Monstruo [To: The old me]

Bien, después de una eternidad sin pasarme por aquí... he vuelto, supongo n.nUu... he leído cosas viejas mías que me han provocado dolor de cornea, más sin embargo, no sé si realmente he cambiado demasiado en lo que respecta a mis modos de escribir. Este texto forma parte de la actividad To: The old me organizada por @Knight y consta de una carta dirigida a mí misma en un tiempo pasado. Espero que guste y un saludo.

Monstruo​

Para ti, pequeña criatura del averno.

Quizá no sea la mejor manera de hablarte en un primer momento, pero ciertamente, siempre fuiste alguien sorda que no escucha si no se le habla del modo correcto. Estoy escribiendo, lo sé, no nos detengamos en obviedades porque no por ello eres menos sorda. Aún conservo mi postura de que eres perfectamente capaz de entenderme si me comunico contigo como si te tratases de un adulto; sabes leer de muy niña, estoy segura de que esto no te supondrá problema alguno.

Yo soy tú, para ser más precisos, la tú de un par de años más. ¿Cuántos? No estoy segura, ¿cuántos tienes tú acaso? ¿seis, nueve? Siempre has sido una niña bastante grandulona, es un poco complicado definir tu edad a simple vista. El punto es que eres pequeña. Una pequeña que necesita más de una lección.

Viviste una vida rodeada de monstruos. Tu madre te dejaba sola, pocas veces veías a tu padre, tu hermano siempre iba de víctima inculpándote de todas las cosas malas que ocurrían en la casa y esos niños de la escuela se reían de ti, te lastimaban y se burlaban, esos que solo sabían hacer doler en lo más profundo de tu ser. Siempre te viste a ti misma como un ser de luz, la heroína de tu propia historia. Estabas convencida de ser superior a esos niños y de que pronto llegaría el amor de tu vida. Sí, con 6 años estabas segura de que pasaste la mayor tragedia del mundo al separarte de tu noviecito del jardín, y con nueve pensabas que el chico más popular del colegio se echaría a tus pies cuando te le declarases.

¿Ilusa? Pues sí, y hasta el día de hoy seguirás siéndolo, pero aprenderás a manejar de mejor forma las emociones.

Me estoy extendiendo en recuerdos pero siento que es necesario. ¿A qué quiero llegar con esto? A que es sencillo hablar de los demás y llenarte la cabeza de pensamientos negros sin mirar primero tu propia actitud frente al mundo, el origen de la podredumbre que va enmoheciendo tu corazón.

Tenías los vestidos más bonitos y nunca tuviste trabas a la hora de presumirlos. Así como hacías con tus lapiceras de brillos y cada vez que obtenías el papel protagónico en una obra del colegio. Tenías una madre y un padre que asistían religiosamente a verte y filmarte en cada mínima función escolar, y eras la consentida de los profesores. Educada, siempre perfecta, pero siempre negra, podrida, orgullosa y envidiosa. Has sido una niña mala y ciega toda tu vida, y nunca lo quisiste admitir; después de todo, el lobo siempre será el malo si solo se le pregunta a Caperucita, ¿no crees?

Debo decir que estoy orgullosa de nosotras porque a esta altura del partido, soy capaz de entender que eras una pequeña aberración andante, y eso significa que algún día tú también comprenderás.

Entre las criaturas despreciables, destacabas como las mejores. Eras cobarde, mentirosa, agresiva. Terca como una mula, e hiriente como un estilete; mamá todavía me recuerda las veces que la has hecho llorar por el simple hecho de pretender dañarla y es bastante incómodo tener que soportar esto por culpa de tus picardías. Las veces que pedías algo te lo daban. Cuando no lo hacían, era porque no se podía y así y todo, te quejabas. Tuviste tu primer teléfono a los seis años y te enfadaste porque tu padre te lo pedía prestado para poder hablar con la desde el campo ¡era el único teléfono de la casa, era tuyo, y lo mezquinabas de todos modos!

Lo sé, sé que me estoy yendo por las ramas. Pero es que podría escribir un libro remarcando cada uno de los errores que has cometido. Eras una niña mala, y esa es la realidad, una niña mañosa criada en un mundo ficticio en donde ella nunca hacía nada mal. Tenías dieces en la escuela pero ceros en la vida y eso no era una cuestión condicionada únicamente por el resto, eso tenía que ver contigo, contigo que te enamorabas de cada niño que te cruzabas, que te creías alguna especie de princesa o ente superior, contigo que te atribuías una posición que no tenías. Todavía me sorprende que esa actitud haya caído en picada en tu adolescencia convirtiéndote en un manojo de inseguridades y momentos depresivos. Pero ciertamente, siento que fue tu karma luego de lo mucho que disfrutaste de un poderío inexistente en tu niñez, ese lleno de drama innecesario, y batallas inventadas que solo servían para hacerle doler la cabeza a los demás.

Siento que soné demasiado cruda, pero la realidad es que te entiendo tan bien que me es imposible no ser directa contigo. Entiendo que sabes de lo que te estoy hablando, que conoces las mentiras que dijiste y las cosas incorrectas que has hecho. También entiendo que hay momentos en que la gente te hace doler. Que duele que te digan fea cuando tratas de convencerte de que no es así, y que duele pensar que tu mejor amiga prefiere a otra chica porque es más agradable que tú. Entiendo que duele estar sola, que duela que tu madre diga que se irá y que te dejará… que duela no entender que llevó a tu hermano al hospital.

Entiendo que muchas veces sentiste dolor y estuviste sola. Pero para mejorar, primero debes empezar por ti, y tu vida entonces seguirá el curso que tú le des a día a día, cuando aceptes que el mundo no gira en torno a ti. Deja de buscar a ese chico lindo que no te hace caso, deja de presumir tus vestidos y halaga los de las otras niñas. Tómense fotos juntas, no solo tú. Tampoco hagas comentarios innecesarios, puesto que nunca sabes a quien puedes herir con ellos.

El tiempo te hará ver que muchos de tus martirios pudiste habértelos evitado tú misma sin montar un drama, simplemente valorándote tanto como presumías hacer, obviamente, mintiendo. Con el tiempo entenderás que las cosas son mucho más sencillas de lo que creías en un principio y que las verdaderas batallas vienen cuando te respetas a ti misma desde un primer momento.

No copies, no aplastes y no llores. Levántate, corre y vuela tan alto como tú misma te lo puedas permitir, tú sin involucrar a nadie más, ni dependiendo, ni dañando. No hay un límite para la amplitud de tus alas, y eso es algo que sé simplemente porque cada día intento abrirlas más y volar más alto. Ya no soy el mismo monstruo que alguna vez fui. Conocí, entendí y luego de mucho tiempo, crecí.

Nunca dejes de soñar, porque es lo único que siempre voy a amar de ti. Un saludo, tu yo del futuro.
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Espero les haya gustado, admito que es un tanto personal pero fue una actividad que me ayudó a aflojar un poco los dedos. Me retiro y que tengan buenas noches.