Drabble Maduración personal [Cuentos Udienses]

Maduración personal

Un cascabeleo en la jungla. Riolu corría entre los árboles, huyendo de su cazador. Mientras, Seviper, malicioso, preparaba su emboscada.

Los Riolu siempre fueron pokémon muy tranquilos en Udan. Lejos de la civilización, tenían una vida apacible en la jungla; no había depredadores que amenazaran su especie, no conocían el miedo. No era de extrañar, pues, que fueran pokémon que temieran tanto la muerte. Así había sido siempre hasta que, quién sabe por qué, un Seviper irrumpió en su ecosistema. ¿De dónde habría salido? Ahora, toda la armonía de su hábitat estaba en peligro.

Su cuerpo pequeño y débil no aguantaba más. Llevaba horas corriendo, y aquella serpiente no paraba de seguirle, arrastrándose por la hojarasca. Jadeante, sus piernas se torcieron, y cayó al suelo. Buscó cobijo como pudo, bajo un árbol. Pero eso no le serviría. Como una liana, Seviper se descolgó de una de las ramas. El pequeño luchador trató de escapar, pero era demasiado tarde; la distancia entre ambos era ya escasa, la suficiente como para que la habilidad del cazador impidiera su huida.

Aquel endemoniado abrazo apresó a Riolu. Siseó Seviper, en señal de victoria. Finalmente, sus colmillos se clavaron en la piel de la vícitima. El veneno corrió por la sangre del pokémon, inmovilizándolo por completo. Las extremidades le empezaron a fallar, la vista se le nubló, y poco a poco, la vida se fue esfumando de su cuerpo. Cayó en el suelo, tendido, sin vida.

Seviper miró el cadáver. Su alma ya no reposaba en su cuerpo. Su alma había ido a para al más allá, donde residían las de todos sus ancestros. Generaciones y generaciones de Riolu y Lucario aguardaban la llegada de su espíritu. Porque no era un simple viaje, era mucho más: era un ritual.

Todos estos antepasados eran los encargados de guiar el espíritu de los jóvenes Riolu que perecían en Udan. Vagaban sin rumbo en un umbral entre el mundo terrenal y el espiritual, perdidos, y eran ellos los encargados de dirigirlos de vuelta a sus respectivos cuerpos y ayudarles a canalizar toda su fuerza interior, a dominar los fantásticos poderes aurales. Un proceso místico, trascendente, de unión consigo mismo. Las almas experimentaban transformaciones. Se producía la verdadera maduración de los jóvenes Riolu, aún inexpertos y miedosos. Afrontaban la muerte como parte de su existencia, y encontraban la paz en su interior, cerca de sus difuntos.

El alma conseguía liberarse de todos los males que la apresaban, y, acompañada de cientos de almas de similares, retornaba a su cuerpo original.

Un resplandor envolvió a Riolu, durante unos segundos, y al finalizar, Lucario volvió a la vida, desde el mundo de los muertos. Unos vendajes decoraban ahora sus brazos, que acumulaban una fuerza descomunal.

La fuerza de cientos de Lucarios, que ahora acompañaban a su discípulo.