Long-fic Monólogos entre luces y sombras [Masuyo Kobayashi|S.S][Colección]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 28 Enero 2021.

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    Kaisa Morinachi

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    Escritora
    Título:
    Monólogos entre luces y sombras [Masuyo Kobayashi|S.S][Colección]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Poesía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1074
    Amelie Simple y llanamente monólogos/pensamientos/discursos de mi niña uwu

    El bambú inamovible
    "Solo resonámos cuando el viento nos golpea,
    pero nunca somos nosotros el viento"
    "Lo he pensado, lo he pensado y lo he comparado; mientras más pasan los días, más verdades voy descubriendo. Más luz hay en mi camino, antes el bosque oscuro y constante que poseía a mi alma, ahora cada vez se va quedando atrás: Yo sigo en el bosque, pero la noche sinuosa, tan inquietante como calma, tan benévola como embustera se ha quedado atrás; porque yo seguí caminando en aquel bosque oscuro, caminando, a veces trotando y cuando corría me tropezaba, pero nunca dejé de avanzar por demasiado tiempo.

    Ahora que casa vez la luz abarca más rincones, las formas difusas toman forma, los sonidos atemorizante mandan mensajes cifrados, los atacantes nocturnos se vuelven presas diurnas: No soy el más erudito, pero quiero suponer que entiendo y comprendo el mundo con el que vivo, comparto y aprecio. Que sé el valor de la vida y el precio de la muerte; que entiendo el coraje del perdón y la pena del castigo. Que cuánto más alto vamos, más gente hay por detrás listos para pisotearnos en cuanto caigamos.

    Porque eso significa estar en la cima de la cadena alimenticia; ser la víctima y mayor logros de los humanos.

    Siempre fui codiciosa, por eso anhelaba ser un místico dragón. Nunca me quedaba quieta por demasiado tiempo, por eso congeneaba con el cabello perseverante. Siempre fui muy delicada, pero al mismo tiempo tan trabajadora como metódica, por ello no temo ni envidio a las arañas, aunque algunas veces la idea de que algunas cargan con venenos mentales me manda un escalofrío desde la columna baja hasta la alta; un escalofrío de muerte, helado, negativo. No placentero, como otro tipo de sacudidas, de las cuales no indagare acá, porque acá buscamos otra verdad.

    Y bueno, ya con todo de día y yo sintiéndome human, simple y llanamente el resto de personas me llegaban con fuerza tales animales; pacíficos, iracundos; precavidos, aventados: No importaba, muchos tenían cara, manos, pies o mínimo algún torso de animal. Estaban listos para atacarme, pero... ¿Por qué?

    ¿Por qué la gente me ataca, incluso sí mis acciones, aunque toscas, no son mal intencionadas?

    Era una pregunta que, a pesar de no haberla formulado como tal, estaba presente de forma etérea en cada acción, idea, reacción y sentimiento: Por qué.

    Eso... lo había heredado de papá, ¿verdad? Porque mamá nunca cuestionaba a nada, solo respondía y comentaba, pero muy pocas veces cuestionaba. Entonces, sí esa disyuntiva no venía de mamá, tenía que venir de mi padre; Hideki.

    Antes de saber quién es el verdadero ganador, hay que buscar el por qué de sus acciones, y solo así podremos encontrar los verdaderos anhelos y emociones. Y solo eso era la verdad, y al final del día la verdad no te daba ningún poder extra, ningún valor agregado, ni un puesto más alto: La verdad tan solo te hacía comprender que, en realidad, nadie estaba en lo cierto. Ninguno era acertado, y sí había una disputa, es por que los dos estaban errados en cosas distintas, opuestas.

    Yin y yang.

    Equilibrio igual a vida.


    Desequilibrio igual a muerte.


    Sí había alguien muy corrompido e ingenuo, alguien puro y perspicaz lo salvaría de su propia condena. Y al mismo tiempo, la presa se vería protegida por la naturaleza corrupta del ignorante.

    Cómo Kenzaburo y yo, tal vez como Rango y Natsu, puede que incluso Takeda y Takano...

    Y ahí llegamos al meollo del asunto: ¿Por qué todos esos animales diurnos me atacan, sí no deseo hacerles mal?

    Y recordé una planta que no es árbol como tal, que no es semejante a la flor, pero al mismo tiempo los juncos y ellos comparten características esenciales; El bambú.

    Lo recuerdo, a mamá hablándome de un tipo de oso de colores blanquecinos y negros, tal como el símbolo Tao, y esas criaturas magistrales comían bambú...

    ¿Yo era bambú? En ese sentido, mi mamá sí que podría ser un panda; "El Oso Gato"... Más que curioso, en realidad.

    Ahora entendía el papel que tomé entre los Minamoto, ese papel del cual no era consciente y supongo que el resto no. Esa labor que agarré por naturaleza, porque me asemejaba a los bambú; el papel del blanco, de la víctima, del objetivo, del contenedor.

    Entre puros guerreros samurais, unos más poetas, otros más charlatanes y algunos shinobis de fallada genuina, pero todos guerreros al final del día; yo tomé el papel de bambú.

    De un condenado bambú, tal vez maldecido desde mi perspectiva, pero bendecido ante la mirada ajena que no me comprendía: Un bambú de entrenamiento, no en el aspecto físico, sí no en el más espiritual y pensador.

    Era una masa homogénea y turbada de ideales, ideologías, filosofía y metodologías muy diversas, cada días más profundas, provocando enlaces más complejos: Podía ser un bambú inquebrantable, un humo inamovible, agua invisible, viento cortante.

    Era el blanco para que, todos y cada quien quisiera, pusiera en tela de juicio sus ideales y creencias: Que me golpearan, física o verbalmente, con todo lo que tenían para golpearme. Desde lo más sensitivos hasta lo más etéreo; sí me lo lanzabas directamente, o lo atajaba o me golpeaba con fuerza en la parte del cuerpo que te acomodara: Un peñasco en la espalda, una soga en la garganta, un filo esquivando costillas para perforar mi corazón, un puñetazo en el estómago, un agarrón en el vientre; a veces cortaban sin piedad mis brazos, o me amordazaban, bloqueaban mi vista y en el peor de los caso todo a la vez...


    Pero sí había algo que nunca lograrían quitarme con facilidad... eso eran mis piernas: Porque, no importa cuánto daño me hicieron, tarde temprano huiría.

    Escaparía lejos, para poder regenerarme, como algunos lagartos de leyenda...

    Y los otros, recién ahí, notarían mi ausencia. Y yo sentiría pena por ellos, pero nunca por mí. Porque yo elegía cómo y por qué sufrir, mi futuro podía estar predicho, pero el destino que deseaba estaba bajo el poder de mis dedos:

    Aquellos con los que alguna vez borde kimonos y yukatas para los guerreros que acompañaban a papá. Pues al final del día...

    Los guerreros no solo estaban en el campo de batalla."
     
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