás, meditó Sasuke, la vida podía tomar simplemente un giro para mejor después de todo.
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
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    CAPÍTULO 7

    Sakura sabía que estaba soñando. Estaba en la misma desesperadamente horrible pesadilla que había estado teniendo durante meses; en la que huía en los oscuros, desiertos callejones de Nueva Orleáns intentando escapar de la muerte.

    No importaba cuán duro intentara controlar el sueño, nunca se sentía segura. Inevitablemente, Sasori la encontraba en el almacén abandonado en Blue Magnolia Lane. Sólo una cosa difería significativamente de la realidad que Sakura había vivido: en su pesadilla, ella no alcanzaba el arma a tiempo.

    Se despertó agitada y pálida, con pequeñas gotas de sudor perlando su rostro. Y allí estaba Sasuke; sentado en el extremo de su cama, mirándola silenciosamente.

    Sakura lo miró con los ojos muy abiertos. En su confusión soñolienta, el oscuramente hermoso rostro de Sasuke parecía llevar rastros de la belleza diabólica de Sasori, y la hacía preguntarse qué diferencia podría haber entre los dos hombres, si es que hubiera alguna. Después de una pesadilla con un hombre mortalmente atractivo, despertar para encontrarse a otro en esa proximidad íntima simplemente era demasiado para sus nervios destrozados. Aunque todavía no tenía virtualmente ningún recuerdo de que cómo había ido a parar al siglo XVI, sus otros recuerdos estaban lamentablemente intactos. Sakura Haruno recordó una cosa con claridad insoportable: ella no confiaba y no le interesaban los hombres guapos.

    —Gritaste —informó Sasuke en su voz meliflua.

    Sakura rodó los ojos. ¿Podría hacer él algo además del ronroneo cada vez que abría su boca perfecta? Esa voz podría engatusar a una monja ciega a abandonar su castidad.

    —Vete —masculló ella.

    Él sonrió.

    —Vine para comprobar que no eras la víctima de otro intento de asesinato.

    —Te dije que no lo era —Él se sentaba cuidadosamente, aparentemente atrapado en un poderoso forcejeo interno. La mente de la joven giró con remanentes desenfrenados de su pesadilla, cuando una brisa suave descendió de la ventana y besó su piel. ¡Dioses, su piel! Ella tiró la sábana de seda hasta sus pechos casi desnudos en un ataque de resentimiento. El vestido que había encontrado tendido en su cama pulcramente —por alguien que obviamente tenía menos inhibiciones sobre la ropa que ella—, escasamente calificaría como camisón. Las mangas diminutas se habían resbalado de encima de sus hombros, mientras la falda del vestido se había convertido en un manojo; los volados de tejido transparente se agrupaban en una espuma nebulosa alrededor de su cintura y cubrían apenas sus caderas, y eso sin que ella se moviera en absoluto. Sakura arrastró firmemente el vestido e intentó arreglarlo sin abandonar su bien agarrada sábana.

    Sasuke gimió, y el sonido grave le hizo bailar cada nervio. Ella se obligó a encontrar su mirada acalorada con apariencia imperturbable.

    —Samui, sé que no empezamos este matrimonio exactamente bajo las mejores circunstancias.

    —Sakura. Y uno podría decir definitivamente que...

    —No, mi nombre es Sasuke James Lyon. Pero la mayoría me llama Sasuke.

    —A mí, quise decir. Llámame Sakura. —Ante su mirada interrogadora ella agregó—: Mi segundo nombre es Sakura, y es el que prefiero. —Una mentira simple, diminuta. Ella no podía esperar seguir respondiendo al nombre de Samui, porque podría equivocarse en el futuro.

    —Sakura —él ronroneó y puso una inflexión de más, pronunciándolo Sa-ku-ra— en—. Como estaba diciendo... —Él resbaló a lo largo de la cama con tal gracia que ella sólo comprendió que se había movido que cuando lo tuvo demasiado cerca— ...temo que no tuvimos el mejor comienzo, y pienso remediarlo.

    —Puedes remediarlo quitándote de mi vista en este momento. Ahora. Shoo. —Ella asió la sábana en un puño cuidadoso y ondeó la otra mano despectivamente. Él la miró con fascinación. Cuando él no se movió, ella intentó despedirlo de nuevo, pero el hombre cazó tramposamente su mano que empezaba a ondear.

    —Manos hermosas —murmuró él, envolviendo la palma y plantando un beso prolongado en el centro sensible—. Temí que Mad Samui fuera la mayor arpía del mundo. Ahora sé por qué Shimura te guardó escondida en su torre todos esos años. Eres la verdadera plata y oro de los tesoros de Shimura. Su riqueza se ha vaciado por completo al perderte a ti.

    —Oh, bájala —espetó ella, y él pestañeó con sorpresa—. Escucha, Sasuke James Lyon o Sasuke o quienquiera que seas, no me impresionas. Si vamos a estar obligados a sufrir el mismo techo sobre nuestras cabezas, necesitamos aclarar algunas cosas. Primero —ella sostuvo una mano y empezó a contar con los dedos—: no me gustas. Acostúmbrate a eso. Segundo, yo no quería casarme contigo, pero no tuve ninguna alternativa.

    —Deseas a otro —El ronroneo se ahondó en un retumbo de disgusto.

    —Tercero —ella continuó sin molestarse en responder—; yo no encuentro tus supercherías viriles ni remotamente interesantes. No eres mi tipo...

    —Pero Neji lo es ciertamente, ¿eh? —Su mandíbula se endureció y los ojos de ébano se encendieron.

    —Más que tú —mintió ella, pensando que si pudiera convencerlo de lo que quería decir, él podría dejarla sola.

    —No lo tendrás. Eres mi esposa, te guste o no. No seré un cornudo —tiene que importarte para ser un cornudo. La voz de Naruto resonó en su mente—. Quizás puedas intentar... —quizás, él ya lo hacía y no tenía la más remota idea de por qué.

    —Bien, no puedo.

    —¿Soy tan desagradable entonces?

    —Sí.

    Él la miró fijamente. Miró fijamente el cuarto. Estudió las vigas. Ninguna respuesta misteriosa estaba agazapada, lista para ser encontrada en cualquier parte.

    —Las chicas siempre me han encontrado atractivo —dijo él finalmente.

    —Quizá eso sea parte de tu problema.

    —¿Perdón?

    —No me gusta tu actitud.

    —¿Mi actitud? —él hizo eco quedamente.

    —Así es. Así que sal de mi cama y de mi vista y no me digas nada más esta noche.

    —Eres la chica más detestable que me he encontrado alguna vez.

    —Y tú eres el más frívolo e incorregible bribón de cuantos hombres he tenido el disgusto de conocer alguna vez.

    —¿De dónde sacas todas esas ideas sobre mí? —se preguntó él.

    —Podríamos empezar contigo demasiado borracho para presentarte a tu propia boda.

    —¿Te lo dijo Naruto? ¡Naruto no te habría dicho que!..

    —Maldita unión masculina —Sakura rodó los ojos—. Todo lo que él me dijo fue que estabas atendiendo un levantamiento. De tu estómago, eso no podía saberlo. La criada que me mostró este cuarto más temprano, tuvo bastante tiempo para hablarme. Lo hizo sin parar acerca de cómo tú y tres cascos de vino y tres mujeres, se pasaron la semana antes de nuestra boda intentando... ya sabes —Sakura murmuró unas ininteligibles palabras—: sacarte los sesos.

    —¿Qué es eso de sacarme los sesos?

    —Tú sabes —Sakura rodó los ojos.

    —Me temo que no. De nuevo, ¿qué era esa palabra?

    Sakura lo miró fijamente. ¿Estaba provocándola? ¿Estaban los ojos encendidos de picardía? Esa media sonrisa que encorvaba su boca hermosa podría fundir la sábana que ella estaba asiendo, por no mencionar su voluntad.

    —Al parecer alguno de ellos tuvo éxito, porque si te hubiera quedado algo de seso, saldrías ahora mismo de mi vista —espetó ella.

    —No eran tres—. Sasuke tragó una risa.

    —¿No?

    —Eran cinco.

    La mandíbula de Sakura se endureció. Ella sostuvo sus dedos de nuevo.

    —Cuarto: éste sólo será un matrimonio de nombre. Temporal.

    —Cascos de vino, quise decir.

    —No es gracioso.

    Su risa rodó peligrosa y pesada.

    —Es suficiente. Ahora vamos a contar las reglas de Sasuke —él sostuvo su mano y empezó a contar sus dedos—. Primero, eres mi esposa, de manera que me obedecerás en todo. Si debo ordenarte que vayas a mi cama, entonces así será. Segundo —su otra mano se levantó, y ella retrocedió, medio esperando un golpe, pero él la ahuecó sobre su rostro firmemente y la miró—; te apartarás de Neji. Tercero, darás toda la pretensión de estar encantada por haberte casado conmigo, pública y privadamente. Cuarto, quinto y sexto, te apartarás de Neji. Séptimo —él le dio un tirón de la cama y la puso de pie en un fluido movimiento—; me explicarás lo que encuentras desagradable sobre mí precisamente después de que te haga el amor, y octavo, vamos a tener niños. Muchos. Quizás docenas. Quizás simplemente te mantendré gorda con mis niños desde este momento en adelante.

    Los ojos de Sakura se dilataron más y más mientras él hablaba. Cuando llegó a la parte de los niños, ella estaba acercándose al pánico completo. Recogió trozos de su ingenio y buscó el arma más eficaz. ¿Qué podría decir para mantener a ese hombre alejado? Su ego. Su ego gigantesco y su orgullo varonil. Ella tenía que usarlo.

    —Haz lo que quieras. Yo simplemente pensaré en Neji —ahogó un bostezo y estudió sus cutículas.

    Sasuke retrocedió y dejó caer sus manos del cuerpo de Sakura como si quemara.

    —¡Simplemente pensarás en Neji!

    Él frotó su mandíbula y realmente no creyó en lo que había oído, mientras miraba fijamente la visión ante él, medio vestida en una nube de espuma transparente. El pelo rosado brillante caía alrededor del rostro más hermoso que él hubiera visto alguna vez. Su rostro en forma de corazón, su mandíbula delicada y, sin embargo, sorprendentemente fuerte. Sus labios llenos y aterciopelados como una ciruela madura, y rebeldes ojos verdes esmeraldas. Ella era la pasión personificada, y no parecía tener ni idea de su propia belleza. O no le importaba. La lujuria fijó un puño duro alrededor de él y apretó sin misericordia. Los ojos de ébano se estrecharon intensamente. Tenía una piel cremosa, hermosos hombros, una cintura delgada, dulcemente redondeadas caderas y piernas que subían todo el camino al cielo. Su belleza lo marcó con hierro, lo llamaba. La chica era pura perfección. Aunque Sasuke no era un hombre supersticioso, las palabras del deseo de Naruto a la estrella fugaz escogieron ese momento para relucir en su mente. ¿Qué había dicho Naruto exactamente?

    Él había deseado para Sasuke que encontrase a una mujer con ingenio y sabiduría; una mujer inteligente.

    —¿Puedes sumar? —él espetó.

    —Guardo la contabilidad como una profesional.

    —¿Lees y escribes? —presionó él.

    —Tres idiomas fluidamente, dos razonablemente bien.

    Era la primera razón por la que había podido falsificar tan bien su acento y poder convencerlos de que era Samui Shimura. Aunque algunas de las palabras y expresiones que usaba podrían parecerles extrañas a ellos, esperaban que ella estuviera chalada; había hecho un estudio rápido en Shimura Keep, asimilando el acento característico con la facilidad de un niño. Siempre tenía oído para los idiomas. Además, había mirado cada episodio de The Highlander que se había emitido.

    Sasuke gimió. La segunda parte del deseo de Naruto había sido que la mujer fuera perfecta de rostro y forma. No necesitaba hacer ninguna pregunta en ese sentido. Ella era una Venus, sencillamente, que había caído en su mundo, y él tenía una porfiada premonición de que su mundo nunca podría ser el mismo de nuevo.

    Por lo que los primeros dos requisitos del deseo de Naruto estaban cumplidos. La mujer poseía cerebro y belleza fascinantes.

    Fue en el último requisito que Naruto había especificado en el que Sasuke estaba más interesado: Un perfecto "no" en sus labios perfectos...

    Una mujer o no vivía o no respiraba para decirle "no" a Sasuke.

    —Chica, te deseo —él dijo en una voz cruda, ronca—. Te haré el amor de la manera más increíble que alguna vez experimentarás a este lado de Valhalla. Puedo llevarte más allá del paraíso, hacerte desear nunca poner tus pies en esta tierra de nuevo. ¿Me permitirás llevarte allí? ¿Me deseas? —él esperó, pero ya estaba seguro de lo que iba a venir.

    Sus labios se fruncieron en un delicioso mohín cuando ella dijo:

    —No.

    .
    .

    —¡Has puesto un geis sobre mí con tu maldito deseo, Naruto! —se oyó aullar al Laird Sasuke James Lyon Uchiha a los cielos sin estrellas, más tarde esa noche. Más allá de un círculo de árboles de serbal, Neji atizó un banco de ascuas e hizo sombra a un sonido demasiado oscuro para ser risa.

    Sakura permaneció durante mucho tiempo en la oscuridad, sentada en el borde de su cama después de que él se hubo ido, y retrocedió ante el ronco aullido que subió para tocar la luna. ¿Un geis? Una maldición. ¡Bah! Ella era la maldecida.

    Para él, ella era simplemente como el resto, y una cosa que Sakura Haruno había aprendido era que en lo que a un hombre concernía, no podía tolerar ser igual a las demás.

    Pero, culpable como las legiones que habían caído antes que ella, deseaba a ese hombre llamado Sasuke. Lo deseaba con un hambre irracional que superaba por lejos su atracción hacia el herrero. Había algo casi temible en los ojos del herrero. Como Sasori. Pero Sasuke tenía hermosos ojos oscuros con manchitas doradas bajo unas espesas pestañas negras como el hollín. Los ojos de Sasuke anunciaban placeres incalculables, risa, y si no lo estaba imaginando, algún tipo de dolor del pasado contenido cuidadosamente.

    Claro, se dijo cáusticamente. El dolor de no tener bastante tiempo para hacer el amor a todas las mujeres hermosas del mundo. Sabes lo que es. Un mujeriego. No te hagas esto de nuevo a ti misma. No seas estúpida, Sakura.

    Pero no podía deshacerse de la incomodidad que había sentido cada vez que se había obligado a decirle cosas crueles y odiosas. Quizás no las mereciera. Simplemente porque Sasuke era un apuesto hombre como Sasori, no significaba que era el mismo tipo de hombre que Sasori. Ella tenía una traicionera sensación de estar siendo injusta con él, por ninguna razón lógica en absoluto.

    ¿Ah, pero hay una explicación lógica para cómo y por qué has saltado repentinamente de 1997 a 1513? Ella resopló burlonamente.

    Sakura había aprendido examinar los hechos y tratar con la realidad, sin tener en cuenta cuán irracional la realidad inmediata pareciera ser. Habiendo nacido y crecido en Nueva Orleáns, entendía que la lógica humana no pudiera explicarlo todo. Había a veces una lógica más grande que operaba, algo tentadoramente más allá de su comprensión. Últimamente, Sakura se sentía más sorprendida cuando las cosas tenían sentido que cuando no lo hacían; por lo menos, cuando las cosas eran extrañas, estaba en territorio familiar. A pesar de ser muy ilógico y absolutamente improbable, sus cinco sentidos insistían que ya no estaba exactamente en Kansas.

    Un recuerdo oscuro rondó la periferia de su mente... ¿qué había estado haciendo antes de encontrarse de pronto en el regazo de Shimura? Las horas anteriores eran neblinosas, inciertas. Podía recordar el sentimiento intranquilo de ser observada... ¿y qué más? Un olor singular, rico y picante, que simplemente percibió antes de que ella... ¿qué? Sakura empujó contra un manto de confusión y sólo tuvo éxito haciendo latir su cabeza.

    Se esforzó un momento más, entonces se rindió al dolor. Sakura murmuró una oración ferviente para que la lógica más grande detrás de esa realidad irracional la tratara con más benevolencia que cualquier cosa que hubiera puesto a Sasori en su camino.

    Demasiado malo era que no hubiera perdido algunos de esos malos, malos recuerdos. Pero no, sólo había perdido unas horas extrañas; un hueco corto de tiempo. Quizás el susto de lo que había ocurrido estaba poniendo una abertura a su memoria por ahora. Pero ciertamente cuando se ajustara a ese nuevo ambiente, deduciría cómo había logrado viajar a través del tiempo. Y deduciría cómo volver.

    Pero entonces, se preguntó, ¿querría realmente volver al lugar del que había salido?

    Por la mañana, Sakura salpicó agua helada en su rostro y se evaluó en el borroso disco de plata pulida que colgaba sobre la cubeta. Ah, los pequeños lujos. Agua caliente. Pasta dentífrica. ¿Por qué se afligía por lo demás?

    Café. Ciertamente en alguna parte del mundo alguien cultivaba café en 1513. Si su delicioso marido estaba tan ansioso de agradar, quizá lo encontraría para ella, y rápidamente. Necesitaría una cafetera llena todas las mañanas si continuaba perdiendo el sueño así.

    Cuando Sasuke había dejado su cuarto la noche anterior, ella había estado estremecida de la cabeza hasta los dedos de los pies. El atractivo del herrero era un eco oscuro de la sacudida que el hombre llamado Sasuke había dado a todos sus sentidos. Simplemente estar en su presencia la hacía sentir temblorosa por dentro y con las rodillas débiles, mucho más de lo que Neji lo hacía. Resopló al recordar las reglas de Sasuke. Cuatro de ellas habían sido apartarse del herrero. Bueno, esa era una manera segura de irritarlo si lo necesitaba. Después de que ella consiguiera su café.

    Sakura buscó intensamente en el "ajuar" de Samui, buscando algo lo suficientemente simple de usar. Poniéndose un vestido amarillo—limón (¿cómo habrían hecho esas telas brillantes en esos tiempos?), lo completó con un cinto de oro en la cintura y varias pulseras doradas que encontró. Zapatillas de cuero suave para sus pies y una sacudida de su melena rosa, y el café asumió la prioridad después de respirar.

    —Café —graznó cuando consiguió encontrar el camino a través del extenso castillo, y hallando finalmente varias personas que disfrutaban un plácido desayuno. Había una docena de personas o más sentadas a la mesa, pero los únicos que Sakura reconoció eran a Naruto y a él, por lo que ella emitió la palabra, esperanzadamente, en general.

    Todos en la mesa la miraron fijamente.

    Sakura los miró severamente en respuesta. Ella también podía ser ruda.

    —Creo que ella dijo café —sugirió Naruto después de una larga pausa—, aunque he escuchado sonidos más inteligibles de algunos de nuestros halcones.

    Sakura rodó sus ojos. La mañana siempre prestaba una calidad ronca a su voz, rica como el coñac.

    —Necesito café —explicó la muchacha pacientemente—. Y mi voz siempre está así por las mañanas.

    —Una voz para apreciar, tersa y compleja como la más fina malta escocesa —ronroneó Sasuke. Sus ojos se demoraron en su cara, entonces resbalaron suavemente hasta los dedos de los pies. ¿Cómo en nombre de Dios podía una mirada hacerla sentirse como si hubiera deslizado su vestido despacio y deliciosamente de su cuerpo?

    —¿No dejó ese compañero de Ceilán un depósito de cosas extrañas en la despensa? Y yo soy Mikoto Uchiha, a propósito, madre de este bribón.

    —Madre.

    —Silencio. Hiciste una comedia de la boda y estás haciendo un enredo de las cosas; ahora, tan sólo silencio.

    Sakura lo perdonó por casi todo en ese momento, porque pareció un muchacho pequeño cuando pestañeó calladamente.

    —Milady —dijo ella, intentando una reverencia y esperando haberse dirigido a la madre de Sasuke correctamente porque le gustó instintivamente la mujer, aún cuando había dado a luz a ese tiránico mujeriego.

    —Mikoto está bien, ¿y yo puedo llamarte Sakura? Sasuke me dijo que es tu nombre preferido.

    —Sakura es maravilloso. ¿Café?

    Mikoto rió, evidentemente imperturbable ante la obsesión.

    —Supongo que estás acostumbrada a tener preparada esa bebida fuerte por las mañanas. Mi sanador me dijo que tiene propiedades rejuvenecedoras y es un energizante natural.

    —Sí —Sakura asintió vehementemente.

    —La despensa, Sasuke —animó Mikoto a su hijo.

    —¿Vas a permitirme ir? —preguntó él cáusticamente.

    —¿Desde cuándo me escuchas a mí? —preguntó Mikoto con un centelleo en sus ojos—. Lleva a tu nueva esposa para encontrar su café. Y Sakura, si necesitas alguna otra cosa, incluso un oído compasivo, me buscas. Paso gran parte del día en mis jardines. Cualquiera puede apuntarte el camino.

    —Gracias. —dijo Sakura desde el fondo de su corazón. ¡Cuán bueno era tener a alguien que ofrecía una bienvenida amistosa! Alguien que no fuera varón y hermoso más allá de toda paciencia.

    —Ven —Sasuke extendió una mano hacia ella.

    Negándose a tocarlo, ella dijo dulcemente:

    —Después de ti.

    —No, chica, después de ti —respondió él. Seguiría la curva dulce de sus caderas como un esclavo hasta el mismo infierno.

    —Debo insistir —objetó Sakura.

    —Como lo hago yo —se opuso él.

    —Ve —espetó ella.

    Él cruzó sus brazos poderosos sobre su pecho y resueltamente encontró su mirada.

    —Oh, por el amor de Dios, ¿tenemos que luchar sobre esto también?

    —No si me obedeces, chica.

    Detrás de ellos, Mikoto mitad rió, mitad gimió.

    —¿Por qué simplemente no van los dos uno al lado del otro? —dijo alentadoramente.

    —Bien —Sakura dijo bruscamente.

    —Bien —gruñó Sasuke.

    Mikoto se rió hasta que las lágrimas centellearon en sus alegres ojos negros. Finalmente, una chica digna de su hijo.
     
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    4295
    CAPÍTULO 8

    Lado a lado. No tenía que mirarlo. A Dios gracias por los pequeños favores.

    —Y aquí tenemos la despensa —dijo Sasuke cuando abrió la puerta y la empujó dentro. El espíritu de Sakura se elevó. Su nariz olfateó delicadamente. Podía oler café en grano, especias, té, toda clase de cosas maravillosas. Prácticamente abovedada en el cuarto, con Sasuke a sus talones, cuando estaba a punto de sumergir una mano profundamente en el saco castaño tejido que emitía el más delicioso aroma a perverso café oscuro, Sasuke consiguió insinuarse entre Sakura y su premio de algún modo.

    —Parece gustarte realmente tu café —observó, con un interés demasiado perspicaz para su gusto.

    —Sí —ella cambió su peso de un pie a otro, con impaciencia, pero el hombre tenía mucho cuerpo para bloquear su camino—. Muévete, Sasuke —se quejó ella, y él se rió suavemente cuando agarró su cintura con sus manos grandes y casi la rodeó.

    Sakura se tensó cuando un olor más irresistible aún que su adorado café atormentó sus orificios nasales. Olor de cuero y hombre. De poder y sexualidad. De confianza y virilidad. El olor de todo lo que ella había imaginado en sus sueños.

    —Ah, mi corazón, hay un precio —murmuró él.

    —No tienes ningún corazón —ella informó a su pecho.

    —Verdad —él estaba de acuerdo—. Lo has robado. Y anoche yo estaba de pie ante ti, agonizando mientras lo rompías en pedazos.

    —Oh, termínala.

    —Tienes refranes singulares, mi corazón.

    —Tu corazón es una negra nuez insignificante. Marchita. Arrugada —ella se negó a mirarlo.

    Él se rió.

    —Chica, me mantendrás divertido mucho tiempo en mis años de vejez.

    —Café —murmuró ella.

    —El troll de los impuestos debe recibir algo.

    —¿Y claramente qué desea el troll de los impuestos?

    —Esta mañana, es simple. Otros días no sé qué puede ser. Hoy tu café te costará sólo un pequeño beso.

    —¿Piensas intercambiar regularmente café por besos? —exclamó ella, incrédula. Y a despecho de sí misma, inclinó su cabeza hacia atrás y encontró su mirada. Bueno, casi. Sus ojos se anudaron y sostuvieron aproximadamente tres pulgadas por debajo de esos ojos masculinos, en sus perfectamente esculpidos labios. Los labios de un hombre no debían ser tan bien formados y deseables. Ella se olvidó del café cuando pensó en degustarlos, y sus rodillas traidoras empezaron a tambalearse de nuevo.

    —Vamos —animó él.

    El bastardo. Sabía que ella quería besarlo.

    —Sé que no quieres, chica, pero debes hacerlo si quieres tu café.

    —¿Y si no lo hago?

    —No consigues tu café —él se encogió de hombros—. Realmente, es un precio pequeño a pagar.

    —No creo que esto sea realmente lo que tu madre tenía en mente.

    Él rió, un oscuro, sensual ronroneo, y ella sintió que sus pezones se endurecían.

    Dios del Cielo, era peligroso.

    —Mi madre es medio responsable de mi forma de ser, por lo que no la ofrezcas todavía para la santidad, mi corazón.

    —Deja de "corazonearme". Tengo un nombre.

    —Sí, y es Sakura Uchiha. Mi esposa. Alégrate de que busque sólo un don por un don, y no tome simplemente lo que es mío por derecho.

    Ella agarró su mano rápida como un relámpago y depositó el beso requerido en ella, entonces la soltó.

    —Mi café —exigió.

    Los ojos oscuros de Sasuke parecían cocerse a fuego lento con sensualidad impaciente.

    —Obviamente, chica, hay mucho que necesito enseñarte sobre besar.

    —¡Yo sé besar!

    —¿Oh? Quizás debes demostrarlo de nuevo, porque si ésa es tu idea de un beso, tendré que exigir un don más generoso. —Él le sonrió, su labio inferior encorvado invitadoramente.

    Sakura cerró los ojos para escapar la visión de sus labios perfectos y comprendió, en el momento en que sus párpados temblorosos se cerraron, que había cometido un serio error táctico. Sasuke ahuecó las manos sobre su rostro y la empujó contra la pared, entrampándola con su cuerpo poderoso. Los ojos de Sakura se abrieron al instante.

    —¡No cerré los ojos para que me besaras! —exclamó ella, pero su rechazo perdió fuerza cuando encontró su mirada. Sus intensos ojos de ébano agitaron su imaginación, haciéndole desear dolorosamente aceptar el placer que le ofrecía, aunque sabía que no debía. Sakura intentó librarse de su dominio, pero las manos en su rostro eran firmes.

    —¡Sasuke! No pienso...

    —Sí, lo haces, chica, y demasiado —interrumpió él, su mirada entrecerrada mofándose—. Así que deja de pensar por un momento, ¿quieres? Sólo siente —él la besó rápidamente y aprovechó que sus labios todavía estaban abiertos en una protesta. Sakura empujó su pecho, pero él no prestó atención a su resistencia.

    Sasuke enterró las manos en su pelo e inclinó la cabeza de Sakura hacia atrás para besarla más profundamente, explorando su boca con la lengua. Sus labios eran exigentes, su abrazo posesivo y firme, y cuando apoyó sus caderas contra su cuerpo, fue insistente, indisputablemente masculino. La desafió con su beso, exigiendo sin palabras que ella reconociera la tensión y el calor que existía entre ambos, un calor que era capaz de incinerar un corazón tierno o soldar dos corazones en uno. El deseo se estremeció tan intensamente a través de ella que gimió, desconcertada y asustada. Sakura supo que era peligroso disfrutar su tacto, demasiado arriesgado permitir lo que ciertamente podría volverse un placer adictivo.

    El dedo pulgar de Sasuke jugó en la esquina de su boca y la presionó para rendirla completamente a su dominio. Excitada, curiosa, desvalida para resistirse, Sakura se rindió. El beso con que él la premió la hizo temblar; era un beso que garantizaba despojarla de sus defensas.

    ¿Y entonces dónde estaría ella? Vulnerable de nuevo, idiotizada por un hombre apuesto... de nuevo.

    Las manos de Sasuke resbalaron del pelo de Sakura hasta rodear sus pechos, y la humedad resultante entre sus muslos la asustó con la súbita conciencia de que había perdido el control. Sakura dio tirones, determinada a no ser simplemente otra de las conquistas de ese mujeriego desvergonzado.

    —¡Déjame ir! ¡Dijiste un beso! ¡Esto no era parte del trato!

    Sasuke se tensó. Tiró su cabeza hacia atrás, sus manos fuertes todavía amoldando sus pechos, y buscó intensamente su cara, casi enojado. Cualquier cosa que viera él, podría decirse que no estaba satisfecho. No estaba satisfecho en absoluto.

    La escrutó con los ojos muy abiertos un momento más, entonces le volvió la espalda ancha y sacó un manojo de granos de café.

    Sakura frotó irritada sus labios, como si pudiera así sacarse el demorado, inolvidable placer de su tacto. Cuando terminaron en la despensa y caminaron por el largo corredor en silencio y negándose a mirarse, Sasuke envolvió los granos en una tela y los guardó en su sporran.

    Sólo fuera del gran hall se detuvo y, como atada a un hilo invisible, ella detuvo sus pasos también.

    —Dime que lo sentiste —ordenó en voz baja, todavía sin mirarse. Ella estudió en el suelo los remolinos de polvo mientras él estudiaba las telarañas del techo.

    —¿Sentir qué? —ella pudo impedir apenas que su voz se quebrara. ¿Un beso para construir un sueño sobre un hombre guapo?

    Él le dio un tirón contra su cuerpo; impertérrito cuando ella apartó la cara. Sasuke bajó su cabeza y esparció besos en las curvas altas de sus pechos, donde empujaban contra el escote ahuecado de su vestido.

    —¡Detente!

    Él levantó la cabeza, un gruñido oscureciendo su rostro.

    —¡Dime que lo sentías también!

    El momento flotó, lleno de posibilidades. Se estiró en incertidumbre y, ante el miedo de Sakura, se disolvió.

    —¿Yo? Estaba pensando en Neji.

    ¿Cómo podían cambiar los ojos de un hombre de una intensidad ardiente a ser fríos círculos en menos de un momento? ¿Cómo podía volverse un rostro abierto tan hermético? ¿Un rostro noble ponerse tan salvaje?

    —La siguiente vez que seas lo bastante tonta para decir eso después de que yo te haya tocado, no seré responsable de mis acciones, chica.

    Sakura cerró los ojos. Escóndelo, escóndelo, no le permitas ver cómo te afecta.

    —No habrá una siguiente vez que me toques.

    —Habrá una siguiente vez todos los días, Sakura Uchiha. Me perteneces. Y sólo puedo ser empujado hasta un límite. Neji puede ser enviado lejos. Todo puede enviarse lejos. El café puede desaparecer. Yo controlo todo lo que quieres. Puedo ser muy bueno contigo si estás deseosa de probarlo. La única cosa sobre la que no puedo negociar es Neji. Porque estás ansiosa de intentarlo conmigo, y todo lo que pido es que abandones a Neji y nunca me digas su nombre. Si puedes concederme ese don pequeño, yo no exigiré demasiado por el precio de tu café cada mañana. Y te prometo que no lo haré demasiado alto.

    Un beso era un precio demasiado alto. Demasiado peligroso en sí mismo.

    —Pero qué derecho...

    —Porque puedo. Eso es bastante simple.

    —Fuerza bruta.

    —No te molestes intentando hacerme sentir culpable. Pregúntale a mi madre. No funciona.

    Bien, bien. Ninguna caballerosidad aquí, notó ella. Pero dentro de todo, el trato que él ofrecía era más razonable que otras millones de alternativas. Él podía exigir todas sus prerrogativas maritales en lugar de un pequeño beso cada mañana. Ella podría sobrevivir a eso.

    —¿Un beso cada mañana? ¿Eso es todo lo que buscas a cambio de que no te mencione a Neji? ¿Y yo consigo mi café todos los días?

    —Deja afuera a Neji. No me permitas encontrarte cerca de él. No me digas su nombre.

    —¿Por un beso cada mañana?

    —Por un don cada mañana.

    —¡Eso no es justo! ¿Cuál es el don?

    Él se rió.

    —¿Quién te dijo que la vida era justa? ¿Quién te engañó tan penosamente? Y considerando que estamos casados y la alternativa a mi amable oferta es compartir plenamente los privilegios conyugales, ¿qué ganas discutiendo sobre la justicia?

    —Bien, ¡podrías fijarlo un poco más bajo por mi paz mental! Por otra parte yo me despertaría temiendo cosas terribles y desconocidas.

    Su rostro se oscureció.

    —Busco darle placer carnal y ella me dice "cosas terribles y desconocidas" —dijo él amargamente.

    —No quise decir algo así —empezó a decir ella, odiando las líneas amargas marcadas sobre sus ojos. Ella las había puesto allí. Pero por su propia seguridad, tenía que mantenerlas allí, por lo que calló rápidamente.

    Él no la oyó sin embargo, atrapado en sus propios oscuros pensamientos mientras miraba hacia lo lejos.

    Mucho más tarde, cuando desapareció a la vuelta de una esquina, ella recordó sus granos de café solitariamente. Estaban envueltas en esa bolsa que él llevaba alrededor de sus caderas. Y había cerrado con llave la despensa.

    Una ducha. Eso era. Lo que Sakura no daría por treinta minutos de vapor rodando en nubes espesas, una espuma rica de jabón de Aveda, los champús, los aceites y una esponjosa toalla blanca para secarse.

    Prestó cuidadosa atención a embellecer los matices más finos de su fantasía sobre la ducha para mantener su mente alejada de él mientras localizaba los jardines. Los encontró detrás del castillo; se tenía que pasar a través de las cocinas para llegar allí, o andar todo el camino alrededor del castillo, y todo el camino alrededor era un paseo muy largo.

    —Bien, empuja en un poco más tu pequeña nariz, diré. Me gustaría ver completa a nuestra nueva señora —una voz llamó de dentro de la cocina.

    Sakura caminó, curiosa. La cocina era todo lo contrario que había imaginado que existía en esos lejanos tiempos. Era grande, bien diseñada y limpia. El foco central del cuarto era un hogar de columnas macizas que ofrecía una apertura en cada lado y cuadruplicaba las áreas de cocción. Una chimenea de piedra subía hasta una abertura en el techo alto. En una inspección más cuidadosa, ella comprendió que la cocina se había construido como una reciente adición al propio castillo, diseñada para ser aireada y dando buenas salidas. Ventanas alineadas en los dos perímetros de la tapia, estantes de roble brillante rodeaban el área entera, y los suelos eran de piedra gris más pálida. Ninguna comida se pudría allí, ningún roedor o bicho; esa cocina antigua rivalizaba con su propia cocina en su casa del siglo XX, excepto que no tenía lavaplatos. Las escaleras descendían a las despensas, las despensas eran diestramente arrinconadas en las alcobas, y más allá de las ventanas abiertas, yacían los jardines lujuriosos. En los umbrales, se asentaban frascos diminutos de hierbas y especias.

    —¿Encuentras nuestra cocina agradable?

    Sakura asintió, impresionada, y volvió su atención al hombre sonriente. Era alto y moreno, con un cuerpo delgado y antebrazos que se encordelaban pesadamente, con músculos por manejar una espada o trabajar con sus manos. Su pelo oscuro y la barba cerrada estaban salpicadas de plata, y cuando los ojos verdes se encontraron con los suyos, chispearon con curiosidad y bienvenida.

    —Sasuke lo diseñó. De sus viajes. Decía que había visto maravillas para hacer la vida más agradable, y las usó todas para mejorar Dalkeith, diré.

    ¿El laird del castillo había estado en las cocinas?

    —Él cortó los estantes y construyó los armarios. Le gusta trabajar con la madera. Ocupa sus manos, dice. Aunque dónde encuentra tiempo, está más allá de lo que entiendo, diré —El hombre rodó los ojos y cruzó las manos detrás de su cabeza, apoyando su silla en un charco de sol que se vertía desde la ventana—. Mi nombre es Kagami, milady —ofreció él—. Contento de estar dándote la bienvenida.

    —Soy Mad Samui —dijo ella en contestación a su bondad.

    —No sé mucho sobre lo de loca, pero Mikoto te ha tomado gusto y ésa es una mujer que distingue finamente, diré.

    Sakura dio otro paso en la cocina; sus ojos se deslizaron por el cuarto admirando el ingenio simple con el que había sido diseñado. Todo ordenado y fácilmente accesible.

    —Mikoto está afuera —la animó Kagami—. Ella te espera desde hace algún tiempo, diré —él pestañeó en su dirección—. No permitas a estos Uchiha agobiarte, milady. Son personas tercas, obstinadas, pero con corazones del más puro oro. No encontrarás otros como los Uchiha en toda Escocia. Bienvenida, diré, y si necesitas algo, sólo tienes que buscar a Kagami de la curtiduría. —Él encorvó sus manos fuertes—. Todavía hago las pieles más suaves de este lado de Uster. Quizás también del otro —El orgullo brilló en su sonrisa cuando él la animó suavemente hacia la puerta.

    Sakura caminó en la luz del sol y respiró tan profundamente como pudo. Madreselva, un olor apreciado de su primera juventud. Los botones de oro yacían con su belleza dorada bajo las ventanas a su derecha e izquierda. Lavanda en el aire, rosas rugosa, y otro olor rico y terroso que se esforzó en identificar. Oyó el tintineo del agua cayendo en una cubeta. ¿Una fuente? Siguiendo el sonido, Sakura caminó sobre los senderos de piedra a través de sobresalientes arbustos de rododendros, anémonas lujuriosas, campanillas azules y nomeolvides.

    Las piedrecillas del camino se disparaban en todas las direcciones bajos sus pasos, pero el sonido tintineante del agua guió a Sakura infaliblemente. Lady Mikoto estaba sentada en el estante de una fuente de piedra, elevada cuatro gradas, más arriba de su cabeza. Un delfín de piedra de tamaño real se balanceaba encima de la fuente, atrapado en un medio salto, el agua chorreando de su hocico abierto.

    —Magnífico —suspiró Sakura, y Mikoto se volvió a saludarla con una sonrisa, dándole la bienvenida.

    —Mi hijo realmente es el inventor. —El orgullo era evidente en cada línea tierna de su rostro.

    —¿Hizo también esto? —Sakura hizo una mueca.

    —La mayoría de los aspectos inusuales de Dalkeith son obra de mi hijo. Cuando viajaba, buscaba los secretos más avanzados de esa civilización para traérselos a su gente.

    —Cuando viajaba por el mundo con hermosas compañeras de cama —Sakura interrumpió acerbamente, recordando las palabras de las criadas de Shimura.

    Mikoto irguió su cabeza, un destello divertido en los ojos.

    —¿Eso es lo que dicen?

    —¿Eso es lo que él hizo?

    —¿Por qué no se lo preguntas a él? Pero piensa bien en esto, Sakura. ¿Cuántas personas que no te conocen bien hablan de ti?

    —Punto —concedió Sakura, esperando que Mikoto nunca descubriera su pasado.

    —Mad Samui —observó Mikoto suavemente—. No me pareces ni un poco loca a mí. ¿Por qué te mantenían los Shimura encerrada con llave en esa torre?

    Sakura recitó las palabras que habían remarcado con golpes el día de su boda.

    —Yo era demasiado hermosa para arriesgarme a ser vista hasta por sus propios hombres. Así lo dijo —Agregó sus propias palabras sin pensar—: La verdad es que nunca me he sentido de esa manera.

    Mikoto resopló.

    —¿No te has visto nunca en un espejo?

    —Por supuesto que sí. Pero aún así, nunca me he sentido de esa manera.

    —Igual que Sasuke, creo —comentó Mikoto—. Me dijo una vez que sólo supo que era guapo debido a la manera en que las mujeres se preocupaban por pequeñeces sobre él. Que si las mujeres no hubieran hecho semejante alboroto, él se habría considerado a sí mismo razonablemente aseado y limpio.

    —¿Razonablemente aseado y limpio? —dijo Sakura incrédulamente—. ¡El hombre es perfecto de la cabeza a los pies! Hace a David, los dioses griegos y Pan parecer desproporcionados. Él es sexo crudo en una botella, descorchada. ¡Y alguien debe encorcharlo! ¡Él es... accck! ¡Bah! —balbució Sakura, tartamudeando cuando comprendió sus palabras tardíamente. Mikoto estaba riéndose tan fuerte, que las lágrimas nublaban sus ojos.

    Cuando Mikoto pudo recuperar la respiración, dio un suspiro de contento.

    —Bien, es un alivio. No estaba segura de que fueras indiferente. Él piensa que lo eres. No te preocupes. Será nuestro pequeño secreto, querida Sakura, y ven a sentarte a mi lado para que pueda decirte cuán feliz estoy de que estés aquí. Sólo siento no haber estado para darte una bienvenida apropiada cuando llegaste. Por lo que he oído, todos hicieron las cosas bastante mal.

    Sakura se encontró queriendo precipitarse en la cosa más parecida a los brazos maternales que había conocido en su vida. ¿Resbalaría su corazón endurecido a través del hielo alevosamente delgado? ¿Se atrevería ella? ¿O no?

    Detrás de los rojos arbustos de rododendros, una sombra retrocedió. ¡La odio! ¡La odio! La mano de Kin tembló que cuando levantó el tubo, entonces lo sostuvo firmemente. Despacharía al enemigo y acabaría su tormento. Arrugó sus labios alrededor de la boca del tubo y mantuvo nivelado el diminuto instrumento de muerte. Hizo una respiración profunda y forzó un estallido afilado de aire de sus labios firmes. Un dardo diminuto hizo erupción desde el extremo, tan pequeño como la púa de una abeja. Kin miró cómo el dardo voló para empotrarse en la carne pálida del cuello de Sakura. Sonrió con satisfacción cuando Sakura palmoteó brevemente la herida, como espantando un irritante mosquito. Kin se esforzó por observar bien: podía ver la cola reluciente del brillo del dardo en el cuello de Sakura mientras hablaba con Mikoto. Hecho. Su tarea estaba cumplida.

    —¿Dónde está su marido, Mikoto? —Sakura palmoteó su cuello—. ¿Mosquitos? ¿Ya?

    —Tenemos nuestra cuota. Esa es la razón para los tules en las camas durante esta estación. Un poco de menta parece mantenerlos lejos. Yo lleno algunos de mis bolsillos y envuelvo una hoja o dos en mi corpiño —Ella le ofreció algunas de sus propias hojas y Sakura las aceptó agradecida—. En cuanto a mi marido... —los ojos se empañaron, soñadores—. Ese hombre imposible me dejó hace más de treinta años. Murió justo después de que Sasuke naciera.

    —¿Cómo? —Sakura limpió su frente con el reverso de la mano. El sol estaba de repente demasiado caliente.

    —En una batalla para el rey, y a su muerte hizo un compromiso, o eso es lo que el Rey James dijo, de quince años de la vida de su hijo al servicio de la Corona, a cambio de la protección del rey sobre Dalkeith. De hecho, el servicio de Sasuke sólo acabó recientemente.

    Sakura arrugó su frente con confusión. Las flores luminosas de Mikoto se fundieron de repente en un ofuscado baño de color.

    Mikoto explicó pacientemente:

    —Dalkeith es un rico torreón. No había ningún hombre para protegernos cuando mi marido murió. Yo quedé con un pequeño heredero de dos meses. Si mi marido hizo la prenda realmente o James lo inventó, nunca lo sabré. Dudo que mi Uchiha hubiera comprometido a nuestro hijo al Rey James de cualquier manera, pero uno raramente gana un argumento contra un rey. Yo no estaba lista para casarme de nuevo, mi dolor por mi marido era profundo. Los hombres del rey protegieron Dalkeith hasta que yo dejé mi luto de viuda y volví a casarme. Pero James nos dio su protección a condición de que Sasuke se presentara en Edimburgo en su decimoctavo cumpleaños, y por quince años de lealtad, o fealty. Como declaró que mi marido lo había prometido.

    —¿No cree que su marido comprometiera a Sasuke? —preguntó Sakura, mientras su visión empezaba a nublarse. Pestañeó un momento y se aclaró.

    El rostro encantador de Mikoto permaneció pensativo, y por un largo momento pareció no poder contestar la pregunta en absoluto. Sakura podría ver el desfile de recuerdos por su frente, algunos buenos, algunos evidentemente dolorosos.

    —Mi Fugaku fue la segunda oferta de matrimonio que recibí, Sakura.

    —¿Y la primera? —preguntó Sakura, arrastrando las yemas de los dedos en el agua fresca, dulce de la fuente y salpicando después unas gotas en sus sienes.

    —Del Rey James.

    —¡Ah! Un hombre desdeñado.

    —Decididamente desdeñado. Y ni siquiera un poco perdonado. El Rey James había puesto su mente en mí y no podía disuadirlo. Era mi decimosexto verano, y yo estaba en la corte con tu madre, Torune. Recibimos muchas ofertas de matrimonio esa temporada, y James era uno de mis admiradores más ardientes. Yo no lo tomé demasiado en serio, él era, después de todo, el rey. Sólo más adelante descubrí cuán serio era, pero era demasiado tarde. Yo había puesto mis ojos en el Uchiha cuando era apenas una niña. Y Fugaku... bien, sólo diré que era un trabajo fácil persuadirlo. —Los ojos negros centellearon con cariñosos recuerdos.

    —¿Así que el rey odia a Sasuke porque desdeñaste su oferta de matrimonio? Eso parece increíblemente infantil.

    —Lo es. James fue estropeado desde el momento en que nació. Fue consentido, mimado y mal acostumbrado. Cuando tuvo edad para casarse, estaba irremediablemente malcriado. Nunca había oído la palabra no en su vida entera y tampoco tenía ninguna intención de oírla. Encontró absolutamente incomprensible que una mujer escogiera ser la esposa de un simple conde cuando podía ser la reina de toda Escocia.

    Sakura pensó brevemente sobre la realeza de su tiempo. Qué muchísimo habría sacrificado cualquiera para ser princesa y reina algún día. Mikoto había hecho una sabia elección cuando se había casado por amor.

    —Lo que lo destrozó de verdad era que fue lo bastante tonto para anunciar a su corte que yo iba a ser su reina, aún después de que yo hubiera rechazado sus propuestas en varias ocasiones. Me casé con mi Fugaku Uchiha el día siguiente a su 'proclamación', aunque no supimos que el rey realmente había anunciado públicamente sus intenciones hasta semanas después, cuando las noticias llegaron a Dalkeith finalmente. Mi marido dijo que habíamos hecho un enemigo poderoso ese día, pero creo que ninguno de nosotros supo cuán verdaderamente vengativo podía ser. Sospecho que hay muchas cosas sobre su servicio a James de las que Sasuke nunca hablará. Se rumorea que James lo mantuvo amenazado con destruir Dalkeith a menos que Sasuke obedeciera cada uno de sus antojos. —Su voz descendió a una muesca confidencial—. Sasuke no lo sabe, pero solicité una audiencia con James, poco después de que empezara a oír cuentos de su servidumbre. Le pedí que abandonara su demanda por mi hijo —Los ojos de Mikoto se nublaron—. Él se rió y me dijo que si yo me hubiera casado sabiamente, Sasuke habría sido el hijo del rey en lugar del sirviente del rey.

    Sakura frotó su cuello y pestañeó fuertemente. Su visión estaba nublándose alarmantemente y su cabeza estaba golpeteando con ferocidad.

    —Humillación pública —dijo densamente—. Nunca he encontrado al hombre que lo tomara bien.

    —Creo que también por eso James pidió que Sasuke se casara por sus órdenes —continuó Mikoto suavemente—. Sólo otra manera sutil de prolongar su venganza. Creo que casi se sintió estafado por la muerte de mi esposo, y me he preguntado a menudo lo que podría habernos hecho si mi marido hubiera vivido más tiempo. Lo que un hombre amargo como él podría hacer—Mikoto agitó su cabeza—. Me alegro de que seas tú, Sakura. El rey lo odiaría si supiera cuán encantadora y sana realmente eres. Eres exactamente lo que necesitaba Sasuke. Ninguna chica tímida, o simplemente confundida, sino una mujer con verdadero temple y profundidad.

    Sakura se ruborizó de placer. El calor agregado hizo cosas alarmantes a su cabeza.

    —Dijiste que te casaste de nuevo. ¿Tienes más hijos? —preguntó, intentando aferrarse a la esencia de la conversación desesperadamente.

    La sonrisa volvió al rostro de Mikoto.

    —Oh, sí. Itachi y Konan. Están en Francia con mi hermana, Uruchi. En su última carta ella me advirtió que Itachi está volviéndose un pícaro incorregible y que casi ha perdido el interés en civilizar a Konan —Mikoto se rió—. Konan puede ser un poco voluntariosa e inmanejable por momentos. Te gustaría.

    Sakura no sabía cómo tomarlo, por lo que no hizo comentarios. Además, no estaba sintiéndose en absoluto bien. Su visión era ahora doble, su estómago una agonía de retorcijones, y su boca se sentía seca, como llena de estropajos de algodón. Se esforzó en tragar.

    —¿Wallah hubbah hah? —graznó.

    —¿Sakura? —Mikoto la miró fijamente, con preocupación—. ¡Sakura! —Puso una mano contra la frente de la mujer más joven—. ¡Estás ardiendo!

    Sakura gimió cuando cayó hacia adelante y se derrumbó en el sendero empedrado de guijarros.

    —¡Sasuke! —gritó Mikoto.
     
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    Título:
    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    3155
    CAPÍTULO 9

    —Veneno.

    El rostro de Sasuke era austero y oscuro. Estudió el dardo diminuto que el viejo sanador había puesto en la tela cuidadosamente.

    —Callabron. —El sanador pasó sus dedos a través de su larga barba blanca y se levantó de una silla al lado de Sakura.

    Sasuke gimió. El Callabron no era un veneno gentil. Contenía una toxina viciosa y lenta, que causaría dolor prolongado durante días antes de que acabara despacio en la muerte por sofocación, cuando la toxina paralizara el cuerpo.

    Sasuke sabía que no había ninguna cura. Había oído hablar del veneno durante su servicio al Rey James. Se rumoreaba que había costado las vidas de muchos hermanos reales: cuando uno buscaba eliminar a un futuro rey, no se arriesgaba con un veneno que pudiera fallar. Sasuke dejó caer la cabeza entre las manos y frotó furiosamente los ojos doloridos y nublados. La intensidad del calor de las altas llamas no estaba ayudando. Pero el calor la aliviaría, había dicho el sanador. Podría aplacar la fiebre. Aún así... ella moriría.

    ¡Tómame a mí, solamente sálvala a ella!, deseó Sasuke con todo su corazón.

    —Podemos aliviar su dolor. Hay cosas que yo puedo darle... —dijo el sanador suavemente.

    —¿Quién? —gruñó Sasuke, ignorando al anciano—. ¿Quién desearía hacer esto? ¿Por qué matarla? ¿Qué ha hecho ella?

    El sanador retrocedió y mantuvo los ojos cerrados.

    En la puerta, Mikoto aspiró en una respiración elaborada.

    —¿Es Callabron, entonces?

    —Sí. La piel se ha teñido de negro alrededor de la abertura, y esas líneas verdes pálidas salen de él. Es la mordedura mortal del Callabron.

    —No puedo perderla, Sasuke —demandó Mikoto. Sasuke levantó su cabeza despacio de sus manos.

    —Madre. —La palabra era una súplica desesperada, por ella y por sí mismo. Su madre la cuidaría mejor. Pero él sabía que ella no podía ayudarla.

    —Algunos dicen que es más humano acabar el sufrimiento en las fases tempranas —ofreció el sanador muy suavemente, sin encontrar la mirada de Sasuke.

    —¡Basta! —Sasuke impuso silencio con un grito—. Si todo lo que puedes traer es oscuridad y condenación, ¡entonces vete!

    El orgullo y la indignación atiesaron la espalda del sanador.

    —Milord...

    —¡No! ¡No quiero nada! ¡Nosotros no la mataremos! ¡Ella no morirá!

    —Quizás los Rom podrían conocer alguna cura —sugirió Mikoto suavemente.

    El sanador resolló desdeñosamente.

    —Le aseguro, milady, que los Rom no conocen nada por el estilo. Si yo le digo que no hay ninguna cura, puede estar segura de que nadie puede sanarla. Esa banda de vagos asesinos, timadores, y dedos ligeros no puede ciertamente. El viejo sanador encontró abruptamente la mirada oscura de Sasuke.

    —Sería bueno intentarlo —Sasuke estaba de acuerdo con Mikoto.

    —¡Milord! —protestó el sanador vehementemente—. ¡Los Rom no son más que andrajosos ilusionistas! Ellos están...

    —...acampando en mi tierra —lo cortó Sasuke severamente—, como lo han hecho por más de treinta estaciones, con mi bendición, así que guarda bien tu lengua, anciano. Si estás tan seguro de que no saben nada, ¿por qué debes preocuparte si vienen?

    El sanador sonrió con desprecio.

    —No creo que las danzas salvajes y los cantos y el olor a sucio de algunas cosas momificadas de quién sabe qué, serían buenos para mi paciente —espetó.

    Sasuke resopló. Era obvio que el sanador no sabía nada sobre los Rom, la orgullosa banda de personas que huían de país en país buscando sólo la libertad para vivir donde ellos escogieran. Como tantos que se habían atrevido a luchar por lo que creían, frecuentemente fueron mal entendidos y temidos. La tribu gitana que acampaba en Dalkeith era una comunidad estable de personas talentosas y sabias. Aunque discutiblemente supersticioso, Sasuke había encontrado muchos de sus "instintos" exactos.

    Pero ese sanador, como tantos otros, tenía miedo de lo que era diferente y entonces lo condenaba. La ignorancia se traducía en miedo, que rápidamente se volvía persecución. Sasuke lanzó una intensa y acerada mirada al anciano y gruñó:

    —Algo que podría sanar a mi esposa sería bueno para ella. No me preocupa si se momifican cerebros de sapos. O momificaran cerebros de sanadores, si vamos al caso.

    El sanador cerró la boca e hizo una rápida señal de la cruz.

    Sasuke frotó sus ojos y suspiró. Los Rom eran tan buena chance como cualquier otra. Ordenó a un guardia de la puerta despachar rápidamente a un mensajero al campamento.

    —Creo que estás cometiendo un gran error, milord.

    —El único error que está cometiéndose en este cuarto es que estás abriendo tu boca de nuevo— gruñó Sasuke.

    El sanador se irguió furiosamente, sus viejas articulaciones estallando en protesta. Con los labios fruncidos, quitó un frasco de piedra sellado con cera y firmemente tapado de dentro de su túnica. Lo puso en el hogar; entonces con la audacia y la temeridad adquirida por aquéllos que han sobrevivido plagas, hambre y guerras para alcanzar una vejez avanzada, el sanador se atrevió a agregar:

    —Podrías escoger usarlo cuando tus Rom fallen. Porque fallarán —antes de huir del cuarto en una agitación de crujidos de articulaciones y miembros delgados.

    Sasuke agitó su cabeza y miró pensativamente a la mujer estremeciéndose en la cama. Su esposa. Su esposa agonizante, encantadora, orgullosa, tempestuosa. Él se sentía absolutamente desvalido.

    Mikoto cruzó el cuarto y tiró de la cabeza de su hijo hacia el consuelo de su pecho.

    —Sasuke, mi dulce Sasuke —murmuró ella, con esos sonidos sin sentido que sólo una madre conoce.

    Un momento largo pasó, entonces Sasuke retiró su cabeza. Si él no podía ofrecerle consuelo a su esposa, él no aceptaría consuelo de su madre.

    —Dime de nuevo exactamente lo que pasó en los jardines.

    —Ven, dulce prostituta —ordenó Neji, y Kin obedeció.

    Ella estaba ahora más allá de la redención. Kin sabía quién era Neji Hyūga al ir hacia él. Su gente siempre lo había sabido, y acordaban ser cautelosos. Particularmente al tratar con él: incitar su ira, o meramente volverse foco de su atención, podría ser la copa de la muerte para una nación entera. Y aunque ese poder fenomenal inspiraba inmenso terror en las venas de Kin, también era un afrodisíaco irresistible.

    ¿Qué lo había traído allí?, se preguntó ella. Fue su último pensamiento coherente cuando él empezó a hacer esas cosas a su cuerpo que la volvían loca. Su rostro estaba oscuro de pasión sobre ella, dorada en la luz ambarina del fuego bajo el serbal. El olor de sándalo y jazmín subió de la tierra humeante alrededor de ellos. Apenas amanecía cuando ella pudo finalmente arrastrarse de su forja.

    Neji chasqueó sus dedos y consideró su estrategia mientras miraba a la mujer vacilante salir de su tienda con piernas débiles.

    —¡Bromista!

    La palabra vino repentinamente, áspera y condenatoria.

    Neji se tensó.

    —¿Llamaste, mi Rey? —preguntó, dirigiéndose a su amo invisible.

    —¿Qué has hecho esta vez, Neji?

    —Estaba haciendo mis cosas con una muchacha gitana, ya que preguntas. ¿Qué sucede?

    —La Bella está agonizando.

    —¿Sakura? —se sobresaltó Neji—. No. No por mi mano.

    —Bueno, ¡arréglalo!

    —De verdad, mi Rey, yo no tuve nada que ver con eso.

    —No me preocupa. Arréglalo. Nuestra Reina estaría furiosa si arriesgáramos el Pacto.

    —Lo arreglaré. ¿Pero quién buscaría ver en la tumba a la Bella?

    —Es tu juego, Bromista. Ejecútalo más cuidadosamente. Ya la Reina pregunta por ti.

    —¿Me extraña? —se regocijó Neji por un momento.

    Hashirama resopló.

    —La puedes haber agradado en el pasado, pero yo soy su Rey.

    Sakura estaba ardiendo. Atada a una estaca, como una bruja antigua entrampada entre una montaña de maderas llameantes, mientras los aldeanos miraban plácidamente. ¡Ayúdenme!, rogó a través de los labios resecos cuando se convulsionó en el humo fluctuante. Se estaba ahogando, sofocada, y entonces sintió la sensación horrorosa de mil hormigas de fuego que echaban a correr frenéticamente una y otra vez bajo su piel.

    Ella ignoraba que Sasuke lavaba con esponjas su frente, bañando su cuerpo con telas frescas, y envolviéndola en sedas suaves. Él empujó pámpanos húmedos de pelo de su frente y la besó suavemente. Atizando el fuego, regresó rápidamente para descubrirla revolviéndose con violencia contra el capullo cómodo de mantas que el sanador había asegurado podría aliviar su fiebre.

    La desesperación lo absorbió, más brutal y salvaje que la más feroz tormenta de las Highlands.

    Un gemido primitivo escapó de sus labios cuando Sasuke miró los rasguños perversos de su piel, donde ella se había rascado en un esfuerzo vano por suavizar el ataque de la bestia feroz que la fiebre habría conjurado para atormentarla. Ella se rascaría hasta quedar en carne viva si no la detenía, y sin embargo, no podía aún ligar sus manos como el sanador había recomendado. Una visión de ella fatigándose contra las ataduras fluctuó a través de los ojos de su mente, y se tragó un aullido amargo de furia impotente. ¿Cómo podría emprender él la guerra contra un invasor invisible que no tenía ninguna vulnerabilidad conocida? ¿Cómo podría derrotar él un veneno que no tenía ninguna cura?

    Sólo hizo una pausa de un latido de corazón antes de arrancar la camisa de su cuerpo y dar puntapiés para sacarse las botas. Vestido sólo con su kilt, subió a la cama y se envolvió alrededor de ella, apretando la espalda de la muchacha contra él herméticamente.

    —¡Sakura! —maldijo bruscamente cuando la acunó en sus brazos. ¿Cómo podría sentir tanto dolor por una virtual extraña? ¿De dónde salía ese sentimiento de que ellos debían haber tenido más tiempo?

    Apoyó su espalda contra la pared y la acunó entre sus piernas, sus brazos envolviéndola herméticamente mientras ella se agitaba y estremecía, su barbilla descansando sobre la cabeza dorada.

    En la profunda noche la fiebre alcanzó su punto máximo, y ella habló y lloró lágrimas plateadas.

    Nunca sabría que él las besó, una por una.

    Nunca sabría que él escuchó con un corazón dolorido cuando lloró por un hombre que no la merecía, y que él deseó con todas sus fuerzas haber sido el primer hombre que ella había amado.

    Sasori Akasuna. El bastardo que había roto el corazón de su esposa.

    ¿Qué tipo de escocés que se respetara a sí mismo se llamaría Sasori?

    En las horas pequeñas de alba, Sasuke tocó el ébano liso de la pieza de ajedrez que Naruto le había dado, y que Sakura había pedido en su delirio. Él la estudió y se preguntó por qué esa pieza del juego era tan importante para que, cuando estaba muriendo, la buscara tan desesperadamente en los corredores ardientes de su mente.

    Fue la conmoción la que lo despertó, arrastrándolo de un profundo e insomne sueño. Negándose a abrir los ojos, sintió su ambiente primero con sus sentidos.¡Condenación, ella todavía estaba ardiendo! Más caliente, si era posible. Su esposa de días escasos que moría en sus brazos. ¿Qué lo había despertado? ¿Era el Rom, finalmente, que había llegado?

    —¡Permíteme pasar! —la voz del herrero tronó desde más allá de la puerta cerrada, lo bastante ruidosamente para sacudirlo. Sasuke despertó totalmente. La voz de ese hombre hizo que su cuerpo se preparara para la batalla.

    —Sasuke te matará, hombre —se mofó Naruto—. No le gustará que hayas venido, y no está de buen talante.

    Sasuke asintió, de acuerdo con las palabras de Naruto, y se alegraba de haber apostado un guardia fuera del cuarto Green Lady. Sería indescriptible lo que podría haber hecho si despertaba para encontrar al arrogante herrero asomándose en su presente estado de ánimo.

    —¡Estúpidos! Ya dije que puedo curarla —espetó el herrero.

    Sasuke se tensó al instante.

    —¿Dices que soy estúpido? —la voz de Naruto crujió con escepticismo—. No, ¡un estúpido es quien piensa hay una cura para un veneno como el Callabron!

    —¿Te atreves a arriesgarte, Naruto? —preguntó el herrero fríamente.

    —Permítele pasar —pidió Sasuke a través de la puerta cerrada.

    Él oyó el sonido de espadas con una cuchillada metálica cuando los guardias separaron las hojas cruzadas que habían estado obstruyendo la entrada al cuarto Green Lady, y entonces Neji apareció en la puerta, llenando casi por completo el marco.

    —Si vinieras aquí pensando jugar conmigo, Neji Hyūga, vete antes de que derrame tu sangre y la vea corriendo en mi suelo. Sería una distracción pequeña, pero me haría sentir mejor.

    —¿Por qué la sostienes de esa manera? ¿Tan cerca, como si la amaras?

    Sasuke apretó sus brazos alrededor de ella.

    —Está muriendo.

    —Pero apenas la conoces, hombre.

    —No tengo ninguna razón por la que tenga sentido. Pero me niego a perderla.

    —Ella es hermosa —ofreció Neji.

    —He conocido a muchas mujeres hermosas.

    —¿Ella es más hermosa que las otras?

    —Ella es más que las otras —Sasuke acarició su mejilla suavemente contra su pelo. ¿Por qué has venido aquí?

    —Oí que era Callabron. Yo puedo curarla.

    —No pienses tentarme con quimeras, herrero. No me traigas esperanzas falsas o terminarás muriendo con ella.

    —No pienses en tentarme con quimeras, Lord Sasuke —hizo eco tersamente Neji—. Además, digo la verdad sobre una cura.

    Sasuke estudió al herrero un momento cuidadoso.

    —¿Por qué harías eso, si puedes?

    —Me beneficio totalmente, te lo aseguro —Neji se acercó a la cama y se sentó en el borde. Extendió su mano, entonces la detuvo en mitad del movimiento ante la mirada en el rostro de Sasuke —. No puedo sanarla sin tocarla, temible Sasuke.

    —Te burlas de mí.

    —Me burlo de todo. No lo tomes tan personalmente. Aunque en tu caso particular, significa bastante personalmente. Pero en esto, te ofrezco la verdad. Yo tengo la cura.

    Sasuke resopló y apretó sus brazos protectoramente sobre su esposa.

    —¿Cómo puede pasar que un simple herrero tenga el conocimiento de una cura inestimable?

    —Pierdes el tiempo haciendo preguntas mientras la señora muere.

    —Dámelo entonces, herrero.

    —Oh, no. No tan fácilmente.

    —¿Ahora quién está perdiendo el tiempo? Yo quiero la cura. Dámela y vete, si realmente la tienes.

    —Un don por un don —dijo Neji rotundamente.

    Sasuke había sabido que eso vendría. El hombre quería a su esposa.

    —Hijo de perra. ¿Qué quieres?

    Neji sonrió abierta, pícaramente.

    —Tu esposa. La salvaré. Y la tendré.

    Sasuke cerró los ojos. Debía haber disparado al herrero bastardo cuando había tenido la oportunidad. ¿Dónde infiernos estaba el Rom, sin embargo? Ellos debían haber estado en ese momento en Dalkeith.

    El herrero podría sanar a su esposa, o eso decía.

    El Rom podría no saber nada.

    Y todo lo que el herrero quería a cambio de salvar la vida de su esposa, era a su esposa.

    Cada fibra en su cuerpo gritaba en desafío. ¿Confiar a esa mujer, dejar su cuerpo y su lujuriosa naturaleza a merced de otro hombre? Nunca. Sasuke forzó a sus ojos a abrirse y miró fijamente al hombre llamado Neji. ¿Permitir a ese arrogante, soberbio bastardo de herrero levantar su cuerpo sobre su esposa y capturar sus gemidos de placer en sus labios? Los labios del herrero aún ahora estaban encorvados en una sonrisa cruel mientras saboreaba la guerra emprendida dentro de Sasuke.

    Sasuke controló su cara para demostrar una calma impasible. Nunca traiciones tus sentimientos reales. Nunca les permitas ver lo que estás pensando cuando te hieren en lo más profundo. Qué bien había aprendido esa lección del Rey James.

    Sin embargo, aún así, cualquier cosa para que ella pudiera vivir.

    —Una mujer no es un don a ser concedido. Yo te la daré si, y sólo si, ella te desea —dijo él finalmente. Si ella muriera, él la perdería. Si ella viviera, por el precio de salvarla, él la perdería también. Pero entonces de nuevo... quizá no. Incapaz de esconder la rabia que sabía debía estar ardiendo en sus ojos, él los cerró de nuevo.

    —Hecho. Me la darás si ella me desea. Recuerda tus palabras, Lord Sasuke.

    Sasuke se echó atrás.

    Cuando abrió los ojos de nuevo, Neji estaba pasando una mano sobre el rostro de su esposa. El sudor brillaba en gotas transparentes sobre sus labios y su frente. La herida en su cuello estaba verde alrededor de su boca teñida de negro.

    —Tócala, herrero, pero para nada más que curarla — advirtió Sasuke.

    —Por ahora. Cuando ella se cure, la tocaré todo lo que ella quiera.

    —"Ella quiera" es la palabra importante.

    Neji puso su palma contra la mejilla de Sakura, estudiando intensamente la herida en su cuello.

    —Necesito agua hirviendo, compresas y una docena de linos hervidos.

    —Tráeme agua hirviendo, compresas y una docena de linos hervidos —rugió Sasuke a la puerta cerrada.

    —Y te quiero fuera de este cuarto.

    —No.

    No había más finalidad en la muerte que en la negativa de Sasuke.

    —Sales o ella muere —murmuró Neji, como si dijera meramente: Está lloviendo, ¿lo habías notado?

    Sasuke no movió un músculo.

    —Sasuke James Lyon Uchiha, ¿tienes alguna opción? —se preguntó Neji.

    —Conoces todos mis nombres. ¿Cómo sabes tanto de mí?

    —Mi trabajo es saber mucho de ti.

    —¿Cómo sé que no le disparaste tú con algún veneno oscuro parecido al Callabron, y ahora estás falsificando una cura, todo simplemente para poder robarte a mi esposa?

    —Absolutamente —Neji se encogió de hombros.

    —¿Qué? —gruñó Sasuke.

    Los ojos de Neji relucieron como las piedras duras.

    —No lo sabes. Debes hacer una elección. ¿Puedes salvarla tú a estas alturas, Lord Sasuke? No lo creo. ¿Cuáles son tus opciones? Ella está muriendo por algo, es simple de ver. Piensas que es Callabron, pero no estás seguro. Cualquier cosa que sea, está matándola. Yo digo que puedo curarla y pedir un don a cambio. ¿Qué opción tienes, realmente? Dicen que tomas decisiones duras haciéndolas parecer fáciles. Dicen que eres un hombre que movería una montaña sin pestañear, si quisieras que esa montaña se moviera. Dicen que tienes un sentido infalible de justicia, lo bueno y lo malo, honor y compasión. Dicen, también... —Neji hizo una mueca ante eso—, que eres sumamente bueno entre las sábanas, o es lo que una mujer dijo, y me ofendió en grado sumo. De hecho, se dice demasiado sobre ti para mi gusto. Vine aquí para odiarte, Sasuke. Pero no vine para odiar a esta mujer que reclamas como tu esposa.

    Neji y Sasuke se miraron fijamente, con violencia apenas contenida.

    Sakura sollozó rígidamente y se estremeció en los brazos de Sasuke. Su cuerpo se convulsionó, después se tensó como si tirara rígido en un potro de tormento. Sasuke tragó duro. ¿Qué opción? No había ninguna opción, ninguna opción en absoluto.

    —Cúrala —murmuró él a través de los dientes apretados.

    —¿Concedes mi don? —preguntó el herrero.

    —Como acordamos. Sólo si ella te escoge.

    —No pondrás ninguna restricción cualquier oportunidad que ella escoja pasar conmigo. La cortejaré a partir de este día y no la advertirás sobre mí. Ella es libre de verme cuando quiera.

    —Yo estoy cortejándola también.

    —Ese es el juego, Sasuke —dijo Neji suavemente, y Sasuke entendió finalmente. El herrero no quería a su esposa entregada libremente. Él quería un concurso, una batalla por sus favores. Él quería un desafío abierto, y pensaba ganar.

    —Lo odiarás cuando te la arrebate, temible Sasuke —prometió el herrero—. Cierra la puerta al salir.
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Romance/Amor
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    35
     
    Palabras:
    2034
    CAPÍTULO 10

    —¿Cómo es posible que las palabras de un hombre puedan volverse contra él antes de que tenga una oportunidad incluso de verlo venir e intentar detenerlo, Naruto?

    Sasuke había empezado a beber desde el momento la puerta había cerrado tras su esposa y el herrero. Había estado intentando con determinación conseguir un dolor de cabeza, unos pies tambaleantes, una borrachera para olvidarlo todo, y no estaba teniendo éxito.

    —¿Crees que él puede curarla, Sasuke?

    Sasuke pensó un momento.

    —Sí, Naruto. Lo hago. Hay algo antinatural sobre Neji Hyūga, y yo quiero averiguar qué es.

    —¿Qué sospechas?

    —No lo sé. Naruto, quiero que averigües todo lo que puedas sobre el hombre. Habla con todos en la propiedad hasta que consigas algunas respuestas. De dónde vino, cuándo, con quién se relaciona, lo que hace todo el día. Quiero saber sobre cada respiración que haga, cada vez que orina.

    —Entendido, Sasuke.

    —Bien.

    Se volvieron a mirar fijamente la puerta del cuarto Green Lady. Habían pasado horas desde que el herrero había cerrado la puerta. Ni un sonido había escapado desde entonces.

    —¿Quién intentaría matarla, Sasuke? —especuló Naruto—. Mad Samui era prácticamente una reclusa. Según los rumores en Shimura Keep, menos de cinco personas la han visto alguna vez. ¿Cómo podría una chica hasta ahora fuera de circulación ofender lo bastante a alguien para provocar un asesinato?

    Sasuke frotó su cabeza cansadamente. Su estómago estaba latiendo y el whisky no estaba ayudando. En un impulso súbito envió la botella lejos de él, hacia Naruto.

    —No me permitas beber más. Necesito tener la cabeza clara, y no puedo pensar ahora mismo. Él está tocándola, Naruto. Él podría estar bañándola, mirándola... Y quiero matarlo.

    —Hazlo entonces, cuando la haya curado— dijo sencillamente Naruto.

    —¡No puedo!

    —Entonces yo lo haré por ti —dijo Naruto, siempre leal.

    —No. Hicimos un pacto.

    —¿Hiciste un pacto con él? —los ojos de Naruto se abrieron enormes—. ¡Condenado sea todo, hombre! Nunca rompes un pacto. ¿Por qué serías tan tonto como para hacer un pacto con un hombre que no puedes tolerar?

    —Él puede salvar a mi esposa.

    —¿Cuándo llegaste a tener esos sentimiento para con Mad Samui, si juraste nunca tomarla como esposa?

    —Cierra el pico, Naruto.

    —¿Cuál es el pacto, Sasuke? —persistió Naruto.

    —Él quiere a Sakura.

    —¿Le diste a Sakura?

    —Naruto, no más preguntas. Simplemente averigua todo sobre ese hombre llamado Neji Hyūga.

    —Te lo aseguro, lo haré.

    —No tienes un solo defecto, Bella —dijo el herrero con sus ojos plateados como la luna deslizándose sobre el cuerpo desnudo retorcido en las sábanas húmedas.

    —Sin defecto la-la-le —musitó Sakura soñadoramente. El calor estaba menguando, despacio.

    —Decididamente perversa.

    Él no podía saberlo. No era posible.

    —¿Qué quieres decir con eso? —Ella se esforzó en formar las palabras, y no estaba segura de haber hecho algún sonido incluso.

    —Sólo que debe haber algo criminal en una mujer tan hermosa —contestó él maliciosamente.

    —No hay nada criminal sobre mí —ella objetó a la distancia.

    —Oh, Bella, pienso que hay mucho de criminal en ti.

    —Hay algo anormal en ti, Neji —masculló Sakura mientras se agitaba inquietamente.

    —Es verdad —contestó él sencillamente—, ciertamente no hay nada de normal en mí. Dame tu mano, Bella, yo te mostraré lo que no es normal.

    Y entonces hubo agua fresca, un océano espumoso sobre el polvo de arenas blancas. El murmullo de un oleaje manso que se impulsaba encima de la playa, arena fresca bajo los dedos de los pies desnudos. Ninguna hormiga, ningún potro de tortura, ningún fuego. Sólo paz en su paraíso favorito en el mundo, la costa de Maui donde ella había veraneado con sus amigas. Días hermosos, dichosos, que habían pasado allí con jugo de naranjas recién exprimidas y el verano interminable en la playa, los pies desnudos salpicando al borde de la marea.

    Y entonces las imágenes más extrañas. Olor de jazmín y sándalo. Arenas blancas como copos de nieve punteada con tiendas de seda fucsia y mariposas en cada rama de cada serbal. Un lugar improbable. Y ella estaba descansando en las arenas frescas, sanada por olas tropicales.

    —Bella, mi Bella. Deséame. Siénteme, ten hambre de mí y aplacaré tu necesidad.

    —¿Sasuke?

    El enojo de Neji era palpable en el aire.

    Sakura forzó sus ojos a abrirse y jadeó. Si su cuerpo la hubiera obedecido, se habría levantado inmediatamente de la cama. Pero no la obedecía. Yacía flácido y débil en la cama mientras su temperamento en cambio se disparaba.

    —¡Vete de mi cuarto! —gritó ella. Por lo menos su voz no había perdido su vigor.

    —Estaba asegurándome simplemente si tu frente estaba fresca —Neji sonrió abierta, pícaramente.

    —¡Estúpido cabeza de chorlito! ¡No me importa por qué estás aquí, simplemente vete!

    Finalmente su cuerpo obedeció un poco y ella consiguió asir con los dedos un vaso de la mesa al lado de la cama. Demasiado débil para tirarlo, pudo por lo menos resbalarlo fuera de la mesa. El vaso cayó al suelo y se estrelló. El sonido la apaciguó ligeramente.

    —Estabas muriendo. Yo te curé —recordó Neji.

    —Gracias. Ahora vete.

    Neji pestañeó.

    —¿Eso es todo? ¿Gracias, ahora vete?

    —¡No pienses soy tan tonta para no comprender que estabas tocando mis pechos! —susurró ella furiosamente. Ante la mirada desconcertada en su rostro, Sakura comprendió que él había pensado de hecho que había estado inconsciente.

    —¡Así que mi agradecimiento será todo lo que conseguirás, herrero! —gruñó ella—. ¡Odio a los hombres guapos! ¡Los odio!

    —Lo sé —Neji sonrió con placer real y obedeció su orden.

    Sakura apretó los ojos cerrados firmemente, pero en el interior rosado verdoso de sus párpados, se levantaron las sombras. Imágenes de ser sostenida entre los muslos duros como piedras de Sasuke, envuelta en brazos que eran bandas de acero. Su voz murmurando su nombre una y otra vez, llamándola para volver, ordenándole volver. Exigiendo que viviera. Palabras susurradas de..., ¿qué? ¿Qué había dicho él?

    —Ella vive, Lord Buitre.

    —Sasuke.

    —Ambas son aves de rapiña. ¿Qué diferencia hay?

    —Un buitre es un carroñero. Un halcón selecciona su caza tan cuidadosamente como un águila. Acecha con la misma convicción infalible. Y falla con una frecuencia que podría definirse... como nunca.

    —Nunca —meditó Neji—. No hay ningún absoluto, Lord Sasuke.

    —En eso estás equivocado. Yo escojo, yo sujeto, yo persigo, yo comprometo, yo logro. Lo que, mi amigo errante, es un absoluto.

    Neji agitó su cabeza y estudió a Sasuke con fascinación clara.

    —Un adversario digno. La caza empieza. Ningún engaño. Ningún truco. No puedes prohibirla de mí. Y sé que ya lo intentaste. Confirma tus reglas.

    Sasuke inclinó su cabeza oscura.

    —Ella escoge —permitió firmemente—. No le prohibiré nada.

    Neji asintió, una inclinación satisfecha cuando sumergió sus manos profundamente en los bolsillos de sus pantalones sueltos y esperó.

    —¿Bien? Sal de mi castillo, herrero. Tienes tu lugar, y no está entre mis paredes.

    —Podrías intentar agradecérmelo. Ella vive.

    —No estoy seguro de que no seas la razón de que ella casi muriera.

    Ante eso, la frente de Neji se arrugó pensativamente.

    —No. Pero ahora que pienso en ello, tengo trabajo que hacer. ¿Me pregunto... quién intentaría matar a la Bella, si no yo? Y yo no lo hice. Si hubiera sido yo, estaría muerta. Ningún veneno lento de mi mano. Muerte rápida o nada.

    —Eres un hombre extraño, herrero.

    —Pero seré pronto muy familiar para ella.

    —Ruega a los dioses que ella sea más sabia que eso —masculló Naruto cuando Neji salió silenciosamente del corredor oscuro. La noche había caído y las lámparas del castillo todavía estaban apagadas.

    Sasuke suspiró pesadamente.

    —¿Qué trato hiciste con ese diablo? —preguntó Naruto en una voz escasamente audible.

    —¿Piensas que él puede serlo?

    —Algo no es natural sobre ese hombre y yo pienso averiguarlo.

    —Bien. Porque él desea a mi esposa, y ella no me desea. Y yo la vi ansiarlo con hambre en los ojos.

    Naruto hizo una mueca de dolor.

    —¿Estás seguro de que no la deseas sólo porque ella no te desea y él la quiere?

    Sasuke agitó su cabeza despacio.

    —Naruto, no tengo palabras para explicar lo que ella me hace sentir.

    —Siempre tienes palabras.

    —No esta vez, lo que me advierte verdaderamente que estoy en un gran problema profundo y que puede ponerse más grande. Tan grande como mi deber de conquistar a esa chica. ¿Piensas que estoy hechizado?

    —Si el amor pudiera embotellarse, o el tiro del arco de Cupido, mi amigo... —susurró Naruto en la brisa que se arremolinó en la estela de Sasuke cuando entró en la cámara de Sakura.

    En las semanas siguientes Sasuke se preguntaría muchas veces por qué el Rom, en quien confiaba y a quien valoraba, y quien había creído retribuía esos sentimientos, nunca había ido a cuidar a su esposa durante esos días terribles. Cuando habló con su guardia, el hombre dijo que había entregado el mensaje. No sólo el Rom no había venido, sino que todos ellos estaban visiblemente ausentes de Dalkeith. No habían hecho ningún viaje al castillo para cambiar sus mercancías. No habían pasado ninguna tarde tejiendo cuentos en el gran hall ante un extasiado y deslumbrado público. Nadie de los Rom se acercó a Dalkeith-Upon-the-Sea; se mantuvieron en sus campos, fuera de los límites de los serbales.

    Ese hecho ocupó brevemente la mente de Sasuke, pero rápidamente se perdió en el grueso de preocupaciones más pesadas. Se prometió resolver sus preguntas con una visita al campamento gitano una vez que su esposa estuviera sanada totalmente y el asunto con el extraño herrero estuviera resuelto. Pero pasaría algún tiempo antes de que él hiciera el viaje al campamento de los Rom; y por ese tiempo, las cosas habrían cambiado inmensamente.

    Sakura flotó de su letargo curativo para encontrar a su marido mirándola intensamente.

    —Pensé que te había perdido —El rostro de Sasuke era oscuro, brillante a la luz del fuego, y fue la primera cosa que vio cuando abrió los ojos. Le tomó varios largos instantes aquietar el algodón que había reemplazado su cerebro. Con la vigilia llegó el desafío. Mirar a ese hombre simplemente hacía aflorar su temperamento.

    —No puedes perder algo que no tienes. Y nunca me tendrás para empezar, Lord Sasuke —masculló ella.

    —Todavía —él corrigió—. No te he tenido todavía. Por lo menos no en el sentido que te tendré. Debajo de mí. Desnuda, tu piel de seda resbaladiza por mi amor. Mis besos. Mi hambre—. Él paseó la yema de su dedo pulgar a lo largo de la curva de su labio inferior y sonrió.

    —Nunca.

    —Nunca digas nunca. Sólo te hace sentirte más tonta cuando terminas haciéndolo. Y no querría que tú te sintieras demasiado tonta, chica.

    —Nunca —dijo ella más firmemente—. Y nunca digo nunca a menos que esté absolutamente segura de que nunca cambiaré de idea.

    —Hay muchos nuncas allí, mi corazón. Ten cuidado.

    —Tu corazón es una ciruela arrugada. Y quise decir cada uno de esos nuncas.

    —Dilo cuanto quieras, chica. Sólo hará más agradable domarte.

    —¡No soy una yegua para ser domada!

    —Ah, pero hay muchas similitudes, ¿verdad? Necesitas una mano fuerte, Sakura. Un jinete seguro, que no se desanime por tu voluntad fuerte. Necesitas a un hombre que pueda manejar tu resistencia y pueda disfrutar tu carrera. Yo no te domaré para montarte. No. Yo te domaré para la percepción de mi mano y exclusivamente de la mía. Una yegua domada para montar permite a muchos jinetes, pero un caballo salvaje domado al calor de una mano... no pierde nada de su fuego, pero aún así no permite a nadie sino a su verdadero amo montarla.

    —Ningún hombre ha sido alguna vez mi amo, y ninguno en la vida lo será. Mantén esa regla en tu cabeza, Sasuke —Sakura rechinó sus dientes cuando se esforzó en enderezarse. Era duro intentar mantener su terreno en una conversación mientras su espalda se sentía ridículamente débil, mirando a este Goliath de hombre—. Y acerca de montarme...

    Para su mortificación, e inmenso entretenimiento de Sasuke, ella se deslizó de nuevo en el letargo curativo sin completar el pensamiento.

    Sin que él lo supiera, ella lo completaba en sus sueños. ¡Nunca! su mente hirvió, flotando dentro del sueño, mientras era atraída hacia un gran corcel negro con fuego en los ojos.
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    2117
    CAPÍTULO 11

    —No es a mí a quien alguien están intentando matar —repitió Sakura. Se hundió en un montón de almohadas afelpadas y mantas de lana, y se sintió inevitablemente tragada por una montaña de plumas. Cada vez que se movía, la cama se movía con ella. Estaba empujándola cada vez más adentro, como en un capullo apretado—. Quiero levantarme, Sasuke. Ahora —lamentablemente su voz no terminó pareciendo tan firme como había pensado. Tendría, debería tener más fuerza, especialmente al estar en una cama mientras intentaba discutir con ese hombre en particular, que esparcía sus pensamientos como hojas al viento, en una mezcla de imágenes apasionadas; piel bronceada contra pálida, ojos de ébano y besos calientes.

    Sasuke sonrió, y ella tuvo que contener el impulso aplastante de sonreír a cambio, como una idiota. Él era tan hermoso como sombrío, pero cuando sonreía, ella estaba en grave peligro de olvidarse de que era el enemigo. Y nunca debía olvidar eso. Por lo que utilizó su enorme frustración para un buen uso, y se tradujo en un ceño impresionante. La sonrisa del hombre se marchitó.

    —Chica, lo intentaron contigo ambas veces. ¿Cuándo vas a enfrentar los hechos? Debes protegerte. Te acostumbrarás a eso. Al poco tiempo ni siquiera los notarás —él gesticuló hacia la docena de hombres musculosos que estaban de pie fuera del cuarto Green Lady.

    Ella lanzó una mirada helada a sus guardias de "élite" cuando él los llamó. Tenían piernas anchas, los brazos cruzados por encima de los esbeltos y anchos pechos. Caras implacables, pétreas, y todos ellos con físicos que harían que Atlas se considerara medio encogido bajo su peso. ¿Dónde engendrarían esa clase de hombres? ¿En Bonny y Braw Beefcake Farm? Ella resopló su aversión.

    —No entiendes que si están ocupados protegiéndome a mí, el asesino, quienquiera que sea, va a lograr su objetivo después. ¡Porque no soy yo!

    —¿Te llaman Mad Samui porque te niegas a aceptar la realidad? —preguntó él—. La realidad es que alguien te quiere muerta. La realidad es que sólo estoy intentando protegerte. La realidad es que eres mi esposa y siempre te mantendré a salvo del peligro —él se apoyó más cerca mientras hablaba y puntualizando la palabra realidad en sus frases con una puñalada afilada de aire delante de ella. Sakura lo compensó encogiéndose más profundamente en su nido de plumas cada vez que él señaló con el dedo.

    —Es mi deber, mi honor, y mi placer —continuó él. Sus ojos al recorrerla se detuvieron en su rostro y se oscurecieron con deseo—. La realidad... ah... la realidad es que eres exquisitamente hermosa, mi corazón —dijo de repente con voz áspera.

    Su voz conjuró las imágenes de crema dulce mezclada con fino whisky cubierto con cubos de hielo. Fino y tempestuoso al mismo tiempo. La debilitó, y estrelló rotundamente la poca calma que había estado abrazando firmemente alrededor de ella. Cuando él mojó su labio inferior con su lengua, su boca se secó como un desierto. Y sus oscuros ojos moteados de oro eran una promesa ardiente de pasión interminable. Los ojos masculinos se quedaron atrapados en sus labios y... oh, pero él iba a besarla y ¡ella debía hacer algo para prevenir eso!

    —Es tiempo de que sepas la verdad. Yo no soy Mad Samui —espetó ella al decir algo, cualquier cosa para impedir que sus labios exigieran de los suyos ese embriagador placer—. Y por enésima vez, ¡no soy tu maldito corazón!

    Él estuvo de acuerdo al instante.

    —No pensé que lo fueras. Loca, quiero decir. Pero eres mi corazón, te guste o no. Por el momento, nadie lo sabe excepto Mikoto; todos piensan que estás loca, pero nosotros dos sabemos que eres brillante y capaz. Excepto cuando se trata de dos cosas: tu seguridad y yo. Eres completamente irrazonable sobre esos dos problemas —él encogió uno de sus hombros musculosos—. Por eso estoy teniendo esta pequeña charla contigo. Para ayudarte a ver las cosas más claramente.

    —¡Oooh! Ésas son las dos cosas con las que estás siendo tan testarudo. ¡Yo no estoy en peligro y no te deseo!

    Él se rió. Condenado hombre, se rió.

    —Estás en peligro, y acerca de desearme... —él se movió más cerca. Su peso hizo bajar los resortes al lado de ella, causando un cambio de equilibrio y haciéndola rodar alarmantemente. Directo a sus brazos. Cuán conveniente, ella pensó sardónicamente. Ahora entendía por qué habían usado todos aquellos resortes en los días antiguos. Y por qué habían tenido tantos niños.

    —Tienes razón, te deseo...

    Él se tensó.

    —¿Lo haces?

    —...fuera de mi cuarto —ella continuó—. Fuera de mi vista y fuera de mi vida. No entres en mi espacio, no respires mi aire ni siquiera, ¿okay?

    —Es mi aire, por el momento, por ser laird y todo eso. Pero podrías persuadirme para compartirlo contigo, dulce esposa.

    ¡Él estaba sonriendo!

    —¡No soy tu esposa! ¡O por lo menos, no la que se suponía que conseguirías! Yo soy de mil novecientos noventa, casi quinientos años en el futuro, en caso de que no sepas sumar, y Shimura mató a su propia hija. ¿Cómo? No lo sé, pero tengo mis sospechas, y no tengo la menor idea de cómo terminé en su regazo. Pero él tenía que casar a alguien contigo, dijo que yo era una merced divina... ¡por lo que me usó cuando aparecí! Y esa es la historia larga y la corta de cómo terminé pegada contigo.

    Eso era. Ya estaba fuera. La verdad. Eso debía detenerlo de cualquier plan de seducción. No importaba si lo que Mikoto había dicho sobre el Rey James era verdad, si con eso arriesgaba al clan Uchiha entero. Sus palabras impedirían que sus labios alcanzaran los suyos y ése era el peligro más inminente que ella podía ver. Incluso la ira de reyes vengativos realmente parecía poco amenazante. Un hombre guapo más, un corazón roto más.

    Sasuke permaneció inmóvil. La estudió un largo momento en silencio, como digiriendo lo que había dicho. Entonces una sonrisa tierna quitó las nubes de sus ojos.

    —Naruto me dijo que tejiste cuentos de aspecto extraño. Dijo que tenías una imaginación épica. Tu padre le dijo a Naruto cómo rogaste que te permitiera ser su bardo, en lugar de su hija. Chica, no tengo nada contra un buen cuento y escucharé de buena gana, pero sólo si aceptas mis consejos sobre tu seguridad.

    Sakura contuvo un frustrado suspiro que envió un mechón de su pelo rosa a acariciar el rostro de Sasuke. Él lo besó cuando resbaló suavemente por su boca. Las llamas se desplegaron en su vientre. Ella cerró los ojos y recogió calma de las esquinas de su alma. No pensaré en él besando cualquier parte de mí, se dijo firmemente.

    —No soy la hija de Danzō Shimura —suspiró y cerró los ojos más firmemente. ¿Cuándo iba a comprender que cerrar los ojos no lo hacía desaparecer? Los abrió de nuevo. Oh, santo cielo, pero el hombre era magnífico. Ella pensó, con un poco de orgullo, que el que pudiera detestarlo tan intensamente, ser tan objetiva aún bajo su hermosa mirada era una señal segura de madurez.

    —No, no importa. Eres ahora mi esposa. Eso es lo importante.

    —Sasuke...

    —Calla, chica.

    Sakura se calmó, absorta en la calidez de las manos del hombre sobre las suyas.

    ¿Cuándo había tomado sus manos? ¿Y por qué no se había apartado ella instintivamente? ¿Y por qué estaba el movimiento lento, sensual de su piel contra la suya, embriagándola así?

    —Sakura... ese Callabron. Para trabajar correctamente debe entrar en el cuerpo a través de un vaso importante de sangre —Sus dedos acariciaron ligeramente la débil marca roja que todavía arrugaba la piel translúcida de su garganta—. Esto no es ningún tiro casual. Éste era el objetivo perfecto.

    —¿Quién querría matarme? —Ella tragó firmemente. ¿Cómo podría querer alguien hacerlo? Nadie allí la conocía. Pero... ¿y si alguien quisiera matar a Mad Samui, y no sabía que Sakura no era ella?

    —Para eso no tengo ninguna respuesta, mi corazón. Todavía. Pero hasta que lo haga, te protegerás día y noche. Cada momento, cada respiración. No arriesgaré tu vida de nuevo.

    —Pero yo no soy Samui Shimura —ella intentó de nuevo, obstinadamente. Su mirada de ébano escrutó la mirada verde intensamente.

    —Chica, realmente no me importa que no lo seas, hayas sido, o necesitas pensar que serás. Yo te deseo. En mi vida. En mis brazos. En mi cama. Si te hace sentir mejor creer eso... esa cosa sobre ser del futuro, entonces créelo si quieres. Pero desde este día en adelante, eres por encima de todo mi esposa, y te mantendré a salvo de cualquier cosa que pudiera herirte. Nunca necesitarás temer de nuevo.

    Sakura levantó sus manos desvalidamente.

    —Bien. Protégeme. Ahora, ¿puedo levantarme?

    —No.

    —¿Cuándo?— preguntó ella melancólicamente.

    —Cuando yo lo diga —Él sonrió cautivadoramente y se agachó para robar un beso. Su rostro dio de lleno contra sus manos. Le tomó a Sakura cada onza de su fuerza de voluntad no acunarlo entre sus palmas y llevarlo con manos temblorosas al beso que él buscaba.

    Él gruñó y le lanzó una larga mirada de medición.

    —Debo tratar de que veas alguno de mis halcones, esposa.

    —Permíteme salir de la cama —replicó ella airosamente. De ninguna manera iba a preguntar cómo él trataba a sus halcones.

    Él gruñó bajo desde su garganta, y entonces se marchó. Pero la docena de guardias se quedó a su puerta.

    Después de que él se hubo ido, ella recordó una cosa que Sasuke había dicho claramente. Nunca necesitarás temer de nuevo. El hombre era simplemente demasiado bueno para ser verdad.

    Los días de curación eran pura beatitud. Mikoto anuló las objeciones de Sasuke e hizo llevar un chaise a los jardines para Sakura. Aunque todavía era insistentemente cuidada, pudo ovillarse a la luz dorada del sol como un soñoliento, mimado gato, que fue un refuerzo más para sanarla. Los días cálidos de conversación con Mikoto, cuando empezaron a conocerse a través de las charlas pequeñas y los suaves silencios, sanaron aún más su cuerpo exhausto. Bebiendo a sorbos té (ella habría preferido café, pero eso habría traído a Sasuke y sus dones en la imagen) y compartiendo historias, de vez en cuando Sakura se estremecería con el intenso sentimiento que ese era el lugar donde había pertenecido toda su vida.

    El amor puede crecer entre las piedras y espinas de vida, pensó en uno de esos silencios pequeños que eran tan cómodos como una manta favorita. De los eriales desolados de su propia vida, de algún modo, ella había ido a parar allí, donde la vida era maravillosa, pacífica, perfecta y sencilla.

    Sakura sanó más rápidamente de lo que cualquiera imaginara posible. Kagami señaló que la muchacha tenía la fortaleza de la juventud de su lado, mientras encorvaba y estudiaba sus propias manos nudosas por el tiempo. Para no mencionar una naturaleza indomable, él había agregado. Quieres decir terca, lo había corregido Sasuke.

    Mikoto creyó que podría haber habido un rubor de amor en las mejillas de ella. ¡Ja! Sasuke se había mofado. El amor de la luz del sol, quizás. Y Mikoto casi se había reído alto de la mirada hirviente de celos de Sasuke que había encendido relámpagos luminosos cuando había mirado fijamente hacia las ventanas de la cocina.

    Naruto ofreció la probabilidad de que ella estaba tan enfadada con Sasuke, que se dio prisa a sanar para luchar con él simplemente en igualdad de condiciones. Hay un hombre que entiende a las mujeres ahora, había pensado Sasuke.

    Ninguno de ellos supo que con la excepción de extrañar a su gato, Moonshadow, esos días eran de los más felices que ella había conocido nunca.

    Mientras yacía en la paz y el sol, Sakura disfrutó un tipo dichoso de ignorancia. Se habría mortificado si alguien le hubiera dicho que había hablado sobre Sasori en su narcotizado estupor. No habría entendido si alguien le hubiera dicho que había hablado de una reina negra, pues en su mente no había recordado la pieza de ajedrez todavía.

    No tenía ninguna idea de que mientras ella y Mikoto estaban pasando un tiempo cordial, Naruto había sido enviado a Shimura Keep, y había regresado de allí, donde había descubierto información sorprendente sobre Mad Samui.

    Y ella habría empaquetado unas cosas y habría corrido por su misma vida, si no su alma, si hubiera sabido cuán obsesivamente determinado estaba Sasuke a reclamarla como su esposa en todos los aspectos.

    Pero no sabía nada de eso. Por lo que su tiempo en los jardines de Dalkeith-Upon- the-Sea sería puesto amorosamente como una joya preciosa en el cofre del tesoro de su memoria, donde centellearía como un diamante en medio de las sombras.
     
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    CAPÍTULO 12

    No era muy divertido curiosear alrededor del castillo con una docena de guardias con cara de piedra arrastrándose detrás de ella, pero Sakura lo consiguió. Después de un rato, pretendió que no estaban allí. Así como pretendió que Sasuke no era nada más que un mosquito molesto a ser espantado lejos repetidamente.

    Dalkeith-Upon-the-Sea era un encantador castillo como el que ella alguna vez imaginara cuando de niña se acurrucaba bajo una tienda de mantas con una linterna eléctrica hurtada, leyendo cuentos de hadas, dejando las luces de la realidad afuera.

    Los cuartos eran espaciosos y elegantes, con tapices brillantemente tejidos en las gruesas paredes de piedra para apagar cualquier corriente de frío que pudiera filtrarse a través de las grietas, aunque Sakura no había podido encontrar ni una sola grieta en las paredes; había espiado detrás de unos tapices, sólo para comprobarlo.

    Curiosidad histórica, se había dicho. No era que estuviera buscando imperfecciones en el castillo o el laird del castillo.

    Había cientos de hermosas y espigadas ventanas. Obviamente las personas que habitaban Dalkeith no soportarían sentirse enjaulados dentro cuando había tanto paisaje exuberante para ser disfrutado en los campos, en las montañas de Escocia, sus valles y costas.

    Sakura suspiró anhelosamente cuando hizo una pausa frente a una ventana abovedada para saborear la vista de las olas color pizarra que, incesantes, chocaban contra los precipicios del extremo oriental.

    Una mujer podría enamorarse de un lugar como ese. Caer de sedosas trenzas de Rapunzel sobre delicadas zapatillas de raso para aterrizar en una masa de encajes y directo al romance, a los pies perfectos del laird perfecto.

    En ese mismo momento, como si hubiese sido convocado por sus pensamientos voluntariosos, Sasuke caminó en su línea de visión en la muralla de abajo, llevando uno de los corceles negros más grandes que ella alguna vez viera. Sakura empezó a retroceder, pero sus pies no anduvieron más allá de la ventana de la que sus ojos no se apartarían, y a pesar de sus mejores intenciones de ignorarlo, lo miró con fascinación desvalida.

    Con un salto fluido, el laird vestido con su atuendo escocés completo se lanzó hacia el lomo del semental que resoplaba fieramente.

    Y cuando él montó, ese encantador kilt se levantó, dándole un vislumbre pecador de los poderosamente musculosos muslos a Sakura, bellamente salpicado con un poco de sedoso vello negro. Ella pestañeó un momento y se negó a ponderar el resto de lo que había visto.

    Ciertamente ellos llevarían algo bajo esas faldas escocesas. Ciertamente era sólo su imaginación hiperactiva que desplazaba la masculinidad obvia del semental absurdamente en el cuerpo de Sasuke.

    Sí. Eso era, decididamente. Ella había notado los atributos prominentemente desplegados del semental en la periferia de su visión mientras había estado mirando las piernas de Sasuke, y había conseguido mezclar los dos juntos de algún modo. Ella no había visto ciertamente que Sasuke era, él mismo, tan grande como el semental.

    Sus mejillas se ruborizaron con ese pensamiento. Se volvió firmemente sobre sus talones para suprimirlo y buscó el siguiente cuarto. Había decidido explorar el castillo esa mañana principalmente para mantener su mente alejada de ese maldito hombre. Ni siquiera había imaginado que él tendría que caminar bajo una ventana mientras ella estaba mirando hacia afuera. Y agitar su kilt para agregar combustible al fuego proverbial.

    Forzó a su mente a regresar a la arquitectura encantadora de Dalkeith. Estaba en el segundo piso del castillo, y ya había pasado a través de docenas de cuartos de huéspedes, incluso la cámara en la que había pasado la primera noche. Dalkeith era enorme. Debía haber cien o más cuartos, y muchos de ellos parecían no haber sido usados durante décadas. El ala que exploraba en ese momento era la recientemente renovada y más frecuentemente utilizada. Se había terminado con maderas ligeras, pulidas hasta lograr un fino brillo, y ni una mancha de polvo podía verse allí. Las gruesas esteras tejidas cubrían los suelos, nada de juncos o desnudas piedras frías. Los manojos de hierbas fragantes y las flores secas colgaban en casi cada dintel de las ventanas y perfumaban los corredores.

    Un rayo de luz del sol atrajo la atención de Sakura hacia una puerta cerrada a mitad del corredor. Grabada en la madera pálida, se hallaba exquisitamente detallado un caballo encabritado, elegante, con la crin echada al viento. Un solo cuerno salía en espiral delicadamente de su frente. ¿Un unicornio?

    Con la mano en la puerta, ella hizo una pausa y sufrió una rara premonición de repente, de que ese cuarto estaría mejor cerrado. La curiosidad mató al gato...

    Cuando la puerta se abrió silenciosamente hacia el interior, ella se tensó, una mano temblorosa en la jamba.

    Increíble. Absolutamente incomprensible. Su mirada sorprendida se deslizó por el cuarto desde el suelo hasta las vigas, una y otra vez.

    ¿Quién había hecho eso?

    El cuarto atrajo cada onza de mujer en su cuerpo. Enfréntalo, Sakura, se dijo severamente, este castillo entero atrae a cada onza de mujer en tu cuerpo. Para no mencionar al sexy, masculino laird del torreón en persona.

    Ese cuarto se había construido para bebés. Hecho con manos tan amorosas que casi era agobiante. Una cacofonía de emociones discordantes la atravesó antes de que pudiera deshacerse de ellas.

    Había cunas de roble color de miel, encorvadas y lijadas para que ni una astilla quedara suelta y dañara la suave piel de un bebé. La pared oriental desplegaba ventanas altas, demasiado altas para que un niño pequeño se arriesgara a hacerse daño, abierta a la luz dorada del sol de la mañana. Los suelos de madera estaban cubiertos con alfombras espesas para mantener los pies de un bebé calientes.

    Los soldados de madera brillantemente pintados resplandecían en los estantes, y las muñecas hechas a mano amorosamente reclinadas en camas diminutas. Un castillo en miniatura, repleto de torreones, con un foso seco y puente levadizo, estaba lleno de diminutas personas talladas; ¡una maravillosa y real casa de muñecas medieval!

    Las esponjosas mantas cubrían las cunas y camas. Era un cuarto grande esa guardería. Un cuarto en el que un niño (o una docena) podría crecer desde bebé hasta ser un adolescente antes de buscar un cuarto más adulto en otra parte. Era un cuarto que llenaría el mundo de un niño de amor, seguridad y placer durante horas sin fin.

    Como si alguien hubiera creado ese cuarto pensando en el niño que él o ella había sido, y lo diseñara con todos los tesoros que había deseado o para el placer de un muchacho pequeño.

    Pero la cosa sobre el cuarto que la golpeó más despiadadamente era que parecía estar esperando.

    Abierto, caluroso e invitante, decía, lléname de bebés risueños y de amor.

    Todo estaba listo, la guardería estaba esperando solamente su momento, hasta que la mujer correcta llegara y respirara en él la vida chispeante de las canciones de niños, sueños y esperanzas.

    Una punzada de anhelo la atravesó de tal manera que Sakura no estuvo segura de lo que era. Pero tenía todo que ver con la huérfana que había sido y el lugar frío que había en ella, un lugar en nada parecido a ese cuarto encantador, parte de una casa encantadora, en una tierra encantadora, con personas que derrocharían su amor en sus niños.

    Oh, criar bebés en un lugar así...

    Bebés que conocerían quiénes eran su madre y su padre, no como Sakura. Bebés que nunca tendrían que preguntarse por qué ellos no habían sido cuidados y amados.

    Sakura se frotó los ojos furiosamente y retrocedió. Era demasiado para ella. Y se volvió para encontrarse de lleno con Mikoto.

    —¡Mikoto! —jadeó. Pero por supuesto. ¿Por qué debía sorprenderla encontrarse con la maravillosa madre del hombre maravilloso que probablemente construyera esa guardería maravillosa?

    Mikoto la sostuvo por los codos.

    —Vine a ver si estabas bien, Sakura. Pensé que podría ser demasiado pronto para ti andar de arriba a abajo.

    —¿Quién construyó este cuarto? —susurró Sakura.

    Mikoto inclinó la cabeza, y por un momento breve Sakura tuvo la impresión absurda de que Mikoto estaba intentando no reírse.

    —Sasuke lo diseñó y construyó —dijo Mikoto, intensamente interesada en aplanar las arrugas diminutas de su vestido.

    Sakura rodó los ojos e intentó convencer a su barómetro emocional para dejar de registrar vulnerabilidad y subir a algo seguro, como el enojo.

    —¿Por qué, querida Sakura? ¿No te gusta? —preguntó Mikoto dulcemente.

    Sakura retrocedió y recorrió el cuarto con una mirada irritada. La guardería era luminosa, alegre y viva con la emoción del propio creador disfrutando de su creación. Miró de nuevo a Mikoto.

    —¿Cuándo? ¿Antes o después del servicio del rey? —era muy importante que ella supiera si lo había construido a los diecisiete o dieciocho, para agradar a su madre quizás, o recientemente, con la esperanza de que sus propios niños lo llenaran algún día.

    —Durante. El rey le dio una licencia breve cuando tenía veintinueve años. Hubo algunos problemas con los Highlanders en estos lugares, y a Sasuke le fue permitido volver para fortificar Dalkeith. Cuando el conflicto estuvo resuelto, pasó el poco tiempo que estuvo trabajando aquí. Trabajó como un hombre poseído, y en verdad, no tenía ni idea de lo que él estaba haciendo. Sasuke siempre ha trabajado con madera y ha construido y diseñado cosas. No permitió que ninguno de nosotros lo viera, y no habló mucho sobre eso. Después de que regresó con James, subí para ver lo que había estado haciendo —Los ojos de Mikoto se nublaron brevemente—. Te diré la verdad, Sakura, me hizo llorar. Porque me dijo que mi hijo estaba pensando en niños y cuán preciosos eran para él. Me llenó de maravilla, también, cuando lo vi completarlo. Pienso que le gustaría a cualquier mujer. Los hombres normalmente no ven a los niños de esa manera. Pero Sasuke, él es un hombre especial. Como su padre.

    No tienes que vendérmelo, pensó Sakura malhumoradamente.

    —Lo siento, Mikoto. Estoy muy cansada. Necesito ir a recostarme —dijo ella tensamente, y se volvió hacia la puerta.

    Cuando entró al corredor, podría jurar que había oído a Mikoto reír suavemente.

    Sasuke encontró a Naruto esperándolo en el estudio y mirando fijamente los precipicios orientales a través de las puertas abiertas. No le extrañó a Naruto la blancura diminuta de los nudillos en la mano que se asía al marco de la puerta, o la línea rígida de su espalda.

    —¿Entonces? —preguntó Sasuke con impaciencia. Habría ido él mismo a Shimura Keep a investigar el pasado de su esposa, pero eso habría significado dejar a Sakura sola con el condenado herrero, y no daría ninguna oportunidad para eso. Ni para que la sedujera, por lo que había enviado a Naruto a descubrir lo que le había pasado a Samui Shimura.

    Naruto se volvió despacio, sacó una silla y se sentó pesadamente ante el fuego.

    Sasuke también se sentó, descansando sus pies en el escritorio, y sirviendo coñac para ambos. Naruto lo aceptó agradecido.

    —¿Bien? ¿Qué dijo ella? —los dedos de Sasuke se apretaron contra su vaso mientras esperaba oír quién había hecho cosas tan terribles a su esposa que su mente se había retirado hacia un mundo de fantasía. Sasuke entendía lo que estaba mal con ella. Él había visto a hombres con cicatrices de batalla que habían experimentado tales horrores, que habían reaccionado en modo similar. Las demasiadas pérdidas bárbaras y sangrientas provocaban en algunos soldados inventar un sueño para reemplazar la realidad, y al poco tiempo muchos llegaban a creer que el sueño era verdad. Como su esposa había hecho. Pero, desgraciadamente, con su esposa él no tenía ninguna idea de lo que había causado la retirada dolorosa hacia una imaginación de tan misterioso aspecto, que no podía llamarla por su nombre real siquiera. Y cualquier cosa que le hubiera pasado, la había dejado totalmente incapaz de confiar en cualquier hombre, pero sobre todo en él, por lo que parecía.

    Sasuke se forzó a escuchar, para encauzar su rabia cuando llegara, para poder manejarla como un arma eficaz. Él mataría sus dragones, y entonces empezaría su curación. Su cuerpo estaba haciéndose más fuerte cada día, y Sasuke sabía que el amor de Mikoto tenía mucho que ver con eso. Pero él sanaría con su amor las heridas más profundas. Y la única manera en que podría hacerlo era saber y entender lo que ella había sufrido.

    Naruto tragó; inquieto en su silla, la inclinó a los lados como un muchacho, entonces se levantó y se acercó al hogar para cambiar inquietamente su peso de uno a otro pie.

    —¡Fuera con ello, hombre! —La semana que Naruto había estado ausente casi había vuelto loco a Sasuke imaginando lo que ese hombre Sasori debía de haberle hecho. O aún peor, quizás el Laird Shimura era el culpable del dolor de Sakura. Sasuke temía la posibilidad, porque entonces declararía la guerra al clan. Una cosa terrible para estar seguro, pero para vengar a su esposa... Él haría cualquier cosa.

    —¿Quién es ese Sasori? —La pregunta lo había estado royendo internamente desde la noche en que él oyera por primera vez el nombre surgir de sus labios afiebrados.

    Naruto suspiró.

    —Nadie supo decirme. Nadie ha oído hablar nunca de él.

    Sasuke maldijo suavemente. Entonces, los Shimura estaban guardando secretos, ¿verdad?

    —Habla —ordenó.

    Naruto suspiró.

    —Ella piensa que es del futuro.

    —Ya sé que Sakura piensa eso —dijo Sasuke con impaciencia—. Te envié a que descubrieras qué tenía para decir Lady Shimura.

    —Eso es que lo que quise decir —dijo Naruto rotundamente—. Lady Shimura piensa que Sakura es del futuro.

    —¿Qué? —las cejas oscuras de Sasuke se alzaron incrédulamente—. ¿Qué estás diciéndome, Naruto? ¿Estás diciéndome que lady Shimura declara que Sakura no es su hija de sangre?

    —Sí.

    Las botas de Sasuke cayeron al suelo con un golpe, mientras la tensión latente cobraba vida en sus venas volviéndose un fuego viviente.

    —Permíteme hablar francamente. ¿Te dijo Torune Shimura que Sakura no es su hija?

    —Sí.

    Sasuke se tensó. Eso no era lo que él había esperado. En todas sus especulaciones no había considerado nunca que la fantasía de su esposa pudiera ser compartida por su madre.

    —Entonces, ¿exactamente quién cree lady Shimura que es la chica? ¿Con quién demonios me he casado? —gritó Sasuke.

    —Ella no lo sabe.

    —¿Tiene alguna idea? —el sarcasmo llenaba la pregunta de Sasuke—. ¡Dime algo, hombre!

    —No hay mucho que pueda decirte, Sasuke. Y lo que sé... bien, es condenadamente disparatado, apenas una parte de ello. Seguro como el infierno que no era lo que esperaba. Ah, oí tales cuentos, Sasuke, como para probar la fe de un hombre en el mundo natural. Si lo que ellos declaran es verdad, infiernos, no sé en lo que un hombre puede creer ya.

    —Lady Shimura comparte las ilusiones de su hija —dijo Sasuke atónito.

    —No, Sasuke, a menos que Torune Shimura y aproximadamente otras cien otras personas lo hagan. Porque esos fueron los que la vieron aparecer de ninguna parte. Hablé con docenas, y todos dijeron algo bastante parecido, demasiado, al contar la misma historia. El clan estaba sentado al banquete cuando de súbito una chica —Sakura— apareció en el regazo del laird, literalmente saliendo del aire transparente. Algunas de las criadas la llamaron bruja, pero fueron calladas rápidamente. Parece que el laird la consideró un regalo de los ángeles. Lady Shimura dijo que vio algo caer de la mano de la mujer extrañamente vestida, y luchó a través del alboroto para conseguirlo. Es la reina negra que me había dado en la boda y que yo te di a ti cuando volvimos.

    —Me pregunté por qué ella me había enviado eso —Sasuke frotó su mandíbula pensativamente.

    —Lady Shimura dijo que pensaba que podría ser importante después. Dijo que piensa que la pieza de ajedrez está embrujada de algún modo.

    —Si así fuera, eso explicaría cómo ella viajó a través de... —Él se interrumpió, incapaz de completar el pensamiento. Había visto muchas maravillas en su vida, y no era un hombre que descreyera la posibilidad de la magia completamente; ¿qué buen escocés no había sido criado para creer en las hadas? Pero aún así...

    —Cómo ella viajó a través del tiempo —terminó Naruto por él. Los dos hombres se miraron fijamente.

    Sasuke agitó su cabeza.

    —¿Crees...?

    —¿Y tú?

    Se miraron. Y entonces miraron el fuego.

    —No —se mofaron al mismo tiempo y estudiaron intensamente las llamas.

    —Ella no parece sin embargo muy común, ¿verdad? —dijo Naruto finalmente—. Quiero decir, es sobrenaturalmente luminosa. Hermosa. E ingeniosa: ah, las historias que ella me contó en el camino desde Shimura Keep... Es fuerte para ser una chica. Y tiene refranes singulares. A veces, no sé si lo has notado, su acento parece ir y venir.

    Sasuke resopló. Lo había notado. Su acento había virtualmente desaparecido cuando había estado enferma por el veneno, y había hablado en un acento extraño que él nunca oyera antes.

    Naruto continuó, casi para sí mismo

    —Una chica como esa podría retener a un hombre —Él se interrumpió y miró a Sasuke gravemente. Aclaró su garganta—. Lady Shimura sabe quién era su hija, Sasuke. Era: esa es la palabra importante. Algunas de las criadas confirmaron la historia de Mikoto de que la Samui real está muerta, y los rumores dicen que por mano de su padre. Él tenía que casar a alguien contigo. Lady Shimura dijo que su clan nunca dirá una palabra de la verdad.

    —Supongo que no —resopló Sasuke—; si algo de esto es verdad, y no estoy diciendo que lo sea, Shimura sabe que James nos destruiría a ambos por ello —Sasuke ponderó ese pensamiento amargo un largo momento, entonces lo desechó como una preocupación innecesaria. Los Shimura jurarían ciertamente que Sakura era Samui, como haría hasta el último hombre de los Uchiha, si alguna palabra de eso llegara alguna vez al rey en Edimburgo, pues la existencia de ambos clanes dependía de eso. Sasuke podría contar por lo menos con la lealtad del mismísimo Shimura en cuanto a ese asunto.

    —¿Qué tenía el laird para decir, Naruto?

    —Ni una palabra. No confirma que ella era su hija, ni lo niega. Pero hablé con el sacerdote de Shimura, que me contó la misma historia que lady Shimura. A propósito, él estaba encendiendo velas blancas para orar por el alma de Samui —agregó severamente—. Así que si hay engaños en Shimura Keep, son muchos e idénticamente detallados, mi amigo.

    Sasuke cruzó rápidamente hasta su escritorio. Abrió una caja de madera tallada y extrajo la pieza de ajedrez. La rodó en sus dedos, estudiándola cuidadosamente.

    Cuando levantó los ojos de nuevo, eran más negros que la medianoche, más profundos que un lago e igual de insondables.

    —¿Lady Shimura cree que esto la trajo aquí?

    Naruto asintió.

    —¿Entonces podría llevársela?

    Naruto se encogió de hombros.

    —Lady Shimura dijo que Sakura no parecía recordarlo. ¿Te lo ha mencionado alguna vez a ti?

    Sasuke agitó su cabeza y observó pensativamente, primero la reina negra, entonces su brillante fuego arder.

    Naruto encontró la mirada de Sasuke, y Sasuke supo que nunca habría palabras de reproche o incluso un rumor sobre el asunto, si se lo pidiera.

    —¿Lo crees? —preguntó Naruto suavemente.

    Sasuke permaneció sentado durante mucho tiempo ante el fuego después de que Naruto saliera, alternando entre la fe y el escepticismo. Aunque era un hombre creativo, también era un hombre lógico. Los viajes a través del tiempo simplemente no encajaban en su comprensión del mundo natural.

    Él podía creer en las banshees que advertían de muertes pendientes y destrucción. E incluso podría creer en los Druidas como alquimistas y practicantes de artes extrañas. Había crecido con las advertencias de su niñez sobre kelpies que vivían en lochs profundos y niños confiados y desobedientes atraídos a sus tumbas acuáticas.

    ¿Pero viajar a través del tiempo?

    Además, se dijo mientras guardaba la pieza de ajedrez en su sporran para examinarla más tarde, había otros problemas más urgentes que resolver. Como el herrero. Y su esposa voluntariosa, en cuyos labios el nombre del herrero aparecía demasiado a menudo.

    El futuro permitiría el tiempo suficiente para desenredar todos los secretos de Sakura, y encontrar sentido a las ilusiones masivas de Shimura Keep. Pero primero, tenía que hacerla de verdad su esposa. Una vez eso estuviera cumplido, podría empezar a preocuparse por otros detalles. Resuelto entonces, desterró las noticias desquiciadas que Naruto le había traído, igual como había guardado la pieza de ajedrez.

    Planes de cómo seduciría a su encantadora esposa reemplazaron todas las preocupaciones. Con una sonrisa peligrosa y el propósito en mente, Sasuke fue en busca de Sakura.
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
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    35
     
    Palabras:
    5065
    CAPÍTULO 13

    Sakura caminó inquieta, su mente en un torbellino. Su siesta breve a la luz del sol no había hecho nada para dispersar los pensamientos voluntariosos. A sus pensamientos les gustaba meditar en cuán capaz, por no mencionar cuán deseoso, estaba Sasuke de proporcionar bebés para llenar esa maldita guardería.

    Instintivamente evitó ir al extremo norte de la muralla, sin ánimos para confrontar al herrero y esas imágenes enervantes, que todavía fermentaban en su mente, de cuando había estado enferma.

    Hacia el sur se desvió, atraída por la visión de sol fuera de un tejado de vidrio y una curiosidad profunda como un lago. Ésas no eran personas bárbaras, meditó. Y si no equivocaba su suposición, estaba paseando hacia un invernáculo. Cuán brillante era la mente que había formado Dalkeith-Upon-the-Sea. Era impenetrable en el extremo oriental debido a los precipicios que presentaban una pura, inescalable caída al océano feroz. Entendiéndose por el norte, sur y este, el torreón mismo estaba encerrado entre paredes monstruosas, todas de setenta a ochenta pies de alto. Cuán extraño que la misma mente que había diseñado Dalkeith como una fortaleza, la hubiera hecho tan hermosa. La mente complicada de un hombre que preveía la necesidad de la guerra, y aún así saboreaba los momentos de paz.

    Cuidado, ¿estás intrigada?

    Cuando llegó al invernáculo, Sakura notó que estaba adherido a una torre de piedra redonda. Durante sus muchas horas de surfear en Internet, había buscado una y otra vez cosas medievales. ¿Los maullidos? Halcones. Allí se los mantenía y adiestraba para cazar.

    Atraída por el señuelo de los animales y su perdido Moonshadow como un dolor en su pecho, Sakura se acercó al broch de piedra gris. ¿Qué habría querido decir Sasuke tratándola como a uno de sus halcones?, se preguntó. Bien, lo descubriría por sí misma, para saber qué evitar en el futuro.

    Alto y completamente redondo, el broch tenía sólo una ventana, cubierta por una contraventana de pizarra. Algo sobre la oscuridad, recordó haber leído. Curiosa, se acercó a la puerta pesada y la empujó a un lado, cerrándola tras de sí para que ningún halcón se tentara de escapar. Ella no daría ninguna excusa a Sasuke para castigarla.

    Despacio, sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y pudo distinguir algunas perchas vacías en la luz oscura. Ah, no eran maullidos, ése debía ser el broch de entrenamiento. Sakura intentó recordar la manera en que los entrenadores antiguos entrenaban a sus pájaros para la caza.

    El broch olía a lavanda y especias, el almizcle pesado del invernáculo penetraba las paredes de piedra. Era un lugar pacífico. Oh, cuán sencillamente podría acostumbrarse a nunca oír de nuevo la prisa del tráfico; nunca tener que mirar por encima de su hombro de nuevo; no ver Nueva Orleáns, y terminar con todas las huidas, los escondites y el temor.

    Las paredes del broch eran frescas y limpias al tacto, nada como las paredes de piedra que la habían mantenido prisionera una vez en una celda, en la suciedad arenosa de una prisión de Nueva Orleáns.

    Sakura se estremeció. Nunca olvidaría esa noche.

    La pelea había empezado sobre, como todas las cosas, un viaje a Acapulco. Sakura no había querido ir. Sasori había insistido.

    —Bien, entonces ven conmigo —había dicho ella. Él estaba demasiado ocupado, no podía hacerse de tiempo, había contestado.

    —¿Qué tiene de bueno todo tu dinero si no puedes tomarte tiempo para disfrutar la vida? —había preguntado Sakura.

    Sasori no había dicho una palabra, se las arregló simplemente con una mirada defraudada que la hizo sentir como una adolescente torpe, una huérfana tonta y no deseada.

    —Bien, ¿por qué sigues enviándome sola en estas vacaciones? —preguntó la joven, intentando parecer madura y sofisticada, pero su pregunta acabó en una nota lastimera.

    —¿Cuántas veces debo explicarte esto? Estoy intentando educarte, Sakura. Si piensas por un momento que será fácil para una huérfana que nunca ha estado en sociedad ser mi esposa, piénsalo de nuevo. Mi esposa debe cultivarse, ser mundana, europea.

    —No me envíes de nuevo a París —había dicho Sakura apresuradamente—. Llovió durante semanas la vez pasada.

    —No me interrumpas de nuevo, Sakura —su voz había sido tranquila; tan calmada y cuidadosamente moderada...

    —¿No puedes venir conmigo sólo una vez?

    —¡Sakura!

    Sakura se había tensado, sintiéndose tonta e inadecuada, aunque sabía que no estaba siendo irrazonable. A veces se había sentido como si él no la quisiera alrededor, pero eso no tenía sentido: quería casarse con ella. Estaba preparándola para ser su esposa.

    Aún así ella había tenido dudas...

    Después de su último viaje a Río, había vuelto para tener noticias de sus viejos amigos de Blind Lemon, ya que Sasori no había sido visto en sus oficinas desde hacía tiempo, pero había sido visto en su deslumbrante Porsche con una morena igualmente deslumbrante. Una punzada de celos la había atravesado como un arpón.

    —Además, he oído que no trabajas demasiado duro mientras yo no estoy —había murmurado ella.

    La pelea había empezado entonces en serio, escalando hasta que Sasori hizo algo tan sorprendente y aterrador que Sakura huyó ciegamente en la humeante noche de Nueva Orleáns.

    Él le pegó. Duro. Y, tomando ventaja de su aturdida pasividad, más de una vez. Llorando, ella se lanzó dentro del Mercedes que Sasori arrendara para ella.

    Apretó el acelerador y el automóvil surgió hacia adelante. Condujo ciegamente, en piloto automático, las lágrimas teñidas de rimel manchando el traje de seda crema que Sasori había escogido para que llevara esa tarde.

    Cuando la policía la persiguió declarando que había estado conduciendo a más de cien millas por hora, supo que estaban mintiendo. Eran amigos de Sasori. Él probablemente los había llamado en el momento en que ella había dejado su casa; sabía qué ruta siempre tomaba para regresar a su departamento.

    Sakura permaneció fuera de su automóvil con los policías, su rostro machucado e inflamado, su labio sangrando, llorando y disculpándose en una voz que orillaba en la histeria.

    No se le ocurrió hasta mucho después que ninguno de los policías le había preguntado ni una vez lo que le había pasado a su rostro. Habían interrogado a una mujer evidentemente golpeada sin mostrar una onza de preocupación.

    Cuando la habían esposado, llevándola a la estación, y habían llamado a Sasori, no se había sorprendido en absoluto al verlos colgar el auricular, mirarla tristemente y encerrarla con llave en una celda.

    Tres días que ella había pasado en ese lugar infernal, sólo para que Sasori pudiera demostrar su punto.

    Aquella fue la noche en que ella había comprendido cuán peligroso realmente era.

    En el fresco del broch, Sakura pasó sus brazos alrededor de sí misma, intentando exorcizar los fantasmas de un hombre desesperadamente guapo llamado Sasori Akasuna y la joven y tonta mujer que se había consumido solitariamente, escondiendo su vida en un orfanato. Qué presa fácil había sido. ¿Has visto a la pequeña huérfana Sakura? La pequeña estúpida de Sasori. ¿Dónde había oído esas palabras burlonas? En el yate de Rupert, cuando pensaban que ella había bajado por más bebidas. Se estremeció violentamente. Nunca seré de nuevo la marioneta de un hombre.

    —Nunca —se juró alto. Agitó su cabeza para menguar la marea dolorosa de recuerdos.

    La puerta se abrió y admitió una guadaña ancha de luz del sol brillante. Entonces se cerró de nuevo y la oscuridad reinó absolutamente.

    Sakura se tensó, girando sobre sí misma, y obligando a su corazón a refrenarse. Había estado allí antes. Escondiéndose, esperando, demasiado aterrada para siquiera hacer una respiración por el miedo de alertar al cazador de su situación exacta. ¡Correría y se escondería! Pero no había habido ningún santuario. No hasta las calles de oscuridad que ella encontró finalmente en Seattle, y había habido una eternidad de infiernos oscuros bajo cada camino tortuoso entre Nueva Orleáns y el asilo del Noroeste del Pacífico.

    Los recuerdos amargos amenazaron atraparla cuando un ronco canturreo rompió el silencio.

    ¿Sasuke? ¿Cantando? ¿Un arrullo?

    Retumbaron las palabras en gaélico grave y profundo; ¿por qué no había sospechado ella que él tendría una voz como un rico butterscotch? Él ronroneaba al hablar; podría seducir a la Madre Abadesa del Sagrado Corazón cuando cantaba.

    —Curioso, ¿no es verdad? Veo que viniste por tu propia voluntad —Su acento rodó a través del broch cuando terminó el estribillo.

    —¿Venido dónde? —preguntó ella insolentemente.

    —A ser entrenada para mi mano. —Su voz parecía divertida, y ella oyó el susurro de su kilt cuando entró en la negra oscuridad.

    Ella no se dignaría a contestar.

    Una pausa larga, otro susurro, entonces:

    —¿Sabes qué cualidades debe poseer un halconero, mi corazón?

    —¿Cuáles? —refunfuñó la muchacha a pesar de sí misma y se movió lentamente hacia atrás. Ella estiró sus manos como una pequeña antena provisional en la oscuridad.

    —Es una posición exigente. Pocos hombres pueden ser halconeros de calidad si no poseen el temperamento. Un halconero debe ser un hombre de paciencia infinita, oído agudo y visión única. Poseído de un espíritu atrevido, y una tierna pero poderosa mano. Constantemente debe armonizarlos con sus cantos. ¿Sabes por qué?

    —¿Por qué? —susurró ella.

    —Porque los halcones son criaturas muy sensibles y excitables, mi corazón. Son conocidos por padecer dolores de cabeza y toda clase de dolencias humanas, tan sensibles son. Su sensibilidad extrema las hace las más finas y exitosas de las cazadoras de todos los tiempos, aunque puede hacerlas también las más exigentes. Y el haggard... ah, mi dulzura, el haggard es el más puro desafío de todos. Y por lejos el más recompensado.

    Ella no preguntaría lo que era un haggard.

    —¿'Qué es un haggard', preguntas profundamente en esa alma terca y silenciosa, mi corazón? —Él rió exquisitamente e hizo eco en las paredes de piedra del broch repentinamente balsámico.

    —Deja de llamarme 'mi corazón' —murmuró ella cuando se movió hacia atrás oh, tan cautamente. Tenía que encontrar una pared. El broch era redondo, por lo que una pared garantizaría una puerta en algún punto. Podría haber sido ciega en esa oscuridad abismal.

    Oyó sus pisadas en el suelo de piedra. Santo cielo, ¿cómo podía verla él? ¡Pero estaba dirigiéndose directamente hacia ella! La muchacha retrocedió despacio, silenciosamente.

    —No soy ningún extraño para la oscuridad, chica — advirtió Sasuke—. Te encontraré. Soy el mejor de los halconeros.

    Ella no dijo nada, no hizo ningún sonido.

    —Un haggard es un halcón salvaje, maduro —continuó él, la indirecta de una sonrisa en su voz—. Normalmente un halconero es renuente a asumir el desafío de entrenar uno, pero a veces, en una luna verdaderamente rara como la luna de cosecha que nosotros tuvimos la última tarde, el halconero descubre un pájaro de tal brillo, tal magnificencia, que lanza toda cautela a un lado y atrapa el haggard, jurando ligarlo a él. Jurando hacerlo olvidar todo su pasado salvaje —en la oscuridad o en la luz— y el ave brinda libremente su futuro a su halconero.

    Ella no debía contestarle; él seguiría su voz.

    —Mi dulce halcón, ¿te digo cómo domaré mi nuevo haggard?

    Silencio absoluto. Estaban rodeándose en la oscuridad como animales cautos.

    —Primero cegaré a mi dama, que es privarla de visión con una capucha de seda negra.

    Sakura sofocó un jadeo indignado en su mano temblorosa. Los pliegues de su vestido susurraron cuando se apartó rápidamente.

    —Entonces embotaré sus garras.

    Un guijarro rodó por el suelo un poco más lejos. Ella retrocedió sobre sus pasos, asiendo sus faldas para mantenerlas silenciosas.

    —Ato jesses, campanillas delicadas a sus tobillos para que pueda ser consciente de

    cada movimiento suyo, porque yo también estoy en la oscuridad.

    Ella suspiró trabajosamente —casi un resuello—; entonces se maldijo por haberse equivocado y saber que él rastrearía su jadeo traidor. Sabía que su estrategia era seguir hablando hasta provocarla lo suficiente para revelarse a sí misma. ¿Y entonces qué? Aunque no estuviera dispuesta a ayudarlo, sí se preguntaba lo que sucedería. ¿Le haría el amor Sasuke allí y entonces en la oscuridad del broch? Un escalofrío la atravesó, y no estaba segura de que fuera miedo. No estaba segura en absoluto.

    —Entonces le pongo una correa para atarla a su percha, hasta que ya no necesite atarla. Hasta que ella se ate por propia voluntad. Y la mejor parte, el proceso largo, lento, de amoldarla a mí. Le cantaré la misma canción dulce hasta que se acostumbre al sonido de mi voz y solamente de la mía...

    Y su voz rica empezó ese mismo canturreo ronco de arrullo, fundiendo su voluntad.

    Sakura caminó lentamente hacia atrás; sentía la brisa de él pasando cerca de ella, a pulgadas solamente. ¿Dónde estaba esa pared?

    Casi gritó cuando él la encontró en la oscuridad, debatiéndose un largo momento contra su dominio de hierro. Su respiración abanicó su rostro y ella luchó contra su sujeción.

    —Cálmate, dulce halcón. No te dañaré. Nunca —susurró él roncamente.

    Sakura sentía el calor de sus muslos que quemaban a través de su vestido mañanero de tenue seda. Fue envuelta por el olor temerario de almizcle y hombre. Oh, hombre apuesto, ¿por qué no te conocí antes de que mi última ilusión se estrellara? ¿Por qué no te encontré cuando todavía creía?, se lamentó. Luchó contra sus brazos que la ciñeron, acunándola.

    —¡Déjame ir!

    Sasuke ignoró sus protestas y la acercó más en el acero de su abrazo.

    —Sí, tendré que tenerte cegada simplemente. O quizás ligar tus manos y encapuchar tus ojos con seda, y posarte en mi cama, desnuda y abierta a las puras sensaciones hasta que te acostumbres a mi tacto. ¿Te domaría eso, dulce halcón? ¿Podrías aprender a amar mi tacto? ¿Pedirlo como yo te lo pido?

    Sakura tragó convulsivamente.

    —Un halcón debe cortejarse con amor implacable y áspero. Llevándose su luz, cegándolo, aprende a entender con sus otros sentidos. Sentidos que no mienten. El halcón es una criatura sabia, cree en lo que puede sentir, lo que puede contener su garra o su pico. Toca, olfatea y oye. Devolviéndole la vista y la libertad despacio, se liga a la mano que restaura esas cosas para él. Si no confía en su amo y no le concede lealtad absoluta al final de su entrenamiento, busca huir a cada oportunidad —Él hizo una pausa, sus labios a un suspiró escaso de los suyos—. Ninguno de mis halcones ha volado de mi mano alguna vez sin volver —advirtió él.

    —Yo no soy un pájaro tonto.

    —No, tonto no, pero el más fino. Un halcón es el único pájaro que puede emparejarse con otro halcón para el vuelo, exactitud, y velocidad. Para no mencionar la fuerza del corazón.

    Ella se había perdido en el momento que él había empezado a cantar. Y no protestó más cuando sus labios acariciaron los suyos ligeramente. Ni hizo un reproche en el siguiente momento, cuando las manos de Sasuke en su cuerpo se tornaron duras, calientes y exigentes. Complaciendo. Reclamando.

    —¿Volarías para mí, dulce halcón? Yo te llevaré más alto de lo que has estado alguna vez. Te enseñaré a remontar alturas que sólo has soñado que existían —prometió él cuando esparció besos por su mandíbula, su nariz, sus párpados. Sus manos acunaron su quijada en la oscuridad y sintieron cada curva, cada plano y hondonada de seda de su rostro y garganta con sus manos, memorizando los matices.

    —Siénteme, chica. ¡Siente lo que me haces! —Él apretó su cuerpo contra el suyo y meció sus caderas, asegurándose de que ella sentía la masculinidad hinchada que se levantaba bajo su kilt e incitaba el interior de los muslos femeninos.

    Y allí estaba la pared; había estado justo a su espalda todo el tiempo. Piedra fresca en su espalda y el infierno de Sasuke al frente, quemándola a través de su vestido. Ella levantó sus manos para abofetearlo, pero él las recogió y las fijó sobre su cabeza, contra la pared. Sus dedos fuertes extendieron su autoridad, retorcieron y acariciaron sus manos. Palma contra palma, aplastados contra la piedra. Y una de sus manos cerró los ojos de Sakura suavemente.

    —Mi dulce halcón —suspiró él contra su cuello—. Lucha cuanto quieras, no servirá de nada. He puesto mis ojos en ti, y ésta es la primera vez que estás cegada. En esta oscuridad, aprenderás a conocer mis manos cuando toquen cada pulgada de seda de tu cuerpo. No tomaré de ti más que eso. Simplemente que sientas mi tacto, no necesitas incluso ver mi rostro. Seré paciente mientras te haces dócil a mis manos.

    Su otra mano era fuego líquido, resbalando su vestido hacia arriba y por encima de sus muslos y ¡oh...! Ella no había tenido la más mínima idea de dónde buscar ropa interior esa mañana. Su mano, su mano fuerte, hermosa, estaba amasando sus muslos, empujándolos suavemente para apartarlos y deslizar el calor de su pierna musculosa entre ellos. Él ronroneó, un gruñido ronco de triunfo masculino, cuando sintió la humedad traidora entre sus muslos. Sakura se ruborizó furiosamente; a pesar de sus intenciones, sus manos temblaron a descansar en sus hombros, entonces se hundieron profundamente en su pelo suave, grueso. Sus rodillas, ya débiles, se sintieron flácidas cuando él apartó el corpiño de su vestido a un lado y dejó caer su cabeza sobre sus pechos, lamiendo y rozando las cimas endurecidas con su lengua, después con sus dientes. Apenas advirtió cuando él empujó su kilt; pero notó definitivamente cuando su excitación dura, caliente, pesada, se apretó contra su muslo. Sakura hizo un sonido gutural: medio gimoteo, medio súplica. ¿Cómo le había hecho él eso? Solamente tocándola, Sasuke había conseguido de algún modo desenredar cada onza de resistencia que había tejido tan cuidadosamente como una capa protectora.

    ¡Nunca había sido así con Sasori! Su mente huyó de su cuerpo y ella se aferró a la mano que estaba cegándola. La mano que había negado su vista y ella saboreaba con sus labios; volvió su cabeza para coger un dedo con su lengua. Sakura casi gritó cuando él tomó ese mismo dedo y lo puso dentro del calor ardiente entre sus piernas.

    —Vuela para mí, dulce halcón —la instó, sosteniendo uno de sus pechos pesados con su mano y lamiendo su cima endurecida. La provocó implacablemente y la apretó con suavidad, tocándola por todas partes.

    Sus labios volvieron para reclamar los suyos con desesperación, un hambre demasiado largamente negada. Un hambre que nunca podría saciarse. Su beso fue largo, duro, castigador, y ella se deleitó en sus demandas tácitas. Un gimoteo se le escapó cuando la yema de su dedo pulgar encontró el trozo diminuto de calor anidado entre sus pliegues húmedos, y la cabeza de Sakura se dejó caer hacia atrás cuando una ola floreció lanzándola alto y más alto. Rindiéndose a sus dedos, su lengua y sus labios, ella sacrificó el último vestigio de su contención.

    —Sakura —susurró él roncamente—, eres tan hermosa, tan dulce. Deséame, chica. Necesítame como yo te necesito.

    Ella sentía el calor de un lugar sin nombre que nunca le habían enseñado, atrayéndola más profundo.

    Sakura se esforzó por decir las palabras que sabía debía decir. La palabra que sabía la librarían. Ese seductor legendario de mujeres... ¡oh, cuán fácil era entender cómo esas legiones habían sucumbido ante él! Era tan bueno en eso. Casi la había hecho creer que era por ella y sólo por ella que estaba ansioso. Casi una estúpida de nuevo.

    Pero por eso era por lo que los llamaban pícaros. Lotharios. Don Juanes. Aplicaban la misma habilidad y determinación implacable a la seducción que la que aplicaban al arte de la guerra, a las conquistas de cualquier clase.

    Resucitando los jirones de sus defensas, ella endureció su voluntad contra sus avances.

    Sasuke en cambio estaba perdido. Perdido como había estado desde el momento en que había puesto sus ojos en esa mujer fascinante. No importaba que sus imaginaciones extrañas surgieran de algún pasado secreto y terrible, él descubriría una manera de borrar todos sus miedos. Las cosas que Naruto le había dicho no significaban nada. Con amor, él podría superar cualquier obstáculo a tiempo. Ella sería su dama halcón, ahora y para siempre. La acaparó rindiéndose a sus manos, saboreado con la delicadeza más rara la miel dulce de sus labios, temblando ante el pensamiento de que ella sintiera por él lo que él sentía por ella. Con ella, nunca estaría como había estado antes, vacío y hundido.

    No, con esa chica él derrotaría a la vida. Ella no veía la belleza que las otras mujeres habían adorado. Esa chica poseía sus propios secretos. Sus propios horrores. Sus propias profundidades. Todo en una, una mujer singular, de hecho. Él estaba hundiéndose, hundiéndose en sus profundidades... el beso se ahondó ferozmente y sintió que los dientes de Sakura rozaban su labio inferior. Lo enloqueció más allá de todo control.

    —¡Oh! —suspiró ella, cuando él mordió suavemente el cuello de seda.

    Animado por su éxito, él suspiró sus primeras palabras tentativas. Necesitaba decírselas; necesitaba que ella entendiera que ese no era ningún juego. Que nunca en su vida se había sentido de esa manera, y nunca lo haría de nuevo. Ella era lo que había estado esperando todos esos años, la única que completaría su corazón.

    —Saku, mi corazón, mi amor, yo...

    —¡Oh, calla, Neji! No hay necesidad de palabras —Ella apretó sus labios contra los suyos para imponerle silencio.

    Sasuke se tensó, rígido como un glaciar ártico y completamente frío.

    Con los labios de él todavía contra los suyos, el corazón de Sakura gritó en agonía. Pero, ¿cuánto peor gritaría si se volvía una marioneta de nuevo?

    Las manos de Sasuke se clavaron cruelmente en sus costados. Le dejaría cardenales que durarían días. Despacio, muy despacio, uno por uno, sacó sus dedos de ella.

    ¡Ella había dicho su nombre!

    —La siguiente vez que digas el nombre de Neji, chica, dejaré de pedir lo que ya poseo y simplemente lo tomaré. Pareces olvidar que me perteneces. No hay necesidad de seducirte cuando podría sencillamente llevarte a mi cama. La opción es tuya, Sakura. Ya te lo advertí: escoge sabiamente.

    Sasuke abandonó el broch sin otra palabra, dejando a Sakura sola en la oscuridad.

    Sakura debía haber sentido apetito. Había pasado el resto del día, después del incidente con Sasuke, vagando por cada pulgada de la muralla. ¿No iba ese día a acabar nunca?, se preguntó. Debía de haber paseado veinte millas, por lo que debía haber quemado algo de su frustración. Incluso sus guardias habían parecido un poco picados cuando ella consintió en volver al castillo encontrando al propio y valiente Sasuke finalmente.

    La cena ofreció una suave y espesa sopa de patatas con queso fundido y condimentado con cinco pimientas; un delicado pez blanco cocido al vapor sobre fuego en aceite de oliva, guarnecido con un cangrejo mantecoso; espárragos crocantes a la perfección; salchichas gordas y panes crespos; budines y frutas; tartas de limón y pastel de arándanos. Sakura no podía comer ni un poquito.

    La cena era horrible.

    Si hubiera mirado una vez más y descubierto la mirada letal que Sasuke le había lanzado, la mujer se habría llevado un puño a la boca para impedirse gritar.

    Sakura suspiró profundamente cuando hizo pasear la cuchara en la sopa que todos los demás parecían estar saboreando. La empujó, la revolvió, quebró el queso fundido. Estaba reestructurando sus espárragos diligentemente en pequeñas pilas cuando Sasuke finalmente habló.

    —Si vas jugar con tu comida, Sakura, podrías dársela a alguien que tiene de verdad hambre.

    —¿Como tú, mi señor? —Sakura sonrió dulcemente al plato de Sasuke, que también estaba lleno de comida intacta.

    Su boca se apretó en una línea austera.

    —¿La comida no es de tu gusto, Sakura, querida? —preguntó Mikoto.

    —Es maravillosa. Supongo que todavía no he recuperado el apetito —empezó la joven.

    Mikoto se levantó de un salto.

    —Quizás todavía deberías estar descansando, Sakura —exclamó, disparando una mirada acusadora a su hijo. Sasuke rodó los ojos y se negó a involucrarse.

    —Oh, no, Mikoto —Sakura protestó rápidamente—. Estoy totalmente recuperada —De ninguna manera iba a regresar al cuarto Green Lady y jugar a la inválida. Demasiados recuerdos extraños había allí. Esa noche planeaba encontrar un nuevo cuarto para dormir; no había escasez de ellos ciertamente en ese sólido castillo. Estaba esperando explorar el lugar más allá y seleccionar un cuarto para sí misma—. Realmente estoy bien. Creo que comí demasiado en el almuerzo.

    —No tomaste el almuerzo —dijo Sasuke rotundamente.

    —Oh, ¿y quién eres tú para saberlo? —replicó ella—. Quizá lo comí en la cocina.

    —No lo hiciste —agregó Kagami servicialmente—. Estuve todo el día en la cocina, diré. Olvidarte de comer es lo que hiciste, milady. Una vez o dos yo he hecho lo mismo, diré, y más hambriento me puse, o al menos sentí más hambre. Así que deberías comer mejor, milady. ¡Necesitarás tu fuerza de nuevo y yo diré que más aún! —Una inclinación enfática de su cabeza alegre determinó su decreto.

    Sakura miró fijamente su plato, un rubor rebelde coloreando sus mejillas.

    Mikoto observó a Kagami cuando se puso de pie protectoramente al lado de la silla de Sakura.

    —Encuentro que tampoco tengo mucha hambre —dijo Mikoto—. ¿Qué dices si tú y yo damos un paseo en los jardines?

    —¿Con la fuerza bruta arrastrándose detrás? —murmuró Sakura, mirando a Sasuke bajo las pestañas bajadas.

    —...mientras mi hijo saca algunos granos de la despensa y nos prepara una buena taza de café a nuestro retorno—continuó Mikoto, balanceando en el aire el cebo como si no hubiera sido interrumpida.

    Sakura se levantó de un salto. Cualquier cosa para escapar de sus ojos, y café para reanimarse.

    La traición brilló entonces en los ojos de Sasuke.

    Mikoto tomó a Sakura de la mano y empezó a llevarla a los jardines.

    —Prepararé el café, madre —dijo Sasuke a sus espaldas—. Pero haré que Maery lleve las cosas de Sakura al Cuarto del Pavo Real.

    Mikoto se detuvo. La mano que sostenía la de Sakura se apretó casi imperceptiblemente.

    —¿Estás lo bastante seguro, Sasuke? —preguntó tensamente.

    —La oíste. Ella está completamente recuperada. Es mi esposa. ¿Qué lugar mejor para protegerla?

    —Muy bien.

    —¿Dónde está el Cuarto del Pavo Real? —Sakura giró sobre sus talones para enfrentarlo.

    —En el tercer piso.

    —¿Lo tendré para mí misma?

    —Completamente, mientras yo no lo use. Son las cámaras del laird.

    —No dormiré contigo.

    —No recuerdo haberte preguntado.

    —Tú, sobrecrecido asno arrogante, presumido...

    —Realmente, Sakura, mi hijo no es ninguna de esas cosas —reprendió Mikoto.

    —Nada personal contigo, Mikoto. Me gustas realmente—dijo Sakura educadamente. La cortesía terminó abruptamente cuando miró a Sasuke—. ¡Pero yo no compartiré tu cama!

    —Realmente no es un tema para discutir en la mesa de la cena, diré —opinó Kagami, rascando su cabeza, el rubor enrojeciendo sus mejillas.

    Sasuke se rió y el retumbo oscuro vibró a través del cuerpo de Sakura, dejando sus pezones erectos y su corazón martilleante.

    —Esposa, compartirás mi cuarto esta noche aún si debo atarte y llevarte allí. Puedes sufrir esa humillación o puedes ir con tus propios pies de buena gana. No me importa demasiado cómo llegas allí. Simplemente llega allí.

    Amotinando su pecho, amenazando robar sus sentidos... Oscuramente oyó la puerta detrás de ella abrirse y cerrarse, y sintió el olor de un perfume empalagoso que revolvió su estómago. Cualquiera fuera ese olor, le recordó el orfanato; de áticos y polillas y los días en que las monjas hacían la friega de los suelos y desempolvaban el mobiliario oscuro.

    —¡Cariño! —vino el suspiro de deleite femenino desde detrás de ella. La mano de Mikoto se apretó dolorosamente en la suya.

    —Suiren Dumont —murmuró casi sin respirar—. ¡Santo Cielo! Dudo que este día termine cuerda.

    —¿Suiren? —se hizo eco Sakura, sus ojos volando hacia Sasuke.

    Suiren, Sasuke pensó tenebrosamente. Este día estaba transformándose rápidamente de malo en peor. Se negó a encontrar la mirada interrogadora de Sakura. ¿Cómo te atrevía ella a llamarlo Neji mientras le hacía el amor y entonces preguntar por otra mujer? No tenía ningún derecho. No después de que ella hubiera dicho ese nombre.

    La furia lo consumía cada vez que pensaba en eso.

    Neji.

    Las imágenes de sus manos separando la carne del herrero de sus huesos lo confortaron por un momento.

    Entonces la desolación lo agobió. Ahora tenía dos problemas: ¿Cómo iba él a hacer a Sakura desearlo? ¿Y qué iba a hacer con Suiren?

    ¿Juntar a Suiren con el herrero?

    Eso trajo una sonrisa a su cara, la primera en mucho tiempo.

    Y naturalmente, Sakura lo entendió mal y pensó que su sonrisa estaba dedicada a Suiren, tal como lo pensó la misma Suiren. Como, parecía, había hecho su madre, que frunció el ceño. Naruto maldijo suavemente tras un suspiro. Kagami agitó su cabeza, murmuró un juramento acalorado, y se alejó silenciosamente de la mesa de repente demasiado llena.

    —Suiren —Sasuke inclinó su cabeza—. ¿Qué te trae a Dalkeith?

    —¿Por qué, Sasuke —Suiren ronroneó— necesitas preguntar? Te he extrañado en la corte. Has estado lejos de mi... lado... demasiado tiempo. Conjeturé que simplemente tenía que venir a buscarte por mí misma si te necesitaba. Por lo que —ella terminó con una vibración de pestañas y una ostentosa mirada de ven aquí— aquí estoy.

    Sasuke comprendió tardíamente que había hecho una pregunta tonta con Sakura mirando fijamente a Suiren con una mirada helada. Sasuke sabía por experiencia que Suiren podía contestar cualquier pregunta —no importaba cuán inocente— con una indirecta cargada, pero había desterrado todos sus recuerdos desagradables de sus ridiculeces en el momento en que había vuelto a Dalkeith. Se le ocurrió que haría bien en resucitar esos recuerdos rápidamente. Sería imprudente olvidarse de la propensión de Suiren para los conflictos; el áspid estaba ahora en su nido.

    La respiración de Suiren se detuvo audiblemente cuando miró fijamente a Sakura.

    —Saludos, Suiren. ¿Has venido a hablar con mi marido?

    Momentáneamente libre de la mirada colérica de Sakura, Sasuke se irguió. Marido, había dicho. Y lo había dicho posesivamente. Quizá había, después de todo, alguna esperanza.

    —Hemos hablado realmente un idioma común en el pasado —pronunció Suiren con lentitud—. Una clase de comunicación sin palabras, si entiendes el significado. Simplemente el tipo de charla que a Sasuke se le da mejor.

    —Ponla entonces en el Cuarto del Pavo Real a ella —espetó Sakura por encima de su hombro cuando arrastró a Mikoto por la puerta y la cerró de golpe detrás de ellas
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
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    CAPÍTULO 14

    —El rey te puede haber relevado de su servicio, pero yo nunca soñaría con relevarte del mío. Me has servido tan bien en el pasado, lo juro, que realmente estoy malcriada —Suiren se retorció más cerca en el banco de piedra en el patio, descansando la curva de su cadera madura contra el muslo musculoso de Sasuke.

    Mikoto había vuelto sola a la casa escasamente un cuarto de hora después de que ella y Sakura hubieran salido, disparando una sonrisa arrogante a su hijo, mientras él se apoyaba en la gran mesa con la infernal Suiren. El café olvidado, Sasuke había dirigido a Suiren rápidamente a los jardines para ver lo que su esposa podría estar haciendo. Cuando su madre lo miraba de esa manera... bueno, la mujer tenía una mente como una catapulta bien engrasada, mortal en el ataque.

    Por lo que él se había paseado con Suiren a través de los inmensos jardines con paso jadeante, los ojos buscando a los guardias que arrastraba su esposa. Nada. Una y otra vez sus ojos se habían deslizado hacia la muralla norte, hacia el margen fluctuante de luz del fuego al borde del serbal.

    —¿Puedo asumir que nos entretendremos esta noche como solíamos hacerlo, Sasuke? —la respiración calurosa de Suiren abanicó su mejilla.

    Sasuke suspiró inaudiblemente.

    —Suiren, soy un hombre casado ahora.

    La risa de Suiren tintineó demasiado brillantemente y recordó a Sasuke que era una mujer a la que le encantaba robar el hombre de otra mujer. Cuanto más difícil el hombre era de obtener, Suiren más feliz era. Sasuke estaba bien enterado de su juego peculiar; ella disfrutaba hiriendo a otras mujeres y aplastando sus sueños, rompiendo sus corazones. Sasuke sospechó que era una clase de venganza; que una vez una mujer había tomado a su hombre, y ella nunca lo había superado; en cambio, se había vuelto una mujer amarga, destructiva. Una vez que la había entendido finalmente, casi había sentido compasión por ella. Casi.

    —Ella es Mad Samui, Sasuke —dijo Suiren secamente.

    —Su nombre es... —Él se interrumpió abruptamente. No debía darle ninguna munición a Suiren. Suspiró cuidadosamente y replanteó su frase—. Su segundo nombre es Sakura, y es el que ella prefiere —Y agregó fríamente—: puedes llamarla Lady Uchiha.

    Las cejas de Suiren se alzaron burlonamente.

    —No la llamaré lady nada. El país entero sabe que ella está loca como un galgo rabioso. Yo no había oído, sin embargo, que era soportable a la vista.

    Sasuke resopló.

    —¿Soportable? Mi esposa es exquisita en todos los sentidos.

    Suiren rió temblorosamente, entonces afirmó su voz sarcástica.

    —¡Bien! ¿Podría ser que el legendario Sasuke crea estar enamorado? ¿El incesante amante de las mujeres piensa que podría detenerse con esta? Oh, déjalo, mon cherie. Es nauseabundo. Sé qué tipo de hombre eres. No hay ningún mérito en fingir sentimientos elevados que nosotros sabemos que no posees.

    La voz de Sasuke estaba helada cuando habló.

    —Al contrario de tus expectativas, no soy el hombre que estaba en la corte de James. No sabes nada de mí; otra cosa son las ilusiones que has escogido creer. —Él hizo una pausa un momento pesado, para prestar énfasis a sus siguientes palabras—. Suiren, no hay ningún rey aquí para pedirme que te consienta, y nunca regresaré a la corte de James. Ha terminado. Todo ha terminado —En el momento en que las palabras salieron, el corazón de Sasuke voló. Era libre.

    —¿Eso era todo? ¿Me consentiste? —exigió Suiren.

    —Sabías eso —Sasuke resopló burlonamente—. Te rechacé una docena de veces antes de que fueras a James. ¿Te convenciste de que había tenido un cambio de corazón? Sabes lo que pasó exactamente. Fuiste tú quién solicitó al rey hacerme... —Sasuke se interrumpió abruptamente, atisbando el brillo de una melena rosada—brillante en la luz de la luna, a unos metros de donde ellos estaban sentados.

    Sakura se acercó, su brazo envuelto en la curva del codo de Neji, un espléndido capotillo carmesí yaciendo encima de sus hombros, seda undulando sensualmente en la brisa de la tarde mansa.

    —Suiren —Sakura inclinó su cabeza.

    Suiren resopló, asida al brazo musculoso de Sasuke ligera y posesivamente.

    —Únetenos —dijo Sasuke rápidamente, ignorando el súbito pellizco de las uñas de Suiren.

    El pensamiento de Sakura caminando en la oscuridad con Neji hizo cosas peligrosas a su cabeza. Sasuke frunció el entrecejo cuando comprendió que era probablemente tan peligroso para Sakura ser expuesta a algo que Suiren podría decir o hacer.

    No deseaba que la conversación continuara donde había quedado, no delante de Sakura, sin una explicación. Él sabía que tenía que obtener el control, pero no tenía experiencia con ese tipo de situación. Nunca había tenido a una ex-amante intentando provocar problemas con su esposa, porque nunca había tenido una esposa antes, y ciertamente nunca se habría enredado en un encuentro tan corriente como potencialmente arriesgado. Su preocupación de que Suiren pudiera decir o hacer algo para herir a Sakura desequilibró su lógica de costumbre.

    Afortunada o desgraciadamente —dependiendo de cómo se lo viera— Sakura rechazó su oferta. Aliviado, Sasuke se propuso deshacerse de Suiren lo más pronto posible para salvar a su esposa del herrero y tener una larga y buena charla con ella.

    —No desearíamos perturbar tu cómodo tete-a-tete —objetó Sakura—. O un bouche-a-bouche si lo prefieres —murmuró ella a medias, en un suspiro.

    —¿Qué has dicho? —preguntó Suiren dulcemente—. Tu parles francais?

    —No —contestó Sakura rotundamente.

    Suiren rió airosamente y la estudió.

    —Pareces ser una mujer de no pocos secretos, Samui Shimura. Quizás tú y yo debemos tener nuestro propio tete-a-tete e intercambiar algunas de esas intimidades. Después de todo...—su mirada vagó posesivamente encima de Sasuke—...tenemos mucho en común. Sé que te fascinaría oír hablar del tiempo de Sasuke en la corte de James. Él realmente era el hombre sobre...

    —Eso sería encantador —la interrumpió Sakura sencillamente, terminando el flujo de palabras venenosas de Suiren. Sus tripas ya estaban revueltas; si oyera mucho más, gritaría o lloraría, no sabía qué, pero sabía que no sería en absoluto elegante—. En algún otro momento, sin embargo, Suiren. Tengo mis manos realmente ocupadas ahora mismo —Envolvió sus manos alrededor de los bíceps de Neji, imitando las garras de Suiren sobre Sasuke. Acercándose más a Neji, le permitió dirigirla lejos de allí.

    —¡Herrero! —Sasuke encontró su voz finalmente. Había escuchado la conversación de las mujeres con horror helado y se había esforzado en concebir una entrada en las arriesgadas agudezas; pero una vez más, Sakura lo había salvado inconscientemente imponiendo silencio a Suiren antes de que Sasuke hubiera llenado con su sporran su boca mentirosa y llena de artimañas.

    Neji hizo una pausa en medio de un paso y se movió más cerca de Sakura. El capotillo carmesí de su esposa fluctuó en la brisa suave y Sasuke sintió como si estuviera mofándose de él. ¿Dónde infiernos había conseguido ese capotillo?

    —¿Milord? —Neji sonrió sardónicamente. Su enorme, morena mano se alzó para cubrir la de Sakura que descansaba en su brazo.

    —Hay noventa y dos caballos para los que necesitaré herraduras. Equivale a trescientos sesenta y ocho herraduras. Hazlo. En este mismo minuto.

    —Ciertamente, mi señor —Neji sonrió maliciosamente—. Calentar una forja es justo lo que tenía en mente.

    Las manos de Sasuke se convirtieron en puños a sus lados.

    —¡Noventa y dos! ¡Sasuke! —Suiren abanicó sus pechos. Su atención ávida había pasado al herrero y estaba examinando a Neji especulativamente. Sasuke miró como su lengua se lanzaba hacia afuera para humedecer sus labios—. Sabía que eras adinerado, pero ésa es mucha carne —pronunció con lentitud, sus ojos moviéndose de arriba a abajo, inspeccionando al herrero de la cabeza a los dedos de los pies. Finalmente, arrastró su mirada lejos de Neji—. ¿Quizás podrías guardar una montura para mí? —Ella miró de reojo a Sasuke bajo sus pestañas oscilantes.

    —Definitivamente —Sasuke suspiró mientras miraba a su esposa retirándose—. ¿Qué piensas de nuestro herrero, Suiren? —preguntó cautamente.

    ¿Qué estaba haciendo? ¿Se había vuelto loca? Cuando Mikoto había propuesto que buscara a Neji y paseara por los jardines con él, había parecido una buena idea, aunque ahora Sakura no tenía la menor idea de por qué.

    Porque Sasuke la había hecho enfadar, por eso. Se había atrevido a pensar que ella era tan tonta que podía conseguirla y podía invitar a su amante a visitarlo, todo el mismo día.

    Hubo una vez en que ella había sido igualmente tonta. Alguna vez, podría haberse convencido de que Suiren era una intrusa pleiteadora y que Sasuke estaba lleno de intenciones prístinas. Sí, una vez ella habría creído que Sasori realmente iba al baño, dejándola en el cuarto principal de la fiesta, mientras de hecho él estaba robando un rapidito en la piscina de la mansión con una voluptuosa invitada.

    Pero ella ya no era esa mujer. Nunca lo sería de nuevo.

    Sasuke, el seductor legendario de mujeres, se había pasado la tarde intentando convencerla de que ella era la única que él deseaba, pero en la cena una nueva mujer había aparecido. Una antigua amante. Y él le había sonreído. Se había paseado en los jardines con ella. Había olvidado el café de Sakura por ella. Era igual que esos hombres que le prestaban atención a cualquier mujer que estuviera enfrente y se mostrara deseosa.

    Y Suiren estaba ciertamente deseosa. Simplemente, ¿por qué te preocupa, Sakura? No me preocupa. ¡No me gusta ser tratada como una tonta!

    —Sasuke hace una tonta de ti —dijo Neji suavemente.

    Sakura sofocó un jadeo. El hombre parecía leerle la mente. ¿O era tan cierto que cualquiera podría verlo, incluso el herrero?

    —Mereces algo mejor, Bella. Yo podría regalarte cualquier cosa que desearas. Sedas para tu cuerpo perfecto. Todos los granos de café en la Montaña Azul de Jamaica. Y sin embargo él no te ha dado nada.

    —No me importa. No significa nada para mí —Sakura se estremeció ligeramente dentro del capotillo que Neji había depositado sobre sus hombros.

    —Debería. Eres la mujer más exquisita que he encontrado, Bella. Yo te daría todo. Cualquier cosa. Nómbralo. Ordéname. Y lo haré tuyo.

    —¿Fidelidad? —replicó Sakura al herrero. De algún modo, habían alcanzado la forja, aunque Sakura no tenía ningún recuerdo de haber caminado tan lejos. Sus pies se sentían extrañamente cansados y su cabeza navegaba a la deriva.

    —Para siempre —ronroneó el herrero— y más allá.

    —¿De verdad? —preguntó Sakura, entonces se amonestó a sí misma. ¿Por qué preguntaba? Los hombres mentían. Las palabras no demostraban nada. Sasori Akasuna le había dicho todas las palabras correctas.

    —Algunos hombres mienten. Pero algunos hombres son incapaces de hacerlo. ¿Mientes, dulce Bella? ¿Si yo te pidiera fidelidad y empeñara la mía a cambio, me la darías? ¿Podría confiar en tus palabras?

    Por supuesto, ella pensó. No tenía ningún problema con la fidelidad.

    —Lo sospechaba —dijo Neji—. Eres única, Bella.

    ¿Estaba contestándole? No había pensado que lo hacía. Sakura sintió su cabeza embotada.

    —¿Dónde están los guardias? —murmuró ella.

    —Estás en mi reino. Yo soy toda la protección que alguna vez necesitarás.

    —¿Quién eres?— preguntó Sakura.

    Neji se rió de su pregunta.

    —Ven a mi mundo, Bella. Permíteme mostrarte maravillas que excederán tus sueños más salvajes.

    Sakura dirigió una mirada irreal hacia Dalkeith, pero todo lo que vio fue una extraña luz trémula al borde del bosque, no las luces del castillo. El sonido de oleaje llenó sus oídos, pero eso no podía ser. El océano estaba en el extremo oriental de la muralla y ella estaba en el norte. ¿Por qué no podía ver el castillo?

    —¿Dónde está el castillo, Neji? ¿Por qué no puedo ver ya Dalkeith? —Su visión se borroneó, y fue asaltada por la sensación misteriosa de que de algún modo, ya no estaba incluso en Escocia. Dondequiera que estuviera, no se sentía como un lugar bueno.

    —El velo se hace delgado —ronroneó Neji—. Morar te espera, encantadora.

    Estaba de pie al lado de él en la arena fresca sin entender cómo había conseguido llegar allí. Su mente estaba imposiblemente confusa. Un sentido de peligro, hostil y antiguo, asió e hizo un hoyo en su estómago. Ese hombre... algo sobre ese hombre no estaba bien.

    —¿Quién demonios eres realmente, Neji Hyūga? —insistió. Simplemente formar las palabras era un desafío: su lengua se sentía espesa, sus músculos demasiado elásticos.

    Neji sonrió abiertamente.

    —Estás más cerca de lo que piensas, Bella.

    —¿Quién? —insistió, luchando para retener el control de sus sentidos. El olor rico, oscuro, del jazmín y el sándalo turbó su mente.

    —Soy el pecador siriche du, Bella. Y soy único, como tú.

    —¿Eres también del siglo XX? —preguntó ella aturdidamente—. ¿Qué está mal conmigo? ¿Por qué me siento tan extraña?

    —Calla, Sakura. Permíteme amarte como mereces. Eres la única para mí... —Demasiado tarde él comprendió su error.

    La única. La única. Sasuke había intentado hacerle creer la misma cosa. ¿Cómo el herrero podía ser diferente? Juzgando la sensación de su excitación dura apretada contra su muslo, no mucho. Simplemente como Sasori. Simplemente como Sasuke.

    ¡No de nuevo! Sakura luchó por encontrar su voz, aclarar su cabeza.

    —Suéltame, Neji.

    —Nunca. —Las manos poderosas de Neji agarraron su cuerpo. Podía sentir cómo desabrochaban su capotillo y resbalaban encima de sus pechos. Guiándola hacia abajo, hacia la arena de seda, él se colocó sobre ella, su rostro dorado casi ámbar por el fuego. El sudor adornó con gotas su frente y brilló sobre sus labios crueles y hermosos.

    Sakura se confundió por la ilógica sensación de arena bajo su cuerpo. Ella podía ver la luz rojo —oro del fuego. ¿Dónde estaba? ¿En una playa o en la forja? Concluyó nebulosamente que no le importaba, si él solamente le permitiera irse.

    —¡Suéltame! —Su lamento tomó toda la fuerza que ella poseía.

    Suéltala si ella lo quiere, Bromista.

    ordenó la sombra de una voz.

    De repente la noche se quedó inmóvil. El sonido del oleaje se marchitó en el chirriar de los grillos.

    Las manos de Neji se apretaron dolorosamente sobre los hombros de Sakura.

    Suéltala, Neji. "Ella escoge" fue el trato que hiciste. Honra el pacto.

    ¡Pero Rey Hashirama, él nos deshonró!

    ¡Bromista! ¡Si no tienes honor, no vagarás libremente en el futuro!

    Una ráfaga amarga de brisa se llevó un suspiro furioso de Neji, y entonces ella estuvo nariz a nariz con Sasuke. Su rostro estaba oscuro de furia.

    El capotillo de seda en los hombros de Sakura temblaba ferozmente, una llama de rojo brillante.

    —¿Dónde has estado? —exigió Sasuke.

    —Neji y yo... —empezó Sakura, echando una mirada alrededor. Neji no se veía en ninguna parte. Su mente estaba de nuevo aguda y clara; esa niebla soñolienta era un recuerdo insípido e incompleto. Estaba de pie frente al fuego de la forja, pero las llamas se habían apagado hasta ser ascuas frías y la noche se hacía más negra cada minuto—. Simplemente estaba caminando —enmendó ella apresuradamente, e inclinó su cabeza para evitar su penetrante mirada.

    —Sakura —gimió Sasuke, mirando fijamente la cascada pálida de pelo que escudaba su rostro de él—. Mírame —Él alcanzó su barbilla, pero ella lo rechazó.

    —Detente.

    —Mírame —él repitió implacablemente.

    —No lo hagas —le rogó ella. Pero él no escuchó. Agarró su cintura y la empujó contra la longitud dura, masculina de él.

    Sakura buscó, a pesar de sus intenciones más buenas, en los ojos de medianoche y el rostro cincelado del guerrero. Su bronceado, duro cuerpo de vikingo prometía una pasión cataclísmica.

    —Chica, dime que no es él. Dilo. Dame las palabras. Aún cuando no puedas sentirlas todavía por mí, dime que no tienes un sentimiento real por él y yo pasaré por alto todo lo que ha sucedido.

    Gimiendo, él dejó caer su sedosa cabeza oscura contra ella, como disfrutando simplemente de estar tan cerca. El olor limpio, picante de su pelo negro como el pecado, revolvió sus sentidos de maneras que ella no podía comprender.

    —Siento algo por Neji —su lengua se sentía espesa. Incluso su cuerpo intentó desafiarla al estar cerca de ese hombre. Se obligó a decir palabras crueles para herirlo, y la hirió hacerlo.

    —¿Dónde conseguiste este capotillo? —preguntó él suavemente, sus manos resbalando encima del tejido ondeado.

    —Neji —Quizás él no la había oído. No, no lo había hecho, así que retrocedió.

    Diestramente, él desabrochó el broche de plata de su cuello con manos firmes. No, meditó la joven, definitivamente no la había oído. Quizá ella había mascullado inaudiblemente.

    Fácilmente, él resbaló el capotillo de su cuerpo. Graciosamente, incluso.

    Ella permaneció helada de susto cuando sus manos fuertes, bronceadas, hicieron jirones el capotillo. La expresión en su rostro era dura y fría. Oh, él indiscutiblemente la había oído. ¿Cómo podría permanecer intacta por la vorágine bárbara y hermosa de su furia masculina que demostraba con sus... celos?

    Sí, celos.

    Lo mismo que había sentido ella por Suiren.

    Querido Dios, ¿que le estaba pasando?
     
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  16. Threadmarks: CAPITULO 15
     
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    35
     
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    CAPÍTULO 15

    —¿Por qué lo hiciste?— jadeó ella cuando pudo hablar.

    Sasuke puso un dedo bajo su barbilla e inclinó su cabeza hacia atrás, obligándola a encontrar su mirada de piedra.

    —Arrancaré de ti cualquier cosa que Neji te dé. Recuerda eso. Si yo encuentro su cuerpo encima del tuyo, él sufrirá el mismo destino —Los ojos flotaron significativamente sobre un trozo de seda carmesí pegado en el tronco de un árbol y agitado como una cosa muerta en la brisa.

    —¿Por qué?

    —Porque te quiero.

    —¡No me conoces siquiera!

    Su boca se encorvó en una sonrisa hermosa.

    —Oh, dulce muchacha, lo sé todo de ti. Sé que eres una mujer compleja, llena de dualidades; eres inocente, y aún así pendenciera; brillante... —Él irguió una impertinente ceja—, pero sin una pizca de sentido común.

    —¡No lo soy! —Sakura frunció el ceño en protesta.

    Él rió roncamente.

    —Tienes un sentido maravilloso del humor y te ríes a menudo, pero a veces estás melancólica —Él la apretó contra su cuerpo y la miró fijamente con ojos entrecerrados. Sakura echó su cabeza hacia atrás, intentando quitar su dedo de debajo de su barbilla y escapar de su penetrante mirada, en vano.

    Él ahuecó su rostro sólidamente con ambas manos.

    —Eres una mujer voluntariosa, y me gustaría ser el centro del deseo de semejante mujer. Me gustaría rendir tu confianza y lealtad hacia mí tan firmemente como las retienes ahora. Soy un hombre maduro, Sakura. Seré paciente mientras te cortejo, pero te conquistaré.

    Sakura tragó duro. ¡Maldito fuera por sus palabras!

    No sólo quiero cortejarte, chica: te ganaré completamente, agregó Sasuke en el fondo de su corazón. Pero él no podía decirlo en alto, no todavía. No cuando ella estaba mirándolo fijamente, su labio inferior temblando ligeramente, pero lo bastante... lo bastante para darle esperanza.

    —Voy a enseñarte que una vida no es tiempo suficiente para todo el placer que puedo darte, chica —prometió.

    Sakura cerró los ojos y envió la imagen de él al infierno y más allá.

    —¿Dónde está Suiren? —preguntó, con los ojos cerrados.

    —Caída por un precipicio, si los dioses están sonriendo —Sasuke contestó secamente.

    Sakura abrió los ojos y arrugó su nariz, contemplándolo. ¿Vio ella la sombra de una sonrisa en su mirada oscura? Un Sasuke apasionado era letal, pero ella estaba en guardia contra su pasión. Un Sasuke provocativo podía deslizarse limpiamente a través de sus defensas.

    —O si realmente tengo suerte y los dioses son misericordiosos, está en los brazos de Neji y él fue golpeado por el mismo rayo que me aplastó cuando te vi. ¿No resolvería eso mis problemas?

    La esquina de su boca tiró bruscamente.

    —Oh, no. Ya lo tengo. Ella vagó en el bosque y las hadas la confundieron con una de ellas —una malvada banshee— y nunca volverá.

    Sakura rió y fue premiada inmediatamente con una de las devastadoras sonrisas de Sasuke. Estaba derritiéndola, desarmando sus defensas. Y se sentía bien.

    Más en serio, él dijo:

    —Les dije a los guardias que enviaran de regreso a Suiren en el momento en que sus caballos descansaran lo bastante para hacer el viaje.

    El espíritu de Sakura se elevó ante sus palabras.

    —Sakura —él dijo suspirando su nombre de un modo rico, complejo y dulce—. Eres sólo tú...

    —¡Detente!

    Abruptamente su humor cambió, centelleante como el mercurio.

    —Quiero tenerte para mí en alguna parte. Ven, chica. Dame esta noche para mostrarte quién realmente soy. Eso es todo lo que pido.

    La mente de Sakura chilló un resonante "no"... pero quizás no era tan peligroso.

    Permíteme mostrarte quién realmente soy... cuán intrigante.

    ¿Quieres decir además de hermoso más allá de toda comparación?

    ¿Pero qué daño podría haber en una conversación?

    —¿Qué daño podría haber en conversar, Sakura?

    Sakura pestañeó. Él debía de haber leído las palabras directamente de su mente.

    —Mira, Sakura, la luna sale, brillando desde atrás de serbal —Apuntó Sasuke, y sus ojos lo siguieron. Bajando por la musculosa curva de su brazo, su mano fuerte apuntaba la luna brillante.

    —Orbe color de plata que guía el letargo de la noche —meditó Sasuke suavemente—. Apuesto que duermes poco en noches como esta, chica, cuando una tormenta ronda y amenaza romper la noche frágil. ¿Lo sientes? ¿Como si el mismo aire cobrara vida? Una tormenta amenazante siempre ha excitado cierta inquietud en mí.

    Sakura podía sentir debilitándose con cada palabra, tentada por su acento encantador.

    —Esa es una inquietud que también siento en ti. Camina conmigo, Sakura. Nunca dormirás si vuelves ahora al castillo.

    Sasuke estaba de pie, la mano extendida, mirándola con promesas en los ojos. Sin tocarla: simplemente esperando que ella escogiera, para comprometerla sólo a caminar con él. Su respiración era poco profunda y expectante. Los dedos de la joven se estiraron brusca, vacilantemente bajo el calor de los ojos sonrientes, ojos con líneas diminutas en las esquinas. Sasori no había tenido ninguna arruga. Ella nunca podría confiar en un hombre sin arrugas sobre los ojos. No habría vivido y reído bastante si no tuviera unos pliegues débiles. ¿Cómo no había notado las finas líneas de vida en el rostro de Sasuke?

    —Date este momento, chica —él respiró roncamente—. Prueba.

    La mano de Sakura resbaló con un susurro en la suya y ella sintió la seducción de su contacto. Los ojos de ébano brillaron luminosamente, y la mujer saboreó la sensación exquisita de sus dedos fuertes cerrándose encima de los suyos. Él osciló hacia adelante y ella sintió la caricia de sus labios tocar su mejilla, un tácito gracias por la oportunidad que se les había brindado.

    —Yo caminaba por aquí cuando era un muchacho... —Él tomó su mano y se dirigió al oeste, lejos del círculo de serbales y el borde del bosque.

    Dile sobre ti, pensó él. Sobre el muchacho que eras antes de que te marcharas. Sobre quién no podías esperar a ser cuando volviste. Pero sobre todo, hazla amarte antes de que descubra quién fuiste. Incluso amar no podría ser suficiente para hacerla entender, pero habrá una oportunidad por lo menos.

    Hablaron y pasearon mientras Sasuke tejió sus cuentos salvajes de la impetuosidad de su niñez y su intrepidez, y ella rió en la brisa mansa. Se sentaron al borde del precipicio y echaron guijarros en el oleaje, el aire de sal crespo enredando la melena rosa con su seda de cuervo. Él le mostró donde había colgado una hamaca, justo encima del borde y a la altura de un hombre, y la hizo reír al contarle cómo se escondía allí de Mikoto. Yaciendo sobre su espalda, sus brazos plegados detrás de su cabeza, él miraba el mar y soñaba, mientras su madre lo buscaba por la muralla durante horas, su voz cadenciosa exigiéndole que regresara.

    Sakura le habló sobre las monjas y las calles bochornosas de Nueva Orleáns, incluso le dijo los locales que le gustaban y a los que había ido una vez o dos. N'Awlins. Y él escuchó sin reprenderla por creer tal fantasía. Si él creía que estaba tejiendo cuentos o los imaginó todos de algún modo en el contexto del siglo XVI, ella no lo supo. Todo lo que sabía era que él la escuchaba como un hombre nunca la había escuchado antes. Por lo que ella le dijo sobre Marie Leveau, la reina de la brujería, y Jean Laffite, el pirata famoso, y las grandes plantaciones que una vez se levantaran, con sus casas magníficas y los olores y sonidos de Bourbon Street. Cuando habló del jazz, el amoroso canturreo de un saxo profundo, el estruendo de las trompetas de latón, sus ojos se oscurecieron con misterio y excitación sensual, y él se encontró con que casi podía creer que ella era de otro tiempo. Ciertamente de otra tierra.

    —Bésame, chica.

    —Yo... no debo.

    Su murmullo jadeante, ronco, lo encantó.

    —¿Es entonces tan malo?

    Sakura suspiró profundamente. Se puso de pie, alejándose de él, e inclinó su cabeza hacia atrás para estudiar el cielo. La noche se había aclarado; la capa de nubes se dirigía al mar y la tormenta había pasado sin derramarse. El sonido del oleaje menguó y fluyó debajo de ellos en un ritmo resuelto. Las estrellas agujerearon el manto de la noche y Sakura intentó localizar el Cazo Grande cuando de repente una estrella pequeña, luminosa, pareció estremecerse, antes de caer del cielo.

    —¡Mira! —dijo agitadamente—. ¡Una estrella fugaz! Sasuke se levantó de un salto.

    —Cualquier cosa que hagas, no desees nada, chica.

    Ella dirigió una pura, resplandeciente sonrisa en su dirección, y lo deslumbró tan completamente que por un momento no pudo pensar.

    —¿Por qué no, Sasuke?

    —Se hacen realidad —consiguió decir él finalmente.

    La mirada de la joven regresó a la estrella fugaz. Sakura contuvo la respiración y deseó con todas sus fuerzas. Por favor permite que algo muy bueno me suceda pronto. ¡Por favor! Incapaz de decir las palabras en voz alta, dirigió su mirada a las estrellas.

    Él suspiró.

    —¿Qué deseaste?

    —No puedes decirlo —lo informó Sakura atrevidamente—. Es contra las reglas.

    Sasuke irguió una ceja interrogadora.

    —¿Qué reglas, chica?

    —Ya sabes, las reglas sobre desear-a-una-estrella —ella lo informó en un tono de todos saben esas reglas—. ¿Así que lo que deseaste se hizo realidad?

    Sasuke resopló.

    —Si no me lo dices, yo tampoco te lo diré.

    Sakura rodó los ojos e hizo un sonido impaciente.

    —Eso es sólo hasta que se hagan realidad. Entonces puedes decírselo a cualquiera si quieres —Sus ojos ardieron de curiosidad—. Así que, fuera con él —Ella empujó ligeramente su pecho.

    Sasuke miró a Sakura con fascinación. En el espacio de esa conversación sobre las reglas de desear-a-una-estrella, su esposa parecía haberse deslizado hacia atrás varios años. En su mirada inocente, Sasuke podía discernir claramente a la niña confiada que había sido una vez.

    —No lo que yo deseé, más bien lo que un amigo mío deseó para mí —dijo Sasuke suavemente.

    —¿Y eso era? —instó Sakura.

    Sasuke casi rió en alto; él medio pensó que ella podría tirar de sus orejas si no le respondía lo bastante rápido para su gusto.

    —Bésame, Sakura —dijo él roncamente—; demuéstrame que no es verdad. Que un amigo no puede maldecirte con un deseo a una estrella fugaz.

    —Vamos, Sasuke, ¡dime cuál era su deseo! —la risa brilló en sus lujuriosos labios fruncidos en un puchero, y él quiso besarla hasta que ella hiciera que todos sus deseos privados se convirtieran en realidad.

    —¿Me besarás, entonces? —replicó él.

    —¡Oh! Todo es un trato, ¿verdad? Sasuke se encogió de hombros.

    —Hay que pagar con la misma moneda, chica. Esa es la manera en que funciona este mundo. Si un campesino tiene frijoles y nada de carne, encuentra a alguien con carne y ningún frijol. Yo estoy ofreciéndote simplemente un intercambio mutuamente satisfactorio.

    —¿Consigo también el café? —preguntó ella astutamente—. ¿Para mañana por la mañana? ¿Por el beso de esta noche? ¿Pagar al troll de los impuestos de antemano?

    —Och, muchachita, ¿quién te enseñó a hacer tratos con esa astucia? —Pero si él conseguía su propósito, lograría tantos besos dulces esa noche de ella, que necesitaría sólo darse vuelta por la mañana para besarla de nuevo. En su cama.

    —¿Es eso un sí, Sasuke?

    —¡Cesa y desiste, chica! Dispárame otra de esas miradas engañosas y yo estaré dándote mi despensa con el café y quizás agregaré unos caballos.

    —¿Tengo tu palabra, entonces?

    —Tienes mi palabra y mi prenda.

    —Trato hecho —Sakura selló su trato apresuradamente. Las respuestas, el café y la excusa para un beso. ¿Cómo podía pedir más?—. Mi respuesta primero —exigió.

    La gran cabeza oscura de Sasuke cayó hacia adelante, su boca pegada a su oreja. Los escalofríos rodaron por la espalda de ella cuando su respiración abanicó su cuello.

    —¿Qué? No puedo oírte —dijo, cuando él masculló algo indistinto.

    —Es demasiado tonto para andar repitiéndolo...

    —¡Un trato es un trato, Sasuke! —se quejó ella, estremeciéndose violentamente cuando sus labios rozaron su cuello una y otra vez.

    Sasuke gimió.

    —Él deseó para mí la esposa perfecta. Que mi esposa fuera todo lo que nunca me atreví a soñar... todo lo que nunca esperé. Y entonces deseó que se negara a amarme. A tocarme. A compartir mi cama.

    —¿Por qué desearía un amigo semejante cosa? —preguntó ella indignada.

    —¿Por qué haría una esposa semejante cosa? —opuso él sencillamente contra el lóbulo tierno de su oreja.

    Ella sentía la punta de su lengua contra su piel, y se preguntó por qué ella. ¿Por qué diría una esposa no a un hombre increíblemente hermoso e intrigante?

    Su pulso se agitó; ella volvió su cabeza y miró fijamente los ojos de ébano bruñido, de profundidades insondables. Desconcertada por el rubor y el temblor de emoción, tocó con un dedo sus labios perfectamente esculpidos. Su mente clamó por identificar ese nuevo sentimiento, controlarlo, pero su cuerpo exigió que lo conociera en un sentido que no tenía nada que ver con la razón o la lógica.

    —Déjame amarte, chica. No tomaré nada que no desees dar. —Sus ojos negros se demoraron en su rostro, una caricia visual seductora que calentó su sangre, y ella se preguntó por lo que podría haber sido... si sólo lo hubiera encontrado cuando ella todavía creía alegremente en el por siempre jamás. Qué se sentiría permitirle pasar sus manos fuertes y hermosas por su cuerpo tembloroso, para ser besado y provocado y finalmente completado con el crudo, pulsante acero de su hambre. Sus sentidos fueron agobiados por Sasuke; el olor picante, masculino de él, la percepción de seda de su pelo, la presión dura como piedra de su cuerpo contra el suyo.

    Lo detendré justo en un momento, se prometió cuando él esparció besos a lo largo de su mandíbula. Un beso en los labios era el trato, se recordó.

    Su conciencia se suavizó momentáneamente, permitiéndose la gloriosa rispidez de sus palmas callosas contra su piel, el susurro de la sombra de su barba contra su cuello.

    De repente ella estaba haciendo más que permitir. Sus brazos se arrastraron para rodear su cuello. Enterró sus dedos en su oscuro cabello de seda, entonces los resbaló desde su nuca a sus hombros poderosos y trazó los contornos de cada esculpido músculo.

    Sakura suspiró insegura, perturbada. No podía conseguir bastante oxígeno para sus pulmones, pero eso dejó de importar cuando Sasuke reemplazó su necesidad de aire por una necesidad de sus labios, una necesidad de su lengua, una necesidad de su necesidad por ella.

    —Yo soy el único, chica —la advirtió él suavemente—. Todos acaban aquí. Conmigo. El mejor y el último. Oh, definitivamente tu último.

    Mi último, reconoció ella renuentemente, porque dudaba que cualquier otro hombre pudiera igualarlo.

    En ese momento jadeante, el pasado se diluyó en la insignificancia absoluta. Era como si Sasori nunca la hubiera tocado, como si el siglo XX nunca hubiera existido. Como si toda su vida hubiera estado encabezada hacia ese momento. Ese hombre. Esa magia.

    Sasuke esparció besos por su mandíbula, sobre cada pulgada de su cara, su nariz, sus párpados cuando temblaron cerrados, sus cejas, y entonces se detuvo, sus labios sensuales a un parpadeo, una lengua lejos de la suya. ¿Podría ella? ¿Se atrevería?

    La lengua de Sakura fluctuó fuera y degustó al hombre que había deseado desde el momento en que había puesto sus ojos fascinados en él.

    —Oh, Dios... —susurró. Lo deseaba, deseaba eso, más de lo que nunca había deseado algo en su vida. Un sonido ronco retumbó profundamente en la garganta masculina; él extendió su mano a la base de su cuello y arqueó su cabeza atrás para que recibiera sus besos. La punta rosa de su lengua rodeó sus labios, saboreó cada esquina, cada plenitud, la provocó locamente; hasta que fue demasiado para ella, y sus labios se relajaron bajo los suyos, amoldándose, abriéndose para él como su cuerpo entero parecía estar abriéndose y clamando por él. Ella era el brote de una rosa desplegándose al calor dorado del sol.

    —Magnífico —susurró la muchacha, sin saber que había dicho sus pensamientos en alto.

    Pero Sasuke no estaba distraído: él oyó la palabra y el deseo lo golpeó tan salvajemente que se estremeció. Caliente, duro, inclemente, Sasuke movió su boca encima de la de la mujer. Esparció por sus labios un hambre implacable que causó que estrellas brillaran débilmente tras sus ojos cerrados.

    Los ojos de Sakura se abrieron para disfrutar el puro placer de mirarlo y vio que él estaba mirando directamente en ellos con semejante ardor, prometiendo pasión, que ella lloriqueó contra su boca.

    Ciento de pies debajo de ellos, la naturaleza conspiró con el misterio crudo, inextinguible de la pasión en su propio ritmo; el vaivén sensual de las olas con billones de galones de agua se estrelló con furia, y después se retiró. Ola tras ola de sensaciones se estrellaba sobre Sakura; estaba a la ventura en un mar de tal pasión, que se sentía literalmente transformarse, amoldarse al tacto de ese hombre, así como las piedras debajo de ella habían sido amoldadas por la caricia implacable del océano.

    La lengua de Sasuke era seda caliente explorando su boca, provocando su lengua.

    —Oh —ella susurró—. Nunca supe...

    —¿Es besarme tan malo entonces, chica?

    —No es besarte lo malo... —Sus palabras se perdieron en un gemido suave cuando ella inclinó su cabeza en busca de más besos.

    —¿Qué es lo malo, mi corazón? —Sasuke lamió su cuello suavemente.

    —¡Oooh!... ¡tú!

    —¿Yo? ¿Yo soy lo malo? —Él no le permitió responder por un largo momento, mientras mordisqueaba su labio inferior, lo provocaba, lo chupaba en su boca: entonces, despacio, lo soltó.

    Sakura suspiró, insegura.

    —Bien... quiero decir... eres un hombre...

    —Sí —la animó él.

    —Y muy guapo, y por eso...

    —Mmm... ¿sí?

    —Odio a los hombres guapos... —Sus manos se movieron encima de sus hombros, su musculosa y ancha espalda, y se deslizaron por encima de su cintura firme hasta sus nalgas musculosas. Ella se asustó de su propio proceder, estremecida por el gemido de placer que recibió de él.

    —Puedo decir... Ódiame justamente así, chica. Ódiame así otra vez. Ódiame todo lo que necesites odiarme.

    En un movimiento fluido, Sasuke la tumbó suavemente en la tierra y estiró su cuerpo duro encima del suyo. Sakura estaba asombrada; nunca había estado tan cerca de Sasori, nunca había experimentado algo como eso antes, ese sentimiento temerario de yacer bajo un hombre. Cuán tentador era: el empujón de sus pechos contra su pecho ancho; la manera posesiva en que él entrampó y mantuvo una de sus piernas entre las suyas; la columna de su enorme pene contra la curva de su muslo. Cuando él cambió su peso para que el músculo rígido, duro como una roca, montara entre sus piernas, hacia el calor que ardía entre ellas y causando que músculos que ella no había sabido que poseyera se tensaran, rotó sus caderas y se frotó en lentos círculos eróticos contra la mujer. La muchacha se sentía deslumbrada, desorientada por las sensaciones que él evocaba. Se arqueó contra él y envolvió una pierna encima de las suyas para acercarlo más, para entrampar al ardiente hombre y acomodarlo para aliviar el dolor entre sus muslos.

    Él arrastró suavemente el corpiño de su vestido y lo resbaló hacia abajo, por encima de sus hombros, desnudando sus pechos para su amorosa atención.

    —Hermosos —murmuró él, sus dedos provocando las cimas endurecidas. Cuando él rodeó las puntas rosadas con su lengua, los pámpanos de fuego se irradiaron a través del cuerpo de la muchacha y culminaron en el calor exquisito de su vientre, y más abajo todavía.

    —¡Oh, mi Dios! —Sakura echó su cabeza atrás en el césped fragante y enhebró sus dedos posesivamente en su melena oscura.

    Sasuke gimió, su respiración caliente abanicando su pecho.

    —¿Cómo me haces esto, chica? —Ella eran todo lo que él alguna vez había soñado tener; antes de aconsejarse severamente dejar de soñar con la imaginación de un muchacho tonto.

    Pero ahora se sentía de nuevo como ese muchacho tonto.

    Él casi se rió de la paradoja. Después de todas las mujeres que había tenido, amaba a esta. La plena enormidad de su descubrimiento lo pasmó y lo encantó; bajó sus labios hacia los de ella, demandando sin palabras que ella lo amara a su vez. Puso cada onza de anhelo, cada red de seducción a su disposición en esa súplica silenciosa; la besó tan profundamente, que ya no sabía donde acababa él y empezaba ella. Las caderas de la joven se rindieron cuando él empujó contra ella, y se elevaron para encontrarlo hambrientamente cuando se retiró de nuevo. Los sonidos primitivos escapaban sus labios, que estaban hinchados y enrojecidos por sus besos feroces.

    —Ámame, Sakura —ordenó él bruscamente—. ¡Ámame! Su única contestación fue un gemido gutural.

    —Dime que me quieres, chica —exigió hambrientamente él contra sus labios.

    —Por favor... —su contestación se detuvo cuando ella apretó los ojos firmemente cerrados. Lo detendré justo en un minuto. Será más fácil si no lo miro.

    —¿Me quieres, Sakura? —preguntó Sasuke, retirándose de su beso. Su súplica no era bastante como respuesta; tenía que oírla decir las palabras. Estar seguro de que incluso con los ojos cerrados, sabía que era él quien estaba sobre ella, él quien la besaba.

    Pero ella no contestó, y sus ojos permanecieron cerrados.

    Sasuke gimió y la besó de nuevo sin embargo, perdiéndose por un momento en la textura y sabor de sus labios dulces. Pero la duda latía en él. Era consciente de que aunque no enfrentara el problema, podría llevarla esa noche a su cama por obra de esa excitación sensual, embriagadora. Pero no quería a Sakura incoherente: la quería totalmente alerta, totalmente consciente y pidiéndole que la tocara. Él quería que ella igualara su mirada con hambre sincera, inextinguible, y oírla decir las palabras. Sasuke arrancó su boca de la suya y jadeó duramente.

    —Abre tus ojos, Sakura —él se obligó a quedarse quieto; sus caderas rígidas contra el arco seductor de su cuerpo.

    Un momento de respiraciones poco profundas pasó, sus labios separados apenas por unas pulgadas.

    —Mírame. Di mi nombre. Ahora —ordenó Sasuke.

    Los ojos de Sakura se abrieron simplemente en una ranura. ¡No me hagas reconocer esto... no me preguntes más!, rogaban. Y de nuevo, la demanda de su cuerpo excitado, pidiéndole que se moviera encima de ella, para seducirla en su excitación embriagadora para que por la mañana pudiera pretender que no había sido su opción.

    —Mírame y di mi nombre —Su voz se quebró bruscamente al pronunciar las palabras. Su boca hermosa, cincelada, flotó sólo a un suspiro lejos de la suya.

    Sakura lo miró fijamente, muda. Las lágrimas ardieron en sus ojos y amenazaron caer por sus mejillas.

    —¿Por qué no puedes hacerlo? —exigió él, su acento de terciopelo áspero como vidrios rotos—. ¿Es tan imposible? Sasuke. Eso es todo lo que tienes que decir. O James, o Lyon. ¡Laird Uchiha!

    Cualquier cosa, pero no Neji.

    Sakura lo miró fijamente, la revulsión por su propia debilidad casi estrangulándola. ¡No había aprendido nada! Una pulgada más, un movimiento escaso, y ella se perdería como nunca antes. Donde el cuerpo va... el corazón lo seguirá... di su nombre y bésalo de nuevo, y entonces puedes decirle simplemente adiós a tu alma. Ese hombre tiene el poder de destruirte de una manera que Sasori nunca pudo.

    —¿Qué tengo que hacer para que te olvides de él?

    Y él pensó que era Neji, pero no era Neji. Era Sasori. Y no quedaría nada de ella esa vez si la convertían en una marioneta de nuevo.

    —¡Di mi nombre, chica, por el amor de Dios! —rugió Sasuke. Estaba agitado por una mezcla de pasión apenas contenida y escepticismo de que ella pudiera responderle tan eróticamente, tan completamente, y aún así todavía no pronunciar su nombre—. ¡Si tengo alguna oportunidad, Sakura, dímelo! ¡Si no puedes decir mi nombre siquiera, no tengo ninguna posibilidad de ganar tu amor alguna vez!

    Su última súplica era el agonizante lamento de un animal herido; y abrió el corazón de Sakura.

    Una vena latía en su cuello y ella levantó su mano para poner los dedos temblorosos contra él. Con más y más firmeza endureció su corazón, hasta que estuvo de nuevo seguro tras su glaciar de recuerdos y pesar.

    Él apartó su mano.

    —Dilo —siseó su demanda a través de los dientes apretados.

    —No es justo pedírselo cuando la estás tocando así. Yo la ayudaré —La voz de Suiren destiló veneno—. Simplemente llámalo la prostituta del rey —ronroneó—. Así es como siempre lo hemos llamado.

    La tormenta rabiosa en él se calmó precisamente en ese momento.

    —¿Es verdad? —susurró Sakura finalmente, los ojos abiertos y profundos llenos de dolor. Dolor y algo más. Sasuke vio el llanto tácito en sus profundidades de pizarra. Quiso negarlo, explicar la pesadilla. Pero no le mentiría a esa chica. Ella tendría que tomar la verdad por completo o nada; cuando la aceptara, si él tenía alguna oportunidad, ella lo poseería completamente. Una capa de amargura, cubriéndolo en una desesperación completa, casi lo hizo gritar con su agonía.

    —Me llamaban la prostituta del rey —contestó él tensamente.

    Las sombras se alzaron y fluctuaron en los opalescentes ojos de esmeraldas. Oscuridad que él había jurado aliviar, y que había alimentado con sus propias manos.

    Él rodó de encima de ella y se levantó despacio; entonces se alejó en la noche tan silencioso como un lobo, dejándola en el borde de un precipicio con su vengativa ex-amante. Él esperaba que ella simplemente empujara a la rencorosa Suiren por encima del borde, pero sabía que no iba a ser tan fácil. Porque si él la juzgaba debidamente, su esposa no estaría a partir de entonces en la cama de Neji por lo menos por algún tiempo.

    La había perdido.

    Hubiera sido mejor que nunca la hubiera conocido, para no haber sabido jamás de las ráfagas dulces de emociones, la pasión que perdonaba, las alas liberadoras del amor que podría haber sido.

    Él vagó esa noche, perdido en recuerdos de ese tiempo en que había sido gobernado por su rey. Todo por Dalkeith y su madre, por Konan e Itachi. Sí, y Escocia de vez en cuando, cuando su rey había sido extremamente tonto. No, no había habido nunca realmente ninguna opción.

    Los ojos de Sasuke escudriñaron el cielo nocturno para buscar otra estrella fugaz. Pensó en pedir un deseo a cada una de ellas el resto de su vida si era necesario. Quizá diez mil deseos podrían deshacer uno. Pero la cubierta de nubes había vuelto y no se veía el parpadeo de una sola estrella en la oscuridad absoluta que lo rodeaba.
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    3360
    CAPÍTULO 16

    —Oh, mi querida, ¡pensé que lo sabías! —saltó Suiren.

    —Vete al infierno —dijo Sakura suavemente cuando se forzó a levantarse.

    —Estoy intentando ayudarte.

    —No, no lo haces. La única persona a la que estás intentando ayudar es a ti misma, y ayudando a colmar a mi marido.

    —Ah, sí. Tu precioso marido. ¿No tienes ninguna curiosidad de su tiempo en la corte? —ronroneó Suiren invitadoramente.

    —¿Piensas realmente que soy lo bastante tonta para creer que me dirías la verdad sobre él? ¿A alguna mujer le gustas?

    Suiren detuvo a mitad de una frase, su boca ligeramente entreabierta.

    —¿Y qué se supone que significa eso?

    Los ojos verdes como las esmeraldas de Sakura se encontraron fríamente con los de Suiren, recargadamente perfilados con kohl.

    —Sólo que eres el tipo de mujer que mide su éxito por los hombres que tiene en la cama y las mujeres que lastima, y un día, no demasiado lejano, vas a ser nada más que una mujer vieja, gorda, no deseada y sin amigos. ¿Y entonces cómo vas a pasar el tiempo?

    Suiren podría haberla vapuleado hacía años, pero nadie la engañaría ya.

    —¿Cómo te atreves, tú, petite salope? —escupió Suiren—. Yo sólo estaba ofreciendo mi ayuda.

    —¿Siguiéndonos, espiándonos, y después planteando su pasado? Su pasado se ha ido, Suiren —Sakura no era consciente de que estaba defendiéndolo hasta que se oyó a sí misma hacerlo—. Algunas personas aprenden de su pasado, se hacen mejores y más sabias. Mi Sasuke ha hecho eso. Simplemente estás enfadada porque sabes que él no es el hombre que fue una vez. Si lo fuera, se habría quedado en los jardines contigo en lugar de pasarse la tarde hablando conmigo.

    —¿Hablando? Él y yo usamos una... charla... parecida a esa también. Él sólo se ha excitado temporalmente con un nuevo cuerpo. Lo superará. Y cuando lo haga, regresará a mi cama.

    —Estás equivocada —dijo Sakura serenamente—. Y lo sabes. Eso es lo que realmente te molesta.

    —Los perros viejos no aprenden nuevos trucos, estúpida y dulce joven —Suiren sonrió con desprecio.

    Sakura dedicó una sonrisa de sacarina a la mujer mayor.

    —Quizás no. Pero a veces los perros viejos dejan sus trucos por completo.

    —Hablas como una mujer enamorada. Pero aún así no dirías su nombre —declaró Suiren, arqueando una ceja delineada con lápiz.

    La sonrisa de Sakura se marchitó.

    —Hablo por mi marido y por mí misma cuando sugiero que dejes Dalkeith con la primera luz, tanto si los caballos están descansados como si no. Ya no eres bienvenida aquí. No regreses nunca.

    ¿Seguro que puedo distinguirlos?, meditó Sakura cuando escogió su camino a través del jardín.

    Así como con Sasori, el pelirrojo playboy de élite que la había manipulado tan completamente, había caído como una tonta en una ilusión hermosa. La belleza real tenía que venir desde dentro. Llamar a un hombre la prostituta del rey... Bien, ¿qué tipo de belleza podía haber en eso?

    Peor todavía era el pensamiento de lo que había estado a punto de hacer, lo que habría hecho de buena gana con Sasuke, si Suiren no los hubiera interrumpido. Sus súplicas habían deshecho virtualmente sus defensas, y ella sabía a ciencia cierta que si Suiren no los hubiera interrumpido, aún estaría yaciendo bajo su cuerpo magnífico, sólo otra de las conquistas de la prostituta del rey.

    Quizá no es así, Sakura. Quizá no sabes la historia completa, señaló una pequeña voz en su corazón.

    Quizá no quiero saber la historia completa, se dijo. Cerró las manos hasta que sintió la punzada dolorosa de sus uñas en la carne suave de sus palmas. Quiero ir a casa, se lamentó como un niño perdido. Quiero a Moonie.

    Ésa es la única cosa que merece la pena, pensó.

    Apagó un suspiro frustrado.

    —Sakura —su voz salió tan suavemente de las sombras de la muralla más baja, que ella pensó al principio que debía de haberla imaginado.

    Giró para encontrarse con su mirada. La luz de la luna desplomaba anchas columnas a través de los árboles y lanzaba una barra color de plata en su rostro cincelado.

    —Déjame en paz, Sasuke.

    —¿Qué te dijo Suiren? —Las palabras parecían arrancarse de él contra su voluntad.

    —¿Por qué no vas a preguntarle? Parece que se comunicaban bastante bien en el pasado. Una clase de 'comunicación sin palabras' si mal no recuerdo.

    —Chica, no lo hagas —gimió él.

    —¿Por qué no? ¿Hiere la verdad?

    —Sakura, no era así. No era... —Su voz se apagó y él suspiró.

    —¿No era qué? —dijo ella fríamente. Sakura esperó. ¿Se lo explicaría? La palabra prostituta podía tener una variedad de significados, ninguno de ellos agradable. Ella sabía que él había estado con mujeres hermosas, y muchas, por lo que las criadas de Shimura le habían dicho, pero simplemente, ¿cuántas? ¿Mil? ¿Diez mil?

    Cuando Sasuke no contestó, Sakura presionó.

    —¿Eres el amante de Suiren?

    —¡No, chica!

    —¿Lo eras? —se obligó a preguntar Sakura. Sasuke suspiró.

    —Es verdad, pero fue hace mucho tiempo, y no sabes las circunstancias...

    Sakura se encrespó.

    —¡Yo no quiero saber las circunstancias bajo las que estarías con una mujer como ella! Si tuvieras cualquier discriminación en absoluto, nunca habrías... ¡Ustedes los hombres son todos iguales!

    El acento de Sasuke se espesó considerablemente.

    —Dame una oportunidad, Sakura. Óyeme. No es justo odiarme por cosas que otros hombres puedan haberte hecho. Una oportunidad más, eso es todo lo que pido de ti, chica.

    —¡Ya te he dado demasiadas oportunidades! Déjame en paz, Sasuke Uchiha. ¡Simplemente déjame en paz!

    Sakura se volvió y corrió hacia el castillo antes de que pudiera humillarse estallando en lágrimas.

    Soñó con Sasuke y la promesa que había vislumbrado en sus ojos. La esperanza. Si él supiera su pasado, ¿la querría todavía? La soñolienta psique de Sakura se esforzada poderosamente meditando eso. ¿Se atrevería a permitirse amarlo? ¿O no? Su corazón estaba demasiado herido también. Su mente retrocedía ante cualquier posibilidad de vergüenza y pesar. Pero la tentación de caer crecía, más difícil de resistirse todos los días. Si sólo fuera a casa, a su capullo de soledad. Segura de nuevo, pero tan sola...

    Soñando dentro de un ensueño, recordó finalmente cómo había llegado allí, y entendió cómo podría volver a casa, la manera de escapar de Sasuke y de todas sus promesas infinitas de pasión y dolor.

    Se despertó por el impacto del recuerdo. Desenredándose de las sábanas de seda, cruzó el cuarto y se asomó a la noche negra como tinta.

    El juego de ajedrez de Sasori.

    Podía recordar finalmente con claridad perfecta lo que había estado haciendo momentos antes de que hubiera sido catapultada a través del tiempo para aterrizar en el regazo de Shimura.

    Había estado en su biblioteca y había recogido las piezas del juego de ajedrez de Sasori.

    Ese endemoniado juego de ajedrez realmente estaba maldito. Cuando lo había hurtado de la casa de Sasori, había tenido cuidado de no tocar las piezas. Sasori había hablado en broma muy a menudo sobre la maldición, pero Sakura prefería ver las leyendas, maldiciones y mitos con escepticismo. Después de que hubiera hurtado el juego, lo había empacado y pensado sólo en desempaquetarlo si necesitara venderlo.

    Sabía que había tenido la reina negra en su mano cuando había aparecido en el regazo de Danzō Shimura, pero, ¿dónde había ido a partir de allí? No lo tenía claro ahora. ¿Lo habría tomado una de las criadas? ¿Tendría ella que confrontar al despreciable Danzō Shimura para que se la devolviera?

    Agitó su cabeza, abatida. Tenía que estar en alguna parte de Shimura Keep, y dondequiera que estuviera, tenía que hacer el esfuerzo de encontrarlo. Podría regresarla a casa.

    ¿Podría encontrar el camino a Shimura Keep?

    Por supuesto, se aseguró. Después de viajar por esmirriados callejones dos mil millas, Sakura Haruno podría encontrar su camino a cualquier parte. Pero rápidamente, mientras todavía estuviera bajo la capa de la noche. Y antes de que su resolución se debilitara.

    Treinta minutos después estaba lista. Andando de puntillas a través de la cocina, robaría un saco y lo llenaría de panes costrosos, quesos y algunas manzanas. Kagami roncaba en su silla junto a la puerta, su mano descansando sobre un vaso medio lleno de —ella olfateó cautamente— alcohol puro de grano a juzgar por el olor. Después de una parada rápida en el cuarto Green Lady, donde había dejado las botas que Mikoto le había dado, estaría lista para irse.

    Deslizándose de la cocina, bajó al corredor corto rápidamente y empujó la puerta del cuarto Green Lady. Sus ojos se abrieron con desmayo. Allí dormía Sasuke, una sábana de lino blanca envuelta alrededor de sus piernas, su torso desnudo a la caricia del alba. Su cabeza oscura echada contra las almohadas blancas, dormía solo, asiendo en sus brazos el vestido que ella había llevado el día que había sido envenenada con el dardo.

    Lo llamaban la prostituta del rey, se recordó. Tal vez realmente había un nombramiento real en semejante mote. O quizás había sido tan absolutamente indiscriminado que se había ganado el título por ello. Indiferente, ella nunca sería de nuevo una de tantas.

    Sakura espió sus botas en el cofre de madera al pie de la cama. Sus ojos se apartaron cuidadosamente de su marido durmiente, levantó la tapa de pino bruñida y sigilosamente se dirigió hacia la puerta silenciosa como una gatita, cerrándola suavemente tras ella.

    Y ahora la parte difícil. Los guardias apostados por el castillo. Tendría que huir a través de los jardines, bajar el puente eterno, y atravesar la torre oriental. Había huido de cosas más terribles, a través de peores climas antes. Lo conseguiría de algún modo. Siempre lo hacía cuando tenía que correr.

    Sasuke abrió un ojo y la observó irse. Murmuró oscuramente y cambió la posición de su cuerpo, plegando sus brazos musculosos detrás de su cabeza. Miró fijamente la puerta un largo momento.

    ¿Estaba abandonándolo?

    Nunca. No en tanto viviera y respirara, y tenía más infiernos que pelear dentro de sí de lo que ella debía creer. Se levantó y agarró su kilt, anudándolo flojamente a su cintura.

    Que sea de la manera que deba ser, meditó amargamente. La primera señal de algo menos que agradable en su pasado, y ella corría. No la había imaginado como del tipo caprichoso. Había pensado que había una chica de temperamento ardiente bajo el exterior de seda, pero un suspiro de su pasado sórdido, y estaba lista para dejarlo. Después del placer que tan evidentemente había experimentado en sus brazos, aún así, pensaba alejarse.

    Bien, ¿dónde infiernos pensaba que él había aprendido a dar placer?

    Oh, no. La siguiente vez que su esposa estuviera en sus brazos, y habría una siguiente vez, tomaría una de las pociones gitanas para hacerlo indiferente. Entonces le mostraría de verdad los beneficios que ella cosecharía del pasado que rechazaba tan violentamente.

    Él estaba ofreciéndole su amor, libre y abiertamente. Él, que nunca había ofrecido más que placer físico durante un tiempo corto a cualquier chica, estaba ofreciéndole su vida a esa mujer.

    Y aún así, ella no lo aceptaba.

    Y no sabía la primera maldita cosa siquiera sobre lo que significaba ser la prostituta del rey. Suiren había estado a punto de decírselo, allí en los jardines. Suiren, que se había aprovechado de la servidumbre de Sasuke cruelmente, solicitando al rey James que ordenara a Sasuke concederle esos favores carnales que él le había negado previamente. Suiren, que le había dado a James toda una nueva y amplia gama de maneras de humillar a Sasuke. Los recuerdos de eso lo avergonzaron y enfurecieron. Desterró esos pensamientos y el enojo deslumbrante que generaban con un firme tirón de su voluntad formidable.

    Sakura era su problema inmediato. Sasuke resopló. ¿Estaba escapándose para descubrir el mundo en los brazos de su herrero?

    Sí. Estaba seguro de que ella lo estaba haciendo.

    En ese momento, Naruto empujó la puerta y la abrió, inclinando su cabeza con una pregunta silenciosa en los ojos.

    —¿Se dirige al norte? —el rostro de Sasuke era amargo.

    —No —Naruto pareció confundido—. Eso es lo que yo también esperé, pero va a la muralla oriental.

    —¿Al gatehouse? ¿Sola?

    —Sí. Llevando sólo un pequeño atado.

    —Él debe de encontrársela allí —meditó Sasuke—. ¿Está siguiéndola el guardia?

    —Sí, a una cierta distancia. Hasta que des tu orden.

    Sasuke se volvió y estudió las ascuas agonizantes. Su orden. ¿Debía permitirle irse? ¿Podía hacerlo? Y si ella se reuniera con Neji, ¿cómo se impediría a sí mismo matar al herrero con las manos desnudas? No. Mejor detenerla antes de que tuviera que saber con certeza absoluta su traición.

    —¿Qué has sabido de Neji? —Sasuke dio puntapiés en el hogar.

    —Nada, Sasuke. Es como si él se hubiera montado en una brisa y soltado de sus raíces. Es la cosa más extraña. Nadie sabe de dónde vino. Creo que Kin es nuestra mejor apuesta para conseguir información, desde que calienta su cama. Pero no he podido rastrearla todavía—Naruto frotó su mandíbula pensativamente—. Parece que la gente de Kin se ha marchado; han mudado su campamento desde el norte del serbal hacia las pasturas orientales.

    Sasuke giró sobre sus talones, los ojos oscuros escrutando intensamente los de Naruto.

    —Los Rom nunca mueven su campamento. Siempre se quedan en las pasturas del norte en el verano.

    —No este verano —Naruto se encogió de hombros—. Igualmente extraño. Incluso han dicho que Samhain se celebraría en un nuevo sitio este verano.

    —Extraño —Sasuke ponderó esa nueva rareza. Pero desperdició sólo un momento para considerar a la tribu gitana que acampaba en Dalkeith; tenía problemas más importantes que resolver. Su esposa estaba dejándolo—. Detenla en el gatehouse, Naruto. Yo iré allí en breve.

    Sakura sabía que la estaban siguiendo.

    Escapar del castillo era tan agotador como intentar evadirse de una prisión. Tenía menos oportunidad de evadir a los guardias que de desear regresar al siglo XX. Esa vez no tenía un arma siquiera. Como la noche en que Sasori había muerto, una noche en la que se había prometido no volver a pensar de nuevo.

    No había podido prever ninguna de las cosas que habían sucedido. Ni siquiera había sabido qué estaba pasando hasta la noche en que descubrió finalmente por qué Sasori había estado enviándola a todos esos solitarios veraneos. Tan encantadora y estúpidamente incauta. ¿No había oído que él la describía así esa noche en que había vuelto inesperadamente de Londres esperando sorprenderlo?

    Y la sorprendida fue ella.

    Deslizándose por la puerta trasera del garaje en su casa lujosa, Sakura oyó por casualidad una conversación no destinada a sus oídos. Una conversación por la que él la habría matado.

    Ella no había pronunciado su nombre cuando había puesto su mano en la puerta de su cubil. La voz de Gerard atravesó la puerta claramente.

    —¿La encontrará Rupert en Londres?

    Sakura se tensó. Estaban hablando de ella. ¿Cómo habían sabido que Rupert estaba en Londres? Ella apenas se lo había encontrado allí el día anterior. No había llamado a Sasori siquiera y discutido todavía nada con él. Había regresado en el Redeye y le había tomado todo el día y media noche volver a casa. Apretó su oreja contra la puerta y escuchó con curiosidad.

    Sasori se rió.

    —Justo como lo habíamos planeado. Él le dijo que estaba en el pueblo para comprar un regalo para su esposa. Conoces a Sakura, creería algo así. No notó nada cuando él cambió su equipaje. Es tan encantadora e incauta. Tenías razón sobre ella desde el principio, Gerard: es la paloma perfecta. Y nunca sabrá lo que estamos haciendo hasta que sea demasiado tarde para que importe.

    Sakura tembló violentamente, su mano helada en la puerta.

    —¿Y cuándo ella se de cuenta finalmente, Saso? ¿Qué harás entonces? La risa de Sasaori enfrió su sangre.

    —Ah, esa es la belleza de este asunto. Buscarán en los archivos del orfanato. Me tomé la libertad de mejorarlos un poco. Reflejan ahora a una delincuente juvenil con una inclinación natural hacia la conducta delictiva. Caerá sola. No hay un solo policía en mi ciudad que intente presentar cargos contra el señor Sasori Akasuna, el generoso patrocinador político. Yo nunca dejo el Reino de N'Awlins. Ella siempre entra y sale del país.

    Los ojos de Sakura se abrieron con horror. ¿Qué estaba diciendo? Gerard rió.

    —Conseguimos hacer un gran embarque en su Mercedes el mes pasado, Saso. El viaje a Acapulco fue simplemente brillante.

    ¿Embarque?, se preguntó Sakura frenéticamente. ¿Embarque de qué? Retrocedió silenciosamente de la puerta.

    Tonta. Incauta. Inocente. ¿Qué era tan malo de ser inocente?, se preguntó mientras caminaba silenciosamente a través de la casa oscurecida, tragando sus sollozos. Había honor por lo menos en la inocencia. Por lo menos ella nunca había herido a nadie, nunca había usado a nadie.

    Quizá era un renacuajo... incauto. Quizá le faltaba incluso un poco de sentido común. Pero valía mucho más que él en otros aspectos. Tenía un corazón bueno. Eso debía contar para algo.

    Su garganta se apretó con lágrimas reprimidas. Detente, se reprendió. Enfócate. Encuentra la reina. Vuelve a casa. No hacen a los hombres como Sasuke en el siglo XX, y después de Sasuke, ningún hombre conseguirá de nuevo ser para ti una tentación.

    El gatehouse se dibujó ante ella. ¿Por qué no la habrían detenido? Ella sabía que todavía estaban allí. Quizá él quería que le permitieran irse. Quizá había sido tan ingenua e ignorante que él realmente no estaba interesado. A un hombre le gustaba ciertamente eso; después de todo, no pasaría demasiado tiempo hasta que encontrara una mujer deseosa.

    ¿Por qué habría de preocuparse la prostituta del rey? Habría siempre otra mujer. Pateó enojadamente un guijarro y lo miró estrellarse en la pared del gatehouse.

    ¿Bajarían el rastrillo y se retirarían atrás para ella? ¿Rodarían la alfombra roja para celebrar su salida?

    Y cuando caminó hacia la entrada en forma de arco, Naruto emergió de las sombras.

    Ella se detuvo, aliviada.

    Prueba de nuevo, se dijo a sí misma. Escribe esta escena una vez más, Sakura Haruno. Lee: ella se detuvo, furiosa al negársele el escape.

    No, definitivamente aliviada.

    Suspiró, con los hombros encorvados.

    —Naruto. Permíteme pasar. Es mi vida. Muévete.

    Él agitó su cabeza.

    —Lo siento, milady.

    —Naruto, debo regresar a Shimura Keep.

    —¿Por qué?

    Ella lo estudió un momento bajo la luz mortecina. Parecía verdaderamente desconcertado, y los ojos siguieron examinando la muralla del oeste, como si estuviera esperando a alguien.

    —Porque estoy nostálgica —mintió la joven. Bien, quizás no era exactamente una mentira: extrañaba a Moonie terriblemente.

    —¡Ah! —El entendimiento aclaró sus apuestos rasgos. Estaba de pie ante ella, sus piernas separadas, sus musculosos brazos plegados sobre su pecho—. ¿Estás buscando algo?

    —¿Qué? —¡Él no podía saberlo! ¿O sí?—. Naruto, lady Shimura... quiero decir mi madre, ¿dijo algo sobre... bien... algo de mí sobre cómo podría haber aparecido... en casa?

    —¿Como qué? —preguntó Naruto, la verdadera imagen de la inocencia.

    —Sí, ¿como qué? —se hizo eco una voz detrás de ella. Algo en su voz decididamente había cambiado, y para peor. El ronroneo de terciopelo de Sasuke había asumido la frialdad llana del acero pulido.

    ¿Era ella la responsable de ese cambio?

    —Llévala al Cuarto del Pavo Real. Cierra con llave la puerta y tráeme la llave, Naruto.

    —¡No! —gritó ella, girando para enfrentarlo—. ¡Debo ir! ¡Quiero ir a Shimura Keep!

    —¿Qué buscas, esposa? —preguntó él fríamente. Muda, ella lo miró fija, insolentemente.

    Sasuke murmuró una maldición oscura. ¿Podía ser verdad? ¿Podía ser ella de verdad del futuro y estar buscando el camino de vuelta a casa? El pensamiento de que podría dejarlo por Neji casi lo había vuelto loco.

    Pero, reflexionó Sasuke oscuramente, si fuera la reina negra lo que estaba buscando, entonces estaba haciéndolo definitivamente por una razón. Las desigualdades pesaban en ella más que el resto de las cosas buenas, y pensaba que la reina negra podría llevársela de él.

    Hay una manera de averiguarlo, decidió Sasuke.

    —¿Es esto lo que persigues, chica? —preguntó cuando retiró la pieza de ajedrez de su sporran y lo levantó ante sus ojos abiertos como platos.
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    1252
    CAPÍTULO 17

    —Ven, chica.

    La orden era apagada e inequívocamente peligrosa. E incluso entonces, solamente esas palabras la hicieron estremecer de deseo. El rubor de su excitación le robó la respiración.

    —Sasuke.

    —No lo hagas —La palabra era una advertencia—. Ahora. Toma mi mano.

    ¿Qué iba a hacerle?, se preguntó ella frenéticamente. Tras de sí sentía a Naruto cercándola para enfilarla hacia Sasuke.

    —¡Espera! —Ella levantó una mano para mantenerlo alejado.

    —Muévete, milady —dijo Naruto suavemente.

    —¡No me encierres con llave en un cuarto!

    —¿Como podría no hacerlo? —Sasuke sonrió con desprecio—. Sabiendo que regresarías a un lugar donde parece no conociste ninguna alegría, ¡y donde consideras que estarías mejor que aquí conmigo!

    —¡No crees que soy del futuro! —jadeó ella.

    —Estoy empezando a hacerlo —murmuró él—. ¿Cómo piensas que supe sobre esto? —La reina negra relució en su mano.

    Ella se encogió de hombros.

    —¿Cómo?

    —Dulce esposa, hablaste sobre eso cuando fuiste envenenada. Parecías preocupada, irritada e intentabas encontrarlo.

    —Pero si acabo de recordarlo.

    —Tu mente en su sueño recordó más pronto.

    —Pero, ¿cómo lo conseguiste? Fue Naruto quien respondió.

    —Lady Shimura lo vio caer de tu mano la noche que llegaste.

    —¿Pero cómo...?

    —Lady Shimura me lo confió después de la boda. Yo se lo di a Sasuke.

    —Ella admitió que no eres su hija de sangre. No puedo ver ninguna razón por la que mentiría sobre eso —A menos que Shimura Keep esté sufriendo un poco de su extraña locura contagiosa, pensó él severamente—. ¿Te devolverá de verdad a dondequiera que hayas venido? —preguntó Sasuke cuidadosamente.

    —Creo que sí. Hasta donde puedo decir, es lo que me trajo aquí —dijo ella, su mirada clavada en el sendero empedrado de guijarros.

    —¿Y tu plan era conseguirlo e ir a casa, chica? ¿Planeaste huir de Dalkeith tú sola?

    —¡No! ¡Con tu madre, Sasuke! —espetó ella absurdamente—. ¡Por supuesto que sola!

    —¿Así que ibas a ir a Shimura Keep para conseguir esta pieza de ajedrez e intentar regresar de dondequiera que hayas venido? ¿Ese era tu plan esta tarde? —A ella extrañó la advertencia en su tono cuidadoso.

    —Sí, Sasuke. Lo admito, ¿está bien? Iba a intentarlo. No estoy segura de que funcione, pero es la última cosa que sostuve en mi mano antes de terminar aquí, y la leyenda dice que el juego de ajedrez está maldito. Es lo único que puedo pensar que podría haberlo hecho. Si me trajo aquí, podría devolverme también.

    Sasuke sonrió fríamente. Volvió la reina en su mano y la estudió cuidadosamente.

    —Vikingo —meditó—. Una pieza hermosa. Bien trabajada y conservada.

    —¿Me crees ahora, Sasuke? —Ella necesitaba saberlo—. ¿Que realmente soy del futuro?

    —Basta de hablar; no creo en las casualidades —Él todavía no creía realmente, pero era infinitamente mejor mantenerla a salvo que lamentarlo.

    Él se volvió sobre sus talones firmemente y se dirigió silencioso hacia los jardines.

    —Tráela, Naruto —llamó encima de su hombro, casi como un pensamiento posterior.

    Pero Naruto no tenía que llevarla a ninguna parte. Mil campanillas de advertencia resonaron en la cabeza de Sakura, y corrió detrás de él para alcanzarlo. Su tono cuidadoso, su conducta acerada, sus preguntas... Él había estado ligando pulcramente cosas que parecían irreconciliables. Sasuke no era un hombre carente de intelecto y propósito. Ella sólo esperaba que estuviera entendiendo mal su propósito ahora.

    —¡Sasuke! —gritó.

    Los hombros de Sasuke se irguieron. Él estaba más allá del enojo en ese momento: había resbalado al reino de una helada resolución. Sabía lo que tenía que hacer cuando irrumpió en una carrera a través de los jardines, por la muralla, en la naciente y rojiza mañana escocesa. Hasta que fuera hecho, no podía permitirse el lujo de dejarla tocarlo, poner sus dulces manos en sus hombros y rogar. No me arriesgaré en lo que se refiere a mi esposa.

    —¡Espera! —Sakura también empezó a correr, el miedo atenazando su corazón cuando comprendió lo que él estaba haciendo, dirigiéndose directamente hacia la muralla norte, donde la forja estaba ardiendo brillantemente.

    —¡No, Sasuke! —gritó cuando él desapareció en los jardines.

    Sus pies volaron cuando se sumergió a través del verdor lujurioso y corrió por encima de los lechos de anémonas y lirios púrpuras. Ella saltó las bajas paredes de piedra y empujó las ramas de espinosas rosas de su cara, rasgando las palmas suaves de sus manos, hasta que salió de los jardines para verlo a una docena pasos delante de ella.

    Abriendo la boca para respirar, invocó cada onza de fuerza que tenía. Si no lo intentara todo, sería tarde, demasiado tarde.

    Desde una ventana alta, Mikoto miraba la escena desplegarse ante ella.

    Empujando contra el dolor de sus renuentes músculos, Sakura intentó alcanzar a Sasuke desesperadamente, pero era demasiado tarde; él ya estaba de pie al lado de Neji, cerca de las ascuas resplandecientes.

    Abriendo la boca, ella arremetió hacia adelante cuando la mano de Naruto se cerró en su capotillo. Él dio un tirón feroz en la tela y la tiró hacia atrás. El capotillo se rasgó y ella cayó gritando cuando rodó en la tierra.

    —¡Sasuke, no lo hagas!

    —Destruye esto —ordenó Sasuke a Neji.

    —¡No! —gritó Sakura.

    Neji miró momentáneamente a la caída Bella.

    —Parecería que la señora desea otra cosa.

    —No te pedí pensar, Neji Hyūga, y no me importa una maldita cosa lo que la señora desea.

    Neji sonrió traviesamente.

    —¿Entiendo que has fallado al sujetar a tu halcón, Lord Sasuke?

    —Quémalo, herrero. Para que no me complazca incinerándote en lugar de la reina.

    —¡Neji! ¡No! —rogó Sakura.

    Neji pareció ponderar la situación un momento, entonces con una mirada extrañamente triunfante, se encogió de hombros y echó la pieza en la forja.

    Para Sakura, yaciendo aplastada en la tierra, todo parecía pasar en movimiento lento.

    Miró con horror cómo la reina negra volaba a través del aire y se hundía en los carbones resplandecientes. Sakura se tragó un sollozo cuando las llamas lamieron avariciosamente la pieza de ajedrez. Su única manera de regresar había sido destruida.

    Sasuke suspiró con alivio. Sakura se derrumbó contra la tierra, mirando inexpresivamente. La reina negra se había ido, la densa madera africana no encendiéndose lo bastante para forjar acero.

    Ningún Moonie. Ningún camino a casa.

    Ella estaría en 1513 —con él— para siempre.

    Neji hizo la sombra de un sonido demasiado oscuro para ser risa cuando se inclinó cerca de Sasuke. Sólo lo bastante para que Sasuke oyera sus palabras bajas y burlonas.

    —Ella calentará ahora mi cama mucho más pronto, tonto Sasuke.

    Sasuke retrocedió. El herrero tenía razón. Su esposa lo odiaría por lo que había hecho.

    —¿Qué infiernos estás haciendo en la forja en medio de la noche de todas maneras? —espetó Sasuke.

    Neji sonrió traviesamente.

    —Soy un vagabundo alegre de la noche. Además, uno nunca sabe qué incipiente oportunidad puede presentarse.

    Sasuke gruñó al herrero.

    Tras de sí, oyó que Sakura se tambaleaba sobre sus pies inseguros. Su respiración estaba agitada por la carrera, quizás del susto también. Yermamente, Sasuke estudió la forja en silencio rígido. La voz de Sakura tembló de furia.

    —Tienes que saber una cosa, Lord Uchiha, y es todo lo que alguna vez necesitarás saber. Recuérdalo, si piensas que puedo haber cambiado de idea. Yo no te quiero. Te desprecio. Tomaste de mí lo que no tenías ningún derecho de tomar. Y no hay nada que puedas hacer para ganar mi perdón nunca. ¡Te odio!

    —Despréciame cuanto quieras —dijo él quedamente, todavía mirando fijamente la forja—. Pero nunca podrás dejarme ahora. Eso es todo lo que importa.
     
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    Romance/Amor
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    35
     
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    CAPÍTULO 18

    LUGHNASSADH (Verano)

    Doble, doble trabajo y problema; Quemadura de fuego y burbuja del caldero...

    Shakespeare, Macbeth.
    El crepúsculo se arrastró desde el océano y por encima de los precipicios con impaciencia purpúrea, que manchó las paredes de Dalkeith de un rojo oscuro. En su estudio, Sasuke miraba la noche rezumarse a través de las puertas abiertas en el extremo oriental.

    Ella estaba de pie en el borde del precipicio, inmóvil, su capotillo aterciopelado danzando inquietamente en el viento. ¿Qué estaría pensando mientras miraba ciegamente el mar?

    Sabía lo que él había estado pensando: que incluso el viento buscaba desnudarla. Se torturó con el recuerdo de las ardientes y rosadas cimas que él sabía coronaban sus pechos bajo la seda de su vestido. Su cuerpo se había formado para ese tiempo, para llevar sedas ceñidas y terciopelos ricos. Para ser la señora de un distinguido laird. Para derrotar a un guerrero orgulloso.

    ¿Qué infiernos iba a hacer? Las cosas no podían seguir así.

    Había estado intentando provocarla, esperando que ella lo hiciera enfadar para que pudiera perder la cabeza y castigarla con su cuerpo. Pero una y otra vez, cuando él la había empujado, ella le había respondido sólo con fría civilidad, y un hombre no podía hacer una maldita cosa con ese tipo de contestación. Él giró desde la puerta y mantuvo los ojos cerrados para borrar todos los persistentes recuerdos de la visión de su esposa.

    Semanas habían pasado desde ese día en la forja; semanas espléndidas con días frágiles y albas delicadas, noches de rubí y tormentas de verano. Y en esos pasados días, esas joyas del verano de Escocia, eran mil paisajes que él quiso compartir con ella.

    ¡Maldición! Golpeó el puño en su escritorio y envió papeles y estatuillas temblorosas en todas direcciones. Ella era su esposa. ¡No encontraría de ninguna manera el camino hacia dondequiera que hubiera venido! ¿Cuándo iba a aceptarlo y hacer lo mejor posible? Él le daría todo lo que ella quisiera. Todo, excepto dejarlo. Nunca eso.

    Su existencia tenía todas las características de un dorado infierno viviente y no podía encontrar ninguna salida.

    Tan rápidamente como lo había asaltado, su rabia se evaporó. Sakura... sus labios formaron la palabra silenciosamente. ¿Cómo llegamos a este atolladero? ¿Cómo hice para crear semejante enredo?

    —Camina conmigo, chica —dijo él suavemente, y ella giró en el borde del precipicio, una vibración impresionante de plata y cobalto azul. Sus colores, los colores de Uchiha. Inconscientemente, parecía, ella los llevaba a menudo. ¿Sabría que usando vívidas imágenes de los mismos hilos del tartán de los Uchiha, ningún hombre podría marcarla más ciertamente como su dama?

    Él ondeó una mano despidiendo a sus guardias. Necesitaba robar esos momentos preciosos con ella a solas, antes de marcharse. Después de horas de esforzarse, había tomado muchas decisiones. Por encima de todo, había retrasado mucho tiempo una visita a Uster, uno de sus muchos feudos, y de los más molestos. No podía seguir descuidando sus propiedades en su enamoramiento idiota. El laird tenía que imponer su aparición ocasional y mostrar interés en resolver las preocupaciones de sus aldeanos.

    Además, no estaba haciendo ningún progreso en Dalkeith. Si ella escogiera a Neji en su ausencia, entonces él simplemente podría morir por dentro y seguir con la pretensión de vivir. Era como había sobrevivido sus primeros treinta y un años. ¿Qué tipo de estúpido se había vuelto para esperar que el resto pudiera ser diferente?

    —Laird Uchiha —respondió ella.

    En silencio, pasearon juntos por el borde del precipicio hacia el bosque.

    —Me marcharé durante un tiempo —dijo él finalmente, cuando entraron al bosque.

    Sakura se tensó. ¿Hablaba en serio?

    —¿D-dónde vas? —¿Y por qué eso la perturbaba tanto? Él hizo una respiración brusca.

    —Uster.

    —¿Qué es Uster?

    —Uno de mis feudos. Diecisiete feudos pertenecen a Dalkeith. Uster sostiene los pueblos de Duluth y Tanamorissey, y son una inmoderada parte. Allí hubo un problema incluso cuando los hombres del rey protegían Dalkeith.

    Cuando los hombres del rey protegían Dalkeith.

    Cuando su marido había sido la prostituta del rey.

    En las últimas semanas el calor del enojo de Sakura se había atemperado y había dejado un pesar profundo. Sasuke la había evitado intencionadamente, salvo las veces ocasionales en que había parecido estar intentando pelear con ella por alguna razón. Ella esperaba a medias que él la encerrara con llave en su cuarto, pero después de esa noche terrible, él se había retirado cuidadosamente a su estudio junto al mar.

    Allí se había quedado todas las noches, tan callado, tan hermoso, y tan solo...

    —¿Sasuke? —ella empezó tentativamente.

    —¿Sí?

    —¿Qué exactamente hacía la prostituta del rey?

    Sasuke se tensó. ¿Podría ser ésa la oportunidad por la que había estado esperando? Quizás él podría atreverse a tener esperanza después de todo. Su risa estaba llena de amarga burla hacia sí mismo.

    —¿Estás bastante segura de que deseas saberlo, encantadora Sakura?

    Acechando detrás de un roble sobresaliente, Kin estudió la melena rosada de Sakura, sus ojos verdes, su rostro chispeante. ¿Qué veía Sasuke en esa muchacha flaca, pálida, que no podía encontrar en el abrazo caliente de Kin?

    Por primera vez en semanas los guardias se habían marchado y la perra caminaba lo bastante indefensa para que Kin pudiera atacar y huir en el resguardo del bosque oscuro. Su amado Sasuke podría sufrir un tiempo de luto, pero él encontraría solaz y la pasión dulce en los brazos de Kin, una vez que la tierra se cerrara sobre la tumba de su esposa.

    Ella levantó la flecha con una mano temblorosa. Frunciendo el entrecejo, excavó el borde de la cabeza en su palma carnosa hasta sentir sangre en su piel dorada. Gruñó contra el dolor, pero sostuvo sus nervios. Esa vez no fallaría. Kin había escogido su arma cuidadosamente. El veneno había demostrado ser demasiado arriesgado; su tenso y encordelado arco enviaría la flecha verdaderamente volando, con fuerza bastante para alojarse en la carne y hueso del pecho de Sakura.

    Kin se dejó caer de rodillas y enrolló el cordón de cuero más firmemente. Astilló el vértice y apuntó cuando Sakura caminó hacia un claro. Casi vaciló cuando vio la mirada en el rostro de Sasuke al contemplar a su esposa. Él amaba a Sakura como Kin lo había amado; con una pasión salvaje, exigente, ilimitada. Con esa comprobación, cualquier compasión que Kin pudiera haber sentido por Sakura se evaporó. Sostuvo el arco y tomó como objetivo el pecho de Sakura. Con un whoosh suave, la flecha voló libre. Kin tragó un grito frenético. Al último minuto, Sasuke se había vuelto, casi como si la hubiera visto acechando en las sombras o percibiera el vuelo de la flecha. Él se movió... ¡No!

    —¡Ummmph! —Sakura abrió la boca cuando Sasuke echó un brazo poderoso por su rostro y la empujó contra un árbol.

    Sakura se esforzó contra su espalda, pero él era una montaña inmóvil. ¿Era así cómo pensaba ganarla de nuevo? ¿La había llevado al bosque para violarla después de semanas de refrenamiento cuidadoso?

    —¡Oooof! —la respiración del hombre siseó suavemente, y ella empujó más duro—. ¿Qué estás haciendo, Sasuke?—exigió, pero sin embargo él no dijo nada.

    Sasuke se estremeció y batalló contra el dolor mientras con los ojos examinaba los árboles. Sentía sus fuerzas menguar, pero no podía ceder todavía ante la debilidad. No hasta que encontrara y detuviera a quienquiera que estuviera intentando matar a su esposa. Pero los arbustos estaban inmóviles. El atacante, por alguna razón, había huido. Sasuke sentía el alivio atravesarlo mientras la sangre chorreaba de su herida.

    Cuando él osciló y cayó a los pies de Sakura, ella gritó y gritó.

    En las sombras, Kin apretó un puño contra su boca. Había podido sentir los ojos de Sasuke escrutando el mismo sitio en el que ella se agachara, pero las sombras eran demasiado densas incluso para sus ojos penetrantes.

    Él se volvió, y en su perfil ella podía ver la flecha todavía vibrando por la fuerza del vuelo, justo sobre su corazón. Ella cerró los ojos y tragó firmemente. ¡Lo había matado! La flecha era perversamente astillada y sería imposible de quitar sin rasgar su pecho. Ella la había diseñado deliberadamente para que dañara más aún quitándola que al entrar. Aún cuando no matara a la víctima al penetrar en ella, ciertamente la mataría al salir.

    Kin se hundió en el suelo del bosque y se arrastró a través de la maleza que hasta tener la certeza de que estaba a salvo. Entonces se levantó y corrió ciegamente, su ballesta olvidada en el suelo del bosque húmedo. Las ramas golpearon su rostro. Un grito se inmovilizó y coaguló en su garganta. Kin se tragó un sollozo amargo cuando tropezó con un leño caído.

    El tirón de una mano, rápida como un relámpago, la detuvo abruptamente. Neji la empujó hacia él con un asimiento punzante en su cuello.

    —¿Dónde has estado, prostituta encantadora? —sus ojos eran sobrenaturalmente luminosos.

    Ella jadeó en su rostro.

    Neji la miró ceñudo y la agitó cruelmente.

    —Dije, ¿dónde has estado?

    Cuando ella no contestó, Neji resbaló su mano desde su cuello a su garganta y apretó.

    —Tu vida no significa nada para mí, gitana. Sus ojos eran tan helados como su voz.

    Temblorosa, Kin le dijo todo, mendigando a Neji que salvara al hombre que ella amaba, usando sus poderes antinaturales y restaurando su vida.

    Porque ella sabía su identidad. Él no estaba sorprendido. Los Rom estaban bien versados en las antiguas costumbres.

    —Si sabes quién soy, prostituta gitana, sabes que no doy una maldita cosa por tus deseos, o los de nadie más, si vamos a eso. Y no me preocupa ciertamente tu hermoso Sasuke. De hecho, Sasuke es el hijo de puta que vine aquí a destruir.

    Kin palideció.

    —Ven —él ordenó. Y ella supo que no lo había dicho de la manera que solía hacerlo. Nunca más.
     
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    Escritora
    Título:
    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
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    Palabras:
    2151
    CAPÍTULO 19

    —¿Quieres decir que él no quiere verme? Yo quiero verlo, así que déjame entrar —arguyó Sakura—. A menos que, por supuesto, él haya dado órdenes específicas de que no quiere que entre al cuarto —agregó fríamente. Sasuke nunca haría eso.

    Naruto no se movió.

    —¡Él no habría...! No puedes hablar en serio. É-él... —Ella tartamudeó desconcertada. Sasuke no se negaría. Bien, él no lo habría hecho antes, pero...

    Naruto, obstinado, los ojos graves, bloqueó la puerta. Sakura lo contempló intensamente.

    —¿Estás diciéndome que me han prohibido entrar al cuarto de mi marido?

    —Tengo mis órdenes, milady.

    —¡Yo soy su esposa!

    —Bien, ¡quizá si hubieras actuado como su maldita esposa antes, ahora él no estaría allí! —los ojos de Naruto estaban encendidos de ira en su rostro cincelado.

    —¡Oh! —Sakura retrocedió, sobresaltada por su furia.

    —Hice a mi amigo un mal doloroso. Hice un horrible deseo que revocaría ahora con todo mi corazón, si sólo pudiera. Pero no puedo.

    —¡Eres el que lo deseó! —exclamó Sakura.

    Naruto continuó, firme.

    —Y si hubiera sabido cuán terrible era el deseo que hice, cuán dolorosas las consecuencias serían, habría tomado mi propia vida primero. No soy ningún capitán de guardia —Descargó su aversión en la piedra del hogar—. No soy ningún amigo honorable. Yo soy el excremento más bajo de la bestia más asquerosa. ¡Yo te deseé a mi mejor amigo, que los dioses me perdonen! ¡Y ahora él está herido por una flecha dirigida a ti!

    Los ojos de Sakura se ensancharon en su rostro pálido.

    —Yo no soy tan mala —susurró.

    —Milady, eres una doncella de hierro sin corazón. Le has traído nada más que dolor desde que viniste aquí. En todos mis años con Sasuke, no he visto nunca tal sufrimiento en sus ojos y no lo toleraré un día más. Él subiría a los mismos cielos y tiraría abajo las estrellas, una por una, para ponerlas en tu frente brillante, y yo le digo que no mereces la pena. Te mofas de sus sentimientos románticos, huyes de su amor libremente ofrecido, desdeñas al hombre mismo. No me digas no eres tan mala, Sakura Haruno. Eres la peor cosa que le ha pasado nunca a ese hombre.

    Sakura se mordió los labios. ¡Naruto tenía esa visión de las cosas! ¿Y qué había de todas las cosas injustas que Sasuke le había hecho a ella? ¡Ella era la inocente!

    —¡Él quemó mi reina! Me robó la libertad, y me atrapó aquí.

    —¡Porque te quiere y se niega a perderte! ¿Eso es algo tan terrible? Usó su propio cuerpo para salvarte la vida. Se ofreció a sí mismo como un verdadero escudo ante ti y recibió la flecha que te estaba destinada. Bien, yo digo que hubiera sido mejor que hubiera permitido encontrar tu pecho. ¡Así cesaría su tormento y él no tendría que estar sangrando por dentro o por fuera!

    —¡No le pedí que me salvara! —protestó ella.

    —Ese es justamente el punto. No tenías que pedírselo. Él lo hizo libremente. Como te lo daría todo. ¡Pero lo condenaste, aunque no conozcas nada del poder de Sasuke! Dime, ¿si hubieras visto una flecha dirigida a él, habrías dado tu vida por la suya? Veo en tus ojos que no lo habrías hecho. Lamento haber deseado que llegaras, y todas las noches por el resto de mi vida sin valor, estaré deseando deshacer el mal que he causado a cada estrella. Ahora sal de mi vista. Sasuke no te verá ahora. Quizá nunca. Y eso es bueno para él. Quizás un tiempo lejos de ti lo sanará en más de una manera.

    Sakura levantó su cabeza orgullosamente y se encontró los ojos ardientes de Naruto. Se negó a mostrar el dolor que laceraba su corazón.

    —Dile que le agradezco que me haya protegido. Dile que regresaré mañana, y pasado, y el siguiente día, hasta que me vea y me permita agradecérselo yo misma.

    —No le diré nada de eso —dijo Naruto rotundamente—. No eres buena para él y yo no consentiré arrastrarlo en tu juego.

    —Entonces por lo menos dile que lo siento —dijo ella suavemente. Y quería decirlo en serio.

    —No tienes bastante compasión humana para sentir dolor, chica. Un corazón de hielo en un cuerpo de llamas. Eres del peor tipo. No traes nada más que un sorbo breve de dulzura a un hombre, y después un tonel lleno de heces amargas.

    Sakura no dijo nada antes de huir por el corredor oscuro.

    —¿Dónde está ella? ¿Está bien? ¿Quién está protegiéndola? —Sasuke se agitó inquieto en la cama y pateó las mantas para sacárselas de encima.

    —Ella está bien, Sasuke. Dos guardias están fuera del Cuarto del Pavo Real. Está durmiendo —Naruto estaba inquieto, con la botella de whisky que el sanador había dejado en la mesa, y volcó una generosa medida en su vaso. Se acercó al lado del hogar abruptamente.

    Sasuke miró a Naruto con curiosidad. Su fiel amigo parecía extraordinariamente tenso, probablemente culpándose de no haber prevenido el ataque, decidió Sasuke. Estudió sus vendajes cuidadosamente.

    —¿No preguntó por mí, Naruto?

    El silencio creció renuentemente hasta que Sasuke arrastró su mirada de su mano al perfil rígido de Naruto. Cuando Naruto echó un vistazo finalmente a las llamas, Sasuke retrocedió ante la tristeza que leyó en cada línea del rostro de su mejor amigo.

    —¿No preguntó incluso si me pondría bien? ¿Dónde me dio la flecha? ¿Algo? —Sasuke intentó mantener su voz firme pero se quebró bruscamente.

    —Lo siento —Naruto agotó su vaso y atizó las ascuas rojas del hogar con la punta de su bota.

    —¡Malditos infiernos, la chica está hecha de hielo!

    —Descansa, Sasuke —Naruto habló en el fuego—. Has perdido mucha sangre. También estuviste cerca de morir esta noche. Si no hubieras levantado tu mano en un gesto de defensa, la flecha habría tocado tu corazón en lugar de fijar tu mano simplemente a tu pecho.

    Sasuke se encogió de hombros.

    —Un arañazo pequeño en mi pecho.

    —¡Infiernos, un agujero del tamaño de una ciruela a través de la palma de tu mano! El viejo sanador tuvo que tirar la flecha a través de tu mano para sacarla. Y lo oíste tú mismo. Tendría que haberse alojado en tu pecho, pero por una suerte misteriosa, él no hubiera podido hacer nada para salvarte, cruelmente astillada como estaba. Llevarás cicatrices y te dolerá esa mano toda la vida.

    Sasuke suspiró malhumoradamente. Más cicatrices y más dolor. ¿Para qué? Ella no se había molestado siquiera en saber si estaba vivo. Podría pretender estar interesada por lo menos. Visitarlo para mantener la pretensión de civilidad brevemente. Pero no. Probablemente esperaba que estuviera muriendo, porque de esa manera sería una mujer muy adinerada. ¿Estaba en ese momento en el Cuarto del Pavo Real, contando su oro y sus bendiciones?

    —¿Incluso ni una pregunta, Naruto? —Sasuke estudió los sedosos vellos alrededor de la banda que cubría casi su mano entera.

    —Ni una.

    Sasuke no preguntó de nuevo.

    —Naruto, empaca mis cosas. Envía la mitad de la guardia y bastante personal para preparar la casa del feudo en Uster. Saldré al alba. Y deja de atizar el maldito fuego; ya está condenadamente caliente aquí.

    Naruto dejó caer el atizador en el hogar de piedra con un martilleo. Se volvió tensamente del fuego y buscó el rostro de Sasuke.

    —¿Vas solo?

    —Acabo de decirte que prepararas a la mitad de los guardias.

    —Quise decir... ¿y tu esposa?

    La mirada de Sasuke se dejó caer de nuevo sobre su mano. La estudió por un momento, entonces observó a Naruto y dijo cuidadosamente:

    —Iré solo. Si ella no pudo molestarse siquiera en interesarse por si yo vivía o moría, quizás es tiempo de que deje de intentarlo. A lo mejor, un poco de distancia puede ayudarme a ganar perspectiva.

    Naruto asintió tensamente.

    —¿Estás seguro de que puedes viajar con esa herida?

    —Sabes que sano rápidamente. Me detendré en el campamento Rom y conseguiré algo de la manzanilla y cataplasmas que ellos usan.

    —¿Pero para montar?

    —Estaré bien, Naruto. Deja de preocuparte. No eres responsable —A Sasuke no le extrañó la sonrisa amarga en el rostro de Naruto. Lo confortó un poco saber que su amigo era tan fiel aún cuando su propia esposa no se molestara en preocuparse si él estaba muerto o vivo—. Eres un verdadero amigo, Naruto —dijo Sasuke suavemente. No se sorprendió cuando Naruto dejó de prisa el cuarto. En todos los años desde que lo había conocido, las palabras de alabanza siempre habían hecho al hombre sentirse incómodo.

    En la cama maciza del Cuarto del Pavo Real, Sakura se revolvió inquieta, enloquecedoramente despierta. En ese momento, estaba bastante segura de que nunca dormiría de nuevo. Su mente nunca encontraría tregua en la claridad amarga, helada que se arremolinaba a través de su cerebro, recreando cada acción desde que había llegado a Dalkeith bajo una perspectiva inmensamente diferente.

    Sasuke y Naruto se marcharon a caballo apenas el alba rozó los campos lujuriosos de Dalkeith. La satisfacción surgió a través de Sasuke cuando inspeccionó su hogar. Finalmente, con sus años de servicio al rey acabados, podría por fin velar por las necesidades de su gente y ser el laird que había nacido para ser. Ahora deseaba sólo una cosa más: que Sakura pudiera ser de verdad una esposa para él en todos los sentidos de la palabra, y ayudarlo a gobernar Dalkeith a su lado. Más que eso: quería ver a sus hijos e hijas caminar en esa tierra.

    Sasuke se maldijo por ser un estúpido romántico.

    —La cosecha será rica este Samhain —comentó Naruto.

    —Sí, lo será, Naruto. Neji —Sasuke saludó lacónicamente al herrero, que se acercaba, separando el campo de oro con su figura oscura.

    —¿Estás dejando el juego? ¿Admites la derrota, temible Sasuke? —Neji lo miró burlonamente.

    —No estimules al diablo, herrero —advirtió Naruto concisamente.

    Neji rió.

    —Endemonia al diablo y el diablo será condenado. No temo a ningún diablo y menos a ningún hombre. Además, esto no te involucra, o demasiado poco por lo menos; ciertamente, no tanto como pareces pensar. Te valoras excesivamente, rudo Naruto —Neji sostuvo la mirada de Sasuke y sonrió—. No temas, yo la cuidaré en tu ausencia.

    —No le permitiré acercarse a ella, Sasuke —se apresuró a asegurar Naruto.

    —Sí, lo dejarás, Naruto —dijo Sasuke cuidadosamente—. Si ella lo pide, le permitirás acercarse a ella. Bajo ninguna otra circunstancia.

    Neji asintió limpiamente.

    —Y pregúntale a ella si quiere. Una y otra vez en esa ronca y dulce voz de la mañana que tiene. Y Naruto, podrías decirle por mí que tengo café del Rom para ella.

    —¡No le dirás eso! —espetó Sasuke.

    —¿Estás intentando limitar mi contacto?

    —¡No estaba de acuerdo en proporcionarte un mensajero! Mi guardia la protege, pero es a ti a quien reclamaré si ella sufre algún daño.

    —¿La dejas bajo mi cuidado?

    —No, pero te haré responsable si le ocurre algo malo.

    —Nunca permitiría que se dañara a cualquier mujer mía, y ella es ahora mía, tonto Sasuke.

    —Sólo en tanto ella quiera serlo —dijo Sasuke suavemente. Y si ella lo hace, los mataré a los dos esa noche con mis manos desnudas y descansaré mejor, muerto por dentro.

    —O eres increíblemente arrogante o increíblemente tonto, temible Sasuke —dijo el herrero con desdén—. Volverás para encontrar a la hermosa Sakura en mis brazos. De todas maneras, ella pasa la mayoría de las tardes conmigo en tus jardines; pronto las pasará en mi cama —se mofó Neji.

    La mandíbula de Sasuke se endureció, su cuerpo se tensó por la violencia contenida.

    —Ella no preguntó por ti, Sasuke —recordó Naruto apagadamente, moviendo su peso de un pie a otro.

    —¿No preguntó por él, capitán de guardias? —Neji preguntó con ligereza—. ¿Capitán de honor, capitán de verdad?

    Naruto retrocedió cuando la mirada plateada de Neji buscó la suya.

    —Sí —él dijo firmemente.

    —Qué tramas enredadas tejemos... —pronunció Neji con lentitud, la sombra de una sonrisa en su rostro bruñido.

    —¿Qué pasa ahora entre ustedes dos, Naruto? —preguntó Sasuke.

    —El herrero es un hombre extraño —murmuró Naruto.

    —Yo desearía que Dios te proteja, pero creo que Dios se preocupa poco, si no es nada, del comercio con hombres como nosotros. Por lo que te deseo solamente un adiós como guerrero. Y nunca temas, mantendré segura a la encantadora Sakura —prometió el herrero cuando dio golpecitos al semental de Sasuke en el anca.

    Las sombras fluctuaron en el fondo de los ojos de Sasuke cuando se alejó.

    —Vigílala, Naruto. Si hay más intentos contra su vida, me envías un mensaje a Uster —gritó por encima de su hombro antes de marcharse a caballo. Sus guardias podrían mantenerla viva, de eso él se sentía seguro. Pero no habría nada ahora que la mantuviera alejada de Neji.

    Mientras Naruto observaba la partida de su mejor amigo, Neji estudió al guerrero estoico.

    —¿No te preguntó por él? —se mofó suavemente.

    —¿Quién infiernos eres, realmente? —gruñó Naruto.
     
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