One-shot Ni azar, ni probabilidad

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Lucas Diamond, 1 Enero 2018.

  1.  
    Lucas Diamond

    Lucas Diamond Dios de FFL

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    Título:
    Ni azar, ni probabilidad
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    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    1
     
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    Ni azar ni probabilidad


    Quién sabe qué astros se alinearon aquel día para que dos personalidades tan diferentes y enfermizas acabaran cruzando sus caminos en un sitio como ese. La Academia Pico de la Esperanza había abierto sus puertas a dieciséis estudiantes con talentos extraordinarios; por supuesto, sus intenciones distaban mucho de ser las de fomentar las potencialidades de cada cual, sino más bien erradicarlas por completo en un juego de asesinato mutuo.

    Pero en fin, los detalles son lo de menos en lo que nos concierne. Un par de estudiantes no muy preocupados por toda la situación se limitaba a disfrutar de la vida en tan lujoso edificio. Quizás algún día fueran asesinados, quizás algún día asesinarían, ¿quién podría asegurarlo? Sus vidas resultaban en sí un puro juego, o como diría el pelirrojo, que respondía al nombre de Ren, "una sucesión de probabilidades". Ya que estaban participando en el juego al menos lo disfrutarían, ¡por eso lo llaman juego!

    Tras poco más de una semana encerrados, solo nueve concursantes restaban con vida. Sus pesquisas resultaban infructuosas, pues aún era pronto para averiguar quién estaba detrás de todo el plan. Había muchos sospechosos y posibles dementes como para averiguarlo.

    Por supuesto, no era el caso de ellos dos. Desde un principio averiguaron quién había tramado todo gracias a sus extraordinarias dotes por las que ingresaron. No obstante, ¿qué gracia tendría revelarlo? ¡Oh vamos, a todos les gustaba un buen juego de intriga!

    Ambos se sentían ganadores desde el principio, pero por desgracia no pueden ganar dos personas un juego. Normalmente se encontraban enfrentandos, tenían disputas con una elevada frecuencia y mantenían una sana rivalidad. ¡Hey, en el fondo se admiraban! Encontraban el uno en el otro un rival a su altura. Y fue Ian el que puso la primera piedra en esta dualida cuando en el primer juicio puso en duda la fiabilidad de las estadísticas.

    ¿Quién se atrevía a desafiar al rey de las probabilidades?, pensaba Ren. ¡Tendría que demostrarle de lo que era capaz y callarle la boca de una vez! Así fue como, ajenos a todo, un buen día el probabilista decidió demostrarle a su compañero el poder de unos buenos cálculos. Ian le ofreció pasar una noche en su habitación con un par de dados que Ren traía consigo; nadie les molestaría y podrían disponer de todo el tiempo que quisieran. No le hacía especial gracia que nadie entrase en su habitación y violase su intimidad de ese modo, ni mucho menos alguien como el pelirrojo. Sus múltiples trucos hacían ver en él alguien de quien desconfiar, pero si conseguía de algún modo contradecir las estadísticas, le merecería la pena.

    —¿Estás preparado para presenciar con tus propios ojos cómo se cumplen mis predicciones? —comenzó Ren lanzando la primera de muchas pullas. Ian mantuvo la calma y permaneció en silencio—. Já, ¿no contestas? Lo imaginaba, había un 70% de probabilidades de que tu orgullo te impidiera hablar —fanfarroneó de nuevo.

    Con un leve giro de muñeca Ian abrió la puerta y ambos entraron a la habitación. Se sentaron en el suelo, en una alfombra, para comenzar la sesión.

    —Eh, tú. Antes de empezar me gustaría echarle un ojo a tus dados. ¿Cómo sé que no me engañas? Quiero revisarlos —pidió Ian

    —Ah, tan desconfiado como siempre —suspiró Ren—. Sabía que me lo pedirías, había un 67'34% de probabilidades de ello. Tómalos, todo tuyos

    Ian los cogió y los comenzó a agitar entre sus manos. Pasó cinco largos minutos inspeccionándolos, manoseándolos y jugueteando con ellos en su mano. Parecía querer desesperar a Ren, más que verificar su legalidad.

    *bing bong, ding dong*, se escuchó por toda la academia. Los monitores se encendieron todos para dar el anuncio del tiempo de noche, durante el cual el suministro de agua dejaba de funcionar. Exasperado ante la imagen de aquel peluche, Ren le arrebató los dados de la mano al moreno.

    —¡Ya está bien! Has tenido suficiente tiempo, hasta Monokuma se ha cansado de ti. Comencemos.

    >>Un dado tiene seis caras, por lo que las probabilidades de que salga un número concreto son de un sexto. Si tenemos dos dados, las probabilidades de que se consiga una combinación de dos números y en orden es de un sexto al cuadrado, ¿bien? Al haber dos dados, sin importar el orden, las probabilidades de conseguir dos números se multiplican, y pudiendo conseguir una misma cifra con distintos números nos lleva a establecer permutaciones entre los datos.

    >>Hay por tanto un sexto de posibilidades de que la suma de las dos tiradas dé siete, que es el mismo porcentaje de acierto de que salga un número concreto en un dado. Esto se debe a que con cualquier número se puede obtener el siete sumándole otro que lo complemente, por tanto la única tirada que condiciona sería la segunda respecto de la primera.

    >>¿Entiendes?

    —Solo haz tus predicciones y tira los dados ya de una maldita vez

    —Grr... Está bien. Lanzaré los dos dados diez veces, y luego uno solo diez veces. El mismo número de unos que aparezcan en el dado solitario será el número de sietes que salgan al tirar los dos dados. Todo esto con un error máximo del 3%, por factores externos como el viento o la rugosidad de la alfombra.

    Predicciones realizadas, los dados fueron lanzados al aire. Tras un recuento de datos, solo había salido un uno, y la combinación de siete se había repetido hasta en tres ocasiones. Los ojos de Ren se habían quedado atónitos ante lo que veían, no podía creerlo.

    —... Bueno, parece que el error estimado se ha cumplido. La probabilidad no es una ciencia exacta, ¿sabes? —se excusaba Ren, mientras que Ian sonreía con malicia.

    —Claro, señor apuestitas. Venga, siguiente lanzamiento, ¿que saldrá ahora?

    —La combinación de los dos dados ahora saldrá mayor que diez entre una y dos ocasiones tras diez lanzamientos. Hay un 11'11% de probabilidades de que acierte. Pongamos un error máximo del 1%. Según mis cálculos es prácticamente imposible que vueltan a fallar mis conjeturas.

    Nuevamente los dados se tiraron repetidas veces, anotando los resultados que iba saliendo.

    —...

    —Vaya, Ren. Siete veces ha salido más de diez. Desde luego, la probabilidad no es una ciencia exacta —se burló Ian.

    Y tal que así, otras cuatro horas más pasaron en las que muy contadas predicciones realmente llegaban a ocurrir. Rabioso y frustrado por el destino, que hacía fallar la probabilidad en un momento como ese, Ren terminó la sesión marchándose enfurecido.

    —Solo se trata de una sucesión de hechos desafortunados, tan probables como nuestra existencia. No estés tan confiado. —Y con un portazo, cabizbajo, se fue a su habitación a reposarr lo que le quedaba de noche, esperando no soñar con dados maléficos que se burlaban de él y destrozaban su ego.

    Tras el portazo, Ian se puso en pie. Sacudió su manga y descendieron los verdaderos dados de Ren; durante el anuncio nocturno que había previsto le había dado el cambiazo. Desde debajo de la alfombra sacó ahora un pequeño imán, con el que jugueteó entre sus dedos.

    —Todo un plan perfecto.

    >>Ni azar ni probabilidad; estrategia.

    Y con una sonrisa triunfante, se metió en la cama y descansó.
     
    Última edición: 1 Enero 2018
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