Microrrelato Mi amada, mi amada Locura.

La fatiga que recorría su cuerpo lo estaba asfixiando, ya no soportaba la lejanía, era implacable la sensación de olvido, se sentía necesitado del cariño de aquel cuerpo que siempre lo había acompañado al menos en sus pensamientos y, éste cuerpo no era el cigarro, a ese incluso lo dejaría si es que ella volviese a su lado y solo así, porque no era que el cigarro la reemplazaba ni mucho menos podría llenar el vacío demencial que insinuaba su ausencia, el cigarro sólo era otro tormento. Ante cada porro lanzado al suelo, se imaginaba así mismo, un hombre alto, delgado pero sólido en aspecto, de tez clara y ojos que conscientes de su poco atractivo ocultaban sus reales sentimientos, se encontraba siendo desechado por la mujer que amaba, aquella que nunca tuvo, que nunca abrazó, que nunca besó aunque mucho la anheló.

Todo estaba claro, nunca podría siquiera mirarla frente a frente y sentir que realmente existía; pero eso no limitaba sus esperanzas, la quería más.

Te odio, te odio... ¡Te odio!- Decía, refiriéndose a ella. -¡Vamos cabrón!, tú sabes que no la odias, ¡amas a esa mujer tanto!; haz imaginado formar una familia con ella, lo que nunca pensaste hacer con ninguna mujer ¡con ninguna mujer!, pero ella... con ella todo es diferente, ¿porque?, ¿que me hiciste?. Yo estaba bien, yo no queria a nadie, ¡nadie me queria a mi! y todo estaba tan bien, pero la realidad es que ahora te amo e inevitablemente todo tiene que cambiar.- se dejó caer al suelo poniéndose en posición fetal, las lágrimas luchaban por salir de las cuencas de sus ojos pero el hombre resistía a ellas como si fuera lo último que faltaba para hacer de su estado uno más deprimente-.

¡Dios! hazme insensible, no quiero sentir, quiero ser como solía ser, es tan absurdo que una mujer me este acobardando tanto pero ella está tan metida en mis pensamientos, incluso podía sentir que la tenía aunque nunca la tuve, aunque jamás hubiese sido posible que mi mirada se posará en su ser, no es algo cochino, no se compara ni un poco a lo que sienten los degenerados de hoy en día por cualquiera mujer... Yo sólo imagino poner mis brazos en su cintura y con mis labios besar la tersa piel de su frente, quizás si ella me lo concediera yo bebería de sus labios, enviciantes como el cigarro pero indudablemente, más fuertes en el daño ocasionado; y, aún así, dejaría el cigarro pero a ella nunca -Dijo con la voz tan frágil y entrecortada que difícilmente podía distinguirse del rechinar de la vieja puerta con la brisa que se hacia paso fuerte por la ventana de la alcoba-. ¡Oh rayos!, ¿a quién diablos engañó? ella, por mucho que intente negarlo, sólo vive en mi mente y si estoy loco, Locura quédate junto a mí... Siempre espere por ti, siempre te amaré.- suspiró, quedándose a la espera de su amada y siempre fiel, Locura-.