Ciudad Central Naosuke

Treceavo

¡Bingo! Gracias a mis rápidos movimientos, logré recuperar el stick de hockey. Con el ceño ligeramente fruncido, empuñé mi arma improvisada con ambas manos y lo alcé hasta dejar el extremo más contundente junto a mi cabeza. Esperando, así, verme lo suficientemente amenazante como para que este chico molesto lo pensara dos veces antes de intentar algo.

Pero no fue así.

—Puedes quedártelo —dijo—. En realidad, no me gusta atacar a oponentes desprotegidos, así que supongo que esto es mejor —su semblante se torció—. Sin embargo, déjame advertirte algo: Ya vi ese palo de Hockey lo suficiente para decir que no te servirá en lo absoluto.

Apreté el stick con más fuerza, conteniendo el aire…

>>Y bueno, ya que ambos estamos armados, voy a acabar contigo. Me disculpo por ello.

Mientras hablaba, sacó de su bolsillo una navaja brillante y, por lo que se podía apreciar a simple vista. Afilada. Muy afilada. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejar ver mis nervios, mi miedo. Aunque mi rostro se mantuvo inexpugnable, con una expresión de molestia, las manos me traicionaron: se podía ver que el stick temblaba ligeramente.

—Te… Te invito a hacer el intento… —dije con frialdad, en un desesperado intento por disimular.

Alcé el stick un poco más. El miedo me impidió ver que en el interior de mi bolsillo había algo brillando.

 

Décimo

Y entonces, al ver que nada dejaba atrás, salí de la cafetería camino hacia la facultad más cercana: La Facultad de Química.
A pesar de que conocía cada rincón de este lugar, aquella facultad resultaba ser uno de los territorios menos explorados a fondo por mí; sin embargo, estaba seguro de que algo interesante podría hallar.

—Si es que ya no saquearon...—dije para mí mismo, sin evitar sentir algún asco por esa naturaleza egoísta y sobre todo irracional que caracterizaba al ser humano en peligro—. Veamos, veamos, ¡veamos!

Pero algo interrumpió mi marcha y me pareció, y solo me pareció, que ahí estaba el peliblanco junto a un nuevo individuo. Decidí no dudar: Dos poseedores de diario estaban a punto de empezar un combate. El que ya conocía llevaba el mismo palo de hockey y podía ver, a pesar de encontrarme a una distancia relativamente lejana, su miedo desbordante. Frente a él, una figura que lucía en buena forma yacía con una navaja en manos. No había por qué dudar, no había por qué dudar. Los rivales intercambiaron unas cuantas palabras y por fin pude reconocer al joven castaño. Era el sucio moralista de la catedral. Ajusté mis lentes y, sin que pudieran aún captar mi presencia, me dirigí hacia la Facultad de Química.

¿Qué encontraría allí?

 

Octavo

—No cabe duda que eres un sujeto que vale la pena; como dije, es una pena que las cosas tengan que terminar así.

Era cierto. Era una realidad cruel y fría, el hecho de que los aspirantes a Deus debían matarse unos a otros para conseguir el puesto. Cierto era que nada podía conseguirse sin sacrificios, lo había aprendido a las malas, ¿Pero en serio estábamos descartando a los mejores aspirantes así como así?

Para el mundo del futuro, aquello era un completo desperdicio...

...pero, si así eran las cosas, no había nada que pudiese hacer al respecto. Sólo ganar el juego y cambiarlo todo.

—Gracias por la invitación, la tomaré en cuenta —La navaja se deslizó a mi mano izquierda y, con una rápida zancada, acorté toda la distancia que pude. Siendo la segunda vez que lo tomaba desprevenido, probablemente también fuese la última.

A esa distancia, mi navaja era más efectiva, y su stick, largo como él solo, se volvía más inútil. De todos modos, eso no era suficiente, debía inmovilizarlo por completo.

—Disculpa lo del stick; en su lugar, me llevaré tu muñeca como compensación —la navaja hizo un corte, tal vez no tan profundo como me hubiese gustado, en la muñeca derecha del peliblanco; con ello, esperaba que no pudiese atacar a plena potencia.

Contenido oculto

Fuerza: 11
Defensa: 10
Agilidad: 7
Corpulencia: 2

Ataque normal x2

(Fuerza) 11 + 10 (Arma) + 5 (Movimiento) + 1 (habilidad Arma blanca) = 27

27-5= 22*2= 44

100-44= 56

 

En efecto, no estábais solos allí. Séptimo, agachándose ligeramente al escuchar los pasos al otro lado de la pared, asomó ligeramente su cabeza por una de las ventanas que daban al exterior. Fue entonces cuando vio allí a un muchacho de cabello castaño y mirada perdida. En sus manos portaba una navaja, y se había apoyado en la pared de enfrente de brazos cruzados, esperando pacientemente a que abriesen la única puerta para salir de allí.

Parecía no tener ni rastro de duda en su semblante.

Por otro lado, los armarios no parecieron ceder ante Tercera. No había habido suerte en esta ocasión.

¡+1 Acción realizada con éxito!

Y efectivamente, la sala de cirugias era uno de los lugares al que se podía acceder aparte del resto ya nombrado, ubicado en la segunda planta. Para acceder a esta deberás tirar un dado de suerte para ver si la puerta está o no abierta.

Por suerte, tu hogar parecía estar totalmente abandonado. Revisaste todos los rincones con sumo cuidado por si alguien se encontraba allí aparte de ti, pero pronto te invadió cierto alivio al verificar que estabas solo.

El ruido del exterior, sin embargo, se acrecentaba por momentos. La paz no parecía ser demasiado duradera.

¡+1 Acción realizada con éxito!

Como esperabas, aquella facultad era tan grande como aparentaba desde fuera. Te encaminaste a las indicaciones que te proporcionaba la planta baja en el típico tablón de anuncios, y lograste encontrar los principales lugares de interés: las aulas, la sala de profesores, la biblioteca y el laboratorio. Para entrar en todas ellas, deberás tirar un dado de suerte para encontrarte la puerta abierta.

 

Novena

—Bingo, aquí está —susurré viendo los pasillos—

Estaba en el segundo piso, donde se encontraba la sala de cirugías

—Hmm, ojalá esté vacío~

Luego de eso empecé a acercarme con sigilo y cautela para procurar que no me vieran, lo menos que quería era que me pillaran

Esta vez, debería arreglármelas y depender de la suerte

—Que sea lo que Deus desee...

 

Quinto

Una vez verificado que la casa estuviera libre de intrusos, me precipité a atrancar la puerta con cualquier cosa que sirviera. Sopesé con la vista cada mueble en la habitación, hasta decidirme por el más cercano y pesado.

—Muy bien, ahora a empujar esta cosa.

Contenido oculto

Destreza 2 + Tirada 2 = 4.

 

Décimo

Con pasos lentos pero pisadas fuertes, llegué hasta la facultad hogar del conocimiento químico. Recordé entonces que nunca tuve mayor interés en la química. Recordé también a aquella profesora bastante joven que una vez me invitó a salir. Recordé por último, que era ella una pobre inepta. Y asco no tardó en pasarse de visita.

Una vez dentro, eché un ojo al panel de la facultad. Había más de un lugar de interés pero, ¿encontraría las puertas abiertas? Ahí estaba el dilema.
Ajusté mis lentes y con cuidado me adentré hacia el laboratorio, presa de mi curiosidad. Humana humana curiosidad

 

Séptimo ​

Una corta risa salió de mis labios al visualizar a un chico frente a la puerta, simplemente esperando a que esa puerta se abriera y tuviera oportunidad de venir a atacarnos, no era una idea muy atractiva pero tenía que admitir que esa copia o persona era alguien simplemente muy educado y paciente como para mantenerse allí como si nada estuviera pasando.

—Oye Scout, tal parece que tienes a tu fan fuera de esta habitación —avisé, dirigiendome hacia el armario donde ella estaba antes —, aunque juraría que Murumuru mencionó a una niña... ¿estará por aquí también o será que nos mandaron al peso pesado? —Una suave risa salió de mis labios antes de intentar abrir el armario.

—Debes prepararte para atacarlo, se ve que podría esparar allí todo el día, tú decides.

 

Treceavo

—Disculpa lo del stick; en su lugar, me llevaré tu muñeca como compensación.

La navaja del chico atravesó se desplazó como un fuerte viento. Moví rápidamente el stick de hockey con la intención de bloquear su corte, pero el tiempo que tuve para reaccionar fue muy poco, insuficiente para adoptar una correcta reacción defensiva.

—¡AGH!

Sentí una línea de dolor en torno a la muñeca derecha. Pronto sentí humedad en la palma de la mano. Fue una sensación sumamente desagradable. Me bastó con ver la sangre manchando mi pálida piel para que los últimos vestigios de mi fortaleza terminaran por derrumbarse. Mi respiración se agitó y mis ojos, antes fríos, ahora estaban posados en el arma blanca del otro. Con una mirada de miedo.

—No… —dije— ¡NO!

Hice un intento por escapar, con tan mala suerte que tropecé con mis propios pies. Trastabillé hasta caer un par de metros lejos del chico de los ojos apagados. Al impactar contra el suelo, mi Diario, el teléfono negro, se salió del bolsillo en que lo guardaba…

Un momento… ¿Acaso estaba brillando? Pero… ¿Por qué? ¡Es más, parecía contener un mensaje! ¡Una entrada de un tal…!

¿Eh? ¿Cómo? ¡¿Pero qué me estás contando?! Leí rápidamente lo que me habían enviado, pues vi un rayo de esperanza en el misterioso brillo del Diario…

Me sonreí.

—P-Perdón por este lamentable… espectáculo —dije mientras me levantaba, dando la espalda al otro aspirante a Dios Me sacudí el polvo de las ropas—. Supongo que no me dejarás en paz —me di la vuelta, con el stick de hockey en mano—, así que al menos permíteme regalarte un recuerdo de este nefasto paseo.

Así, corrí en dirección al chico y estampé el stick de hockey contra su mejilla derecha. No era la muñeca, pero sí el lado derecho. Estábamos a mano por ahora.

Contenido oculto

Fuerza: 4
Defensa: 5
Agilidad: 12
Corpulencia: 7
**************
Ataque normal x2

(Fuerza) 4 + 20 (Arma) + 5 (Movimiento) + 0 (habilidad Arma improvisada) = 29

29-14= 15*2= 30

100-30= 70

 

Inicio de la noche​

Naosuke finalmente se rodeó por un manto oscuro repleto de estrellas. Las calles ya se encontraban iluminadas por la poca luz que brindaban las farolas de la calle, y todo se había vuelto mucho más hostil en el exterior. Salir a la calle ya no parecía ser seguro.

Los habitantes de la ciudad habían llegado a enloquecer. Era tal su ira por erradicar a aquellos que suponían una amenaza que todo aquello que veían moverse entre la oscuridad acababa siendo víctima de ataques y disparos. Murumuru observaba todo desde las sombras, expectante.

Su jugada había acabado saliendo a la perfección.

Y la puerta, para tu sorpresa, estaba abierta. No había seguridad en ella, lo que te hizo temer que no estuvieses sola en aquella sala de cirugías a la que acababas de llegar (Sentir el peligro).

Podías ver varios armarios con los cristales rotos, desperdicios por el suelo y un kit de emergencias semi-destrozado. Todo dependerá de la (suerte) ahora.

¡+1 Acción realizada con éxito!

Para tu sorpresa, el laboratorio no se encontraba cerrado. Allí lograste notar varios puntos de aparente interés: una mesa repleta de químicos y frascos de dudosa finalidad, varios armarios con sustancias ordenadas en su interior y la consigna en la que se guardaban los materiales para dar las clases.

La suerte decidirá si saldrás de aquí con algo entre tus manos.

¡+1 Acción realizada con éxito!

Finalmente, creías estar lo suficientemente protegido como para resguardarte por el momento. Los ruidos del exterior ya no parecían tan intimidantes habiendo logrado encontrar un lugar en el que resguardarte.

¿Qué harás a continuación?

En los armarios no parecía quedar demasiado, pero te sorprendió ver una barra de pan por la mitad aún allí, aparentemente bien conservada. Era comida al fin y al cabo.

¡+1 Acción realizada con éxito!

 

Décimo

El laboratorio abría sus puertas para mí y eso era contar con la fortuna a mi lado. Pero si algo me había enseñado en solo un día este juego de supervivencia era que jamás debía fiarme de su compañía.

El laboratorio de la Facultad de Química lucía frío y seco, limpio y hermético. Noté, como solo mis ojos ocultos por mis gafas podían hacerlo, que la puerta había sido forzada y el interior de la habitación, perturbado. Ningún rincón se había salvado del caos en Naosuke. Y efectivamente el caos, el caos, el caos resultaba interesante pero no suficiente. Y aquello que no era completo no merecía la pena de existir. Y aquí estaba yo, casi como un ente de la noche que busca asaltar, o como una rata que se escabulle para robar.

—Espero que los yonkis me hayan dejado algo—dije, en lo que me acercaba a la mesa repleta de pintorescos frascos. ¿Habría alguno lleno?

 

Octavo

Era lamentable, no había otra manera de describirlo. El chico había perdido todo atisbo de valentía y trató de huir, trastabillando y cayendo al suelo en el intento. Me mantuve inmóvil, sin saber bien qué hacer. Con Segundo no había tenido este problema: Había luchado hasta el final, y se había mantenido sereno. Se había marchado en paz.

Pero el chico que estaba frente a mí era todo lo contrario; estaba emocionalmente deshecho. Podía acabar con un hombre que se mantenía de pie, ya lo había hecho, pero no era capaz de acabar con un hombre que pedía clemencia. Estaba en mi naturaleza, buscando constantemente ayudar a los demás, atacar ahora a alguien que estaba en ese estado, era algo a lo que me resistía con todo mi ser.

Por eso me quedé allí, mirándolo fijamente mientras trataba de tomar su diario desesperadamente. Las manos me temblaban y mi visión comenzó a ponerse borrosa...

...y volvió, de golpe, cuando el chico se tranquilizó de repente, al leer una entrada de su diario. Todo mi cuerpo entonces se puso alerta.

—P-Perdón por este lamentable… espectáculo —dijo, incorporándose de nuevo. Me daba la espalda, como si no le importase, y comenzó a sacudir su ropa—. Supongo que no me dejarás en paz —dio vuelta lentamente, con la calma restaurada—, así que al menos permíteme regalarte un recuerdo de este nefasto paseo.

No alcancé a reaccionar a tiempo, porque salió disparado hacia mí, golpéandome con el stick de hockey en la mejilla derecha. ¿¡Cómo tenía tanta fuerza, cuando acababa de cortar su muñeca?! Mi cabeza salió dispara hacia un lado, al tiempo que la sangre explotó fuera de mi boca, manchando el suelo.

—V-Vaya, parece que tienes mucha más fuerza de lo que pensé —el golpe había sacudido todo mi cuerpo: Las piernas me temblaban, no sentía la mandíbula y la sangre seguía goteando. Mi mente, sin embargo, se había aclarado por completo—. Aún así, estoy feliz de que te hayas levantado. Aún no soy capaz de matar a alguien con una apariencia tan lamentable, para mi desgracia.

Avancé lentamente, arrastrando una de las piernas. Antes de que me propinase un nuevo golpe con el stick, le di un fuerte puñetazo en la cara. Después, clavé la navaja en su hombro izquierdo, con toda la fuerza que pude.

Contenido oculto

Fuerza: 11
Defensa: 10
Agilidad: 7
Corpulencia: 2

Ataque normal x2

(Fuerza) 11 + 10 (Arma) + 5 (Movimiento) + 1 (habilidad Arma blanca) = 27

27-5= 22*2= 44

56-44= 12

 

Cuarto

La chica entró delante de mí, revisando aquella casa para ver si podíamos cobijarnos allí, y una vez hubo comprobado que estábamos solos me dejó pasar. La casa era algo pequeña y no parecía haber grandes riquezas en ella; de hecho, parecía completamente desvalijada. Probablemente alguien hubiese entrado con anterioridad. ¿Significaba eso que podrían volver a entrar?

—Hm... s-señora... ¿Cree usted que alguien malo va a venir? ¡N-no me da miedo, e-es solo por saber! —comenté algo avergonzado. Notaba como mis mejillas iban enrojeciendo, así que decidí escaparme a la cocina, en busca de algo de alimento. Tenía hambre y hacía mucho que no comía, con un pedazo de pan me conformaría.

 

Quinto

Con un poco de trabajo conseguí mi objetivo y bloquear la única entrada que me separa del desastre que dominaba las calles. Los gritos persistían afuera, mas resguardado entre aquellas paredes apenas si los distinguía. Fue toda una suerte que consiguiese llegar a salvo.

—Pero qué chiquero —musité en cuanto mi atención retornó a la sala. Y es que todo el lugar estaba hecho un completo desastre—. Malditos bastardos.

>>Como sea, mejor reviso si quedó algo bueno en la cocina.

(1/4)

 

Novena

—... Despacio —susurré para mi misma—

Había algo bueno por aquí, incluso los armarios estaban rotos, y había cristales en el suelo

—Calma... —me movía lentamente, con casi movimientos felinos, para evitar un vidrio y terminar cortándome—

Al llegar al botín, me levanté, y me acerqué a los armarios

—Espero haya algo bueno aquí, si están rotos los vidrios, debe ser por alguna razón en específico

Así que empecé a revisar con cuidado

 

Séptimo
​

Una barra de pan obtenida.

No estaba tan mal, no era precisamente un graaaan alimento pero servía para estas ocaciones, más cuando el mundo parecía haber perdido la cabeza por inocentes copias de nosotros pululando por allí, y a todo esto... realmente hubiera sido genial si mi copia hubiera venido hacia mí, quizás, en el mejor de los casos teníamos un segundo yo en el equipo.

Una perfecta combinación, tan siquiera para mí, tercera.... iba a tener que acostumbrarse.

—¿Con quién crees que esté tu copia Scout? ¿A qué alma crees que esté molestando por allí? —pregunté de pronto, dirigiendome a la mini nevera para ver que cosas podría encontrar.

 

Treceavo

El golpe propinado con el stick tuvo una fuerza que resultaba sorprendente tratándose de mí. No era alguien que destacase en potencia física, aunque eso lo compensaba con mi velocidad. Por eso el chico del cabello castaño, mi intento de asesinos, no pudo reaccionar a tiempo para evitar el impacto de la sólida madera. Si con esto no le disloqué la mandíbula... pues habré estado demasiado cerca de lograrlo.

—V-Vaya, parece que tienes mucha más fuerza de lo que pensé —me dijo, tras haber escupido sangre el suelo. Pude notar que mi ataque lo había dejado bastante afectado, cosa que me resultaba comprensible porque hasta yo me sentía algo sorprendido...—. Aún así, estoy feliz de que te hayas levantado. Aún no soy capaz de matar a alguien con una apariencia tan lamentable, para mi desgracia.

Apreté los labios, así como los puños en torno al mi arma improvisada.

—Con que con esas estamos... —dije con una mirada sombría.

Entonces vino lentamente hacia mí. Confiado por su forma lenta de aproximarse, moví el stick con el objetivo de estrellarlo contra su coronilla.

Grave error...

—Agh...

Un sabor metálico inundó mi boca de pronto, así como un violento dolor en la zona de la boca y la nariz. Me llevé una mano a la cara, como cualquier animal lastimado, y ahí estuvo mi segundo grave error. Un grito de dolor emergió desde los más profundo de mi garganta cuando la navaja del chico rozó, con su punta mortal, el hueso de mi brazo. Por haber bajado la guardia, ahora tenía tenía a mi verdugo contra mí.

Apreté los dientes mientras unas lágrimas de dolor caían de por mis mejillas. Forcejeé durante unos segundos para quitármelo de encima. Logré apartarlo de un rodillazo y, cuando estuvo a suficiente distancia. Intenté tomar el stick con ambas manos... y no pude hacer. El brazo apuñalado estaba anulado por la dolencia de su profunda herida.

En ese momento me di cuenta de que era mi final. Pero me dolía más ser eliminado tan rápido, que perder la propia vida. Y yo... no quería permitirlo. Tenía mucho que mostrar todavía.

—Yo... lo siento.

Giré sobre mis talones y me alejé corriendo.

 

Octavo

La batalla terminó en el momento en el que el chico, tratando de huir, tropezó y cayó al suelo, golpeando su cabeza con fuerza. Quedó entonces inconsciente, con un mar de sangre formándose a su alrededor.

Me acerqué, lentamente, tratando de dar el golpe final. Un golpe final punzante y contundente que acabara con su sufrimiento para siempre. Guardé la navaja, sin embargo.

No era capaz de hacerlo, no con él así. En su lugar, asesté una potente patada en su estómago; aquello era lo contrario a lo que quería, pues sólo le causaría más dolor, pero aún no era capaz de apuñalar a alguien tirado en el suelo.

La perdida de sangre, supuse haría el trabajo que yo no pude terminar. Y así, al cabo de algunos minutos, el Treceavo murió.

—Lo siento —me limité a soltar, dándole la espalda al cuerpo. Con lentitud, tomé el stick que tenía el otro y me dirigí al almacén.

Contenido oculto

Repetición del ataque anterior, la batalla concluye.

Y no sé si se pueda, pero aprovecho para tirar el dado para entrar al almacén xD Si no se puede pues se ignora el dado.

 

Décimo

En aquella mesa no encontré más que frascos vacíos: Nada útil. Supuse que, producto de la desesperación, hasta estas sustancias habían sido saqueadas por el colectivo de la ciudad, muy probablemente por universitarios drogadictos que habían aprovechado muy bien el desorden. La ayudante de Deus había realizado su tarea con éxito; todo a mi alrededor era un caos. Tomé unos cuantos frascos y me entretuve girándolos hasta que oí un ruido afuera, ¿como si alguien hubiese caído de abrupto contra el suelo? Tal vez la noche solo te hacía oír cosas o tal vez verdaderamente alguien se había desplomado.

Volteé hacia el armario y me acerqué de la misma forma. ¿Tendría suerte esta vez?