The Hunger Games Mentor [Au/Haymitch Abernathy]

Su pequeña oficina al final de los casilleros apestaba a agua estancada y miseria, observaba sin mirar un par de trofeos oxidados en la esquina de la mesa, lograba escuchar los golpes insesantes que producían los balones de baloncesto en el piso de madera.

Se suponía que el era el entrenador, tenía que encontrarse haya dándole instrucciones y estrategias para su próximo partido, palabras de aliento que dieran todo de si.

Pero Haymitch Abernathy se había dado por vencido hace tiempo, recuerdos de un pasado sombrío le encadenaban a esa silla.

Se escuchó entonces un golpe seco y un par de risas, un chico escualido de pelo rubio derrapaba en el piso con un gesto de dolor, se levantaba después con un gesto de coraje en el rostro tomaba el balón de nuevo y tomando impulso se lanzaba hacia el aro intentando clavarla pero solo conseguía irse de cara al piso de nuevo, en esta ocasión menos personas reían, cuando se dedicaba a tomarlo una tercera vez con el labio hinchado y sangrando, todos guardaban silencio.

En el interior de Abernathy algo buscaba tomar impulso, pero antes de hacerlo se forzaba a acallarlo.

Se sentó de nuevo, se reclinó en su silla y cerró los ojos.

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Haymitch tomó su saco y se colgó al cuello, sintió el peso de su frasco de licor en uno de los bolsillos y se sintió de cierta manera recorfortado por ello, toció roncamente y replegó su silla a su escritorio.

Tomó sus llaves y se dispuso a cerrar al gimnasio entonces escucho una respiración y pasos en el piso de madera, eran mas de las diez de la noche y alguien seguía entrenando.

Se asomó entonces encontrándose con una chica morena de ojos grises, transpiraba bastante y se le notaba agitada, más con la decisión de sus ojos le indicaba, podría seguir una semana entera así.

Lo observó desafiante y con cierto desdén y avanzó hacia él.

— El gimnasio esta cerrado chica, deberías de estar en tu casa.

— Como tu en la cancha entrenando nos ¿ por que eres el entrenador no?

Sin esperar respuesta se alejó saliendo.

Haymitch se vio nuevamente abrumado por aquel sentimiento, que decidió ignorar.

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Haymitch soñaba.

Se encontraba mucho mas joven, sonreía de una manera en la que ya no recordaba hacerlo, una chica rubia bonita se le abalanzaba tomándolo del brazo y besando su mejilla, éste jugando la tomaba del cuerpo y la cargaba en su hombro derecho en un rápido movimiento, ella comenzaba a patalear.

—Maysilee ¿donde éstas?

—¡Haymitch bajame!

— Puedo escucharte Maysilee pero no puedo verte.

— Hazlo o te mordere— advirtió la chica.

Haymitch intentó bajarla pero la chica ya se había aferrado con sus dientes a su hombro.

Unos instantes después se reían mientras el sobaba su brazo.

Hubo un breve instante en el que se encontraron sus miradas y decidieron que el mundo podía quedarse atrás.

Ambos vestían ropas deportivas, participaban cada uno en un par de deportes basquetball, fútbol, soccer, tenis.

Abernathy era de esa clase de muchachos cuyas mentes no dan para demasiados conocimientos pero en los deportes todo podía, mientras que Maysilee era la chica involucrada en cada club y actividad extracurricular. Siendo opuestos en tanto se habían complementado como nunca.

— Acudirás a verme ¿verdad?— Lo miro suplicante la chica.

—Claro que si preciosa, no me lo perdería por nada.

La abrazó con fuerza mientras la calidez que sentía con su cuerpo unido al suyo se convertía en incertidumbre y esto en temor, el peso de ella aumentaba de pronto como si de pronto hubiera perdido la fuerza en sus piernas, su cabeza cayó hacia atrás mientras sus ojos sin vida observaban al abismo, tomo su entorno se volvía gris y Haymitch lloraba.

Hay ocasiones en las que un simple juego estudiantil de baloncesto involucra intereses mas grandes, personas poderosas y potentes que mueven el mundo a su voluntad, jamás supo la razón por la que murieron tantas personas incluyéndo la que mas amaba.

Una explosión repentina, caos, confusión y temor. Solo recuerda su cuerpo en sus brazos, recuerda la nota enviaba a sus manos años después que versaba:

Fue tu culpa, debiste perder.

Entonces ya se había transformado en entrenador y así perdió su espíritu. De esta manera despertaba todas las noches aterrado por la misma pesadilla de sus recuerdos.

De manera casi instintiva tomó la botella de licor y tomo un trago en la oscuridad.

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Al día siguiente se levantó a las once de la mañana cuando la luz del sol le destelló en sus ojos obligándole.

Al abrir la puerta se encontró en el umbral a dos personas, era el chico rubio y la chica morena.

Lo observaron directamente de manera desafiante, Haymitch negó con la cabeza fastidiado y los ignoró.

Estas escenas se repitieron por mas de un mes, el chico seguía lanzándose a clavar el balón hasta que pudo lograrlo, la chica era sorprendida a altas horas de la noche hasta que él comenzó a dejarle las llaves para que cerrará.

Al salir de su casa luego de un mes de encontrarlos, se giró hacia ellos y les hizo una seña con la cabeza.

— Los llevo a la escuela par de testarudos

Los tres subieron a un volksvagen color azul que le pertenecía, sus ojos cansados observaban a ambos muchachos que discretamente ya iban tomados de la mano.

— Vaya, si que la han pasado bien— indicó Haymitch con sorna.

Ellos se observaron de una manera cómplice sonriendo un poco.

— ¿ Cómo se llaman?

— Soy Katniss Everdeen— dijo la chica mientras se tejía el cabello.

— Yo Peeta Mellark— señaló el chico extendiendo su mano.

Haymitch dudo un poco y apenas la estrechó.

— Imagino viven cerca de aquí, pasan mas tiempo cerca de mi que en su casa.

— Vivimos en la calle 12— señaló Peeta— mis padres tienen una panadería, los de ella llevan una farmacia.— declaró acercándole una bolsita con boyos— de parte de mi padre.

Abernathy lo miro extrañado, lo miro con un gesto irónico, pero luego sonrió.

— Vaya, eso no lo esperaba...

El auto se detuvo y ambos bajaron, Haymitch los veía.

— Ustedes, amantes del doce, diganle a todos que lleguen a entrenamiento hoy temprano, lo consiguieronellos
Haymitch esperó por mucho alguna señal del pasado, su novia indicándole que se encontraba bien, que podía seguir adelante, que debía hacerlo y volver a creer en muchas cosas que había olvidado, pero esto no ocurrió, no al menos de la forma en la que lo esperaba, fueron aquellos, su espíritu, uno similar al que había recidido en ellos. El pasado siempre sería incierto, pero en el futuro había mucho por mirar.