Los Juegos de la Muerte

Tema en 'Fanfics Abandonados de Temática Libre de Anime' iniciado por Shennya, 12 Octubre 2011.

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  1.  
    Shennya

    Shennya Entusiasta

    Leo
    Miembro desde:
    25 Septiembre 2011
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Los Juegos de la Muerte
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    5049


    Death Note
    デスノ—ト

    Los Juegos de la Muerte
    (Fanfic) AU

    Las vidas de tres jóvenes serán puestas en el mismo camino para ser destrozadas en un interesante juego. Los dioses de la muerte han decidido: se les permitirá a los participantes elegir sus acciones, sin embargo, no tienen muchas opciones porque, el que pierda, morirá.
    Por supuesto, ya que el sentido de humor de las deidades es muy oscuro, diferentes obstáculos se les pondrán en su camino, entre ellos, las mayores debilidades del humano: las emociones.

    I
    Ajedrez

    Tierra y polvo acumulados en un suelo infértil, cuya arenosa piel sólo soportaba el peso de huesos y restos de seres que, en un tiempo remoto, se nombraban a sí mismos dioses. Por lo menos, los que quedaban, se enorgullecían en conservar ese título. Los cielos estaban llenos de una oscuridad causada por el hurto de miles de años de vida. ¿Pero qué es el tiempo de vida de una criatura tan inferior como el humano? Para los shinigamis no era nada, más que un molesta exhalación de sus bocas llenas de muerte.
    Sin embargo, hay un defecto en las alargadas vidas de estos dioses: la falta de diversión. Jugar juegos es lo único que motiva a un shinigami lo suficiente como para levantar la cabeza del suelo y extender sus alas. Pero, en un mundo tan infértil como aquel, no hay mucho en lo que pasar el tiempo.
    En medio de toda esa acumulación de vidas mezcladas y aburrimiento, varios shinigamis descansaban, con las cabezas puestas en el firmamento estéril y grisáceo. Habían jugado ya, muchas veces, con cartas, dados; apostando una pierna, un ojo, siempre con el mismo resultado: alguno de ellos ganaba y otro perdía…
    -Traje algo del mundo humano.
    Un alto shinigami, con el rostro de un pálido azulado y una sonrisa estirada que mostraba unos amarillos dientes puntiagudos, se acercó al resto. En sus dedos largos, de uñas largas y filosas, estaba atrapada una caja pintada con cuadros negros y blancos. Rem, fue la primera en percatarse de esto y, con cierto recelo, estrechó el único ojo, de pupila amarilla, que dejaba libre el vendaje sobre su cara.
    -¿Qué hiciste ahora? No podemos bajar a menos que alguien tome nuestro cuaderno.
    Ryuk le dirigió un gesto desdeñoso con la mano y se sentó sobre la tierra negra, de no ser porque sus ropas eran un poco brillantes, su cuerpo se hubiese perdido en el color del suelo. Los demás, agitados por un sentimiento de novedad, se arremolinaron alrededor, ansiosos por averiguar sobre el nuevo juguete. El shinigami lo abrió y el artilugio se desdobló, de forma que quedó como un tablero, muchas piezas habían brotado de su interior. Contento, Ryuk comenzó a acomodar las piezas y les explicó el juego, sin embargo, cuando terminó, ninguno parecía muy entusiasmado.
    -Sería lo mismo; si jugamos, unos ganan, los otros no, pero aquí, no tenemos nada que perder, no hay nada que nos motive –resopló uno de ellos.
    -Parece que tu juguete no es tan interesante como pensabas –se rió Rem, agitando sus anchos hombros huesudos.
    -Por supuesto que es aburrido –soltó Ryuk, sonriendo, asombrando a la shinigami-, pero sólo de la forma que lo juegan los mortales, yo le he hecho unas modificaciones.
    Al escuchar esto, los dioses volvieron a prestar atención y le pidieron que explicara sobre ello.
    -Nosotros, al jugar, lo haríamos con piezas que puedan moverse solas –comenzó-, por supuesto, durante los primeros minutos les brindaríamos un poco de ayuda y recursos para que, en el momento oportuno, ellos puedan competir libremente.
    -Quieres usar humanos –apuntó Rem.
    -Por supuesto –asintió él-. Lo mejor de esto es que ninguno de nosotros ganará o perderá, simplemente veremos cómo se desarrolla la batalla. Recuerden que ellos si tendrán algo por lo que luchar: sus vidas.
    Los shinigamis se acomodaron, entusiasmados con la oportunidad de ver a los humanos desesperarse por aferrarse a su alma.
    -Y, claro, para hacer todo más interesante –sonrió Ryuk. Sacó uno de los dos cuadernos de la muerte que traía-, cuando llegue el momento, soltaremos esto.
    -¿Soltaremos? –cuestionó Rem.
    -Sí, quiero que tú también dejes caer uno de los que llevas, se que te apropiaste de otro.
    -¿Por qué yo? –dijo ella, estrechando su ojo amarillo.
    -Quiero demostrarte que eso será divertido. ¿Aceptas?
    Rem bajó su cabeza, provocando que los aretes, que colgaban debajo de su cabello, se agitaran, y observó el otro cuaderno de la muerte que conservaba; sus dedos se cerraron sobre él.
    -Dijiste que tendremos unos minutos para proveer a nuestras piezas de armas para defenderse…
    -En tiempo humano –aclaró él- serían varios años.
    -Una vez que sean tocados los cuadernos, tendremos que bajar…
    -Así es –concedió Ryuk, sonriente- y veremos todo desde una mejor perspectiva. El resto, puede seguir observando desde aquí.
    Rem levantó el cuaderno, después observó los rostros de los otros dioses; un destello amarillo cruzó por su mirada.
    -De acuerdo, juguemos.

    El detestable olor a desinfectante, típico en cualquier hospital o consultorio, se respiraba en aquella oficina amueblada y limpia. La joven, cuyo cabello rubio destellaba debió a los rayos de un sol amable, se removió en el sofá y arrugó la nariz. Frente a ella, una mujer con un moño severo, que apenas escondía las canas, se acomodó los enormes lentes.
    -¿Por qué no te pones cómoda, Misa?
    La joven frunció el ceño, sabía que, entre más reacia y disgustada se mostrara más insistiría Catherine en retenerla. Además, la necesitaba para volver, para regresar al lugar donde había iniciado su historia.
    -Si lo que quiere decir es que me acueste, como el resto de los pacientes, ni siquiera lo piense –no pudo evitar soltar, con cierto enojo.
    Catherine se volvió a acomodar los lentes, que ya iban en la punta de la nariz. Soltó un profundo suspiro.
    -Como prefieras –dijo-. Empieza a contarme lo que ocurrió aquella noche.
    Misa cerró los ojos, escondió las manos para que la psiquiatra no pudiera ver que estaban hechas puño. No le gustaba recordar la nieve, ni la sangre que la tiñó, ni la forma que fue encerrada en un armario… incapaz de ver, pero perfectamente consciente de cada grito y súplica.
    -No recuerdo bien.
    -A los cinco años un niño es capaz de retener en su mente escenas muy vívidas, más cuando se tratan de hechos tan traumatizantes como los que tú pasaste.
    Misa suspiró; le tomó todo su autocontrol poner una expresión amable.
    -No me gustaría hablar de ello.
    -Tienes qué, de eso depende que se acepte tu transferencia a la otra universidad y que se te declare oficialmente autónoma.
    -Ya tengo la mayoría de edad –replicó la joven.
    -Sabes a lo que me refiero.
    Misa ofreció una sonrisa –no tan exagerada que se viera falsa y no tan contenta como para que no tuviera congruencia con lo que iba a relatar-, detrás de ella, las uñas perforaban la piel de sus palmas. Sentía la sangre deslizarse por el brazo. Sin embargo, con la tranquilidad que brindan los años a las personas que olvidan o dejan de sentir, comenzó su relato y lo terminó, asegurándose de que su rostro no mostrara la misma expresión de pánico que esa noche, cuando sólo era una niña.
    -Muy bien –la psiquiatra parecía satisfecha-. Me alegra bastante tu mejoría, creo que el último frasco de calmantes y pastillas para dormir serán suficientes, una vez que termines las dosis, podrás abstenerte de ellos.
    La mujer no parecía querer decir algo más y Misa no se arriesgaría a preguntar por el traslado, ya que se vería muy ansiosa por ir allá y no quería que Catherine pensara que algo andaba mal en ella. Con cuidado, se acomodó su larga falda negra y se dirigió a la puerta, caminó despacio, esperando que, como siempre, la psiquiatra recordara en el último minuto que tenía algo importante que decirle.
    -¡Misa, espera!
    La chica, que había estirado el brazo hacia la perilla, se congeló en su lugar. Agradeció estar de espaldas a ella, para que no notara su sonrisa de triunfo; después de todo, lo poco que había aprendido en el orfanato se preservó perfectamente en su memoria.
    -¿Sí?
    -He decidido aprobar tu transferencia, después de todo, creo que un cambio de ambiente será bueno para ti. Sí, Japón te hará bien.
    -Gracias.

    -En otras noticias, el juez Akihiko decidió reabrir el caso de homicidio de 1993, ocurrido en una zona residencial del lado norte, cerca de la costa de Kanto. Según informes de la policía local, un ciudadano, el cual no quiso dar su nombre, envió datos contundentes a la delegación que demostraban la culpabilidad de Takano Konji, quien fue arrestado esta mañana…
    Unos ojos negros, extremadamente fijos, seguían las luces de la televisión. El joven subió las piernas al asiento donde se encontraba y puso uno de sus dedos sobre su boca, como hacía siempre que se retraía en sus pensamientos. Un hombre viejo, con el peno y bigote lleno de canas, se acercó a él y le dejó un pastel en el escritorio.
    -¿Ya viste, Watari?
    -¿Qué ocurre, algo interesante? ¿Un caso nuevo?
    El joven negó con la cabeza, provocando que su cabello negro se desordenara aún más.
    -No, no ha habido nada desde hace tiempo –se quejó L-, esto es simple curiosidad. Escucha, este caso se cerró debido a la falta de pruebas en contra del único sospechoso disponible: Takano. Por supuesto, él era el culpable del homicidio de la pareja, pero la policía jamás encontró nada para inculparlo. Sin embargo, ahora, prácticamente veintitrés años después de esto, una persona llama a la policía y les da una serie de pruebas innegables: primero, una relación con la familia y Takano, puesto que los esposos habían descubierto un fraude cometido por él a la empresa en la que trabajaban. La coartada del mencionado, además, ha sido enteramente desbaratada, puesto que él afirmaba encontrarse en un hotel en el centro de la ciudad, y registros enteros de la noche exacta del asesinato fueron enviados, de la misma forma, a la delegación. Según los papeles, ningún hombre con el mismo nombre o descripción de Takano fue visto en el hotel.
    -¿Estás sugiriendo evidencias falsas? –preguntó Watari, mientras L comenzaba a comer un trozo de pastel.
    L negó con la cabeza.
    -No –dijo, después de tragarse lo que traía en la boca-, todo es verdadero. Incluso está la copia de la denuncia que hizo la familia en contra de Takano por el fraude, con hora y fecha; sin embargo, dicho documento jamás llegó a manos del jefe, lo que comprometió a tres miembros veteranos del equipo que, en estos momentos, deben estar siendo investigados.
    -Entonces, si es un caso resuelto y estás de acuerdo con el resultado, ¿qué es lo que encuentras tan interesante?
    La mirada de L brilló, provocando que las profundas sombras oscuras debajo de sus ojos se volvieran más tenues. Sonrió.
    -Sí, hay algo interesante. El tiempo. Han pasado dieciocho años de ese caso y, de pronto, alguien llama a la policía y les brinda todas las pruebas que ellos no pudieron conseguir. ¿Por qué una persona haría algo así? No me malinterpretes, no dudo que haya gente aficionada a resolver crímenes o ansiosa por hacer justicia pero, si lo hicieran, sería en el momento caso fue anunciado, no tanto tiempo después.
    El joven le dio otras dos mordidas al pedazo de pastel.
    -Para esperar tanto, debió haber algo que detuviera a esa persona… -continuó, sirviéndose una taza de té- Creo que, en esta situación, sólo tenemos dos posibilidades: la persona del mensaje debe estar relacionada con Takano (un enemigo, quizás otro a quien haya estafado) o con las víctimas. Aunque, me inclino más por esta última, ya que el anónimo envió evidencia de ese caso en particular y no de otros que bien se le pudieron adjudicar ya que había rumores, de los cuales no dudo sean reales, sobre otros crímenes que cometió.
    -¿Pretendes encontrar a quién envió el anónimo?
    -No, ya te dije, Watari, sólo era curiosidad.

    Misa comenzó a arrastrar los pies en cuanto salió del bar gótico; tres meses trabajando ahí, apenas, y ya sentía que no podía más. Por lo menos, el dinero de aquella semana serviría para la renta del departamento. Una brisa agitó su pelo, que caía todo sobre su rostro, desordenado. Levantó la vista: el cielo estaba lleno de nubes coloreadas de un violento gris; tenía que acelerar el paso. Tras un adolorido suspiro, tomó un callejón solitario, recordando que era un buen atajo al edificio en el que vivía.
    Un relámpago brilló arriba, lo cual, para el pensamiento de Misa, debía significar que la lluvia se aproxima no, en cambio, como sucedió: un cuaderno cayó del cielo. La joven, un poco curiosa por su portada completamente negra, se inclinó y sus dedos lo atraparon, para levantarlo, con cuidado, del suelo.
    Ese es un cuaderno de la muerte.
    De la sorpresa, Misa soltó el cuaderno, el cual cayó no muy lejos de ella, con las páginas abiertas, listas para ser llenadas en cualquier momento. Su cabello se agitó en torno a ella cuando giró, varias veces, el rostro de un lado a otro y, no pudo reprimir un grito cuando sus ojos se encontraron con un ser que jamás había visto en su vida: era muy alto, con un cuerpo que sólo se conformaba de huesos y un rostro medio oculto por un vendaje. Tenía tantas ganas de salir corriendo, pero sus piernas eran incapaces de moverse.
    Al escribir un nombre en él, después de cuarenta segundos, esa persona morirá.
    Misa se asustó aun más al notar que ese ser le estaba hablando; tal vez en verdad necesitaba los calmantes; todavía, gracias a haberse abstenido antes de las indicaciones era que le quedaban lo suficiente como para tomar esa misma noche. Abrió su bolso, con los dedos trémulos, pero no encontró nada, seguramente deberían estar en el departamento…
    Misa Amane.
    La mencionada abrió los ojos desmesuradamente. ¿Cómo era que aquel ser supiera su nombre, el verdadero? Ante la ley, su nombre era Misa Jenkyns, ya que la había adoptado una pareja no muchos años después del incidente. Pero, para ella, su nombre real era el que le habían dado sus padres al nacer.
    -¿Cómo sabes…?
    -Eso no es lo importante ahora, debes salir de aquí, alguien se acerca.
    Ahora podía estar segura, la voz no venía de su mente, ese ser… ella le estaba hablando; movía los labios al hacerlo. Pero, ¿quién le aseguraba que podía confiar?
    -Nos encontramos de nuevo, muñeca.
    Misa, asustada, se giró al reconocer la voz. Era el hombre que la había estado acosando aquella noche en el bar; después de servirle el trago que pidió, la sentó en sus piernas y cuando ella le soltó una bofetada y logró liberarse, él le había lanzado su identificación y tarjeta de crédito a la cara para que se cobrara la bebida.
    Lo extraño y aterrador en aquellos momentos, sin mencionar la forma en que el hombre la observaba, era que sólo dirigía su mirada a ella, a pesar que ese ser todavía seguía a su lado. Él no podía verlo.
    Ansioso, el hombre la tomó del brazo y tiró de ella. Misa forcejeó para que la soltara pero era inútil, él era más fuerte. Sus manos, que se sentían sucias sobre la piel de la joven, comenzaron a querer arrancarle la blusa.
    -Nos vamos a divertir.
    -¡Ayúdame! –gritó ella, hacia quien observaba.
    -Los shinigamis rara vez intervenimos en este tipo de situaciones –respondió ésta, con voz tensa-. Pero tú misma puedes salvarte: escribe su nombre en el cuaderno.
    -¿Un shinigami? ¡Mientes! Eso no existe; un cuaderno no puede…
    -¿Hablas sola? No sabía que estabas loca, en fin, eso es lo que menos me importa, sólo cállate –soltó, golpeándola en el rostro-, me desconcentras.
    Misa, con un poderoso sentimiento de ira, acumulándose en su pecho, consiguió patearlo y alejarse. Pero no consiguió poner la suficiente distancia entre los dos, porque él logró derribarla. Ella, con lágrimas corriendo por su rostro, se arrastraba por el suelo, pero el hombre ahora tiraba de sus piernas…
    -¡Escribe su nombre! –gritó la shinigami-. Sé que lo conoces, sólo hazlo. No tienes nada que perder, pero todo por ganar.
    Sus pies esqueléticos patearon el cuaderno, abierto, hasta que apenas rozara sus dedos. Misa, experimentando la repugnante sensación de dos manos que ascendían por su anatomía, se provocó una herida en la palma. Se mojó los dedos de sangre y estiró su brazo, forzando a su memoria a recordar…
    El hombre dio un tirón más fuerte, por lo que Misa fue arrastrada lejos del cuaderno. Desesperada, soltó una patada y supo que dio en el blanco cuando lo escuchó gemir de dolor. La presión de sus manos se esfumó por lo que ella consiguió arrastrarse hasta las páginas abiertas, todas en blanco. Comenzó con la primera letra, mientras lo escuchaba maldecirla; las manos insanas se aferraron a los tobillos de la joven; Misa hizo todo su esfuerzo por mantenerse cerca del cuaderno.
    Lo logró, terminó de escribir.
    -Cuenta hasta cuarenta –escuchó que le decía la shinigami.
    -Uno, dos…
    El hombre recuperó su vitalidad y, ya que Misa se encontraba agotada, no le fue difícil arrastrarla nuevamente hasta él.
    -Dieciséis, diecisiete, dieciocho…
    Las manos del hombre lograron girarla boca arriba, comenzaron a subir por sus piernas; Misa cerró los ojos, pensando que había sido engañada, que era ridículo creer en un cuaderno con la capacidad de asesinar personas. No, ella estaba perdida esa noche, si es que el hombre la dejaba con vida, jamás volvería a ser la misma.
    Sin embargo, no podía dejar de contar.
    -Treintaicinco…
    Ahora él estaba tirando de su falda, ella intentó quitárselo de encima pero sólo consiguió que la abofeteara en el rostro.
    -Treintainueve, cuarenta.
    Un grito de dolor escapó de los labios de su agresor; se alejó de ella, tocándose con fuerza el pecho con una de sus manos. Una exhalación más y sus ojos se pusieron en blanco, cayó sobre el suelo, para no moverse más.
    -Te lo dije.
    Misa apenas escuchó las palabras de la shinigami; se había logrado incorporar y se abrazaba con fuerza, con sus ojos abiertos completamente y fijos en lo que ahora era el cadáver del hombre que pretendía dañarla.
    Todo era cierto.
    Aterrada, se levantó y se dispuso a correr a su casa y dejar ese artilugio maldito abandonado pero, recordó que en sus páginas se conservaba su sangre y, no era conveniente que eso quedara en la calle, cerca de un cuerpo. Con cierta repulsión, tomó el cuaderno y corrió hasta que no vio el edificio donde se encontraba su departamento. Como autómata subió las escaleras, metió la llave en la cerradura y se adentró hasta llegar a su cuarto, una vez ahí, se dejó caer junto a la cama, en el suelo, recargada a la pared.
    Levantó su rostro.
    -¿Qué haces aquí? ¡Vete, déjame!
    -Soy Rem y ya que eres la dueña del cuaderno de la muerte, te seguiré hasta que ése se acabe o tú mueras.
    -¡No! ¡Yo no quiero esto! ¡No quiero! –sollozó ella, cubriéndose la cara.
    -Tranquila –dijo Rem-, irás acostumbrándote a esto, además, vas a necesitar ese cuaderno para defenderte de lo que viene.
    Misa la ignoró, creyendo que sólo lo decía para asustarla y obligarla a usarlo. Sacudió la cabeza, asustada, harta de todo lo que ocurría en su vida.
    -Mi vida es un infierno –gimió, detrás de sus palmas.
    -Te equivocas –replicó Rem-, el verdadero infierno se desatará cuando caiga el otro.
    La joven retiró sus manos, sus ojos verdes se centraron en la alta figura de la shinigami. Un mal presentimiento se apoderó de ella.
    -¿Cuándo caiga… el otro?
    Rem asintió.
    -Si no es que ya lo hizo.

    -¿Qué opinas, L?
    El joven se impulsó, provocando que la silla diera tres vueltas sobre su eje. Puso un dedo sobre su boca y después volvió su vista al monitor. Sonrió.
    -No puede ser coincidencia que tantos criminales, presos o no, hayan muerto de ataque al corazón. Son demasiados casos en un mes. Y mucho más curioso es, aun, que sean, aunque sea por poca diferencia, mayor el número de japoneses –el joven levantó la vista hacia Watari-. Claro, es una teoría solamente, pero considero que nos enfrentamos a un asesino en serie, uno que, por supuesto, se cree justiciero.
    -¿Te comunico con la policía?
    -No, Watari, dales tú el mensaje –L se recargó en el asiento, se llevó una galleta de chocolate a la boca-. Quiero que se corra el rumor de que un asesino serial se escapó de la cárcel; quiero que se ponga en los medios la foto y el nombre de un preso real pero que aun esté en proceso. Además que en los noticieros se diga que la policía está investigando a fondo el caso de los criminales muertos y que no considera que se trate de un asesino.

    Un televisor encendido en medio de una habitación llena de objetos antiguos y libros apilados sobre un escritorio maltratado. La voz de la conductora resonaba peligrosamente por las paredes, hasta llegar a los oídos de una joven con el corazón desbocado.
    -Contradiciendo a las palabras tranquilizadoras del cuerpo de policía, el cadáver de un reconocido asesino ha sido encontrado afuera de la jefatura norte, éste presentaba una palabra escrita en su frente al parecer, según el forense, de su propia sangre. A continuación unas fotografías…
    Misa soltó una exclamación y trastabilló, cayendo en el suelo de su cuarto. La imagen presentaba un cuerpo con los ojos vidriosos y opacos, de la frente escurrían gruesas gotas de sangre “Existo”.
    -¿Rem? –la joven volteó a su derecha, donde una alta figura se inclinaba hacia ella-. ¿A esto te referías? La semana pasada… ¿de esto querías advertirme?
    La shinigami asintió.
    -Ha comenzado.
    -Pero… cuando me encuentre con él, tú me dirás, ¿verdad?
    -No puedo ayudarte tanto, Misa.
    Ella suspiró, recogió sus piernas y abrazó sus rodillas.
    -Entonces tendré que averiguarlo sola. Aunque sea arriesgado; entre más información tenga, mayores serán mis posibilidades de sobrevivir. Sin contar, con que yo también tengo un cuaderno y, si es necesario, lo usaré.

    Misa no logró concentrarse durante toda la clase de matemáticas, por más que lo intentó su cabeza sólo rondaba con la preocupación de que existiera alguien más con un cuaderno, sobre todo si lo usaba tan indiscriminadamente como lo hacía el que ahora, por lo menos en internet, llamaban Kira.
    Rem no había sido de mucha ayuda últimamente, cuando ella intentaba hacerle una pregunta sobre Kira y si él sabía sobre su existencia, la shinigami simplemente se encogía de hombros y murmuraba que podría existir esa posibilidad. Pero, si él sabía que había una segunda persona con un objeto tan poderoso seguramente haría todo por encontrarla… A nadie le gustaba la competencia. Eso la ponía en un aprieto más grande, porque si él averiguaba sobre ella antes, la mataría.
    Tenía que adelantarse, llegar a él primero pero ¿cómo?
    Estaba tan abstraída en sus pensamientos cuando salió del salón que no se fijó que, al dar la vuelta por el pasillo, había otra persona ahí. Sin poder evitarlo, chocó con un hombro fuerte que casi la tira, mas todo lo que terminó en el suelo fueron sus libros de cálculo, puesto que una mano la sostuvo a tiempo.
    -¡Lo siento tanto! –exclamó, avergonzada, sin mirar hacia arriba. Se agachó a levantar todos sus libros, pero él ya los había tomado.
    Cuando se pusieron de pie, sus miradas hicieron contacto. Su cabello castaño caía un poco sobre su frente, pero dejaba ver sus ojos cafés a la perfección. Ya que se trataba del alumno más destacado de la escuela y el más mencionado por las chicas, debido a su apuesto rostro, Misa no tardó en recordar que se llamaba Light.
    -Gracias –dijo, tomando los libros que él le ofrecía.
    -Mi placer.
    Ella se despidió, dispuesta a continuar con su camino, pero él la retuvo, tomando su mano libre. Sonrió y se presentó con su primer nombre.
    -Misa –tuvo que decir. Sintió que el pulgar de él le acariciaba la palma, intentó quitarse, pero él no la liberó hasta que besó su mano.
    -Espero verte pronto.
    Ella, en lugar de contestar, frunció el ceño y se dio la vuelta.
    -¿Viste que descaro, Rem? –le dijo a su shinigami cuidando no mover mucho los labios. La mencionada giró la cabeza hacia atrás.
    -Sí, lo noté.
     
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    Nahi Shite

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    Me pareció asombroso el primer capitulo, ten por seguro que seguiré tu fic.
    Este anime es uno de mis favoritos, pero desgraciadamente y no se por qué no hay muchos fanfics que me atraigan sobre él. ¿éste tiene alguna pareja? *.* e.e me contestas al perfil, por fa.
    La ortografía en general es buena, solo te aconsejaría usar el guion largo en los diálogos. Sería lo unico que noté, ya que la narración es bastante descriptiva y me gustó.
    Puedo decir con completa confianza que es la historia más envolvente que he encontrado hasta ahora sobre Death Note. Hay Ooc en los personajes, al menos noté en Misa y Light, pero supongo que por ser un UA está más o menos justificado.
    Suerte con tu escrito, lo haces muy bien, y no tardes en poner conti.
    Me avisas, please en mi perfil cuando actualices.
     
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  3.  
    Shennya

    Shennya Entusiasta

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    ¡Gracias por el comentario y por las recomendaciones!
    Sólo que creo que aun sigo con problemas con el guión, por más que le intenté no pude lograr que word me pusiera el guión largo. :/

    II
    Información

    Una niña jugaba sobre algo blanco, el frío se apoderaba un poco de su nariz y sus mejillas, dejando unas redondas manchas rojas sobre su piel. La nieve caía sobre ella, lenta y amablemente adornaba su cabello rubio con copos pequeños, como si una tiara se formara sobre su cabeza. Las diminutas huellas que sus zapatos dejaban hacían espirales sobre la nieve, mientras ella giraba y giraba, dejando escapar de sus labios una dulce melodía.
    --Ten cuidado, Dios te está observando –la niña empezó a cantar, mientras estiraba los brazos y soñaba con un pastel de fresas.
    La figura conocida irrumpió en su mundo de rosas y se acercó, encorvada, con las manos presionando su abdomen. Pero la niña reconoció la sombra y sonrió. Una brisa agitó su cabello y el aire frío la incitó a correr con fuerza.
    Sin embargo, la figura no correspondió a sus brazos extendidos.
    --¿Papi?
    --Entra a la casa, Misa –la voz de su padre sonaba rasposa, forzada.
    Lágrimas llenaron los ojos esmeralda de la niña. Pero, por extraño que parezca, la canción en su cabeza no dejó de sonar.
    “En los oscuros senderos de la noche, sostén mi mano, por favor”
    --¿Qué tienes papi?
    --¡Entra a la casa! –gritó, cosa que jamás había hecho, por lo menos no a ella. El hombre se desplomó en la nieve, manchándola de rojo.
    --¡Mami, mami! –comenzó a llorar la niña.
    La puerta de la casa se abrió, dejando salir la luz de la sala, una mujer salió corriendo y se arrodilló junto al cuerpo tendido en la nieve. Ella se unió, en lágrimas, a su hija.
    “Incluso si me encuentro lejos, él siempre me encontrará”
    --Esconde a nuestra hija –dijo él, tras escupir un chorro de sangre--, que no la encuentre. Viene hacia aquí.
    --¿Quién? –cuestionó la esposa.
    --Takano.
    La mujer levantó a la niña y corrió hacia la casa hasta la habitación que compartía con su marido; ignorando las protestas y quejidos, la metió en el armario.
    --Misa, si me amas y amas a tu padre, permanecerás callada. ¿De acuerdo?
    “Él me dice todo e incluso si lo olvido, él me lo recuerda”
    La niña se frotó los ojos y asintió.
    --Pero, vas a regresar por mí, ¿verdad?
    Ella se inclinó y besó con ternura a su hija. Abajo, un estruendo irrumpió en la paz del invierno. La mujer cerró la puerta del armario con llave y ésta la tiró lejos, por la ventana.
    Nada, ni siquiera la oscuridad de un espacio conocido pudo salvar a la pequeña de los gritos de su madre… ni la canción, cuya última parte se hizo más fuerte, pudo ahogar la muerte de los seres queridos que entró por los oídos infantiles de Misa.
    “Pero, ¿qué voy a hacer cuando lo sepa todo?”

    Misa se despertó llorando, sus ojos se encontraron con la tranquila oscuridad de su solitario departamento.
    --¿Misa?
    De pronto, fue consciente de que un shinigami se encontraba con ella pero, después de que sus ojos se encontraron con la figura, se giraron hacia otro lado. La joven se cubrió con las sábanas e ignoró la presencia de Rem. Y, como esa noche invierno, después de que todo quedó sumergido en un horroroso silencio, se hizo un ovillo y se cubrió los oídos para no escuchar la falta de sonido. Ese día se había recostado en un armario, ahora, como muchas otras malas noches, estaba en su cama. Volvió a cantar hasta que logró calmarse.

    Frente a una computadora, en medio de una habitación que, estaría en penumbras, sino fuera por la luz que emanaba el monitor, un joven acercaba su rostro al micrófono.
    --Parece que los horarios de muerte han cambiado drásticamente, ahora ocurren a cualquier hora del día –se escuchó la voz del jefe de policía--. Completamente contrario al patrón que sequía hacía apenas unas semanas.
    L sonrió.
    --Interesante y predecible, al mismo tiempo.
    --¿Qué quieres decir?
    --Que tiene acceso a la información de la policía –soltó L. Escuchó el asombro y desconcierto de los policías al otro lado-. Jefe, Yagami, necesito que me haga un favor.
    --Por supuesto, L.
    --Quiero que encuentre a tres criminales cuyos casos no hayan sido difundidos en los medios y que se diga en televisión que son buscados por el departamento de policía por el asesinato de una familia o cualquier otro crimen terrible que se le ocurra. Lo importante es, y debe escuchar atentamente, que, de los tres se debe mostrar su foto y su nombre pero, sólo el primero toda la información debe ser real, mientras que de los otros dos sólo una de las dos cosas, ya sea foto o nombre, debe ser verdadera. De uno el nombre y el otro la foto.
    --Por supuesto pero, ¿por qué hacemos esto?
    --Quiero probar algo –respondió L--. Ah, y a propósito, que ningún miembro de su equipo, ni siquiera usted, anoten o guarden lo que acabo de decir. ¿De acuerdo?
    --Sí.

    Misa terminó de ponerse el vestido rosa y la peluca rizada, cuyo color rubí jamás se podría perder de vista.
    --¿Por qué estás saliendo con ese hombre? –cuestionó Rem, observándola con curiosidad- No parece gustarte.
    Misa hizo una mueca de repulsión.
    --Por supuesto que no –soltó la joven-- es sólo que lo necesito. Afortunadamente creo que con lo que me diga hoy estaré lista, así que esta será nuestra última cita.
    --¿Te refieres a lo de las computadoras?
    --Sí.
    --Y… ¿Por qué buscaste a alguien así tan lejos de casa? –cuestionó Rem, una vez que abordaron el tren.
    Misa se cubrió la boca, fingiendo que iba a estornudar.
    --Por precaución.
    Tuvo que soportar por más de una hora la mirada escrutadora a la que fue sometida por el hombre; cada vez que sentía sus ojos sobre ella, hacía un esfuerzo tremendo por no rechinar los dientes. Misa, a pesar de sus sentimientos, sonrió.
    --Entonces, Jenny –dijo él, mostrándole el monitor--, todo lo que necesitas es instalar el programa en la computadora y podrás clonar cualquier archivo que se guarde ahí.
    --¡Oh, eres un genio! –exclamó Misa, aplaudiendo con falsa alegría- ¡Y eres tan generoso, no tenías porqué regalarme el programa!
    --Todo por ti, ahora, ven aquí –el hombre, un poco grande para ella, señaló con un dedo su regazo. Estiró la mano, pero Misa logró esquivarla.
    --Me tengo que ir, pero regresaré mañana.
    --¿Por qué? –él parecía decepcionado-- ¿No te puedes quedar un poco más?
    --No.
    El hombre se puso de pie, parecía tener intenciones de besarla, pero Misa se acercó a la salida del local, dónde ya estaba lleno de clientela dispuesta a comprar algún aparato del mostrador. Sin mirar atrás, abrió las puertas y se dirigió hacia la estación.

    Los ojos negros de L iban y venían de la televisión al monitor y, por supuesto, a su bote de helado de chocolate.
    --L –resonó la voz del Jefe de policía.
    --¿Sí?
    --Lo que me pediste hace dos días… Sólo uno de ellos murió.
    --Supongo que hablas del que se transmitieron su foto y nombre reales.
    --Así es.
    El joven tomó una gran cucharada de helado y se la metió a la boca.
    --Como lo suponía. Necesita conocer el rostro y el nombre de la persona para poder matarla.

    --Misa, despierta, no creo que a ningún maestro le guste verte recargada en la butaca de esa forma –comentó Rem, mientras se paseaba por el salón.
    Ella, asustada por el sonido de la voz de su shinigami, levantó la cabeza, esperando que nadie se hubiese dado cuenta de su error, desafortunadamente, todos los ojos estaban apuntando hacia ella.
    --Señorita Jenkyns –soltó el profesor--, ya que usted estaba tan cómodamente descansando durante la clase, supongo que será capaz de decirme el nombre de todas los satélites galileanos de Júpiter.
    --Ío, Europa, Ganímedes y Calisto –suspiró Misa, pues era una de las preguntas cuya respuesta conocía a la perfección.
    --Bien –aprobó el profesor--. Pero quiero hablar con usted al finalizar la clase.
    Misa soltó un profundo suspiro cuando escuchó la campana anunciar el inevitable trago amargo que vendría.
    --¿Qué ocurre? –cuestionó, una vez que se acercó al escritorio.
    --Estoy preocupado –admitió él--, últimamente luce muy distraída y muy cansada.
    --Pero aun saco buenas calificaciones, entrego los trabajos… -protestó Misa.
    --Es cierto –concedió él--, pero sé que, si quisiera, usted podría obtener uno de los mejores puntajes.
    --Tiene razón –dijo ella-- a partir de ahora me esforzaré más.
    El profesor sonrió.
    --Le creo pero, por si tiene alguna duda o necesita una guía pensé en asignarle de tutor a Yagami Light.
    --¡No! –saltó Misa--. Quise decir, no es necesario, prometo mejorar para la siguiente prueba…
    --No le va a hacer ningún daño recibir un poco de ayuda, señorita Jenkyns. Además él ya aceptó.
    La chica no tuvo más remedio que aceptar, a regañadientes, a su nuevo tutor. Con un poco de frustración acumulada, deslizó la puerta y salió… para encontrárselo en el pasillo.
    --Creí que la vez que nos conocimos te había agradado, pero parece que me detestas –comentó Light, sonriendo.
    --No es eso, es que no necesito de nadie para aumentar mi promedio, puedo estudiar sola –replicó, mientras caminaba por el pasillo a su siguiente clase. Él, con facilidad, igualó su paso.
    --Por supuesto pero ya oíste al profesor, sólo seré una guía.
    --Escucha no pierdas tu tiempo conmigo, puedes hacer cosas mejores –soltó ella con brusquedad-, adiós.
    Ese joven no debía estar acostumbrado al rechazo, supuso Misa, ya que, antes de dejarlo atrás, le pareció ver como su rostro se ensombrecía con una ira apenas contenida.

    --¿De qué te ríes? –gruñó Light, camino a su casa. Observar directamente al shinigami que volaba detrás de él se vería extraño, aunque quisiera hacerlo, así que se conformó con mirar al frente. Por fortuna, no era una calle muy transitada.
    --Al parecer no eres tan irresistible como creías. Esa chica no parecía nada contenta de tenerte cerca.
    Light frunció el ceño.
    --Ya cambiará de parecer.
    La risa del shinigami resonó en los oídos de Yagami.
    --¿Para qué la quieres?
    --En el futuro puede servirme de algo.
    Ryuk comenzó a volar en círculos.
    --Light…
    --¿Qué?
    --Me aburro –dijo el shinigami--. Así que intentaré poner las cosas más divertidas dándote una información que seguramente te gustará.
    Él sonrió.
    --Creí que habías mencionado que no me ayudarías.
    --Sí, pero me aburro, ya te dije y la única manera de hacer esto más interesante es hacerte buscar.
    --¿Buscar? ¿Buscar qué?
    --Al otro portador –se rió el shinigami--. Verás, Light, a tu mundo cayeron dos cuadernos.
    El joven se detuvo a mitad de una calle solitaria y observó cómo Ryuk flotaba hasta colocarse en frente de él. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
    --¿Por qué no he sabido nada de él?
    --Debe ser mucho más discreto que tú –se burló Ryuk.
    Light apretó los labios.
    --O simplemente es un idiota que no sabe aprovechar todo el poder que tiene en sus manos dijo él--. Sin embargo, es un idiota que puede servirme para quitarme a L de encima.
    --Sí, sí –aprobó el shinigami--. Las cosas van a mejorar bastante.
    --Así que debo encontrar al segundo portador –meditó Light en voz alta, observando el suelo mientras caminaba-- y hacerlo que trabaje para mí o, si se niega, eliminarlo.

    Rem observaba con fascinante atención como Misa dejaba su feminidad a un lado y cubría su cuerpo con ropas holgadas y se amarraba todo el cabello para disfrazarlo con una peluca castaña. Finalmente, una gorra coronaba toda aquella vestimenta que la hacía verse más como un muchacho un tanto débil. Durante unos minutos el reflejo la ayudó a relajar su postura y a adquirir un aire un poco más varonil.
    --¿Y ahora, por qué vas vestida así?
    Misa, con la sonrisa de un inocente muchacho dibujada en su rostro, se giró hacia su shinigami.
    --Hoy visitaremos la jefatura de policía, Rem –soltó ella, perdiendo gradualmente el brillo divertido en su mirada--. ¿Recuerdas lo que dijeron en las noticias? La policía de Japón es la que está trabajando con L y, conociendo la reputación de ese detective, ya deben tener algo de información sobre Kira.
    Rem sonrió.
    --Entiendo, por eso necesitabas las habilidades del hombre que vende artículos electrónicos –asintió la shinigami--. ¿Vas a intervenir todas las computadoras?
    Misa negó con la cabeza, el falso cabello corto se agitó levemente.
    --Sería muy difícil y tardado y de lo que menos dispongo es de tiempo –soltó, mientras sus mejillas iban perdiendo su color para pasar a un pálido horrorizado--. Sólo hace falta un detalle.
    Con pasos inseguros se fue acercando al viejo armario de madera; abrió su puerta de doble hoja y retiró los vestidos y prendas que tenía colgadas. Al fondo, en una de las esquinas, detrás de la chamarra negra, se alcanzaba a ver una pequeña distorsión en la madera. Los dedos de Misa presionaron con suavidad y una tabilla botó hacia adelante, ahí, medio oculto, se encontraba el terrible cuaderno de pasta negra. Sosteniéndolo con manos trémulas, regresó hasta el escritorio y lo abrió. Al lado, su computadora encendida mostraba una fotografía de una de las páginas de un periódico y, abajo, el nombre de la persona retratada.
    Una tétrica lentitud se apoderó de ella cuando sus dedos se aferraron a una pluma negra. Acercó la punta a la superficie rayada del cuaderno.
    Su corazón latía con tanta fuerza que hasta lo sentía en cada una de las yemas.
    --No puedo.
    --Lo necesitas para conseguir la información, sin ella, Kira te puede encontrar primero –escuchó la voz de Rem sobre sus hombros.
    Misa cerró los ojos y los volvió a abrir, había un punto de tinta en la página.
    --Además por causa de ese hombre, una de sus víctimas, una joven de quince años, no pudo soportar haber sido ultrajada y se suicidó.
    Rem tenía razón, él era un violador, la policía no lo había logrado atrapar aún…
    Una vez que terminó de escribir el nombre, se apresuró para escribir su forma de muerte, algo que tendría que darle el tiempo suficiente para entrar en la delegación.

    Estaba tan nerviosa, cada paso parecía una tortura y cada sonido de la manecilla al cambiar de lugar era algo que parecía querer volverla loca.
    Al entrar al edificio, no se sorprendió que los guardias, que se encontraban al fondo, detrás de una recepción con dos monitores, se acercaran a ella con brusquedad.
    --Es muy tarde, muchacho, ¿qué es lo que quieres?
    Eran las diez con quince minutos. Si había observado bien la rutina del hombre y sus cálculos eran acertados, el encargado de aquella delegación ya debería estar camino a su casa.
    --Necesito comunicarle algo importante a su jefe.
    --Hace poco que se fue –dijo uno de ellos, frunciendo el ceño--. Creo que lo mejor será que vayas a tu casa porque está muy oscuro y…
    --Espera –intervino el otro--, puede tratarse de algo importante. Si es así, puedes decirnos a nosotros.
    Misa inclinó ligeramente la cabeza y observó el segundero de su reloj de mano, ya faltaba poco. Uno de los guardias se aproximó a ella.
    --Pienso que lo más conveniente será llevarte a la salida.
    Misa se encogió de hombros, como si no tuviera inconveniente en ello. Mas, antes de que alguno diera un paso, un estruendo los distrajo: el frente de un carro se asomó entre las puertas de vidrio. Los cristales salieron disparados en todas direcciones.
    --¿Qué fue eso? –exclamó uno de los vigilantes. Los dos intercambiaron una mirada y salieron a averiguar a qué se debía aquel lío.
    La joven aprovechó su oportunidad y corrió escaleras arriba, por la puerta que se encontraba, a la izquierda de la recepción.
    --¿Cómo piensas entrar si la oficina del jefe está cerrada? –cuestionó Rem, siguiéndola de cerca; sus grandes alas le permitían avanzar con facilidad.
    En varias agitadas inhalaciones y exhalaciones llegó al tercer piso y, por fortuna, encontró el despacho que buscaba. Sin molestarse en girar, levantó un juego de llaves que le había arrebatado a uno de los guardias. Antes que nada, se puso los guantes de piel que trajo para esa ocasión.
    Desgraciadamente consciente de su reloj y de cómo le contaba el tiempo, Misa se apresuró a dar con la llave adecuada; una vez abierto el cuarto, sin miramientos, la chica comenzó a trabajar en la computadora. Sus dedos prácticamente se deslizaban sobre el teclado, haciéndolo resonar de forma asombrosa por la velocidad con que se movían sus manos.
    --El tiempo transcurre, Misa.
    --Lo sé… Falta muy poco para que haga la conexión.
    --Misa, alguien sube por las escaleras –anunció Rem— y entrará aquí en cualquier momento.
    Pero, faltaba tan poco para terminar, sólo un suspiro…
    --Creo que lo vi subir de este lado –soltó la voz de un hombre, afuera.
    Un poco más tarde, la perilla estaba girando, indicándole al despacho que pronto recibiría a otro humano. Con una pericia de la que nunca se creyó capaz, pues tenía poco de haber aprendido ese arte electrónico. Logró terminar su cometido y apagar el monitor, con el tiempo justo sólo para esconderse en el suelo, detrás del escritorio.
    Escuchó los tranquilos pasos de uno de los vigilantes y, hasta pudo ver el brillo de sus zapatos negros, avanzando. Pero el hombre debió convencerse de la quietud del cuarto, porque regresó a la salida.
    --El jefe debió olvidar cerrar con llave –lo escuchó murmurar Misa, antes de que el chasquido de la puerta le indicara que estaba a salvo como para ponerse de pie.
    --Muy cerca –comentó Rem--. ¿Esperarás hasta que todo se calme un poco?
    Misa negó con la cabeza; si había un momento para escaparse era ése, puesto que ya deberían estar ahí el grupo de curiosos, tal vez la prensa e incluso la ambulancia debería haber llegado… Sin darse tiempo a que la cobardía se apoderara de ella, abrió la puerta nuevamente y salió corriendo por el pasillo. Al llegar a las escaleras fue inevitable que uno de los guardias la viera y le gritara, hasta los pasos de él, al seguirla con desesperación sirvieron de aliciente para que corriese más aprisa.
    Alcanzó a ver la entrada, el tramo de vidrio que había quedado destrozado y la ambulancia, que estaba estacionada cerca de ahí. Como esperaba, un grupo de personas ya se habían arremolinado en torno a la escena y estiraban sus cuellos para verla. Dejó caer las llaves a su camino y evitó chocar con dos o tres personas, cosa que el guardia que la seguía no consiguió.
    Una vez que alcanzó un callejón solitario y que se aseguró que nadie la veía, comenzó a quitarse la ropa de varón; por fortuna era tan holgada, que debajo de ella cupieron perfectamente unos pantalones ajustados y una blusa de tirantes. Todos aquello objetos, incluyendo la peluca, los arrugó y tiró al contenedor de basura. Finalmente, tras una sacudida de sus ropas, se dirigió a su casa aparentando una tranquilidad que no sentía.

    Con los pies descubiertos y las manos descansado sobre sus rodillas, L mantenía los ojos negros, fijos en la pantalla de televisión. Las imágenes de un carro, prácticamente destruido de la parte frontal, incrustado en la entrada de la jefatura de policía, se alcanzaban a ver, acompañadas del ruido de la grúa y el rumor morboso de los curiosos.
    --Anoche el conocido violador Masakazu Sato murió en un accidente de auto. Los resultados del forense indican que tenía varios grados de alcohol en su sistema, lo que ocasionó que se subiera a la banqueta y terminara por estrellarse contra la misma delegación de policía.
    --Watari.
    --¿Sí, L?
    --Quiero que me comuniques con el jefe Yagami, por favor.
    El hombre asintió y se salió de la habitación, poco después, su voz sonó por unas bocinas de la computadora de L, anunciando que la conexión había sido establecida.
    --¿Qué es lo que sucede, L?
    --Comisionado, quería pedirle un favor, ¿podría relatarme los acontecimientos de anoche? ¿A la hora en que se suscitó el accidente? –dijo L, mientras presionaba un botón del micrófono que tenía frente a él.
    --Yo no estuve en ese momento, pero puedo traerte a los policías que estaban de guardia esa noche.
    --Sí, se lo agradecería mucho.
    Mientras escuchaba el relato, L comía ansiosamente unas fresas con crema.
    --¿Dijiste un muchacho? –interrumpió al vigilante que había tomado la palabra.
    --Sí.
    --Entonces, cuando sucedió el choque, perdiste de vista al muchacho pero tu compañero dice que creyó verlo subir a dónde se encuentran las oficinas y que escuchó ruido en el tercer piso.
    --Así es.
    --Jefe Yagami, ¿podría mostrarme las grabaciones de la entrada y el pasillo del tercer piso? Las de anoche, justo a la hora que llegó el muchacho que mencionaron los guardias.
    --Por supuesto.
    Después de unos minutos, en el televisor de L, aparecieron dos imágenes, una de la recepción y la otra de un pasillo oscuro y vacío. Ya que carecían de micrófonos, todo lo que él pudo apreciar fueron los movimientos del joven, un tanto disminuido y frágil, que llegó a la delegación. Poco después presenció la explosión de cristal roto y no pasó mucho tiempo de que los vigilantes desatendieran su puesto para presenciar lo ocurrido que el muchacho salió corriendo y desapareció por las escaleras, para aparecer en el pasillo y entrar en la oficina del jefe de policía.
    Escuchó vagamente como uno de los guardias se quejaba de que le había robado sus llaves, puesto que de otra forma no hubiese podido entrar tan fácilmente. Decidió ignorar la discusión que se daba en la delegación y volvió a repetir las imágenes. Se llevó el dedo índice a los labios y estrechó los ojos, intentando observar cada detalle. Finalmente, sonrió.
    --La persona que se presentó ayer, en la noche, a la delegación –dijo, interrumpiendo las discusiones que se daban al otro lado— no es un muchacho, es una mujer, una mujer joven.
    Algunos murmullos de asombro resonaron por las bocinas.
    --¿Le hace falta algo de su oficina, jefe Yagami?
    --No.
    --Lo que suponía –suspiró L--. Jefe, necesito que revise su oficina y busque cámaras o micrófonos. También quisiera pedirle su computadora para analizarla.
    --Por supuesto.

    En el centro de la ciudad, en un barrio donde se podía esperar cualquier agresión, una chica de cabello corto, negro y unos lentes ovalados, tenía la mirada fija en el monitor de una computadora. Sus manos, cubiertas con unos hermosos guantes negros, iban y venían, con cierto nerviosismo, sobre el teclado. El local tenía apenas cinco ordenadores y, aunque la conexión a internet fallaba muy seguido, eso era lo que menos le importaba a la joven.
    --Me alegra que ahora lleves una hoja del cuaderno contigo, Misa.
    --Es sólo por precaución –replicó ella--. No pretendo utilizarlo a menos que sea estrictamente necesario.
    Siendo sincera, desde la última vez que asistió a ese local con internet, cuando se marchaba sentía que alguien la seguía y, a pesar de que Rem aseguraba que no sentía la presencia de ningún humano cerca, le preocupaba encontrarse con un hombre como el que la siguió aquella noche en que conoció a su shinigami. O, tal vez, y eso sería lo peor que podría ocurrirle, podría tratarse del mismo Kira.
    Al principio, mientras revisaba todos los archivos de la computadora del jefe, creía que L sólo había obtenido información que ella ya conocía: Kira era capaz de matar a distancia y, como ella misma había comprobado, podía manipular a sus víctimas antes de la muerte. Sin embargo, existían teorías, dichas por el propio L, con base en los primeros homicidios y las horas en que se daban las muertes, de que se trataba de un estudiante. Por supuesto, eso debía reducir las posibilidades pero, para alguien como ella que no tenía muchos recursos para investigar, no creía que eso le sirviera de mucho.
    Sin embargo, inspeccionando otros archivos encontró cosas bastante interesantes; en varias muertes recientes (de presos, sobre todo) el cuerpo se había encontrado junto a un mensaje, ya fuera escrito en papel, en la pared o en el suelo de la celda. Todos, disfrazados con cartas suicidas o palabras de arrepentimiento, parecían esconder una clara advertencia a L, exigiéndole que se quitara del camino de Kira. Pero, Misa leyó dos cartas en que las frases escondidas contenían un mensaje y tono distintos a las anteriores. Escondido entre tantas palabras de súplica y petición a una fuerza desconocida pudo encontrar el siguiente mensaje: “Las imitaciones son un reflejo hueco de la realidad, de ser posible, deben ser eliminadas”.
    Misa, experimentando un estremecimiento que bajó por su espina dorsal, giró la cabeza a su espalda, casi esperando ser vista por alguien más. Pero ninguno de los dos hombres que usaban el ordenador le dirigió un solo vistazo. A pesar de lo desagradable que le resultaba convivir con hombres que, o le lanzaban miradas insanas cuando entraba o salía o se limitaban a soltar su aliento sobre las imágenes de chicas cuya ropa dejaba muy poco a la imaginación; debía admitir que tenía sus ventajas encontrarse en un lugar como ese; era ignorada la mayor parte del tiempo.
    Había otra carta que difería mucho en la anterior pero, había algo en su forma de estructurar y desarrollar el contenido que le hizo pensar que el mensaje interno estaba relacionado con el anterior.
    “Dios, con sólo dos ojos, es capaz de observar y juzgar al mundo, no necesita de más”.
    Había algo en esas dos frases que ponía de los nervios a Misa; estaba claro que eran diferentes a todo lo que había dirigido a L, como si hubieran sido escritos para alguien más… Pero, si ese fuera el caso, ¿cómo era que los enviaba de forma que sólo la policía y L pudieran acceder a ellos? O, tal vez, en este caso, la pregunta más adecuada sería… ¿Por qué?

    --¿Dices que ella ha estado clonando los archivos de la policía? –escuchó que exclamaba una de las voces.
    --Pero si Kira sigue el avance de nuestra investigación eso significa que ella…
    --Puede ser Kira –terminó un tercero- o debe estar bajo sus órdenes.
    A pesar de que sabía que no podían verlo, L, en su habitación, negó con la cabeza. Soltó un suspiro cansado y oprimió el botón junto al micrófono.
    --Esa teoría podría ser válida en otra situación pero las evidencias que tenemos eso es imposible; hay algo que no encaja –dijo, sus ojos vagaron a la imagen congelada que tenía de ella (en un intento de verse más varonil) en la entrada de la delegación--. Primero y más importante, desde que anuncié mi teoría del estudiante al cuerpo de policía y cambiaron drásticamente los horarios de las muertes, sospeché que Kira podría tener acceso a los archivos de la investigación; la intervención de ella fue mucho después de esto por lo que es poco probable que esté relacionada con él. Segundo, así no es como piensa Kira, sería demasiado arriesgado dejar que sea expuesta de esa manera no sería conveniente, sobre todo si nosotros podemos llegar hasta ella.
    Al otro lado se escucharon palabras de aprobación, sobre todo del jefe Yagami que era quien más confiaba en los razonamientos de L.
    --Sin contar –agregó, observando las últimas dos cartas que se habían encontrado cerca de un cuerpo- con que Kira nos deja claro, en los mensajes que les leí hace unos minutos, que no desea ningún tipo de ayuda, por lo menos no en estos momentos.
    Imitaciones… Los ojos de Dios…
    Había algo extraño en los temas tratados en esas dos frases, pero L aun no conseguía dar con la pieza que completara el cuadro.
    --Aun cuando no esté bajo el mando de Kira –intervino el jefe--, no podemos asegurar si lo que hace es para ayudarlo o perjudicarlo, ¿verdad?
    --Cierto, por ello más que nada me interesa encontrarla –una sonrisa se dibujó en el rostro de L, antes de añadir: --Aunque, debo admitir, todos sus movimientos fueron tan bien cuidados que puede que nos resulte un poco difícil dar con ella.
    El detective estiró su mano para tocar la pantalla donde la imagen de la joven seguía inerte.
    --¿Quién eres y qué es lo que quieres?
    --¿Desean que destruya la conexión ahora? –intervino Watari, de pronto--. Así ella ya no podrá acceder a ninguna información.
    --Sí, creo que será lo mejor –accedió el jefe Yagami.
    --Esperen, permítanme el capricho de dejarla así, sólo por un poco más –dijo L, sorprendiéndolos a todos--. Tengo una idea.
     
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    Nahi Shite

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    Guau! Increíble! me encantó! Jaja, Light se cree irresistible, como siempre :D
    Amo a L con todo el corazón. Fue extremadamente bueno e interesante este capitulo. Me intriga la forma en que haces a una Misa tan diferente, pero en la que tan facilmente podría haberse convertido la Misa real, si no se hubiese dejado llevar por su enamoramiento hacia Kira, claro.
    Noté mucha mejoría, y te ayudaría con lo del guion largo, pero en este momento estoy en una pc que no cuenta con él. Apenas esté en la mia, te ayudo con eso, recuerdame.
    La narración me gusta, es sencilla y envolvente. Perfecta para mí, pues no soy fanatica de la narratica mega-adornada, sino de cosas más sencillas, claras, reales y concisas. Errores muy pocos. Tu ortografia es demasiado buena. Tan sólo habría que anotar algunas carencias de comas, o en otros casos hay comas que no deberían estar. Me explico mejor con un ejemplo.

    Jefe, Yagami, necesito que me haga un favor. ----- Lo correcto sería: Jefe Yagami, necesito que me haga un favor. O sea, la coma sobra. Pero en general, esta increíble tu fic, y me deja con ganas de leer más. Apurate con la conti, no me hagas sufrir mucho tiempo :< Cuidate, que estes bien, sayonara.
     
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  5.  
    Shennya

    Shennya Entusiasta

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    Título:
    Los Juegos de la Muerte
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    4534
    III
    En las redes de araña

    Sentado en el escritorio de su habitación, con los ojos fijos en el televisor, Light no pudo evitar esbozar una sonrisa. El shinigami que lo acompañaba, a pesar de encontrarse plácidamente acostado en la cama y distraído con el dulce sabor de una manzana roja, no le pasó desapercibido el gesto de Light, el mismo que empezaba a interpretar como una idea nueva.
    --¿Qué es lo que piensas, Light?
    --¿Recuerdas lo que ocurrió en la Jefatura de policía? El auto que se estrelló…
    --Sí –concedió Ryuk, terminando el resto de su manzana-- ¿Qué ocurre con eso?
    Light se recargó hacia atrás en la silla y puso sus brazos detrás de la nuca, sus ojos observaron el techo.
    --Un violador va directo a la delegación de policía, para luego morir en la entrada –relató el joven--. Es un extraño comportamiento para un criminal que había conseguido escapar de la cárcel.
    Ryuk soltó una carcajada.
    --Vamos, Light, deja de ir por las ramas y di exactamente qué tienes en mente.
    --Creo que el otro portador manipuló al criminal, aunque me parece extraño –soltó, frunciendo ligeramente el ceño--, ¿por qué si se había mantenido tranquilo y escondido decide, repentinamente, hacer algo que llamará tanto la atención de los medios? ¿Lo hizo por publicidad? ¿Para mandarme un mensaje? ¿O conseguiría algo más con eso?
    --Parece que te intriga mucho ese portador.
    Light se irguió en el asiento, para dirigirle un ceño fruncido a su shinigami.
    --No, simplemente debo estar al pendiente de sus movimientos.
    --¿Vas a buscarlo?
    --Por supuesto, pero no ahora –Light abrió el primer cajón de su escritorio e, introduciendo una pluma en la base del cajón, consiguió abrir el doble fondo y sacar el cuaderno de la muerte--. Lo primero que debo de hacer es debilitar a L y para ello es necesario quitarle a sus aliados.

    Después de varios días de trabajo, L consiguió dibujar una sonrisa en su rostro; sus ojeras estaban un poco más pronunciadas que en otras ocasiones pero todo había valido la pena ahora que la luz de la computadora del jefe Yagami le daba en el rostro. Sólo restaba que la conexión se restableciera, lo cual podría ocurrir en cualquier momento, y lograría llegar a lo que, últimamente, lo tenía tan obsesionado.
    Watari, dejando una jarra llena de té, lo sacó un instante de sus pensamientos.
    --El jefe Yagami solicita hablar contigo, dice que es muy importante.
    --De acuerdo –aceptó L, sin que su rostro expresara sorpresa alguna por la petición.
    --Nos encontramos en una situación delicada: la mayoría de los integrantes de la investigación han renunciado al caso.
    --¿Por qué? –cuestionó el detective; no parecía alterado, incluso se llevó un trozo de pay de limón a la boca.
    --Tienen miedo. Sobre todo después de que aquel preso escapara para después entrar a la delegación, matar a uno de nuestros hombres y después suicidarse. Ahora ya nadie quiere estar aquí, temen que Kira los mate o a sus familias.
    --¿Cuántos quedan que aceptaron continuar? –preguntó L.
    --Cinco.
    --Más que suficientes –aprobó el joven--. Pero, debo saber si todos ustedes están dispuestos a investigar a sus propios colegas o amigos y, si están conscientes de que nuestras vidas estarán en un riesgo mayor; Kira deseaba alejarme de toda la ayuda posible, por supuesto, cuando se dé cuenta que aún conservo colaboradores querrá deshacerse de todos.
    Hubo un momento de silencio al que le siguió una discusión murmurada que duró varios minutos, finalmente, fue el jefe quien tomó la palabra: --Continuaremos con el caso.
    --Esperen mis siguientes instrucciones –dijo L--, pronto nos veremos.
    --¿Vernos?
    --Por supuesto, a partir de ahora nos comunicaremos personalmente.

    En el amplio patio de la escuela, rodeada de un jardín y altos árboles, Misa estaba sentada en una banca, con su cuaderno de matemáticas en las manos, intentando resolver una ecuación.
    --Creí que lo más importante en estos momentos era resolver el enigma de Kira –comentó Rem, paseándose en torno a la portadora.
    --Por supuesto que lo es –concedió la joven--, pero quiero que los profesores dejen de prestarme tanta atención, necesito volver a sacar muy buenas notas para que vuelvan a ignorarme.
    Después de varios minutos, en que las dos permanecieron en silencio, Misa sonrió triunfante y escribió furiosamente con su lápiz en la hoja de cuadrícula.
    --¡Lo tengo! –exclamó, contenta.
    Sin embargo, la sonrisa recién dibujada en su rostro se esfumó con una rapidez inusitada para ser remplazada por un ceño fruncido. Light se acercaba, seguido de un buen grupo de admiradora quienes, seguramente, se habían acercado a él con el pretexto de felicitarlo por su reciente reconocimiento al mejor alumno.
    Pero, en esto, como Misa comprobaría en los minutos siguientes, se equivocaba.
    --Debe ser muy difícil para tus hermanas y para ti que tu padre trabaje en el caso de Kira, ¿no es así? –comentó una chica de cabello corto y negro, juntó las palmas, consternada, como si pudiera sentir la angustia ella misma.
    Misa, sin poder evitarlo, levantó la cabeza en dirección del grupo, mientras otra de las jóvenes pretendía sentirse igual de preocupada. Pero, eso no era lo importante en la conversación, sino que el padre de Light, era el jefe de policía.
    --Estoy orgulloso de él y, si me lo permitiera, yo mismo ayudaría en el caso.
    Las admiradoras se desvivieron en elogios, repitiendo lo valiente que era. Afortunadamente, Misa ya estaba pensando en otras cosas, por lo que no hubo necesidad de alejarse para ignorar los molestos chillidos de las chicas. ¿Él podría tener acceso a la información? Y si la tenía, entonces…
    --Me encantaría continuar esta interesante conversación, pero necesito ayudar a Misa a estudiar. Es mi deber como su tutor –soltó, antes de acomodarse al lado de la joven y acomodar un mechón de sus rubios cabellos detrás de su oreja.
    Aunque no le sorprendía, a Misa le molestó bastante las miradas de envidia y odio que le dirigieron las mujeres antes de despedirse de Light. Sobre todo, estaba enojada con él, por la desvergüenza que mostraba cerca de ella.
    --No vuelvas a usarme para librarte de tus admiradoras –resopló--. Si te enfadan tanto, simplemente pídeles que te dejen tranquilo.
    Light arqueó una ceja hacia ella, observándola como si la analizara.
    --Tal vez tú hagas eso con toda la gente, pero yo, que conservo un sentido de la educación, debo ser amable con ellas –soltó.
    Misa frunció el ceño, furiosa por su insinuación de que ella carecía de modales.
    --Además –continuó él, divertido--, valió la pena si eso te puso celosa.
    --¿Celosa? –ella abrió los ojos, primero con sorpresa, después con enfado--. Es ridículo.
    Estaba dispuesta a levantarse y dejarlo, como lo había hecho en dos ocasiones anteriores, pero recordó de quién era hijo y decidió que lo mejor era llevarse bien con él.
    Light tomó su mano y entrelazó sus dedos con los de ella.
    --¿Qué puedo hacer para que dejes de molestarte conmigo constantemente?
    --Tal vez –respondió Misa, retirando suavemente su mano--, si dejas de hacer cosas como esta podremos ser buenos amigos.
    Algo extraño sucedió en ese momento; Misa creyó ver en la mirada de él, un destello peligroso. Se estremeció, con un poco de miedo. Aunque, desapareció tan rápido que, concluyó, todo era obra de su imaginación, ya que sus nervios estaban a flor de piel últimamente.
    --De acuerdo.
    No sabía porqué pero el presentimiento de que había cometido un error se apoderó de ella. Y ya no había marcha atrás, desde que mató al hombre del callejón esa mortal certeza la consumía, dejándola sin esperanza.

    A pesar de la sorpresa que habían recibido al conocerlo, los cinco miembros de la policía parecían dispuestos a obedecer sus órdenes. L, con la computadora instalada en la sala del cuarto de hotel, les explicó todo lo que tendrían que hacer.
    --Cuando les dé la indicación, quiero que se dirijan a la dirección que les indique.
    El jefe Yagami asintió.
    --De esa forma podemos atraparla.
    --Sí y quiero que la traigan aquí inmediatamente –dijo L, subiendo las piernas al sillón, encorvándose sobre sí— y, les pido de favor, que no la esposen, yo determinaré si es culpable de ayudarlo o no.
    Aunque, un poco extrañados, los hombres asintieron.
    --¿Crees que esta noche podremos atraparla? –cuestionó Matsuda, cuya cara lucía un tanto emocionada por el hecho de encontrarse en una persecución.
    --Es lo más probable –contestó L, colocando otro cubo de azúcar a su té.
    --Entonces debemos estar listos, esperaremos tus instrucciones en las patrullas –dijo Soichiro Yagami, les dirigió una mirada a sus subordinados--. Vamos.
    La puerta resonó al cerrarse, después de que los cinco hombres salieran de la habitación.
    --¿Por qué pretendes ser tan amable con ella? –cuestionó Watari, de pronto; su mirada había estado fija en L, como si quisiera descifrarla.
    El detective sonrió, con los labios sobre la taza de té, sus ojos negros no perdían de vista el monitor de la computadora.
    --Estoy seguro que ella no trabaja para Kira –respondió--, además me gusta cómo piensa.

    Afuera una lluvia insistente se esparcía por las oscuras calles, provocando que las personas busquen refugio en cualquier establecimiento cercano. Misa, indiferente a todo ello, cubierta con una chamarra y arrancada de su identidad por una peluca negra, lentes y una bien puesta capa de maquillaje, encendía el ordenador. Siempre tenía que ser el mismo.
    La conexión estaba por iniciarse. Esperaba no demorarse mucho aquel día, ya que estaba mortalmente cansada y todo lo que deseaba era regresar a casa.
    --Tu jefe se portó gentil contigo, al permitirte salir temprano –comentó Rem.
    La barra verde, que indicaba, sólo faltaba un treinta por ciento para conectarse, seguía avanzando.
    --He trabajado muy duro estas últimas semanas –dijo Misa--, supongo que me había ganado el permiso.
    La joven se alegró cuando el proceso finalizó y vio aparecer en el escritorio de la computadora una docena de archivos, sin imaginarse que no muy lejos de ahí, un detective de alborotado cabello negro esbozaba una amplia sonrisa y, por comunicador, dictaba una dirección.
    --Te tengo –murmuró L.
    De pronto, antes de que Misa pudiera hacer click al archivo del caso Kira, la pantalla se puso completamente azul, lo único que se podía ver en ella era el cursor, que latía rítmicamente como un corazón humano. Se comenzó a mover sólo.

    Sé que no estás de parte de Kira,
    así que, ¿por qué insistes en ponerte en peligro?
    ¿Qué es lo que quieres?
    Dime y tal vez pueda ayudarte.
    L.

    Misa quedó tan sorprendida porque el detective pudiera comunicarse con ella y, peor aún, porque la hubiese descubierto que tardó unos segundos en reaccionar. Después, intentando averiguar qué sería lo mejor por hacer a continuación. Impulsada por algo que no podía explicarse, ya que su instinto le decía que dejara todo y saliera de ahí, volvió sus dedos al teclado.

    Creo que eres un hipócrita,
    ¿cómo puedes pedirme confianza,
    siendo que tú mismo no confías en nadie?
    Esto es sólo una trampa y
    tus palabras son una forma de
    ganar tiempo.
    Adiós, L.

    Provocando que Watari lo observara, un tanto extrañado, L, en lugar de enfadarse, sonrió al mensaje en la pantalla. Escribió una última respuesta.

    Antes de que te vayas,
    anota esto, te servirá cuando
    me necesites.

    Últimamente Misa sentía que cada decisión que tomaba la llevaría a cometer un error, como en ese momento que, siguiendo otro impulso, accedió a anotar el número de teléfono que L había puesto en la pantalla. Después, haciendo algo que había aprendido hacía poco tiempo, provocó que la computadora destruyera toda su información y terminara por apagarse, dejando su monitor en negro, inservible.
    Le tiró algo de dinero al encargado, quien seguía ensimismado en una revista con fotografías de mujeres en bikini y salió corriendo, enfrentándose a la lluvia y la oscuridad. Sus zapatos resonaron en los charcos, empapándole las calcetas.

    Poco después, el local se vio rodeado de luces azules y rojas, y un ensordecedor sonido de sirenas aturdió a los pocos clientes que todavía se encontraban sentados frente a las computadoras.
    Soichiro Yagami, bajó de una de las patrullas y les ordenó a todos que permanecieran en sus lugares. Aizawa entró poco después y comenzó a interrogar al encargado quien, al darse cuenta que una de sus computadoras se había arruinado comenzó a maldecir en contra de una joven.
    --¿Cómo era ella? –cuestionó Aizawa.
    Una vez que el hombre terminó de describirla, lo cual duró un poco más de lo esperado, ya que cada detalle de su fisonomía venía acompañado de un par de insultos. Inmediatamente, Yagami se comunicó con L y le relató todo.
    --No nos sirve de mucho –soltó él--, si la chica se ha disfrazado de hombre no podemos esperar que ésa sea su apariencia real.
    --¿Qué hacemos ahora? –intervino Matsuda-- ¡Tal vez no sea demasiado tarde para seguirla, podemos hacerlo!
    --No, por el momento dejen las cosas como están.

    Gotas de lluvia alojadas en los mechones de cabello falso resbalaban, con la exactitud de un segundero, hasta caer al suelo de la habitación. El pecho de Misa subía y bajaba con irregularidad, su ropa, que consistía en una falda a cuadros, unas medias rayadas y una chamarra, brillaban por la concentración de agua que alojaban. La máscara de maquillaje se había esfumado de manera que lo que restaba era el rímel, el cual se había corrido por sus mejillas, como si de sus ojos brotaran lágrimas negras.
    Para lo único que tuvo energía, antes de dejarse caer al suelo y acomodarse en una esquina –abrazando sus rodillas--, fue para pasar el número de L, que casi se borraba de su palma, a una hoja en blanco.
    --Me faltó poco para ser descubierta…
    Sus palabras se perdieron un poco entre el ruido que provocaba la lluvia al caer; por la ventana, el rumor cristalino del agua se precipitaba, cobijada por la noche.
    --Ese detective –comentó Rem, de pronto— supo cómo encontrarte.
    Misa soltó un suspiro cansado, con poca energía consiguió asentir con la cabeza.
    --Ya había escuchado hablar de él; es muy inteligente.
    --¿Por qué anotaste su número? –cuestionó la shinigami, inclinando su cuerpo óseo un poco, para observar con más atención a la joven.
    Misa sonrió y, cosa curiosa, su gesto reflejó más una profunda tristeza que una emoción alegre.
    --L tiene razón, un día puedo necesitar de su ayuda.
    --Pero, ¿no es arriesgado estar cerca de L? Tú posees otro cuaderno de la muerte –dijo la shinigami--, él puede descubrirlo.
    --Es por eso que ya no lo usaré –dijo ella--, además, no pienso comunicarme con L a menos que esté completamente desesperada.
    --Debes de tener cuidado, Misa.
    --Lo sé.
    Misa se acercó a la ventana y apoyó su cabeza en el cristal, sus ojos observaron como todas las calles se dibujaban con dificultad, ya que las gotas provocaban que se creara una brisa nebulosa, que parecía difuminar los detalles de todos los objetos que tocaba. Eran dolorosas las memorias que traían hasta ella días como ese; a veces se sentía, como si su soledad fuera una humedad que se había instalado en sus huesos, haciéndolos lamentarse los días lluviosos. A veces sus pensamientos la llevaban a lugares mucho más oscuros que una noche como aquella; creía que toda su vida era una burla de alguien más.
    El asesinato de sus padres y, después, cuando pensaba que había encontrado otra familia… el accidente con el fuego…
    Tal vez la soledad era lo único que podría acompañarla hasta el día de su muerte. Bueno… se permitió sonreír un poco, Rem también seguiría a su lado.
    --Espero que nunca me encuentres, Kira –soltó en un murmullo débil.

    Por la puerta entreabierta, una débil luz proveniente de la sala se alcanzaba a vislumbrar, arrebatándole a la habitación un poco de su acostumbrada oscuridad. Con el codo apoyado en la superficie del escritorio y la cabeza apoyada en una de sus manos, Light escrutaba la rendija de la puerta, esperando.
    --¿Por qué estás tan callado? –cuestionó Ryuk, quien ya comenzaba a aburrirse.
    --Mi padre ya tardó demasiado y mi madre está despierta, abajo, esperándolo. Ya que la familia sabe que está trabajando en el caso de Kira, ella constantemente está preocupada por él. Estoy seguro que no se resistirá a interrogarlo y, si tengo suerte, podré enterarme un poco sobre lo que L se trae entre manos.
    Ryuk, esbozando una sonrisa llena de colmillos, se levantó de la cama y se acercó a la puerta.
    Los dos escucharon con atención, minutos después, como la puerta de la entrada era abierta y los pasos que anunciaban que alguien había llegado a casa.
    --¿Estás bien? –resonó la voz de la mujer, nerviosa--. Es muy tarde… creí que te había pasado algo.
    --No te preocupes tanto; de ahora en adelante puede que no esté en casa mucho tiempo –anunció él, con voz cansada--. Este caso resulta cada vez más difícil de lo que esperábamos.
    --¿Cómo quieres que esté tranquila? –la voz de ella se elevó un poco, pero volvió a bajar inmediatamente cuando Soichiro le recordó a los hijos--. Después de lo que ocurrió con el policía… Ya casi no puedo dormir.
    El volumen de su conversación había disminuido tanto que Light tuvo que salir de la habitación y sentarse en la escalera.
    --Alguien debe encargarse de esto, si no nunca se detendrá.
    --Lo sé –sollozó ella--. ¿Seguro que te encuentras bien?
    Soichiro suspiró.
    --Por supuesto, llegué tarde porque tuve que ir en las patrullas a buscar a una chica que había robado información sobre el caso.
    --¿Cómo hizo eso?
    --Se conectó a la computadora que tengo en la oficina –aclaró él--, al parecer aprovechó el accidente que se dio hace unos días en la delegación.
    --¿El hombre que se estrelló en la entrada?
    --Sí.
    Esbozando una sonrisa, Light regresó a su habitación, con mucho cuidado, cerró la puerta para que nadie lo escuchara.
    --Eso ha sido bastante interesante, Ryuk.
    La risa del shinigami resonó entre las sombras.
    --¿Ah, sí? ¿Qué averiguaste? –cuestionó el shinigami, antes de llevarse una manzana a la boca.
    --El otro portador es una mujer y está lo suficientemente interesada en mí como para hacer todo eso para investigarme –comentó, divertido--. En verdad espero que lo haya hecho porque está de acuerdo conmigo ya que, si es para perjudicarme, tendré que matarla y… ya no quiero hacerlo.
    Light hizo a un lado a su shinigami y se dejó caer en la cama; puso sus manos detrás de la nuca y observó el techo, pensativo.
    --¿Qué harás?
    --Necesito encontrar una forma de atraparla, idear algo que la guíe hasta mí.

    L se acomodó en el sillón de modo que pudiera ver a todos los miembros de la investigación; con los pies sobre el cojín y las manos en las rodillas, fue observándolos a todos. Le repartió una cantidad de carpetas a cada uno.
    --Éstas son las personas que han tenido contacto con la información del caso; como pueden ver hay miembros del equipo anterior. Necesito que los sigan por una semana y me comuniquen todo lo que encontraron.
    --Pero… aquí también se encuentran las familias de nuestros compañeros –soltó Soichiro Yagami, observando una de las carpetas.
    --Ellos también pudieron acceder a la información –respondió L--. Por supuesto, sería poco objetivo que les asignara a sus propias familias, por lo que Aizawa se encargará de vigilar a su familia, jefe. Y, por favor, quiero que me diga en este momento si tiene algún inconveniente con ello.
    --No puedo decir que no es incómoda para mí esta situación –respondió él--, pero si esto ayuda a atrapar a Kira, aceptaré.
    --Gracias –dijo L--. Quiero que me informen sobre los sospechosos que van a iniciar a investigar. Aizawa, un consejo, céntrate más en Yagami Light.
    El hombre asintió.
    --¿Por qué mi hijo?
    --De los miembros de tu familia, él es el que tiene más probabilidad de ser Kira –L tocó sus labios con el pulgar--. También necesito que me consigan un noticiario, necesito dar un comunicado a la población pero, sobre todo a Kira.

    Misa se levantó tan rápido de la silla que casi se cae al suelo; la presentadora había anunciando que, después de comerciales, el famoso detective L iba a dar unas palabras a la población japonesa.
    Instantes después, en la pantalla apareció una L y, de las bocinas de la televisión de Misa emergió una voz distorsionada. Primero, pedía a los ciudadanos que mantuvieran la calma y les aseguraba que la policía había reducido el número de sospechosos a cinco y que pronto darían con Kira.
    --No puede ser, cuando yo vi los archivos aun no tenían ni idea, sólo la teoría de que él era un estudiante –musitó ella--. Tal vez todo esto sea para presionarlo solamente, provocar que cometa un error.
    Sin darse cuenta, cuando L comenzó a amenazar directamente a Kira y retarlo a que lo matara, Misa junto las manos sobre su pecho y las apretó con fuerza.
    --¿Qué está haciendo? ¡Es peligroso!
    --Sabes que un portador necesita el nombre y rostro de la persona para poder matarla –apuntó Rem, observando con curiosidad a la joven--. L jamás se ha mostrado.
    --Lo sé, lo sé –soltó ella, un poco nerviosa--. Pero, después de esto, Kira no descansará hasta encontrarlo y terminar con él, estoy segura. Claro que, probablemente, L quiere que él haga justamente eso.

    Con una sonrisa en los labios, Light caminaba hacia la universidad como todas las mañanas.
    --¿Y después de ver lo de ayer, cuál es el plan?
    De su bolsillo, Light sacó su teléfono móvil y se lo colocó en la oreja, fingiendo que hablaba con alguien; cuidó mucho el movimiento de sus labios.
    --Parece que L quiere jugar –dijo ocultando su boca con el mismo aparato--, le daré lo suficiente para que se divierta. Entonces, Ryuk, ¿me dijiste que un humano me ha estado siguiendo, no es así?
    --Sí –respondió el shinigami--, y comienza a molestarme.
    Light se rió.
    --Le daré a L muchos casos lo bastante interesantes como para que se mantenga ocupado, mientras yo me comporto como un estudiante e hijo perfecto.
    --Suena bien, pero espero que suceda algo interesante, detesto estar aburrido –resopló Ryuk.
    --No te preocupes, todo se volverá bastante divertido –aseguró Light--. Si todo funciona correctamente, pronto los mismos pobladores de Japón exigirán que L se retire del caso.
    El joven cruzó las puertas de la universidad, cruzó el jardín y se adentró en los pasillos del edificio. Cerca de ahí, una joven se recargaba en la pared, con un libro en las manos. Su cabello suelto, de un rubio brillante, caía sobre sus hombros.
    Las comisuras de sus labios se elevaron hacia arriba, parecía divertida con algo.
    --Comportarme como un estudiante normal –murmuró Light, acercándose a ella.
    La joven se dio cuenta de su presencia y levantó el rostro; no le extrañó que sus cejas se arrugaran sobre su frente y que por sus ojos verdes cruzara un destello de molestia.
    Comenzaba a acostumbrarse a esa reacción, a decir verdad, le hacía mucha gracia.
    --¿Por qué haces esa cara, Misa? Creí que ya éramos amigos.
    Los ojos de ella se abrieron, con algo de sorpresa, la vio sacudir su cabeza.
    --Tienes razón, lo siento.
    --¿Qué clase tienes ahora?
    --Física –soltó, haciendo un ligero mohín con los labios.
    --Te acompañaré.
    La vio dudar sólo unos segundos pero, después su expresión se suavizó; una pequeña sonrisa apareció en su semblante.
    Perfecto.
    --Sí, gracias.
     
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  6.  
    Nahi Shite

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    Me dejas siempre sin palabras. Qué mas te puedo decir? Cada vez me gusta más y me envuelve más la trama de la historia. Es increíble como los tres personajes se encuentran tan relacionados entre sí – y el interés que muestran ambos chicos por Missa-. Algo raro sí, que ella no muestra ni la más minima atención en Light-Kira, al contrario del anime, en el que raya a la intensidad xD
    Pero me gusta mucho la forma en que creas una Missa tan parecida y , a la vez, tan distante de la de Death Note.
    Aún noté algunos errorcitos ortográficos, pero nada que entorpeciera mi lectura.
    Sigue así, es impresionante! :D haz logrado engancharme en esta historia, y honestamente te digo, que no soy de las que suelo seguir un long-fic ^^
    Felicidades. Espero con ansias el próximo capitulo.
    Sayo.
     
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  7.  
    Shennya

    Shennya Entusiasta

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    Escritora
    Título:
    Los Juegos de la Muerte
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    3505
    Muchas gracias por tus comentarios Black Hime, en verdad, me han sido bastante útiles. ^^

    IV
    Errores

    La señorita Amiko sonrió a los niños de la guardería Kazoku; era el salón número tres, dónde los niños de dos o tres años se divertían intentando hacer figuras con sus hojas de papel. Una de las niñas, con sus mejillas encendidas de felicidad se había acercado a la cuidadora gritando que por fin había conseguido hacer un sombrero, que más bien parecía una extraña figura amorfa con un pico arriba. Sin embargo, Amiko sonrió y la colocó en su escritorio, diciendo que le gustaba mucho y aconsejándole que siguiera practicando.
    De colores naranjas se iba pintando el cielo, señal de que el atardecer se asentaba afuera de la pequeña construcción. Las risas de los niños eran llevadas por el viento, sacadas por la ventana del salón y llevadas a la calle, donde las personas, sin pensarlo, sonreían con la extraña música infantil que brotaba de sus pulmones.
    Tal vez hubiera sido el relato de una tarde más en Kazoku, sino fuera porque era el lugar propicio para un acontecimiento de lágrimas rojas.
    Amiko abrió un libro de cuentos, en la portada, un hada extendía sus coloridas alas y emergía de una flor roja. Se alegró cuando sus ojos se encontraron con todos los pequeños rostros atentos y ansiosos; los niños estaban sentados en el suelo, algunos las manitas en las mejillas otros boca abajo, con las piernas balanceándose adelante y atrás.
    --¡Tienes que salir inmediatamente! –exclamó una de las cuidadoras, deslizando con brusquedad la puerta.
    --¿Qué es lo que ocurre? –cuestionó Amiko, un poco molesta--. Estoy…
    Pero la otra chica se adelantó un paso y dejó a la vista de todos el hombre que se encontraba detrás de ella, apuntándole con un arma.
    --Sal al patio –ordenó el hombre con los ojos vacíos, sin vida alguna.
    --Está bien –respondió Amiko, con voz trémula. Algunos niños comenzaron a llorar--. Tranquilos, todo va a estar bien, sólo espérenme aquí y…
    --No, ellos también vienen con nosotros.
    --Pero…
    --¡Haz lo que digo o la mato! –gritó el hombre, apretando la pistola en la nuca de la cuidadora, quien no pudo evitar soltar un sollozo.
    El grupo salió hasta el patio, donde ya estaban reunidos otros niños, quienes no podían evitar llorar y gritar, por más que las cuidadoras intentaban calmarlos.
    --Se puede llevar todo el dinero que tenemos –soltó Amiko, atreviéndose a hablar--. Sólo permita que los niños…
    Pero el hombre parecía completamente descontrolado; los pequeños parecían ponerlo nervioso, porque dejó de apuntar a la joven que tenía en frente y comenzó a mover el arma de un lado a otro.
    Había un reloj grande colgado en el edificio principal que, cada hora, emitía un sonido como de campanas, para avisar a las cuidadoras que era momento de cambiar de actividad.
    En aquella ocasión éste parecía tener cierta importancia en el propósito del hombre porque, de pronto, mientras el segundero iba avanzando hacia el doce, él se puso rígido, como si cumpliera con un horario y, lentamente, volvió a levantar el arma hacia la persona que estaba más cerca de él.
    Todo terminó con el sonido de un disparo. Los gritos infantiles con los de las mujeres se mezclaron en una tétrica sinfonía.
    Amiko cayó, rodeada un charco de su propia sangre y, junto a ella, su asesino, pues un infarto fulminante acabó con su vida. Él, que sería anunciado, en una famosa cadena televisiva, esa misma noche, como un famoso estafador que la policía no había conseguido atrapar.

    Como esmeraldas, un par de ojos brillaban, reflejando las imágenes que transmitía el televisor. La dueña de aquella mirada se estremeció, sentada en su cama. En los últimos días habían ocurrido terribles acontecimientos que no sólo provocaban reacciones en ella, sino en toda la población japonesa. Varios casos de asesinatos, a mano de asaltantes, violadores, asesinos en serie, toda clase de delincuentes que entraban a hospitales, escuelas, orfanatos, guarderías… En todos los casos había algo en común: un inocente terminaba muerto.
    --¿Por qué? –los labios rosas se movieron lentamente, como si Misa temiera hacer esa pregunta.
    Un poco preocupada, Rem se ocultaba en un rincón oscuro de la habitación, observando la angustia en la mirada de la portadora.
    --Un monstruo, Kira parece un monstruo…
    --Misa, debes tener mucho cuidado, más que nunca.
    La joven asintió, ensimismada en el televisor.
    --¿Rem? –soltó ella, después de un largo silencio.
    --¿Qué ocurre?
    --Tengo miedo.

    Rodeado por el equipo de investigación, L tomó un sorbo a su té y después observó todos los rostros ansiosos de los policías. Los asesinatos y muertes recientes los habían alterado más que nunca.
    --Kira quiere causar temor –dijo, de pronto— lo cual, me parece, está logrando. Pronto los ciudadanos exigirán que la policía japonesa deje el caso. Sobre todo, querrán que yo me retire.
    --Algunos ya lo hacen –soltó Matsuda, con imprudencia, ante lo cual el jefe le dirigió una mirada fulminante.
    L, ignorándolo, se recostó sobre el sillón y observó fijamente la pared que tenía en frente.
    --Kira desea que dejemos de investigar, lo que significa que podemos estar más cerca de dar con él de lo que pensamos –dijo, de pronto--. Algo debió hacerlo reaccionar de esa forma.
    El detective les pidió a todos los expedientes de las personas que habían estado investigando esas últimas semanas, al final, sólo quedaron veinte archivos.
    --Descarten a los demás, sino me equivoco, Kira debe estar entre estar personas –soltó.
    Soichiro lo observó, con una expresión preocupada marcada en el rostro.
    --¿Entre ellos está mi hijo?
    --Sí –respondió L.
    --Creí que durante la semana que lo siguió Aizawa no había encontrado nada malo en su comportamiento.
    --De cualquier manera no podemos descartarlo.

    Otra vez la distracción esta envolviéndola; en las últimas clases de matemáticas se había perdido de las exponenciales y los números imaginario, haciendo imposible que pudiera resolver alguno de los problemas que les puso el profesor. Sin embargo, su preocupación por ello sólo duró unos segundos, mientras que su mente se encargó de regresar a sus verdaderos problemas.
    Una de las chicas de su clase la invitó a tomar un café con sus amigas, pero Misa negó con la cabeza, demasiado sumergida en sí misma como para contestar con voz propia.
    No podía encontrar una forma de seguir con sus averiguaciones sobre Kira, lo último que había intentado resultó tan arriesgado que la policía casi la atrapa. Aunque, siendo sincera, a veces la tentación de llamar a L era demasiada… pero ¿qué le diría? Era ridículo decirle que ella tenía un cuaderno de la muerte y que Kira también; explicarle que con eso podía comer los asesinatos pero que, aunque ella tuviera uno, no era culpable de ninguna muerte (lo cual no era del todo cierto). Tal vez podría decirle que quería ayudar en la investigación…
    Misa sacudió la cabeza. No, era impensable todo eso. Estaba claro que su camino lo tenía que continuar sola, por más que quisiera ayuda. En la situación en la que se encontraba era demasiado arriesgado confiar en alguien.
    --Me acaban de comunicar tus desastrosos intentos en matemáticas –soltó una voz que cada vez le era más conocida.
    La joven levantó la mirada y se encontró con la sonrisa de Light.
    --Sí –soltó un profundo suspiro--, soy verdaderamente terrible.
    --Ven a mi casa, mi madre no se molestará en poner otro plato en la mesa, además, después puedo ayudarte con eso.
    A pesar de que ya habían pasado más tiempo juntos y Light se comportaba mucho mejor que cuando lo conoció, a veces creía sentir algo extraño en él, aunque, bien podía ser, como ya había pensado, lo nerviosa que se encontraba últimamente.
    Pero, por otro lado, él era hijo del jefe de policía, quien trabajaba para L… tal vez, si tenía suerte, lograría enterarse de algo.
    --De acuerdo –respondió, sorprendiéndolo por un instante.

    Aunque en un principio se sintió incómoda, la familia de Light la recibió con tanta amabilidad que no pudo evitar sonreír con sinceridad, sobre todo cada vez que hablaba Sayu, la hermana menor de Light, quien parecía muy divertida por el hecho de que él trajera una chica a su casa.
    --¡Eres tan hermosa! –exclamó la joven, con bastante alegría. Parecía tener unos catorce años de edad, debía de estar en la secundaria.
    --Gracias –respondió Misa--, tú también eres muy bonita.
    Incluso la madre de Light parecía muy contenta con su presencia y, durante la comida se desarrolló una agradable conversación entre los cuatro. Y tal vez eso era algo que Misa lamentaba un poco, que no se encontraba el señor Yagami, pues seguramente estaba haciendo algo bajo las órdenes de L.
    La conversación hubiese continuado deliciosamente si, en la televisión el presentador no hubiese mencionado el caso de Kira.
    En una ocasión, Light le había explicado a Misa que, desde que su padre había decidido unirse a L, el televisor de la sala siempre estaba encendido en el canal de las noticias, pues su madre no soportaba estar sin saber de él tanto tiempo y, creía firmemente, que si el nombre de su marido no era nombrado en televisión, significaba que no le había ocurrido nada grave.
    Todos los comensales dejaron sus platos olvidados y posaron sus ojos en las imágenes que se presentaban en la pantalla. Parecían marchas y protestas, en diferentes lugares de Japón, unos a favor de Kira y otros sólo expresando el profundo miedo que le tenían, pero todos coincidiendo en una cosa: que la policía dejara de investigar a Kira.
    --Está más que claro el mensaje que quiere transmitir la gente; ya no queremos a la policía se meta en esto, desde que ellos comenzaron a tratar de atrapar a Kira las cosas han empeorado. Kira sólo pretende castigar a los que hacen el mal, pero lo han orillado a cometer asesinatos injustificados. Yo, por mi parte, estoy de acuerdo con los protestantes; L, retírate y del caso.
    --¿Cómo pueden decir esas cosas? –Misa no pudo evitar decir, furiosa— Ellos sólo quieren protegernos, arriesgando su vida por nosotros…
    Este comentario pareció ser del agrado de la madre de Light porque asintió y observó a la joven con mayor estima.
    --Después de todo lo que ha hecho L.
    --Tranquila, Misa –dijo Light, quien en un principio parecía molesto, pero su expresión cambió tan deprisa, que nadie le tomó importancia--. Se darán cuenta de su error muy pronto.
    Misa, sumergida entre la vergüenza y la sorpresa por su propio comportamiento, se dedicó a terminar su comida.
    Sin embargo, el silencio no duró mucho tiempo, ya que Sayu hizo un comentario.
    --No te preocupes, Misa-Misa –dijo, sonriendo--, papá dice que L es una de las personas más inteligente que ha conocido, él podrá resolverlo a pesar de todo.
    --Tienes razón –concedió ella.

    Una vez que Light terminó de explicarle todo lo de matemáticas, no le pareció muy complicado a Misa resolver los problemas que había dejado su profesor en la clase. Tenía que admitir que él era bueno con matemáticas y no sólo con eso, sino con física también ya que terminó ayudándole, también con el efecto Doppler.
    --Así que –soltó Light, mientras ella leía— parece que eres admiradora del detective que sigue el caso de Kira.
    --¿Qué? –Misa pestañeó, sin saber si había escuchado bien— No, es sólo que… me agrada que alguien esté haciendo algo por detener a Kira.
    Light la observó durante unos momentos, lo vio apretar los labios.
    --Si mi padre me lo permitiera, yo le ayudaría con el caso.
    Misa sonrió e, inconscientemente, puso su mano sobre la que él tenía sobre el escritorio.
    --Aun cuando espero que todo esto termine pronto, si no es así, una vez que termines de estudiar, podrás unirte a ellos.
    --Hablaste como mi madre –se burló él.
    Misa puso los ojos en blanco.
    --Eso es lo que me gano por querer apoyarte.

    Faltaban diez minutos para que se terminara la clase y Misa ya había terminado el examen de matemáticas, sólo restaba revisar una vez más, para estar segura de todo. Pero podía asegurar que le iría bien. Ésa era una de las razones por las que no se arrepentía de haber ido a casa de Light.
    Estaba contenta, también, porque el profesor del otro grupo le había permitido hacer el examen en su salón, ya que ella no había alcanzado a hacer el que le correspondía.
    Sonrió cuando lo vio completo y se levantó para entregarlo cuando, sin saber cómo o por qué, un hombre con los ojos desorbitados y una pistola en la mano entró al salón.
    Los exámenes fueron olvidados a partir de ese momento, todo en lo que podían pensar ella y sus compañeros era que ese día, iba a haber dos muertes más.
    --No te preocupes, Misa, yo estoy junto a ti –dijo Rem.
    --Gracias –musitó.
    El hombre comenzó a gritarles, mientras apuntaba a la cabeza del profesor, que formaran un círculo, a lo que todos los estudiantes accedieron con prontitud.
    Tic, Tac. El reloj, de pronto, parecía ser el que diera la sentencia, pues en momentos, todo se quedaba en silencio y sólo se podían escuchar las manecillas avanzando cada vez más. La mirada del hombre iba perdiendo la luz de sus ojos, como si estuvieran vacíos. Como autómata, levantó el brazo; el profesor tembló de miedo.
    --¡Espere!
    Nadie necesitaba decirle a Misa que había cometido un error pues, en cuanto la palabra escapó de sus labios, lo supo.
    --¡Cállate!
    El hombre se giró hacia ella; la joven sintió el frio metal colocarse entre sus ojos. De pronto, fue como si todo desapareciera y todo lo que su mirada y oídos podían captar era la presencia del reloj de pared. El segundero jamás había avanzado con tanta lentitud, su sonido nunca había sido tan estridente en los oídos de nadie… La manecilla se acercaba a las doce.
    --Todo va a estar bien, Misa. Yo puedo intervenir.
    Las palabras de Rem no tenían sentido y tampoco se iba a detener a averiguar su significado, en ese momento, nada más importaba.
    Sumergida en esa extraña lentitud, Misa sintió como era empujada lejos y experimentó el choque de su cuerpo contra el suelo, antes de levantar la cabeza y percatarse de que su salvador era un chico que tenía la mirada tan vacía como el asesino. Era como si los dos fuesen manipulados.
    El joven, de pie frente al hombre con el arma, tomó su muñeca y guió el arma hasta su propio corazón.
    Cuando el segundero llegó al doce, se escuchó el estruendo.
    Sólo entonces Misa se dio cuenta que, lo que a ella le había parecido eterno, había ocurrido unos instantes. Pues podía ver las caras de incredulidad y horror en algunas chicas al darse cuenta que había dos cuerpos en el salón, uno del alumno que la había salvado y el otro del criminal, muerto de un infarto.
    --¿Qué fue lo que hiciste, Rem?
    La shinigami negó con la cabeza.
    --Yo no hice nada.
    Si Misa no hubiera visto en su único ojo visible la clara señal de asombro, no le hubiera creído.

    --Todos los casos se asemejan, Watari –soltó L, después de verlo llegar con el pastel de fresas. En aquella ocasión, no se encontraba ningún miembro de la policía---; un criminal llega a un lugar con muchas personas, los toma de rehenes durante unos minutos y, acto seguido, asesina al que se encuentra más cerca. Sin embargo, en éste último, el de la Universidad, el sujeto entra con un arma, mantiene a los rehenes, le apunta a uno de ellos pero, otro de los presentes interviene, se pone en medio de los dos y, lo terminan matando.
    --¿Crees que Kira manipuló al segundo también para evitar que mataran a la primer víctima?
    --No estoy seguro pero, si ese fuera el caso, significaría que Kira estaba observando todo. –soltó, comió un poco de pastel antes de continuar: ---Si no me equivoco, el hijo de Yagami asiste a esa Universidad, ¿no es así?
    --Sí.
    --¿Cuándo es el próximo examen de admisión para entrar ahí?
    --Dentro de una semana.
    --Perfecto, haz los arreglos necesario para que yo pueda hacer ese examen.
    Watari asintió y se dispuso a irse cuando notó que L sacaba su teléfono móvil de su bolsillo y lo revisaba. Las últimas semanas había notado ese comportamiento en L, algo que él no acostumbraba hacer.
    --¿Esperas alguna llamada importante?
    --No, no es nada.

    Light esperó hasta subir a su habitación y cerrar la puerta con llave para liberar su furia; golpeó el escritorio con furia y de un movimiento violento, tiró todo lo que tenía sobre él. Después, agotado, se dejó caer en la silla.
    --Es bueno verte perder el control de vez en cuando –comentó Ryuk, tras soltar una carcajada---. Ahora que lo pienso, hoy te he visto comportarte diferente en dos ocasiones… ¿Por qué interviniste?
    --¡Ella no debía estar ahí! –gritó él, se pasó una mano por el cabello--- No era su clase… Además nunca pensé que sería tan estúpida como para intentar hacer algo, debió quedarse callada, como el resto de los demás…
    --Aun no has contestado mi pregunta.
    --Ya te dije que la voy a usar –soltó Light, mucho más exasperado que de costumbre--, no me serviría de nada si muere.

    Misa se despertó agitada esa noche; después de lo que había ocurrido apenas hacía unas horas no se había logrado recuperar del todo. Durante horas permaneció despierta y, cuando consiguió dormir, sus pesadillas no la dejaban tranquila; veía dos sombras en forma de hombre, una, con el nombre de Kira, que traía en sus manos un cuaderno de cuyas pastas escurría sangre y, con una pluma de tinta roja, escribía su nombre en páginas completamente negras. Después de que su corazón casi se salía de su pecho y gritaba, pidiendo ayuda, la imagen desaparecía para dejar espacio a la otra figura con la letra “L” impresa en la frente, él se acercaba y le ponía unas esposas en las muñecas, acto seguido una enorme reja caía delante ella.
    --Fue sólo una pesadilla.
    De cierta forma, la voz de Rem la tranquilizó, pero el sueño no regresó a ella pronto, pues su mente comenzaba a llenarse con terribles interrogantes.
    --El muchacho que me salvó –soltó, con voz trémula---, no parecía estar del todo consciente de lo que hacía.
    --¿Piensas que Kira te salvó?
    --No –musitó Misa, cuyos ojos se abrieron con temor--. Tal vez lo hizo como advertencia, para decirme que ya sabe quién soy.
    La joven se cubrió con la sábana, intentando calmar a su corazón, repitiéndose que su conclusión podía estar errada, por lo menos esperaba que así fuera.
     
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    Nahi Shite

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    ¡Increíble! Como siempre.
    Me gustó demasiado este capitulo. Cada vez me gusta más "L", pero a la vez aumenta mi gusto hacia Kira :·3 es dificil, pero aún tan cruel como es me atrae demasiado ^^
    Me trama la forma como tomas -a veces en orden- los sucesos de la serie y los adaptas a tu estilo y concerniente a la historia. Es muy original.
    Noté algunos errores, pero la mayoría de "dedos", así que te lo perdono, porque en serio me gustó el capitulo.
    Espero con ansias como sigue la historia, porque en serio que estoy completamente envuelta en la historia . ¡Quiero más, y pronto! >.<
     
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    Shennya

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    Gracias, Black, porque tienes razón, debo ser más cuidadosa y no permitir que me engañen mis dedos xD.
    En fin, por lo menos, hay una buena noticia: ¡Ya sé usar el guión largo!

    V
    A ciegas


    Por el lado este de la Universidad, cerca de los jardines y la aglomeración de estudiantes que se bañaban con el sol de mediodía, muy próximo al estacionamiento, un carro negro, elegante; se detuvo a una distancia prudente.
    —¿Averiguaste lo que te pedí, Watari?
    —Por supuesto —contestó el hombre tras el volante, a la luz del mediodía, sus lentes emitieron un leve destello—. Se llama Misa Jenkyns, tiene 23 años actualmente, es cursante de tercer semestre en la Universidad de Kanto y fue transferida de Oxford.
    Por encima de unas ojeras profundas, un destello cruzó por las pupilas de L al tiempo que se alzaban sus cejas. Inconscientemente, su dedo pulgar comenzó a darle suaves golpes a su labio inferior.
    —¿Motivo?
    —Al parecer ella solicitó la transferencia, y a pesar de que el consejo escolar accedió gustosamente en un principio (debido a que la joven tiene excelentes calificaciones y es sobresaliente en las materias de matemáticas, lógica y física), la psiquiatra mostró cierta reticencia a tal cambio. Por ello su traslado se retrasó tres meses.
    —¿Sabes por qué la psiquiatra no estaba segura de aprobar la transferencia?
    A pesar de que los ojos negros de L estaban pendientes de la ventana y del transitar continuo de los alumnos, su atención estaba en las palabras de Watari.
    —De momento no tengo mucho —contestó el hombre canoso—, sólo sé que, desde los cinco años, recibe terapia regularmente, debido a que escuchó cómo asesinaban a sus padres.
    —Parece que la chica no tiene suerte… —soltó L, un extraño tono de compasión había emergido de su voz— primero eso y ahora asesinan a alguien en frente de ella, no debe ser fácil.
    L pareció darse cuenta que su mente estaba desviándose a otros derroteros, puesto se interrumpió y sacudió su cabeza. De pronto, sus ojos se abrieron ampliamente.
    —Mencionaste que su apellido era Jenkyns, que sus padres murieron cuando ella era una niña; seguramente fue transferida a uno orfanato… —la mirada de L se adhirió a un punto en la nada, sus palabras se volvieron murmuraciones como si hubiera dejado de notar la presencia de su compañero— Si nació en Inglaterra, ¿por qué elegir Japón, un lugar tan distante de la cultura, costumbres y tan diferente en el idioma? No, seguramente ella nació aquí y el asesinato de los padres también, después el orfanato y… sí, un apellido perteneciente a unos padres adoptivos anglosajones que la llevaron hasta Europa…
    —Efectivamente —confirmó Watari, aunque el detective no le hizo caso.
    —¿Has averiguado su apellido de nacimiento?
    —Estoy en ello; parecen ser muy celosos con respecto a la información, en Oxford ni siquiera han accedido a darme el nombre del orfanato.
    El detective centró su atención en el jardín de la Universidad, a la salida de uno de los edificios.
    —¿Cuándo dices que saldrá?
    —Según su horario, dentro de poco. ¿Por qué quieres verla por ti mismo? ¿No crees que sea suficiente con el interrogatorio que le hará el comisionado Yagami para saber si está relacionada con Kira?
    —No creo que lo esté, por lo menos no conscientemente ya que es demasiado sospechoso que, una vez que el asesino le haya apuntado con el arma se salvara…
    —Ahí está —lo interrumpió Watari—, es la rubia.
    Efectivamente, por el camino de asfalto caminaban dos chicas, una de las cuales tenía los cabellos claros, los cuales, tras un pequeño soplo del viento, se agitaron en torno a sus hombros. Firmemente abrazados a su pecho, se alcanzaban a vislumbrar dos libros, uno de los cuales, era de física.
    Tal vez si los vidrios del auto no fueran polarizados, alguien se hubiera percatado que, entre tanto carro estacionado, uno de ellos estaba ocupado por dos hombres, uno al volante, aparentemente distraído en el paisaje y, el segundo en el asiento de atrás inclinado hacia el cristal con los ojos oscuros fijos en los movimientos de una joven. Sin embargo, los estudiantes estaban tan distraídos con sus propios problemas y el vehículo estaba en un punto que podía pasar desapercibido, que ninguno de ellos notó nada extraño.
    Las dos jóvenes parecían muy entretenidas en la plática, la primera, cuyo cabello corto y negro estaba peinado en puntas, parecía bastante emocionada por algo que estaba relatando y, a pesar de que la rubia, Misa, le prestaba atención y respondía con una sonrisa que se podría considerar como radiante, había algo extraño en ese gesto.
    Misa se despidió de la otra joven y, en cuanto la última desapareció de la vista, surgió un gran cambio en la chica rubia: se dejó caer en la primera banca que encontró y de su rostro se borró toda alegría fingida para teñirse de angustia y un poco de miedo.
    Fue terrible ver ese cambio; a L se le presentó la imagen de una luz que, de un momento a otro, se apaga, para dejar a su alrededor en penumbras. A pesar de que el sol no se movió y no fue ocultado por nubes, todo lo que estaba cerca de la joven parecía haber perdido su brillo.
    Hasta L creyó que Watari se lamentaba, pues un murmullo extraño brotó de su boca:—No hay nada más triste que ver algo bello marchitarse.
    L no prestó mucha atención a sus palabras, porque ahora, estaba mucho más intrigado con los gestos de Misa.
    Abrió una bolsa de chocolates y se metió uno a la boca.
    —Está terriblemente preocupada —comenzó a murmurar después de haber tragado su bocado—; si analizamos la situación por la que pasó concretamente obtendríamos, ayudándonos un poco en la psicología, que la reacción normal de una persona, después de haber presenciado una escena como aquella, sería de un estado de shock (en caso de que el sujeto en cuestión fuera susceptible) que no permitiría reanudar la rutina, por lo menos en unos días. Misa, en cambio, parece haberse recuperado, puede socializar como cualquier otro estudiante que nunca ha pasado por una situación así, pero, cuando cree que nadie la ve, se sume en esta especie de… angustia. Pero… ¿angustia por qué?
    L se inclinó un poco más a la ventanilla, su mirada implacable se negaba a despegarse de ella, con la esperanza de desvelar el secreto que guardaba.
    —Tal vez… pero ¿cómo? ¿Ella sospechará el problema en que está metida, sabe que Kira evitó su muerte? Es poco probable, ningún policía o persona ha notado la anomalía en el último caso, consideraron sacrificio y valentía que el joven se interpusiera entre el asesino y Misa… nadie vio el error. Entonces, ¿por qué parece que ella también lo sospecha? Si lo hace, es porque, probablemente, tenga una información que nosotros no.
    La joven hizo un movimiento; giró su cabeza, como si hubiese reconocido a alguien. Nuevamente adoptó su sonrisa engañosa y se levantó, para encontrarse con la persona que conocía.
    Los ojos de L brillaron con astucia cuando reconoció al estudiante: era Light, el hijo del jefe de la policía.
    Misa abrió uno de los libros que traía en las manos y se lo mostró al joven, moviendo los labios rápidamente, se lo acercó a Light, esperando una contestación. Sin embargo, el chico se limitó a fruncir el ceño y negar con la cabeza, unas pocas palabras brotaron de sus labios, unas muy cortantes y frías, a juzgar por su postura y la forma en que miraba a la joven.
    Fue más el desconcierto que dolor lo que congeló a Misa y provocó que en sus cejas se arrugaran sobre sus ojos.
    Light se fue rápidamente, dejándola con enojo y sorpresa batallando en sus facciones. Y, fueron los gestos de ella los que le revelaron a L muchas cosas.
    —Su relación debe ser buena ya que Misa se asombró demasiado porque él la trató fríamente… Y es, efectivamente, esa relación lo que aumenta la probabilidad de que Light sea Kira.
    Afuera, Misa se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Otra vez L tuvo la sensación de que ya la había visto; había algo en su forma de caminar…
    —¿Nos vamos, L?
    El detective sacudió su cabeza.
    —Sí, por supuesto.
    Watari, por seguridad, tuvo que dar varias vueltas y tomar caminos hacia otras direcciones antes de llegar al hotel en el que se estaba hospedando L.
    —Voy a hacer algunos cambios —anunció el detective, atrayendo la atención de Watari—, quiero que se siga con el plan de interrogarla, pero lo quiero hacer yo, por supuesto, por medio de la computadora. Por supuesto, el jefe Yagami es quien se encargará de traerla.
    Las canosas cejas de Watari se elevaron.
    —¿Traerla? ¿No es arriesgado?
    L negó con la cabeza.
    —Tomaré mis precauciones —de pronto, pareció acordarse de algo importante porque dijo:— Por cierto, Watari, sobre el caso de 1993, en el que Takano Konji asesinó a una pareja, me parece que eran esposos; necesito que averigües si tenían una hija y qué pasó con ella.

    Por el umbral de la puerta trasera del bar, una cabeza rubia se asomó. La lluvia parecía tranquila, apenas un goteo insistente y molesto que amenazaba con continuar con persistir hasta que llegara el amanecer. Misa, a juzgar por sus párpados caídos y la ligera sombra debajo de los ojos, estaba agotada. No tenía ganas de mojarse pero de eso a quedarse en aquel lugar hasta la llegada del sol, prefería mil veces la brisa lluviosa.
    Con parsimonia se cubrió bien con la gabardina negra que traía y se despidió de sus compañeros. Sus botas negras produjeron un divertido chasquido al hacer contacto con los pequeños charcos de agua; su cabello, conforme avanzaba, comenzó a pegarse a su cara y a su cuello. Por los poros de su piel se colaban gotas heladas que parecían llegar hasta sus huesos, puesto que sentía el frío profundamente.
    —Te ves triste, Misa —comentó Rem una vez que estuvo segura que las calles por las que se trasladaban estaban tan solitarias que la joven no corría riesgo de ser vista hablando sola.
    La joven le dirigió una sonrisa que sólo sirvió para confirmar la observación de la shinigami.
    —Lo sé —fue la seca respuesta.
    Habían sucedido tantas cosas, sobre todo el hecho de que, después del incidente en la escuela, ahora se sentía acorralada por Kira, que no sabía qué hacer. Además, en los momentos en los que experimentaba mayor consternación o peligro, siempre recordaba aquella noche de invierno, hace tantos años.
    Estaba casi segura que esa noche sería una más de pesadillas.
    Sin contar con que, aunque le pesara admitirlo, le provocaba la actitud indiferente que Light había adoptado hacia ella. Por supuesto, era algo que se debía esperar de alguien tan arrogante como él pero, sentir que tenía un amigo, un poco de compañía, la había hecho animarse un poco y, ahora, era difícil sentirse sola, de nuevo.
    Era demasiado extraño, era como si quisiera evitarla, como si su presencia le causara alguna molestia; incluso le había dicho a su profesor de matemáticas que renunciaba a la tutoría… De eso apenas se había enterado hoy y, aunque la siguió desconcertando su actitud, consiguió animarse un poco al saber que ya no tendría a alguien que la estuviera vigilando pero, el profesor, no conforme con volver a dejarla sola, le prometió buscarle a otra persona para ello.
    Después de llegar a su departamento y quitarse toda la ropa mojada para remplazarla por seca, se dejó caer en la cama.
    Si Kira la conocía y podría dañarla, por lo menos ella debía estar lista y continuar con su investigación para encontrarlo…

    —Cada vez te comprendo menos, Light.
    Discretamente, el joven fue alejando su cabeza del libro para lanzarle una mirada reprobatoria al shinigami.
    —No sé porqué te extraña que lea, debo mantener mi reputación de buen estudiante —replicó, cuidando que el libro eclipsara el movimiento de sus labios.
    El shinigami sonrió, sus grandes ojos observaron al humano.
    —No es lo que haces lo que encuentro verdaderamente curioso, sino donde te encuentras.
    —Exprésate con mayor claridad, Ryuk —soltó Light—, que el que no entiende ahora soy yo. Me parece desconcertante que encuentres algún inconveniente en que yo me ponga a estudiar aquí, afuera del edificio de la Universidad.
    Ryuk comenzó a volar a su alrededor, bastante divertido con algo.
    —Sabes a lo que me refiero. Dentro de poco ella bajará de su clase y, forzosamente se dirigirá a la banca que está a unos metros, la misma que, desde aquí, se ve perfectamente.
    Light apretó los labios, con disgusto; acercó el libro hacia su cara un poco más, como si no le importara nada más que la lectura que estaba haciendo.
    —No me había dado cuenta.
    El shinigami soltó tal carcajada, que no fue necesario que dijera lo que opinaba de esa respuesta.
    Misa, como su rutina lo dictaba, salió de su clase, demasiado abstraída en su cuaderno de notas como para fijarse en otra cosa. Se dejó caer en el asiento y abrió un libro. Sus hombros se elevaron y volvieron a caer, como si hubiera soltado un profundo suspiro.
    —Vamos Light, hazlo un poco más sencillo para mí —insistía el shinigami— ¿Por qué la salvas, después decides ignorarla y ahora la vigilas?
    De pronto, los dedos del joven parecían querer perforar el libro, de tanta fuerza con que lo sostenía. Sus dientes castañearon.
    —No la vigilo. Y para tu información, en estos momentos, no le hablo porque no considero que pueda necesitarla, cuando vea que me puede servir entonces volveré a acercarme. Mientras tanto, quiero descansar de su presencia, estoy harto de ella.
    —Si eso es cierto —dijo Ryuk, en el momento que, un poco alejada de ellos, Misa retiraba los brillantes mechones de cabello que caían sobre su rostro y los colocaba detrás de su oreja— entonces, ¿qué hacemos aquí?
    —Pretendía estudiar pero ya no paras de hablar y ya que me hiciste notar su desagradable presencia, ya no podré permanecer aquí —soltó Light entre dientes, antes de ponerse de pie. Caminó lentamente, tomando el único camino por el que llegaría con mayor rapidez a la salida; su cuello estaba rígido y sus ojos no se despegaban del frente, como si se concentrara por mantenerse así. Pasó frente a Misa y ella lo notó.
    Una fugaz sonrisa se dibujó en los labios de Light cuando la vio colocarse frente a él.
    —¿Qué quieres ahora, Misa?
    Ella, sin mostrar emoción alguna, le tendió un libro de física.
    —Gracias por prestármelo, ya no lo necesito —soltó, en el mismo tono frío que él había usado con ella la última vez que conversaron.
    Su cabello se agitó cuando dio media vuelta; Light se quedó frunciendo el ceño, metió el libro y se cruzó de brazos, como si quisiera contenerse. Finalmente, resopló, malhumorado, despegó sus pies del suelo y, en dos zancadas, la alcanzó.
    --Misa, espera.
    Necesitó tomarla del brazo para que se detuviera.
    Ella se liberó con brusquedad.
    —Lo siento, tengo prisa, será en otra ocasión —soltó, esbozando una extraña sonrisa y, sin más, volvió a caminar, un poco más rápido que antes.
    Light gruñó y se fue, en la dirección contraria. Estaba tan molesto, que se alejó una distancia considerable de su shinigami, quien no hacía más que reírse.
    —No cabe duda que elegiste bien a tu pieza fuerte, Rem. Pero el juego aún no termina —murmuró Ryuk en un volumen tan bajo que Light, quien estaba luchando con sus propios pensamientos, no lo escuchó.

    Faltaba poco para la ceremonia de inicio de nuevo curso; Misa, agradeciendo por una distracción, se sentó en primera fila, escuchando a los alumnos que estaba a su lado murmurar sobre el alumno que daría el discurso. Era bien conocido que el aspirante que obtuviera la mejor calificación tenía el honor de tomar la palabra en el pódium, sin embargo, aunque esto ya era cotidiano, el alboroto que se veía en el auditorio era excesivo.
    —¿Qué es lo que ocurre? —preguntó a una chica que se encontraba a un lado de ella. Por su expresión fascinada, Misa supuso que encontraba demasiado satisfactorio tener información que otra persona no tenía; parecía deshacerse por soltar lo que sabía.
    —El estudiante que dará el discurso, creo que se llama Ryuzaki, sacó una calificación perfecta en el examen.
    —¿En verdad?
    —¡Por supuesto! —exclamó la joven— Nadie ha sacado eso… bueno, excepto, Yagami Light.
    Misa puso los ojos en blanco cuando escuchó el suspiro que le siguió a ese nombre, estuvo tan feliz que, en ese momento, el director comenzara a hablar, porque esto ocasionó que su vecina de asiento se callara.
    Después de unos minutos, por el corredor de en medio del auditorio, avanzó la figura de un joven; se veía, a los ojos de Misa, como alguien que no encajaba ahí. Sus tenis estaban viejos pero, de alguna forma, en buen estado, como si casi nunca los usara; sus pantalones y su playera eran sencillas, los primeros de mezclilla azul, la segunda de algodón blanco. Sin embargo, algo había que llamaba la atención en él, tal vez eran los ojos negros que hacían juego con el cabello alborotado sobre su cabeza; pero, no era su color oscuro lo que ocasionaban una extraña curiosidad por mirarlos, sino que, parecía que con un solo vistazo, ellos podrían averiguar mucho sobre la persona que tuviera el valor de enfrentarlos. También, hubo algo que molestó a Misa; las oscuras ojeras que se dibujaban debajo de sus ojos y la soledad que le pareció palpar en su aura. Por alguna razón, imaginarlo solo le pareció muy triste.
    Misa estaba tan centrada en su escrutinio que se perdió la mitad del discurso y ni siquiera se percató que alguien se había sentado a su lado. Sólo hasta que esa persona murmuró su nombre en su oído y el timbre de voz fue reconocido por su memoria, ella pudo despegar su atención de Ryuzaki para volverla hacia Light.
    Frunció el ceño.
    Estaba a muy poco de volver a ignorarlo, cuando él sonríe y saca una rosa de su espalda y se la ofrece. Misa parpadeó, tan desconcertada como el día en que la trató con rudeza. Sus manos se quedaron a sus costados, dudando si extenderlas para aceptar el regalo o no.
    —Perdona mi comportamiento de los últimos días —soltó él—, yo sé que no es una excusa, pero he tenido problemas en mi casa; mi madre parece fuera de sí todo el tiempo, mi padre ya casi nunca está en casa y la mayoría del tiempo no sé lo que pasa con él… No me gustaría que le ocurriera nada malo.
    Parecía sincero, además, ella sabía que su familia pasaba por momentos de tensión por tener a su padre tan cerca del peligro y, aunque ella no tuviera familia, lo comprendía. Fue eso y el hecho de que, en esos momentos, que se sentía tan vulnerable, le disgustaba tanto el sentirse sola o pensar que lo estaría que los dedos de su mano derecha terminaron por cerrarse en torno al tallo de la rosa.
    Light sonrió, otra vez ese gesto de triunfo que ya una vez le dio un mal presentimiento a Misa, aunque, como esa vez, creyó imaginárselo.
    —Entonces me aceptas como amigo, de nuevo.
    —Por supuesto.
    La ceremonia terminó pronto, por lo que, en poco tiempo, la mayoría ya se estaban poniendo de pie y se dirigían a las salidas. Misa levantó la cabeza para buscar a Ryuzaki pero fue muy tarde, porque había desaparecido entre la aglomeración de personas que deseaban salir.
    Se rindió y se dejó guiar por Light. Sonrió, al escucharlo quejarse de la exageración en la asistencia.
    —No están exagerando —sonrió ella—. Ryuzaki promete ser un estudiante brillante, ya que sacó la calificación perfecta.
    Light hizo una mueca y Misa se rió y lo golpeó con el codo, a modo de juego.
    —No hagas caras —dijo, bastante divertida—. Te hará bien tener un poco de competencia.
    Esto pareció molestar al joven, pero no se quejó. Además, a pesar de que Misa quisiera seguir riendo, su sentido del humor se apagó cuando Light murmuró el nombre de su padre, porque, en efecto, ahí estaba él; un hombre maduro, con algunas canas a la vista entre toda su cabellera corta y negra, y unos lentes grandes.
    Ligeramente sorprendido, Light no pudo evitar la expresión de desconcierto que se dibujó sobre él.
    —Me alegra conocerte, Misa, aunque, lamentablemente, no he venido aquí por motivos personales sino en el estricto ámbito de trabajo.
    —Comprendo —soltó ella—, quiere interrogarme sobre lo sucedido hace unos días.
    —Así es. Hijo, lamento tener que pedirte que nos dejes a solas.
    Light observó a Misa unos instantes pero terminó por asentir.
    —No hay problema, sé que esto es importante —soltó, finalmente, antes de retirarse.
    Misa, no sin cierto recelo, accedió a la invitación del señor Yagami de ir a otro lugar para realizar el interrogatorio; subieron a un coche negro y, cuando él cerró la puerta, se giró hacia ella.
    —Antes de hacer nada, debo decirte que yo no soy el que va a interrogarte, sino L y él desea que vayas al hotel donde se está hospedando —dijo Yagami—, por lo que, como podrás comprender, necesito tomar ciertas medidas de seguridad.
    Le mostró una bufanda que, seguramente, haría la función de una venda para cubrirle los ojos.
    —Por supuesto, esto es bajo tu pleno consentimiento, si decides rechazar esta oferta, puedes bajar del carro e ir a tu casa.
    —Yo seré tus ojos, Misa —escuchó la voz de Rem, cerca de ella.
    —Estoy de acuerdo con las condiciones.
    Ir en un carro hacia un rumbo desconocido, rodeada de personas a las que no conocía y con los ojos vendados no era algo que le causara mucho gusto a Misa a pesar de que, el hecho de tener a Rem a un lado la tranquilizaba un poco.
    Cuando se detuvieron y el padre de Light le anunció que era momento de bajar, unas manos, que no eran del señor Yagami, porque eran más suaves y jóvenes, se aferraron a ella. Gracias a la descripción de Rem, Misa supo que se trataba de otro miembro de la policía; el de menor edad.
    —Tranquila —le dijo y una voz amable llegó hasta sus oídos—. Me llamo Matsuda, yo me encargaré de guiarte hasta la habitación, ¿de acuerdo?
    Misa asintió.
    Le indicaron que se mostrara relajada y sonriente; al principio las instrucciones le parecieron extrañas, pero todo quedó claro cuando, por lo que decía Rem, pasaron frente a la recepción.
    —¡Te va a encantar la sorpresa que te preparamos, Misa! —exclamó Matsuda, en un tono que a ella le pareció un poco exagerado.
    —No puedo esperar —soltó ella emitiendo una risa sincera, porque le había causado mucha gracia la sobreactuación del hombre que la tomaba de la mano.
    Si no fuera por las instrucciones precisas de Rem, se hubiera tropezado varias veces en la alfombra o en el pequeño borde que había al salir del ascensor; definitivamente Matsuda no era un buen guía.
    —Bienvenida, señorita Jenkyns —esa voz era nueva, tenía un timbre un poco más grueso y ronco, como si se tratara de una voz perteneciente a una garganta más antigua.
    Por fin, tras sentir que Matsuda y otra persona, que seguramente era el dueño de la última voz que escuchó porque sintió la vejez en sus manos, la ayudaban a sentarse, pudo volver a usar su vista.
    Todas las cortinas de la habitación estaban corridas, provocando que, a pesar del sol, que todavía debería estar brillando afuera, la habitación se encontrara en penumbras. Junto a ella, varios rostros la observaban con fijeza; los policías se habían sentado a su alrededor, a excepción del hombre canoso, que permanecía de pie, a un lado del sillón donde se encontraba ella. Por supuesto, había algo en la habitación que impedía que todo estuviera sumergido en oscuridad total y era la computadora portátil, cuyo fondo blanco sólo hacía resaltar más la letra “L” negra que se alcanzaba a ver en la pantalla.
    Como razonó al momento de darse cuenta de aquello, eso era mejor para mantener la seguridad de toda la operación contra Kira, pero no pudo evitar sentirse un poco decepcionada al darse cuenta que no lo vería en persona, como ella había pensado.
    —Espero, sinceramente, que el ambiente o el escrutinio de mis colaboradores no sea algo que te incomode —emergió la voz distorsionada de las bocinas de la computadora, una que vibró con un peculiar timbre metálico. Cuando Misa aseguró que se sentía bien, la voz continuó: —Espero que entiendas que, forzosamente, debo hacerte unas preguntas que te resultarán un tanto acusatorias; debo mantener un cuidado extremo en este caso en particular, dadas las, aparentemente, increíbles circunstancias en que se mueve Kira. Por ello espero que te limites a responder sinceramente y evites cualquier clase de argumento en tu defensa o actitud ofendida que pienses tomar; limítate a responder.
    —De acuerdo —soltó ella, un poco extrañada y asustada por todo aquello.
    —Perfecto, ahora, sólo te pediré que, mientras te hago las preguntas (sólo serán dos, no te preocupes) mires directamente al monitor y no desvíes tu mirada de él, ¿de acuerdo?
    —Sí.
    —¿Trabajas para Kira?
    —No.
    —¿Conoces su identidad?
    —No.
    —Te creo —soltó L, después de un rato, lo que provocó la ligera tensión que se había creado en la habitación—. Aunque, debo decirte, esto no bastaría si yo mismo no te considerara inocente de antemano y, porque, analizando tu situación y reacciones, no pareces haber conocido alguna vez al autor de estos asesinatos, por lo menos no que tú lo sepas.
    —Entonces, consideras que Kira me conoce y que manipuló la situación de forma que yo resultara a salvo.
    —Sí, aunque tú también has pensado en esa posibilidad; puedo leer el miedo en tu rostro.
    Misa inclinó la cabeza hacia su pantalón negro, apretó los labios, sin emitir ninguna respuesta a aquello, aunque su silencio ya decía demasiado.
    —No creas que cree todo esta atmósfera de misterio sólo para hacerte dos preguntas; te traje aquí para que nos hables de lo que sucedió ese día, en la Universidad.
    Misa respiró profundamente y, aunque lo deseaba, evitó buscar la mirada de Rem para tranquilizarse, por fortuna, parecía que su shinigami la conocía bien, porque sintió su huesuda mano sobre su hombro. Tras un asentimiento, comenzó su crudo relato. Le fue sencillo no sentirse mentirosa al omitir a Rem, puesto que, a pesar de que, una parte de ella, era consciente de su presencia, la mayor parte de su atención había quedado absorbida por la pistola que apuntaba a su cabeza.
    —Bueno —intervino Matsuda, de pronto, dirigiéndose a ella—, creo que eso es todo para ti; vamos, te llevaré a casa.
    Un poco decepcionada, la joven se levantó, pero la voz metálica de la computadora le impidió dar un paso.
    —No será necesario, Matsuda —dijo L, dejando a todos, incluso a Misa, sorprendidos—. Ya que es evidente que, de alguna manera, Kira la conoce, en cierta forma, ella está en peligro, por lo que considero justo que conozca parte de la investigación, por lo menos para que esté alerta.
    Misa se dejó caer nuevamente, esperando que ninguno de los presentes objetara nada, lo cual, sí pasó. Uno de ellos, Aizawa, consideró un poco arriesgado dejarla escuchar, pero L jamás cambió de opinión.
    —El hecho de que la anomalía, como llamaremos a este cambio en el patrón de los recientes asesinatos, haya ocurrido en la Universidad sólo sustenta mi teoría de que estamos enfrentándonos a un estudiante, uno muy inteligente, cabe anotar. Y, la valiosa información que nos brindó Misa (me refiero al hecho de que se encontraba haciendo un examen en un grupo al que no pertenecía) nos sugiere que, probablemente, Kira conozca su horario.
    Hacía rato, mientras la voz distorsionada envolvía la habitación, que los ojos de Misa iba a parar, de vez en cuando, en el padre de Light. Se veía realmente tenso y preocupado, mientras escuchaba cada deducción que emergía de la computadora… Entonces, se le ocurrió; gracias a que había accedido a los datos del ordenador del señor Yagami conocía que Kira tenía acceso a la información de la policía, existía una gran probabilidad de que se tratara de un estudiante y, ahora, la otra pieza era que estuviera relacionado con ella o la conociera…
    —Sospechas de Light —soltó, dirigiéndose a la “L” que se veía en el monitor.
    —Efectivamente, Misa.
    Le pareció escuchar, vagamente, que el señor Yagami objetaba algo, pero las palabras no llegaban claras a sus oídos, puesto que ahora su mente estaba ocupada con pensamientos sobre lo que acababa de notar. Recordó todas las veces que se había encontrado con Light y, también, el día que había ido a comer con su familia. Era cierto que él, gran parte del tiempo o casi todo, era un arrogante pero, aun así, no podía verlo como el Kira sanguinario que ya no sólo se saciaba con criminales, sino con inocentes. ¿Cómo alguien con una familia tan unida y cariñosa podría volverse de esa forma? Y, aunque gran parte de ella deseaba que no hubiera sospecha sobre él, tanto porque lo consideraba un amigo como por temor (pues si se trataba de él, ya podría considerarse acorralada), no creía que ese sentimiento de precaución y duda se pudiera borrar de su cabeza, por lo menos hasta que se resolviera todo aquello. Por otro lado, la probabilidad no debía ser muy alta, sino L ya hubiese tomado medidas más drásticas y el señor Yagami estaría mucho más angustiado.
    —¿Qué porcentaje? —cuestionó, de pronto, consciente de que había interrumpido algo importante, puesto que la discusión había pasado a un repentino silencio y, todos los ojos estaban sobre ella.
    Nadie parecía haberla entendido. Sólo el hombre de mayor edad parecía seguir el hilo de sus palabras; hasta creyó ver que, debajo de su bigote grisáceo, las comisuras de sus labios se elevaban hacia arriba, aunque ella no le veía nada gracioso a la situación.
    —Diez —contestó L—, por el momento.
    No era mucho. Eso no podía significar que se trataba de él. Misa juntó las manos sobre su regazo, sintiendo otra vez ese miedo que la asaltaba en las noches. A su lado, Rem le dijo que, mientras estuviera con ella, nada malo le ocurriría, aun así, no logró tranquilizarse.
    —Por supuesto, te pediría, Misa, que tus relaciones sociales continuaran como hasta ahora, para no levantar sospechas.
    Misa frunció ligeramente el ceño y observó directamente a la computadora; el verde en sus ojos destelló por unos segundos. No tenía que analizarlo mucho para saber que sólo se refería a Light; por más miedo que tuviera o las dudas que sintiera, no dejaría de hablarle por un diez por ciento.
    —Claro que seguiré como siempre; es mi amigo —le pareció que el señor Yagami la observaba con algo de agradecimiento en su rostro, pero casi no le prestó atención, estaba más preocupada por haber tomado la decisión equivocada.

    Light se paseaba de un lado a otro por la habitación de su casa; su rostro dibujaba un profundo ceño fruncido.
    —¿Por qué no los seguiste si te preocupaba tanto? —cuestionó el shinigami antes de lanzar una manzana al aire y comérsela de un bocado.
    —Eso es demasiado arriesgado, Ryuk —Light se pasó una mano por el cabello—. Estoy seguro de que, si L había retirado sus sospechas, ahora vuelve a considerarme como posible Kira. Todo por salvarla…
    El joven se dejó caer en una silla y golpeó el escritorio con su puño cerrado. Ryuk parecía bastante divertido con su malhumor.
    —Tal vez lo mejor sea mantener tu distancia con la chica —sugirió el shinigami, sonriendo.
    Light apretó los labios.
    —No es conveniente.
    Ryuk atravesó el piso de la habitación hasta desaparecer; regresó rápidamente, con una manzana roja en sus largos dedos.
    —Pero tú mismo dijiste, hace unos minutos, que ella probablemente estará bajo la mirada de L…
    —Sí, sin embargo, resultará mucho más sospechoso si me alejo, ya que él podría interpretar eso como una manera de evitar ser vigilado. Eso sólo provocaría que me relacionara aun más con Kira.
    El shinigami se rió.
    —Pues, parecer que te encuentras en un problema.
    —Idearé la forma de resolverlo, ya verás.

    —Ya que estás relacionada, aunque sea indirectamente, con Kira; te mantendremos vigilada para protegerte.
    Aunque Misa agradeció las palabras de L, sabía que no podía hacer mucho por ella, su única defensa era que, estaba casi segura, que Kira desconocía su verdadero apellido, de esa forma, se encontraba protegida contra su Death Note. Sin embargo, si él llegara a averiguarlo, no habría nada que se pudiera hacer por ella.
    —Gracias, pero no tiene porqué molestarse, estaré bien.
    —Insisto.
    —¿Puedo irme a casa? —preguntó ella, ignorando la última palabra de L.
    —Si es lo que quieres…
    Misa se levantó y Matsuda hizo lo mismo; se acercó para vendarle los ojos, pero L le dijo que no lo hiciera.
    —Sé que no está del lado de Kira, por lo que podemos confiar en ella.
    El jefe Yagami se ofreció a llevarla a su casa y, Misa, sabiendo que no tenía otra opción más que decir “sí”, accedió.
    Sin embargo, cuando abrió la puerta y se encontró la pequeña casa, con el techo desgastado y el pórtico viejo, se sintió un poco mal por engañarlo. Una vez que lo vio desaparecer, tomó camino a su departamento.

    Una vez que los miembros de la investigación salieron de la habitación, Watari, con la tranquilidad inglesa que lo caracterizaba, tomó el ascensor y subió dos pisos más. Con la llave dorada que traía en sus manos, abrió la puerta que se encontraba al fondo del pasillo; un joven, cubierto por la oscuridad y con sólo la luz del monitor iluminando su rostro ojeroso y su cabello despeinado, se encontraba con la mirada fija en un punto frente a él. En sus manos sostenía un plato con una rebanada incompleta de pastel de fresas.
    Aunque parecía demasiado abstraído en todo lo que ocurría en su mente, no pasó desapercibida para él la llegada de Watari. Sus ojos negros se dirigieron hacia él.
    —Necesito pedirte un favor —dijo, con cierta extrañeza, como si algo en sus propias acciones le sorprendiera.
    —Dilo.
    —Si alguna vez consideras que dejo de ser objetivo, tienes que decírmelo.
    Watari elevó las cejas, mostrando una pregunta en sus ojos, la misma que no hizo. Inclinó su cabeza hacia L, como si quisiera observarlo mejor.
    —Lo haré.
     
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    Nahi Shite

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    Hola, de nuevo. Vaya, siempre me sorprendes con tus mejorías; esta vez los errores de dedo fueron casi nulos, ¡Felicidades!, además te debo el reconocimiento por aprender a usar el guion largo xD
    Aún sigue mi batalla mental entre L y Kira. No me decido. Pero me mataste con el final, obviamente L siente que esta perdiendo su objetividad característica con Missa, y le preocupa que eso repercuta en la investigación. Lindo*-*
    Noté algunas comas sobrantes, fuera de lugar, pero nada más. Como siempre narración impecable.
    Estoy ansiosa por seguir leyendo... Jum ¿será L el uevo tutor de Missa? ¡Yo sí creo!
    Ahm, y añado: ¿ves que soy lider? Seré más exigente xD
     
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    Shennya

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    Los Juegos de la Muerte
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    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    4768
    VI
    La clave Ottendorf

    Detrás de él, Ryuk flotaba agitando levemente sus alas para mantenerse a su paso. Parecía bastante divertido con todo lo que veía a su alrededor, a pesar de que las calles se encontraban desiertas y la noche provocaba que los secretos en las esquinas, en los pórticos, en las avenidas, se pudieran ocultar con mayor facilidad. Aunque, para un shinigami, no hay mejor hora que la nocturna.
    —¿Qué hacemos aquí, Light?
    —Siguiendo la pista de la segunda Kira.
    —¿Segunda Kira? —Ryuk abrió los ojos un poco más y esbozó una sonrisa llena de dientes puntiagudos— ¿Por qué la llamas así?
    —Porque espero que me sirva para distraer a L. Estoy casi seguro que estará de mi lado, ya sea por voluntad u obligación.
    Con una chamarra negra, grande y con una capucha que le cubría casi todo el rostro, Light entró en lugar con varias computadoras. El dueño parecía malhumorado y reacio a contestar las preguntas que le hacía el joven, sin embargo, unos cuantos yenes consiguieron hacerlo mucho más cooperador. Le relató sobre la noche que llegaron unos policías a un establecimiento y sobre una chica, a la cual describió de pies a cabeza (a petición de Light), que se comportaba de una forma extraña, la misma que terminó por arruinar una de sus computadoras e irse sin pagarle por los daños.
    —¿Por qué sonríes, Light? —cuestionó el shinigami, una vez que estuvieron en la casa del joven.
    —Porque se me ha ocurrido algo para atraerla —respondió él, mientras lanzaba y atrapaba una manzana roja; los ojos de Ryuk no podían dejar de seguirla, esperando que el joven la aventara en su dirección—. Claro, va a ser necesario asustarla un poco.

    La promesa se cumplió esa noche de lluvia interminable; una pesadilla atormentó la mente de Misa hasta hacerla gritar, sin embargo, fue tal su coordinación con la tormenta que su exclamación coincidió con el estruendo de un rayo.
    Se incorporó hasta quedar sentada; su respiración agitada se esparció por todos los rincones de la habitación. Las lágrimas ya cubrían su rostro cuando sus párpados pudieron despegarse. Acercó las piernas a su pecho y abrazó con fuerza sus rodillas. Le pareció escuchar que Rem intentaba consolarla, pero, como todas las noches de malos sueños, prefirió ignorar su lástima.
    Era deprimente sólo tener de música a la lluvia, y que, por las cortinas, todo lo que se pudiera vislumbrar fuera a la ciudad en una de sus noches llorosas.
    Intentó, por todos los medios, volver a dormirse, pero por más que cerraba los ojos o se cubría con la sábana, no conseguía liberarse de los miedos que la consumían.
    Finalmente, resignada, se acercó a una de las mesitas de noche y, del cajón, extrajo algo que parecía como una caja rectangular que tenía impresa una cuadrícula bicolor. Sin dificultad la abrió y vació todas las piezas en la cama, para, después, transformar aquella caja en un tablero.
    Suspiró, mientras acomodaba los dos ejércitos, el blanco y el negro, en sus posiciones adecuadas para comenzar la guerra. Ya que parecía que el sueño no se apiadaba de ella, por lo menos haría algo para distraerse.
    —¿No vas a descansar? —preguntó su shinigami, mientras se inclinaba con curiosidad sobre su hombro.
    —No puedo, Rem —respondió Misa, mientras comenzaba a mover una de las blancas.
    Después de unos minutos, en los que sólo se escuchaba el sonido de las piezas al moverse y los giros que Misa le hacía al tablero, Rem se sentó en la cama, cerca de la joven.
    —¿Qué no es mejor jugar con otra persona?
    —Es mucho más interesante, sí —concedió ella, medio esbozando una sonrisa—, pero, a estas horas no creo que sea conveniente salir a buscar un rival.
    El alfil blanco hizo jaque; con un ceño fruncido, Misa giró el tablero e intentó concentrarse para encontrar una salida.
    —¿Desde cuándo empezaste a jugar?
    Cuando se giró hacia la shinigami, el cabello rubio de Misa golpeó ligeramente sus hombros; sus ojos verdes, tan encendidos por el interés y la concentración en el juego, se apagaron. Rem vio la sombra de un mal recuerdo cincelada en todas las facciones del rostro de la joven.
    —Mi padre… es decir, mi padre adoptivo me enseñó cuando cumplí ocho —soltó, con la voz débil e insegura—. ¿Sabes? Dos veces en la vida he experimentado el dolor de perder a mi familia, dos veces me he enfrentado al golpe de la soledad repentina… ¿Por qué yo? ¿No consideras injusto al destino?
    Misa quiso buscar apoyo en el ojo amarillo de su shinigami, pero todo lo que consiguió fue una mirada extraña que no pudo sostener por mucho tiempo, porque su cabeza se giró rápidamente a la partida inconclusa.
    —A veces he llegado a pensar que soy usada, que mi vida no es más que un juego para alguien más —soltó, sin poder reprimir un gemido—. Pero es ridículo… Los dioses no se molestan en problemas de simples mortales, ¿no es cierto, Rem?
    —Así es —respondió la shinigami en un tono ausente, sin verla a los ojos.
    El cansancio comenzó a consumir a Misa, por lo que se rindió y se puso a quitar todas las piezas que le restaban, sin embargo, sus dedos dudaron cuando se acercaron a una de las dos restantes, las más valiosas: el rey negro y el blanco.
    —Siempre he pensado que el ajedrez es un tanto frío —comentó, observando las dos piezas contrarias, una frente a la otra—. No importa cuánto tengas que sacrificar, no importan las piezas desechadas o muertas; el juego termina, únicamente, cuando uno de los dos reyes cae.
    Con mucho cuidado y una sonrisa triste reflejada en su rostro, Misa inclinó al rey negro y lo dejó en posición horizontal sobre el tablero.

    En el sillón junto a la ventana, frente a una computadora, L comía un pastel adornado con fresas en la parte superior. De pronto, una figura conocida irrumpió en la habitación.
    —¿Qué sucede, Watari?
    —Encontré la información que querías.
    Los ojos negros, adornados por profundas ojeras, se giraron hacia él y lo observaron con atención.
    —¿Sobre ella?
    Watari asintió.
    —Y sobre el caso de Takano Konji. Tenías razón, la pareja tenía una hija, llamada Misa Amane —de sus labios emergió un tono triste—, al parecer ella estaba escondida en algún lugar de la casa cuando todo ocurrió y logró escucharlo todo. Después fue adoptada por una pareja inglesa, la cual le dio el apellido de Jenkyns, y llevada a Inglaterra.
    —¿Qué pasó con sus padres adoptivos?
    —Murieron, no mucho tiempo después.
    El plato donde había descansado una rebanada de pastel, ahora estaba vacío, sobre la mesa de madera que se encontraba frente al detective. Por un momento, la mirada oscura de L se posó en la computadora, ausente.
    —Dos veces huérfana —murmuró, con su dedo pulgar sobre sus labios. Parecía que estaba hablando más para él que para su compañero, porque fue hasta que pasaron unos minutos que volvió a dirigir su mirada hacia el otro hombre en la habitación—. ¿Recuerdas lo que te dije sobre este caso?
    Watari asintió.
    —Se le declaró inocente por falta de pruebas y, de pronto, dieciocho años después, es abierto por un informante anónimo.
    La mirada de L brilló, una ligera sonrisa se dibujó en su rostro.
    —Dijiste que esa persona podría estar relacionada con la familia…
    —Sí —L asintió—. Estoy seguro que fue ella, Misa llamó a la policía y se encargó de reabrir el caso.
    Watari arqueó las cejas.
    —Después de tantos años, reunió las pruebas.
    El detective inclinó la tetera en su taza y, después, tomó un puño de cubos de azúcar y los disolvió, agitando el té con una cuchara.
    —Sí —dijo, con la taza en los labios—. Además hay una probabilidad del ochenta por ciento de que se trate de la misma chica que accedió a la computadora de Yagami.
    —¿Es por eso que aceptaste la propuesta del profesor? —cuestionó Watari, observando fijamente al detective.
    L inclinó la cabeza hacia arriba y sobre su boca abierta dejó caer las últimas gotas de té que quedaban.
    —No. Ya escuchaste lo que nos dijo el comisionado Yagami ayer; no pudo ver dónde entró Misa cuando la dejó la otra noche —comentó, acercando, con sus dedos largos, la canasta de galletas que había en el centro de la mesa—. Probablemente ella le dio una dirección falsa para confundirlo. No quiere protección, pero, después de lo sucedido en la Universidad, es imprescindible que la obtenga. Además, así podré observar quién está cerca de ella, ya que sabemos que Kira intentará acercarse, sino es que ya tiene un contacto con Misa.
    El detective comenzó a girar una de las galletas en sus dedos.
    —No confía en mí y ya que soy el que dirige todo —murmuró L, nuevamente hablando para sí— es como si no confiara en ninguno de nosotros. Pero, viéndolo desde otra perspectiva, es lógico; es como si yo hubiera puesto las reglas, no le mostré mi rostro, por lo tanto, no confié en ella, así que Misa todo lo que hace es corresponder a esa acción…
    Las cejas de Watari se elevaron sobre los lentes, parecía haber encontrado algo entre las líneas del discurso de L.
    —No pensarás mostrarle tu rostro, ¿o sí?
    L pareció interesando en algo de la computadora.
    —Aún no —soltó, antes de meterse la galleta a la boca.

    —¿Es absolutamente necesario? —protestó Misa, intentando ocultar su enfado, lo cual, gracias al cielo, funcionó. Su profesor parecía observarla con la misma expresión preocupada que veía cada vez que entraba al salón.
    —No sé siquiera porqué me hace esa pregunta, señorita Jenkyns —dijo él—, porque, como bien ha de recordar, se quedó dormida durante la clase.
    —Lo sé, lo sé y lo lamento mucho; prometo que no volverá a ocurrir.
    Misa, observando la postura y los gestos de su profesor, no necesitó que éste negara con la cabeza para saber que no creía en ella.
    Él tenía razón, después de todo, desde que había llegado a la clase se había sentido terrible (gracias, por supuesto, a que las pesadillas y sus distracciones con el ajedrez no la dejaron cerrar los ojos en toda la noche), por lo que, cuando se sentó en el butaca, difícilmente pudo mantenerse consiente de todo lo que ocurría. Rem, cuando la vio apoyar la cabeza en la paleta, intentó despertarla con discreción, lo cual resultó contraproducente ya que su voz y sus dedos fríos y huesudos sólo consiguieron que Misa se sobresaltara y terminara por hacer que toda la clase posara los ojos en ella.
    —Bueno, ya que Yagami Light parece no tener más tiempo para usted, señorita —comenzó el profesor—, he convencido a otro estudiante para que la ayude con las materias primordiales.
    —Insisto en que esto no es…
    —Ya discutimos sobre ello —le recordó él—. Muy bien, como decía, Ryuzaki se encargará de ayudarla y enviarme informes de su mejoría o si continúa en la misma actitud que hasta ahora.
    A Misa le sorprendió que le hubiesen asignado a un nuevo; ya que apenas hacía unos días que realizaron el examen de admisión para entrar a la Universidad. Quizás, gracias a la calificación sobresaliente la asamblea de maestros, lo asignaron a un grado superior.
    —Ryuzaki, puedes entrar.
    Tal como lo recordaba, el joven de aspecto serio y tranquilo entró al aula. Su postura era ligeramente encorvada y sus manos estaban firmemente metidas en los bolsillos de su pantalón de mezclilla. Su cabello era tan negro que Misa creyó ver algunos destellos azules entre sus hebras, pero, como la vez que había presenciado la bienvenida, no pudo evitar preguntarse muchas cosas sobre sus ojos. Y todo resultó en su contra cuando esa mirada oscura se quedó clavada en la de ella; era como sentirse expuesto ante otra persona que jamás te ha conocido.
    —Mucho gusto.
    Otra vez esa extraña certeza de estar frente a una persona solitaria le molestó a Misa, era un cosquilleo que le provocaba querer hacerle compañía, aunque, tal vez, él prefería la soledad.
    —Igualmente, soy Misa.

    Ya que el profesor de matemáticas les anunció que faltaba poco para impartir su siguiente clase, tanto Ryuzaki como Misa tuvieron que trasladarse fuera del edificio. Ella, ya que su tutor no opinó mucho durante un rato, eligió una mesa cerca de la cafetería con una sombrilla, así podrían evitarse un poco el sol del mediodía.
    Debido a los sucesos inquietantes que habían acontecido últimamente en su vida, Misa, a pesar que no quisiera admitirlo, se había perdido varios temas en matemáticas y física, por lo que tendría que estudiar un poco más sobre ello.
    Cuando se sentó en una de las sillas y vio a Ryuzaki hacer lo mismo frente a ella, no pudo evitar sonreír al ver el salto de él y la forma extraña de acomodarse. Primeramente, sus pies estaban sobre la silla, sus piernas casi pegadas a su cuerpo de forma que sus manos podían descansar con comodidad sobre sus rodillas.
    Misa, sin perder tiempo, abrió su libro de álgebra y le mostró la página en la cual necesitaba ayuda. Por extraño que parezca, Ryuzaki le explicó todo de una forma mucho más rápida y clara (muy diferente a Light), de tal manera que, hasta consiguió resolver, exitosamente, algunas ecuaciones que él mismo hizo.
    —¿Terminaste? —cuestionó él, dándole una mordida a una barra de chocolate que, Misa, por más que intentaba, no podía explicarse de dónde había sacado.
    —Sí.
    Las comisuras de su boca volvieron a tirar hacia arriba, cuando vio a Ryuzaki tomar el cuaderno de la parte de arriba, con sólo tres dedos y mantenerlo abierto frente a su rostro mientras sus ojos negros viajaban rápidos por los números y letras.
    —Correcto —aprobó.
    Misa sonrió y se dispuso a buscar la lección diez de su libro de física, con la que, debido a estar pensando en las tardes de ajedrez con su padre, se había perdido de toda la explicación de su profesor.
    —No parece que necesites asesoría —comentó Ryuzaki, después de comer otro trozo de chocolate—, asimilas todo con bastante rapidez.
    Ella también pensaba lo mismo; le había dicho muchas veces a su profesor que, con las guías en el libro podría igualarse con la clase pero, él insistía que alguien la estuviera vigilando. Observó a Ryuzaki a los ojos, intentando buscar en lo que acababa de decir algún signo de estar harto, probablemente el profesor lo habría obligado…
    —Si quieres podemos decirle que ya no puedes; yo no tengo problema trabajar con otra persona, yo sé que puede ser un poco tedioso…
    —Yo me ofrecí —él la interrumpió.
    Misa parpadeó, sorprendida, pero no hizo ningún comentario, se limitó a buscar la página del libro.
    De pronto, los rastros de una conversación sin terminar, distrajeron a Misa; dos chicas platicaban animadamente sobre una fiesta o celebración. Y, gracias a que el viento trajo las palabras adecuadas a los oídos de Misa ella supo que aquella celebración era para el cumpleaños del padre de una de ellas.
    —¡Sí! —soltó ella, con alegría—. Mi hermano ya preparó todo y mi madre hará un pastel; pero aún no sé que puedo comprarle…
    Era como si sus palabras se transformaran imágenes en la mente de Misa, podía ver la mesa lista y todos ellos sentados, sonriendo y… después, el escenario cambiaba drásticamente y se dibujaba un departamento solitario, al que Misa tenía que regresar cada atardecer o noche…
    Culpó al temor de sentirse acorralada por Kira la reciente sensación de vulnerabilidad que experimentaba; se puso de pie, su cabello cayó sobre su rostro (lo cual agradeció) y musitó una incoherente excusa para marcharse.
    Misa llegó al otro lado de la Universidad, cerca del jardín en el que ella le gustaba estar; afortunadamente, no había muchos alumnos alrededor. Escogió la misma banca debajo del árbol que la cubría de los rayos del sol e intentó tranquilizarse. Como siempre, Rem hizo sus intentos por distraerla, los cuales no surtieron efecto alguno… Tal vez sólo necesitaba ir a dormir un poco a su casa.
    —Misa.
    No se había dado cuenta que alguien se había acercado a ella, hasta que dijeron su nombre.
    Levantó la cabeza.
    Ryuzaki estaba de pie, en frente de ella, una de sus manos sostenía la barra de chocolate y la otra estaba detrás de su espalda. Repentinamente, sin decir más, extendió una paleta de caramelo hacia ella.
    Misa sonrió.
    —Gracias.
    De un salto, se sentó a su lado; con los pies arriba del asiento y sus manos sobre las rodillas, parecía ser su postura favorita.
    —Te voy a decir un secreto, Misa —dijo él, observando al frente—. La respuesta a todo son los dulces.
    Misa no pudo evitar reírse y, por la manera que Ryuzaki se giró hacia ella y sonrió, se dio cuenta que lo hacía para distraerla, lo cual agradeció bastante.
    —De acuerdo —dijo ella, mucho más animada—, lo tendré en mente.
    —Misa, ¿quién es tu amigo?
    Un estremecimiento recorrió la espina dorsal de Misa y se reprendió por ello; las deducciones de L la habían afectado demasiado, no podía permitir que, sin tener pruebas eso pudiera afectar su reciente amistad con Light.
    Así que, animada por la conversación con Ryuzaki, decidió dejar sus temores de lado y sonreír. Aunque, para ser sincera, Light no se veía muy contento en aquellos momentos.
    —Es mi nuevo tutor, Ryuzaki —explicó, después, se dirigió a éste último y presentó a Light como su amigo.
    De pronto, al girar la cabeza hacia Ryuzaki se dio cuenta que éste tenía una expresión extraña en el rostro, era como si quisiera ver a través de Light.
    —Por supuesto, ya había escuchado de tu padre —comentó Ryuzaki, con el dedo pulgar sobre sus labios—, ¿eres el hijo del jefe de policía, Yagami, no es así?
    —Sí.
    —Entonces debes estar muy orgulloso, ya que está trabajando en el caso de Kira —continuó Ryuzaki, sin perder de vista las facciones de Light.
    —Por supuesto —contestó él, con algo de rigidez, parecía un poco molesto por la curiosidad del tutor de la joven—. Misa, quería hablar contigo… Yo podría organizarme mejor para ayudarte, podemos hablar con tu profesor; Ryuzaki, creo que ya no será necesario que seas tutor de Misa. Yo continuaré…
    El joven, cuya mirada parecía mucho más interesada en desenvolver la segunda barra de chocolate, parecía no haber escuchado nada de lo que dijo Light, lo cual, evidentemente molestó al joven, quien interrumpió su discurso. De pronto, después de darle una mordida a la tableta, Ryuzaki levantó la mirada.
    —No.
    Tanto Misa, que estaba distraída fulminando con la mirada a Light (puesto que parecía querer controlar su vida), y a Light les sorprendió esta repentina respuesta. Sin embargo, el hijo del jefe de policía se le pasó pronto el asombro para remplazarlo por un ceño fruncido.
    —No me malinterpretes —sonrió Ryuzaki—, es sólo que yo me comprometí ante el profesor y al propia Misa de que sería su tutor, no puedo faltar a esa promesa.
    —Él tiene razón, Light —intervino ella, quien aun estaba un poco molesta por esos cambios de actitud en él—, además, no quisiera quitarte tiempo.

    —Podrías asesinarlo fácilmente —dijo Ryuk poco después, flotando en la habitación de Light.
    —Estoy casi seguro que L tiene la sospecha de que Misa no se salvó fortuitamente, sino que Kira intervino en ello; así que, asesinar a un alumno de la Universidad que, de alguna manera, está relacionado con ella no sería muy inteligente de mi parte.
    El shinigami soltó una carcajada.
    —Pero apuesto a que te gustaría poder matarlo.
    Light se sentó frente a su escritorio, pero no respondió nada al respecto.
    —Sería, también, un poco problemático y arriesgado acceder a las listas de una de sus clases para averiguar su nombre completo.
    —No tendrías que hacer eso.
    Light, presintiendo, por el tono de burla de su shinigami, que ocultaba algo, se giró hacia él.
    —¿Qué quieres decir?
    —Nunca te has preguntado ¿cómo es que nosotros sabemos los nombres de los humanos? —cuestionó Ryuk—. Verás, la vida de un shinigami no es eterna, pero se puede extender al robarnos la de otro. Es decir, cuando nosotros escribimos el nombre de un mortal en una libreta de la muerte los años que le quedan a dicho individuo se pasan a nosotros.
    Light se levantó de la silla bruscamente, su mirada se posó en la de Ryuk, observando sus ojos codiciosamente. Después, su triunfo se esfumó de su rostro y adoptó una expresión de seria arrogancia.
    —Debe haber una razón que te beneficie a ti para que me estés dando tanta información —comentó Light.
    Ryuk se rió.
    —Yo puedo darte mis ojos.
    —¿Y qué pides a cambio?
    —La mitad del tiempo que te queda de vida.
    Light suspiró y se volvió hacia el escritorio.
    —Encontraré la forma de solucionar mis problemas sin necesidad de tus ojos.
    De pronto, como si se le hubiese ocurrido algo, Light se puso rígido en su asiento.
    —¿Crees que la otra portadora tenga los ojos?
    Ryuk se encogió de hombros.
    —No lo sé.
    Light sonrió.
    —Habrá que averiguarlo; eso podría serme de mucha utilidad.

    Misa dejó su juego de ajedrez a un lado, cuando escuchó la voz nerviosa de la hermosa presentadora del noticiario.
    Espero que los telespectadores nos disculpen por dar estas noticias y ser portadores de tan inquietantes mensajes. Sakura TV ha sido amenazada; esta mañana se infiltró un asesino a nuestras instalaciones y, después de entregarnos un papel y amenazarnos en nombre de Kira para transmitirlo, sucumbió al cabo de unos minutos, de un infarto. Sin más, les mostraremos el mensaje de Kira.
    Misa, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, observó la hoja de papel que tenía una serie de números. Muchos, acomodados en tríadas y, separados cada grupo, por un guión. Creyendo que eso le podría servir de algo, corrió a su escritorio y, con movimientos torpes, consiguió sacar una hoja de papel y un lápiz. Gracias a su mano rápida, consiguió anotar todos y hasta el mensaje que había al principio de éste, antes de que la televisora quitara la imagen.

    —¿Eso era una clave? —exclamó Matsuda, parpadeando varias veces— ¡Pero ni siquiera anotamos nada!
    Algunos de sus compañeros lo fulminaron con la mirada, el jefe Yagami lo observó con cierta reprobación.
    —Siendo parte de la policía ustedes podrían pedirle a la televisora una copia —comentó L, agitando, con una cuchara, los cubos de azúcar que le había añadido a su taza de chocolate caliente—. Eso era una clave Ottendorf.
    —¿Ottendorf? —cuestionó Matsuda, confundido.
    —Grupos de tres números; cada tríada representa una letra, de forma que juntas todas transmiten un mensaje —explicó L, tomando un sorbo de chocolate—. Este tipo de código utiliza un libro, revista o hasta un artículo impreso para formar las palabras; de esta forma, viendo los números de izquierda a derecha, obtendremos que el primer número corresponde a la página del documento, el siguiente a la línea en dicha página y el último a la letra contando, nuevamente, de izquierda a derecha.
    —¿Cómo sabremos en qué documento buscar? —cuestionó Yagami, un tanto preocupado.
    —Kira dio las pistas al comienzo del mensaje, son citas de un libro muy conocido —respondió L, tomando una galleta de vainilla y, remojándola en el chocolate.
    —Entonces debemos ir cuanto antes por el mensaje —dijo Matsuda, poniéndose de pie, el resto estaba por imitarlo pero L se los impidió.
    —Eso no será necesario —dijo, metiéndose toda la galleta a la boca. Se levantó del sillón donde se encontraba y se dirigió a otra puerta de la habitación, después de unos minutos salió con un libro. Con la misma agilidad volvió a su postura acostumbrada y, tomando las páginas con dos dedos, comenzó a pasarlas rápidamente—. Jefe Yagami, le pido de favor que escriba las siguientes letras que le voy a dictar.
    El policía a pesar de su asombro, no dejó de obedecer las instrucciones de L.

    Misa entró a su computadora y, por fin, después de un rato consiguió descubrir que los números se trataban de una clave. Sin embargo, aun el mensaje arriba de los números era extraño, aunque, en cierta, forma, le sonaba conocido.
    De pronto, con alegría, la joven comenzó a colarse la peluca negra y los lentes; se puso una falda a cuadros, corta y salió de la habitación apenas respondiendo a las preguntas de su shinigami.
    —El libro donde viene el código se llama Río Profundo de Shusaku Endo, estaba segura que lo había leído antes… pero fue para una tarea y lo tomé prestado de la biblioteca de la escuela.
    Sin dar muchas explicaciones y asegurándose de ir a una librería lejos de su departamento, Misa consiguió el libro y volvió a la seguridad de su habitación. Con cierto nerviosismo, se puso a descifrar el código.
    Sin embargo, lo que descubrió sólo sirvió para dejarla congelada.
    —¡Rem! —exclamó, tan afectada que provocó que la shinigami se colocara a su lado— Es para mí.

    Te he visto, Portadora.
    Quisiera poder hablar contigo, espero que aceptes;
    eres libre de asistir a la cita o no,
    pero, si me rechazas, tendré que cazarte.

    Después, una fecha y un lugar. Parecía coincidir con la visita de un cantante famoso, por lo que sería un momento en que una persona se podría confundir entre la multitud con facilidad.
    Misa cerró el libro y respiró profundamente, tratando de calmarse. Tenía una semana para pensar bien las cosas… ¿Qué podría hacer? Estaba completamente aterrada y no tenía idea de cómo salir de ese problema.
     
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    Nahi Shite

    Nahi Shite Usuario popular

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    Me quito el sombrero. Verdaderamente, y como siempre, me ha encantado el capitulo.
    Sabía que L sería el nuevo tutor de Misa, y qué fascinante este nuevo "triangulo" que se ha formado. ^^
    ¡Estoy ansiosa por saber que pasará en la reunión! ¿Misa asistirá?... Yo creo que no tiene opción. Igual, la pobre está muerta del susto.
    Noté algunos errores de dedo que casi entorpecen mi amena lectura, junto con algunos de puntuación. Ojo con eso; no es nada grave, pero hay que considerarlos si aspiras a la perfección.
    Me alegro que haya personas en ffl que sí se interesan por la ortografía y los consejos que se les dan. Últimamente es difícil hallar una historia tan bien elaborada como la tuya, y te felicito.
    Sin más que te pueda decir, me despido, deseándote suerte.
     
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    Shennya

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    Título:
    Los Juegos de la Muerte
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    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    13
     
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    VII
    Cita con la muerte
    —Quiero que dos de ustedes estén presentes en ese evento —dijo L, antes de tomar un gran sorbo de su té.
    Tanto Matsuda como Aizawa se ofrecieron inmediatamente de voluntarios, aunque, a juzgar por sus expresiones y las del resto de sus compañeros, no parecían tener ni idea que era exactamente lo que harían.
    —Tengo entendido que será un concierto —comentó el jefe Yagami después de un rato—, por lo que habrá muchas personas…
    —Ya veo a lo que quiere llegar —lo interrumpió L, agarrando unos cubos de azúcar para agregarlos al té— y tiene razón, así resultará muy difícil que sepamos quién de todas las personas es Kira. Sin embargo, tengo una idea de cómo se comportaría él en una situación como ésta, por lo que requeriré que tanto Aizawa como Matsuda lleven consigo un transmisor y una cámara.
    El primero asintió inmediatamente el segundo, que se veía un poco más ansioso y emocionado que el otro, no tardó en seguir el ejemplo de su compañero.
    —Pero, aun no entiendo su propósito, ¿Por qué reunirse con una mujer? ¿Para qué la quiere?
    L, con el pulgar sobre los labios, observó un punto en la mesa de madera que se encontraba cerca de él.
    —Esa no es una de las cosas más interesantes del mensaje que le dejó —comenzó a murmurar—, sino el hecho de que se lo dejó en clave, puesto que estaba seguro que lo descifraría, además, y quizá igual de importante es cómo se dirige a ella… ¿Por qué dirigirse a ella con el nombre de Portadora?

    Se escuchó el sonido de una bandeja caer y tirar todo su contenido sobre el piso brillante de un bar ubicado en algún rincón olvidado de la ciudad. La chica de cabello negro y rizado se disgustó tanto con la que provocó el accidente que le gritó unas cuantas groserías y, echando chispas, se marcó por otros cocteles.
    —¡Lo siento tanto, por favor, perdóname! —exclamó la otra, cuyo cabello rubio era tan brillante que alcanzaba a lanzar algunos destellos dorados bajos las extrañas y frías luces del bar. Con pesar, se inclinó sobre el suelo y, con un trapo comenzó a secar el piso y levantar todo el desorden.
    —¿Podrías poner un poco más de atención a lo que haces? —cuestionó la chica de cabello negro, pasando cerca de ella, asegurándose de patear la bandeja que yacía en el suelo— Sinceramente, hoy has dado el peor espectáculo de tu vida, Misa. Y mira que ya te he visto cometer otras estupideces…
    Tal vez en otro tiempo, en los días anteriores al momento en que recibió el cuaderno de la muerte, le hubiese molestado lo que Kyoko decía, sin embargo, ahora su mente sólo podía concentrarse en que tenía una cita con él…
    Otra vez una lluvia la recibió al salir del trabajo, como si su humor no estuviera lo suficientemente gris, ahora las gotas se encargaban de enfriarle hasta los huesos. Se le había olvidado el paraguas y, no tenía ganas de esperar hasta que terminara la tormenta, por lo que empezó a caminar bajo la oscuridad.
    Era como un sueño que había tenido varias veces, cuando era una niña. El cabello pegado al cuello y la espalda, las calles vacías y esa sensación de estar caminando hasta un precipicio; todo como en los sueños. Sólo que, cuando dormía, había algo que cambiaba todo: alguien, una sombra, aparecía en su camino, extendía la mano hacia ella y, cuando Misa estaba por aceptar, por corresponder a ese gesto, un rayo caía y ella despertaba.
    —No me gusta verte así, Misa.
    La joven no se molestó en levantar la vista hacia su shinigami; Rem había estado durante toda la tarde intentando animarla, pero sin éxito alguno. También había cometido el error de mencionarle que, si tenía tanto miedo de Kira, podría usar su cuaderno de la muerte e intentar averiguar su nombre primero, para deshacerse de él. Eso no sólo había aumentado su temor, sino que la había horrorizado el hecho de verse al mismo nivel que él; Misa se prometió, evitar usar su cuaderno costara lo que costara.
    Aunque, se reprendió a sí misma, ya lo había usado en dos ocasiones.
    Sin darse cuenta muy bien de lo que hacía, llegó a su departamento, se cambió de ropa, se secó el cabello y se desplomó sobre la cama. Y, aunque Rem trató de convencerla, por todos los medios de que Kira no podría hacerle nada en su departamento, esa noche, sus ojos no pudieron cerrarse.

    Light, con una sonrisa en el rostro, bajó a la cocina y tomó una manzana del cesto de fruta que se encontraba en el centro de la mesa. Sayu estaba sentada en una de las sillas, con varios libros alrededor de ella y, con una expresión de fastidio tal, que hasta el joven se permitió soltar una ligera risa.
    Antes de marcharse, puso una mano sobre su cabeza y le acarició el cabello.
    —¡No hagas eso, hermano! —exclamó ella, un tanto molesta— ¡Me despeinaste!
    Él puso los ojos en blanco y se dirigió a las escaleras.
    —Hey —Sayu sonrió maliciosamente y se levantó de la silla— ¿Por qué estás tan sonriente? ¿Es por Misa-Misa? ¿Ya son novios?
    —No pienso hablar contigo sobre eso —dijo él, subiendo las escaleras apresuradamente, después de entrar a su cuarto, se aseguró de cerrar con llave.
    —Ella tiene razón, Light, ¿por qué estás tan contento? —cuestionó Ryuk después de atrapar la manzana que él le lanzaba— ¿No estás preocupado por el encuentro con la portadora? ¿No piensas que L pudo haber descubierto el mensaje?
    —Por supuesto que lo descubrió —respondió Light, sin quitar la expresión de confianza de su rostro—, pero no te preocupes, ya pensé en una forma de saber quién es sin arriesgarme a que L sepa que soy Kira.
    —¿Cómo?
    Light sonrió.
    —Vamos, Ryuk, sabes que si te digo se perderá toda la diversión —dijo él, comenzando a escribir algo en el cuaderno de la muerte—. Sólo tienes que esperar un poco.

    Fue el día más pesado que pudo haber tenido, le costó mucho quedarse despierta durante todas sus clases (ya no quería más problemas con el profesor) y, a pesar de que Rem era muy oportuna al avisarle cada vez que se iba a quedar dormida, el cansancio incrementaba conforme pasaban las horas.
    Incluso afuera, cerca del jardín, donde se encontraba con Ryuzaki para estudiar, no pudo lograr concentrarse en los ejercicios que le ponía. Por ello no le extrañó que él, con sus increíbles y profundos ojos negros, no tardara en notar que algo andaba mal.
    Durante el día, mientras él terminaba de comerse un paquete de galletas; sentado en esa postura ligeramente encorvada y con las manos sobre las rodillas.
    —Últimamente has estado distraída —comentó—, parece que no has dormido en días enteros.
    Misa, queriendo evitar preguntas, intentó esbozar una sonrisa.
    —No tienes derecho a decir nada, desde hace tiempo que yo me preocupo por ti —dijo, con sinceridad. Extendió una de sus manos y sus dedos tocaron suavemente la piel ensombrecida debajo de su ojo derecho—. Estás igual que yo…
    Misa se interrumpió bruscamente y retiró su mano casi al instante de hacer el contacto; Ryuzaki se había puesto rígido y la observaba con una sorpresa inusitada en él. Debió suponerlo en el momento en que lo conoció, él era una persona distinta, mucho más inteligente que el promedio y, a juzgar por aquella reacción, también era alguien que prefería el mínimo trato con las personas.
    O tal vez sólo era con ella con quien reaccionaba así.
    Se le ocurrió, por el repentino silencio que se había apoderado de Ryuzaki y la forma en que su mirada se perdió en otro lugar, que era el mejor momento para irse. Como todos los días, le agradeció por su ayuda y, estaba a muy poco de levantarse de la banca, cuando Ryuzaki volvió a hablar.
    —Hace poco tu semblante cambió drásticamente de la alegría a la tristeza —comenzó Ryuzaki, confundiendo un poco a la joven—, fue en el momento preciso en que alguien más hablaba sobre una reunión familiar; por lo que tu actitud estaba relacionada con este hecho. Y ya que tu rostro era de más añoranza, sin ningún rastro de enojo, no cabía la posibilidad de que fuera un distancia miento por alguna discusión, sino alguna ausencia más profunda e inesperada… Perdiste a tus padres.
    Misa apenas podía concentrarse en todas las palabras que había soltado de golpe y, cuando organizó todo, le quedó el vacío y los recuerdos de los días antes de que, las dos familias que había conocido, se fueran muy lejos de ella. Y, lo que le costaba más trabajo entender era porqué Ryuzaki mencionaba todo aquello en ese momento y qué ganaba con revivirle tan malos recuerdos.
    —Lo comprendí —dijo, de pronto—, estoy consciente de que no totalmente, pero si he experimentado ese sentimiento más de alguna vez. Estuve gran parte de mi vida en un orfanato. Nunca conocí a mis padres.
    Le sorprendió mucho más el hecho de que lo dijera que la información, porque, de cierta forma, ella ya lo sabía. Desde que lo vio supo que era una persona que había experimentado la soledad, era algo que vivía con él.
    Por extraño que pareciera, el saber que Ryuzaki sabía lo que se sentía añorar una familia, la hizo sentirse un poco mejor. Sin darse cuenta, fue apoyándose en el respaldo del asiento y relajando su postura.
    De pronto, como el día en que él dio el discurso de bienvenida, tuvo el impulso de querer hacer algo para quitarle su soledad. Tal vez lo haría, tal vez él sería un buen amigo para ella.
    Sin que Misa pudiera prever nada, Ryuzaki se inclinó hacia ella y colocó una mano sobre su cuello. Ella estaba tan asombrada por esta acción y tenía los ojos negros tan próximos a los suyos, que no pudo evitar que sus mejillas se calentaran.
    —Tu pulso está acelerado —informó—, necesitas descansar.
    —¿Pulso? —su acción la había dejado tan aturdida que las conclusiones llegaron un poco más tarde a su cerebro; por supuesto, por ello él había tocado su cuello, para saber si se encontraba bien—Ah, sí…
    Le aseguró que no tardaría en irse a casa y que, por lo menos, intentaría dormir algo cuando llegara a ella.
    —¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué no duermes?
    Misa, quien detestaba tener que decirle a alguien sobre su pasado o sobre lo que ocurría en su vida, comenzó a tomarle cierta confianza a Ryuzaki y dijo algo que no había dicho a nadie, más que a su shinigami:
    —Tengo miedo.
    Sin embargo, contradiciendo sus propias palabras, notó que sentía un peso menos en sus hombros y que, en compañía de Ryuzaki, podía, momentáneamente, olvidarse de todo aquello que la aquejaba.
    Se relajó tanto, que los planes para regresar al departamento se esfumaron cuando recargó completamente en el respaldo del asiento. Soltó un bostezo y, tras cerrar los ojos un momento, para intentar descansar, sin proponérselo, se quedó profundamente dormida. Quedó tan desconectada de todo lo que ocurría a su alrededor que no se dio cuenta cuando su cabeza se deslizó hasta quedar sobre el hombro de Ryuzaki y tampoco notó la sorpresa en el rostro de él ni la fijeza con la que la miró antes de esbozar una sonrisa.

    Si bien ahora se sentía con suficiente energía para no tropezar con nadie, ahora Misa experimentaba cierta vergüenza al recordar el día que se había quedado dormida en la banca, cerca del edificio principal de la Universidad. Acorde con los informes de Rem, se había quedado inconsciente por varios minutos sobre el hombro de Ryuzaki, incluso, cuando despertó por completo él ya tenía una barra de chocolate para ella que, para ser sincera, no tenía idea de dónde había sacado.
    Aunque se había recuperado algo, en las noches seguía teniendo dificultades para dormir, cada día que pasaba significaba para ella uno menos de libertad o, a pesar de que prefería no pensar en ello, de vida.
    Al llegar la hora de salida, Misa sintió que un gran peso se le quitaba de los hombros, se apresuró a atender a los últimos clientes, sin embargo, cuando estaba cruzando entre las mesas y sillones acomodados, una mano tiró de su brazo y la obligó a girarse con brusquedad. Arrastrando las palabras como sólo un ebrio puede hacer, le exigió que le trajera la cuenta y que no se tardara… Ella trató de soltarse, con cierta molestia.
    —No puedo ir a ningún lugar si no deja de aferrar mi mano, le pido que por favor me…
    Su enojo pasó a sorpresa y después a cierto temor cuando reconoció al hombre que tiraba de ella, se trataba del dueño de la computadora que había arruinado, en un intento de hacerle más difícil la búsqueda a la policía.
    Pero, pronto la desesperación se apoderó de ella cuando él tiró tan fuerte que sus rostros quedaron cerca, algo debió ver en sus ojos porque él, aun en su estado de semiinconsciencia, parpadeó y murmuró algo entre dientes.
    La había reconocido.
    —¡Eres tú! —soltó, en un difícil tono gutural— Págame mi computadora, tienes que dármela… Pero es… debes… alguien que no está contento contigo te está buscando…
    —¡No sé de qué me habla, suélteme! —los ojos de Misa se abrieron con horror, mientras intentaba quitárselo de encima.
    —¡Eres una mentirosa! Pero te van a encontrar, yo le diré dónde estás…
    La joven logró liberarse y alejarse unos pasos de él, cuando el hombre se levantó, ella estaba lista para ponerse a correr, pero se cayó hasta el suelo y, poco después comenzó a roncar.

    —Mañana tengo que renunciar —comentó Misa, dejándose caer en la cama.
    Rem la observó con cierta extrañeza.
    —¿Por qué?
    —Si recuerda lo que ocurrió —respondió la joven, después de soltar un profundo y triste suspiro-–, seguramente irá todos los días al bar para encontrarme. Además, sus palabras… lo que dijo sobre alguien que me estaba buscando me dio un mal presentimiento.
    —Puedes hacer otra cosa —murmuró la shinigami, colocándose muy cerca de la cabecera de Misa; si no fuera porque ella ya estaba acostumbrada a la presencia de Rem, ahí, en medio de la oscuridad y con ese ojo amarillo, brillante, observándola, se hubiera consumido por el miedo.
    —¿Qué? —preguntó la joven, incorporándose, un poco esperanzada.
    —Puedes matarlo.
    Misa frunció el ceño.
    —No lo voy a hacer, Rem, no me convertiré en Kira —soltó con enojo. Se volvió a recostar, sólo que en esta ocasión se cubrió con las sábanas.
    —Es lo único que puede protegerte…
    —Por favor, Rem, déjame dormir —pidió ella, observando el techo.
    —¿Cómo vas a sobrevivir así…?
    Unas brillantes lágrimas comenzaron a deslizarse por el rostro de Misa, con la almohada se cubrió los oídos, como si aquello pudiera protegerla.
    —Encontraré la forma, lo haré…

    De un salto, L se acomodó en el sillón que se encontraba en el centro de todos los policías a su cargo. Los observó un momento antes de ponerle dos cucharadas de miel a su fruta.
    —Sólo faltan dos días para el evento, por lo que espero ya estén todos preparados…
    Matsuda lo interrumpió, anunciando con demasiado entusiasmo que ya habían conseguido las cámaras y los transmisores. Sin embargo, su efusividad se vio controlada por la mirada severa del jefe Yagami.
    —Antes que nada, debo comunicarte algo importante —anunció Yagami, luciendo mucho más consternado que de costumbre.
    —Escucho —soltó L, después de pasarse un bocado de fresas endulzadas.
    —Mi hijo asistirá —dijo él, con cierta dificultad—, sé que, a pesar de que se ha comportado sólo como un buen estudiante todo este tiempo, tú todavía tienes sospechas de él. Y estoy consciente de que tenerlo en el evento y vigilar sus movimientos te pueda parecer interesante pero, como padre, me resisto a que vaya a un lugar donde probablemente se encontrará a Kira.
    L estuvo a punto de abrir la boca y reiterarle que no debía hacer nada para evitar que su hijo asistiera cuando agregó algo más.
    —La señorita Jenkyns lo acompañará, me lo confirmó esta mañana.
    De pronto, L se puso rígido, sus manos abandonaron la comida y fueron a parar en sus piernas, como si las estuviera sosteniendo.
    —Misa sería un blanco muy atractivo para Kira —comenzó a murmurar de forma muy apresurada; negó con la cabeza—. Debes decirle a tu hijo…
    La mano de Watari lo hizo interrumpirse, sus ojos se fijaron en la figura del hombre mayor, con los lentes grandes, que se encontraba a su lado.
    —Por lo que nos había dicho y, de acuerdo a sus deducciones, es probable que Kira tenga cierto interés por la joven, por lo que, si ella asiste a ese lugar, consiga distraerlo y hasta hacerlo que se delate él mismo.
    Por supuesto, todo aquello sonaba perfectamente lógico en la cabeza de L pero, por alguna razón, no terminaba de agradarle.
    —Pero…
    Watari, una vez más, lo interrumpió, apretando con fuerza el hombro del joven. Los ojos negros de L, brillando inusitadamente, parecían resistirse al mensaje en la mirada de su amigo pero, finalmente, con cierta tensión, asintió con la cabeza.
    —Es una buena idea —soltó, con una voz un tanto hueca.
    —Sí —coincidió el jefe Yagami, viéndose preocupado—, supongo que no puedo impedir que Light asista, sólo espero que todo esto valga la pena.
    Los policías parecían tan centrados en los preparativos para aquel evento o, como Yagami, que estaba tan enfocado en el peligro que correría su hijo, que no se percataron de lo que los agudos ojos de Watari, ayudados por el aumento de los anteojos, observaron en el comportamiento de L. Su expresión se había tornado tan seria como siempre, sin embargo, sus manos habían seguían apretando sus piernas y, aunque era muy leve, se podía notar cierto temblor en ellas.

    Rem había logrado, a fuerza de muchas palabras que sólo consiguieron asustarla más, convencerla de guardar en su chaqueta una hoja del cuaderno por si ocurría algo que pusiera en riesgo su vida. Olvidando el estremecimiento que recorría toda su columna, comenzó a vestirse.
    Terminó con una falda con cuadros rojos y negros, unas botas largas con hebillas, una blusa roja y una chaqueta de piel encima de ella.
    Ahora, mientras caminaba con demasiada lentitud, como si el tiempo corriera a velocidad diferente, no podía encontrar la manera de deshacerse de Light. Porque, aunque ya había repasado todo lo que había dicho L sobre él, no podía pensar que fuera Kira. No, alguien que tenía una familia tan maravillosa, que se preocupaba constantemente por él no podía ser malo. Además, ella lo había visto, parecía que los quería, sobre todo a su hermanita, Sayu.
    Así que seguía pensando que tendría que despistar a su acompañante para poder encontrase con el asesino más peligroso del mundo. Pero ¿cómo lo iba a encontrar? Por supuesto, lo supo en un doloroso latido, él seguramente ya la conocía o vería la forma de saber que era ella.
    Siendo completamente sincera con ella misma, ahora creía que aceptar la invitación había sido un terrible error; lo único que conseguiría era complicarse más las cosas y poner en riesgo la vida de Light. Pero, cuando él le había ofrecido eso, había sido un gran alivio para ella, por lo menos saber que alguien estaría a su lado.
    —¿Qué es lo que pasa, Misa? —cuestionó Light, cuando estuvieron en los asientos del autobús.
    Por más que lo había intentado, Misa no conseguía relajarse o, por lo menos, parecerlo. Sus manos estaban convertidas en puños sobre su falda y sus hombros se encontraban completamente rígidos. Light, sin embargo, parecía algo divertido.
    —Estoy emocionada, eso es todo.
    Light puso una mano sobre una de las de ella y Misa, sin pensarlo dos veces, apretó la de él con fuerza.

    El ruido inundó los oídos de la joven una vez que se encontraron afuera de la televisora, había ya mucha gente reunida y aunque el escenario estaba vacío, había un conductor tranquilizando al público y haciendo su emoción sólo se enardeciera.
    Un grito emocionado de los espectadores emergió de sus gargantas como unos sólo, cuando el cantante y su grupo se presentaron ante ellos.
    —¡Nightmare, Nightmare, Nightmare!
    Le pareció que Light se inclinaba a decirle algo pero no logró escuchar debido al estruendo que se produjo cuando el vocalista comenzó a cantar The World.
    Entonces el tocó su hombro y le señaló en una dirección, los ojos de Misa se ampliaron al notar, entre un grupo de jóvenes, el rostro de Matsuda.
    —Él es de la policía —logró decirle Light—, ¿qué crees que haga aquí?
    Pero Misa ya sabía lo que significaba: L estaba enterado de todo.
    Todo parecía volverse más oscuro y difícil para ella, entonces, a pesar de que sus pensamientos estaban en otro lugar, pudo ver al hombre que se iba acercando al escenario, a pesar de no conocer nada sobre él, presintió que pasaría algo terrible si llegaba. Se encontraba tan lejos de él y había tanta gente, que no pudo evitar que continuara; giró hacia el público y, de su gabardina, sacó dos pistolas que apuntó al cielo y disparó. La música se detuvo para ser reemplazada por gritos de horror; la masa de gente que se encontraba más lejos del individuo comenzó a correr. Misa fue llevada y empujada con fuerza por las personas asustadas que, de un momento a otro, ya no pudo distinguir a Light entre la multitud.
    De reojo observó a Matsuda y a otro que reconocía, cuyo nombre, si no se equivocaba, debía ser Aizawa; ambos se abrían paso entre la gente, para poder llegar al desconocido.
    Misa se preguntó si ese sería el momento adecuado para buscarlo, si Kira, con todo aquello, pretendía crear una distracción para su encuentro.
    Sólo tendría que caminar hasta el edificio de la televisora, rodearla y llegar hasta la parte de atrás…
    No podía decidirse, sin embargo, eso dejó de importar cuando un hombre se presentó ante ella el mismo hombre que había visto en el bar. Entre la confusión de gente que pasaba junto a ellos y se alejaba del lugar, Misa no logró escapar de él, sus manos, rápidas se aferraron a su chaqueta y tiraban de ella.
    —¡Te encontré! ¡Él dijo que vendrías!
    Entonces, Misa lo comprendió. Kira había conseguido seguir su rastro y contactar con el dueño del lugar desde donde el cual se había metido a la computadora del señor Yagami, ahora Kira debía saber que estaba intentando averiguar de él.
    No podía quedarse ahí.
    Desesperada, trató de golpearlo, pero sucedió algo que sólo complicó las cosas aun más. Sin que ella lo pudiera evitar, la hoja salió de uno de los bolsillos de la chaqueta y, por causa del viento, se dirigió hacia él. Misa trató de evitar que la tocara, pero él pareció entender que era importante porque también hizo un intento por atraparla. Como si lo viera todo en cámara lenta, Misa presenció el momento en que los dedos del hombre se cerraban sobre la hoja.
    —Es demasiado extraño —se burló él—, es como si el chico fuera adivino, porque todo lo que ha dicho se ha cumplido, hasta ahora. También me mencionó que llevarías una hoja de papel contigo o tal vez un cuaderno y que, si podía, te lo quitara.
    Sin embargo, por mucha satisfacción que sintiera por su triunfo, no pudo seguir regodeándose, porque su mirada abandonó la hoja de papel y se dirigió a ella y, sin poder evitarlo, miró lo que había detrás de la joven.
    —¡Un demonio, un demonio! —comenzó a gritar, tan horrorizado que ya no parecía importarle nada más.
    Misa aprovechó ese momento para arrebatarle la hoja y seguir corriendo, siguiendo a las personas asustadas que gritaban sin control. Regresó al escenario en el momento adecuado para presenciar el doloroso infarto que le dio al hombre de la gabardina. Aizawa se inclinó hacia él y tomó su pulso, sólo para comprobar que estaba muerto.
    Mientras avanzaba, intentó, con mucha discreción, guardarse de papel, sin embargo, su mano comenzó a temblar al darse cuenta que le faltaba un pequeño trozo. Y ya no podía regresar para recuperarlo.
    —Misa, tengo que sacarte de aquí —dijo Matsuda, acercándose a ella— ¿Dónde está Light?

    —No te voy a pagar —gruñó Light, apretando los puños, detrás de él, Ryuk se reía—, no después de saber que se te escapó otra vez…
    El hombre parecía molesto y un tanto deseperado.
    —Pero, he gastado gran parte de mi valioso tiempo en venir aquí, no voy a aceptar que me engañes de esta forma —soltó el hombre, estremeciéndose, sus ojos se estrecharon con algo de locura—, además, debes compensarme, nunca me dijiste que vendría acompañada de un demonio…
    Se habían adentrado en una calle estrecha y solitaria, sin embargo, no muy lejos aun se podían escuchar las sirenas de la policía y los gemidos de la gente asustada.
    —¿Qué dijiste? —la mirada del joven brilló con repentino interés.
    —Un demonio —repitió él, tras un estremecimiento—, además logré arrancarle algo de esa hoja que llevaba…
    Light, rápidamente, le arrancó el trozo que extendió hacia él. Sonrió.
    —Muchas gracias, Kaoru Hitsugi, es todo lo que necesitaba de ti —dijo, sacando un bolígrafo negro y comenzando a escribir algo en el trozo de papel.
    —¿Por qué eso es tan importante? —cuestionó Kaoru, señalando el pedazo de hoja.
    —Lo averiguaremos en cuarenta segundos.
    El hombre quedó desconcertado, pero no tuvo tiempo de hacerle una pregunta más, porque su rostro cambió repentinamente, sus ojos dejaron de brillar, como si todas las ganas de vivir se hubiesen esfumado de sus miembros. Comenzó a caminar y alejarse de todo y de todos.
    Light, con una mirada satisfecha, regresó su camino y llegó hasta el lugar donde Aizawa aun seguía inclinado sobre el cadáver del hombre de gabardina. A su derecha, un poco más alejado, se encontraba su compañero Matsuda junto a una cabeza llena de cabello rubio que ya le era muy conocido a Light.
    Sus ojos se abrieron desmesuradamente cuando se fijó en la figura de la joven, sus pupilas mostraron un triunfo tan aterrador que, si alguien lo hubiese visto, habría distinguido un extraño efecto; era como si su mirada se llenara de un extraño brillo rojo.
    —Jamás imaginé que serías tú a quien buscaba —murmuró—, Misa.
     
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  14.  
    Okita

    Okita Adicto

    Piscis
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    El mejor fic que he leído hasta ahora.

    Misa es evidentemente la heroína de esta historia, y lo que me gusta más es que no la muestras como un personaje de escasa inteligencia como siempre se mostró en DN, no es canon su personalidad pero tu ooc es tan bien justificado que ciertamente da placer leer como se comporta Misa y hasta te hace decir "Debio ser así en DN"
    Otra cosa que me encanta de tu historia fuera de lo bien que llevas los personajes, es que hay drama policial, hay acción, y sobretodo romance, y no haces que todo gire alrededor del romance sino que hasta le das la juta importancia sin olvidarte de los otros generos lo que hace MUY entretenido tu relato.
    Personalmente debo decir que me atrae mucho la idea de LxMisa más que la de LightxMisa

    Simplemente SOBERBIO este fic
     
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  15.  
    Nahi Shite

    Nahi Shite Usuario popular

    Géminis
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    ¡Asdf! Me descuido y Okita me roba mi puesto como primer post.
    ¿Qué te puedo decir, cariño? Tu historia es espectacular. Simplemente me atrapa y me hace desear leer y leer, no me cansó jamás.
    Otra cosa, estoy aprendiendo a amar el LxMisa más que nada en el mundo. De verdad que lo haces tan hermoso que me mata. La parte en la que ella se duerme sobre su hombro fue suprema mente tierna *o*
    Errores ortográficos no vi, eres excelente en este campo.
    Ahora la trama está más interesante que nunca, ¿Qué hará Light ahora que sabe que Misa es la portadora?, No sé, pero tengo la piel erizada.
    ¡L tiene que hacer algo!

    Tu fic me emociona, me entristece, me remueve todo por dentro... simplemente BÁRBARO.
     
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  16.  
    Shennya

    Shennya Entusiasta

    Leo
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Los Juegos de la Muerte
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    5175
    VIII
    Bajo los reflectores
    De todos los presentes en el cuarto, el que aparentaba más edad lucía un ceño más pronunciado que el resto de sus compañeros. El detective, por otra parte, aun cuando lucía su frialdad acostumbrada, parecía un poco más absorto que de costumbre, con su pulgar golpeando suavemente sus labios.
    —¡No debiste seguirme, Matsuda! —exclamó Aizawa por tercera vez en la noche.
    —Sólo quise ayudarte, todo se había vuelto un caos…
    —Es eso, precisamente, lo que buscaba Kira, una distracción —apuntó el jefe Yagami y, como si fuera posible, logró profundizar su expresión ceñuda; le dirigió una mirada fulminante al joven policía—. Ignoraste las instrucciones de L, abandonaste tu posición y ahora no tenemos nada, lo que la cámara captó fue sólo confusión y gritos del público que asistió; ni siquiera tenemos un sospechoso.
    Matsuda, a juzgar por su expresión, parecía querer hundirse en el forro aterciopelado del sillón donde se encontraba; su cuerpo se iba deslizando hacia abajo, haciéndolo verse más pequeño.
    —Lo lamento, sólo pensé que me tomaría unos minutos y después volvería a mi puesto, no creía que afectaría tanto —se excusó.
    —Unos minutos eran todo lo que necesitaba Kira para hacer su movimiento —comentó L, abriendo una barra de chocolate—. Por favor, Matsuda, limítate, de ahora en adelante, a seguir órdenes solamente o me veré en la necesidad de sacarte del caso.
    —Pero…
    —¡Matsuda! —lo reprendió Yagami— Deja de comportante como un niño y escucha lo que dice L.
    Un tanto molesto, el hombre se calló, no sin antes dejar escapar unas cuantas palabras en señal de protesta, argumentando que a todos se les puede dar otra oportunidad.
    —Basándonos en el comportamiento de Kira durante estas últimas semanas y considerando su sensación de supremacía, podemos deducir que él personalmente se encontró presente en el evento —comenzó L, tras mordisquear un pedazo de chocolate—. Aun desconocemos el motivo por el cual se quería reunir con dicha mujer y si ella representa un papel importante en todo esto o sólo la utiliza de señuelo para confundirnos. De cualquier manera, si es que la contactó, lo cual me parece improbable, supongo que utilizó un intermediario.
    —Creí que Kira prefería actuar por su cuenta —intervino Yagami.
    L asintió.
    —Efectivamente, sin embargo, pienso que este tercer personaje pudo tomar parte de todo esto sin tener un conocimiento pleno de lo que hacía —observó, levantando la cabeza hacia el techo, observando un punto en él, como si ahí se encontrara la respuesta—. Debe ser alguien insignificante para que pueda pasar desapercibido y carente de curiosidad, tanto, como para seguir instrucciones de una forma tan ciega. Aunque, todavía está la cuestión de la reunión, este tercero debía, por lo menos, saber cómo reconocer a la mujer, pero ello implicaría que Kira sabría cómo encontrarla por lo cual carecería de sentido el hecho de haberla citado previamente…
    —Tal vez había algo más en el código, una especie de pista o palabra para indicarle a ella como tendría que vestirse o portarse para que él la reconociera —sugirió Mogi—, además ahí decía que él ya la había visto.
    L negó con la cabeza, sin dejar de comer chocolate.
    —Eso era una táctica de intimidación, no creo que él en realidad la conociera, sólo quería asegurarse de que asistiría —comentó—. Pero eso sólo acentúa la interrogante de cómo pensaba que su intermediario la reconociera, a menos de que dicha persona ya la conociera o la hubiera visto.
    —De cualquier forma no tenemos muchos datos como para saber quién es la persona que utilizó Kira para encontrarse con la mujer —intervino Yagami, una vez más.
    —Es cierto —asintió L, sin parecer, en absoluto, desanimado por aquel comentario; se dibujó una ligera sonrisa en su rostro—. Por cierto, me interesa algo que algunos de los asistentes les informaron a Aizawa y Matsuda; sin contar con el hombre que perdió el control en el concierto y su muerte por un ataque al corazón, ciertas personas mencionaron a otro hombre, sólo que el pareció desquiciarse durante unos segundos y, sin razón aparente, comenzó a exclamar incoherencias.
    —Tal vez sólo fue una reacción momentánea a lo que ocurría —opinó Matsuda.
    El detective negó con la cabeza.
    —¿Qué fue exactamente lo que dijo, Aizawa? —cuestionó L, sin prestar mucha atención a los comentarios de Matsuda.
    —Los que alcanzaron a escucharlo, mencionan que comenzó a decir que veía una especie de demonio…
    —¿Demonio? —Mogi arqueó las cejas, incrédulo.
    —Sí —respondió Aizawa—, o por lo menos fue lo que él dijo. Lo curioso es que, uno que otro afirma haberlo visto hablar con una joven antes de desquiciarse. Repetía que un demonio seguía a una chica.
    —Gracias —dijo L—. Ahora, jefe Yagami, necesito que regrese con las personas que presenciaron esto, que le hagan una descripción de aquel sujeto; después trate de buscarlo.
    —Entendido.

    Light observaba el techo de su habitación, con los brazos sobre su cabeza, tendido en la cama, una satisfecha sonrisa se dibujaba en su rostro. Su shinigami, por otra parte, estaba en un rincón, comiendo una manzana roja.
    —Parece que también puedes engañar a un shinigami —comentó el joven, en un tono entre arrogancia y burla.
    —Ten cuidado, Light, tal vez la suerte te sonría en este momento —observó Ryuk, mostrando sus dientes puntiagudos en una sonrisa un tanto perturbadora—, pero puede volverse en contra tuya en cualquier momento.
    Light, conservando el gesto alegre, se incorporó hasta quedar sentado.
    —Tú mismo haces tu propia suerte, Ryuk.
    El shinigami, sin darle mucha importancia al asunto, se encogió de hombros.
    —Pero dime, Light, ¿por qué finges que no puedes ver a la shinigami de la chica?
    —¿No has aprendido nada, Ryuk? —cuestionó él, arqueando una ceja— Todo se tiene que hacer con absoluta calma, tienes que tener un buen plan antes de actuar; si me presento ante Misa como Kira, lo único que conseguiré es que quede aterrada.
    La carcajada del shinigami resonó en toda la habitación.
    —Ella debe odiarte, bueno, por lo menos a Kira.
    Light frunció el ceño.
    —Por eso es necesario hacerla cambiar de parecer antes de presentarme.
    —¿Y crees que lo conseguirás?
    —Hasta ahora he obtenido todo lo que me he propuesto y así seguirá.

    Por aquella ventana, la ciudad mostraba toda su oscuridad matizada por la luz de una luna amable que trataba, con toda sus plateadas fuerzas, de alumbrar los caminos más sinuosos y ciegos. Era una noche con un viento apacible pero aterrador, que murmuraba, para los oídos de Misa, un augurio terrible.
    La joven, sentada en su cama, con las manos sobre su rostro, intentaba deshacerse de todos sus miedos para poder dormir. Sin embargo, cuando creía que podía encerrarlos por un momento, parecían surgir de nuevo con mayor fuerza.
    —¿Dónde habrá quedado ese trozo de hoja? —murmuraba, observando la calle que alcanzaba a ver detrás del cristal.
    —Misa, por favor, duérmete —dijo la shinigami, observándola con cierta tristeza que se reflejaba en su único ojo, amarillo y grande, visible.
    Como autómata, Misa asintió y se dejó caer en el colchón, su cabello rubio se liberó y se esparció por toda la almohada. Sus ojos verdes habían dejado de brillar hacía varios días.
    —No puedo evitar pensar si él ya lo tiene y, si es así, significa que tiene una forma de encontrarme, de saber quién soy —comenzó a murmurar, mientras sus párpados caían pesadamente, demasiado agotados como para escuchar de sus preocupaciones—. No me queda nada más que esperarlo, esperar a que se presente y me diga qué es lo que quiere de mí…

    Con las manos en su espalda, Ryuzaki avanzaba lentamente, siguiendo el paso de Misa. Los ojos negros no se perdían ninguno de los movimientos de la joven, era como tener a alguien estudiándote a profundidad y, por alguna razón, a ella no le molestaba esta mirada.
    —Nuevamente te ves cansada, triste y preocupada —comentó Ryuzaki—, debe ser algo en verdad muy conflictivo como para que sigas así.
    Misa se giró para mirarlo; las comisuras de sus labios se elevaron hacia arriba débilmente, lo que no hacía más que confirmar las observaciones del joven, pero, a pesar de saber que no era convincente, ella no dejó que ninguna palabra escapara de sus labios.
    Por el camino que cruzaban, los árboles alineados lloraban sus hojas, que caían sobre la hierba y el asfalto como nieve rosa, llenando el suelo de una alfombra natural.
    A los costados, varios estudiantes se sentabas a las mesas, algunos estudiando, otros charlando y, uno de ellos, parecía verdaderamente consternado observando su tablero de ajedrez, a juzgar por la forma en que miraba las piezas, no parecía encontrar la forma de continuar el juego que el mismo había desarrollado.
    Ryuzaki, quien tenía su mano derecha metida en el pantalón de mezclilla, la sacó para mover una de las piezas negras.
    —Colocando el alfil en D-5 solucionas el problema que tienes con la reina y haces jaque mate al mismo tiempo —observó, haciendo el movimiento que él mismo había sugerido.
    A pesar de que en un principio el joven quería protestar porque alguien más moviera las piezas de su juego, sus palabras murieron en sus labios al notar que se había solucionado su problema.
    —También pudiste mover el caballo a F-4 y deshacerte de la torre.
    Un brillo extraño surgió en los ojos negros de Ryuzaki cuando escuchó a Misa hacer ese comentario; sonrió.
    —¿Quieres jugar?
    —Ambos sabemos que no tengo oportunidad contra ti —dijo ella.
    —Inténtalo.
    Sin que ninguno de los dos dijera algo, el joven se quitó de una de las sillas y permitió que Misa se sentara en ella. Ryuzaki, de un salto, adoptó su postura favorita; una de sus manos descansaba sobre su rodilla mientras que la otra sostenía una rosquilla de chocolate.
    Misa soltó un profundo suspiro.
    —De acuerdo.

    Los ojos esmeraldas se encendieron nuevamente, después de muchos días de encontrarse opacos por las consternaciones. Parecían completamente fascinados por las piezas blancas y negras, y sobre todo el rey oscuro, que yacía vencido en medio del tablero cuadriculado. Aunque, en un principio, una sonrisa de triunfo se dibujó en el rostro de Misa, rápidamente pasó a una mueca de incredulidad y después de sospecha.
    Ryuzaki tomó un poco de su té, al que, previamente, le había puesto más de cinco cubos de azúcar.
    —Buen movimiento, merecía la derrota —observó, ocultando sus labios detrás de la taza de té.
    —No puede ser —murmuró Misa, por segunda vez, incapaz de creer en su vitoria. Sus ojos repasaron el tablero y, lo encontró, su mirada volvió a iluminarse sólo que ahora, con un sentimiento diferente, sonrió y observó a su contrincante con un cierto dejo acusatorio— ¡Me dejaste ganar!
    De pronto, Ryuzaki parecía fascinado con su té.
    —No es cierto.
    Misa se cruzó de brazos, sin embargo, a pesar de que quería parecer molesta, no pudo quitar la sonrisa de su rostro.
    —Ryuzaki…
    —De acuerdo —aceptó él—, tal vez.
    Ella arqueó una ceja, divertida.
    —Parece que conseguí lo que quería —comentó él.
    —¿Qué?
    —Hacerte sonreír de nuevo.

    Matsuda no se sintió más animado como esa tarde cuando avanzó hacia el edificio de Sakura TV. Había repasado todo lo que tenía que hacer y decir varias veces; ahora estaba seguro que todo saldría como lo había previsto. Sonrió, porque caminaba con la seguridad de que todos los miembros de la Fuerza Especial lo felicitarían por su brillante idea.
    No existía otra manera de presionar a Kira.
    Asegurándose de no mostrar su placa, pasó al guardia de seguridad hasta llegar a la recepción, en donde una hermosa chica de cabello negro lo recibió con una sonrisa.
    —Necesito hablar con el director de aquí, por favor, es importante.
    La sonrisa se borró del rostro de la mujer y toda la amabilidad de esfumó con él.
    —Lo lamento pero el director está en una junta en estos momentos y no creo que se desocupe hasta dentro de varias horas.
    El joven policía se mostró consternado.
    —Pero, es importante…
    La recepcionista negó con la cabeza.
    —Me temo que tendrá que regresar después y hacer una cita. El director no atiende a cualquier persona.
    Matsuda, molesto, puso las manos sobre el escritorio de la joven y la observó fijamente con el ceño fruncido.
    —Es urgente, es sobre el caso de Kira.
    En el momento en que las palabras salieron de sus labios supo que había cometido una imprudencia, pero ya no podía hacer nada para remediarlo. Además, surgieron el efecto deseado, ya que la joven abrió sus ojos oscuros desmesuradamente, sacudió la cabeza y tomó uno de los teléfonos que se encontraban junto a ella.
    —Sí, sí —balbució ella, cuando una voz grave y molesta le contestó—, lo lamento, señor, sé que me advirtió que no lo molestara, pero aquí está un sujeto extraño, sí, muy desesperado y quiere hablar con usted sobre Kira…
    Matsuda alcanzó escuchar un sonido, tal vez una exclamación sumada al ruido de una silla al caerse.
    La joven colgó.
    —Tome ese elevador —dijo, señalando unas puertas metálicas a su izquierda—, suba al tercer piso y entre en la oficina que se encuentra al fondo del pasillo.

    El hombre de bigote, con lentes grandes y brillantes, parecía verdaderamente entusiasmado con todo lo que había salido de boca del joven frente a él.
    —¿Todo lo que me dice es cierto?
    —Por supuesto —respondió Matsuda, un tanto inquieto por la efusividad del director de la televisora—, tengo suficientes razones para afirmar que Kira actuó para…
    El hombre hizo un gesto con la mano, como si, de pronto, le restara importancia al asunto.
    —Da igual —soltó, una sonrisa demasiado amplia apareció en su regordete rostro—. ¿Sabe cuánto subirá el rating por esto?
    —Honestamente no, pero…
    —Lo más seguro es que tengamos al 70% total de la audiencia, sí, eso es. ¡Ninguna otra televisora podrá superarnos!
    —Es importante que no cambie la información que le di, debe permanecer fiel a todo lo que le he dicho.
    —¿Crees que acceda a una entrevista?
    Matsuda se sobresaltó.
    —¡No! Esto no debe volverse un escándalo, debe ser lo más objetivo posible…
    —No te preocupes —resopló el hombre, un poco molesto por la negativa—, déjalo todo en mis manos.

    Jugar ajedrez con Ryuzaki tenía dos funciones para Misa, en primer lugar le servía para distraerse unos momentos de todos los problemas que tenía y también era una buena forma de desenterrar las memorias agradables que tenía de su infancia. Sin contar con que, por supuesto, estaba aprendiendo mucho de él.
    En esa ocasión, a diferencia del día anterior, Misa le había pedido que Ryuzaki jugara como siempre y el resultado de ello había sido que la estaba destrozando. Era cierto que lograba hacer algunos movimientos interesantes pero, cuando menos lo pensaba, su rey ya estaba en peligro y dos jugadas más y ya había perdido. Casi se arrepentía de haberle pedido que no la dejara ganar.
    Aunque eso no era pretexto debía admitir que las piezas se veían tan hermosas que la distraían un poco, el ajedrez que había traído Ryuzaki era distinto; en primer lugar las piezas eran transparentes y azules, casi brillaban, se veían tan bien talladas que Misa se perdía en la contemplación de alguna, sobre todo en la del caballo.
    De pronto, Misa se golpeó la frente y cerró los ojos, había cometido otro error.
    —Debí regresar la reina a D-1 y no trasladarla hasta B-6 —levantó la vista, detrás de su helado de fresa, Ryuzaki parecía estar sonriendo—. ¡No lo digas, no lo digas! ¡Ya lo sé!
    --Jaque mate.
    Misa resopló.
    —No había necesidad de que lo mencionaras, ambos lo sabíamos.
    —El vencedor siempre disfruta más al anunciar su victoria —contestó Ryuzaki.
    Misa abrió la boca para replicar a su último comentario, cuando sintió la presión de una mano sobre su hombro; levantó la cabeza.
    —¿Qué pasa, Light?
    —Quería invitarte a comer a mi casa, Misa —sonrió el joven.
    Aunque últimamente Light se comportaba mucho más amable y considerado con ella, Misa aun no sentía tantos ánimos como para aceptar una invitación así.
    —Gracias, pero…
    —Mi madre y Sayu han estado hablando mucho de ti, sobre todo mi hermana, te extraña.
    Tal vez esa era otra de las razones por las que prefería evitar la casa de Light, su hogar le recordaba que ella jamás había tenido uno. Pero, se sintió tan bien cuando él le dijo que su hermanita la extrañaba que no pudo evitar aceptar la invitación.
    De reojo, le pareció ver a Ryuzaki fruncir el ceño, pero estaba tan concentrada en otras cosas que no le prestó atención.
    —Antes de marcharse, ¿no te gustaría jugar una partida, Light?
    Él sonrió.
    —Por supuesto.
    Misa se puso de pie, pero permaneció cerca, para observar cada una de las jugadas. Rápidamente, ambos contrincantes acomodaron todas las piezas y Ryuzaki, esperó, observando cómo Light hacía su primer movimiento.
    Como si a ninguno de los dos les costara trabajo, en un principio, respondían a la jugada del otro con velocidad, sin embargo, conforme fueron desapareciendo las piezas del tablero, ambos observaban unos segundos antes de hacer el siguiente movimiento. Una vez más comprobó Misa lo mucho que detestaba perder su amigo, Light, puesto que, en cada ocasión que Ryuzaki parecía ponerle un conflicto más, un profundo ceño fruncido aparecía en su rostro.
    Sin embargo, lo más curioso que pudo observar en la partida era que Ryuzaki parecía lanzar miradas tanto al tablero como a su contrincante, era como si estuviera más interesado en las reacciones de Light que en su juego.
    ¿Por qué?
    Misa sacudió la cabeza; las horas sin dormir debían estarla afectando porque eso no parecía nada lógico. De pronto, se dio cuenta que ya no era la única observando, sino que había un círculo de estudiantes rodeándolos.
    —Jaque mate —soltó Light, la satisfacción en su voz era casi palpable.
    Ryuzaki no parecía nada decepcionado o molesto; sonrió.
    —Felicidades.
    Misa ignoró las exclamaciones de asombro y las felicitaciones que le dieron a Light un grupo de chicas y observó con mayor atención el tablero; había seguido los movimientos de Ryuzaki y estaba segura que había algo extraño. La forma en que Light había acorralado a su rey no era nueva, estaba segura que, en tantas derrotas que había recibido por parte de Ryuzaki el había hecho el mismo movimiento, pero, si así era, eso significaba que la conocía bien y, por lo tanto, debía saber cómo defenderse de ella. Entonces, ¿por qué había perdido?
    Estaba a punto de inclinarse y preguntárselo, cuando Light tomó su mano y tiró de ella, para sacarla del grupo de personas que aun esperaban comentar algo más sobre la partida.

    —¡Misa-Misa! —corrió Sayu hacia ella, cuando la madre de Light abrió la puerta. La joven la abrazó como si se tratara de una amiga de muchos años o… como a una hermana.
    Misa, quien jamás había disfrutado por mucho tiempo el cariño de una familia, se conmovió.
    —Siento como si hubiera pasado mucho tiempo que no nos veíamos —dijo la joven—. Light es un egoísta… no quiere compartirte…
    —Sayu —la reprendió su madre—, no abrumes a nuestra invitada.
    —¡No lo hago! —protestó ella, provocando que Misa riera.
    En unos minutos, estuvo lista la mesa, Light se sentó junto a ella, a su izquierda, mientras que la señora Yagami se sentó en uno de los extremos y, la pequeña Sayu, frente a ellos, observándolos de forma divertida.
    —Light nos dijo que eres una muy buena estudiante —comentó la mujer, tras un rato de silencio.
    —Bueno… eso creo, pero gran parte de ello se lo debo a Light y a mi tutor, Ryuzaki, gracias a ellos saqué cien en mi último examen de matemáticas —dijo Misa, con cierto tono alegre en la voz.
    —Tus padres deben estar muy orgullosos.
    Tan pronto como apareció la sonrisa, se esfumó del rostro de Misa.
    —Ellos... murieron hace tiempo.
    La madre de Light se llevó una mano a los labios, Sayu agachó la mirada.
    —Lo siento mucho, Misa —dijo Light apretando su mano.
    Ella asintió.
    —No tenía idea, cariño, lo lamento —se disculpó la mujer, un tanto avergonzada.
    Misa negó con la cabeza.
    —No hay problema.
    —Misa-Misa, yo tengo la solución —dijo la joven—, a partir de ahora, nosotros seremos tu familia.

    En el centro de Kanto, mientras la población iba y venía, pasando por las vías del tren, en las calles, dentro de los autos o los autobuses, la pantalla gigante, adherida a uno de los edificios principales, mostró el rostro de una hermosa presentadora de noticias.
    Comenzaré con describir esto como un suceso inusitado —dijo la mujer, enfundada en un saco gris y una falda a juego— pero no por ello significa que sea menos atrayente. Según una fuente bastante cercana al caso de Kira, este enigmático asesino que, cabe decirse, muchos consideran el salvador de la humanidad, parece presentar cierto favoritismo o fijación en cierto miembro de la región de Kanto. Como muchos recordarán, hace días se suscitaron unos homicidios terribles en los que fueron involucrados muchas víctimas inocentes, sin embargo, según esta fuente hubo un cambio en la Universidad de Kanto. Al parecer, en todas las escenas, entraba un criminal, amenazaba a varios ciudadanos, después mataba a uno de los rehenes y moría de un ataque al corazón.
    La gente comenzaba a detenerse, observando fijamente la pantalla, fascinados por lo que escuchaban.
    La excepción a esta regla fue una estudiante Universitaria llamada Misa Jenkyns —dijo la presentadora, esbozando una sonrisa—. ¿Qué podrá significar todo esto? ¿Kira se compadeció? ¿O esta joven ha sido elegida?
    Después de anunciarlo, en la pantalla apareció una fotografía con un rostro sonriente, coronado por un cabello rubio y adornado con unos ojos color esmeralda…

    No era la reacción que esperaba Matsuda por parte de sus compañeros, al contrario como lo había imaginado, todos mostraban sus expresiones serias, incluso el jefe parecía seriamente molesto. L, por otro lado, continuaba viendo la pantalla, ensimismado en la fotografía de la joven, sus manos parecían temblar, aferradas a sus piernas.
    —Nunca debiste actuar sin autorización de L, por algo estamos bajo sus órdenes —gruñó Aizawa.
    Matsuda frunció el ceño.
    —No esperaba que tú hicieras algo como esto —soltó Yagami—, usaste a una joven inocente para remediar tus errores pasados…
    —Es la única forma de presionar a Kira, L dijo que podría estar interesado en ella.
    —Lo que yo mencioné fue que, probablemente lo estaba, esa no es una seguridad absoluta —musitó él, con algo de tensión en su voz—, conociendo el perfil de este asesino, sabemos que es egoísta, por lo que jamás se sacrificaría por nadie. Lo que provocaste con esto es exponer a Misa al conocimiento de todos los criminales que no han sido arrestados y de los que no sabemos nada, les diste un arma, o por lo menos es lo que ellos creerán, para manipular a Kira. La pusiste en peligro.
    L se levantó y se acercó a la ventana y para asombro de todos, les dijo que se fueran.
    —Necesito pensar, por favor, regresen a sus casas. Tengo que encontrar una solución a esto.

    Expuesta.
    Misa se había levantado de la mesa y ni siquiera recordaba cuando había pasado. Fue demasiado tarde cuando Sayu tomó el control del televisor y la observó como si quisiera calmarla. Light extendió una de sus manos hacia ella, pero Misa fue rápida y corrió a la entrada, se puso los zapatos rápidamente y ya nada pudo detenerla, ni siquiera las muchas veces que la familia Yagami repitió su nombre, intentando que regresara.
    Jamás vio atrás.
    Corrió y continuó haciéndolo hasta que se cansó, hasta que pudo encontrar su departamento y refugiarse en sus paredes. Una cosa era saber que Kira la vigilaba y otra muy diferente que todos los demás también se enteraran.
    Se sentía expuesta e indefensa, como si algo malo fuera a ocurrirle en cualquier momento. Cayó en su cama y se hizo un ovillo entre las cobijas, recordando la canción que siempre la había tranquilizado…

    Jamás debió escuchar a Rem, no debió dejar que la convenciera de asistir a la Universidad; tenía los ojos hincados de tanto haber llorado la noche pasada y se sentía terriblemente cansada. Sin mencionar que ahora, por donde pasara, miradas curiosas, llenas de repulsión o impregnadas de miedo, se cruzaban en su camino. Todos parecían increíblemente negados a dirigirle la palabra o molestarla, como si hacerla enfadar significara la muerte.
    Todos los equipos que tenía se habían disuelto, incluso, su maestro de matemáticas le había dicho que ya no era necesario el uso de un tutor; se veía temeroso.
    Quería regresar a casa y eso iba a hacer, cuando se cruzó Ryuzaki en su camino. Parecía que las sombras oscuras bajo sus ojos se habían profundizado, incluso en su mirada se podía vislumbrar una cierta sombra de tristeza.
    —¿Tú también vienes a decirme que no puedes ser mi amigo? —cuestionó ella, con la voz temblorosa. Le faltaba poco para volver a derramar lágrimas y no quería hacerlo en frente de nadie.
    Tenía que irse, pero sus piernas no compartían el mismo deseo.
    —No —contestó Ryuzaki, avanzando un paso más hacia ella.
    Entonces, dijo algo más, algo extraño para la escasa conversación que tenían.
    Un número, el mismo que si ella no habría estado tentada a marcar la noche anterior no lo hubiera reconocido.
    Era el número que le había dado L.
    Misa levantó la cabeza, encontrando los ojos negros, buscando la confirmación a aquel descubrimiento. Él asintió con la cabeza.
    Le importaba poco los motivos que tenía L por volverse su tutor, lo más probable era porque quería vigilarla (por si Kira intentaba acercarse) o si sólo era por mantener un ojo sobre Light, lo único que le importaba ahora era que tenía un aliado, alguien que podría ayudarla…
    Alguien que confiaba en ella.
    Misa, sin pensarlo, lo abrazó. Aquello fue tan sorpresivo para L que, en un principio, no supo otra cosa que hacer que ponerse rígido. La joven notó su reacción e hizo ademán por separarse pero, de pronto, sintió que los brazos de L se movían y le envolvían la espalda.
    —Ayúdame.
    —Tranquilízate, Misa, prometo resolver tu problema.
     
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    Okita

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    Fue hermosa la dosis de LxMisa de este capítulo <3 ahh tengo las mejillas sonrojadas y un grito tipo "kyaaaa" atragantado en la garganta xD pucha carajo, que buen capítulo te mandaste Lo digo en serio, el mejor fanfic que he leído en MESES.

    Eso si, no me complazcas demasiado y no te olvides de la trama policial, que tuvo este capitulo pero en menor medida, no quiero que por mis deseos indirectamente este fic se transforme en solo un LxMisa.

    Te felicito, me encantó este capítulo

    pd: yo también me pregunto por qué L le dejó ganar a Light
     
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    Nahi Shite

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    ¡Aw! Simplemente maravilloso. Me fascinó el LxMisa <3 Re-cute!
    Como siempre, la historia se desenvuelve de manera maravillosa, además de que la ortografía y grámatica son impecables sólo noté un error de dedo, pero quién cuenta xD
    Creo que L lo dejó ganar para darse cuenta si a Light le importaba o no la victoria... Ya sabes, esa podría ser una caracteristica de Kira ^`
    Miercoles, a las 11:30 pm, y yo comentandote... Hasta ahora pude terminar de leer tu historia, y me encantó nuevamente.
    ¡Felicidades!
     
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    Okita

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    Otra vez te gané el puesto de primer comentario xDDD
     
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    Título:
    Los Juegos de la Muerte
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    4229
    IX
    Trampa

    Misa jamás se imaginó que ser marcada como la “elegida” de Kira le ocasionaría tantos problemas. Ya no podía recorrer las calles de Kanto con tranquilidad, sin que las miradas curiosas o aterradas se posaran sobre ella. Incluso en la Universidad no tenía momento para respirar, solamente cuando estaba con L, él parecía estar tan fuera del estereotipo del estudiante promedio, que su mirada profunda y su obsesión por lo dulce parecía alejar a todos los curiosos que esperaban escuchar a Misa hablar de Kira.
    Un día estaba intentando concentrarse en un problema de matemáticas, a pesar de que los problemas en su cabeza parecían estar a punto de estallar dentro de ella; una chica de largo y brillante cabello negro se inclinó hacia ella. Misa pensó, ingenuamente, que quería cuestionarle algo sobre la fórmula y se acercó, para escuchar lo que decía. El destello malicioso de sus ojos y la forma en que su rostro se contorsionó, con esa curvatura de sus comisuras, debió decirle que algo iba mal.
    —¿Ya lo has conocido?
    —¿Disculpa? —Misa tardó unos segundos en encontrarle sentido a su pregunta y enfureció.
    —Por supuesto que lo has visto —aventuró la joven, ahora se veía mucho más entusiasmada que antes—. ¿Es apuesto? ¿Qué te ha dicho? ¿Por qué te eligió?
    —Misa, por favor, tranquilízate —escuchó a su shinigami detrás de su espalda.
    Lo intentó, pero estaba tan harta que las personas la trataran de aquella manera que ese día no pudo fingir que no lo había escuchado. Sintiéndose como dentro de un mar profundo, en el que sus pulmones se iban llenando de agua salada sin que ella pudiera evitarlo, salió del salón, sin siquiera murmurarle alguna palabra de disculpa a su profesor. ¿Para qué? Él también reaccionaba igual que el resto de las personas…
    Bajó aprisa las escaleras; tenía pensado correr hacia las calles y caminar hasta llegar a su departamento, pero la visión de L sentado en una de las mesas la hizo cambiar de parecer. Él levantó la vista; sonrió. Sin embargo, su gesto no llegó hasta sus ojos, lucía mucho más cansado que de costumbre y, de pronto, Misa tuvo la certeza de que era por su causa.
    Avanzó hacia él, sintiéndose cada vez más preocupada por las sobras, que se veían más oscuras que antes, debajo de sus ojos.
    Entonces, sin esperarlo, Light apareció en su camino. Parecía, con su mirada, reprocharle muchas cosas. No lo culpaba por ello, por supuesto, después de todo ella había salido de su casa de una forma tan desconsiderada y, aquellos últimos días, lo había estado evitando. Y, para ser sincera, aun quería hacerlo. Estaba segura que, después de un tiempo, Light se daría cuenta del peligro que significaba seguir siendo su amigo y que la evitaría como a una enfermedad, tal como lo hacía gran parte de la escuela.
    Se había equivocado.
    —Quiero ayudarte, Misa.
    Ella ni siquiera se molestó en verlo a los ojos, su mirada permanecía en el suelo.
    —Puedes morir si lo intentas.
    —No me importa —le dijo e hizo algo que la tomó completamente por sorpresa: la abrazó. Sobre su hombro, Misa alcanzó a ver el ligero fruncimiento de cejas de L; se encontraba en la extraña posición que tomaba siempre, con el pulgar sobre sus labios y con su oscura mirada apuntando hacia ellos.
    —Pero…
    —Yo te protegeré, Misa —la interrumpió Light.
    Entonces, ocurrió algo que sorprendió un poco a la joven: los ojos de L destellaron y en su rostro se dibujó una amplia sonrisa.

    En total fueron cinco personas las que se encontraban en esa calle, afuera de ese centro comercial, a esas horas de la noche. Sus ojos registraron la luna, que brillaba ese día más que ningún otro, y el efecto plateado que creaba sobre la acera por la que ellos caminaron antes de dirigirse al estacionamiento. Dos de ellos eran una pareja, que sonreía mientras se tomaba de las manos y le echaban un vistazo a las estrellas. El resto, se trataba de un padre abrumado por la emoción y energía de sus dos pequeños hijos.
    Fueron ellos quienes notaron todo primero.
    Como una sombra rubia, una joven con la cabeza baja y un andar pausado que denotaba unos pensamientos llenos de dolorosa aflicción, cruzó el estacionamiento, parecía dirigirse hacia la entrada del centro comercial, sin embargo, ni siquiera llegó a acercarse a él. Un auto, salido de la nada, emergió en el camino de la joven; los niños, al otro lado del estacionamiento intentaron llamar la atención de su padre pero fue demasiado tarde. Lo único que alcanzó a ver el hombre fue que una de las portezuelas se abría y ella era tirada hacia el interior.
    La pareja sólo vio la cabellera rubia ser tragada por el carro y escuchó el sonido de las llantas al rechinar contra el pavimento.

    —Pareces tenso, Light —comentó Ryuk, con una amplia sonrisa en su pálido y extraño rostro.
    Sin mover mucho los labios y sin dejar de caminar hacia la Universidad, Light se dirigió hacia su shinigami: —Misa no ha aparecido en tres días.
    —Creí que esa chica no te preocupaba.
    Light hizo una mueca de disgusto.
    —No lo hace. Sólo que, después de la estupidez que cometieron los de la policía al relacionar a Misa con Kira ante todo el mundo, lo único que ocasionaron es que los criminales pusieran sus ojos en ella.
    Ryuk se colocó delante de Light, flotando hacia atrás, de tal forma que podía avanzar y verlo al rostro al mismo tiempo.
    —Eso me sigue sonando a preocupación —dijo él, soltando una carcajada.
    —Si algún criminal lo atrapa, la usarán para querer manipularme —replicó tan suavemente, que apenas Ryuk pudo captar las palabras—, lo que sólo me creará problemas. Además, teniendo en cuenta que ella posee otro cuaderno, la necesito a salvo.
    —¿Crees que alguien la haya capturado?
    —Su ausencia es extraña, pero puede deberse a que no soporta la presión que le ocasionó el anuncio en la televisora —la tensión en la voz de Light aumentó considerablemente— y no quiera salir de su casa. Debo encontrarla.
    Cuando Light conoció a Ryuzaki había experimentado un cierto rechazo hacia él, tal vez se debía a lo molesto que le resultara que alguien lo igualara, aunque fuera en algo tan insignificante como el puntaje de un examen de admisión. Además, su extraño comportamiento sólo hacía que lo exasperara más, sin contar con que tenía un mal presentimiento acerca de él. Pero, en lugar de que ese sentimiento se conservara como una repulsión indiferente, se había convertido en una hostilidad insoportable. Y sabía por qué: él distraía a Misa. Si ella no lo veía a él como su única posibilidad de entendimiento y protección, nunca podría presentarse como Kira y manipularla a su antojo.
    Por eso frunció el ceño cuando pasó junto a él y éste se levantó de su asiento y se acercó a él. Lo habría esquivado de no ser porque lo necesitaba, porque, aunque el pensamiento lo exasperara demasiado, Ryuzaki podría saber más de Misa que él.
    Sin embargo, olvidó lo que iba a preguntar cuando vio el aspecto de Ryuzaki, si antes le parecía alguien extraño, ahora se le podría calificar como excéntrico y demacrado; su cabello negro estaba mucho más desordenado que de costumbre y sus ojos reflejaban un cansancio de varios días sin poder dormir.
    —¿Has sabido algo de Misa? —aunque Ryuzaki trató, por todos los medios, adoptar el tono frío e indiferente de siempre, no pudo evitar que la pregunta sonara inestable.
    —No —respondió secamente—. Pero debes dejar de preocuparte; es mi amiga, yo cuidaré de ella.
    No pretendió que aquello sonara como una amenaza, pero así lo hizo. Apenas pudo mantenerse indiferente ante la risa burlona de Ryuk que se escuchó a sus espaldas.
    —También es mi amiga.

    En la mente de Light, las ideas bullían enérgicamente, en aquella ocasión, le estaba tomando mucho trabajo mantener la cabeza fría para comenzar a idear una solución. Se encontraba tan ensimismado, que no prestó mucha atención a lo que su madre y su hermana le decían. Por suerte, ellas lo tomaron como una reacción normal al anuncio sobre Misa que había dado la televisora Sakura, pues sabían o por lo menos pensaban que Light sentía un cariño especial hacia la joven. Por lo que no le reprocharon su falta de educación y lo dejaron encerrarse en su habitación.
    Sayu, sentada en la sala, encendió el televisor.
    Su hermano, por otro lado, se tiró sobre la cama, con una mano sobre sus ojos, como si eso pudiese ayudarlo a aclarar su mente.
    La poca serenidad que había en su habitación, ya que Ryuk se encargaba de llegar todo el lugar con el ruido que producían sus ansiosas mordidas a una manzana y sus constantes preguntas y burlas hacia Light; se vio interrumpida por el sonido de unos golpes desesperados en la puerta.
    Light se incorporó rápidamente, sobresaltado, la voz de su hermana lo llamaba repetidas veces por su nombre, parecía asustada, incluso, en su voz se alcanzaban a distinguir el tono inconfundible del llanto.
    —¿Qué ocurre? —cuestionó.
    —¡Enciende el televisor, enciende el televisor!
    Sin molestarse en abrir la puerta y perder el tiempo en hacer más preguntas, Light hizo lo que su hermana pedía. Haciendo caso a su mal presentimiento, puso el canal de Sakura TV.
    Sin pensarlo, se puso de pie y apretó los puños cuando vio la imagen que se le presentaba en la pantalla. Era Misa, pero la joven que se veía en el televisor estaba vendada de los ojos y, por las lágrimas que se escapaban de la pañoleta que los cubría, parecía estar terriblemente asustada. Sus manos estaban detrás de su espalda, probablemente firmemente amarradas y su boca, presa bajo una cinta de color metálico.
    Light no pudo distinguir mucho de lo que había a su alrededor, ya que la persona que estaba hizo el video se centró, únicamente, en ella y su expresión de terror. El suelo sobre el que descansaban sus rodillas parecía sucio y, quizás ese objeto del que sólo se alcanzaba a ver la esquina de la pantalla era una parte de una caja. Y el techo era alto, demasiado…
    Tal vez, una bodega, pero eso no le servía de mucho a Light.
    Entonces, una voz rasposa comenzó a hablar mientras la pantalla eliminaba la vista de Misa y se ponía completamente negra.
    Era un mensaje para Kira. Un reto.
    El hombre, porque Light podría asegurar de que se trataba de un varón, exigía a Kira que se presentara en la fecha y lugar que le iba a indicar, si no lo hacía Misa terminaría muerta.
    Después de que la voz terminara con su brusca amenaza, en la pantalla apareció una agenda con muchas horas y lugares. La mayoría parecían, aparentemente, tener frases sin sentido, sólo uno, que contenía información que sólo podría saber Misa fue el que llamó la atención de Light. Ése debía ser el lugar y hora de reunión correcto.
    Cuando la hermosa presentadora volvió a surgir en la pantalla, disculpándose por lo rudo del mensaje que acaban de transmitir al público y reiterando que la televisora había sido obligada a enviarlo, Light apagó la televisión.
    —Los dioses no te sonríen, Light —comentó Ryuk, con el mismo tono de burla que usaba cada vez que algo se relacionaba con Misa.
    Sin embargo, el joven decidió no hacerle caso, estaba tan furioso que no pudo contenerse de tirar la silla que se encontraba frente al escritorio. Con una brusquedad excesiva la volvió a colocar en su lugar y saco, violentamente, su cuaderno de la muerte.
    —¿Qué piensas hacer?
    Light ignoró a su shinigami y comenzó a escribir. Durante unos minutos, todo lo que se escuchó en la habitación fue el rasgueo de la pluma de Light, furiosa, sobre el papel.

    Lejos de ahí, en una habitación oscura de algún hotel de la ciudad, un joven, cuyas ojeras oscuras resaltaban ante la luz de la computadora, se acomodó en el sofá. Subió las piernas al asiento y con una mano sobre sus rodillas y la otra ocupada con una taza de chocolate caliente, se dispuso a escribir un mensaje en la pantalla, cuando, una sombra se acercó a él. La atención de L cambió completamente de dirección.
    —¿Crees que funcione? —cuestionó la figura.
    —Si el sospechoso que yo tengo en mente resulta ser Kira, probablemente sí, Misa.
    La joven salió de las penumbras y su rostro se alcanzó a ver por la luz que emanaba la computadora.
    Con mucho cuidado, como si temiera interrumpir los pensamientos de L, se sentó junto a él.
    —¿Aún piensas que es Light?
    —Sí —respondió, antes de tomar un sorbo de su bebida.
    A esta palabra le siguió un momento de silencio, Misa, aprovechando que L volvió a centrarse en la computadora, se fijó un poco más en sus facciones. No importaba lo mucho que se lo negara, L parecía cada vez más acabado, ahora estaba segura que tenía muchos días sin dormir.
    —Tienes que descansar.
    —Estoy acostumbrado a esto, no te preocupes.
    Misa resopló y L soltó una ligera risa.
    —Estás tensa, ¿segura que quieres estar en la bodega el día que haga su aparición Kira?
    La joven dudó, pero no permitió que L pudiera ver esa vacilación en su rostro, sino que asintió con firmeza.
    —Es necesario para atraparlo —fue todo lo que pudo decir.
    —Tu vida podría estar en riesgo —le recordó L.
    —No importa.
    Misa se levantó en ese momento, estaba tan nerviosa, que tenía que moverse para que no se notara. Pensando que lo mejor sería ocuparse en algo mientras llegaban el jefe Yagami y el resto del equipo, decidió ir hacia el estante de libros.
    —¡Perfecto! —exclamó, antes de tomar uno de pasta negra y grande.
    Volvió a su lugar en el sofá y lo abrió, enterrando su cara en él, no sin darse cuenta de que L giraba la cabeza en su dirección, con curiosidad.
    —¿Qué lectura puede causarte tanto placer? —cuestionó. Lo vio arquear las cejas cuando sus ojos negros se encontraron con el título— ¿Sherlock Holmes?
    —Es lo mejor que existe del género policíaco y de misterio —respondió ella, con sus ojos esmeraldas sumergidos en las páginas.
    —¿Te gustan los detectives?
    —Sólo los que son tan brillantes y deductivos como él.

    —Pero el mensaje que se transmitió en la agenda puede ser descubierto por cualquiera —comentó Matsuda, minutos después—. ¿Por qué no usaste la clave Ottendorf, como lo hizo él en primer lugar?
    —No deberías ser tan imprudente, Matsuda —lo reprendió el jefe Yagami—, ya deberías saber que L tiene sus razones para hacer las cosas.
    Misa, quien se percató de la hostilidad con que trataban los demás al joven policía, sintió lástima al observar su rostro cabizbajo y decidió tratar de responderle, aunque no estaba muy segura si esa era la razón por la que L había actuado de aquella manera.
    —Supongo que, si él lo hacía de una forma más segura pero compleja, Kira podría sospechar que había algo raro en el mensaje, incluso podría averiguar que L estaba detrás de todo.
    L sonrió.
    —Efectivamente —dijo, antes de llevarse una galleta a la boca—. Tomando como base la forma en la que se ha comportado Kira durante este tiempo, considero que manipulará a varios criminales para crear una distracción. Por supuesto, no actuará directamente, por lo menos no estando tan cerca del punto de reunión. Es probable que esté preparado para encontrarnos ahí, ya que fue un anuncio público y pensará, con razón, que yo intercederé en el asunto.
    —Entonces, ¿cómo lo atraparemos? —cuestionó Matsuda.
    —No quiero atraparlo en ese momento —dijo L—, sólo quiero ver su rostro. Sospecho que él utilizará a uno de los criminales para sacar a Misa y llevarla hasta un punto donde pueda encontrarse con Kira, si es que decide presentarse ante ella.
    —Misa llevará una cámara —intervino Yagami.
    L asintió, con cierta tensión en el rostro.

    Había escuchado las instrucciones de Watari cientos de veces y, aún así, se sintió completamente indefensa cuando la dejaron en ese lugar con los ojos y la boca vendados. Todos los nudos, como había indicado él, estaban hechos para que, en un momento de necesidad, ella pudiera liberarse sin el menor problema.
    Pero, ¿qué le argumentos le puedes dar al corazón si este presiente que todo va a salir mal? O, simplemente, su nerviosismo no la dejaba pensar con claridad, puesto que ella tenía dos ventajas que el equipo de policías desconocía: a Rem y un trozo (que en esta ocasión si tenía bastante seguro entre su ropa) de cuaderno de la muerte. Aunque, para ser sincera, sólo lo llevaba, nuevamente, por recomendación de su shinigami, pues ella no tenía ni la más mínima idea de usarlo.
    En total, se iban a encontrar, aparte de ella, otras tres personas en el lugar. Uno era un criminal condenado a muerte, quien había accedido a participar si se cambiaba su pena por cincuenta años de prisión, y los otros dos eran el jefe Yagami y Aizawa, quienes vigilaban tanto al criminal como a sus alrededores.
    Aunque ella estuviera consciente de todo esto y tenía a Rem para que le sirviera de ojos, no se sentía del todo cómoda en esa posición. Sin embargo, era la única manera que podrían tener la posibilidad de conocer el rostro de Kira.
    No podía desesperarse, tenía que fingir bien.

    Se escucharon disparos, Misa se sobresaltó tanto, que se golpeó con una de las cajas que tenía junto a ella, a pesar de que Rem ya le había advertido sobre ellas.
    De pronto, un ruido metálico, unos gritos terribles de dolor que, de momento, bloquearon a Misa.
    El pánico se apoderó de ella, de nuevo. Debió preverlo, a pesar del tiempo que había asistido a las terapias, nada había funcionado. Sus ojos vendados y los gritos la habían transportado al pasado, a un armario a una noche de invierno.
    Un día en que la nieve se tiñó de rojo…
    Estaba tan aterrada que decidió liberarse, pero una mano sobre su brazo hizo que olvidara sus intenciones.
    —¿Quién es? —ya que estaba verdaderamente aterrada, no tenía que fingir su voz trémula o sus lágrimas escapando de sus ojos.
    Logró escapar de los terribles recuerdos y volvió al presente.
    —Debo llevarte fuera.
    La voz parecía de un hombre maduro, pero eso era todo lo que podía decir de la persona que la arrastraba hacia un lugar desconocido. Si Rem no se lo hubiera descrito, Misa no habría reconocido, a través de la visión de la shinigami, las señales de una persona manipulada por un cuaderno de la muerte.
    Por ello debía ser fuerte y no ceder ante la tentación de desatarse y huir.
    No supo cuanto caminaron, pero, después de algún tiempo se detuvieron. Y, como no estaba preparada para ello, la tomó completamente desprevenida, a pesar de las advertencias de Rem, cuando el hombre comenzó a tocar sus ropas y su cuerpo… Se asustó tanto que retrocedió y se liberó de todas sus ataduras, pero era demasiado tarde, el hombre ya había arrancado algo de su chaqueta.
    Él no le iba a hacer daño, estaba buscando la cámara.
    Misa se quitó la venda y trató de hacer algo para remediar el daño, pero sus oídos ya habían notado el ruido que produjo el aparato al hacerse añicos, en el suelo.
    A penas sus ojos se acostumbraron a la luz del atardecer, cuando el hombre corpulento que tenía frente a ella, soltó un gemido de dolor, se tocó el pecho y cayó a sus pies, inerte. Misa, horrorizada, giró su cabeza en todas direcciones sólo para darse cuenta que se encontraba en un callejón sin salida; sólo podía escapar hacia el frente.
    —Corre, Misa —dijo Rem.
    —No escuches a tu shinigami, estarás segura conmigo.
    Misa levantó la vista, sintiéndose completamente petrificada al reconocer la voz que le hablaba y mucho más atemorizada, al enterarse que él podía ver a Rem.
    —Light.
    —¿Pretendían tenderme una trampa? —sonrió él, acercándose hasta quedar a unos centímetros de ella.
    La joven no podía responder, apenas podía respirar, estaba tan sorprendida de que él fuera Kira que no hizo nada más que retroceder un paso.
    Light extendió una mano hacia ella y acarició su cabello.
    —Conozco tu secreto y tú el mío —musitó, enterrando sus dedos detrás de su nuca.
    —Yo no lo uso —protestó Misa, asustada. Intentó liberarse, pero lo único que consiguió fue que el tomara su muñeca y comenzara a apretarla—. No soy como tú…
    —Por una razón sólo nosotros portamos cuadernos de la muerte, Misa —la interrumpió él—. Debemos crear un nuevo mundo, juntos. Lo quieras o no.
    —Light…
    Misa pensó que Rem podría defenderla, pues la forma en que se dirigió a Light fue con bastante molestia pero, de pronto se vio interrumpida por algo que la joven no pudo escuchar. La vio observar un punto detrás de Light y asentir con la cabeza, después de ello no volvió a interrumpir.
    Una mueca de triunfo se dibujó en el rostro de Light.
    —A partir de ahora harás lo que yo diga, ¿de acuerdo?
    Cuando ella no respondió, Light se acercó más y presionó con fuerza sus dedos en su cabeza.
    —De acuerdo —musitó ella.

    El jefe Yagami encontró a Misa en un callejón, la joven estaba arrodillada, con la expresión completamente vacía, observando el cadáver del criminal.
    Aizawa la ayudó a levantarse, la joven se dio cuenta, por fin, de quién había llegado y consiguió reaccionar.
    —¿Estás bien?
    —Sí.
    —¿Él destruyó la cámara?
    —Sí.
    —¿Viste a alguien más después de eso? —cuestionó, en esta ocasión, el jefe Yagami.
    Misa duró unos segundos sin responder, después levantó la cabeza.
    —No —respondió—, ustedes llegaron rápido.
     
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