Los reyes de la selva [Amos y mazmorras] [CleoxLion]

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por Coraline Rosée, 9 Junio 2014.

  1.  
    Coraline Rosée

    Coraline Rosée Usuario común

    Piscis
    Miembro desde:
    7 Febrero 2009
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    238
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Los reyes de la selva [Amos y mazmorras] [CleoxLion]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    626
    N/A: El fandom es una saga erótica, pero el fanfic no tiene lemmon, solo lime.

    Prólogo

    En Nueva Orleans cualquier cosa que nuble se arregla con una fiesta, y la muerte de la familia de Billy Bob no iba a ser menos, pero nadie sabía la verdad. La versión oficial era que habían fallecido en un trágico accidente naval, pero en realidad los había matado un agente del FBI cuando ellos maltrataron a la persona que más amaba.

    Y si tanto la amaba ¿por qué se había ido? Eso se preguntaba la joven, que parecía ser la que menos diversión le encontraba a la fiesta. Observaba a los padres de su amado bailando juntos, a su madre bailando con su jefe, las risas, los chistes, el precioso parque… Pero nada se comparaba a él.

    —Lion…—suspiró resignada—he sido tan estúpida que me enamoré de ti.

    Decidió irse a dar una vuelta por el resto del más que inmenso parque. Nueva Orleans era una bonita y cálida ciudad, perfecta para familias de origen criollo, los pobladores de allí. Buena comida, buena música, bonitas fiestas…lo tenía todo.

    Vislumbró una sombra extraña, e instintivamente se dirigió la mano hacia el bolsillo. Mierda, no llevaba su querida pistola.

    —¿Quién anda ahí?—interrogó.

    Dobry vecher, Khamaleona—le repondieron.

    ¿Khamaleona? Sólo podía ser una persona.

    —¿Qué haces aquí, Markus?

    —Vengo a buscar a tu hermana, la he citado aquí.

    —¡Oh! En ese caso…Me voy—se despidió la pelirroja guiñándole un ojo.

    Markus hizo una pequeña sonrisa, la pequeña de las Connelly ya intuía algo. Era muy lista, y muy atractiva todo sea dicho, pero él vivía encandilado de su hermana mayor.

    —Leslie.—pronunció sin ni siquiera girar la vista—te estaba esperando.

    La morena se relamió los labios, aquella voz le derretía. Además, había visto algo que Cleo no esperaría ver.

    Cleo estaba preciosa con su vestido blanco y su larga melena pelirroja rizada al viento, pero lo que más le enamoraba de ella eran sus ojos verdes como los prados de Louisiana, como los campos de algodón en primavera. El vestido llevaba un escote algo pronunciado, sin tirantes, y le caía pegado al cuerpo hasta soltarse en una volátil y vaporosa falda que, por otro lado, no tenía transparencias, lo cual en el fondo le molestaba un poco, pues su querida Cleo tenía un cuerpo precioso. Si no fuera tan desastre y malhumorada, sería una princesa de cuento; pero era su hada/bruja pelirroja.

    Se acercó silenciosamente hasta poder abrazarle su cintura. Ella se sobresaltó, pero sintió el susurro de Lion que la llamaba y se dio la vuelta. Todos esperaban un bonito momento, pero ella lanzó la mano hacia su mejilla, y el joven se la detuvo agarrándole la muñeca.

    —¿Por qué no me dejaste verte en el hospital? —le preguntó Cleo.

    —No quería que me vieras tan débil. Cleo, he sido un idiota, y lo sé perfectamente. Pero este idiota quiere estar contigo.

    La joven suspiró y accedió a concederle un baile.

    Después de ese baile vino otro, y luego otro más. Y cuando pudieron escapar de los padres de ambos, que celebraban que sus queridos hijos volvieran a estar juntos al fin, cogieron el coche de Lion para ir a la casa de la pelirroja.

    Entraron a trompicones entre besos y caricias, por poco no pisan al pobre Ringo, que estaba medio camuflado en el paragüero que derribaron al entrar. Se separaron para subir las escaleras, ambos sabían lo que querían, después de todo, el color del pelo de Cleo era el del fuego. Y esa noche volvían a estar juntos el Rey de la selva y Lady Nala.

    No escucharon que a las tres de la madrugada la puerta se abría.
     
  2.  
    Coraline Rosée

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    Título:
    Los reyes de la selva [Amos y mazmorras] [CleoxLion]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    513
    Capítulo 1

    La cerradura hizo algo de ruido al entrar. "Tiene que arreglar ese ruido" pensó Leslie mientras abría con cuidado la puerta. Al entrar tropezó con unos pantalones negros. "El jefe está aquí", y es que Lionel era su superior dentro del FBI. Fingió no escuchar a su hermana pequeña y para no molestarlos se tumbó en el sofá. Apenas y pudo dormir, ya no por los constantes golpes de Lion al mobiliario del dormitorio, sino por la idea de aquel encuentro con Markus, o más bien encontronazo; ella no era así...

    La luz del sol la despertó. Hacía mucho calor en Nueva Orleans en el mes de Julio, y eso que apenas estaban a día...¿2? Sí, 2 era. Estaban comenzando a disfrutar de los dos meses de permiso que se les había otorgado tras resolver el caso "Amos y Mazmorras". Le apetecía un baño, pero no ver a su cuñado como Dios lo trajo al mundo con su hermanita menor, de modo que fue al jacuzzi-bañera del jardín y se sumergió en la tibia y burbujeante bañera.
    En el piso de arriba un acaramelado Lionel dedicaba todo tipo de carantoñas y mimos a una reconfortada Cleo.

    — Voy a traerte algo de desayunar, ¿vale?—le dijo el "rey".
    — Hmmm....Traeme galletas de Dinosaurios—le respondió la aún medio durmiente Cleo.
    — ¿Quieres también leche, brujilla?—respondió él entre risas.
    — Hmmm...café con crema. Doble espuma.
    — Vale, pero no te escapes, Lady Nala.
    — Ni aunque lo quisiera, no me puedo ni mover...

    Con una carcajada, Lion salió del cuarto aún desnudo emprendiendo el camino escaleras abajo hacia la cocina. Cleo retozó en la cama, inhalando profundamente el perfume de Armani que llevaba Lion la noche anterior y que aún podía oler en las sábanas moradas. Ese hombre tenía la capacidad especial de domar a su leona interior. Él era su Rey León, el famoso Lion King, temido hasta por la misma Sharon, Reina de las Arañas. Y ella era su Lady Nala.

    Escuchó un grito extrañamente familiar al tiempo que la cafetera culminaba la doble capa de espuma. ¿Montgomery?
    —¡Romano, vístase por favor!— gritó el hombre.
    En efecto, el jefe de Lion, seguramente buscando a su hermana. Apenas dos minutos más tarde escuchó los pasos de Lion y el tintineo de los vasos de café sobre la gigantesca bandeja del gato Cheshire.

    — Tus galletas, el café y tu bandeja, Nala—anunció Lion entrando.
    — ¿Por qué gritaba Montgomery?
    — Creo que un jefe cuando llega a casa no espera encontrarse a una subinspectora bañándose en el jardín y a un inspector desnudo en la cocina...
    — ¿Cree que mi hermana y tú...?
    Lion negó con la cabeza
    — Sabe que soy de la leona pequeña.

    Cleo nunca se habría imaginado que podría llegar a estar con alguien de ese modo; nunca creyó que alguien le trajera el desayuno a la cama, mucho menos desnudo todo sea dicho, tampoco que la colmara de tantas y tantas atenciones. Pero sobretodo, jamás se imaginó que eso sucedería con Lion Romano.

    —Cleo, ¿me has oído?— le interrogó este.
    —¿Eh?
    —Comemos con mis padres.
     
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    Los reyes de la selva [Amos y mazmorras] [CleoxLion]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    743
    Pues aunque parece que sea poco popular por su fandom, sigo con él :3

    Capítulo 2

    El coche iba algo más deprisa de lo normal por la estrecha carretera rural. En su interior sonaba "S&M" de Rihanna, una canción que ambos habían escuchado hacía tan solo una semana, cuando aún se encontraban en el Torneo, era su banda sonora, y tanto Cleo como Lion sabían perfectamente de lo que hablaba la canción; lo habían sentido en sus pieles, él más por placer que por trabajo, y ella por salvar a su hermana. Pero ese mundo te atrapaba, te dejaba inmerso en él, y Cleo estaba metida hasta la cabeza en ese profundo mar azul que Lion tenía por ojos, en esa piel suave y endurecida por la musculación constante que requería el FBI; Cleo estaba sumergida totalmente en un amor que tanto les costó forjar.

    Se dirigían a la casa de campo de los Romano. Una pintoresca mansión que presidía unos inmensos campos de algodón. Cada tanto, se veían ya las primeras casas de los trabajadores que durante todo el año cuidaban de la explotación familiar. Cleo no tenía mucha costumbre de salir a los campos, había estado contadas veces en las afueras de Nueva Orleans con su hermana y Lion cuando eran pequeños, y una sola vez en la casa familiar. Los recuerdos no eran agradables, la última vez había estado junto al ruso y su hermana Cleo y casi muere. Era borroso lo que sucedió después de ser disparada cuando intentaba salvar a sus suegros. Escuchó la bala atravesar el cristal, sintió cómo se abría paso entre su piel, lanzó un grito desgarrador de dolor...y lo siguiente que recuerda era estar semiinconsciente en los brazos de Lion, escuchar un 'no te vas a morir, leona' y el sonido del coche yendo a toda velocidad.

    Pero estaban vivos, que era lo importante, que Yuri Vasiliev había muerto y todo el mundo volvía a estar en paz.

    Na na na na na, come on, come on...

    Cleo canturreaba y Lion aprovechó ese momento para girar la vista y contemplarla de arriba a abajo; ciertamente la veía sexy con cualquier tipo de ropa que se pusiera, pero tenía predilección por las camisetas de tirantes de la hermosa chica y sus pantalones cortos hechos con unos vaqueros viejos. Tenía las piernas cruzadas y una de las manos reposando sobre la rodilla para dejar secar el esmalte rojo de uñas que se había puesto durante el camino. El viento despeinó su pelirroja melena rizada, dejándola volar. Le lanzó una sonrisa pícara al notar que la miraba y siguió cantando. A Lion le volvía loco esa sonrisa enmarcada por el pintalabios rojo que se compró para el torneo, y ella lo sabía bien.

    Aparcaron cerca del jardín trasero, donde estaba sentado el padre de Lion leyendo el periódico. Al verlos se levantó a recibirlos.

    —¡Hola, hijo! ¿Cómo va todo?—le estrechó la mano— ¡Cleo, querida! ¿Te has recuperado ya?—le dio dos besos.

    —Hola, papá, todo va muy bien—sonrió Lionel— ¿Mamá está cocinando?

    —¡Entra, Lion, hijo!—escuchó a su madre desde la cocina.

    Pasaron adentro y tras saludarse, Cleo se puso a cocinar con su suegra mientras Lion ayudaba a su padre a preparar la mesa en el jardín.

    —Oye, hijo...—comenzó a hablar su padre.
    —¿Sí?
    —No lleváis más de un mes juntos, ¿seguro que quieres hacer eso?
    —Estoy más que seguro, papá.
    —Bueno...tú ya eres mayorcito, sabrás lo que haces...

    Nunca había estado más seguro en toda su vida de lo que iba a hacer. A los pocos segundos, Cleo apareció cargada con una bandeja de pollo con verduras.

    —¡Paso, que quemo!—anunció.
    La joven caminó por delante de Lion, momento que él aprovechó para susurrarle.
    "No necesitas llevar una bandeja de comida recién hecha para quemar, brujilla"

    Las horas de sobremesa iban pasando, ya casi eran las siete y media.

    —Lion, os podríais quedar a cenar—dijo la madre—hay habitaciones de sobra por si no queréis conducir tan de noche.
    —Nos quedamos, gracias, mamá—le sonrió su hijo.

    Lion cogió la mano a Cleo y le indicó la posición del baño para que se diera un relajante baño y se pusiera el vestido que le había dejado en una cesta en el mismo, había invitado a su hermana a cenar y dar una pequeña fiesta en el jardín. Cleo asintió y subió a bañarse.

    —Muy bien—anunció Lionel—empecemos.
     
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    Coraline Rosée

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    Escritora
    Título:
    Los reyes de la selva [Amos y mazmorras] [CleoxLion]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    378
    Capítulo 4:
    Cleo aún se hallaba inmersa en toda aquella espuma con un ligero olor a fresas, ajena a todo el jaleo que se estaba montando en el piso de abajo. Al fin, se decidió a salir y ponerse el espléndido vestido negro que Lion le había regalado para cenar ese día, aunque le extrañaba que para una cena con los padres de su chico le diera un vestido tan bonito.

    Bajó los peldaños sin prisas, ya completamente seca y arreglada. Se le abrieron los ojos como platos al ver la inmensa cantidad de personas que habían tomado la casa: su hermana, su jefe, sus padres...

    —¡Cleo, querida, cuánto tiempo!— le dijo Marie abrazándola— ¿te pusiste al final el corsé que te diseñé?
    —Oh, sí, es una lástima que se me rompiera—sonrió la chica con un deje de picardía en la mirada.
    La mujer le devolvió la sonrisa y se dio la vuelta para buscar a Lion.

    Una mujer de cabellos cobrizos le tocó el hombro.
    —Mamá, ¿qué está ocurriendo? ¿has visto a Lion?—interrogó la joven
    —Oh, creo que estaba tomando unas cervezas con tu padre en el porche, cosas de hombres.
    —Ya...

    Todo era un revuelo, un ir y venir de gente que, casi ajena a ella, se dedicaba a sacar cosas al jardín y a mover sillas.
    Un espléndido Lion ataviado con camisa blanca y vaqueros nuevos la saludó con un beso.
    —Hola, brujilla, qué silenciosa eres—susurró.
    —Lion, ¿qué está pasando?—preguntó ella.
    —No seas impaciente, Cleo, ahora lo verás. Venga, vamos a cenar.

    Poco a poco, los múltiples invitados fueron reuniéndose en la larga mesa del jardín, había muchísima gente, pero nadie desconocido para Cleo. Todo estaba dispuesto en platos con abundantes cantidades de la exquisita comida sureña de la madre de Lion, todo el mundo estaba ya sentado pero nadie comía, los protagonistas de la noche estaban por llegar.
    Lion llegó al jardín cogiendo de la mano a una Cleo que aún no terminaba de saber lo que sucedía y la llevó bajo el cerezo que plantó muchos años atrás su abuelo cuando construyó la casa.

    El joven agente hincó la rodilla en el suelo y tomó la mano de la chica. Se aclaró la garganta.

    —Cleo Connelly, ¿quieres casarte conmigo?
     

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