[Morgan O'Connor] Italia

Tema en 'Ciudad' iniciado por Insane, 16 Mayo 2019.

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    Insane

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    Gigi Blanche

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    Tres años después, en una habitación de hotel...


    Mañana por la mañana sale mi vuelo de regreso a Londres y no logro pegar un ojo. Quizá sea el silencio excesivo de la noche, o los ronquidos bestiales de mamá, o sencillamente mi incapacidad para dejar de pensar. Estos han sido días llenos de emociones, luego de tanto tiempo de presunta calma. Aunque, si lo analizo en retrospectiva, creo que los engranajes habían comenzado a moverse desde mucho tiempo antes.

    Era una noche de otoño, seis meses atrás, cuando estaba investigando sobre las propiedades de la clorofila para ayudar a Ronnie con un proyecto de Ciencias. Creo ya ser inmune al efecto de la publicidad desmedida y los pop-up de internet, pero ese pequeño cartel azul captó de inmediato mi atención. Recuerdo cómo mis manos empezaron a temblar y sentí un frío espantoso recorrerme la espalda. Mamá escuchó mis esfuerzos por respirar y subió las escaleras como un rayo para ayudarme. Fue uno de los muchos ataques de pánico que he sufrido a lo largo de estos tres años.

    Una vez logré calmarme, volví a mirar la pantalla mientras mamá me corría el cabello pegajoso del rostro. Recuerdo con increíble claridad las palabras de aquel anuncio: “¿Hay alguien a quien odies? Nosotros podemos hacerlo desaparecer”. No tenía mucho sentido la seguridad con la cual tomé esa publicidad, pero de algún modo lo supe. Supe que un nuevo juego daría inicio. Sentí una angustia inmensa instalándose en la boca de mi estómago, pero también una chispa de esperanza. No tenía forma de saber si daría resultado, pero lo intenté. Hice click en el anuncio, y redacté una simple oración:

    “Mi nombre es Morgan y nomino a Aisha Nakamura”.

    Funcionó, ¿sabes? Mis intenciones no eran arrastrarla a ese infierno otra vez, sino lograr comunicarme con ella. Porque, bueno, es una historia larga y un poco triste, pero Aisha y yo no volvimos a hablar desde que nos separamos en el hospital. Intenté buscarla durante meses, pero con mis recursos tan escasos y los suyos tan amplios, fue inútil. Se la había tragado la tierra.

    Cuatro meses después de enviar esa nominación, una caja llegó a casa junto al correo matutino. Era pequeña y blanca, sin ninguna tarjeta. Al sostenerla entre mis manos, una sensación similar a la que tuve tras ver el anuncio se instaló en mi pecho. Levanté la tapa, prácticamente conteniendo la respiración, y los ojos se me inundaron de lágrimas. Allí adentro sólo había una hoja de papel, doblada con poco cuidado y escrita a mano. Primero, dos direcciones junto al nombre de dos ciudades; y luego, un breve mensaje:

    “Haz lo que yo no puedo”.

    Las piernas se me vencieron y me dejé caer en el sofá del living, mientras sujetaba con —quizá— demasiada fuerza el trozo de papel. La primera dirección era italiana; la segunda, japonesa. Lo comprendí de inmediato y me largué a llorar, con una profunda sensación de alivio mezclada con melancolía.

    Intenté partir lo antes posible, pero tuve que pasar algunos chequeos médicos para que mi doctora me permitiera realizar un viaje tan importante. Quise venir sola, pero tuve que negociar y mamá decidió acompañarme. Sin ella no habría podido hacer esto.

    Ah, quizá te preguntes qué ocurrió con eso. Luego de salir de la isla, desperté en un hospital. Realmente me habría encantado partirle la cara al creador del juego, tal y como tú también querías, pero mi cuerpo estaba demasiado débil y él se retiró demasiado rápido. Luego de ese trago amargo, Ronnie entró corriendo a la habitación y se subió a la cama de un brinco. Omitiré cuánto me dolió que la condenada niña me saltara encima; además, no tuvo la menor relevancia. Jamás había sido tan feliz en mi vida. Luego de ella ingresaron mis padres, y mamá corrió también a abrazarme. Quizás habría sido mejor idea aguardar un tiempo o ser más sutil, pero nunca fui buena tragándome las verdades que me molestan. Cuando mis ojos conectaron con los de papá, sólo pude decir una cosa:

    “Por favor, divorciense”.

    Noté el cuerpo de mamá tensándose alrededor del mío, pero de inmediato me miró y besó mi frente, asintiendo en silencio. Ese fue el primer paso en la dirección que marcamos desde entonces. Ahora hay paz en casa, y Ronnie puede dormir todas las noches. Eso también es gracias a ti.

    Mi relación con mamá mejoró notablemente. Ella aprendió a sanar al alejarse de papá, y yo aprendí a perdonarlos. Aún no consigo perdonarme a mí misma, pero ese es un trabajo que, intuyo, dura toda la vida.

    Ah, mierda. Bueno, se me cayó un poco de café sobre la hoja. Me disculpo de antemano si alguna palabra queda algo difusa. También me disculpo por estar divagando tanto. Comencé a escribir con una idea bien clara en la cabeza, pero poco a poco fui sintiendo que había mil cosas para contarte y acabé haciendo una ensalada de anécdotas. Ya son tres años, ¿eh? Quién lo diría.

    Sin más preámbulos, iré al grano: hoy conocí a Amanda. No pude contener la sonrisa al verle la cara, y ella me ladró como un perro guardián preguntándome qué era tan gracioso. Ojalá pudiera describir mejor cuánto cambió su expresión al decirle que Andrea Dalcorvo me había enviado a hablar con la vecchia stregga, pero supongo podrás imaginarlo. Al principio no quería creerme, como era lógico, pero hoy a la mañana me aseguré de tomar todos mis medicamentos y respiré muchísimo aire antes de narrar, con la mayor claridad que conseguí, todo lo que pasó. Le pedí a mamá que esperara fuera del departamento porque, sabía, sería un relato demasiado cruel para llegar a los oídos de cualquier madre. No sabía si Amanda tenía hijos, así que me sentí un poco culpable por confiarle algunos detalles; luego me contó que no, aunque algo en sus ojos me dijo también que tú fuiste ese hijo que ella siempre había querido.

    No voy a mentir, fue un momento bastante duro. Sobre todo cuando llegué a la última parte, y ella supo lo que hiciste por nosotras. Creí que rompería a llorar al ver su expresión, pero junté toda la fuerza del mundo para tragarme las lágrimas y llevar el relato hasta su punto final. Luego de eso, simplemente me agradeció y me pidió que me retirara. Cuando abracé a mamá y me largué a llorar comprendí que no me concierne contarte esa parte de la historia. Puede que ahora mismo esté ahogándolo en su almohada, o puede que finalmente haya podido conciliar el sueño en paz. Sea de la forma que sea, es una historia que sólo Amanda podrá contarte algún día.

    Anda, ya está amaneciendo. Mi vuelo sale en dos horas y aquí estoy, con la mano acalambrada. Ni quiero pensar en toda la gente que ha escrito libros enteros a puño y letra. Mamá sigue roncando, aunque sólo faltan quince minutos para que suene el despertador. A ella le queda poco tiempo de sueño, y a mí poco tiempo para hablar contigo. De cualquier forma, creo que ya no tengo más para decir. Hoy, finalmente, siento que pude cerrar esta etapa. No es como si fuera a olvidarla, pero creo que ya lloré lo suficiente como para avanzar al próximo capítulo.

    Irónicamente, es gracias a Aisha.

    No sé cuándo pueda entregarte esta carta, espero hacerlo lo antes posible. También espero que mamá no me ponga cara de perros al decirle que, luego de viajar a Italia, ahora tendrá que acompañarme a Japón. No estoy segura de por qué Aisha decidió enterrarte en Tokyo, pero sí sé que ese fue uno de sus dos deseos; y como ocurre con la historia de Amanda, tampoco me concierne contarte esta.

    Son incalculables las veces que te he agradecido, y pienso tanto en ti que hasta me asusta haberme enamorado de un viejo gruñón como tú. Luego me río y sigo comiendo mis cereales, mientras Ronnie baila por la sala y canta la intro de su programa favorito. Entonces llega mamá, le da un beso en la cabeza, y se sienta a mi izquierda para beber su café y preguntarme si luego del trabajo quiero acompañarla a hacer las compras.

    A veces me da miedo salir de casa, y estoy haciendo la carrera tan lento que probablemente me gradúe dentro de unos ocho años. Mi mejor amiga fuera de casa es mi terapeuta, y desearía poder dejar abandonado en el botiquín del baño el pequeño frasco de pastillas. Pero ya acepté que esto será lento. Lo importante, en realidad, es la simpleza tan hermosa de poder contarte qué hice hoy y qué planeo hacer mañana. Porque estoy acá sentada, con la mano acalambrada, mojando esta hoja no solo con café. Porque gracias a ti, a Katrina, a Rachel, a Alexander, a Frederick, a Frank, a Shizuku y a Elizabeth, gracias a todos ustedes, estoy viva. Y no es un regalo que pretenda poder devolverles, pero sí espero usarlo de la mejor forma posible.

    Usarlo y usarlo, hasta dejarlo gastado y convertido en un montón de recuerdos, experiencias, felicidad y tristeza.

    Usarlo y usarlo, recordándolos cada día, hasta unirme a ustedes en el lugar donde estén ahora.

    Usarlo, y usarlo, y usarlo. Como tú quisiste que hiciera.


    Gracias.

    Morgan O'Connor
     
    Última edición: 16 Mayo 2019
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Maldita hija de tu...mamá, no podés hacerme esto. No podés. Encima lo publicás a la noche, para que pegue más duro todavía. No, no, no, no. La constitución nacional, un navajazo en la panza hubiera dolido menos que todo esto. Como me vas a hacer llorar así, maldita sea. El relato y la música ya de por sí eran preciosos, demasiado hermosos, pero cuando me di cuenta que encima era una carta dedicada a Andrea, yo... Mirá, me hiciste llorar antes de ir a cenar en casa, me tuve que lavar la cara y todo. Y ahora que lo releí, me estás haciendo llorar en el trabajo. Te odio.

    Estoy...sin palabras, sinceramente. Lo único que puedo hacer, es agradecerte. Agradecerte de verdad. Por todo el transcurso que tuvimos en el rol, desde que nos encontramos por primera vez en el bosque, sin saber si el otro iba a saltar hacia nuestras espaldas, esperando a que estuviéramos desprevenidos. Y luego todo espiraló en esto. En esta carta. Que cada vez que la leo hace que los ojos se me cristalicen y comience a moquear. Gracias, gracias, gracias.

    Fue un honor y un placer haber roleado contigo. No se me ocurren otras formas de decirlo. Ojalá podamos interactuar más, y obtener más historias iguales o mejores que esta. Ver el desarrollo de todos nosotros ha sido sinceramente una delicia. Y ahora, nos queda nuestro otro proyectito, que ambos epílogos sirvieron como puntapié.

    Por último, quiero decir que a pesar de que esto me hizo llorar, me dejó en paz. Fue un cierre hermoso a toda esta trama, a todo este capítulo. Fue un broche de oro ante todas nuestras tertulias y proezas en aquella isla. Estoy llorando, sí. Pero con una sonrisa en el rostro. Tal cual imagino que está Andrea, donde sea que esté, recibiendo todo esto. Bueno, no voy a volver a leer esto nunca más, porque sí no...Ya, una vez más no va a hacer daño. Volver a leer, volver a llorar, ¿qué más da? Más vale ocupar las lágrimas para cosas que sí valen la pena.
     
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