"My Immortal" (nuevo)

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por tsubaki star, 13 Agosto 2009.

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    tsubaki star

    tsubaki star Guest

    Título:
    "My Immortal" (nuevo)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Poesía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3723
    "My Immortal" (nuevo)

    “My Immortal”
    Capítulo primero
    Atrapada por mis miedos de la infancia,
    Atrapada por su recuerdo,
    Atrapada por todo lo que me recordaba ese día,
    Atrapada por sus ojos,
    Y por la añoranza de volver a verlos…
    Ese día desperté sudando, miré hacia todos lados a ver si había alguien, me sentía observada, miedosa, agobiada, y con un nudo en la garganta que me impedía gritar. Me sentía como aquellos días después de la muerte de mis padres, cuando tenía la recurrente pesadillas –que ahora vuelvo a tener- de unos ojos negros como la noche mirándome con ternura, una cara perfecta que transmitía compasión , unos cabellos negro azabache tocándome el rostro como si fuesen de seda, una mano acariciándome la cara, tratando de tranquilizarme, mientras yo estaba llorando aferrada a su cuerpo pidiéndole el porqué de lo ocurrido, pero sin recibir respuesta alguna, él estaba tan afectado como yo, y después…y después no se que más ocurre, mi mente lo bloquea y me ordena despertarme, comúnmente con unas cuantas lágrimas recorriéndome las mejillas buscando un consuelo, un consuelo que jamás encuentran, por lo que siguen desbordándose, brotando cada vez con más en abundancia de mis ojos, a pesar de estar despierta, a pesar de haber salido de esa pesadilla llena de sufrimiento, dolor y angustia.
    En ése punto los recuerdos empiezan aflorar, mientras siento que me desvanezco por las lágrimas, recuerdos borrosos, pero que bastan para consternarme, y apretar mis puños con fuerza. Me persiguen, me hacen mal, y me hacen torturarme con saber porqué tengo esas pesadillas, qué pasó con mis padres, y sobre todo quién es él, aquel chico de ojos negros como la noche, con su cabello negro azulado, con su cara perfecta, y con sus fornidos brazos que me abrazaban con ternura, procurando no hacerme daño.
    Al calmarme y alejar todas esas memorias de mi cabeza, decidí ir al baño a lavarme la cara, y alistarme para lo que va ha ser un nuevo día en este colegio, que comenzaba esta con su segundo semestre de clases del año, lo que daba paso a la posibilidad de la entrada de nuevos alumnos, cosa que sería muy peculiar a estas alturas del año. Pero tenía un presentimiento extraño, algo me decía que este semestre no iba a ser como otros, algo me decía que algunas cosas cambiarían. Lo más probable es que nada cambie, pero vale la pena soñar un poco.
    Entré al baño y me vi al espejo. Tenía una cara demacrada, espeluznante, y seguía manteniendo algunas lágrimas en mis ojos hinchados de tanto llorar. Agradecí el hecho de que mi compañera de cuarto no estuviera. Estaba pasando las vacaciones con su familia en el Caribe. No había parado de hablar de eso durante todo el anterior semestre. Estaba emocionada, expectante y feliz por el hecho de que pasaría las vacaciones de navidad con su familia, pero por otro lado se sentía compasiva conmigo por no poder tener a mis cercanos con vida...
    Abrí el grifo y junté agua con mis manos para echármela a la cara. Luego volví a verme en el espejo y ahí estaba, una cara demacrada, una cara de tristeza y dolor, pero por sobre todo de angustia, era esa angustia que sentía al tener esos recuerdos, al tener esas pesadillas, al ver esos ojos en los que a veces siento que me sumerjo y calmo, pero esa calma dura poco, muy poco, y ahí vuelve la angustia, y el resto de emociones que me hacen romper en lágrimas.
    Luego salí del cuarto de baño y fui a buscar mi uniforme, debía de estar lista antes de las 8:00 am, hora en la cual tendríamos que estar en el patio principal del colegio para darle la bienvenida al nuevo semestre. La típica ceremonia en donde –si hay alumnos nuevos- se habla sobre las reglas del establecimiento, y las normas de comportamiento que se deben tener, aparte del lugar en donde alojan los chicos y chicas, sector sur y norte, respectivamente.
    Saqué mi uniforme del ropero; una falda cuadrillé color azul marino, un bléiser del mismo color, con el nombre del colegio “Chatsworth Academy”, y una blusa blanca, acompañada de una corbata azul marino con la insignia del colegio.
    Fui nuevamente al cuarto de baño para cambiarme. Luego de vestirme me acicalé un poco tratando de disimular la hinchazón de mis ojos, y el color carmesí que adoptan mis mejillas cuando lloro.
    Me miré al espejo y vi que mi aspecto volvía a ser el normal. Mi negro cabello cayendo libre por mi espalda, llegando hasta la mitad de esta, mis ojos peculiarmente de un rojo intenso, combinaban con mi maquillaje, el cual era simplemente delineármelos, y a veces acompañándolo de un brillo labial, que según Emilie, mi compañera de cuarto, me asentaba bastante bien. Mi blusa fuera de la falda y mi corbata mal anudada me daba una fachada desordenada, pero que me gustaba, y que me hacía sentir cómoda.
    Terminé de verme al espejo y fui hacer mi cama.
    Después recogí mi mochila, y salí de la habitación rumbo al gran patio.
    En los pasillos no había muchas chicas, la gran mayoría se iba a vacacionar con sus padres, o con sus parientes más cercanos, excepto yo y unas cuanta más, que representaban a penas una miseria del total de chicas que había en el edificio.
    Bajé por unas escaleras hasta llegar a la entrada – o en este caso salida- del edificio, ahí me estaba esperando él, mi mejor e incondicional amigo, Álex. Un chico de uno ochenta de alto, con una gran espalda, unos ojos azules como el cielo y un cabello rubio, alborotado y sedoso, que provocaba una gran cantidad de suspiros en Emilie.
    -Hola.- le dije sin muchos ánimos, algo que el notó.
    -¿Qué te pasa?-directo, como siempre.
    -Nada ¿por?
    -Sabes, a mí no me mientes, dime qué te pasa.
    -Nada, de verdad, y ahora vamos, pronto el resto comenzará a llegar, por lo que tendremos que estar en el patio principal, ya sabes…-dije para seguir caminando, pero él me detuvo sosteniéndome del brazo con delicadeza.
    -¿Pesadillas?, o me equivoco.-me conocía muy bien.
    Asentí con la cabeza, a lo que el respondió girándome para mirarme a los ojos, pero yo estaba mirando el suelo, por lo que tomó tiernamente mi mentón con una de sus suaves manos, para luego decirme: “No quiero que estés así, te quiero”, y darme un afectuoso abrazo.
    Pasaron algunos minutos, y el abrazo no se rompía, pero no me molestaba, al contrario, me hacía sentir segura y con calma.
    -¿Vamos?- me pregunto con dulzura cerca de mi oído.
    -Sí.
    En el camino los dos estábamos callados, pero no era un silencio incómodo, por lo que ninguno de los dos trató de sostener otra conversación.
    Llegamos al gran patio, y vimos que Emilie se estaba bajando del auto último modelo que tenía su familia, tratando de bajar una gran maleta, en donde seguramente traía chucherías que había comprado en el Caribe.
    Emilie, era una chica de cabello rojo hasta la cintura, de uno setenta de alto, delgada y con unas piernas de modelo, que envidiaban la mayoría de las chicas en el internado, pero que deseaban casi todos los chicos. Vestía con el uniforme del colegio, el cual estaba muy ordenado, comparado con el mío, y llevaba su brillante pelo suelto, por lo que al bajarse, llamó la atención de bastantes chicos, quedando ella satisfecha.
    Cuando nos acercamos a saludarla, ella se acercó corriendo a nosotros, y nos dio un fuerte abrazo, que casi deja sin aire a Álex.
    -Necesito respirar.-dijo con un hilo de voz por la falta de oxígeno.
    -¡Oh!, lo siento mucho, no fue mi intención, por favor perdóname.-se disculpó Emi avergonzada y sonrojada, como siempre cuando está cerca de él.
    -No te preocupes.
    -¿Cómo la pasaste?-pregunté con una sonrisa fingida que ella no notó, pero estoy segura que él si.
    -¡Tan, pero tan genial, que no lo puedo expresar con palabras!, les debo mostrar las maravillosas cosas que compre, y adivinen, les traje un regalo, ahora se los muestro.-se dio media vuelta, en dirección al auto, y continuó.-pero primero ayúdenme a bajar la maleta.
    -Está bien.-respondí, arrepintiéndome al instante en que tratamos de bajarla. Estaba muy pesada y su tamaño complicaba aún más las cosas.
    Cuando por fin pudios sacarla, Emi –como a ella le gusta que la llamen- se despidió de su mamá, una señora muy elegante y delgada, que tenía el mismo cabello que su hija. Había tenido la oportunidad de conocerla, durante el cumpleaños de Emilie, día en que esta me invitó a su hogar para celebrar.
    El automóvil se fue, y Emi abrió uno de los tantos cierres de la maleta, sacando de este dos regalos; una billetera y un libro con una portada de color negro de fondo, y con unas delicadas ramas del mismo color, pero que resaltaban del fondo debido a que estaban hechas de pequeñísimas lentejuelas, al igual que las hojas, que hacían más bello el libro.
    Me quedé embobada por el regalo.
    -Al parecer no te gusta tu regalo.-dijo Emi sarcástica.
    -¿Qué?-pregunté saliendo de la hipnosis en que me tenía el libro.
    -Toma.-respondió pasándomelo con orgullo por la reacción que tuve al ver su regalo.-y este es para ti, espero que te guste.-añadió entregándole la billetera a Álex, y mirando al suelo, para evitar que él viera su sonrojo.
    -Muchas gracias.-dijo él sonriendo.
    -Sí, muchas gracias, pero no tenías porqué haberte molestado.-dije sin dejar de mirar el libro, que al abrirlo, me di cuenta de no había nada escrito, a excepción de estas palabras:
    “Bueno, ya sabes que soy bastante mala escribiendo este tipo de cosas como las dedicatorias, pero espero que aquí anotes todo lo que te pase, obvio, hasta que se te acabe, y te tengas que comprara otro, si quieres. Pero bueno espero que escribas todas las cosas que te pasen, o lo que quieras. Como sé que te gusta escribir, pensé que este era el mejor regalo ¿no? (espero no haberme equivocado).”
    -¿Y, me equivoqué?-preguntó cuando levanté la cabeza.
    -Sabes que no te equivocaste.-dije con una sonrisa de medio lado.
    -Gracias, lo sabía. Y a ti Álex, ¿te gustó?-pero el no respondió, estaba muy ocupado viendo a un grupo de tres chicos y una chica que vestían con el uniforme del colegio, y que estaban de espaldas a nosotros.
    -¿Quiénes son?-inquirí, pero él estaba tan ensimismado que pareció no oírme.
    -¿Qué le pasa?-dijo Emilie preocupada.
    -No lo sé.
    -No se preocupen, no me pasa nada.-dijo repentinamente mirando hacia nosotras.-es mejor irnos.
    -¿Por qué? ¿Quienes son ellos?-pregunté.
    -Nadie importante.
    -Entonces porque los mirabas así.
    -¿A quienes?
    -A ellos.-respondí señalándolos, pero ya no estaban ahí. Miré hacia todos lados, pero habían desaparecido.- ¿dónde están?-dije confundida ya que no los veía por ningún lado.
    -¿Te sientes bien?
    -¡Pero si yo también los acabo de ver, y ahora han desaparecido!-acotó Emilie.
    -Haber chicas, ¿se siente bien?
    -No cambies de tema Álex.-espeté.
    -De verdad, no son “gente” importante.-dijo con sarcasmo en la palabra “gente”. Para luego irse y decirnos con tono serio:-cuídense.
    -¿A dónde vas?-preguntó Emi, pero no respondió, sino que hizo un gesto de despedida con la mano.
    -¿Qué le pasa?, está actuando un poco raro.
    -No lo sé, no lo sé…-respondí algo atónita. Era verdad lo que ella decía. Desde que vió a ese grupo de chicos se empezó a comportar extraño, pero porqué, era la pregunta que quería responder, otra más que se interponía en mi vida, y que agregaba en la lista, que a estas alturas llenaba hojas y hojas en mi mente.
    Luego de que él nos dejara prácticamente solas en medio del patio, fuimos a dejar el equipaje de Emilie hasta la habitación que compartíamos desde hace unos 4 años. Extrañamente nunca nos pusieron en otros dormitorios, o separadas, debo decir que ese es un privilegio que no todos tienen. Un privilegio que la gente como yo, poco sociable, agradece mucho.
    La primera vez que entré a este cuarto, ella estaba ordenando todas sus chucherías – que son muchas, ya que las colecciona durante cada viaje que hace-, su maquillaje, su colección de perfumes, y sus costosas prendas de vestir, traídas de diferentes países a los que ella ha ido.
    Entramos a la habitación, e inmediatamente ella comenzó a sacar y sacar cosas de su maleta: más perfumes, más ropas, más maquillaje, y más de todo lo que tenía antes. Me contaba todo lo que había vivido, me mostró fotos del viaje y que odiaba a la nueva novia de su hermano, con la que había tenido que compartir la habitación que le había tocado en el hotel, y parte de su ropa, ya que el equipaje de esta se había extraviado, y el aeropuerto no lo había encontrado, hasta dos días antes de volverse.
    El tiempo se nos había pasado muy rápido, aunque no dejase de pensar en Álex, las anécdotas de Emi siempre eran muy divertidas, y provocaban que hasta la situación más tensas se convirtiera en una de alegría y paz. Por lo que no notamos que ya se había hecho tarde, y de que lo más probable era que el acto de bienvenida a los alumnos ya había comenzado.
    Salimos corriendo lo más rápido posible en dirección a donde se realizaría el acto, y desde ahí todo pasó muy rápido; estábamos ya afuera del edificio, quería llegar luego, sabía el sermón que me depararía por parte de la directora si llegaba tan sólo unos segundos tardes, por lo que no noté en donde pisé y me resbalé, cayendo en los brazos de algo cálido y que me resultaba conocido, aunque lo único que había sentido yo, era que corría, y que después estaba cobijada por unos fornidos brazos y un cálido cuerpo.
    Por reflejo sus brazos me acobijaron, como ya alguien lo había hecho antes. Me aferré a él para sentirlo más cerca, sin duda lo conocía, ese sentimiento de protección que me provocaba ya lo habías sentido, sus brazos, su calidez, todo me parecía muy familiar, pero no lograba identificarlo, por más que lo pensase. Hasta que de pronto la imagen de mis padres siendo consumidos por las llamas vino a mi cabeza. El recuerdo provocó que me estremeciera y que una idea fugaz pasara por mi cabeza. Abrí los ojos, -que hasta ese momento los tenía cerrados por la paz que sentía- necesitaba comprobar mi conjetura, levanté mi rostro, y ahí estaba. Era imposible, era él, era ese chico que aparecía en mis pesadillas; <<pero eso no puede ser…>> me repetía una y mil veces en mi cabeza mientras lo observaba con asombro.
    -¿Cómo estás?-preguntó mirándome a los ojos con gran preocupación, sacándome de mis pensamientos, pero no de mi confusión.
    -¿Te conozco?-dije poniéndolo nervioso y titubeante. Ante esta reacción mis sospechas aumentaban, por más imposibles que me sonaran.
    -Suéltala.-dijo una voz amenazadora y sombría que estaba detrás de nosotros.
    -O sino qué.-respondió altaneramente antes de murmurarme al oído: “Cuídate, por favor”, para luego darme un beso en una de mis mejillas cerca de la comisura de mis labios, que provocó que un escalofrío recorriera mi espina dorsal, mientras la incertidumbre de esas palabras se apoderaba de mí.
    Él se paró, dio media vuelta, y quedó enfrente de un atemorizante ¿Álex?
    -¿Qué te pasa?-pregunté levantándome y sacudiendo mi falda.
    -¿Qué te hizo?-dijo no dando importancia a mi pregunta.
    -No me hizo nada.-respondí aturdida.
    -No me mientas.-inquirió.
    -Es cierto lo que dice él.- apuntó al azabache haciendo una pausa- no le hizo nada.-habló por fin Emilie.
    -No te entrometas.-respondió Álex cortante calando hondo en el corazón de Emi, que no se esperaba esas palabras por parte de él; y sumado al gran “amor” que le tenía, provocó que esta se pusiera a llorar y huyera del lugar.
    -¡Emilie!-grité, pero ella siguió corriendo, desapareciendo en la esquina del edificio. Quería ir detrás de ella, no sabía como se sentía, pero quería apoyarla, como ella lo ha hecho tantas veces conmigo, pero mi mente y corazón me decían que me quedara ahí.
    -¿Qué le hiciste?-preguntó enfurecido al ojinegro.-creía que ya te lo habían dicho, el consejo te lo ha prohibido, y tú te atreves a romper las reglas que tú aceptaste e impusiste.
    << ¿De qué habla? ¿Cuáles son esas reglas?, ¿qué está pasando?>>
    -¡Tú padre estaba ahí, él y tú saben perfectamente que me obligaron, y que yo no tengo la culpa, sino que mi padre, él los mató!-contestó furioso.
    -¡Cállate, no ves que ella está aquí!-gritó colérico
    -¿De qué están hablando?-dije aturdida por las palabras de ambos, ¿estarán hablando de mis padres?
    -Es mejor que te vallas.- me respondió el azabache dulcemente, y con una media sonrisa, pero sincera.
    -Ándate, esto no te incumbe-me regañó Álex.
    Hice caso omiso de las palabras de ambos, y pregunté con un hilo de voz y al borde las lágrimas:- ¿Acaso están hablando de mis padres?-los dos se pusieron nerviosos y dubitativos, estuvieron así por un tiempo que a mí me parecían horas eternas. Aguantaba mis lágrimas, trataba que no se desbordaran, y aunque me costaba, lo estaba logrando.
    Ya no importaba que la inspectora Brooks me diera el típico sermón que les dice a los alumnos que llegan retrasados a alguna actividad, lo que me importaba en este momento era saber la verdad, la cual yo creía que estaba muy cerca, pero estaba equivocada…
    -Te la diré.-dijo el azabache con tono melancólico.
    -No te atreverías.-le espetó amenazante Álex moviendo la cabeza en forma de negación, mientras lo miraba penetrante. El ojinegro me miró a los ojos. Estaba decidido a contarme la verdad, la cual tanto ansiaba escuchar.
    De pronto un muchacho apareció de la nada detrás de mí, estirando mi brazo izquierdo y posando su nariz en él, mientras subía a la altura de mi cuello, quedándose un tiempo en este, poniéndome “los pelos de punta”.
    -Esta es la chica, ¿ven?, yo tenía razón.-dijo.
    -Suéltala, Andrew.- ordenó el ojinegro.
    -Está bien, Ben.- respondió obedeciendo la orden, y llamándolo Ben.<<Significa que ese es su nombre>>, pensé.
    Fui corriendo donde Álex, primero le tomé la mano y luego del brazo, dedicándome una sonrisa.
    -Ahora váyanse.-dijo Álex.- esta la dejaré pasar, pero que ni se te ocurra volver a acercarte a ella, ¿entendiste?- Ben se fue sin decir palabra alguna, al igual que Andrew en dirección a los salones de clases.
    -Dime la verdad, ¿qué te hizo?-me preguntó sereno.
    -Nada.
    -¿Estás segura?
    -Sí. ¿Te puedo pedir un favor?-dije mientras comenzábamos a caminar hasta las aulas.
    -Sé que quieres pedirme.
    -Entonces dime, estaban hablando de mis padres, ¿no?
    -No.
    -Mientes.
    -No.
    -Sabía que mentirías.
    -Entonces, ¿para qué me preguntas?
    -Porque…porque había una mínima posibilidad que me contarás la verdad.-ninguno de los dos siguió hablando, cada uno se quedó ensimismado en sus pensamientos, hasta que llegamos a los salones de clases. Por suerte había terminado el acto, y faltaban 5 minutos para el comienzo de estas. Me despedí con un simple: “Adios” , sin el típico abrazo de cuando nos separábamos.
    La primera asignatura era castellano con el simpático profesor Balthasar, que acostumbraba hacernos reír hasta más no poder, por lo que su clase era una de las más bastante amenas.
    Entré al salón, la clase me tocaba junto a Emi, pero ella no estaba ahí. Tampoco llegó en el transcurso de esta, pero no me preocupé tanto, sabía que cuando ella estaba triste le gustaba estar sola, no le gustaba que la viesen llorar.
    El resto del día pasó normal, como cualquier otro, el humor de Álex a medida que avanzaba el día mejoraba, por lo que decidí no preguntarle sobre lo que había sucedido en la mañana. Pero necesitaba salir de mis dudas, por lo que estaba decidida en buscar a Ben, él era mi única opción en esos momentos, y parecía decidido a contármelo todo…
     

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