Muñeca Sucia

Muñeca Sucia

¡Hola a todos! :3

Aquí vengo yo con mi super one-shot que, al fin, me hizo ganar el primer lugar del concurso "Corazón Roto" ToT! (Gracias a Saya y a Blackie, que fueron condecendientes conmigo y me regalaron el lugar xD)

De verdad que me siento bien por eso, no puedo decir que no me sorprendí cuando vi el resultado... sin embargo, me gustó mucho cómo quedó esta historia, así que estoy muy orgullosa de mí y de ella :rika_love:

Sin más ni más, aquí les dejo mi "Muñeca Sucia"

Dedicado a Selene Fowl, my Juliet, quién siempre me ha dado su apoyo para escribir. Esta idea, prácticamente, ella me la regaló. Gracias por todo, cielo :3

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Muñeca sucia​

No puede evitar sentirse mal, insignificante, pequeña, vana, como un fantasma.

Está tirada en el sofá de la sala… con alma cansina, con sabor a decepción en los labios, apenas por sí misma. Sus ropas tienen un leve aroma a tabaco y alcohol, provocando una mezcla sofocante y asquerosa.

La tela de color negra en el asiento hace que resalte un poco su sobrio y liso pelo castaño rojizo que cae pesado, como si ya poco le importase estar o no encima de su cabeza; su piel se vuelve helada y blanca como la seda, y de sus ojos sólo hay un par de lágrimas que corren despacio.

Está dormida o quizás delirando, ya no sabe y le importa poco averiguar. Fernando se fue y no le dejó nada más que unos pocos recuerdos, botellas quebradas y ese dolor incómodo entre las piernas… pero más que nada, una herida en el corazón.

Sostiene con fuerza un almohadón enorme, como si sus dedos de porcelana china, resquebrajándose en la tela amarillenta de tanta mugre, se dijesen a sí mismos que sí, que tiene la suficiente fuerza para desgarrarla, que lo intentase.

Afuera, las gotas de lluvia se derraman lentas, parsimoniosas y suaves por el alero, en una melodía armónica y triste, como si la naturaleza le entendiese y ella fuese el cielo llorando lluvia, como si su agonía se deslizara entre las callejuelas podridas de la ciudad.

Todo es gris a su alrededor, todo, todo es gris más claro o más oscuro menos sus ojos. Ella tiene los ojos verde oscuros, pero ya están vacíos, perdidos entre el color cobrizo del contenido de la botella de ron Matusalén, que fue la última que compraron y bebieron a medias. Ahora tiene los ojos entreabiertos, aún ahogada entre sus pensamientos.

Ella es y ya no es. O al menos eso se murmura una y otra vez en el estado duermevela, como si tuviese algún significado relevante. Si mal no recuerda, Fernando, una vez que hablaron de la esencia del hombre, se lo había dicho “somos y no somos”, pero ella ¿qué mierda puede ser ahora? Sin él, nada tenía sentido.

Sí, tal vez en días como estos necesita quejarse en voz baja. Murmura, gime y solloza sutilmente con palabras desarticuladas, balanceándose de un lado a otro. A veces se soba el vientre y luego lo rasguña. Tiene ternura y asco al poner su mano ahí, amándose y odiándose al mismo tiempo. Y llora…

Un par de relojes suenan, uno detrás de otro. Ya son las 2:05 AM., la hora de la purificación. Todos los días pone la alarma a esa hora, aunque en el fondo, es sólo para que pueda salir de sus propios pensamientos, porque sabe perfectamente qué pasó y qué debe hacer en ese minuto.

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Él apareció de repente y sonreía. Le dijo que se tomaran el ron que compraron la semana pasada, total, hacía un rato que necesitaban despejarse y divertirse juntos. Los dos se miran con cariño. Fernando y ella se toman de la mano mientras conversan y se sirven cada vez más licor y hielo. Si mal no recordaba, una vez alguien le dijo “In Orbis veritas” que significaba algo así como “En el vino está la verdad” o “El vino suelta la lengua”, pero el que lo dijo no conocía el ron. La soltó más de lo que debía.

—Me voy.

Ella le suplicó que no se fuera, que lo seguía amando, a pesar de que lo vio... ¡No fue su culpa! ¡Su amigo se le había declarado y él la besó! Pero ¿Qué pasó aquí? ¿Por qué estaba suplicando si sabía que decía la verdad? ¿Por qué no podía quererse más a sí misma? ¿Y por qué le entregaba todo ese amor a él?

Lo tomó por el brazo y lo tironeó hasta el sofá. Sabía que él no se podía ir en esa condición, estaban demasiado ebrios. Hubiese sido una estupidez salir, ¡podrían asaltarlo!

—Perdóname, Fernando…

Él la miró con cara de disgusto y repugnancia.

—Eres una perra…

“Sí, tal vez lo sea y no lo sea…”

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Todos los días, a las dos con cinco minutos de la mañana, se baña por toda la eternidad, o hasta que el agua se enfría. Ya no aguanta más. Se siente sucia, impura, toqueteada por todos. En una de esas, tal vez ya ni se sienta, no lo sabe.

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Ella le suplica que la disculpe, ¿Qué puede hacer para demostrar que ella dice la verdad? ¿No se supone que “una acción vale más que mil palabras”? ¿Entonces cómo iba a refutar lo que vio?

La poca luz lo escondía con insana perfección. Esas manos largas y pálidas agarraron sus brazos finos, dejando moretones, despedazando, mordiendo, haciendo suyo algo que no le pertenecía. Los moretones algún día se irían, pero a la vez no… El dolor es lo único que queda.

Pensó que, si bien, esto ya le había pasado antes, ahora era peor. No pudo gritar pidiendo ayuda, la voz no le salía; y los sollozos eran silenciosos.

El hombre se convirtió ante sus ojos en monstruo o el monstruo en hombre, no estaba segura. Sus manos no respetaron ninguna moral, ninguna privacidad. Mucho menos a ella, que le pertenecía. Ahora se dio cuenta de que nunca sintió el mínimo cariño por la mujer que tenía enfrente, sino una atracción irrefutable, como la de los imanes, como la que podría sentir perfectamente por otra.

No pudo gritar pidiendo ayuda, la voz no surgía; y los sollozos eran tácitos. No pudo gritar, nadie iría de todas formas… O tal vez la voz sí brotaba de su garganta, pero entre los rugidos de rabia de Fernando, no se podía escuchar a sí misma.

Desprotegida, desnuda, quebradiza ante Fernando, el hombre-monstruo. Era suya, aunque no lo quisiera. Sentía como eran uno, pero no había amor de por medio. Sentía como la forzaba, tomándola con una mano de las muñecas y con la otra del pelo. Su mente llegaba a separarse del cuerpo de tanto que sufría. Sentía el sexo de él rompiendo el suyo, su aliento en el oído, su furia al entrar y salir. Y ella llora…

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Dos relojes vuelven a sonar y obliga a los ojos verdes abrirse lánguidamente. La poca luz los nubla, y no puede ver nada entre vidrios y otros objetos rotos. Ella ahora bailará un vals eterno con el recuerdo y el polvo.

Suspira.

Se levanta con lentitud, se marea un poco pero logra quedarse de pie sin tambalearse. Se sostiene con fuerza contra la pared y ve que tiene un par de uñas quebradas. “Bah, qué importa…” Abre un poco una ventana y mira como la lluvia cae. El repiqueteo quiere decirle algo, pero no entiende. ¡Ya no puede entender nada! Tampoco puede hablar, ni responder ni mirar a alguien a la cara sin acordarse de él, lo único que hace es murmurar con miedo mientras solloza y sus ojitos se pierden en la profundidad del silencio.

“Soy una perra y estoy sucia” es lo primero que piensa mientras ve el reloj. Son las 2:05, otra vez.

Vuelve a suspirar pesadamente mientras se dirige al baño.

Las paredes con azulejos llenos de sarro —como su alma— la reciben una vez más y miran cómo vuelve a preparar su baño con agua hirviendo y olor a rosas.

El vapor fragante se adueña de su mente y su nariz, mientras que ella se dice que es y ya no es… y luego piensa que es vapor, que puede volar por el aire, tan puro, tan libre. Cuando lo ve empañar el espejo, le tiene envidia. ¡Cómo quisiera ser así! Y mira el espejo roto enturbiarse y opacarse mientras llora en silencio.

Se quita la ropa lentamente y se sumerge en lava cristalina. Su respiración va al compás de una canción estelar, frágil, que cada uno lleva dentro de sí. No tiene sentido, pero ella ya lo perdió. Su piel se enrojece y casi pareciera la escena de cuando despluman a los pollos en agua caliente, pero no es eso, es vergüenza por sí misma en estado puro.

Toma el shampoo y tímidamente lo deposita en su mano y la baja hasta sus partes íntimas. Hace lo mismo con el jabón, una piedra pómez y un cepillo de cerdas duras. El agua está llena de espuma y ella recoge un poco mientras se la acerca a los labios y la bebe para purgarse. El glamour de las burbujas le recorre el estómago y la llenan. Y luego piensa que sólo fue un sueño, pero no es así.

Todos los días, a las dos con cinco minutos de la mañana, se baña por toda la eternidad, hasta que el agua se enfría o se tiñe de carmín.

Se limpia con ternura, con odio, con pasión, pensando que es Fernando quién hace ese trabajo por ella… Se ama y se odia en un vals interminable y etéreo que se desliza entre las miles de historias de la ciudad, donde sabe que alguna vez ella fue feliz.

 

Re: Muñeca Sucia

No, no era una prostituta ToT

En el fondo, Fernando la había visto besarse con un amigo y eso lo enfureció... para colmo, después la viola :o

La verdad es que no veo errores de puntuación o_o lo revisé miles y miles de veces y nada, es más, consulté con dos betas y los dos no encontraron nada de malo. Pedí opiniones a diestra y siniestra (es la primera vez que hago algo así, pero como ya dije, esta historia me gustó mucho como quedó)... Quizás sólo estés un poquito paranoica, Pamita x3

Ahora que lo dices, pues... uhmm, como que leo raro el parrafo de los ojos. Antes no me había dado cuenta ni tampoco los betas. Sin embargo, ya está publicado, así que no me dan muchas ganas de cambiarlo, lo siento xD tendré en consideración, eso sí, lo que dijiste para evitar repetirlo :si3: