Los 7 hermanos se levantan

Tema en 'Relatos' iniciado por Minaki Kaeden, 12 Octubre 2016.

  1.  
    Minaki Kaeden

    Minaki Kaeden Procastination Queen

    Acuario
    Miembro desde:
    22 Julio 2012
    Mensajes:
    110
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Los 7 hermanos se levantan
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2005
    Así como cuando nunca sabes bajo qué género poner tu historia xDD

    _____________________________________


    “¿Por qué esta mierda ahora?” pensé mientras presionaba la tecla para colgar la llamada sin importarme si dejaba a la persona del otro lado hablando.

    Es que la vida no puede ser así, siempre andan con las reuniones de hermanos porque y que son muy importantes para determinar “cuál será el próxima paso a tomar con los humanos”. Y lo dice como si a mí de verdad me interesara saber lo que pasa en las cortas vidas de esos malditos patéticos. Y además, fijando la hora y que a las tres y media de la tarde pensando de verdad me voy a aparecer por allá antes de las cinco.

    No hay cosa más tediosa que el hecho de tener que reunirnos. Nunca lo entendí ni pienso hacerlo, no le veo el menor sentido. “Debemos encontrar la forma de recuperar nuestros poderes para que los humanos de este mundo vuelvan a temernos y nos reconozcan como los seres superiores que somos” solía decir uno de mis hermanos. ¿Hermano? Ni siquiera sé si llamarlo de ese modo. Cuando fuimos creados siempre nos dijeron que éramos las distintas partes de un solo ente. ¡Ja! Nunca me creí esa estupidez. Somos totalmente diferentes, como si yo tuviese la necesidad de estar comiendo a cada cinco segundos como un puerco.

    Aunque el pequeño bastardo sí tenía razón en algo: los humanos son patéticos. Patéticamente estúpidos y estúpidamente patéticos. El solo hecho de saber que en este momento éramos iguales a ellos me enfurecía enormemente, como todo en esta idiotez de planeta. Hubiese sido mejor para mí quedarme en Inferno, además de que allí fue donde “nacimos”, no hubo época en la que más me divirtiera que los seiscientos años en los que estuve allá abajo. Y sí, así me había acostumbrado a decirle, porque al parecer la imbécil costumbre que tenían los humanos de pensar que de verdad la Tierra se encontraba en el medio del Inferno y Paraíso como si fuese un maldito sándwich se me había pegado.

    Revisé el reloj de la pared de la cocina, lugar en el que me había quedado enfureciéndome más y más acerca de la situación en la que estábamos. Eran las tres. No sabía cuándo había pasado tanto tiempo.

    ―A la mierda, no tengo nada mejor que hacer ―me dije a mí misma. Aunque ponerme unos pantalones y un sostén para salir me parecía lo más fastidioso del mundo en ese momento, quería ver si por fin los estúpidos de mis hermanos tenían algo interesante que decir.

    Sin más, literalmente me puse lo primero que mis ojos vieron al abrir el clóset y estuve a dos segundos de echarme a reír al ver la corta camiseta de color púrpura que me estaba poniendo la cual hacía todo menos combinar con los pantalones de mezclilla mostaza que cargaba, y lo hubiese hecho, de no ser porque me acordé de que me estaba vistiendo por una razón que no me agradaba y volví al humor de perro que tenía antes. Como no había nada que me importara menos en esta vida que la opinión ajena, no le di a mi atuendo una segunda mirada, tomé mi celular y las llaves del apartamento y salí por la puerta en el momento en el que la pantalla del pequeño dispositivo se apagaba dándome unos cuantos segundos para ver que ya estaba llegando tarde.

    ―Si ya voy tarde mejor darme el postín ―murmuré mientras cerraba la reja blanca que funcionaba como segunda puerta después de la de madera. No sé qué demonio decidió jugar conmigo en ese momento porque justo cuando iba a pasarle la llave para cerrarla mi mano no quiso obedecer mi cerebro y todo el manojo de llaves terminó cayéndose al suelo y rodando hasta la mitad del espacio entre las dos puertas. Hice un ritual de maldición hacia todo lo conocido antes de agacharme solo para darme cuenta de que mi brazo no era lo suficientemente largo para alcanzar la bendita mierda. No es como si fuese una persona pequeña, si no que no me iba a dislocar el hombro solo para tomarlas. Mi paciencia era tan poca que era totalmente capaz de dejarlas ahí y ya resolvería cuando llegara.

    Y entonces ocurrió algo que perfectamente hubiese podido calificar como uno de esos estúpidos momentos de cuentos de hadas o algo así, de aquellos sin sentido alguno de realidad: desde el apartamento diagonal al mío salió un chico dos o tres años mayor a la edad que yo aparentaba y vio cómo me incorporaba con una mirada fija hacia el suelo que en los tiempos en los que todavía conservaba mis poderes bien hubiese podido incinerar las malditas llaves.

    Nunca supe si es que yo tengo cara de princesa en apuros o qué fue lo que pasó, pero el chico se acercó a preguntarme si todo estaba bien, que si necesitaba ayuda para recoger las llaves. ¡Pues claro que necesitaba ayuda! ¡Hace menos de diez segundos estuve a punto de creerme contorsionista solo para poder recuperar el condenado objeto que al parecer decidió que el suelo era más cómodo que mi mano! Ahora, ¿le iba a pedir ayuda porque su brazo era considerablemente más largo que el mío? Obviamente no. Así que simplemente hice lo que cualquiera haría estando en una situación como la mía: me le quedé mirando con odio unos cuantos segundos y luego le pasé por al lado caminando y seguí de largo con intenciones de irme. Quería ver si la tienda donde vendían esos cafés tan buenos estaba abierta.

    ―¡Oye! ¿Te vas a ir así por así y vas a dejas las llaves de tu apartamento ahí tiradas? Alguien podría llevárselas ―escuché que me dijo. Su voz era bastante grave, y debo admitir que sus ojos verdes eran bastante atrayentes. ¡Já! Estos son el tipo de hombres que le gustan a mi prostituta hermana, si ella estuviese aquí ya se lo hubiese llevado a un cuarto o algo por el estilo.

    ―¡Si tanto te interesa recógelas! Y dámelas que son mías, no tengo paciencia hoy ―respondí desde la distancia.

    Segundos después escuché un agudo sonido bastante irritante que reconocí como el sonido de metal chocando contra metal, y cuando volteé vi el objeto por el cual todo esto se había armado a mis pies. Toda la furia de esta mañana se subió a mi cabeza y decidí descargarla en el imbécil que tenía en frente.

    ―¿Será que eres estúpido? ¡¿Qué carajo es lo que te pasa?! ¿Te crees gracioso? ―vociferé sin importarme un comino que todos en el piso del edificio escucharan.

    ―¡No! No soy estúpido, te iba a a invitar a salir, pero tu carácter es del demonio. Toma tus llaves y vete a donde sea que tengas que ir.

    ―¡Carajo! Este no tiene ni idea de lo que habla, no sabes cómo es el carácter de un demonio. No me hagas reír chico lindo, ¡vete al infierno! A ver si aprendes más sobre las cosas que dices ―no iba a soportar más su cara en ese momento, así que me fui sin mirar atrás.

    ―Loca ―alcancé a escuchar antes de irme. Oh no, esa sí no la iba a pasar por alto.

    Salí del lugar antes de que el chico pudiera seguir gritando sobre lo mucho que le había dolido el golpe en la cabeza y no me detuve cuando pasé al lado de la tienda en la cual con un mejor humor me hubiese detenido a tomarme un café. Tenía muy pocas ganas de ir a esa estúpida reunión, pero no iba a volver a ver la cara de ese bastardo que de solo recordarlo me daba asco. Decidí mirar la hora. Maldición, no me acordaba que ya no podía hacer eso.

    Es que verdaderamente las pobre criaturas con las que tanto me metí en mis tiempos de gloria decidieron desquitárselas hoy conmigo, porque no había terminado de fulminar con la mirada a una niña de diez años que casi se echó a llorar cuando sentí un estorbo en la pierna derecha. Miré hacia abajo y me encontré con un gato de color negro que me observaba con sus grandes ojos amarillos mientras no dejaba de frotar su cuerpo contra mí. ¡Un maldito gato! Con lo mucho que odio a esos animales infernales, a este le dio la gana de atravesarse en mi camino cuando hay miles de personas con las que puede hacer lo mismo y tal vez sí lo toleren.

    ―¡Gatito! ―escuché un voz infantil a la distancia. No, no, no. Definitivamente no. ¿Qué coño le pasaba al mundo hoy? Todas las mierdas juntas. Hace bastante tiempo que no deseaba tanto tener mis poderes para carbonizar a todo el que estaba allí en ese mismo momento como ese día, la sola visión de tanta gente feliz y sin razón alguna me hacía arder de rabia.

    ―¡Toma tu mierda de gato! ―y los poderes pudieron haberse ido, pero las habilidades se quedaron conmigo, porque cuando pateé al condenado animal en el estómago, salió volando y le golpeó en toda la cara al pequeño malparido.

    Esta ve decidí salir corriendo, porque si llegaba a ver a alguien más a los ojos por más de tres segundos los dejaría calvos por entrometidos.

    El marica de mi hermano mayor tenía razón. Teníamos que recuperar nuestros poderes sin importar qué. Cada día más no podía convivir con los humanos, me incomodaba su mera presencia y pobre de aquél que llegara a hacer algo medianamente irritante.

    Estaba tan concentrada en mi odio hacia todos que no me di cuenta la mirada de terror que me dedicaron unos chicos de más o menos quince años cuando pasé frente aquellos, hubo hasta uno que salió corriendo. No fue si no hasta unos cuantos minutos después que reparé en que esa era la escuela en la me habían intentado meter hasta que en cuarto año me expulsaron por mal comportamiento y la mayor cantidad de pelea causadas por un estudiante que habían visto en años”. Los bastardos esos no me dejaron ni terminarla y solo me faltaba una mierda de año. Pero ya no me parecía relevante, así que no sumaba a la montaña de cosas que hacían que rabiara más mientras más corría.

    Con estos pensamientos en mente llegué al bar en donde nos íbamos a reunir. El dueño era un amigo de la “familia” así que cuando teníamos que discutir algo importante nos prestaba una sala especial que tenía en la parte de atrás donde las paredes eran anti sonido. Era esta una de esas ocasiones. Sin más, entré al lugar, saludé secamente al dueño y abrí la puerta.

    ―Llegas tarde ―fue lo primero con lo que fui recibida. Claro, cómo olvidarme que así eran las cosas con ellos.

    ―Cállate perra, no estoy de humor.

    ―Ira, tú nunca estás de humor. Avaricia tiene razón porque te dije que la reunión eran a las tres y media.

    ―Te dije que debiste haberle dicho que era a las dos, para que llegara a la hora ―me dio asco como Glotonería no paraba de comer ni para hablar.

    ―Miren, ya, déjense de pendejadas y vamos a discutir cómo recuperar nuestros poderes. Para eso movieron sus culos hasta aquí ―sorprendentemente las seis personas en esa habitación eran las que menos me enfurecían en toda la tierra, así que fui capaz de aminorar un poco la marcha, ya me desquitaría con algo después.

    ―Ya puedes dejar de discutir, vamos a lo que veníamos, ya es tarde. ¿Estás viendo la hora la que llegaste, Ira?

    ―No, tarado. No puedo ver la hora. No tengo teléfono.

    ―¿Y por qué no? Cuando Soberbia te llamó para que vinieras si atendiste.

    Y es que no. Definitivamente no estaba para esas ahora.

    ―Ah por cierto, ahora que me acuerdo lo del celular. Lujuria, me conseguí un chico de ojos verdes saliendo de mi apartamento, tendrías que verlo, a mí me pareció lindo, y mira que eso es decir bastante.
     
Cargando...
Similar Threads - hermanos levantan
  1. Paulijem

    Song-fic Hermanos.

    Respuestas:
    1
    Vistas:
    608
  2. Izuna
    Respuestas:
    2
    Vistas:
    666
  3. Anneliese
    Respuestas:
    0
    Vistas:
    706

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso