Los Enredos de Zaira

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por helena de moya, 12 Abril 2013.

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    helena de moya

    helena de moya Iniciado

    Escorpión
    Miembro desde:
    28 Marzo 2013
    Mensajes:
    5
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Los Enredos de Zaira
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    129
    Sinopsis:
    Durante las vacaciones de verano, Zaira se aventurará en un mundo del que apenas sabe nada. Junto con su novio Sebastian emprenderán un viaje a la Toscana para conocer a la familia de él. A lo largo de su estancia, Zaira se verá envuelta en un enredo amoroso, pero no sólo eso le depara el futuro. Su futuro está marcado por el drama, la mentira, la destrucción…
    Sebastian esconde multitud de secretos, pero su mayor secreto es su familia. Será capaz Sebastian de desterrar sus temores y contarle la verdad a Zaira. Será Zaira capaz de destapar sus secretos.
    Les invito a descubrir un mundo en el que la verdad será emborronada por la falacia y el engaño.
    Espero que les guste.
     
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    helena de moya

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    Los Enredos de Zaira
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1689
    Capítulo 1
    Parte 1​

    Sus ojos puestos en el frente, su respiración agitada, su mandíbula apretada, sus nudillos blancos por el esfuerzo demostraban como la tensión de su cuerpo se hacía mayor por momentos. Tomé su muslo y le di un pequeño apretón.

    -¿Qué ocurre Sebastian?

    Me miró por un segundo y después volvió a mirar al frente-Nada cariño-su voz plana demostraba cuan falsa era su respuesta.

    Hice un esfuerzo por girarme hacía él pero me resultaba prácticamente imposible. Volví a tomar su pierna y esta vez la acaricié.

    -Sebastian-tome un tono dulce y calmado para intentar suavizarlo-sólo es tu familia.

    -Lo sé, pero hace tanto tiempo que no vengo-su lamentó estaba lleno de preocupación.

    -Conoces a mi familia, no puede ser peor.

    Volvió a mirarme. Durante el segundo que sus ojos conectaron con los míos pude ver la tristeza que ocultaban.

    -Esto es diferente.

    -Te quiero, lo sabes ¿no?

    Noté como su cuerpo finalmente empezaba a relajarse. Esas dos palabras tenían poderes curativos…

    -Yo también te quiero, pero...

    Nuestros cuerpos saltaron antes de volver a nuestros asientos. Habíamos tomado un pequeño bache en el camino.

    -¡Mierda!-gritó sobresaltándome.

    Mi mano, que se había desprendido de su agarre, volvió a su posición inicial y esta vez tracé círculos con el dedo índice. La tensión había vuelto a acumularse y ahora era más severa.

    -No tenemos por qué hacer esto si no quieres.

    -Tengo…tenemos que hacerlo- su voz era amarga.

    Su concentración en la carretera era extremada pero su conducta melancólica me decían que me apartara de él, si no podríamos tener un accidente. Me aparté girando hacía mi ventana e intenté concentrarme en el paisaje. Aun siendo difícil, pude apreciar cuan maravilloso era. Las extensas llanuras de la Toscana estaban bañadas del color del trigo. Las escasas encinas daban paso a los campos de viñedos. Los verdes campos de cultivos se extinguían tras un camino serpenteante de cipreses y adoquines. Y a lo lejos se extendía la más bella residencia que alguna vez mis ojos hayan vislumbrado.

    -Esto es precioso Sebastian-dije sin apartar la mirada.

    Una enorme fachada de piedra se extendía tras una gran explanada con forma elipsoidal. Las tejas de morfología curva habían tomado una coloración parduzca con el paso de los años. Las ventanas estaban situadas a lo largo de tres plantas. Algunas permanecían cerradas con postigos de madera ennegrecida mientras que otras los mantenía a ambos lados de estas. Un pequeño patio techado se situaba en el centro de la primera planta. Dos columnas de ladrillo, distanciadas entre sí y la pared un metro cuanto menos, se hallaban en el frente del patio. Las enredaderas corrían por las esquinas y a lo largo de la fachada para acabar serpenteando a lo largo de las columnas.

    -Tendrías que ver la casa de Florencia entonces-su tono había sonado divertido.

    Cambié de posición y lo mire fijamente pero su expresión no había mejorado en absoluto. No sabía que hacer o que decir para aliviar su angustia. Mientras me debatía por una solución tocó el claxon dos veces y seguidamente apagó el motor. Habíamos parado frete al patio en el que ahora se podía apreciar un banco de piedra situado en uno de los laterales y una gran puerta de roble entre las columnas que finalmente se abría dejando ver a un hombre alto vestido con un uniforme negro.

    Volví mi mirada a Sebastian quien seguía apretando el volante como si estuviese decidido a encender el motor.

    -Sebastian cariño-le apreté la mano-tenemos que salir.

    Nos miramos por un instante y después salimos del coche. El hombre estaba parado justo delante de mí. Debía tener más cincuenta años ya que su pelo canoso combinaba con las marcadas arrugas de sus ojos marrones.

    -Señor y señora Marotelli, bienvenidos-dijo con una reverencia-les estábamos esperando.

    Me resultó extraño que me nombrara por el apellido de Sebastian pero lo que más me llamó la atención fue la reverencia. Según mi más humilde entendimiento esas muestras de cortesía dejaron de llevarse hace décadas, si no siglos.

    -Ipolito-contestó Sebastian mientras yo inclinaba la cabeza cortésmente.

    Sebastian me tomo de la mano y me llevó al interior mientras Ipolito se hacía cargo las maletas. El interior era casi tan impresionante, con un pequeño vestíbulo que continuaba con un pasillo. Las baldosas eran viejas y rugosas y aun conservaban el color de los sucios ladrillos. Las blancas paredes estaban desnudas a excepción de algún cuadro paisajístico. Los techos eran de madera barnizada con gruesas vigas de pino. A un lado del vestíbulo había una doble puerta de cristales opacos y en el lado contrario otra del mismo tamaño de roble.

    Sebastian me llevó a través del pasillo que seguía el mismo patrón que el vestíbulo, con una puerta de roble a cada lado dispuestas asimétricamente y al final un arco de ladrillo que terminaba en la pared. A medida que avanzábamos notaba como el agarre de Sebastian se intensificaba. Quería devolverle el apretó para que supiera que me tenía a su lado pero mi mano empezaba convertirse en un muñón. Antes de atravesar el semiarco, Sebastian se frenó en seco provocando que yo también lo hiciera. Tomó aire y después entramos.

    Al fondo se extendía una gran cristalera que atravesaba toda pared y más allá un patio que no podía ver muy bien ya que la puesta de sol me cegaba. No giramos hacía la derecha donde un grupo de sofás blancos rodeaban una gran chimenea de piedra. Sentadas en el sofá frete a la chimenea se hallaban dos mujeres, al menos una lo era. La otra parecía ser una niña.

    -¡Sebastian!-chillo la menor cuando se percató de nuestra presencia.

    Esta corrió hacía Sebastian quien tuvo que deshacerse de mi agarre para poder abrazarla.

    -Yo también te echado de menos pequeñaja- dijo Sebastian mientras le revolvía el pelo.

    -No me llames pequeñaja- la menor se soltó de su agarre. Mostrando un tono enojado cruzo sus brazos sobre su estómago-¿Y cómo es eso?, si ni siquiera vienes a vernos.

    Ambos nos quedamos traspuestos con su respuesta mientras la niña miraba con recelo a Sebastian.

    -No seas insolente Cecilia-soltó la mayor que se había puesto ante nosotros.

    Cecilia se apartó de su hermano y la mujer envolvió sus brazos alrededor de Sebastian mientras este se quedaba totalmente inmóvil. Después se apartó.

    -Sebastian-dijo alargando el nombre como si fuera una dulce nana.

    -Aurora-la voz de Sebastian sonó más fría de lo normal.

    Sebastian me acercó a él situando su brazo alrededor de mi cintura. Justo en ese momento pude ver como ambas se percataban de mi presencia. Me miraban de arriba abajo con expresiones desaprobatorias. ¿Qué tenía de malo?

    - Esta es Zaira, mi novia-me presentó Sebastian.

    -Encanta de conoceros al…

    -Al menos es mona-dijo Cecilia con desdén.

    Repito: ¿Qué tenía de malo?. Vale que no tenía la belleza mediterránea y el glamour que ambas denotaban. Ambas tenían el pelo liso y moreno mientras que el mío era rizado y una mezcla de rubio y castaño. Sus ojos eran grandes y pardos con grandes pestañas mientras que los míos eran pequeños y un poco achinados con un color dependiente de las emociones y la luz, ya que a veces tomaban un color acaramelado y otras veces eran del color de la esmeralda. Sus labios eran gruesos y rosados mientras que los míos podrían compararse a la sonrisa de Mona Lisa. Eran altas y delgadas mientras que yo era más curvilínea; no es que fuera robusta ni mucho menos, sólo que era una talla treinta y ocho y no una treinta y cuatro.

    -Cecilia-le regaño Sebastian.

    Aurora me ojeó un instante antes de alargar su mano para estrechar la mía- Un gusto el conocerte Zaira-no sé qué tenía con los nombres pero el mío había sonado como si fuera ácido.

    La tensión no podía ser mayor. Si esto es lo que Sebastian temía, podría haberme advertido. Al menos a él no lo están aguijoneando con la mirada.

    -¿Y mi padre?-pregunto por fin Sebastian interrumpiendo este silencio incómodo.

    -Tu padre ha tenido que ocuparse de algunos negocios. Nos acompañara en la cena-contestó Aurora mirando fijamente a Sebastian. Después trasladó su mirada a mí -creo que deberíais cambiaros-Mientras lo decía me miraba de arriba abajo.

    Creo que definitivamente debería preocuparme. ¿Qué hay de malo con mi atuendo?. Es obvio que no soy una estirada ricachona que sólo compra ropa de marcas, pero llevó puestos una camiseta de tirantes a rayas, pitillos vaqueros y unas sandalias. Bueno, ahora que lo pienso voy bastante desarreglada comparada con el vestido de seda liso y negro de Aurora y el vestido acampanado blanco de Cecilia. Espero que esto no sea habitual en esta casa porque se llevarían un chasco.

    -Bien…estaremos en mi habitación.

    Dicho eso Sebastian soltó su agarre y enredó nuestras manos. Nos giramos, pero antes de dar la vuelta completa Aurora nos interrumpió.

    -NO-gritó- Zaira tomará un cuarto de la tercera planta- si no la conociera diría que esto le resulta divertido.

    Sebastian me soltó para enfrentarse a Aurora.

    -¿Cómo es eso Aurora?-en esta familia los nombres son acertijos o qué. Aurora había sonado incluso peor que el mío.

    -Sebastian no te enfades conmigo-esa dulce voz tenía algo que me exaspera- ya sabes cómo es tu padre con eso del compromiso.

    Sebastian farfulló algo por lo bajo y después volvió a enredar nuestras manos, esta vez con más fuerza. Si seguía así tendrían que amputarla. Nos giramos para ver al otro lado de la sala una escalera de ladrillos un tanto peculiar. A medida que subía se ensanchaba. Nos encaminamos hacia ella cuando llegó Ipolito sin nuestras maletas. Realmente no sé qué pasaba en esa casa.

    -Señora necesita alguna cosa-se dirigió a Aurora.

    Se le notaba extasiado aunque no sé cómo, ya que nuestras maletas no lo acompañaban. Quizás las haya dejado en el vestíbulo. Puede que necesite ayuda. Me gustaría ayudarlo aunque viendo el ambiente no sé cómo actuar.

    -Oh sí…acompaña a nuestra invitada a su dormitorio.

    Si decir nada más, ambos seguimos a Ipolito escaleras arriba.
     

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