Maid Café

Anna Hiradaira Soria

—¡Woah! ¡Un maid café!

Apenas lograba salir de mi asombro cuando, navegando la calle principal, Akiko y yo topamos con un bonito y pintoresco café atendido por... señoritas. Señoritas con uniformes bien característicos. Recordaba haber visto algunos en Tokio, especialmente Akihabara, pero a decir verdad nunca me había animado a entrar; no me apetecía hacerlo sola, y los chicos ni de coña me habrían acompañado. Así y todo, me daban algo de curiosidad y los uniformes eran super bonitos hasta para mí, una acérrima defensora de los vaqueros y sneakers.

—¡Venga, Senpai! ¡Vamos a ver qué tal ahí dentro!

Me tomó un par de segundos, tras sujetar la muñeca de Akiko y arrastrarla dentro, pensar que quizá no le agradara la idea. Quizá pensara igual que los chicos, y mi atropellada tendencia a imponerme sobre los demás le representara una auténtica molestia. Arrugué el ceño, soltándola suavemente, y me giré hacia ella con la vista clavada en mis zapatos. Sentí un ligero calor en mis mejillas.

—Hmm, si no te molesta, claro.

 

Anna Hiradaira Soria

Sonreí contenta cuando ambas chicas accedieron a la idea y abrí la cámara frontal de mi teléfono, posicionándome unos pasos delante de ellas para incluirlas en el campo de la lente. Mostré todos los dientes en una amplia, casi cómica sonrisa y con la mano libre hice el signo de la paz.

Click.

—¡Ah! —exclamé, viendo la pantalla y mostrándoselas luego—. ¡Salió super linda!

Fue apenas un segundo, sin embargo, pues devolví toda mi atención al aparato para recortar la fotografía, corregirle un poquito las luces y tonos, y adjuntarla en el contacto de Shiori. Noté entonces que aún no tenía el número de Nagi, pero tras alzar la vista la chica ya estaba despidiéndose.

—¿Tienes que volver ya? Qué lástima, Watanabe-chan. ¡Adiós! ¡Nos vemos mañana en la escuela!

La saludé con el brazo en alto, ondeándolo sin aparentes preocupaciones, y cuando me supe sola junto a Shiori relajé mi expresión y le indiqué, con un movimiento de cabeza, que me siguiera fuera del supermercado.

—Watanabe-chan parece... algo apagada —comenté, algo insegura sobre cómo abordar el tema—. Estuvieron juntas en el parque. ¿Quizá le afectó de manera... especial, digamos? ¿O más de la cuenta?

¿Quizá nosotros la habíamos tenido realmente fácil, y los otros grupos por poco vieron el infierno? No tenía forma de saberlo, no sabía cómo comparar nuestros recorridos porque a nadie le resultaría agradable revivir con lujo de detalle las experiencias recientes. Le sonreí a Shiori, con las manos en los bolsillos de la sudadera.

—Oye, Kuro-san, sé que ya despilfarramos dinero como hijas de magnate árabe, pero ¿te gustaría hacer una última parada? Hay un café que me gustaría visitar.

Conduje mis pasos a través de la calle principal, hasta detenerme frente al Maid Café. Bajo las luces de la tarde lucía aún más simpático y cálido. Me giré hacia Shiori luego de abrir la puerta e invitarla dentro con un movimiento de brazo bastante ceremonioso... o al menos así lucía en mi cabeza.

—Las damas primero~

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all according to keikaku

digo qué

 

Shiori Kurosawa

Watanabe había empezado a comportarse raro de repente, como si una cosa que nadie más que ella hubiese visto, escuchado o accionado hubiese derrumbado una montaña.
Nadie estaba para escuchar el ruido y yo, que tampoco lo había escuchado obviamente, solo estaba viendo sus efectos quizás con más claridad de la que quería.

Actuaba cómo si de repente no fuese ella o lo que yo conocía como ella. Cambio de máscaras y vaya que yo sabía de esa mierda, aunque se me hubiese fundido a la cara.
Sin embargo, de repente ella actuaba como si fuera un caso de identidad disociativa.

El corazón de Watanabe, antes acompasado al mío y por rebote al de Hiroki, se había zafado de repente y ya no lograba asirlo de nuevo.
Porque aquella no era mi kōhai.

—Podría ser —murmuré mientras caminaba junto a Anna. Lo cierto es que no sabía nada de la castaña, además de que la violencia le crispaba los nervios, y aún así ella era quien me había sujetado la mano cuando estaba por hundirme en el agua oscura. Dudé, pero le permití a Hiradaira entrar y echar un vistazo dentro mi cascarón, algo que no hubiese hecho antes de no ser porque nos había arrollado un puto caballo—. No la pasamos muy bien allí adentro, quiero decir, creo que a todos nos afectó más de la cuenta. Creí que dos de tres nos habíamos fracturado, por tercos o algo así. Ella parecía más… entera, por sorprendente que suene, pero parece que al final sí nos falseamos todos.

La seguí sin objetar, la escuché pero por alguna razón la palabra que me alcanzó la cabeza fue "café".

¿No hablaría de…? Por supuesto.

Solté una risa suave al verla abrir la puerta e invitarme a pasar primero.
Incluso luego de haber soltado aquellas cosas, la presencia de Anna era refrescante.

Entré al local con pasos amortiguados y al pasar junto a Anna, mi sonrisa se ensanchó.

—¿No eres una dama tú también? —comenté casi en un murmuro y lo siguiente aunque tuvo el tono ambiguo, casi provocador, que había llegado a usar en el cachorro, fue sincero—. Encima eres una chica tan bonita~

Esperé a que ella entrará también antes de encaminarme a una mesa cerca de las ventanas.

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Cambios de narración y gayness whoops

 

Anna Hiradaira Soria

Había vuelto la mirada hacia Shiori cuando oí la palabra "fractura" brotar de sus labios. Vaya, nosotros ciertamente no habíamos sufrido episodios tan... violentos. No hasta al final, en cualquier caso, y aún así podría haber sido peor. Sólo recordaba un poco de sangre y...

Arrugué el ceño. ¿Y qué? ¿Y ya? ¿Qué onda, Anna? ¿Acaso ya te acostumbraste a eso o algo así?

Qué asco.

No sabía muy bien qué responder, así que había decidido renovar mi sonrisa e intercalar un par de pasos con brincos cortos.

—Uff, para pensar que era una fractura debe haberles dolido como el diablo. Ahora están bien, ¿verdad? ¿Su equipo tenía alguien con magia curativa? ¡Es una cosa genial! Senpai la usó sobre mí y fue, bueno, mágico. —Me reí ante la estupidez que acababa de decir y noté que no había especificado—. Ah, hablo de Akiko-senpai, claro. Hice equipo con ella y el chico zanahoria.

Luego de que Shiori pasara dentro del café, su respuesta ciertamente me pilló por sorpresa. Dejé ir la puerta y creo que las manos se me quedaron congeladas a una altura anti natural o algo así.

¿Qué?

El calor me subió al rostro y metí las manos en los bolsillos con cierta brusquedad. ¿Una dama? ¿Bonita? ¿Yo? ¿Con las trenzas de cría, la sudadera deportiva, las medias abullonadas, las pulseras y los pines? Sí, claro.

—Tú eres mucho más bonita, Kuro-san —mascullé, con la vista clavada en mis zapatos.

Shiori se dejaba el cabello suelto, que era brillante y voluminoso, y toda ella despedía un aire mucho más maduro y sofisticado. Su sonrisa era cálida, y hablaba suave, y el uniforme le quedaba bien, y, y... ¡Ah, mierda! ¡Tenía que dejar de pensar esas cosas! Dios, debía estar roja como un tomate. Tampoco supe muy bien por qué dije eso, más allá de que fuera verdad. ¿No era vergonzoso hacer esa clase de cumplidos a gente que apenas conoces? Bueno, no estaba acostumbrada. No lo sé, era extraño. Sacudí la cabeza, me palmeé las mejillas y comprimí los puños, siguiendo a Shiori hasta una mesa.

Actúa normal, Anna. No ha pasado nada.
Sólo te hicieron un estúpido cumplido.

Bueno, eso era justamente lo raro. ¿A chicas como Shiori las halagarían más seguido? Era bastante probable. ¿Sería satisfactorio? Porque más allá de la vergüenza, en realidad... n-no había estado tan mal, ¿eh?

—Perdona que te haya arrastrado aquí —dije, aún contenta pero no tan estruendosa—. Ayer intentamos entrar con Akiko-senpai pero justo estaba cerrando, y tuvimos que volver a casa. Así que me hacía ilusión echarle un vistazo hoy.

 

Shiori Kurosawa

Para pensar que era una fractura debe haberles dolido como el diablo.

La respiración se me detuvo un momento, porque era cierto, había dolido como el diablo pero más que eso, había dado terror. Porque allí había tenido que hacer todo de una forma diferente, porque, de haber fallado, nos habría costado aún más caro.

Magia curativa.

Solté una risa nasal cuando escuché cómo llamaba a Sanji, después de todo él la había llamado bodoque.

—Ah, claro. Yo soy la de la magia curativa. La usé sobre Usui-senpai. Bastante curioso, ¿no crees? Quiero decir, eso de tener un poder que sirva para sanar a otros —respondí, ladeando ligeramente la cabeza, luego le sonreí antes de hablar de nuevo—. Así que supongo que Akiko-senpai y yo tenemos algo en común, aunque ella sea mucho más nerviosa.

Había notado el sonrojo de Hiradaira ante mis palabras y fui consciente que no solo era bonita, de hecho era genuinamente adorable y, teniendo en cuenta su reacción, era probable que no se lo dijeran con frecuencia.

Mis gestos se suavizaron en cuanto la escuché regresarme el cumplido. Eso no estaba dentro del plan, pero se agradecía, mucho de hecho.

—Nada que perdonar~ —Le guiñé un ojo—. Siempre es bueno darse una vuelta por nuevos lugares, ¿o no?

Una chica con traje de maid nos recibió con amabilidad. Es cierto que no me quedaba mucho dinero, pero tampoco era que fuésemos a hacer algo más luego de eso, ¿cierto? Además, mi compañera parecía muy interesada en ese café y, no iba a mentir, a mí también me daba curiosidad. Le sonreí a la chica con la misma suavidad que a Anna.

—Nos gustaría comer aquí, gracias.

 

Anna Hiradaira Soria

Conque Shiori también tenía magia curativa, ¿eh? Quizás ella y Akiko compartieran más similitudes de las que uno encontraría a simple vista.

—¿Verdad que sí? —adherí a su comentario, asintiendo—. Me parece muy bonito tener el poder de curar a alguien más. Yo puedo ayudarlos a protegerse, pero si el daño ya está hecho...

Me encogí de hombros y apoyé los antebrazos sobre la mesa, balanceando los pies en el aire mientras aguardábamos. Estaba bastante acostumbrada a hacer eso, dada mi estatura. La presencia de la maid, sin embargo, no se hizo esperar. Ya le había dado un buen vistazo a los uniformes de las demás, pero a esta chica le sentaba particularmente bien. ¡Eran tan bonitos! Tan femeninos y delicados, casi como muñequitas. No me quedaban dudas de por qué casi toda la clientela era masculina.

—¡Miyuki-san! —exclamé, entusiasmada—. ¡Tu cabello es tan bonito! ¿Podríamos ver el menú?

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yo quería la opción divertida pero mira, esta niña no se me entera de nada. Shiori, salvame el culo gay porfis (???

 

Shiori Kurosawa

Por alguna razón, el comentario de Anna logró hacer que el color me subiera al rostro. Bonito no era la palabra que yo hubiera utilizado, de hecho creo que nunca la utilicé. Cuidar, curar, sanar.

No veía nada de bonito en algo que, aunque me salía natural incluso sin aquella magia, al final lo tomaba con tanta responsabilidad como si se tratara casi de un trabajo.

Lo hacía porque quería.

Y luego porque tenía que.

Puede que me volviese loca si no hacía eso, porque me aseguraba control sobre mí misma, sobre situaciones ajenas y… sobre otros. Tragué grueso ante el último pensamiento.

Traté de ocultarme tras mi propio cabello, hasta que el bochorno de desapareció y fue cuando la chica volvió para atendernos. Miyuki era su nombre, detallé el uniforme por primera vez, al poder verlo de cerca. Ciertamente era lindo.

Abrí un poco los ojos al escuchar su frase. Allí estaba la parte rara de los maid cafés, bueno, además de los uniformes, claro.
Hiradaira reaccionó primero, halagando su cabello y pidiendo el menú, con su energía usual. Yo la seguí después, clavando mi mirada en la chica y sus ojos azules.

—Dijiste… ¿Todos nuestros deseos? —pregunté, con una mezcla extraña de sorpresa, preocupación y curiosidad, medio cubierta por el tono ambiguo de antes.

 

Anna Hiradaira Soria

La intervención de Shiori me hizo echarle un vistazo y luego volver la mirada rápidamente a la maid, aguardando por su respuesta. Alcé las cejas, recibiendo el menú, y mis labios se curvaron en una mueca entre divertida y traviesa.

—Oh, bueno. ¿Las dejo solas, si quieren~?

Una risa corta y fresca vibró fuera de mi garganta y le presté atención a las comidas y bebidas que el local ofrecía. No era una lista muy larga, a decir verdad, ¡pero todo se veía muy apetitoso! Comencé a balancear los pies con más fuerza, mientras el ceño se me arrugaba por la concentración. Solía pasarme sin notarlo.

—¡Ya! ¡Ya me decidí! —exclamé luego de un rato, estampando el menú sobre la mesa quizá con más fuerza de la estimada; sonreí a modo de disculpa y proseguí—: Yo quiero un omelette especial y un café corazón.

Sellé mis labios y le sonreí a Shiori, aguardando por su elección. Cierto es que apenas me había detenido a pensar en cuánto me saldría todo eso, y si al final me alcanzaba sería de pura casualidad.

Y sí que lo haría, ¡y por los pelos!

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esta pendeja me va a fundir hasta a mí

 

Shiori Kurosawa

Solté una risa ante el comentario de Anna y tomé el menú para echarle un ojo, mientras hablaba desde atrás del objeto.

—No te hagas ideas raras, Hiradaira-san~

Recorrí la comida y las bebidas con la mirada rápidamente. No habían muchas cosas en el menú, así como yo no tenía mucho dinero en el bolsillo. Pero bueno, no es que importara demasiado. Ya había comprado las cosas que más necesitaba.

—Yo… tomaré un omelette simple y un té rosado —añadí mientras dejaba el menú sobre la mesa, para regresar la mirada a la chica que nos atendía y sonreírle—. Por favor, Miyuki-san.

 

Shiori Kurosawa

Lo cierto es que apartando las características del café y las evidentes razones por las que estaba, en su mayoría, lleno de chicos, es que la atención era muy buena. Podría ser su trabajo y parte de su acto, pero Miyuki estaba siendo muy atenta con nuestros pedidos.

Supongo que eso era lo lindo de comer fuera de vez en cuando, en vez de tener uno que preparar la comida.

Me lo pensé un momento.

—Me gusta mucho la comida casera —murmuré casi para mí misma antes de dirigirme a la chica y hablarle con suavidad—. Así que no importa si tarda, ponle todo tu amor, Miyuki-san~

 

Anna Hiradaira Soria

—¡Con un poco de leche, por favor! —elegí, animada.

La respuesta de Shiori me resultó divertida y solté una risa breve, tapándome la boca con el dorso de la mano. Su actitud era bastante coqueta y no recordaba haberme topado con muchas chicas así, a decir verdad. La adolescencia me la había pasado entre muchachos y de pequeña, en el circo, todos éramos unos críos medio salvajes y despatarrados. En cuanto a mamá, bueno. Tenía alma de hippie, por muy atada que estuviera ahora al mundo laboral. Ella y papá habían sido siempre los primeros en enseñarme todo lo que conocía y amaba, aunque las cosas se hubieran ido un poco a la mierda.

Pero ahora estaban mejorando, ¿no? Irónicamente, el incidente de Tokio le había dado un agradable giro a mi vida. Bueno, excluyendo todo el asunto de los monstruos mata gente, Igor y nuestros Persona... aunque, si lo pensaba con detenimiento, hasta eso estaba dándome cosas buenas.

Akiko-senpai, el chico zanahoria, Kuro-san. No los habría conocido sin esta locura fantástica, ¿verdad?

—Entonces eres de aquí, Kuro-san —arranqué conversación, envolviendo el rostro entre mis manos—. ¿Siempre lo fuiste? ¿Naciste aquí, en Hanazawa?

 

Shiori Kurosawa

Haber terminado pasando el día con Anna había sido, por demás, una de las mejores decisiones que había tomado en los últimos días.

No es que me arrepintiera de haberme acercado a Watanabe o a Hiroki, en lo más mínimo, pero era completamente diferente estar con ellos que con Hiradaira.

¿Me preocupaba más de la cuenta por ellos? Que el cachorro no armara alboroto, que Watanabe no sufriera un colapso nervioso...
Era casi como lanzar dos animalitos recién nacidos al mundo. Si los descuidas, las cosas pueden salir mal muy rápido.

Pero a Hiradaira no tenía que vigilarla así, quizás porque no había entrado al recuerdo negro con ella, pero fuese como fuese, era como si me dejara separarme de mi tarea de cuidadora un instante cosa que no recordaba haber hecho hace años.

Estaba divagando cuando su voz me alcanzó de nuevo y la vi, con sus manos rodeando su rostro.

Asentí con la cabeza.

—Siempre. Yo, mis padres, mis abuelos y así hasta que pierdas la cuenta seguramente. —Me llevé un mechón de cabello detrás de la oreja—. Algunos familiares dejan el pueblo y tal, pero siempre queda algún Kurosawa aquí.

 

Anna Hiradaira Soria

—¡Oh, suena a toda una dinastía! —bromeé, sin el menor atisbo de malicia en mi tono de voz o mi sonrisa—. La chusma del pueblo debe conocerlos entonces como si fueran de la misma familia, o algo así. Además, hace poco dijiste que tus padres tenían una tienda, ¿verdad? ¿Qué clase de tienda es?

Se me hacía bastante curiosa la idea de llevar toda la vida en un mismo lugar, y no solo tú, sino también tus antepasados. Sabía que era lo normal, o al menos que era mucho más normal de lo que había sido mi experiencia, ¡pero aún así! Una parte de mí no podía evitar pensar que me sentiría atrapada de echarme tantos años en un mismo lugar, y un pueblo encima. Como si un buen día fuera a salir huyendo o algo así, presa del agobio. Ya bastante tiempo había pasado estaqueada al suelo de Tokio, incapaz de proyectar, construir o avanzar en nada. Ahora, con todo lo que había ocurrido en tan pocos días, sentía una especie de... energía nueva fluyendo dentro de mi cuerpo. Bah, tal vez fuera más apropiado hablar de energía vieja, sólo que olvidada, pues me recordaba a mis tiempos de niña.

¿Quizá lo hiciera? ¿Quizás un día agarrara una mochila, tres latas de comida y me fuera de Hanazawa? Bueno, apenas llegábamos y ni mis padres sabían bien qué sería de nosotros. Era bastante inútil pensar en esas cosas. Volví la vista a Shiori y le sonreí como siempre, aguardando por su respuesta.

¿Cómo sería vivir la vida entera en un mismo lugar? Quería preguntar, pero no sabía cómo. Temía ser ruda o descortés, y preferí guardar silencio al respecto.

 

Shiori Kurosawa

Algo de razón tenía, ¿no? Pero bueno, un poco así funcionaban las familias en los pueblos, como dinastías. Nacer en un pueblo y salir de él no era tan fácil cómo podía sonar.
Menos cuando el pueblo llevaba un kanji del mismo significado que uno de tu apellido y cuando tu hermano mayor estaba sepultado allí. Era posible que yo misma no fuese capaz de dejar Hanazawa nunca o al menos no del todo. Estaba hundida hasta la cintura en el pantano.

—Una pequeña tienda de abarrotes, en las callejuelas de los pueblos nunca falta una, ¿sabes? Cumple su función cuando no quieres venir hasta el distrito comercial —respondí sonriéndole también—. Supongo que es raro para ti venir desde Tokyo a un pueblito como este, ¿o no? Dejar la ciudad y pasar a un lugar así, menos ruidoso y con personas que somos un poco sin gracia incluso.

Creo que nunca había pensado en eso, en cómo se sentiría cambiar de la ciudad al campo o del campo a la ciudad, pero como todo cambio debía ser extraño. El aire era diferente y quienes nacíamos de esta tierra éramos diferentes, a pesar de parecer igual de insípidos que todos los demás, o bueno, a mí se me antojaban insípidos porque había crecido en una familia que, a pesar de parecer dinastía, a veces se alejaba un poco de algunos estándares japoneses.
Papá, Kaoru y yo. Kurosawa tras Kurosawa, la calidez parecía transmitirse con los ojos de fuego y con ello, quizás muy resguardado y traído a la superficie por el fuego de Amaterasu, también venían aquellos toques más pícaros.
Tal vez solo nos aburríamos un poco y buscábamos una forma de divertirnos.