Colección Llamado del deber [Warzone]

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por rapuma, 25 Mayo 2020.

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    rapuma

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    Título:
    Llamado del deber [Warzone]
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1904
    Se ajustó el nudo de la corbata por quinta vez en esos cinco minutos de espera eternos y dejó escapar el aire entre sus dientes. No recordaba la última vez que había estado tan tenso como aquellos momentos, ¿quizá cuando estaba en la academia? pero era apenas un joven de veinte tantos años. Luego de pasar por las batallas que había logrado atravesar en una pieza era imposible que algo lo saque de sus casillas, y sobre todo una persona; palpitaria lo absurdo e irónico. Pero el hombre que estaba detrás de su oficina no era una persona ordinaria, y mucho menos normal. Otto Spencer. Sería un día agotador.

    El capitán Otto J Spencer era un caso serio por decir más y un caso complicado por decir menos. Se habían perdido la cuenta de sus ascensos y degradaciones; de sus meses en un calabozo y su vuelta triunfal del campo de guerra con el pecho atiborrado de medallas, con tantas que ya no se sabía como premiarlo. Lo tildaban de asesino, de un pistolero de la vieja época que ya no era necesario en el mundo moderno y como un perro de guerra que se echaba a perder fuera del campo de batalla. Un combatiente imprudente, que se valía de su plan poco ortodoxo para conseguir informaciones, chantajes o simplemente armar una guerra enorme de un solo hombre. Pero del otro lado de la moneda era un gran estratega, un líder nato y un buen soldado, de esos los cuales la gran mayoría se encuentran bajo tierra con alguna lápida sin nombre en alguna tierra extranjera.

    La puerta de la oficina se abrió y el general Marshall ingresó con una mediana sonrisa en sus labios.

    Del otro lado de la gran mesa el capitán Spencer se levantó como un resorte y realizó el saludo militar rígido.

    —No es necesario, Otto. Dejé el cargo hace muchos años. Ahora solo me encargo de los papeles. Toma asiento.

    —Quizá para los mediocres que le rodean, señor. Usted me salvó la vida en Rusia.

    —Viejos tiempos que preferiría olvidar. La guerra fría está bajo llave desde hace mucho tiempo, el paso de los años se encargó de eso.

    Spencer no se movió de su puesto y solo cuando el general le devolvió el saludo militar de mala gana tomó asiento.

    —Me han dicho que quieres elegir tus propios hombres para esta misión, ¿no es así?

    —Sólo confío en los míos. Hice carrera con muchos y a otros los entrené personalmente. Son células durmientes esperando la orden para reagruparse.

    Marshall esforzó su sonrisa y miró las tres carpetas amarillas que Spencer guardaba sobre la mesa. La palabra célula ocultaba su verdadero significado: asesinos a sueldo; mercenarios.

    —Sabes que no puedo permitir el ingreso al arsenal del país a unos convictos, Otto.

    —No estaría sentado aquí en primer lugar si no lo hicieras.

    Se hizo un pequeño silencio en la oficina roto únicamente por el segundero del reloj que colgaba de la pared. El duelo de miradas no era algo complicado para gente de su calibre, el problema es que ambos eran del mismo cartucho. Alguien pierde un duelo de miradas porque se siente inferior al otro; es cuestión de imponerse. Y este duelo estaba dictado, ganaba el capitán Spencer por goleada.

    —¿Quién es el primero? —dijo el general al tiempo que se frotaba los ojos en un claro gesto de hastío.

    El capitán abrió la primer carpeta y se la entregó a Marshall. Mientras el general la abría y comprobaba la pequeña fotografía del operario, Spencer dió un rápido resúmen.

    —Se crió entre viaje y viaje a África con su padre dónde perseguían cazadores furtivos en Kenia y Tanzania. Experta rastreadora que se alistó en el ejército británico y superó las pruebas del SRR. Ayudó a liberar un piso franco de la CIA sitiado. Nombre en clave: Charly.

    —Aquí dice que se dedicó al contrabando de alcohol una vez fuera del ejército. Incluso ayudó a una guerrila local de África con unos RPG confiscados.

    —Lo que hagan en su tiempo libre no es de mi incumbencia. Y por lo que a mí me respecta el gobierno de Estados Unidos hace la vista gorda a la guerra en Libia y a los grandes naufragios que se dan en el Mediterráneo, que acaban con la vida de docenas de personas al día. Esto es lo mismo, ¿no? El alcohol no mata mucha gente como se cree. La estupidez sí.

    —¿Y los RPG?

    —Puede ser que se haya entusiasmado un poco. Charly es la mejor rastreadora que conocí en mi vida. No puedo hacer esto sin ella.

    Marshall suspiró y se aflojó el nudo de la corbata.

    —¿Y dónde la encontramos?

    ...
    ...
    ...

    El calor cayó sobre sí como una atmósfera de plomo. Ni bien había colocado un pie en tierra sintió toda la camiseta pegada a su cuerpo. Buscó con una mirada cómplice a su compañero de viaje y que él no sintiera los efectos del lugar le crispó un poco. Pero era normal. Marshall rozaba los sesenta y dos años en un par de semanas y Spencer tendría al menos cincuenta y nueve, seguro. Pero el físico de ambos era tan diferente uni del otro como puede serlo el agua del aceite.
    En primer lugar su constitución había mengüado de a poco y la barriga que sobresalía justo por debajo de donde en algún momento estaban sus pectorales le quitaba el sueño. Pero Spencer no tenía ningún signo de derrota; complexión atlética, fuerte, aguerrido. Un hombre que no cuidaba en mostrar su explosivo temperamento.

    —Un calor de muerte. —dijo Spencer mientras sacaba la mochila del compartimiento pequeño del avión privado que los había llevado hasta el corazón de África.

    —Casi que extraño la humedad de California. —murmuró el general dando un manotazo al aire para espantar a las moscas que los acechaban.

    Caminaron por la pista de aterrizaje y Otto tiró el habano a medio fumar al suelo y se apeó en la parte trasera del jeep que les esperaba. Marshall lanzó su mochila y se subió con un quejido. Las rodillas le dolían.

    Su guía condujo a través de paisajes asombrosos. Vieron hienas, algún que otro león mirándolos con pereza debajo de la sombra de un gran árbol y muchos pájaros que los miraban con curiosidad. Finalmente llegaron a una zona segura, lejos del centro principal del país; un gran claro. Sólo había una casa rodante pequeña y un cuatriciclo viejo y feo aparcado a un costado.

    Spencer golpeó con fuerza la puerta con su puño y recibió un grito desde el interior. El capitán miró al general y sonrió levemente.

    —No es pudorosa. Espero que tú tampoco. —y abrió la puerta e ingresó.

    Marshall se quedó mirando la puerta entreabierta y se golpeó el cuello para matar a un mosquito. Suspiró por centésima vez en el día y entró a la casa rodante.

    El interior era pequeño pero atestado, con muchos envoltorios de comida chatarra tirados sobre una mesa en el centro. Un pequeño lémur comía una patata sobre el hombro de Spencer.

    —Este amiguito se llama Mimwa. ¿Mono, no?

    Marshall limpió una banqueta de plástico y se sentó encima antes de ver a su compañero de armas con el animalito peludo.

    —¡Shampoo, Bravo! —el grito provino de la habitación justo a la izquierda de Marshall, lo que parecía ser el cuarto de baño.

    Spencer rebuscó entre las cosas a la vista un bote de shampoo pero solo pudo encontrar detergente para fregar platos. Miró el bote.

    —Solo hay líquido para fregar trastros

    —Me da igual. —un brazo desnudo se asomó por el cuarto de baño y Spencer le arrojó el bote.

    Esperaron pocos minutos para ver a Charly salir del cuarto de baño con una toalla sobre su cabeza y vestida con un pantalón corto de color caqui y una camiseta sin mangas de color verde claro. Los pies descalzos se le pegaban en el suelo mientras se dirigía a la nevera y sacaba tres latitas de cerveza.

    Spencer la aceptó con gusto y Marshall miró la caducidad de la lata cuando la tuvo en su poder.

    —Bravo, cielos. ¿Cuánto tiempo pasó? Estás en forma.

    —Cinco años si no recuerdo mal. ¿Que tal la el retiro?

    —Ya ves. Me aburro. —la mujer miró con curiosidad al general y alternó miradas entre él y Spencer. —¿Y el señor es...?

    —General Marshall, adjunto a la oficina de California de Estado Mayor. —se levantó del asiento y estrechó la mano con la mujer.

    —Creí que ya no eras general. —acotó Spencer mientras jugaba con el lémur sobre su hombro.

    Charly río y bebió la lata de un sorbo, estrujó el objeto y lo lanzó al suelo. Marshall la estudió en silencio: era maciza, de pechos pequeños pero de piernas fuertes y brazos músculosos.

    La mujer giró una silla y se sentó mientras miraba a ambos hombres.

    —¿Y bien? ¿Qué está sucediendo?

    —Te necesito para un trabajo. —dijo el capitán. —Estoy reuniendo un equipo. Eres la primera en mi lista.

    —Eso se lo dices a todas. —Charly guiñó un ojo. —¿Que tipo de trabajo?

    —Confidencial. —cortó Marshall y al recibir dos miradas intensas e incómodas se aclaró la garganta. —Sería mejor hablarlo en el cuartel.

    —No vinimos hasta el culo del mundo para decirle a esta mujer que el trabajo que nos espera es confidencial. Es simple, Al Qaela está otra vez tocando las narices y esta vez tocó la nuestra. Hay un lugar en Rusia, Verdansk. Planean lanzar un gas tóxico que se expanda y azote toda la unión europea. Según inteligencia hay unos planos. Los tomamos y nos largamos. Simple.

    —Nunca es tan simple. —dijo Charly.

    —Habrá amenazas en todo momento. Toda fuerza militar que se crucen en su camino tendrá que ser tomada como hostil. Creemos que muchos efectivos del mercado negro intentará tomar posesión de los planos. Rusia, Francia... casi todas las potencias están implicadas. Todos quieren tener esos datos para ellos y se sacarán de encima a cualquiera que se interponga. Una vez en campo enemigo estarán solos y el país y los estados de emergencia harán la vista gorda si algo sale mal. —explicó Marshall.

    —Como en la guerra fría, vamos. —contestó Charly. —Siempre quise jugar a los espías.

    —¿Estás adentro? —preguntó Spencer.

    —Siempre lista, Bravo. ¿Dónde está el resto?

    El capitán arrojó las otras dos carpetas amarillas sobre la mesa. A Charly se le iluminaron los ojos y a Marshall le dió dolor de cabeza.



    Nota del autor: esta historia va de mi equipo de Warzone. Explico un poco para meterlos en contexto. Es un Battle Royal de 150 jugadores online. Obviamente de la mano de Call of Duty, el rey de los FPS. Spencer sería mi personaje y Charly una de mis amigas que juega con nosotros. Los equipos son de cuatro, aunque puede ser de tres, dos e inclusive uno. Siempre que jugamos somos cuatro, dónde nos comunicamos por micrófono mientras jugamos y gritamos como si tuviéramos quince años de nuevo.

    Los operarios existen en el juego, la tal Charly es un skin de operario que si les da curiosidad pueden googlearlo. Spencer me lo inventé al igual que Marshall.

    En síntesis voy a intentar plasmar una de las tantas partidas de mi equipo de cuatro contra los 146 jugadores en un mapa bestial. No siempre salen bien.

    Dejo un pequeño trailer del juego para ambientar y me despido.

     
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    wasabi

    wasabi Flamer Comentarista empedernido

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    Hola rapuma uwu

    Me encantó esta primera historia, el escenario de África fue mi favorito por como detallaste el calor, los insectos molestos y el lindo compañero peludo. Además, los personajes tienen personalidades geniales que se adaptan a sus descripciones como Spencer siendo mayor pero con un gran físico y una personalidad dominante pero amigable, o Marshall que no está del todo adaptado y seguro será un compañero que irá aprendiendo poco a poco algunas lecciones que no te enseñan en cualquier lugar.

    ¡No puedo creer que sea una adaptación de tus partidas! Eso fue una sorpresa increíble porque la historia estuvo muy bien redactada e interesante, pensar que te inspirarte en tus amigos y el juego fue algo genial.

    Espero con ansias a los dos personajes del equipo y la primera misión, además estaré atenta a las notas de autor para llevarme un bonos con anécdotas de tus amigos.

    Saludos c:
     
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    Lo que más me ha gustado es descubrir que la historia esté basada en uno de tus juegos con amigos, eso lo hace más interesante y atrayente.

    Me encanta la introducción, la forma de conocer la relación de los personajes, algo de su pasado, sus personalidades, el contraste de su físico... Con lo poco que se sabe de cada uno de ellos tienen pinta de ser carismáticos, con personalidades fuertes y las cosas claras. Promete una gran aventura. El personaje de Spencer me gusta especialmente, ha tenido unos puntazos geniales. Cuando omite deliberadamente parte de la información sobre Charly, Marshall lo remarca y él responde que lo que hagan en su tiempo libre no es de su incumbencia, me ha parecido brutal. También me encanta cuando se salta el comentario del general respecto a la explicación de la misión como "confidencial" y se lo explica como algo simple. ¿Simple? ¡Me encanta este hombre! Ahí se ve que Charly lo conoce a la perfección y quiere saber más. La explicación posterior llena de conflictos y problemas es fantástica. Me siento en una película de espías.

    Estoy deseando descubrir quienes son los otros dos miembros del equipo, saber más sobre todos ellos y que empiecen las escenas de acción. Creo que voy a disfrutar mucho de esta historia.

    La narración muy buena como siempre, los personajes muy interesantes y la historia promete. Espero con ganas el siguiente capítulo.
     
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    rapuma

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    —Cielos santo, Otto. ¿Para qué quieres este energúmeno?

    —Es de los mejores tiradores. Sin él es probable que ninguno regrese con vida.

    Marshall jugó con la carpeta amarilla entre sus manos y volvió a leer en voz alta.

    —Nacio en Austria, pero huyó a Alemania para eludir cargos por asesinato.

    —Sirvió en el KSK con honores. —atajó Spencer.

    —Con un nombre falso. —dijo Marshall, leyendo el archivo. —Hasta que una misión se torció y hubo bajas civiles. Tras ser descubierto, escapó antes de comparecer ante un tribunal militar.

    —Mantiene que es inocente. —dijo Spencer en su defensa. —Todos lo somos hasta que se demuestre lo contrario, ¿no?

    Charly se encontraban divertida entre los dos hombres, alternando la mirada en uno y otro cuando hablaban, como si fuera el partido de tennis más entretenido de su vida. Ella había pasado a segundo plano en la discusión y le servía para observar los gestos y miradas; era obvio que entre esos dos había historia de la buena. La química era tan natural que no era necesario respetar el rango de uno y del otro. Había algo en el aire, no sabía decir qué; no había tensión y aunque elevarán la voz entre ellos no se notaba ningún tinte hostil. Era una discusión entre dos viejos amigos, nada más y nada menos.

    —Este hombre tendría que estar atado de manos a pies en una celda. Pero se encuentra libre y no me imagino quién mantiene la coartada. —el general miró a Spencer pero éste no sé inmutó, simplemente sonrió levemente.

    —Fue un antigüo agente encubierto del FSB. Fue capturado y torturado. Tiene la cara desfigurada. Dió por el país más que muchos hombres que te rodean en tu oficina.

    —Tiene trastorno disociativo.

    —Continúa siendo un soldado metódico y calculador. Fue reasignado a los Spetnaz por sus habilidades.

    —Hasta que desapareció misteriosamente...

    —Nunca más se supo de él.

    —Déjame adivinar, ¿tú sí sabés dónde se encuentra?

    —Claro. —Spencer sonrió de lado. —Pero es confidencial.

    —¿Sabes que esconder el paradero de enemigos del estado podría dejarte encerrado de por vida?

    —Si que lo sé. Por eso es confidencial.

    Marshall suspiró y se limpió la transpiración de la frente con un paño húmedo que Charly le había facilitado. No había con qué torcer a Otto. Y en cierta medida lo agradecía: él mismo entrenó a Spencer y ambos eran de la misma madera: fuertes como toros, peligrosos como escorpiones y tercos como una mula... o quizá eso le quedaba pequeño para definir al capitán.

    —¿Dónde se encuentra? —quiso saber Marshall.

    —Alaska. —Spencer se llevó un habano a la boca y lo encendió con una cerilla. —Te encantará su nombre en clave, Charly.

    —¿Cuál es? —preguntó la mujer.

    —Nikto. —tiró ceniza de su puro dentro de la lata de cerveza vacía. —Seguro oíste de él.

    —Nikto. —repitió, recordando. —Claro. El ruso. Pensé que era una leyenda. Tenerlo de apoyo me dejará tranquila.

    —¿Ves, Marshall? Lo necesita. Lo necesitamos, incluído tú.

    El general se talló el rostro y resignado hizo un ademán con la mano.

    —¿Cómo damos con él?

    Spencer sonrió.


    ...
    ...
    ...


    El frio y el viento golpeaban las paredes de la cabaña como era costumbre en un paraje tan desolado y triste como lo era ese, sin embargo, había algo en el ambiente, algo en el aire, algo en la luz de la vela que le decían que esa noche en particular era distinta, pero aún no sabía por que.

    Después de beber el último trago de una vieja botella de vodka se dispuso a dormir, o al menos intentarlo. Recostado como estaba no lograba conciliar el maldito sueño. La porción de alcohol en su estómago no era suficiente para hacerlo entrar al mundo de los sueños, dónde todo era perfecto. Sin gente, sin ruido, pero sobre todo, sin consciencia.

    Escuchó entonces un sonido que no era familiar, un sonido hecho por alguien o algo que pretende no hacer ruido, si lo sabría él, había pasado casi la mitad de su vida metiendo las narices en dónde no debería haberlas metido. Ignoró el sonido y cerró los ojos.

    Solo hasta que escuchó un segundo sonido fue que se levantó de la cama y tomó un cuchillo de cacería que descansaba sobre un pequeño mueble adyacente a su camastro. El segundo sonido había provenido exactamente justo del lado contrario al primero y por un minuto pensó que lo estaban rodeando y creyó que estaba siendo paranoico. Pero justamente ser paranoico era lo que lo había mantenido con vida durante tanto tiempo.

    Alguien estaba en los alrededores de la cabaña, algo andaba mal. Decidió salir de la habitación y dirigirse al final del pasillo para ver atraves de la ventana al exterior. Caminó sigilosamente, intentando no hacer ruido y entró con cuidado al pasillo que conectaba con la sala. Escuchó un ruido a sus espaldas y se giró rápidamente.

    El lugar estaba iluminado ligeramente gracias a la luz de la luna que se filtraba por la ventana; que se encontraba visiblemente forzada cuando fue abierta y así, tenuemente la luz reveló la presencia de un tipo alto y corpulento justo frente a él. Por un segundo se quedaron inmóviles, observándose en silencio, tanto el intruso como el ruso no esperaban verse el uno al otro.
    Inmediatamente se dió cuenta de la situación y cuando el intruso extendió el brazo para tomarlo del hombro lo tomó y le aplicó un derribe clásico, una vez en el suelo le pateó el rostro y le dejó inconsciente. Despojó al intruso de su rifle de asalto así también como de algunas cartuchos extras. Descubriría quien o quienes eran y acabaría con ellos.

    O eso hubiera hecho si no le hubieran golpeado con la culata de un arma en su nuca y hecho perder el conocimiento.

    Despertó esposado de muñecas en el interior de un helicóptero. Y vaya qué helicóptero. Movió ligeramente los pies y también los tenia esposados o atados, más el cinturón de seguridad de su asiento. Tenía a dos hombres sentados a cada lado y la cabina estaba iluminada ligeramente por una luz azúl. Levantó la mirada levemente para ver tres asientos frente él y a tres soldados el cual uno se despojaba el pasamontañas y se limpiaba la sangre de la nariz. Todo eso indicaba dos puntos importantes. Primero: no hacía mucho que habían salido de la cabaña y segundo: ése era el idiota al que había golpeado.

    Cuando el soldado se dió cuenta de que había despertado preparó su puño pero el compañero de su izquierda lo detuvo.

    —Sin heridas o lesiones. Esas fueron las órdenes.

    Agitó el puño en el aire y se colocó nuevamente el pasamontañas, cruzandose de brazos, resignado.

    Nikto sonrió mientras pensaba quién había revelado su paradero.


    ...
    ...
    ...


    Estaban en un pequeño cuarto de interrogaciones del FBI. Spencer sentado en la mesa principal de la sala; Charly bebiendo un ginebra con hielo y apoyada en un lateral de la pequeña habitación y Marshall deseando que lo tragara la tierra. Le había costado tiempo y dinero la pequeña incursión a Alaska y ya no sabía en qué momento había perdido respeto por el ginebra que Charly se encontraba bebiendo frente suyo. Y frente los miles de oficiales que seguro le observaban desde el otro lado del espejo.
    Spencer tenía en una mano unas llaves y en la otra un pequeño pasamontañas con una calavera dibujada. Marshall pensó que las cosas se le estaban yendo de las manos y de su poder, pero Otto era indispensable para la misión y debería cumplir sus caprichos... de momento, al menos.

    La puerta de la habitación se abrió y dos policías militares escoltaron a Nikto al interior. Spencer ordenó que se retiren y el ruso quedó en pie. Un corte transversal cruzaba su rostro y bajaba hasta su cuello; le daba un aspecto de saurio el cual despellejaba a los tres presentes con su fría mirada; la cicatriz parecía realzar la maldad latente que había en él.

    El capitán caminó sin prisa hasta él y con rapidez le abrió las esposas y le tendió el pasamontañas. Nikto miró el dibujo de la calavera y lentamente se lo colocó sobre su cabeza mientras se frotaba las muñecas.

    —Al Qaela. Tenemos la oportunidad de desbaratar su plan maestro y quizá dar con él, aunque no es seguro. ¿Te apuntas?

    Nikto lanzó un pequeño gruñido y señaló a Marshall.

    —Es de los nuestros. Fue el encargado de traerte a nosotros.

    Nikto afirmó lentamente y luego señaló con el mentón a Charly.

    —Nuestra rastreadora. Nos meteremos tan adentro de ese hijo de perra que si se tira un gas podremos decir qué comió la noche anterior. ¿Vamos en busca del cuarto integrante? ¿O volverás a esa fea cabaña en el culo del mundo?

    Nikto escuchó a Spencer pero su mirada estaba centrada en toda la habitación, como si fuera un niño. Jugó con las esposas y las alzó interrogante. Spencer sonrió.

    —Sí, te las puedes llevar.

    Nikto guardó las esposas en su cinturón y con las manos preguntó sobre el cuarto integrante.

    —Charly es nuestro sabueso, tú eres nuestro ángel guardián. Nos falta el agente de caos.

    Nikto sonrió por debajo de su pasamontañas y Marshall abrió los ojos como si hubiera escuchado la peor noticia en meses. Charly, en cambio, sonrió divertida mientras movía la copa de cristal y el hielo chocaba en el interior; sin duda la misión sería interesante.
     
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    Perdón por la tardanza, ha sido semana intensa.

    Cada vez me gusta más el personaje de Spencer. Me encanta cómo defiende a los que quiere que formen su equipo y cómo juega con la información en base a lo que le interesa. Las interacciones entre él y Marshall son de lo más entretenidas, se nota la amistad que hay entre ellos, esa camaradería, y me hace mucha gracia que Marshall se desespere pero aún así siempre termine cediendo. La descripción que hace Charly respecto a la relación de ambos es preciosa.

    La descripción del nuevo miembro ha sido brutal, peligroso y enigmático como él sólo. Me ha sorprendido cuando han entrado a su cabaña, pensaba que que eran Spencer y éstos quienes habían ido en su busca, el desenlace que ha tenido la pelea ha sido inesperado. Por un lado, pensaba que terminaría reconociendo a quien fue su superior o amigo. Por otro lado, al ver que eran soldados intuía que les ganaría aunque le superaran en número. El desarrollo ha sido una sorpresa.

    El encuentro también ha sido diferente a lo que esperaba, me gusta que me sorprendas. Me ha gustado ese detalle más infantil de querer quedarse con las esposas y cómo se comunica con el superior sin siquiera hablar.

    Por último, ese final. Esa frase mágica "Nos falta el agente de caos". ¡Me has dejado en ascuas por saber quién es el cuarto miembro y qué se supone que significa ser un agente del caos!

    El capítulo me ha gustado mucho, la historia se pone cada vez más interesante, los personajes son muy únicos y siempre dejas con ganas de más.
     
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