Seven Mercado

Tema en 'Partidas Inacabadas' iniciado por SacriDH, 5 Mayo 2017.

  1.  
    SacriDH

    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    El Mercado es uno de los lugares más importante de cada ciudad porque es el centro del comercio de la misma, algo vital para la gente y para los ladrones. En cada región el mercado tiene sus características propias como en Elfendor donde venden los artilugios más refinados y exquisitos o en Hikara donde la moneda de pago común es una batalla a muerte o en Mancoduro donde cada puesto de vendedores está hecho de un metal diferente.


    *************************
    Dylan Toward (Pereza)

    A Glastab no le costó seguirte el paso, lo que sí le costó fue alcanzarte porque lo dejaste muy sorprendido llevándote a la pequeña hechicera.

    No hace falta decir lo obvio, eres inteligente. Fuerte. Resistente. Tienes una enorme cantidad de habilidades, posiblemente seas el pecado más fuerte… ¿Quién puede contra la pereza? Nadie, nadie se resiste.

    Y tu pereza es infinita, tanto que encontrar una pequeña hechicera de bolsillo que pudiera generarte campos antiruido, dormirte con un hechizo o preparar una poción para dejarte en un estado de estupefacción entre el sueño y la vigilia tan elevado y placentero como para que no molesten tus necesidades básicas pero aún así seas consciente del paso del tiempo y puedas disfrutar de no hacer nada; fue lo mejor que te pudo pasar.

    Saliste del bar con las primeras luces de la mañana y el sol te estresaba demasiado. También lo hacía el viento. Y caminar. Así que le pediste a Glastab que te llevara.

    El humano era robusto sin ser obeso y tenía una gran fuerza. Acomodaste al duendecillo sobre tu cabeza y le pediste que entonara un canto suave y relajante.

    Era una imagen muy pintoresca. Tú sobre la espalda de Glastab y el duendecillo en tu cabeza formando una montaña humana de casi tres metros que caminaba hacia el mercado.

    El mercado era un sitio enorme, lleno de puestitos apilados unos sobre otros con gente gritando y haciendo de la existencia colectiva un infierno. Le diste una bofetada a la pequeña duende para que activara sus palabritas mágicas y quitara el ruido, cosa que hizo diligentemente.

    —Ehhh, necesitamos escuchar para recolectar pistas.

    Soltaste un bufido y volviste a castigar al duendecillo quien, con las largas orejas temblando, invocó todo su poder arcano para meter dentro del círculo de sonido permitido al puesto más cercano que tenían en cuanto pasaban por uno.

    Había uno con un estridente reptiloide que exhibía diferentes razas atadas con cadenas.

    —¡Vengan a ver! ¡Tenemos los mejores esclavos de Terranova! ¿Qué puede ser mejor que tener un goblin aseando tu hogar? Si lo llevan ahora podrán tener gratis un hada de los dientes…

    Otro puesto vendía grandes cantidades de armas. Glastab se detuvo a ver algunas. La mayoría eran normales pero pudiste notar, entre las que estaban más bajas, que había dos cuchillas de mango largo tan impregnadas en sangre que posiblemente no habían podido ser limpiadas.

    Un puesto más tenia objetos decorativos y joyas. La elfa que lo atendía no les sacó la mirada de encima en ningún momento.

    —A mi hermana le gustaban mucho las joyas, le llamaban la atención. Nunca tuvimos mucho dinero para comprarlas. Un día mi madre…

    Y Glastab volvió a perderse en su conversación, como si pensara que habías oído algo más que la primera frase. Le diste un empujón más a la duendecilla quien te hechizó con un potente conjuro del sueño.

    No sabes cuanto tiempo después, Glastab te despertó.

    —¿Te dormiste? ¿Tienes alguna idea de por donde empezar a buscar?

    Te perdiste la mayoría de los puestos, sólo recuerdas los primeros tres. Vas a tener que empezar por alguno de esos si no quieres volver a escuchar la historia de los demás puestos contada por el aburrido paladín.
     
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    Dylan Toward (Pereza)

    Parpadeó, somnoliento y desorientado, sintiendo los párpados más pesados por cada segundo que transcurría. Escuchó a Glastab hablarle en la distancia, y su cabeza se balanceó varias veces hacia delante en medio de tantas preguntas, dando pequeñas cabezadas para nada disimuladas. En más de una ocasión y tan solo en cuestión de segundos estuvo a punto de quedarse dormido de nuevo, y sin la necesidad de la duendecilla para ayudarle a conciliar el sueño, pero Glastab era muy insistente, y no dejaba de darle palmaditas para que se espabilase. Y eso le estaba poniendo de muy mal humor. De hecho, le hubiese dado su castigo si no estuviese utilizándolo como medio de transporte; no podía permitirse romperle las piernas, menos tener que buscar un nuevo transporte entre tanta multitud. Solo de pensarlo se agotaba. Mejor será cerrar los ojos y dejar que todo se solucio...

    "¿Tienes alguna idea de por donde empezar a buscar?"

    No. Cerrar los ojos no hacía que aquel tipo desapareciese. Iba a tener que decir algo, cualquier cosa para mantenerle distraído y poder volver a aprovechar aquellos segundos de gloria para descansar. Rascó su nuca, intentando recordar algo de lo que le había dicho, pero su mente siempre estaba cubierta por una densa niebla que le impedía recordar nada. Sí, quizás algunas palabras sueltas sí que tenía por ahí. Pero dios, qué esfuerzo suponía tener que ordenarlas todas...

    Eh... Terranova... Goblin limpiador... Hermana... Joyas... ¿Joyas? —repitió, levantando la cabeza al sentir que aquella palabra sí que le había llamado la atención. Aún así respiró hondo, había pronunciado tantas palabras en una frase que necesitaba un par de segundos para recuperarse. Mientras, giró la cabeza de Glastab hacia el puesto de aquella elfa y sus joyas, habiendo tenido una especie de iluminación que sólo ocurría cada muerte de obispo—. Ve al puesto de joyas. Rápido, antes de que se me olvide.

    Y ante la atónita mirada de los transeúntes, aquella extraña montaña andante se encaminó a toda prisa hacia el puesto, aprovechando el momento de lucidez de pereza para que...

    ...Se ha vuelto a quedar dormido.
     
    Última edición: 8 Mayo 2017
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    Llegaron a la tienda de joyas y, obviamente, habías olvidado lo que querías hacer luego de dormirte. Glastab te despertó pero de ninguna forma pudo hacerte recordar que era. La elfa cada vez los veía con más sospecha.

    —¡Oigan! Si no van a comprar, lárguense. No quiero gente husmeando en mi negocio, ya han desaparecido muchas joyas en estos días y estoy cansada de los ladrones. ¿Quieren que les borre la memoria como a los últimos tres que pesqué con las manos en la masa?

    Entre sueños pudiste escuchar algunas palabras de la elfa y, luego de rearmar todo el rompecabezas, le sacudiste la cabeza a Glastab. La duendecillo también asintió sin decir nada como si eso fuera importante.

    —¿Borró la memoria de los últimos tres ladrones? ¿Cómo eran ellos? —preguntó el paladín.

    —¿Eh? ¿Y eso que importa? El primero creo que era un gran goblin o un pequeño troll, la verdad que no los reconozco. La segunda era una molesta niña humana. El último fue aquel enano.

    Se dieron la vuelta a ver un enano que giraba alrededor de una fuente dando saltitos y caminando con dificultad como si tuviera una fuerte dosis de licor de gorgona en la sangre.

    Glastab preguntó por la humana.

    —Era pequeña y flacucha. Llevaba ropas desarregladas y su cabello era castaño, quizá cercano al rojizo. La atrapé con una cadena de cuarzo draconiano en la mano y no dudé en encantarla. Fue hacia la fuente como ese enano, todos van a la fuente luego del encantamiento, y al final del día me fui. Ya no estaba al día siguiente.

    La elfa los espantó con la mano, como si no quisiera dar más información. Glastab corrió hacia la fuente, cosa que odiaste porque tu corazón se agitó mucho con los saltos que daba su cuerpo.

    En la fuente, además del enano, no había nada interesante. Hacía varios días que estaba perdida, probablemente no quedaran pistas cercanas.

    Glastab los bajó, depositándolos en la orilla de la fuente donde te pusiste instantáneamente a dormitar.

    Sentiste al humano sollozar mientras la duendecilla lo consolaba palmeándole un muslo con su manito. A pesar de que el solo pensar en lo triste que debía estar ya te estresaba, decidiste que podrías usar un poco de tus habilidades para ayudarlo. Quizá así podrías tener un descanso como realmente debía ser. Te diste la cara contra la orilla de la fuente y aspiraste su aroma húmedo cargado de partículas de polvo y arena. Con ese aroma, te dormiste, casi forzándote a ello.

    Tus sueños son muy diferentes a los de los demás seres. Tus sueños son tu realidad. Ahí estás despierto. Ahí tienes energía. Ahí puedes pensar a una velocidad que pocos lo harían. Pudiste sentir el mundo que estaba alrededor de tu yo físico como una maqueta fácilmente manipulable. Retrocediste el tiempo hasta atrás. Los aromas de lo que habías aspirado se presentaron ante ti como una infinidad de cosas: el trasero de un orco que se había sentado hacía no más de diez minutos, las migajas de pan que un trasgo había robado un día atrás, el sudor frío de un retrasado guardia humano de hacía dos días… el delicado aroma juvenil de una caótica humana había estado cerca de la fuente una gran cantidad de tiempo. Pudiste darte cuenta sólo con su aroma nadando en tu mente dopada que era una muchacha delgada de cabellos rojizos, la hermana de Glastab. Había estado girando todo el día allí hasta que un coro de hadas se presentó y comenzó a confundir su mente aún más. Le dijeron la clase de cosas que dicen las hadas cuando juegan, la tentaron, convirtieron su mente en un recipiente de fantasías y la muchacha siguió el rastro de los seres. Hacia el bosquecillo que había en la ciudad, allí donde ocurrían cosas extrañas de noche.

    Te despertaste agitado. Recordaste por qué odiabas sumergirte en ese odioso trance. Trataste de calmarte lo mejor que pudiste.

    —¿Estás bien? —se preocupó Glastab—. ¿Quieres agua? Oye, lamento mucho si te estoy molestando. La verdad que ya no sé que hacer. ¿Debo dejar todo como está?

    Entonces lo pensaste. Realmente el bosquecillo era peligroso. No para la gente normal pero sí para ti. Las hadas adoran los sueños de las personas y tus sueños… son algo extraños. No quieres saber como influiría el comportamiento de las hadas en ti. Temes no volver a despertar si te duermes en el bosquecillo. Podrías decirle todo lo que sabes a Glastab y que él vaya a encargarse, de paso podrías seguir durmiendo. Sin embargo, pocas cosas pican tu curiosidad y esa es una de ellas, quizá no puedas sacarte el tema de la cabeza si no lo acompañas.

    ¿Qué harás?
     
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    Dylan Toward (Pereza)

    Jamás debió haber aceptado la mantita de manos de Glastab. Ahora mismo, mientras trataba de controlar de nuevo su agitada respiración, siendo observado por aquellas incesantes y agobiantes miradas, se arrepintió de todo aquello que estaba haciendo. Incluso deseó haber hecho el enorme esfuerzo de levantarse de la mesa de la taberna y haber huido a una de las habitaciones a continuar dormitando por tiempo indefinido. Para que veáis hasta qué extremo llegaba el arrepentimiento del pobre Pereza.

    Tomó con resolución a la duendecilla y la colocó sobre su cabeza, dispuesto a obligarle que le durmiese de nuevo y así evitase tener que inmiscuirse en términos mayores, pero el recordar el sueño que acababa de vislumbrar le obligaba a mantenerse en vilo. Volvió a intentar cerrar los ojos, agitado. Eso normalmente no ocurría, era muy extraño. ¿Por qué...? ¿Por qué era incapaz de conciliar el sueño en paz? Golpeó a la duendecilla, pero esta estaba tan agotada y afligida por Glastab que su hechizo no llegó a surtir demasiado efecto. El joven desordenó sus cabellos, y se quedó observando el suelo completamente ajeno a la realidad.

    "¿Estás bien? ¿Quieres agua? Oye, lamento mucho si te estoy molestando. La verdad que ya no sé que hacer. ¿Debo dejar todo como está?"

    Al principio no pareció reaccionar. Ni siquiera parecía estar escuchando. Casi podía parecer que estaba durmiendo con los ojos abiertos, pero en su mente, Pereza estaba muy despierto. Tanto, que aquella situación se estaba volviendo realmente particular. Eran muy contadas las ocasiones en las que algo le daba curiosidad, algo que no le dejaba conciliar el sueño. Y esta, sin duda alguna, era una de ellas. Por lo que de repente y sin previo aviso se levantó, subió al bordillo de la fuente y volvió a subirse sobre Glastab.

    Podría estar haciendo la excepción de su vida, pero ejercicio sí que no haría jamás. Eso seguro.

    Vamos. No hagas que me arrepiente —murmuró con desgano, y le susurró algo en el oído a la duendecilla—. Si se te ocurre dormirme allí dentro, te mataré.
     
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