Miedos infantiles Tomándome del brazo me miró con ojos suaves pero fundidos en malicia que por lo que vi solo yo podía notar. Mi madre había dejado una pared de su cuarto marital en blanco, para que yo pintara. Había llenado ya más de la mitad del mural que reflejaba luminosidad, color, brillo radioso. Flores por aquí, mariposas mas arriba, un par de ojos en el mar reflejando la luz del alma -Eres toda una artista y con 12 años – repetía mi madre aplaudiendo, pero esa noche su vuelo se retrasó y no llegó a casa -¡MICHELLE! – gritó el hombre con el que mi madre se había casado… o como yo solía llamarle: “basura científica”. Lo escuché subir las escaleras pero no con su habitual paso mustio y desvencijado, si no uno frenético, el golpeteo de sus zapatos mando una sola señal en mi: miedo y enseguida un instinto casi animal de supervivencia pero ya estaba en la habitación gritándome con fuerzas -¿Eres idiota o que? – gritó, mi lengua se atoro con mis dientes – estas pintando mi pared – su saliva salía disparada a todos lados. Y por primera vez me encerró en el sótano, oscuro y frio, después de escucharlo arrancar el auto rasguñé con frenesí la puerta, mis uñas estaban echas una masa de carne viva y sangre. Los haces de luz se cerraban en torno a mi, busqué el ultimo circulo de luz matutina que entraba por el circular tragaluz y quede un ovillo. Dándome cuenta que ahí no había otra cosa contra que luchar mas que la inminente oscuridad que se apretaba en torno a mi y se colaba entre mis poros. Oscuridad, ausencia de luz, lo que fuera… me susurraba palabras inyectando miedo, chirridos sofocantes me decían una y otra vez que mis lagrimas brillosas esta vez no me salvarían, amenazaba con devorarme y nunca devolverme a la luz a quien le entregué mi alma “Michelle… ven a nosotros” Observe soñolienta el ultimo haz de luz sonriente iluminando mi rostro . El eco de mi terror reboto en la negrura y en las paredes del sótano, formando más barrotes a mi prisión y reforzándolos con saña. Y pasó a amordazar mi boca. La gente se moría de miedo, o es quise creer Estaba muerta oliendo a miedo, impregnada de oscuridad, no le echaba a nadie mas la culpa de que mis músculos estuvieran tiesos, de que el aire su hubiera acabado en el reducido espacio, que mi madre me haya creído perdida por dos semanas que a aquel simple miedo infantil… miedo a la oscuridad
Re: Miedos infantiles Me gusta como narras. Super !! jaja. Sigue asi, solo un favor, separa los parrafos para que no nos cueste tanto leer, pero muy bien :)