Miradas

Tema en 'Relatos' iniciado por Arleet, 19 Agosto 2014.

  1.  
    Arleet

    Arleet Fanático

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    Miradas




    Moviste levemente la cortina de tu ventana, dejando un reducido espacio para que pudieras ver a través de ella. Acercando tu rostro al vidrio y empañando lentamente el cristal, haciendo tu visión cada vez más borrosa y limpiándolo con tu brazo izquierdo de vez en cuando.


    Así era como pasabas la mayoría de tus tardes, mirando desde la pequeña sala que tenías en tu departamento hacia el diminuto parque que había enfrente. Admirando la belleza del lugar, pero sonriendo especialmente cuando cierta persona aparecía todos los días a la misma hora.


    Él no debía tener más de veinticinco años, hasta podrías decir que tiene menos cuando lo miras de cerca y logras apreciar el brillo de sus ojos al sonreír. Una suave chispa juguetona y amable que rodeaba con calidez sus grandes orbes esmeraldas, lagunas enmarcadas por espesas pestañas y unas adorables arrugas que se formaban a los costados de sus ojos cuando sus labios se curvaban. Y, oh, cuando esa bella sonrisa aparecía eras capaz de sentir en tu pecho como una suave calidez iba creciendo poco a poco. Como el fuego tocaba tu corazón, primero con miedo y luego abrazándolo sin cuidado.


    Y entonces una suave brisa se mostró, moviendo con delicadeza el fino y negro cabello que él tenía. Despeinándolo, y logrando que su cuerpo se moviera para acomodarlo cada vez que eso sucedía. Mordiendo con suavidad su labio y frunciendo sus pobladas cejas.



    —Bello —susurraste, sintiendo como de pronto tus mejillas se teñían de un intenso rojo cuando él levantó la mirada y la conecto con la tuya. Sólo fueron unos segundos, pero fueron suficientes para que temblaras y corrieras la cortina de pronto.



    Murmuraste varios insultos hacia ti, golpeando tu cabeza contra la pared mientras te sentías un completo idiota. Debía ser raro para él, lo más seguro es que se sintiera perseguido y pensara en irse de una vez por todas de ese parque. Quizás pensara en no volver nunca más sólo para no toparse con tus ojos, sólo para no sentirse observado todos los días. Lo más probable es que pensara en irse para no sentir la incomodidad que cualquier persona podía experimentar cuando otra igual a ti te miraba tanto. Porque, ¡vamos!, ¿qué hombre estaría bien al saber que otro hombre lo mira desde su ventana todos los días?​



    ~.~.~.~.~



    Un nuevo día, un nuevo momento frente a la ventana. Él está ahí otra vez, con una chaqueta blanca y unos jeans azules. Una larga bufanda negra y su guitarra en mano mientras sus labios se movían acorde a la melodía que tocaba.


    Era increíble como todos los días podía atraer a tantas personas, como al menos eran cinco los que se paraban para escucharlo. Y tú tenías envidia, porque querías ser ellos. Querías poder escucharlo y sentarte a su lado, conversar un rato con él y conocerlo mejor. Ser su amigo aunque sea, porque eso era lo más que lograrías y tú mismo lo sabías. Pero no te importaba, o eso querías creer muy dentro tuyo, ya que con eso serías inmensamente feliz.


    Abriste la ventana unos centímetros, dejando que el frío viento del invierno entrara y chocara contra tu rostro. Dejaste que enfriara tu cuerpo y un escalofrío recorriera tu espalda, sólo para poder escuchar su música. Suaves acordes que escapaban de entre sus dedos, bella melodía que lo envolvía junto con las personas que se acercaran a él. Melódica tonada que callaba a las aves y te invitaba a tomar una siesta.


    Cerrabas los ojos y movías tu cabeza de un lado a otro, tamborileabas los dedos en el alfeizar de madera barnizada. Te perdías en un cálido mundo donde el frío no entraba, donde un suave tono dorado rodeaba todo.


    Pero como todas las canciones, ésta llegó a su fin. Sonreíste levemente, esperando a que la sensación se fuese por completo y abriendo los ojos en ese momento.


    “Hola” se podía leer, con letras grandes y negro sobre la hoja de un cuaderno. Abriste los ojos más de lo debido, sintiendo como un fuerte rubor subía a tus mejillas cuando viste a la persona que sostenía el cartel y la sonrisa que te mostraba.


    Desde el frente, con la guitarra en sus piernas y el cabello despeinado, movía una de sus manos de un lado a otro. Saludándote.


    Apenas si lograste sonreír cuando volviste a cerrar la ventana y corriste hacia el sofá. ¡Era imposible! ¿Acaso él, la persona más perfecta que habías visto, te saludó?​



    ~.~.~.~.~



    Argh. Como odiabas tener que salir a hacer las compras. El hecho de salir de tu departamento, caminar las calles que te separaban del supermercado y soportar la larga y aparentemente infinita fila para poder pagar lo poco que comprabas… no había cosa peor.


    Error. Había una cosa peor que hacer todo eso. Tener que hacer el recorrido desde el supermercado hasta el complejo de los apartamentos bajo la lluvia y en invierno. Amabas la lluvia y el invierno, pero definitivamente odiabas la combinación.


    Por suerte sólo te quedaban dos calles para llegar y poder tomarte un largo baño. Dos calles para volver al calor de tu solitaria casa y dormir en las frías sábanas de tu cama, oh sí, ya querías llegar.



    —Maldición —murmuraste, la lluvia empeoraba cada vez más y tú no tenías un paraguas contigo. Genial, simplemente genial.



    Izquierda. Derecha. Ningún auto venía, bien, podías cruzar sin ningún problema. Si tan sólo pudieras ver la forma de que las bolsas de papel que cargabas no se mojaran de tal forma serías…



    —Toma —escuchaste como alguien se dirigía a ti. Levantaste la mirada, y ahí estaba él. Parado en frente tuyo, sosteniendo un paraguas en tu dirección y mostrando una de esas sonrisas que siempre te provocaban escalofríos en el cuerpo. Con el cabello mojado y la ropa empapada, sin importarle si se mojaba más o no.

    —¿Qué? —¿acaso no podías decir algo más?

    —Tenlo, en serio. Yo ya no lo necesito —sus palabras fueron amortiguadas por el sonido de la lluvia al caer, pero sin duda tuvieron el mismo efecto que pensaste tendrías cuando él te hablara. El mismo escalofrío, el mismo sonrojo, el mismo golpeteo de tu corazón contra tu pecho, el mismo tartamudeo en la voz.

    —Gracias.



    Lo tomaste lentamente, tragando saliva cuando rozaste su mano y sintiéndote aún más nervioso cuando pudiste observar la sonrisa y el sutil tono rosado de su rostro.



    —Adiós.



    Una simple despedida, él se alejó y tu corazón galopó.​



    ~.~.~.~.~



    Está bien, está bien. Sólo tenías que cruzar la calle y devolverle el paraguas que te había prestado la otra noche. Sí, sólo eso. Debías caminar y pararte a su lado, mirarlo a los ojos y hablarle. Oh sí, muy claro. Estaba perfectamente claro que no lo harías. No podías, ¡era imposible hacerlo!


    Si tan sólo él… Espera, ¿era él?, ¿acaso era él quien lo saludaba desde el otro lado de la calle?


    Él se levantó, sacudiendo sus jeans y caminando con la guitarra en mano hacía él. Cruzó la calle en cuanto el semáforo mostró el color rojo, yendo entre un montón de gente y acercándose hacia ti. Dios, parecía un modelo mientras se movía de esa forma. Con su cabello bailando en el aire y la guitarra…


    —Hola —saludó. De pronto estaba en frente tuyo, sonriendo y mirando a tus ojos. Mirando directamente con sus verdes ojos hacía tus lagunas achocolatadas.

    —Hola —el tartamudeo fue tu respuesta. —Gracias por el paraguas la otra noche.

    —De nada. Oye, ¿vienes? Debo tocar algunas canciones más todavía —. Te invitó. En serio te había invitado a que fueras con él para que escuchases sus canciones.

    —Claro.​



    ~.~.~.~.~



    Aplausos. Cientos y cientos de aplausos. Sonrisas, cuchicheos y billetes cayendo dentro del estuche de la guitarra que ahora descansaba al lado de él.


    Era imposible no sonreír y aplaudir cuando tales canciones habían sido interpretadas de esa forma. Cuando las melodías se mezclaban con su suave voz y todo parecía olvidarse. Porque el sonido te envolvía y relajaba. Un mundo perfecto se formaba en tu interior y creaba dentro de uno el deseo de que no acabase nunca.



    —Fue perfecto —dijiste, sintiendo como tus mejillas dolían de tanto elevarlas.

    —Por fin las escuchaste.

    —¿Cómo? —tus cejas se juntaron en confusión, ¿por fin?

    —Hace mucho que las escribí para cierta persona, pero ella nunca se acercó lo suficiente como para escucharlas. Hoy por fin las escuchó, y ahora sabe que fueron escritas para él.



    Cuando terminó de hablar, un fuerte rubor estuvo presente en los rostros de los dos. Tus ojos estaban abiertos completamente, tu corazón golpeaba con intensidad tu pecho. El aire salía de tus pulmones, pero le costaba entrar. Mudo, las palabras no salían de tus labios.


    ¿Era cierto? las canciones que nunca te atreviste a escuchar claramente de ese chico que veías cantando todos los días en el parque mientras te escondías en tu departamento creyendo que no te podían ver, ¿eran dedicadas a ti?, ¿siempre lo fueron?



    —¿Te gustaron? —susurró, mirándote con un poco de temor pintado en los ojos mientras extendía una mano hacia ti.



    ¿Qué se suponía que debías hacer?, ¿podías intentar algo? Había muchas posibilidades de que todo terminará mal, de que el amor que tanto idealizaste no fuera como tanto creías que sería. Que todo acabara antes de empezar. Que nunca ocurriera nada.


    Lo miraste fijamente, sumergiéndote en las lagunas que te veían. Te atrapaban, y tú no luchabas contra ellas. No lo hacía, y por alguna razón sabías que no lo harías nunca.


    —Me gustaron —tomaste su mano, entrelazando los dedos.​



    Se miraron y sonrieron. De alguna forma, los dos podían ver que funcionaría por mucho tiempo.
     
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  2.  
    Fénix Kazeblade

    Fénix Kazeblade Creador de mundos Comentarista destacado

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    La historia aunque no con una argumento al cien original resulta por su naturaleza conmovedora, atmósfera sutilmente romántica y el argumento lleno de aspectos sutiles un relato muy agradable para leer, cada aspecto que fue acercando a las dos personas con un final que si bien y por fortuna se esperaba -lo digo por que no me gusta el desamor- te deja con un buen sabor de boca y satisfecho.

    8/10
     
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