Magia: un hechizo por romper.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Florentina, 6 Diciembre 2012.

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    Florentina

    Florentina Usuario común

    Aries
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    14 Diciembre 2007
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    Escritora
    Título:
    Magia: un hechizo por romper.
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    132
    Hola.

    Antes que nada espero que este fic sea de su agrado. Pido paciencia, tengo tiempo sin escribir, espero sugerencias y criticas. Gracias.
    Magia: un hechizo por romper.
    Introducción:
    Una pequeña gatita, o eso parece ser. Miguel, un chico de 17 años encuentra a una pequeña, indefensa y cansada gatita entre los arbustos de su patio trasero. A simple vista es una gata cualquiera de pelaje negro y ojos azules pero con ella vendrán una serie de problemas para el joven, viéndose envuelto en una serie de conflictos mágicos y una batalla poco común.

    Ahora Miguel irá descubriendo los secretos que rodean a esta criatura de inocente apariencia.
     
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    Magia: un hechizo por romper.
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    Total de capítulos:
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    Capitulo 1: La pequeña gatita.
    Hacia frio, pasaban de las 11 de la noche pero Miguel no podía conciliar el sueño, solo daba vueltas en su cama desde hacia mas de una hora mirando de tanto en tanto el pequeño reloj que descansaba sobre la mesita de noche que estaba al lado de su cama.
    -Ahhh… -suspiró mientras se estiraba un poco levantándose de la cama y caminando hacia la ventana de su habitación, la cual daba hacia la avenida. –Que linda luna… -susurró para si mismo mientras volvía a estirarse y corría la cortina solo para después regresar a su cama, cobijándose y acurrucándose bien.
    Nuevamente se quedo recostado hasta que su reloj marco la media noche. “Maldito insomnio” pensó mientras volvía a levantarse, esta vez para ir a la cocina, por un vaso de leche tibia, quizá era eso lo que necesitaba.
    Bajó las escaleras de la casa con cuidado de no hacer ruido para después tomar de la nevera el cartón de leche y servir un poco en un recipiente de metal el cual puso en la estufa a calentar. Guardó de nuevo el embase en su lugar y caminó hacia la puerta que daba al patio trasero. A través de la diminuta ventana vio algo moverse fuera.
    Con sigilo le quitó el seguro y la abrió lentamente. Ahí, entre los arbustos, algo se movía, una cosa pequeña y de color negro, parecía tener mucho pelaje.
    Lenta y dudosamente caminó hasta los arbustos y metió la mano para sacar lo que estuviera ahí metido, pero antes de lograrlo “eso” le salto en sima, haciendo que Miguel cayera de espaldas. “Eso” era un gato, un simple gato negro que se encontraba sobre el pecho de Miguel y que parecía herido.
    Miguel posó sus castaños ojos en la indefensa figura del gatito, de pronto sintió lastima por el y no dudo en llevarlo dentro de la casa. Una vez dentro colocó el seguro a la puerta y con una mano, haciendo malabares, sirvió la leche caliente en un vaso, apagó la estufa, sacó un pequeño toper de la alacena y llevó todo a su cuarto, asegurándose de apagar la luz y dejar todo en orden.
    Una vez en su cuarto, y después de percatarse que nadie en casa lo había escuchado, revisó al pequeño minino al cual colocó en su cama. Parecía estar bien, solo cansado y con frio. Le improvisó una cama con algo de la ropa sucia que tenía y una cobija que nunca usaba, sirvió un poco de la leche en el toper que llevaba y la dejó cerca del improvisado nicho que acababa de hacer. Después cargó al animalito y lo llevo hasta su lugar de descanso.
    Acto seguido fue hasta su cama, bebió la leche que le quedaba y antes de acostarse miró de nuevo al pequeño felino el cual dormía plácidamente. Por un instante el gato abrió los ojos y lo miró fijamente, pero Miguel en ese preciso momento cayó dormido.
    A la mañana siguiente Miguel despertó pesadamente a las 10, abrió los ojos y lo primero que pudo ver fueron un par de ojos azules mirándolo de frente. El gato estaba sentado sobre su pecho sin quitarle la mirada de encima.
    -Buenos días pequeño ¿Cómo dormiste? –saludó el chico mientras bostezaba.
    -Bastante bien, pero soy hembra… -le respondió una femenina voz.
    Miguel abrió los ojos desmesuradamente mientras se sentaba bruscamente, haciendo a la gata caer de la cama.
    -¿Qué… que dijiste? –preguntó atónito y temeroso de que lo que acababa de ver era cierto.
    -¡Ten cuidado! –respondió la misma voz que provenía del hocico del pequeño animal.
    Sí, la gata estaba hablando. Cosa que Miguel no podía entender. Estaba soñando, eso era lo más coherente que su mente podía concebir, eso o que al fin había enloquecido.
    -¿Ha-hablaste? –preguntó con dificultad el aturdido joven mientras miraba con desconfianza al animal.
    -Si, por cierto, gracias por la leche, me ha caído bien, y aunque estoy segura que pudiste darme algo mejor, gracias también por la “cama”
    Miguel sentía que en cualquier momento se desmayaría, sin embargo la voz de su madre lo distrajo.
    -Miguel, a desayunar… -su madre le gritaba desde el pie de las escaleras.
    Era sábado así que tendría que bajar a desayunar antes de que su madre saliera a hacer los mandados. Por un momento dudo sobre dejar sola a la gata en su habitación, pero no tenia otra opción. Le dijo que lo esperara, que regresaría en un rato, que se escondiera si escuchaba a alguien abrir la puerta, a lo que la felina solo asintió moviendo la cabeza.
    A tropezones Miguel bajo al comedor para desayunar lo mas a prisa que le permitió su boca, engullendo el pan con mantequilla y el cereal que le había dejado servidos su madre. Se bebió el jugo de mango de un trago y a toda prisa dejó los trastes sucios en su lugar.
    Subió corriendo las escaleras, casi devolviendo el desayuno a causa del esfuerzo, entró a su cuarto y busco con la mirada a su pequeño acompañante.
    -¿Dónde estas? –preguntó a lo que respondió aquella ya familiar voz.
    -Aquí –decía mientras salía de debajo de la cama- Me dijiste que me escondiera si alguien abría la puerta.
    -Sí, claro –dijo en medio de un suspiro, mientras se sentaba en su cama y veía como la gata se sentaba al lado suyo– Am… disculpa… es que, ¿puedo saber que clase de gato eres? –pregunto titubeante al no saber como expresar el mar de dudas con respecto a ese ser que tenia al lado.
    -Jajaja… -rió la gata mientras se estiraba un poco- Soy una hechicera, no soy una gata como tal, me han maldecido.
    En ese momento Miguel se desmayó.
     
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    Florentina

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    Capitulo 2: La hechicera maldecida.
    -Oye chico ¿estás bien? –preguntaba repetidamente una suave voz.
    -Si mamá, solo déjame dormir… -respondió Miguel mientras se acostaba de lado.
    -No soy tu mamá… -respondió la misma voz mientras Miguel recordaba todo de golpe, la hechicera-gata.
    Volvió a levantarse mientras veía a la felina sobre su cama vigilándolo.
    -¿Qué pasó?
    -Te desmayaste, creo que fue demasiado para ti.
    -Bueno, creo que sería demasiado para cualquier chico de 17 años. –dijo con pesadez mientras volvía a dejarse caer sobre la cama.
    -Lamento que sea demasiado para ti, pero si has sido tu quien me rescato, eso quiere decir que eres tu quien me deberá ayudar a romper este maleficio.
    -¿QUE? ¡NO! Yo no… -dijo mientras saltaba de la cama- Soy un chico cualquiera, jamás podría ayudarte, además, el lunes tengo clases y demás cosas, apenas puedo con las cosas de mi vida así como está… -dijo sin poder entender porque le estaba pasando eso a él.
    -No harás mucho en realidad, además, yo soy quien te lo pide, si me ayudas obtendrás una recompensa, pero deberás convertirte en mi aprendiz, aunque como tu dices, eres solo un chico, no creo que poseas grandes habilidades mágicas, sin embargo podremos arreglar eso con el uso de amuletos.
    Amuletos, magia, una hechicera, un maleficio, aprendiz… eran demasiadas cosas para una mañana, Miguel no podía entender lo que le estaba explicando una gata, bueno, la hechicera, pero no podía negar que en lo mas recóndito de su mente comenzaba a agradarle esa idea. Sumergirse en el mundo de la magia y lo desconocido.
    -Bueno, pero no prometo mucho. –acabó por decir mientras miraba el techo de su habitación.
    -Gracias, que me brindes ayuda es importante para mi, por cierto, me llamó Akara. –musito la gata negra mientras caminaba hacia la ventana.
    -Akara, me llamo Miguel. –dijo el chico mientras la veía caminar hasta la ventana, la cual estaba cubierta por las cortinas.
    Después de eso Akara permaneció en silencio, cerca de la ventana. Miguel, por su parte, bajo a la sala para hacer sus deberes en la casa, recordándole a Akara que debía permanecer oculta si alguien entraba al cuarto.
    La madre de Miguel llego en la tarde para preparar la comida, y el joven recordó que debía idear algo para que su madre no le hiciera deshacerse de aquel “animal”
    Al filo de las 5 de la tarde la familia se sentó a la mesa a comer, su madre Catalina y su padre Manuel en los extremos de la mesa rectangular, en uno de los costados estaban Ana, la hermana menor con 12 años, y Víctor, el mayor de los tres con 20 años, y frente a sus dos hermanos estaba sentado Miguel, comiendo lentamente, abstraído en sus pensamientos.
    Después de un rato la comida terminó y Miguel se debatía entre decirle a su madre de Akara o mantenerla como secreto. Al final se decidió por lo segundo y fue a la concina por una lata de atún que se guardó en los bolsillos y algo de leche para después irse a su habitación con la excusa de estudiar un poco.
    Llegando abrió la lata y la dejo junto al toper que había usado para poner leche la noche anterior, y que usaría nuevamente para lo mismo.
    -Ya te dije que no soy una gata –dijo Akara mientras se acercaba al chico.
    -Lo siento, pero aun no me hago a la idea –respondió Miguel nerviosamente mientras se apartaba del lugar, yendo a su cama de nueva cuenta.
    -En fin, supongo que es mejor que no comer.
    Akara comió lentamente mientras Miguel permanecía sentado en su cama.
    -Ah… -suspiró Miguel mientras miraba hacia la ventana.
    Ese sábado y domingo Akara se la pasó tranquila como si fuera cualquier gato. La noche del domingo se acercó a Miguel quien hacía tarea sobre un pequeño escritorio que era alumbrado por una lámpara de mesa.
    -¿Qué haces? –le preguntó Miguel mientras la veía subirse a la mesa con un ágil salto.
    -Mirarte, es interesante ver a alguien estudiar.
    -¿En serio? –preguntó el chico mientras se revolvía el cabello de color castaño, no muy largo y algo quebrado.
    -Si.
    -¿Por qué? –continuó cuestionando el chico mientras se estiraba un poco.
    -Porque me recuerdas a mi misma, cuando era solo una aprendiz.
    -Ah, es verdad. –Soltó el castaño mientras cerraba el libro que leía- ¿Puedes contarme cómo fue que te volviste hechicera?
    Akara se sorprendió un poco al ver el entusiasmo del joven, pero no se negó a contarle lo que fue su vida cuando era una aprendiz de hechicera, muchísimo antes de ser transformada en una gata negra.
    Con ágiles y agraciados movimientos Akara caminó hasta la cama del chico y subió mientras Miguel se sentaba delante de ella.
     
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    Ashirogi Muto

    Ashirogi Muto Iniciado

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    Genial *.* Me pareció muy interesante hasta este punto. Cuidado con la repetición de algunas palabras, es algo que siempre nos rescatan a nosotros y no pude evitar leerlo en el tuyo también. De errores no he visto nada. Espero que sigas la historia, pues me ha gustado mucho ^^ -Takagi-
     
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    Florentina

    Florentina Usuario común

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    Capitulo 3: De aprendiz a hechicera, de hechicera a gata negra.
    -Todo comenzó cuando era una niña, apenas tenia tres años de edad cuando comencé mi entrenamiento mágico, pero me estoy adelantando un poco. Deja contarte bien mi historia. Mi madre y padre fallecieron cuando yo era apenas una bebe y por esa razón llegué a manos de mi tutor, el señor Clive. El era un hechicero que solo adoptaba niños con algún don mágico, por lo cual me adoptó a mi y a otros dos chicos, una niña y un niño, la otra chica era de mi edad, el chico era cinco años mayor.

    -Espera… -interrumpió Miguel- ¿Tienes hermanastros? –preguntó un tanto sorprendido.

    -Si, bueno, con Kashya nunca me he llevado muy bien pero con Draco es diferente, el es demasiado protector conmigo, jamás supe porque. Con ellos jamás he entablado una conversación como tal, jamás hemos hablado de nuestros pasado o de porque llegamos a ser adoptados por nuestro “padre” Clive y realmente no nos importa. En fin, la cosa es que llegué siendo una bebe a la vida de Clive, pero al cumplir los tres años el comenzó a entrenarme en lo relacionado con la hechicería.

    -Pero, ¿Cómo supo Clive que eras apta para la magia? –interrumpió Miguel interesado por aquel relato.

    -Pues para él es algo simple, cada hechicero tiene un método para hacerlo, no se cual sea el que use Clive, y aunque sucedió cuando era solo una bebe Clive siempre me ha dicho que soy muy diferente a los demás. Aún no se a que se refiere con exactitud, pero tengo mis suposiciones. Con el tiempo desarrollé mi magia con gran habilidad, al igual que Draco, al ser él el mayor siempre era quien mas sabia y el que nos ayudaba a Kashya y a mi, a mi en especial porque siempre corría a preguntarle como hacer esto o aquello. Con el paso del tiempo demostré mas habilidades que Kashya para hacer ciertas cosas, sin embrago hace un mes Clive nos dijo que estaba buscando al heredero de su legado mágico, y solo uno de nosotros podía llegar a ese puesto, a mi no me importa en lo más mínimo ese titulo, sin embargo pareciera que Kashya se había obsesionado con ese tema.

    -¿Entonces ella te transformó en gata? –interrumpió enérgicamente el chico, entendiendo un poco lo que pasaba.

    -Pues no estoy segura, jamás he considerado a Kashya capaz de hacer algo así, aunque a estas alturas no se que creer. Fue hace una semana que fui transformada, maldecida mas bien. Estaba en casa repasando un poco algunos escritos de conjuros, cuando de pronto me inmovilizaron con un poderoso hechizo y no pude ver quien fue quien lo hizo, quien fue quien creo un círculo de metamorfosis y me transformó en una gata negra, asegurándose de quitarme mis poderes con un sello de energía.

    -Pero, ¿por qué un gato? –preguntó Miguel mas como una duda al aire, pero Akara la respondió sin problemas.

    -Porque en teoría es como una burla.

    -¿Una burla? ¿Por?

    -Simple, una habilidad que Clive nos enseñó es transformarnos en un animal que nos caracterice. El animal que me caracteriza y en el que me transformo es una pantera, Kashya se transforma en una zorra y Draco en un águila, el echo de que me transformaran en una gata es una clara burla y significa que quien halla sido me considera mas débil de lo que yo misma creo ser.

    -Entiendo. –Musitó Miguel mientras ambos permanecían en silencio- Y a todo esto, ¿que edad tienes?

    -16 años… -dijo Akara como si nada.

    -¿16? ¿SOLO 16? –se sorprendió Miguel sin poder fingirlo.

    -Sí, ¿por? –respondió Akara sin inmutarse.

    -Es que, por la forma en que hablas creí que tendrías al menos 20 años, con eso de que me pediste que sea tu aprendiz lo supuse, pero eres más joven que yo y en verdad pareces más madura… -“y arrogante” pensó para si el joven.

    -Pues es algo normal realmente, me he criado en un ambiente algo estricto; no he llevado una vida “normal” por si no te ha quedado claro. –dijo Akara mientras bajaba de la cama y caminaba hasta la suya, ubicada bajo la ventana del cuarto y ya mejorada, no hecha con ropa sucia sino por un cojín que Miguel se había robado de la sala y con una mejor cobija.

    -Hasta mañana. –le dijo Miguel mientras volvía al escritorio para leer un poco mas.

    -Hasta mañana. –respondió Akara mientras se estiraba antes de acurrucarse.

    -Y Akara, ya veras que encontraremos al culpable y te devolveremos tu forma humana. –agregó el chico sorprendiendo un poco a la hechicera quien jamás espero algo así.

    -S-si… -fue todo lo que alcanzó a decir antes de disponerse a dormir. “Mi forma humana” se repitió en su mente mientras recordaba a Clive y lo mucho que se reiría cuando supiera que su pequeña Akara había sido maldecida, sin duda le resultaría cómico y no la dejaría olvidarlo.
     

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