N de Nocturnos

Tema en 'Relatos' iniciado por Ruki V, 4 Marzo 2016.

  1.  
    Ruki V

    Ruki V Usuario popular

    Piscis
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    Escritora
    Título:
    N de Nocturnos
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1071
    Participación en la dinámica Días de Abecedario 2.0

    NOTA DE LA AUTORA: Yo... No consideraría esto Lime como tal(?) Pero, pues, por el que yo quería fuera el "tema principal", decidí categorizarlo así... Y así...

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    Nadie tenía ni la más mínima sospecha de aquellos encuentros apasionados que tenían noche tras noche un par de amantes.

    Abigail era una millonaria administradora de empresas; no precisamente famosa, pero si tan atractiva como la modelo latinoamericana más atractiva que a uno se le pueda ocurrir. Medía un metro y 75 centímetros de alto, y seguido usaba tacones que le aumentaban cinco centímetros más. Su piel era algo pálida y siempre tenía las manos frías. Su cabello era largo hasta sus hombros, color castaño claro y tan lacio que parecía artificial, pero era muy suave. Sus ojos eran verdes, pero tenía una heterocromía leve que los hacía lucir cafés en mayor parte. Sus facciones faciales eran todas finas y su complexión era delgada y curvilínea.

    Era joven, de 29 años (joven, aunque para algunos estar tan cerca de los 30 no es ser joven, ¡ella era joven!). Sobre todo, era joven para tener el dinero que tenía con ser administradora de empresas desde los 23 años. Ni siquiera los que estaban por encima de ella en las empresas en las que trabaja entendían de dónde viene su carisma tan natural, sus habilidades de comunicación y socialización, su inteligencia; todo lo que la había ayudado a ayudar a dichas empresas a prosperar y pagarle como le pagan.

    Lo que llamaba la atención, a unos cuántos medios periodísticos nada más, porque tampoco a muchos los mantenía entretenidos saber del genio de una “simple” administradora empresarial; era que por nada en el mundo pensaba en matrimoniarse y formar una familia para dejar un legado sanguíneo además de la huella que iba dejando en el mundo de las empresas. Los pocos interesados en su vida, la critican mucho. Pero a ella no le importaba en lo absoluto lo que se dijera de ella en lo que le parecía más farándula y espectáculo que de hecho medios de comunicación como ella creía que los conocía. Que la creyeran mojigata o que la creyeran lo que quisieran, ella era excesivamente feliz.

    “El matrimonio es un compromiso mucho más enredoso que cualquier contrato que pudiera yo llegar a firmar o diera a firmar a alguien más” dio a conocer en una entrevista. “Si yo en mis ratos no me aguanto, imaginen que le pidiera a otra persona que me aguantara por el resto de su vida. ¡Y que yo tuviera que hacerlo! Y eso de criar hijos… Yo soy una mujer profesional, dedicada al trabajo y a mí misma y nadie más, gracias”.

    Ella era más que extremadamente feliz desde que había empezado a hacerse de tanto dinero. ¿Por el dinero? ¡No! Por la persona que había estado siempre a su lado, físicamente.

    Germán era un aspirante a escritor que trabajaba como una agenda personal, caminante y hablante, de Abigail. Habían estudiado un semestre juntos antes de que él se diera cuenta de que le apasionaba la literatura y no le interesaba en lo más mínimo no ganar dinero con lo que a él le apasionara. Se hicieron “amigos” casi de inmediato.

    Germán era bastante atractivo. Medía un metro y 90 centímetros de alto. Su piel era morena. Su cabello era rizado y negro como la oscuridad misma. Sus ojos eran color marrón oscuro. Tenía la cara algo cuadrada y su complexión era delgada pero proporcionalmente musculosa. Como era aspirante a novelista, inclinado hacia casi cualquier género que se le pudiera ocurrir (terror, policial, romance, adulto, ciencia ficción, rutinario… a veces se inventaba los nombres; no le importaba, él sólo quería escribir), se la pasaba escribiendo. Desde que conocía a Abigail, tenía varios proyectos empezados, y años más tarde apenas y los estaba terminando. Eran largos, pero él estaba seguro que alguna editorial tenía que reconocer tarde o temprano que el mundo querría leer lo que él tuviera que contar. Y Abigail lo animaba, así como él a ella.

    Pero poco importaba si se elevaban el espíritu profesional el uno al otro. Porque ellos no eran precisamente “amigos”, pero ni en broma se diría que eran novios tampoco. No.

    Amantes con todas sus letras.

    ¿Qué importaba si ninguno de los dos quería ni noviazgo ni matrimonio, sino puro éxito profesional y placer físico? ¿Qué importaba si parecía que apenas y se conocían al pasar uno junto al otro en la calle y la prensa los había pasado por alto momentáneamente debido a sus pasiones tan poco relevantes para (menos que las noticias) los chismes? ¡Era perfecto!

    No vivían juntos. No salían en público. No se hablaban como una pareja enamorada.

    No, no. Reservaban en suites de todos los hoteles diferentes que encontraran por todo el estado con tal de que no los ubicaran. Pasaban ahí despiertos la noche entera, mínimo una vez por semana. Abigail a veces vestía lencería. Germán a veces decidía usar juguetes con ella. Jugaban juegos de rol. Se amarraban a la cama o a veces en una silla. Se divertían; ah, ¡cómo se divertían! ¡Cómo gozaban! ¡Cuán increíble era sentirse bien físicamente sin tener que llevar encima ningún tipo de carga emocional!

    Sonaba bastante estúpido, pero era la gloria para ellos. Los fines de semana dormían poco y se convertían casi literalmente en animales nocturnos. Hasta que no pudieran más o hasta que saliera el sol. Y llevaban ya más de cinco años con esa felicidad infinita que a muchos podría parecerles egoísta, insensata, inmadura, estúpida.

    “¡Envidiosos!” les decía Germán a sus dos mejores amigos, en quienes confiaba plenamente y quienes le habían guardado el secreto desde siempre, aunque diez años atrás él y Abigail no fuesen nadie. “¡Mis padres no me pueden obligar a formar una familia como ellos lo hicieron y ustedes no pueden juzgarme por ser feliz y libre de obligaciones que no tengan que ver con complacerme a mí mismo”.

    Como en un rompecabezas de mil piezas, que cuando comienzas no parece tener ni principio ni fin; pero que como mínimo puedes embonar dos piezas una con otra, y hacerlas a un lado, intentando no olvidar que ya tienes parte de tu imagen completada. Sí, Abigail y Germán eran como dos piezas únicas de un gigantesco rompecabezas, que si bien no te daban ya una pista de la imagen final, embonaban perfecto.
     
    Última edición: 3 Abril 2020
  2.  
    Kotaro

    Kotaro #TodosConBugsBunny

    Escorpión
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    Me gustó la historia porque de cierta manera me parece que rompe con el estereotipo de que para ser feliz debes formar una familia, solo porque asi lo dice la sociedad y no es asi. Pienso que se puede ser feliz y alcanzar cualquier meta solo o acompañado. No es que esté en desacuerdo con la familia, sino que porque alguien quiera pasar el resto de su vida solo, sin esposa y sin hijos, siendo independiente lo tachan de raro y eso no me parece.
     
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