~Lo mejor para su rosa~

~Lo mejor para su rosa~​

—Espera, ¡no cortes ahí!—gritó un pequeño niño de tan solo cinco años, mirando aterrorizado como su hermana cortaba un pedazo de tela.
—Pero… es el moño…—susurró la pequeña, mientras sus ojos se aguaban y su labio inferior empezaba a temblar.

El joven niño suspiró, se había olvidado que su hermana menor era muy sensible; y que no podía levantarle la voz bajo ninguna circunstancia. Unos centímetros los separaban de tocarse, sólo unos centímetros lo separaban de su pequeña hermana llorona; y sólo unos segundos bastó para que él los acortara y abrazará a la niña de ojos dorados.

—Perdón—susurró. Acariciando su largo y lacio cabello verdoso, pasó un brazo por sus hombros mientras besaba su mejilla izquierda.
—Perdonado—sonrió, tomando la mano de su hermano mayor. —Onii-chan, ¿podemos terminar la carta?
—¡Claro!—exclamó eufórico. Agarrando la carta que había sido olvidada en el piso de madera victoriana, mientras traía consigo la caja con los adornos.

Unas pequeñas manitas agarraron la purpurina violeta, y otras un poco más grandes la plasticola. El tubo de la pasta pegajosa fue aplastado, y un charco blanco inundó el papel rosa; mientras que un baño de estrellas violetas caía, volando lentamente sobre el gran circuló.

Uno agarró el lápiz y otro las pinturas, mientras que uno escribía unas palabras en la tapa del papel el otro pintaba un corazón enorme, dentro de un cartel. Y cuando los dos terminaron su trabajo, una enorme sonrisa apareció en sus rostros infantiles.

Justo cuando cada uno agarraba la tarjeta y el cartel, un hombre apareció por la puerta; cargando una bandeja con el desayuno en ella. Una dulce sonrisa apareció en su hermoso rostro, mientras sus ojos dorados admiraban lo que sus hijos acababan de hacer. Con una pequeña seña, los encaminó hacía el último cuarto del pasillo; llevando consigo mismo el delicioso manjar.

Caminaron en puntitas de pies, tratando de hacer el menor ruido posible. Tapando sus bocas, para que sus risitas no escaparan; y mirándose de reojo, con la ansiedad en sus orbes. Estaban impacientes, ¿qué pequeño no lo estaría? ¡Era una sorpresa! Y lo era para la persona más importante en sus vidas.

El hombre se giró a solo unos pasos de la puerta, y mirando a sus pequeños revoltosos puso el dedo índice sobre su labio, explicándoles que no hicieran el más mínimo ruido. Ellos asintieron, con la adrenalina subiendo por su sangre. El mayor de todos soltó una pequeña risita, y siguió su camino.

Puso una de sus manos sobre el picaporte, girándolo lentamente. Y abrió cuidadosamente la puerta, para que no ocasionara ningún ruido. Entraron sigilosamente, y cada uno se posicionó en su lugar; el más grande al lado de la mujer que dormía plácidamente en la cama, el joven niño a los pies de está y la pequeña al otro lado de la bella durmiente.

Los tres se miraron a los ojos, y para sus adentro comenzaron a contar…

Tres…

La mujer empezó a moverse, mientras estiraba sus piernas y brazos.

Dos…

Se sentó en la cama con los ojos aún cerrados, mientras se llevaba una mano a la boca y bostezaba tranquilamente.

Uno…

Se rascó la mejilla izquierda, mientras sentía que había algo diferente en el ambiente. Cuando se disponía es abrir los ojos, escuchó…

—¡Feliz día de la madre!—el gritó de satisfacción seguido por tres pares de brazos que la rodearon la despertaron por fin. Ella observó a las tres personas que constituían su vida entera, cada uno con un regalo. No pudo evitar que miles de lágrimas salieran de sus ojos carmesí, mientras una enorme sonrisa adornaba su rostro.
—Esto es para ti mami—exclamó la pequeña. Dándole a su madre un enorme cartel, con un corazón recién pintado y un “Te quiero mucho” escrito ahí mismo.
—Gracias Kisa, es muy lindo—agradeció con múltiples lágrimas bañando su pálido rostro.
—Éste es mi regalo mami—dijo tímidamente el pequeño, bajando su cabeza y mostrándole la tarjeta. Está estaba escrita, con algunos fallos de ortografía y algunas letras al revés. Pero fácilmente se podía leer un “Feliz día mamá, te amo mucho”.
—Es precioso Hiroshi, muchas gracias—. Y una vez más las lágrimas salían de sus ojos, mientras recibía un pequeño beso en los labios de su amado. Un lindo sonrojo adorno sus mejillas y una risita seguida de dos sonidos de asco le siguieron.
—Esto es para la madre más hermosa del mundo—susurró en su oído, sentándose a un costado y dándole la bandeja de comida. —Solo para ti, Sakuno.
—Gracias, por todo Ryoma—. Con una gran sonrisa en su delicado rostro, acarició suavemente el de su marido. Los dos se miraron a los ojos, y un tierno beso sello su amor; tal como había pasado hace unos años atrás.

Las risas inundaron la habitación, la alegría y el amor eran palpables en esa pequeña familia. Porque ese día era el más importante para ellos, decidieron darle lo mejor para la mejor; querían darle todos los gustos a su rosa preferida.

¿Y por qué no dárselos?, eran una familia unida y cariñosa, que expresaban su amor con simples gestos de unión.

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Dedicado a todas las madres del mundo, a todas esas personas que nos entregan su amor sin nada a cambio.