Oh por Dios, ¡que ya dejara de mirarme de esa forma! Mi corazón latía desesperadamente bajo la intensa atención de sus ojos negros. ¿Necesitaba que le preguntara otra vez porqué demonios no me quitaba la vista de encima? —Porque tú no eres como yo pensaba —dijo al final y no pude evitar que una pequeña sonrisa escapara de mis labios, ligada con un suspiro de resignación y un poco de preocupación. —Tú tampoco lo eres —afirmé, sosteniéndole la mirada más segundos de lo que lo había hecho hasta ahora—. Eres peor. Pude ver esa pequeña y clandestina sonrisa traviesa en sus labios, antes de terminar de marcharse, gracias a Dios segundos antes de que Vee llegara, lo que menos deseaba era su interrogatorio en estos momentos, cuando yo misma aún no entiendo la situación y como es que terminé encerrada aquí, en este dilema.