One-shot Lluvia sin nubes [Nagi Watanabe|Gakkuo Rolplay]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 4 Enero 2021.

  1.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Escritora
    Título:
    Lluvia sin nubes [Nagi Watanabe|Gakkuo Rolplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1859
    Bueno, aquí yo sumando más fics canon (?)
    Lo que pasó después del martes y antes del miércoles, básicamente. Más que nada para saber como va actuar esta niña el miércoles sjsjsjs.

    La cancioncita con la que escribí (?)

    Número de palabras: 1798

    Lluvia sin nubes


    Ya alejada de la academia me coloqué los cascos, dándole al botón de "aleatorio" de mi lista de reproducción, la cual no demoró en reproducir una canción en piano, no sé de cuanta ayuda fue en realidad. El cielo anaranjado tampoco colaboraba demasiado, y aun así no dejé de mirarlo mientras esperaba mi autobús en una parada vacía, que me daba a entender que se demoraría un poco más a lo que acostumbraba esperar. Mi ánimo no fue muy distinto ahí, ni una vez encima del transporte, menos cuando mis pasos ya se acercaban a las calles que cada mes se me hacían más familiares. Al llegar a casa no tan solo estaba agotada mentalmente, el cansancio físico me recordaba que no estaría mal empezar a mover el cuerpo más seguido.

    Le eché llave a la puerta y cuando intenté abrirla luego no puede contener mi expresión de extrañeza, pues resultaba que la había cerrado en vez de abrirla, cosa que significaba que alguien estaba dentro cuando se suponía que no debía ser así. Los nervios no demoraron en invadirme, tenía el corazón otra vez alborotado y el miedo era inevitable. Solté un suspiro pesado, esta vez sí abriendo la cerradura, y entré como si yo misma fuera la intrusa en el lugar tras quitarme los cascos. Abrí la puerta por completo, por si tenía que salir corriendo o que sé yo, apenas rechinó. En cuanto estuve adentro una melodía ajena a mis audífonos me llegó desde lo que parecía ser el comedor, tragué grueso y me acerqué con sumo cuidado, no demoré en reconocer el murmullo que empezaba a escuchar, el cual seguía la entonación de la canción. Apreté los puños en cuanto hice un mohín, acercándome acelerando el paso y asomándome por el marco que daba al comedor.

    —¡Mamá, me asustaste! —exclamé apenas posé mi mirada en ella, quien se encontraba en la mesa haciendo figuras de origami. No demoró en voltear a verme, con una expresión sorprendida que no demoró en mutar a una sonrisa avergonzada, luego soltó una leve risa, por mi parte no dejé de mirarla con mi mezcla de desagrado y nerviosismo.

    Al menos el asunto me permitió olvidar lo de Kurosawa un momento.

    —Lo siento, Nagi, pensé que te había avisado —respondió por fin, devolviendo su vista a la figura que formaba. Me crucé de brazos, con una expresión menos enfadada y más preocupada, respaldándome en la pared.

    —Pues no lo has hecho. ¿Qué haces acá?, ¿y el trabajo? —cuestioné aún extrañada, tomándome mi tiempo al hablar. No se veía enferma, aunque desde hace meses que no podía quitarse todo el cansancio del rostro.

    —He logrado que me reajustaran el horario —habló con tranquilidad, esbozando una sonrisa suave. Me acerqué a la heladera mientras la escuchaba, sacando una caja de jugo y sacudiéndola para comprobar si quedaba—, por eso volví más temprano, ahora trabajo lunes, miércoles y viernes, los sábados y domingo solo en las tardes.

    Me serví el jugo en silencio, pensando en lo dicho. Le habían despejado dos días, aunque ahora debía trabajar los domingos, no supe que decir al respecto, así que solo solté un bajo monosílabo, para luego beberme medio vaso del tirón. Mamá me miró un momento de reojo, notando sin problemas mi estado algo decaído. Luego procedió a guardar los papelitos coloridos y cuadrados, junto a las cuatro figuritas hechas, en una pequeña caja roja y de adornos dorados, en eso yo me senté frente a ella.

    Recordaba ese regalo a la perfección.

    —¿Todo bien? —me preguntó sin rodeos, a lo que di un respingo, para negar rápido con la cabeza después.

    —Si, todo bien —. Soltó un pequeño suspiro sin borrar su sonrisa ni cambiar su mirada preocupada, recién ahí me percaté de mi incongruente actuar, fue algo vergonzoso. Bajé la vista al vaso con jugo sin terminar, cada vez con la expresión más tensa. Ella estiró su mano hasta dar con una de las mías, sobándola con delicadeza. Mis pupilas huidizas dieron un par de veces con sus ojos compasivos clavados en mí.

    —Quiero que sepas que puedes contarme cualquier cosa que te preocupe —habló algo bajo, con cariño y calma, brindándome una sonrisa amplia. Yo asentí apenas.

    —Estoy bien mamá —murmulle, para luego alzar un poco más el rostro y sonreírle yo, aunque estaba lejos de ser una buena sonrisa. También desprendí del vaso la mano que acarició para poder tomar la suya, apretándola un poco—. Estoy bien, gracias —reiteré, pudiendo mantener la sonrisa chueca sin mayor dificultad, para mi propia sorpresa.

    Porque era completamente consciente de que le mentía. No me encontraba bien e incluso estaba más lejos de abrirme con ella, sin saber bien desde cuando las cosas eran así.

    Soltó mi mano y dio un solo aplauso, cerrando los ojos con su amplia sonrisa.

    —¡Bien, me alegra oír eso! —exclamó con energía, de seguro que era un intento vago de transmitírmela a mí, atiné a mantener la sonrisa, cada vez más prolija. Aunque las cejas fruncidas con lástima no se deshacían. Mamá tomó su caja levantándose de la mesa—. Voy a ir a comprar un par de cosas e ir a buscar a Kazuki luego, ¿me acompañas o te quedas acá?

    —Me quedo —respondí sin vacilar, terminándome el jugo de una vez por todas. Mamá soltó un simple "okey" cantarina y se marchó al cuarto que compartía con Kazuki, a guardar la caja. Solté un suspiro pesado en cuanto la perdí de vista, agotada.

    Como todos hacían con facilidad, de seguro abría visto por lo menos la mitad de mis mentiras o incongruencias, y quién sabrá que otras cosas más de las que ni yo misma debía estar enterada, pero al menos sabía que no se metería a menos que en verdad sintiera que algo demasiado grave ocurría. Siendo sincera, desconocía por completo cómo medía ella la gravedad de las cosas, aunque si que podía considerarla una madre amorosa y preocupada.

    Aunque Ichirou me hiciera dudar de eso a veces, no muy directamente.

    Dejé el vaso en el fregadero y con pasos amortiguados me dirigí con rapidez a mi cuarto, cerrando la puerta despacio tras mi espalda. En solo unos pocos segundos mi corazón había vuelto a alborotarse, como si mentirle a mamá tan descaradamente fuera demasiado trabajo para él, más aún si me obligaba a sonreír, aparte de que todas las cosas ocurridas en la academia volvían de a poco. Me dejé caer al suelo, respaldada en la puerta, acercando mis rodillas al pecho para apoyar mi mejilla en mis brazos sobre ellas, entornando la mirada en un punto cualquiera de la habitación.

    Me ardían un poco los ojos, pensando en que sería del mañana. ¿Seguiría enojada Shiori?, ¿alguna de las chicas del almuerzo lo estarían también? Se me anudó la garganta de solo verme intentado encarar a cualquiera, y en cuanto pestañeé rápido un par de lágrimas recorrieron rápido mis mejillas. Independiente de si los hice enfadar o no, era claro que más de alguno preocupé, y eso incluso podía dolerme más. Limpié las lágrimas a la misma velocidad que escurrieron, inhalando hondo, tenía que aguantar un poco más. Me levanté con la cabeza abrumada, ordenándome la falda y yendo en busca de mi computadora después.

    Abrí el primer juego que me topé, un plataformero con bastantes características clásicas. Me aventé unos cuantos minutos ahí sin mayor dificultad, aunque a ratos me volvían a arder los ojos y se incrementaba el nudo en la garganta.

    Vamos, que era una exagerada.

    Le solté un simple "Adiós, cuídate" bastante ronco a mi madre en cuanto ella se despidió alzando la voz desde el pasillo, indicándome así que ya podía ir al baño a ducharme y cambiarme el uniforme. Esperé un poco más, no demoré en escuchar la puerta que daba a la calle cerrarse, la casa no era demasiado grande de todas maneras y las paredes bastante delgadas para agregar, por lo que no fue difícil hacerlo. Con mi expresión amargada recolecté la ropa de cambio y me dirigí a la tina con bastante pereza.

    El agua que usé era bastante cálida, el par de lágrimas que volví a soltar pasaron bastante desapercibidas debido a eso. Me demoré su buen poco, y salí del lugar ya con mi camiseta y sudadera puestas, mi buso holgado y una toalla en la cabeza tras secarme. Recogí el uniforme y me lo llevé a la pieza, tirándolo arriba de la cama.

    Solo unos pocos segundos y volví a sollozar de a poco otra vez, ahí parada en medio de la habitación hora que estaba sola. Me limpié las lágrimas a pesar de saber que no servía de mucho, después de un rato volví a quedarme sin nada que derramar, por lo que solté un suspiro pesado.

    Fui a la cocina a sacar un paquete de papas fritas que había encontrado el lunes en la alacena, me devolví a mi cuarto tras abrirlo y luego me eché en la cama con pesadez, observando la ventana tras acomodarme. Esta vez el recuerdo amargo que me vino a la mente fue el del cigarro de Shiori, el humo negro y su propio cabello carbón, y sin siquiera haberme fijado podía visualizar sin problemas sus ojos anaranjados carentes de brillo.

    Puede que si estuviera un poco decepcionada, pero más allá de eso sentía bastante tristeza y estaba aun más preocupada. Se me hacía ajena, se había formado un muro invisible en un abrir y cerrar de ojos, y lo más frustrante de todo aquello era que no podía hacer nada por ella, porque eso significaba la distancia.

    Se me nubló la vista una vista y tras un hipido volví a echarme demasiadas papas a la boca, tragando con dificultad, claramente no sirvió de nada.

    La frustración del asunto tampoco se iría fácil.

    Y así estuve, bajándome la bolsa grande yo sola, a ratos soltando un par de lágrimas que a esas alturas poco duraban, decidiéndome después por distraerme ya sea en la compu o con algún manga, para terminar otra vez pensando en lo ocurrido como si no lo hubiera hecho bastante ya, repitiendo todo sin un ciclo fijo, hasta que la noche llegó junto a Kazuki y mi madre.

    No se pasaron por mi cuarto, por lo que me quedé ahí hasta la hora de cenar, saliendo de este con un rostro amargado que con suerte me lo sacó a ratos el niño haciéndome enojar levemente o reír un poco por tonterías. Otra vez mamá no comentó nada a pesar de que ambas sabíamos que notaba algo.

    Y si hubo siquiera alguna cosa buena en todo ese día, puede que haya sido que apenas me cubrí con las sabanas mis ojos se cerraron como si tuviera pesas en los parpados, durmiéndome al instante sin darme cuenta siquiera.
     
    Última edición: 5 Enero 2021
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