Suginami Mabashi Park [Parque]

Cuando desperté aquel día tuve la sensación de que había soñado algo. Llevaba días, más bien semanas durmiendo como el culo pero aquel día simplemente eso no pasó. En su lugar desperté con una sensación cálida en el pecho. No solía recordar mis sueños (de por sí no merecían la pena), pero en aquella ocasión deseé poder hacerlo. Poner rostros, nombres y voces.

Fue un pensamiento extraño que deseché tan pronto como salí de la cama.

Ah. Como fuese.

Quizás esa parte, aquella inherente al ser humano que necesita buscar patrones y porqués a las cosas notó la fecha en el calendario y creyó que podría ser mi propio regalo de cumpleños. Se me escapó una risa sin gracia mientras tomaba una toalla y me dirigía a la ducha.

Celebrar el paso de los años había dejado de tener sentido hacía mucho.

La mañana se sucedió con la normalidad habitual, o eso creí hasta que cerré la puerta de mi apartamento de alquiler para encontrarme con mi vecina. Era una señora ya entrada en años, vivía en el bajo con dos gatos y un perro y solía ser visitada por sus hijas a menudo. Por alguna razón le recordaba a alguna de sus nietas, y se pasaba de vez en cuando a darme algún tupper de comida casera porque "debía comer más".

Enarqué una ceja con escepticismo al encontrarme aquella vez con un bizcocho de chocolate entre sus manos. ¿Huh?

—¿Es... para mí?

—Mi nieta la pequeña celebra hoy su cumpleaños y pensé en traerte un trozo —Me sonrió, sus facciones marcadas por la vejez pero sin perder la ilusión pueril en ellas. Me resultó jodidamente cálido. Algo desestabilizada tardé unos instantes en tomar lo que me ofrecía—. Podrías pasarte más tarde, seguro le gustaría conocerte. Dice que tienes unos ojos muy bonitos.

—...Gracias, uh —Por su mirada sentí que me correspondía decir algo, y carraspeé notando cierto rubor en las mejillas. No me apetecía rodearme de gente pero sería grosero despreciar el gesto—. Veré de pasarme más tarde.

La respuesta pareció complacerla momentáneamente y me despidió, deseándome un buen día. Guardé el recipiente en la mochila con movimientos automáticos, dándole vueltas a la conversación mientras bajaba las escalera. Era la primera vez que conocía a alguien que compartiese mi cumpleaños, huh.

Qué cosas.

Quizás no me gustase celebrar algo así, pero bien que podía usarlo de excusa para tardar más o de por sí saltarme la primera hora lectiva. El día amanecía demasiado bien por una vez en mucho tiempo como para arruinarlo encerrada entre cuatro paredes, de modo que decidí desviarme del trayecto habitual para atravesar el parque Mashabi. Los cerezos recién habían florecido, las vistas merecían completamente la pena.

Lo que no esperé fue distinguir a alguien más por allí. Era difícil no hacerlo con un cabello tan particular, mucho menos a aquellas horas de la mañana, cuando apenas la ciudad despertaba. Me separé de la barandilla en la que estaba apoyada y me acerqué a paso lento, sin prisas.

Como si alguno de los dos tuviese de eso allí.

—¿Dando un paseo matutino? —cuestioné un poco porque sí, sin interés real en lo que estuviese haciendo. Me recogí el cabello sobre el hombro, echándole un vistazo de soslayo—. Veo que no soy la única a la que se le pegaron las sábanas.

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Perdón por tardar omg aaa

 

Por un momento me cruzó por la cabeza el que, o vivíamos relativamente cerca y no nos habíamos topado por pura gracia del espacio-tiempo, o ambos habíamos decido desviarnos del camino usual, me inclinaría por la segunda en todo caso, no es como si fuese de preguntar aquello así que apenas y me limité a pensarlo por un momento, denotando que se acercaba a lo que escuchaba algunos niños pasar de aquí para allá, a fin de cuentas era la hora del desplazamiento a las instituciones, distrayéndome visualmente al seguir un grupillo que se hacían bromas entre ellos con la mochila en lo que me llegaban sus palabras.

—Suelo tomar varios de esos —comenté regresando a ella—. Eso significa que tuviste un buen sueño al menos —el clima caluroso y el viento ligero provocaba el meneo de los cerezos, y vaya que aquellos árboles no eran algo que se pudiese realmente apreciar en mi país natal, quizá por ello cuando me desviaba para faltar a clase terminaba ahí—. Ah, y buenos días, Lena~

Gradualmente el tono de mi voz disminuyó, buscando sus esmeraldas tras el cristal negro y apenas aligeré las facciones, recordando el panfleto que había denotado el día anterior al estar con Hotaru, el mismo panfleto por el que me di un repaso antes de partir a casa.

—¿Tienes planes para el día de hoy? —saqué la mano izquierda del bolsillo y señalé con el pulgar hacia la parte oriente del parque, aquella donde se podía visualizar el agua cristalina—. Saltarse clases suele ser más entretenido si somos dos, o eso dicen.

 

No catalogaría aquella casualidad como mala realmente. Lo pensé cuando encontré su expresión relajada tras las gafas, su tono risueño dándome los buenos días como si nada. Puede que en parte el pensamiento estuviese motivado por el hecho de que aquel día había amanecido de bastante buen humor, para variar... Pero no iba a ser yo quien se quejara.

—Algo así, sí —respondí de manera ambigua. Tendía a evitar hablar de mí de manera inconsciente, como si se tratase de un mecanismo de defensa diseñado con los años. La información es poder, decían. Pero cuando se trataba de un mero sueño se veía simplemente estúpido—. Buenos días, Suiren.

Había suavizado ligeramente el tono, y seguí con aire distraído el curso de los grupos de niños que iban y venían atravesando el parque en esos instantes. La brisa matutina me rozó las mejillas y me permití cerrar los ojos, inhalando el aroma de los cerezos. Su pregunta me llegó distante y seguí su dirección sin ocultar cierta sorpresa en mis facciones. Tenía ya un par de faltas y no debía jugármela, pero... Era francamente una lástima perderse aquella estampa idílica.

Suspiré, dejando caer los hombros, y posé las esmeraldas en él de vuelta. Resignada quizás ante mi propia dualidad.

Un día era un día. Quizás lo necesitaba.

—Ya no. Pero veo que tú sí tienes algo en mente —comenté, liviana, y emprendimos la marcha en su dirección. El lago parecía brillar con luz propia, y visualicé algún que otro anciano dándole de comer a las aves del parque—. Usualmente mi compañía en estas ocasiones suele ser una... compañera de la escuela, pero parece que se enfermó. Supongo que los astros se alinearon en esta ocasión.

Lo comenté un poco porque sí, aunque era una curiosa casualidad. Si me había desviado de mi trayectoria era porque aquel día no tenía que esperarla. Mucho menos sabía que aquel camino tampoco era típico para Suiren.

A medida que nos acercábamos a un banco un pensamiento repentino me cruzó la mente. Hacía tiempo que no me detenía a hablar con ambos hermanos. Bastante tiempo en realidad.

>>¿Cómo está Violet?

 

No tenía conocimiento de las faltas de Sallow, y en caso de tenerlo no es como si hubiese cambiado el hecho de invitarla a pasar la mañana conmigo, no era lo que se decía empático con las metidas de patas agenas, aunque yo tuviese que ver en ello indirectamente. Mantuve los hombros por demás relajando, evitando la sonrisa floja que se me tentó por formar al decir que tenía algo en mente, y en vez de ello elevé apenas de forma notoria las cejas, siguiéndola sin mayor preámbulo.

—Ya veo. Ojalá la chica se recupere pronto —al llegar al banco en el que el paisaje tras éste era el lago su voz me llegó de nueva cuenta, y en aquella ocasión pestañeé con la parsionia impresa. Era un tema del que me gustaba hablar, a fin de cuentas era mi hermana—. Bien, hace unas semanas le arreglaron las muñequeras así que ha estado algo animada —me saqué los lentes y los colgué de la patilla en la camisa de mi uniforme, regresando la mano al bolsillo.

Por unos instantes me prendé del lago que por su agua cristalina permitía divisar los peces cercanos, en conjunto al silencio matutino.

—De seguro se pondrá contenta cuando le comente que me encontré contigo —busqué sus ojos entonces, echando el peso de mi cuerpo en la pierna izquierda—. Vivimos a unas cuadras de este parque, por si algún día te apetece arrimar.

No es como si fuese a preguntarle en dónde vivía ella, a fin de cuentas prefería y me lo comentara cuando le apeteciera. Me mantuve de pie con la mochila al hombro. Y entonces preferí tantear, no que me fuese a confundir con otra chica del mismo nombre.

>>¿Tu estás en el club de radio, cierto?~

 

Asentí sin más ante sus buenos deseos. Suponía que a pesar de ser un dolor de ovarios había terminado acostumbrándome a la presencia de esa chica. Tanto, que podía llegar a notar su ausencia aquel día. De cualquier forma no era algo que diría jamás en voz alta.

Por encima de mi cadáver.

—Oh —murmuré. ¿Muñequeras? ¿Se le habían estropeado? No podía imaginar cómo sería perder la estabilidad que te otorgaba tu mayor toma a tierra. Tensé ligeramente los labios—. Qué... bien que esté mejor.

Era difícil ocultar la facilidad que tenía esa chiquilla para colarse entre mis defensas. Apenas habíamos charlado un par de veces pero era demasiado dulce para este mundo. ¿Quién le ofrecía galletas a una tipa que parecía querer fulminarte con la mirada? ¿Acaso era tonta? Definitivamente debía serlo.

En mitad de mis pensamientos el ofrecimiento de Suiren me tomó por sorpresa, y no tardé en sentir un ligero rubor escalar mis mejillas. ¿Se alegraría de ir a visitarles? ¿Yo?

>>Podría llegar a pensarlo —respondí, fingiendo una seguridad que no sentía. Me crucé de brazos, frunciendo ligeramente el ceño al sentirme descubierta—. Tengo la agenda bastante ocupada estos días.

Pura mentira, pero no dudaba que el chico empezaba a hacerse a la idea de las movidas que solía seguir por cuestión de orgullo. En cualquier caso aquel gesto no me duró demasiado.

—¿El club de radio? —Relajé un poco mis facciones, y giré el rostro hacia el chico ante la repentina pregunta—. Sí, estoy en él. ¿Por qué la pregunta?

 

No era que parese a pensar en la actitud de las personas, de forma innata se solía colar caracteríscas de sus personalidades y me mente simplemente las categorizaba; Sallow no era la excepción a ello, y a diferencia del resto con el que había tratado al inicio podía decirse que era la menos honesta de todas, como si tratase de resguardarse a cualquier vínculo que corriera el riesgo de afianzar, al menos con nosotros lo percibía de esa forma, y dudaba que fuese diferente con algún otro.

La chica del club de radio.

La del panfleto por hilos lógicos.

—Me imagino —murmuré ante lo de la agenda, evitando cualquier rastro que diera inicio a una sonrisa ladina, aunque un poco si que se me apeteció mostrarla, pero me incliné por lo contrario—. ¿Qué tal un trato?

Saqué el móvil del bolsillo y le di un vistazo a la hora, verificando que las clases de la mañana efectivamente estarían dando inicio en este preciso momento, volviendo la mirada a ella, dando paso a la propuesta que recién se me organizaba en la cabeza.

—Si pasas un buen día hoy, te piensas el hacerle un espacio a mi hermana en tu apretada agenda —murmuré como si le hubiese creído todo el discurso—. ¿Qué dices, Lena?

 

Debía admitir que me sorprendió. Lo hizo tanto, de hecho, que me fue imposible ocultar la sorpresa en mi expresión. Parpadeé, intercambiando miradas entre sus ojos y el móvil que parecía observar de repente. ¿Hablaba en serio? ¿Hasta ese punto pensaba llegar por su hermana?

No sabía si considerarlo un acto demasiado lindo... o idiota a secas.

—Podría replanteármelo —solté y me encogí de hombros. Si bien era consciente de que todo aquello era innecesario y terminaría por aparecer en su casa algún día de igual forma, aquella vez estaba de buen humor. No iba a negarme a una oferta así—. Trato hecho, Craig.

Extendí mi mano hacia él, como si aquel gesto fuese a sellar alguna clase de pacto, y posé las esmeraldas en él con suspicacia.

>>Pero si no cumples mis expectativas tendrás que traerme más de esas galletas horneadas por tu madre durante una semana —Retrocedí un paso, volviéndome hacia el camino que teníamos delante. El plan llamaba mi atención pero no era algo que fuese a reflejar exteriormente. Le miré de soslayo, expectante—. Que empiece la cuenta atrás, pues~.

 

Era curioso, el hecho de que Lena pese a aparentar una actitud ruda y por demás defensiva terminaba siendo completamente sincera con sus expresiones, por mucho que las deseara ocultar en caso de ser así. Bloqueé la pantalla para regresar a sus ojos al escucharla. Era como jugar un juego de esos tontos que solía plantear Zeldryck, en donde hipotéticamente acorralabas el ruedor y lo direccionabas hacia el condicionamiento, por mucho que el animal pensara que sus decisiones eran propias no solían ser más que impulsadas por algún estímulo.

Estreché su mano y apenas me sonreí.

—Me parece un trato justo —Solté su mano luego de haberla estrechado con liviandad, girando el rostro para visualizar el interior del parque entre los árboles de cerezo, denotando un camino de madera—. Empecemos con un recorrido entonces.

Me eché a caminar cerciorándome que me siguiera para ajustarme a su ritmo.

—¿Has recorrido todo este sitio antes? Porque sinceramente, es la primera vez que yo lo hago.

 

En otra ocasión quizás tachase esa situación de infantil o estúpida, pero en aquella ocasión ese pensamiento ni siquiera se me cruzó por la cabeza. Era un trato curioso, fuera de lo común, pero no perdía esa liviandad que me recordaba que no era más que no un juego de niños. Que existían tratos que no estuviesen relacionados con el dinero o deudas cuestionables.

Quizás era esa sensación inocua la que me animó a aceptar en primer lugar.

Suiren decidió así empezar el día con paseo por el parque. Enarqué una ceja, escéptica, para terminar por apoyar mi mochila sobre mi hombro derecho y seguirle sin más. ¿Estaría improvisando? ¿Tendría siquiera algo en mente? Esperaba que sí, porque con aquella decisión la barra no había subido ni un ápice.

Qué chico tan extraño.

—Más de lo que me gustaría —suspiré—. Es mi atajo para llegar antes al trabajo. Recorrerlo en horas puntas se vuelve un fastidio —Recordé entonces la oferta que le hice en su momento. Había hablado con los gerentes de la cafetería, aquella pareja de ancianos tan amables. Le miré de soslayo durante un breve instante—. La opción sigue estando ahí. Just saying.

 

Nunca había tomado el parque como un atajo, quizá porque no solía llegar tarde a los lugares, y en caso de hacerlo no me preocupaba demasiado en realidad por ello, pero si me ponía a imaginarla corriendo de aquí para allá con prisa no era muy complejo, el carácter de Lena era bastante a fín con eso.

—Ahora que lo mencionas, ¿cómo va tu empleo ahí? —pregunté por hacer conversación más que nada, aunque internamente era de mi interés la respuesta, en lo que repasaba el lago con la mirada, escuchando las aves entre las ramas.

Pestañeé con parsimonia en lo que me comentaba que la propuesta seguía en pie, sonriendo apenas hacia la izquierda.

Me interesaba.

—¿Trabajas con alguien más ahí, o eres solo tú, Sallow?